24

Jungkook avanzaba con lentitud y la mirada en sus zapatos sobre la acera. El invierno infinito del pueblo le hacía mantener las manos dentro de los bolsillos de la sudadera roja, pero ni el frío, ni el aburrimiento o la cantidad de pensamientos que le perseguían fueron suficientes para convencerle de dar por terminado el paseo y regresar a casa. No, ese lugar, su casa, nunca había sido un sitio que le gustara y ahora solo era una pesadilla de la que no podía escapar ni siquiera estando despierto.

Las noches en Natten eran más largas que los días. Las estrellas podían atisbarse bien, pero eran lejanas y opacas, siempre escondidas detrás de una cubierta de espesa neblina. A su izquierda, el inmenso bosque: la atracción principal; con sus árboles ensombrecidos, los susurros del césped y esa huella intangible de peligro. Estaba ahí, cercano, podría adentrarse en la umbría con tan solo dos pasos en esa dirección y, aun así, no entendía por qué se sentía a salvo mientras se quedara de ese lado.

La idea de una barrera invisible dividiendo el bosque y el pueblo carecía por completo de sentido, pero, no sabía si para sentirse tranquilo, a él le gustaba imaginarlo así.

Observó la oscuridad que el limitado alcance de su visión le proporcionaba. Intentar ver más allá del trecho al que lograba acariciar la luz de las farolas resultaba inútil, pero se descubrió deseando ver a Taehyung saliendo de ahí y llegando en su encuentro. Suspiró. Ese chico le daba mucho de pensar, había sido así toda la vida. Si su mente estuviese conformada por varios compartimientos, el más grande sin duda le pertenecería a él. Todo lo demás, de hecho, podía amontonarse en uno solo, pero el de su mejor amigo era intocable.

Recordaba bien esos primeros años de la adolescencia, cuando pasaron de la traes a los videojuegos. Si Taehyung le acariciaba el cabello, Jungkook después no podía dormir por la emoción. Entonces comenzó a habituarse a él, y con eso a querer más. Dejó de sentirse tan tímido a expresarse como le apeteciera y, sin darse cuenta, ya no podía concebir la vida sin su mejor amigo. Podía imaginarla, sí, pero no le gustaba. Si en ese entonces hubiese sabido que tener algo más con Taehyung haría que su relación se volviese intermitente, habría dejado de desearlo.

Se detuvo y giró la cabeza de inmediato cuando escuchó el sonido de alguna ramita romperse. Si bien no era quien él quería, ahora le había llegado compañía.

—Lo siento, ¿te he asustado? —El muchacho tenía el cabello castaño con un grueso mechón pintado de blanco y unos ojos tan azules que casi parecían una ilusión. Él le ofreció una sonrisa, enseñando una dentadura blanca y perfecta.

—No... solo estaba algo distraído.

—Ya, lo he visto —comentó con gracia—. Parecía que tu mente estaba en otro planeta, Jungkook. —El azabache le observó con extrañeza, su acompañante no abandonó su postura despreocupada.

—¿Sabe mi nombre?

—Claro —respondió con simpleza, todavía con esa amplia sonrisa, como si esperara algo de su parte—. Ah, soy Seung, estamos juntos en clase de historia —añadió, mirándole expectante, tal vez esperando algún tipo de reconocimiento.

—Ah... ¿sí? —murmuró, entornando los ojos. Aunque el pueblo era pequeño y casi todos se conocían, Jungkook no estaba muy convencido de haberle visto antes. Su apariencia no era una que pasara muy desapercibida, por lo que creía que no debería tener problema en recordarle, pero prefirió no parecer grosero. El chico solo exhaló una risita, restándole importancia al asunto, y retomó un andar tranquilo que Jungkook siguió, caminando a su lado.

—¿Y qué haces por aquí a estas horas? ¿No te asusta salir solo de noche?

—Llevo toda mi vida en este pueblo. —Se encogió de hombros—. Estoy acostumbrado a esto.

—¿A los asesinatos? —inquirió, con una ceja enarcada. El azabache volvió la cabeza para verle.

