IV


— ¿Qué estás dispuesto a hacer para volver a verla? —pregunta la anciana, acción que me resulta insultante.

No necesito pensar mi respuesta.

—Todo  —digo sin vacilar.

Le he entregado mi argolla de matrimonio, y la anciana la ha puesto en una vasija medio llena de un líquido parecido al agua.
Después comienza a murmurar algo con la vista clavada el recipiente, en espera de algo.

Espero recostado en el viejo sillón al tiempo que me cuestiono por qué estoy confiando en una desconocida.
Me encuentro en este cuarto en ruinas, sucio y semivacío y ni siquiera conozco el nombre de mi acompañante.

Es tanta mi necesidad de Natalie que literalmente estoy confiando mi vida en manos de una extraña.

— ¿Cuál es su nombre?

—Ya te dije que no es necesario que lo sepas —responde segundos después, sin siquiera mirarme.

Está absorta en sus rituales.

Sí, tengo miedo.

—Para mí si es importante —insisto —. Comprenda que es difícil confiar en alguien que llegó de la nada dispuesta a ayudarme a reunirme con mi esposa. ¿Por qué lo hace?

Pregunto sereno en espera de obtener respuestas. Todo es tan raro e inusual que provoca temor.

Tras escucharme, la mujer —en silencio— se queda mirando hacia la nada.
Parece reflexionar en si debe o no decir más sobre ella.
Es un misterio y aunque trato, no logro descifrarla.

—Mi nombre es Bashira —dice al fin.

— ¿Bashira? —repito al escuchar ese nombre tan peculiar.

Por un instante creo haberlo escuchado antes.

—Eres un viajero. ¿Cierto? —pregunta con seriedad

¿Cómo lo sabe?

— ¿Usted me conoce?

—Lo suficiente para saber lo importante.

Su respuesta no me convence.

— ¿Por qué no habla claro y me dice de una vez  que es lo que pretende? ¿Qué gana, usted, ayudándome?

—No espero nada a cambio, no es mi culpa que tú seas tan cerrado y no veas lo evidente.
¿Qué gano? La satisfacción de reunir dos almas que nacieron para amarse. No permitiré que la historia se repita  —habla con la mirada fija en mí—.  Pero ahora debo hablarte de cosas más importantes.

¿Qué la historia se repita?
¿Qué quiere decir?

— ¿Al fin me dirá cómo lograré reunirme con mi esposa? —quiero saber infestado de dudas.

—Sí —contesta tajante, logrando que mi nerviosismo crezca—, voy a enviarte al pasado —mis ojos se abren a tope—. Pero eso no es lo más  importante que debes saber.

Comenta tranquila, como si fuera algo común.
Incrédulo aún, deseo que haya algún espejo solo para ver mi semblante ante tal declaración.

<Enviarme al pasado. ¿Acaso está loca?>, pienso.

Al ver sus rituales y al escucharla hablando en una lengua extraña, deduzco que se trata de una bruja.
No encuentro otra explicación.
Incluso temo que en cualquier  momento invoque el espíritu de mi mujer y de ese modo pueda verla. Pero enviarme al pasado es algo que en definitiva no esperaba.

¿Cómo?

¡Ni con la tecnología más avanzada lo han logrado y tengo frente a mí a una mujer que asegura que puede hacerlo!

—Usted definitivamente se está burlando de mí —comento con media sonrisa.

—Jamás me he burlado de nadie  —grita  y su rostro de un tono gris pálido se transforma—. Debo advertirte algo.

Continúa hablando con tal seriedad que me confunde.
Sus respuestas, aunque cortas,  parecen honestas.
Todo este enbrollo se pone cada vez más complicado y encima, ¿hay advertencias?

— ¿Qué es lo que debo saber? —la interrogo tragando saliva con dificultad.

—Para  enviarte al pasado te haré entrar en un trance profundo, si alguien llega a ver tu cuerpo así, pensará que estás muerto, pero eso estará lejos de la realidad pues tu cuerpo continuará con vida aún cuando tu alma lo abandone por un tiempo.
Cuando despiertes, te encontrarás en otro lugar, quizá al principio te sientas confundido. Puede que pienses que te has vuelto loco, pero poco a poco te irás adaptando y los recuerdos volverán a ti.
Pero... aquella mujer a quien deseas ver, no te recordará.
Es ahí donde la vida pondrá en jaque tu amor por ella. Será como comenzar su historia desde cero.
Debes encontrarla y lograr que Natalie se enamore de ti, otra vez. De lo contrario, la perderás para siempre,  todo esto no tendrá sentido y volverás más vacío a como te fuiste.
¿Has entendido?

