25

Lanzó un último vistazo a su reflejo, casi creía poder visualizar las miradas de desaprobación que Jimin y Yoongi le darían si se enteraran de que había vuelto a usar las lentillas. Y aunque volvía a verse con los ojos marrones, no se miraba como él en absoluto. Su apariencia procuraba intentar ser la misma de siempre, por más que no pudiera hacer mucho contra la palidez y la baja temperatura corporal. El color ámbar se iría por un rato, pero sabía que eso no hacía mayor diferencia. «Bloquean tu poder» le habían dicho. En ese momento no había entendido la importancia, y ahora que lo hacía pensaba que tal vez era mejor así.

Todavía quedaba algo que le preocupaba más que su aspecto. No tenía ni puñetera idea de lo que iba a decir en la reunión. Tal vez tendría que dejar que su madre decidiera por él, porque cada vez que intentaba pensar en su futuro solo veía niebla densa.

Se encaminaron al instituto sin decir nada. Los temas de conversación nunca habían escaseado con su madre, pero ese día parecía que ninguno de los dos sabía cómo tomar la iniciativa. Dahyun se había dirigido al coche con la llave en la mano por costumbre, y Taehyung le recordó que tardarían más en arrancar el vehículo que en llegar andando. Después de eso, silencio.

Se sintió aliviado de que la primera clase ya hubiese iniciado, lo último que le apetecía era tener todos los ojos clavados en él y escuchar los susurros deliberados que podría entender con claridad. Al pasar frente a la puerta cerrada del que solía ser su salón, alcanzó a oír un fragmento de la charla. No estaban hablando de matemáticas como correspondía en el horario, en su lugar comentaban sobre las recientes actualizaciones del periódico local referente a la investigación de los detectives.

La reunión con la directora inició con ella diciendo lo mucho que lamentaba que un joven tan aplicado como Taehyung estuviera descarrilándose. Solía mantener una asistencia perfecta, dijo, y un promedio que podía abrirle muchas puertas. Tenía grandes posibilidades de ser admitido en una buena universidad en Seúl, o en cualquier ciudad que se le antojara. Incluso, por qué no, podía tantear un poco más allá y buscar un intercambio en otro país.

Una vez puesto en la mesa el problema, comenzó a plantear soluciones. El muchacho empezó sintiéndose ansioso, después juzgado, pero llegó al límite cuando la mujer procedió a hablar de manera general sobre los futuros brillantes que se habían echado a perder a causa de las fiestas, las drogas y las malas influencias. Estaba listo para interrumpirla y exteriorizar sus propias ideas, sin embargo, la señora Kim, sentada a su lado, apoyó la mano en su rodilla con suavidad, pidiéndole tan solo un poquito más de paciencia. Estaba bien dejarla hablar, la decisión seguiría siendo de ellos de todas formas.

Se disculpó para ir al baño y salió del despacho sintiendo que se dejaba el aliento en algún sitio. Estaba consciente de que ese apenas era el comienzo, iba a cruzarse con muchas más personas que se inmiscuirían en su vida, que le criticarían sin saber nada, que le dirían que sigue siendo un crío y que debe dejarse guiar por los que tienen más experiencia. Pero eso solo era basura. Si supieran su situación, los más expertos estarían muertos de miedo.

Entró a los baños de hombres y se plantó frente al espejo. Necesitaba contarle toda la verdad a su madre. Tener su apoyo y el de Jungkook era toda la fortaleza que requería. Nunca estaría solo mientras los tuviera a ellos, así que debía aferrarlos. Sí, lo haría, y esa misma tarde.

Levantó la mirada de golpe cuando el reflejo le mostró la imagen de un chico envuelto en un destello azul justo detrás suyo. Todas sus defensas saltaron, ni siquiera sus desarrollados sentidos le habían advertido con anticipación de esa nueva presencia.

—Kim Taehyung —murmuró, como si no pudiera creérselo—. Es un alivio haber llegado primero.

El vampiro se volvió en un rápido movimiento, pero no tuvo tiempo de hacer otra cosa cuando el desconocido estiró la mano hasta tocar su hombro. El brillo azulado en los ojos ajenos se incrementó, y se vio forzado a cerrar los suyos cuando se hizo tan furioso que los consumió a ambos.