—Eso todavía no se sabe.

—A mí me parece que es obvio —replicó—. Desaparición es solo una palabra menos violenta para el crimen. En realidad, es cruel. Lo único que hace es mantener una esperanza obsesiva que después acaba resultando dañina. Así no solo se mata a la persona, sino también a su familia.

—Pero ¿y si la persona de verdad está viva? Va a estar deseando que la busquen. A mí me parece más cruel simplemente dar por muerto a alguien.

—¿Aun cuando tienes la certeza y el miedo solo te impide aceptarlo?

—Cómo podría tener esa certeza —musitó, apretando los puños dentro de los bolsillos. Sí, claro que la tenía.

Dejó salir el aire con un suspiro y volvió la mirada a sus propios zapatos. De soslayo, observó el trayecto que hacían las pisadas de Seung. Caminaba a su lado, pero siempre sobre el filo del césped, como un juego en el que si pisas la calle pierdes. Contrario a Jungkook, que solo esperaba que nada le hiciera perder el equilibrio y le obligara a tocar la hierba. En ese instante, en apenas un lapso muy corto de tiempo, se preguntó qué tan probable era que se encontrara hablando con un vampiro.

Había algo en Taehyung y esos amigos suyos que los conectaba, algo que les hacía extrañamente parecidos y que para notarlo bastaba con una mirada. No sabía lo que era, pero sí sabía que Seung no lo tenía. El castaño que paseaba junto a él poseía un aire diferente, aunque igual de indescifrable. Su piel lucía un ligero bronceado, lo que le hacía cuestionarse si en realidad vivía en Natten.

—¿Su casa está lejos? —le preguntó, queriendo averiguar alguna otra cosa.

—No tanto, pero prefiero disfrutar un rato más del aire fresco. Está bien si tú ya quieres irte. —Jungkook apretó los labios y dejó de caminar, por lo que su acompañante se detuvo también. Entonces, se giró para mirarle de frente, sacó las manos de los bolsillos y las dejó caer a sus costados.

—Lo siento, de verdad no recuerdo haberle visto en clase de historia. —El chico ladeó una simpática sonrisa.

—En ese caso, deberíamos hacerlo bien —le dijo, extendiendo la mano en su dirección—. Mi nombre es Seung y espero que con esta presentación dejes de hablarme de esa manera tan formal, me haces sentir viejo. —El azabache sonrió también sin mostrar los dientes y estrechó su mano.

—Jungkook, y en la preparatoria no hacemos cambios de clase. Tenemos pocos salones. —El chico desvió la mirada y se llevó la mano libre al cabello con una sonrisa nerviosa.

—Vale, me has pillado. La verdad es que no voy a tu preparatoria. En realidad, vivo a las afueras del pueblo. —Jungkook tiró con sutileza para soltarse y sintió un extraño hormigueo por todo el cuerpo cuando el agarre se deshizo, entonces volvió a refugiarse en los bolsillos de la sudadera.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—Te sigo por Instagram —explicó—. Vengo seguido a Natten porque me gusta la tranquilidad que hay aquí. Supongo que hoy ha sido un golpe de suerte encontrarme contigo.

—¿Por qué un golpe de suerte? —preguntó, observándole sin entender. La mirada de su acompañante fue una respuesta bastante clara—. Espera, acaso... ¿Estás interesado en mí? —inquirió, incrédulo, con un tono un poco más alto del necesario, y se encogió en su sitio al ser consciente de su arrebato—. Pero yo...

—Lo sé, ya tienes a alguien —se adelantó, haciendo al azabache mirarle con curiosidad—. Vamos, si no es el amor, ¿qué más podría tenerte así de pensativo?


✞︎


El timbre se hizo oír por toda la casa. Jungkook bajó las escaleras con la mochila en el hombro y se dirigió a la puerta para dar un vistazo por la mirilla. Se mordió el labio inferior, intentando pensar rápido en lo que debía hacer. Cuatro golpecitos fueron dejados en la madera, se enderezó, se secó el sudor de las manos en la ropa y abrió la puerta.