Por supuesto que he entendido y  ahora más que nunca deseo salir corriendo de este lugar.
Mi piel se ha erizado, sus palabras me han afectado más de lo esperado.

— ¿Volveré a éste, mi tiempo real? —pregunto inquieto— ¿Qué pasará con mi cuerpo?

—Volverás cuando sea el momento. Por tu cuerpo no te preocupes, yo me  encargaré de resguardarlo. Pero no debes tardar demasiado.

Responde señalando las velas, una vasija con agua y el círculo de sal que ha trazado a mi alrededor.

Mi nivel de tensión se eleva hasta quedar en focos rojos.

Cada revelación lejos de calmarme,  pone mis sentidos a tope. Las dudas se apoderan de mí.

— ¿Estás dudando? —quiere saber— Dijiste que estabas dispuesto a todo. ¿Acaso no te consideras capaz de enamorarla de nuevo?
Si es así, entonces debes marcharte.
¿En verdad la amas?

Cuestiona al tiempo que abre la puerta de la habitación en un clara invitación a que salga. No me quita la mirada de encima, y su actitud me hace sentir un viento polar recorriendo mi interior.

Bashira tiene una personalidad y un temple que imponen respeto y... temor.

—La amo aun en este instante   —exclamo irritado por su actitud.

Estoy ante una encrucijada: ir y arriesgarme para intentar recuperar  a Natalie, o quedarme aquí, solo y vacío en espera de la muerte para reunirme con ella.

Ésta es una oportunidad única, lo sé y no puedo desaprovecharla.

Me encuentro tan vulnerable que no me atrevo a asegurar que lograré enamorarla de nuevo, pero el solo hecho de mirar sus ojos una vez más merecen cualquier riesgo. 

Vale la pena, ella lo merece todo.

—Lo haré  —digo con firmeza.

—Bien —comenta la mujer.

Entonces toma una copa; es pequeña, como las que un padre utiliza en la iglesia cuando ofrece una misa.
Contiene algo dentro que se enciende en cuanto la acerca al fuego y un humo blanquecino se eleva. Pronto todo el cuarto de cubre de humo.

—Debes ser consiente de algo importante:  no todo dependerá de ti. Créeme cuando te digo que todo a tu alrededor conspirará para boicotear tus intenciones.
Las personas, tus amigos, tu trabajo, incluso las decisiones en tu pasado.
No será sencillo.
Una segunda oportunidad no se otorga a la ligera, por lo tanto, todo costará un doble esfuerzo. Todo— remarca esa última palabra—. El destino se escribió ya, y tratar de cambiarlo no será fácil, pero tampoco imposible. Hay mucho en juego y solo existirá un ganador. Debes apostar todo y cambiar el rumbo de la historia para que su amor no termine por culpa de la fatalidad.
Observa, escucha y pon atención a aquellos pequeños detalles que antes pasaron desapercibidos, porque ahí estarán las respuestas.

— ¿Por qué me dice todo eso ahora? ¿Acaso quiere que me arrepienta?
Usted a abierto la puerta a una posibilidad y voy a entrar a través de ella. No hay marcha atrás, Bashira.

En instantes el ambiente cambia y percibo un olor dulce. Mis párpados se sienten pesados y me encuentro tan relajado que tengo ganas de dormir. Pero me resisto, necesito estar alerta a lo que sucede en esta pequeña habitación.

—Toma, esto te pertenece  —dice al tiempo que me entregaba mi argolla de matrimonio. Por instinto la guardo en el bolsillo del abrigo, ahí donde anida la argolla se mi esposa muerta.

<¿Por qué no me la puse?>, reflexiono antes de quedarme profundamente dormido.

Chicago 1984

— ¿Cómo es posible que aún estés en la cama? Tenemos que estar en el centro de convenciones en treinta minutos —grita un hombre que apenas reconozco.

— ¿Dónde estoy?  —quiero saber confundido.

El hombre frente a mí hace una mueca divertida.
Es joven, alto y delgado.
Bien parecido.

— ¿Acaso la noche de pasión con Jenny te ha causado amnesia? —pregunta.

Es obvio que la está pasando bien.

—Yo… no recuerdo.

Un dolor punzante en mi cabeza me tiene desorientado. No tengo idea donde me encuentro.