✞︎


Un molesto pitido en los oídos le hizo removerse, la cabeza le dolía y sentía el cuerpo pesado. Estaba tumbado bocabajo sobre una superficie lisa y fría, pero todavía no podía abrir los ojos para comprobarlo. El aire estaba impregnado a flores y aceites esenciales, aunque también detectaba un sutil aroma a algodón de azúcar. El ambiente desconocido le tenía invadido de un fuerte mal presentimiento.

—¡Por fin! —exclamó una voz. Taehyung hizo el intento de incorporarse y visualizó a un muchacho delante suyo, del otro lado de unos gruesos barrotes. Un mechón blanco destacaba en su cabello castaño y sus brazos descansaban sobre las barras de metal, parecía aburrido—. Ya sabía que los vampiros casi no toleráis la hechicería, pero no pensé que fuera para tanto. Mírate —señaló, mirando con una mueca su esfuerzo por levantarse—, y eso que ni siquiera fue un viaje largo.

—¿Quién eres? —inquirió, poniéndose de pie—. ¿Por qué me has traído aquí?

—Yo soy Seung —respondió con toda calma—. Y me parece que la razón por la que estás aquí es bastante obvia. En realidad, esperaba que fuera más difícil. Identificarte en el instituto fue de lo más sencillo gracias a que tu poder está obstruido. O... tal vez querías que te encontrara —añadió, sonriendo con sugerencia mientras le guiñaba.

—Vas a tener que ser más específico —espetó, ignorando ese gesto, y dio un par de pasos en su dirección, notando que se apartaba del enrejado mientras procuraba parecer tranquilo.

—Como sea, tú estás encerrado y yo no tengo nada mejor que hacer de todas formas. —Se apoyó en la pared pintada de un púrpura muy oscuro que estaba detrás de él, cruzando los brazos sobre su sudadera roja. Taehyung no podía ver nada más que le ayudara a descubrir dónde estaba, todo lo que podía deducir es que el corredor continuaba hacia la derecha, porque la iluminación que acariciaba la zona en la que ellos estaban provenía desde ahí—. ¿Qué es lo que quieres saber?

El vampiro se irguió, enderezándose en todo su esplendor ahora que el mareo había pasado. Mientras más pudiera prolongar esa conversación más podría averiguar sobre quién era y qué quería aquel chico de aura insondable.

—En el baño dijiste que era un alivio llegar primero...

—Ah —interrumpió Seung, incapaz de contener la sonrisa—. Quieres saber quién más te está buscando, ¿a que sí? —No respondió, se limitó a observarle con los ojos entornados y esperó a que continuara—. ¿En serio no puedes imaginarlo? —indagó, como si quisiera hacer tiempo para molestarle—. ¡Los licántropos, claro!

—¿Entonces estás con ellos? —preguntó, buscando comprender por qué esa posibilidad le parecía poco razonable.

—Qué asco, no —respondió el castaño, con un expresivo semblante de disconformidad—. Los licántropos te quieren, pero ahora que nosotros te encontramos primero ellos no podrán tenerte. —Taehyung enarcó una ceja, intentando conectar esa información a todo lo que sabía hasta el momento.

—¿Vosotros?

—Vamos, no creerás que estoy solo —alegó, sonriendo a la vez que arrastraba la lengua debajo de sus perfectos dientes—. No, somos muchos más. Ah, y vamos a fastidiarles el maldito plan.

—No estás con los licántropos —apuntó el de cabellos violeta—, pero algo me dice que tampoco estás con los vampiros —añadió, con un ademán hacia la situación en la que estaban.

—Lo vas pillando.

—¿Qué eres?

—¿Todavía no lo sabes?

Taehyung apretó los labios con molestia, decidiendo que debía optar por otra manera de romper esa barrera de misterio de Seung.

—Podemos trabajar juntos. —Su acompañante le miró como si esa frase fuera toda una revelación, o como si lo que acababa de escuchar solo se tratara de una gran broma.

—¿Por qué haríamos algo tan tonto como eso?

—Porque tenemos un enemigo en común —enfatizó—. No sé por qué odias a los licántropos, pero a nosotros nos quitó a nuestro líder. Si realmente queréis vengaros, si queréis fastidiarles el plan, entonces os podéis unir a nosotros.

El muchacho guardó silencio por unos segundos, Taehyung pensó en la probabilidad de que estuviera considerando la idea. Entonces, le vio torcer una sonrisa ladeada que combinaba diversión y altivez.