—¿Jeon Jungkook? —Asintió, el hombre que estaba delante le sonrió con cordialidad y tanto él como su compañero le enseñaron sus placas—. ¿Está tu padre en casa?

—No, señor. Se ha ido de viaje por unos días.

—Ya veo —dijo, arrastrando las palabras, y desvió la mirada al interior de la casa—. ¿Podemos pasar?

—Sí..., adelante. —Abrió más la puerta y se hizo a un lado para darles espacio. Los detectives se detuvieron en medio de la sala, observando todo lo que podían—. En realidad... iba de salida a la preparatoria.

—Te firmaré un papel para que justifiques la demora —le restó importancia con un gesto distraído. El menor se llevó una mano a la nuca con incomodidad, todavía tenía café caliente en la cocina, pero prefirió pasar de ofrecerles para no prolongar demasiado aquella visita. Esperaba que le consideraran un niño que no sabe atender invitados y no un adolescente maleducado—. Supongo que sabes por qué estamos aquí.

—Están haciendo interrogatorios a todos en el pueblo, ¿no?

—Así es. —Los recién llegados tuvieron la iniciativa de tomar asiento en el sofá y Jungkook agradeció en silencio haberlo cubierto con una manta, las manchas de licor que a menudo se le derramaba a su padre ahí ya no había dios que las sacara—. ¿Entiendo que los chicos desaparecidos, Suzy y Minseok, son amigos tuyos?

—Compartía clase con Minseok y hablaba mucho con él —asintió—. Con Suzy solo llegué a tener una charla. Ella... estaba interesada en uno de mis amigos, así que me habló para pedirme que le diera su contacto.

—Te has dirigido a ellos en pasado —señaló el hombre, ataviado con una cazadora de cuero marrón, que le miraba con una ceja enarcada.

—¿Está usando la psicología conmigo? —Acercó una de las sillas de la pequeña barra de la cocina y se sentó frente a ellos, dejando la mochila a un lado en el suelo—. Pensé que habían venido aquí para encontrarles, pero más bien parece que nos incriminan a todos. —Taehyung ya le había comentado sobre su charlita con ese mismo detective, asegurándole que podría tener que enfrentarse a algo parecido cuando llegara su turno, pero también le había dicho que debía estar tranquilo. Choi Doyun, era él quien hacía las preguntas, su compañero solo parecía dedicarse a observarlo todo.

—Todos sabemos que Natten no es un pueblo precisamente turístico. Si hay alguien detrás de estas desapariciones, tiene que ser de aquí.

—Pienso todo lo contrario —replicó, y estaba seguro de estar en lo cierto. Aunque su mejor amigo no le había dado demasiada información, sí le había hecho partícipe de un dato clave: «Nosotros no somos los únicos en el bosque»—. Llevo toda mi vida aquí y nunca había sucedido nada igual.

—No es lo que han dicho los habitantes de mayor edad.

—Si fuera cierto que alguien les ha secuestrado —continuó, haciendo caso omiso a esa intervención—, sería imposible que estuvieran aquí, donde todos conocen a todos y donde la información tarda medio día en llegar hasta todas las casas. —Se dejó caer en el respaldo, estirándose el jersey—. Si lo que buscan es una pista, yo puedo darles una bastante grande.

Los dos se inclinaron hacia él, observándole con atención y con una expresión inalterable. Jungkook casi se sintió intimidado por la fijeza de esas miradas, pero se tranquilizó con la idea de que ellos no podían conocer sus pensamientos a menos que los exteriorizara.

—El bosque. —Los detectives tal vez tenían las expectativas muy altas, porque al menor le pareció que se desalentaban, así que añadió—: No sé si lo saben, pero ese bosque es inmenso. Nadie aquí sabe dónde termina. Sé que también lo han pensado —les dijo—, que Suzy y Minseok podrían haberse adentrado demasiado para luego no encontrar la salida.

—¿Por eso te has dirigido a ellos en pasado? —inquirió Choi Doyun—. ¿Porque crees que si se les encuentra será como a JiUn?