<¿Qué ha sucedido?>,me pregunto tratando de entender.
Me siento un completo extraño.

Estoy en cama, semidesnudo, en lo que parece ser la habitación de algún hotel.
Es amplia y abarrotada de comodidades.
Un enorme ventanal me obsequia una hermosa vista del exterior.

— ¡Esto es Chicago, hermano! Nos invitaron a un importante evento de talla internacional. Será en un par de días, pero hoy  iremos a un almuerzo de bienvenida. ¡Vamos, hombre, que empiezas a preocuparme. ¿O, quieres que llame a Jenny? Tal vez esa belleza te ayude a despavilar  —sugiere burlón.

—Peter —murmuro al reconocerlo.

— ¡Ese es mi nombre! —aclara en pleno ataque de risa—. Parece que tu repentina pérdida de memoria está cediendo. Apúrate o me iré solo  —amenaza mientras, frente al espejo, se acomoda la corbata.

Antes de salir me advierte que esperará en el bar veinte minutos.

<Si no llegas, me iré solo>, sentencia.

Cuando estoy solo, miro de un lado a otro en un intento por ubicarme. Observo todo con suma atención buscando algo que me ayude a entender lo que está sucediendo.

Cuando estoy a punto de darme por vencido, encuentro un objeto que me devuelve la tranquilidad un instante: una cámara fotográfica.

<Fotógrafo>, digo en voz alta.
Es mi trabajo lo que me ha traído hasta aquí.
Un minuto después la bruma en mi cabeza comienza a evaporarse y mi corazón me revela la verdadera razón: Natalie.

Sonrió como respuesta.

Apresurado por la sentencia de Peter, me levanto para ducharme y ponerme algo decente.

Miro mi reflejo en el espejo del baño y por un instante mi rostro me resulta extraño, pero el agua fría logra que lleguen a mi mente los recuerdos. Aparecen ante mí como flashes, como si estuviera rebobinando una película.
Rostros, lugares, olores y paisajes se muestran sin descanso.
Es tanta la información recibida que me veo obligado a cerrar los ojos mientras sujeto con ambas manos mi cabeza.
El dolor ha vuelto y es tan intenso que me arrebata un grito sordo que ahogo hasta que mi puño se estampa en el espejo, haciéndolo añicos…

— ¿Qué te ha pasado? —pregunta Peter, señalando mi mano, en cuanto me ve llegar.

—Un accidente con el espejo del baño. Vámonos  —comento relajado para restarle importancia.

—Cómo ordene, mi capitán. ¡Bienvenido de vuelta! —se mofa.

Inmune al sarcasmo en sus palabras lo ignoró y continúo mi andar hacia la salida del hotel.

—Tú ve por delante —pido con la intención de observar los movimientos de mi amigo.

Necesito apoyarme en él mientras las lagunas mentales desaparecen por completo.

Abordamos un taxi que nos espera estacionado y dejó que Peter controle la situación, algo que parece encantarle. 

Al llegar al “Travelle”—restaurante cinco estrellas, por supuesto— el lujo resulta insultante. 

—Aquí sí que abunda el dinero —exclama Peter.

—Frivolidades, querrás decir  —lo corrijo.

—Amigo, no mires a tu derecha si no quieres que las abejas vengan a la miel  —me advierte.

De nuevo no logro entender.

No tengo idea de que a querido decir, extrañamente mi amigo se encuentra de muy buen ánimo. Lo sé porque la sonrisa no ha desaparecido de su rostro.
Me da la impresión de que esperaba este momento con ansias.

<¿Y si mejor me voy?>,considero en silencio.

No tengo ganas de socializar, prefiero estar a solas y acomodar todo ese lío en mi cabeza.

Lo descarto segundos después, se trata de un evento de trabajo y Peter ha dicho que personas importantes se reunirán aquí.

—Buen día, señor Connor, es un gusto verlo de nuevo.

Saluda en forma amable una bella mujer de piel bronceada y mirada profunda.
Lleva puesto un vestido blanco de coctel que contrasta con su cabello negro intenso.

<¿Quién eres?>,me esfuerzo por  recordar.

— ¿Dana Jones? —hablo después.

Hacía mucho tiempo de la última vez que nos habíamos visto.

—Por un momento pensé que no me habías reconocido. Pusiste una cara que…

—Imposible olvidar un rostro tan bello —respondo ruborizado.