—¿Los vampiros de ahora sois siempre así? —Chasqueó la lengua—. Hoy en día cualquiera puede ser vampiro. Antes erais más selectivos con estas cosas. Es una pena no haber nacido en aquellos tiempos en los que sí que erais vistos como lo que de verdad sois: abominaciones, criaturas salvajes que no están hechas para razonar. Solo así esta conversación podría estar siendo interesante.

Se incorporó y descruzó los brazos, dando a entender que la charla había terminado. El de cabellos violetas trabajó rápido en sus próximas palabras para impedir que se marchara.

—Dime algo —empezó, observando la espalda de Seung, quien se detuvo a la espera de que terminara de hablar—. Si no eres vampiro, ni humano, ¿cómo lograste entrar en Natten? —Aquella pregunta pareció agradar al castaño. Volvió sobre sus pasos y le observó con una sonrisa petulante, como si saboreara la respuesta.

—Jungkook, por supuesto. —El rostro de Taehyung ensombreció ante la mención de ese nombre—. Tu líder está débil y su protección sobre Natten también. Solo ha bastado un apretón de manos para robar un poco de su esencia humana. La suficiente para permitirme pisar el pueblo y traerte conmigo. —Le ofreció una sonrisa juguetona, sin notar las manos hechas puños del vampiro—. Aunque, la próxima vez, quizá sea necesario un contacto más prolongado.

Taehyung se movió tan rápido que Seung no lo vio venir. Tiró por el cuello de su sudadera y le presionó con fuerza contra el enrejado, provocando un estruendo metálico que se mezcló con el quejido del chico.

—Como le toques un solo cabello a Jungkook... —siseó, en un susurro amenazante—. Te reviento, cabrón.

El castaño soltó una risita como pudo, sintiendo los barrotes apretujados de manera dolorosa contra su mejilla izquierda.

—¿Sabes? No fue difícil lograr que no sospechara de mí. Su ingenuidad me ha resultado ciertamente adorable. —El vampiro implementó más fuerza en el agarre.

—Más adorable será verte pidiendo clemencia, brujo. —Seung logró dibujar una mueca de disgusto.

—Prefiero el término adivino.

—Pues ya puedes ir adivinando lo que haré contigo cuando salga de aquí.

—No te tengo miedo, Taehyung —rebatió, a pesar de la vergonzosa situación a la que habían ido a parar—. Esta celda está blindada con los mejores encantamientos. Incluso si te deshicieras de esas lentillas, tus poderes permanecerán obsoletos.

—No necesito mis poderes —masculló, a escasos centímetros de su rostro—. ¿Por qué no entras aquí y te lo demuestro? —El de intensos ojos azules se removió furioso en un intento por liberarse, pero el contrario le mantuvo bien sujeto—. ¿Cómo sabes mi nombre? Nadie fuera de Natten lo sabe.

—Que no te sorprenda si los licántropos ya lo saben también. Están cada vez más cerca —advirtió—. El bosque es inmenso, pero las noticias se expanden rápido. Todos los esfuerzos de Namjoon por esconderte son banales. Incluso si prefiere morir antes que hablar, es imposible evitar que den contigo tarde o temprano.

—¿Y qué es lo que haréis para impedirlo? —inquirió, desafiante—. ¿Qué diablos es lo que queréis de mí?

—Tu poder a nosotros no nos interesa, pero los lobos te quieren y estamos dispuestos a hacer lo que haga falta para destruirlos. Si acabamos contigo, ellos no volverán a tener otra oportunidad. Tu linaje se verá extinto —espetó, observándole de soslayo con ojos fulminantes—. Y esta vez para siempre.

Taehyung se quedó pasmado ante la idea. Comprendió que, hasta ese momento, no había sido en realidad tan consciente de la muerte, incluso cuando parecía obvio que no cesaba de huir de ella desde que se había convertido. Ser vampiro era una carrera sin fin, o eso era lo que había creído.

Seung aprovechó su desconcierto para soltarse de su agarre, retrocediendo mientras le observaba con ojos enfadados y también curiosos, antes de dar media vuelta y largarse de ahí.


✞︎


Jungkook tenía la respiración pesada y el cuerpo agitado cuando dio un fuerte empujón a la puerta del último cubículo, consiguiendo que golpeara la pared y volviera a cerrarse con estrépito, de la misma forma que había hecho con todas las demás.