El azabache se quedó pasmado por un momento y el detective debió notarlo, relajó su semblante y cambió la pregunta.

—¿Qué hiciste en la mañana del diez de mayo? —A Jungkook pudo parecerle cómico el interrogante porque su rutina solía ser invariable hasta... hasta la mañana del diez de mayo. Cómo olvidarlo. Ese había sido el día en el que había despertado en casa de Taehyung y a él no le había encontrado.

Recordó cuando estuvo de regreso y le descubrió de pie frente a la ventana, la primera vez que había visto esos ojos ámbar y creído que usaba lentillas. El contacto, el frío, la cercanía... Después habían ido a ese restaurante y escuchado la noticia de la desaparición de JiUn. Ese había sido el comienzo, el inicio de todo el caos.

—Ir a la preparatoria —declaró, haciendo un gesto hacia su mochila, y esperó que captara la indirecta—. Pero supongo que eso ya lo saben —añadió, sereno. Choi Doyun entrelazó las manos sobre su regazo.

—Hablemos un poco sobre tu amigo, Kim Taehyung.

—¿Por qué hablaríamos de él? Taehyung no está desaparecido. Es más, de seguro ya está en la preparatoria —resaltó, otra vez a modo de reclamo, pero o los hombres no lo notaban o no les importaba.

—Sé que no está desaparecido, así como sé que no asistió a la preparatoria el diez de mayo. Bueno, no se le ha visto mucho por ahí después de eso, ¿verdad? —inquirió, pero solo era una pregunta que no esperaba ser respondida—. La razón por la que quiero hablar de él es porque eres el que le conoce mejor que nadie en el pueblo.

—¿Y eso nos lleva a...?

—No me sorprende que te pongas a la defensiva, pero debes entender que tu amigo está implicado en algo. No sé lo que es, pero sí que puede ser peligroso para él. Si te importa, no querrás que algo malo le pase.

—¿A qué se refiere? —inquirió, apretando los dientes.

—Me refiero a que todos los que le conocen están de acuerdo en algo: Kim Taehyung ha cambiado. Me refiero a sus constantes desapariciones, su ausencia en las clases, su abandono al trabajo, sus nuevas compañías, sus recientes visitas al bosque, sus peleas en la preparatoria...

—Taehyung se peleó con Minseok por defenderme —interrumpió, elevando la voz—. Porque así es él, cuida de todo lo que quiere.

—¿Y lo que no quiere? —rebatió, el menor entrecerró los ojos.

—¿Qué es lo que insinúa?

—¿Puedes asegurarme que nunca lastimaría a nadie o que no haría algo malo?

—Puedo asegurarle que no es a él a quien buscan.

—Podrías decir que es bueno solo porque es tu mejor amigo —replicó, con la misma dureza en su tono.

—O tal vez es mi mejor amigo porque sé que es bueno —contraatacó. Los detectives se miraron entre ellos y cuando Choi Doyun regresó sus ojos a él, al azabache se le antojaron mucho más suaves.

—Escucha. Eres joven, sé que no te gusta lo que digo. Ahora piensas que yo soy el malo. Un desconocido que llega al pueblo a inmiscuirse en tus asuntos y a preguntar sobre tus personas cercanas suena como alguien detestable, ¿no? Pero, ¿sabes qué es lo que me ha traído hasta aquí? ¿Tienes idea de todo lo que mi trabajo me ha obligado a ver? He mirado el mal a los ojos, Jungkook. Personas buenas descuartizadas, asesinos reírse mientras hablan de sus crímenes, cunas manchadas de sangre. Los peores escenarios para alguien que le gusta creer en la humanidad.

—¿Y por qué lo hace? —musitó, pensando en todo lo que a él mismo le había tocado asimilar en los últimos días.

—Porque cuando pillas a los culpables, cuando los ves tras las rejas y sabes que has hecho algo bueno, que has ayudado a que la injusticia no salga impune..., te das cuenta de que ha merecido la pena. ¿No quieres eso también, Jungkook? ¿Que si alguien le hizo daño a JiUn, Suzy y Minseok pague por eso?