Sí, la he reconocido.
¿Cómo no hacerlo?
Dana no es cualquier chica.

Peter ha notado mi desconcierto y me mira a punto de la carcajada.
Sin duda alguien está disfrutando el momento.

Aquella bella mujer sonríe sonrojada y segundos más tarde nos hace una seña invitándonos a seguirla.

Al ir detrás de ella los recuerdos de lo que hubo entre nosotros se estacionan en mi cabeza.  

Luce distinta, más delgada y un poco pálida, pero igual de atractiva.

Caminamos unos metros hasta llegar a la mesa que nos fue asignada donde ya se encuentran algunas personas conversando, en espera de que se sirva el almuerzo.

Con el mismo entusiasmo con que me recibió, Dana se despide, pero antes de retirarse dice algo cerca de mi oído.

—Ha sido una sorpresa agradable encontrarte aquí, espero verte pronto, Alejandro —después, disimuladamente, me entrega una tarjeta.

La acción me toma por sorpresa, más  porque tengo claro el tipo de relación que tuvimos.

<Pero eso sucedió en el pasado>, pienso mientras  sonrío en un intento por disfrazar mi incomodidad.

La miro fijo unos segundos intentando encontrar respuestas, entonces el rostro de Dana se ilumina con una bella sonrisa.
Me guiña un ojo para después dar la vuelta y continuar con su trabajo. 

Sumido en un estado de confusión —por lo que está ocurriendo desde el momento en que abrí los ojos esta mañana— observó la hora en el reloj.

<Casi las diez >,  susurro pensando por qué razón Natalie no está aquí.

Su imagen invade mi mente con la fuerza de una estampida.
Ella es el único motivo que me trajo a este tiempo.

— ¿Existe en el mundo alguna mujer con la que no te hayas acostado?  —interroga Peter.
Sé que su afán es molestar.

—Déjate de tonterías —le advierto harto de su infantil actitud.

— ¡Esa chica es una diosa! No sabes cuanto te envidio —comenta burlón.

Sin aviso, estalla en carcajadas llamando la atención de varios de los ahí reunidos.

<¿Cómo he podido trabajar por tantos años con ese inmaduro?>,me cuestiono viendo como se divierte a mis costillas.

El evento termina un par de horas después y lo agradezco.

Lo único bueno del evento ha sido el menú, lo malo es que aparte de tener que soportar  los chistes e ironías de mi compañero, tuve que lidiar con verborrea de ciertos personajes influyentes que se encontraban ahí reunidos.

< Bla, bla, bla>, ojalá prometieran menos y actuaran más.

—Me voy, nos vemos en el hotel  —me despido de Peter quien se encuentra entretenido con una jovencita.

—¿Y Dana? No me digas que vas a desperdiciar su invitación.

Resoplo resignado, en definitiva este chico no tiene remedio.

—Hoy no, prefiero ir al hotel, tengo trabajo pendiente —me invento.

Entonces salgo del restaurante dejándolo boquiabierto. 

Lo entiendo, tiempo atrás ambos aprovechamos cada viaje que hicimos juntos.
Lo tengo claro y no me enorgullece.
Mujeres, sexo, alcohol y diversión seguían a una larga jornada de trabajo, pero todo quedó atrás desde que conocí a Natalie. 
Ella se convirtió en mi prioridad y nada importaba más.
Asunto que a Peter no le hizo gracia.

Fue por ella que hice un viaje que pocos, o quizá nadie, entenderían.

Cuento ansioso las horas que faltan para reencontrarme  con la mujer que amo.

De camino al hotel, una loca y arriesgada idea empieza a hilarse en mi cabeza: ¿Por qué esperar tantas horas si puedo buscarla en este preciso momento?

Sé donde se hospedó aquella ocasión. Incluso pasamos un par de momentos bastante amenos en un bar cercano al hotel.   

< Es casi la una, tal vez se encuentre ahí>, pienso para darme valor.

Media hora tardo en llegar al "Norford" —hotel de menor lujo, pero confortable— ubicado en el 1500 de la calle Pulaski, Rd. IL.

Mi corazón late a mil revoluciones y mis piernas tiemblan al sentirla tan cerca.
Me veo obligado a tomar un par de bocanadas de aire para tratar de estabilizar mi acelerado pulso.

Al abrir la puerta principal se escucha el sonido de una campanilla que anuncia mi presencia al encargado quien al verme se acomoda la corbata y sonríe amable.