—Os lo estoy diciendo, Taehyung ha desaparecido. —Se volvió, impaciente, hacia las otras tres personas que le miraban desde el interior de los baños para hombres.

—Jungkook —empezó Dahyun—, si estás mintiendo para encubrirle...

—¿Con todo lo que está pasando? ¿Por qué lo haría? —interrumpió, desesperado.

—Porque es lo que siempre hacéis —le recordó ella, haciendo al menor resoplar. Observó a Hoseok, de pie al otro lado de la directora, y le miró con ojos que pedían ayuda. El muchacho abrió la boca, pero no supo qué decir: él no había visto a Taehyung entrar a los baños como Jungkook afirmaba. La madre de su mejor amigo parecía cansada y el azabache se moría por explicarle que eso no era como el día que se habían escondido para que el mayor no tuviera que regresar a Seúl, ni como las veces que Taehyung había falsificado la firma del señor Jeon para que él pudiera participar en las actividades extracurriculares. En realidad, Jungkook quería decirle que de verdad estaba al borde de un ataque de pánico, porque en un pueblo en donde les acechaban los vampiros todas las desapariciones habían tenido el mismo desenlace y no se atrevía ni siquiera a pensarlo.

—No tengo tiempo para estos juegos —resopló la directora Jun, observando el reloj plateado alrededor de su muñeca—. Tengo una reunión en línea en media hora y necesito prepararme. Señora Kim, hágame saber si desea reprogramar nuestro encuentro para otro momento más... oportuno.

Dahyun esperó a que la mujer se hubiese retirado para acercarse al menor de los muchachos y le miró a los ojos mientras entrelazaba las manos.

—Jungkook, sé que a Taehyung le disgustaba la idea de tener esta reunión —le dijo—. Pero le permití regresar a Natten porque me prometió que sería responsable y que podía cuidar de sí mismo. Solo... —Negó con la cabeza y titubeó, pareciendo ansiosa—. Necesito que hable conmigo.

El azabache tuvo que replantearse sus impulsos previos y se esforzó por conservar la calma. No lograría nada si se dejaba llevar por el miedo, si quería ayudar a su mejor amigo debía ser valiente. Podría contarle a Dahyun toda la verdad de una buena vez, pero esa parte no le correspondía a él.

—Señora Kim, prometo que hablaré con usted sobre esto, pero ahora necesito que me dé algo de tiempo —pidió, y le observó con determinación—. Voy a traerle a Taehyung. —Ella asintió, hubiese querido insistir un poco más, decir que iría también a donde hiciera falta, pero tenía la sensación de que solo sería un estorbo. Jungkook lanzó a Hoseok una mirada con la que se disculpaba y se encaminó a la salida sin añadir otra cosa.


✞︎


Taehyung se apoyó de espaldas contra la pared de piedra, con la respiración acelerada y sintiendo el cuerpo pesado. Pelear con los barrotes no estaba sirviendo de a mucho, le agotaba la energía a bocanadas agigantadas, pero no podía quedarse sin hacer nada. Se revolvió el cabello con frustración, sintiéndose impotente y miserable, y pensó en Namjoon, en cómo debería estar siendo para él, esperando por un rescate que se había quedado estancado en la línea de salida.

Miró sus propias manos, no era su culpa tener esos poderes, fuesen los que fuesen, él no había escogido ser vampiro como Seung lo había insinuado, pero no podía morir. Esa decisión sí era suya. Se había dejado devorar por esa vida y ahora que planeaban arrebatársela se daba cuenta de que quería aferrarse a ella. No iba a quedarse esperando a que los adivinos decidieran que era momento de acabar con él, ni a que Jimin y Yoongi le encontraran. ¿Habrían notado siquiera su ausencia?

Levantó la mirada, estaba harto, cabreado. Se había cansado de que los demás decidieran cuánto debía saber o hasta qué punto podía interferir. Si los adivinos pensaban que podían hacer con él lo que les apeteciera y que iba a quedarse de brazos cruzados, entonces estaban muy equivocados.

Sus ojos destellaron en color ámbar cuando regresó la vista al frente, tintando con brío el marrón de las lentillas. ¿Tanto querían sus poderes? Bien. Iba a reírse de su esfuerzo por obtenerlos.

Sus manos se empuñaron alrededor de los barrotes. Su cuerpo temblaba de adrenalina cuando arrancó la puerta de sus goznes, la cerradura cedió hecha añicos y la gruesa cadena que la reforzaba estalló en pedazos imposibles. El estruendo metálico retumbó con fuerza por encima de sus propios latidos.