No respondió de inmediato. Estaba preguntándose si en realidad no era él el malo al guardarse todo lo que sabía. «Mientras tú corras algún riesgo yo no me detendré» era lo que le había dicho Taehyung, la misma promesa del detective: encontrar al culpable. Y sabía que él no debía estar en medio del camino de ninguno de los dos, pero sí decidir en las manos de quién se fiaba más para dejar el asunto.

Volvió la mirada a Choi Doyun y negó apenas con la cabeza.

—Yo no puedo ayudarle.

—Todos pueden —aseguró, se sacó algo del bolsillo de la cazadora y le extendió una tarjeta—. Tienes mi número. Si quieres continuar esta conversación, no dudes en usarlo.

Se pusieron de pie, Jungkook se colgó la mochila al hombro y caminó detrás de ellos en dirección a la salida. El detective de pocas palabras abrió la puerta y fue el primero en dejar la casa, siendo seguido de cerca por su compañero.

—Espere —llamó el azabache, haciendo que Choi Doyun se detuviera y se volviera para verle—. No lo necesito. —Le extendió la tarjeta de regreso, el hombre le miró sin entender—. No está aquí para encontrar a las personas desaparecidas, todo lo que quiere es un culpable. Y si lo que está buscando es a un asesino, entonces le pido que deje a mi mejor amigo en paz. Taehyung y yo ya tenemos suficiente con lo que lidiar. Y si es cierto que está metido en algo —continuó, interrumpiendo el intento del hombre por añadir algo—, ya me encargaré yo de que nada malo le pase. También soy de los que cuidan lo que quieren.

El mayor lanzó un vistazo a la tarjeta y después al chico, pero no la tomó de regreso. En cambio, pareció vacilar entre si irse o decir otra cosa. Por fin, dio media vuelta y le miró una vez más por encima del hombro.

—¿Cuándo volverá tu padre? Me gustaría tener una charla con él.

—Me parece que tardará.


✞︎


Jungkook caminó a la preparatoria tan rápido como pudo. Taehyung le había dicho sobre la reunión que tenía con la directora a primera hora y esperaba llegar antes de que él y su madre se marcharan. Necesitaba verle. Ya había hecho uso de toda su entereza, ahora debía también deshacerse de un poco de fragilidad. Solo quería correr con él y escuchar de su boca que lo había hecho bien y que las cosas iban a mejorar.

Avanzó con apremio por los pasillos. Las puertas de los salones ya estaban cerradas y pasó de largo el suyo para continuar hasta el despacho de la directora. Si la reunión no había terminado, prefería esperar fuera a que enseñar la tarjeta del detective para que le permitieran pasar a una clase a medias en la que de todas formas no podría concentrarse.

Se detuvo cuando consiguió visualizar a una persona girar a la derecha por el pasillo contiguo y no perdió tiempo en cambiar el rumbo y dirigirse hacia ahí al reconocer los cabellos de color violeta y la chaqueta negra. Trotó para alcanzarle y desde lejos le vio entrar a los baños de chicos con un aire ausente. Dejó salir el aire. Estando tan cerca, sintió que por fin podría volver a respirar tranquilo.

—¡Jungkook! —exclamó una voz detrás suyo, el azabache solo lanzó un vistazo de soslayo para descubrir que se trataba de Hoseok—. Temía que ya no volverías, llevabas algunos días sin...

—Sí... —murmuró, sin apartar la mirada de la puerta de los baños, y quitó la mano que el castaño había puesto en su hombro con toda la amabilidad que pudo—. Lo siento, Hobi. Tengo que... —Y no terminó la frase, se apresuró en terminar el camino que antes había trazado Taehyung y cruzó el marco al mismo tiempo que un intenso destello azulado en el interior le obligó a cerrar los ojos.

Cuando volvió a abrirlos, se encontró con que todas las puertas de los cubículos estaban abiertas, y el sitio estaba completamente vacío.

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