—Buen día, bienvenido al hotel Norford. ¿Una habitación?

Saluda apuntando su bolígrafo en el gran libro que sirve para registrar a los huéspedes.

—Buen día —respondo al tiempo que, con un pañuelo, limpio el fino sudor que escurre en mi frente—. No vengo en busca de una habitación, vengo a preguntar por una persona que se hospeda con ustedes.

El hombre no parece feliz al escucharme, entonces cierra el libro y me mira con el ceño fruncido en espera del siguiente paso.

—Su nombre es Natalie Sanz. ¿Se encuentra aquí en estos momentos?

Lo interrogo en voz baja.

—Lo siento, señor, no estoy autorizado para dar esa información. Es confidencial.

Dice mientras levanta la cabeza para erguirse como jirafa. Es alto y delgado. Da la pinta de un mayordomo.

Verlo me causa gracia pues entiendo lo que espera de mí.
Disimuladamente sacó la cartera y le ofrezco un billete de veinte dólares.

Sin decir nada, el empleado lo toma y lo mete en el bolsillo de su saco, entonces se ubica frente a la computadora, teclea el nombre y espera paciente.

—La señorita Sanz no se encuentra en el hotel, pero tiene una reservación para el día de mañana.

— ¿Mañana? —repito con el ánimo por los suelos.

Esa jugada no la esperaba.

—Sí, señor, mañana. ¿Puedo hacer algo más por usted?

—Llámeme en cuanto se registre. Es importante —comento entregándole una tarjeta con mis datos que el hombre guarda en su bolsillo después de darle un rápido vistazo.

—Por supuesto, señor Connor, estaré al pendiente.

Resignado, doy media vuelta para salir.

El resto del día la paso en la habitación revisando fotografías, para despues escanearlas a la firma para la cual trabajo: N&G.
Cadena de televisión de gran prestigio, la cual cuenta con un gran número de suscriptores.

Alrededor de las nueve mi trabajo es interrumpido por unos golpeteos en la puerta.

Malhumorado me levanto para abrir.

<Debe ser Peter>, pienso.

Pero soy sorprendido al ver que no se trata de mi amigo.

—Hola, guapo —exclama una hermosa rubia de ojos claros quien se abalanza sobre mí y me besa con  pasión arrebatada.

Es Jenny, la reconozco sin problema.

Es originaria de New York.
La conocí en un bar una de tantas ocasiones que visité la ciudad de los rascacielos. Es guapa y posee un cuerpo que enloquecería a cualquier hombre.

No tuvimos una relación como tal, más bien fue una aventura que duró meses, pero eso fue suficiente para que la mujer se sintiera con “ciertos derechos”. Asunto que hasta este momento me había importado poco, sin embargo, las cosas son distintas ahora.

<Mi pasado desenfrenado, perfectamente representado por una mujer>, reconozco con decepción al separarla por la fuerza de mis labios.

— ¿Qué haces aquí, Jenny? 

—Tenía ganas de verte, amorcito. ¿Te molesta? —comenta la mujer con voz infantil mientras hace un puchero.

—Lo siento, no es un buen momento. Estoy terminando un trabajo importante.

— ¡Perfecto! Eso significa que estás estresado y necesitas que te ayude a relajarte. Anda, no seas grosero, invítame una copa.

—Mejor en otra ocasión —digo de mal modo en un intento por encontrar una forma de evadir su compañía.

Antes la pasamos bien, pero la verdad es que no me interesa nadie más, mi mente y corazón están ocupados por por una persona: Natalie.

— ¿Es en serio? ¿Estás rechazando mi compañía? —esta vez su voz se escucha distinta.     

—Lo siento.

Su semblante deja claro que mi respuesta no le agrada.
A ninguna persona, con un poco de dignidad, le agradaría.
Estoy rechazándola y su ego debe sentirse herido, pero tengo que ser sincero.
No voy a utilizarla solo para obtener un rato de placer.

Con evidente molestia Jenny desaparece de mi campo de visión.

Suspiró al sentirme un patán.
Cierro la puerta y regreso a continuar con mi trabajo.

En otro tiempo no lo habría dudado y estaría encantado de compartir mi cama con esa mujer, pero ese Alejandro ya no existe

Todo mi mundo, mi ser, mis ideas y pensamientos cambiaron cuando Natalie llegó a mi vida.

Esa mujer que llegó sin previo aviso me transformó por completo.

Nat hizo de mí una mejor persona...
                     
  

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top