Arrojó la puerta con los barrotes torcidos a cualquier esquina y salió de la celda. No había nadie más ahí. Avanzó por el pasillo, estaba al final de un corredor ascendente tras el que solo había una puerta cerrada de madera. Seung había dicho que eran muchos más como él, pero esperaba que solo hubiese querido asustarle. Estaba cansado y tenía hambre. Además, no tenía idea de lo que podía esperar de un adivino.

Corrió el pasador y empujó la pesada puerta. Al continuar al otro lado descubrió que estaba en una casa grande y lujosa. Había más paredes de ese color púrpura oscuro, lámparas de araña en el techo y numerosas colecciones de figuras sobre muebles de ébano. Estaba listo para buscar la salida cuando recordó algo. El ojo de los adivinos. Sea lo que fuera, les hacía falta para abrir el portal y, ya que estaba ahí, no podía irse sin él. Pero, ¿cómo se suponía que iba a encontrarlo?

Se detuvo al escuchar un ruido delante. El chasquido de una puerta al abrirse le obligó a esconderse detrás de una pared. Escuchó las pisadas, percibió las pausadas pulsaciones de la otra persona, el tenue calor de las velas encendidas y luego la puerta siendo cerrada de nuevo. Los pasos se alejaron por el lado izquierdo del pasillo, Taehyung se asomó apenas lo suficiente para ver la espalda de Seung desapareciendo de su vista al girar por el corredor contiguo. Observó la puerta por la que había salido y enfocó toda su concentración en cada uno de sus sentidos para asegurarse de que ya no había nadie dentro. Cuando estuvo seguro de que la habitación se había quedado vacía, se dirigió hacia ahí y abrió la puerta.

Un espeso velo de fragancias le recibió del otro lado: almizcle, eucalipto, hierba dulce, alcanfor y bergamota. Al menos unas veinte velas blancas estaban encendidas alrededor de la estancia y había maceteros colgantes del techo, con plantas tan largas que llegaban al suelo. El calor y el humo balsámico del incienso que ardía despacio se le impregnó en la piel. Empezó a sentirse sofocado y adormilado.

Entonces la vio, delante suyo. En el centro de una mesa cubierta por un mantel de color salmón, reposaba una bola de cristal. Taehyung sonrió de lado ante la graciosa obviedad. Antes de ese día no sabía nada sobre los adivinos, pero ahora podía ver con claridad que eran gente de tradición.

Se acercó a la esfera, posada sobre un elegante soporte dorado, que parecía tener alguna clase de niebla gris dentro. En cuanto sus manos la tomaron, el humo desapareció y el cristal se tintó de un blanco impenetrable. El vampiro frunció el ceño, parecía que incluso la bola le rechazaba, pero no tenía tiempo para intentar llevarse bien con aquel objeto. La sostuvo en un agarre firme y salió de ahí.

Descubrió que la casa en la que estaba era tan grande que parecía un laberinto, más confusa incluso que el mismo bosque. No se encontró con nadie mientras recorría un pasillo tras otro y, cuando por fin llegó al vestíbulo, una fría voz le interrumpió en el camino a la puerta de salida.

—No lo hagas. —Se volvió para ver a Seung, apoyado en la pared con los brazos cruzados. Ya no tenía esa expresión burlona de antes, estaba serio, con los músculos de los brazos tensos.

—No tiene por qué ser así —le dijo—. Si nos aliáramos...

—Tú no lo entiendes —interrumpió, con la mandíbula apretada—. Los vampiros habéis sido por siglos la especie más despreciable, más incluso que los licántropos. Ellos están sedientos de poder, pero a vosotros lo único que os ha preocupado siempre ha sido salvar vuestro propio pellejo. Sois egoístas y desleales. Es por vuestra propia culpa que ahora prefiramos morir antes que unirnos a vosotros.

—No me importa el pasado —replicó, afirmando la bola de cristal contra su abdomen—. Mi preocupación ahora es traer de vuelta a Kim Namjoon y me temo que necesito esto para hacerlo. —El adivino negó con la cabeza.

—No puedo dejar que te la lleves.

—No espero que lo hagas, pero tengo que llevármela de todas formas.

El primer movimiento lo hizo Seung, extendió la mano derecha y las plantas trepadoras que había a cada costado de la puerta crecieron a una velocidad de vértigo, entrelazándose y formando una gruesa barrera que pretendía impedir que él pudiera salir por ahí. Esa era la primera muestra que el muchacho hacía de su poder y Taehyung entendió que, para vencer a alguien que podía atacarle desde la distancia, tenía que acercarse, pero, si lo hacía, estaría dejando a su alcance el ojo de los adivinos.

—Voy a darte una última oportunidad, Kim Taehyung —dijo el castaño, sacándose un mechero del bolsillo del pantalón—. Devuélvela.

El vampiro no se movió, se mantuvo erguido, observándole con fijeza con sus feroces ojos ambarinos. Esa fue su respuesta para Seung, quien hizo fricción en la rueda para generar la chispa, y sopló la llama. Todo pasó muy rápido, pero Taehyung corría con la ventaja de que sus sentidos se adelantaban a la velocidad humana. Se apartó del camino que trazó la enorme nube de fuego, desplazándose tan rápido que cualquier persona habría jurado que se había teletransportado, y se detuvo detrás de Seung, usando un brazo para inmovilizarle, con los dedos alrededor de su cuello y manteniendo bien sujeta con la otra mano la bola de cristal.

Cuando las llamas acabaron de dispersarse, el adivino había parado de removerse e intentaba que el agarre del vampiro cesara de cortarle el aire.

—¿No decíais que erais muchos más? —inquirió con sorna junto a su oído, con una nota siseante y amenazadora.

—Sí, y solo tengo que alertarles para que te atrapen en cuanto cruces esa puerta —espetó, con la voz ahogada por la presión en su garganta.

—Entonces me parece que no puedo dejar que hagas eso. —Con mucha fuerza le arrojó hacia la pared opuesta, donde Seung impactó con un golpe sordo antes de caer inconsciente al suelo. El silencio le aturdió. A pesar de todo, hubiese preferido no tener que llegar a ese extremo, aquel muchacho le había generado la sensación de estar atrapado en las expectativas, como si solo hiciera lo que tenía que hacer, lo que esperaban de él.

Sacudió la cabeza, no tenía tiempo para compadecerse, ni para intentar desentrañar los misterios de un adivino. Tenía que salir de ahí. Tomó aire y se preparó para correr como nunca en su vida.

Reventó las plantas de un tirón, cruzó la puerta y salió a la calle sin detenerse a observar en dónde estaba, ni cuántas personas había alrededor. Corrió tan rápido como su cuerpo lo permitió, viendo las casas pasar a toda velocidad como nada más que manchones borrosos y sintiendo el viento ponerse de acuerdo con sus movimientos para darle mayor impulso.

Se detuvo cuando visualizó la entrada por carretera a Natten, la única por la que se podía acceder al pueblo sino se quería atravesar el bosque, pero incluso para llegar hasta ahí tenía que pasar por el policía que había atravesado su patrulla de manera horizontal para impedir el paso de los coches. Miró hacia atrás y supo cuál era el lugar de los adivinos, era esa pequeña calle de casitas grises ubicada a las afueras, la calle Spákonur.

Se acercó al oficial que estaba solo, o al menos eso creyó, porque no tardó en notar a su compañero, que se había quedado dormido en el asiento del copiloto. No quería pasar corriendo porque, aunque no le reconocerían, el hombre se extrañaría y lo último que necesitaba era hacer saltar más las alarmas. El policía frunció el ceño cuando le vio.

—¿Quién eres?

—Vivo en el pueblo, permiso.

—Hey. —Le puso una mano en el hombro para detenerle—. El paso está cerrado. Déjame ver tu identificación.

—Déjame pasar —demandó, mirándole a los ojos. Advirtió que se quedaba absorto, los labios se le entreabrieron y la mano con la que le sujetaba cayó como sin vida a su costado—. Y olvida que me has visto.

Luego de mirar en todas las direcciones para comprobar que nadie había visto nada, se infiltró en el bosque con la adrenalina desbordándole por cada poro. Estaba ansioso, hambriento; necesitaba alimentarse y había hecho uso de la última gota de autocontrol que le quedaba para no cenarse a ese policía. Ahora el hambre le nublaba, escuchaba sus rápidos latidos en sus oídos mientras corría. Taehyung sabía que era demasiado peligroso, pero V no dejaba de anhelar encontrarse con Jungkook.

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