18

Un angosto pasillo sin ningún tipo de iluminación despertó su curiosidad en demasía. Se acercó en compañía del sonido de sus botas, atisbando una única puerta al final del recorrido. Yoongi prefería permanecer atento a los movimientos del vampiro más joven, solo en escasas ocasiones había revisado entre los recuerdos también, y Taehyung suponía que era su forma de respetar la privacidad de Jungkook como una persona que no poseía ningún tipo de vínculo con él.

A medida que dejaba atrás las lámparas de aceite en los corredores principales, las sombras le acariciaban los hombros en una atractiva invitación a acercarse más y el color de sus orbes resaltaba al aclararse su visión, atravesando la densa penumbra.

Abrió la puerta cuando estuvo lo suficientemente cerca, pero no le recibió del otro lado ningún evento del pasado, solo un angosto pasillo más que finalizaba en una segunda puerta cerrada. Pasó saliva y se dispuso a continuar, parecía que se trataba de un recuerdo que su mejor amigo había intentado sepultar en el fondo de su mente, y se preguntó qué tan inteligente era desenterrarlo.

Giró el pomo despacio, deseando que se tratara del ataque del sello porque no estaba seguro de poder continuar con eso, y se quedó inmóvil en su lugar cuando reconoció la escena que se desarrollaba frente a sus ojos. Por supuesto, debió suponerlo.

Se veía a sí mismo, confirmando que había llenado las memorias de ese chico, pero no precisamente de momentos que diera gusto recordar. Los ojos de Jungkook ya no le contemplaban como un ser brillante, ahora solo era sangre y terror. Estaba de espaldas, de frente al señor Jeon, la visión del azabache se ennegrecía por momentos, parecía esforzarse por permanecer despierto para descubrir a la bestia en la que su amigo se había convertido. Se observó acabando con la vida de ese hombre, y supo que no había manera de que su menor no le odiara o le temiera desde ese instante, más bien ambas.

Sintió a Yoongi llegar a su lado y dejó que él también conociera al animal hambriento que tenía dentro. Ni siquiera podía apartar la mirada, no soportaba pensar en lo que creería su mejor amigo de él ahora, pero tampoco debía negar el sentimiento de plenitud del que había gozado en ese momento.

—Nunca me lo perdonará —negó, retrocediendo un poco para sentarse en el suelo, apoyando la espalda en la pared—. ¿Por qué lo haría? Soy un monstruo. —Su acompañante permanecía ensimismado observando a través de la puerta, lo que llamó la atención del más joven—. ¿Yoongi?

—¿Lo eres? Yo maté a toda mi familia —dijo, con apenas un hilo de voz que Taehyung pudo escuchar a la perfección.

La sorpresa y la confusión le invadieron por completo, y solo pudo mirarle con los ojos bien abiertos mientras él se acercaba para sentarse a su lado. Jamás creyó que vería a ese muchacho de cabellos mentolados luciendo así de indefenso.

—La noche que me convirtieron. Regresé corriendo a casa, estaba asustado, no sabía qué pasaba conmigo y necesitaba ayuda. Ni siquiera puedo recordarlo bien, estaba tan cegado por la sed... Cuando volví en mí sus cuerpos estaban a mi alrededor en la sala. Mis padres, mi hermana... Todos. Eso pasó hace mucho tiempo, pero a veces creo que todavía escucho sus gritos en las copas de los árboles.

Taehyung estaba como petrificado escuchándole, no podía imaginar que algo así le pasara con Jungkook y su madre, estaba seguro de que no podría soportarlo. Recordó cuando el vampiro a su lado le sugirió mantener distancia con su mejor amigo y las personas que le importaban, le había dicho que en el momento de tenerles enfrente olvidaba su propio nombre, olvidaba que les amaba. No tenía idea de que se lo decía por su propia experiencia, y supo que había sido un idiota por juzgarle.

—¿Tú también fuiste un error? —quiso saber. Yoongi ladeó una sonrisa, con un sonidito que le decía que su pregunta le parecía de lo más divertida.

—En ese entonces Natten era el alimento de los vampiros. Convertir, asesinar... eran la misma cosa. Con el tiempo y el paso de los líderes sus habitantes se volvieron nuestros protegidos. Varios vivimos en el pueblo antes de ser mordidos y ya es tarde para nosotros, pero ahora podemos evitar que otros más pierdan a su familia por esto.

—Es horrible. —El mayor le dio la razón con un asentimiento, con la mirada puesta sobre la pared de enfrente pero con sus pensamientos bastante lejos del lugar donde ellos se encontraban.

—Por eso tengo que ser fuerte, o desalmado como dices tú. Porque me derrumbaré si no lo soy. Si tener alma te hace frágil, entonces yo no quiero tener una.

—Lo siento mucho, no tenía idea.

—No te disculpes —respondió, con un tono mucho más firme, volviendo a enderezar la espalda—. Pero no cometas el mismo error.

Se levantó, dando a entender al contrario que debía hacer lo mismo para que pudieran continuar, y Taehyung se preguntó cómo podía tener tanta fuerza de voluntad para ponerse de pie incluso luego de esa confesión.

Por esa vez, dejó que fuera él quien abriera más puertas, creía que ya había tenido suficiente, pero sabía que eso recién estaba comenzando. Yoongi no le presionó, adquirió la responsabilidad de la búsqueda, archivando de inmediato los recuerdos que no eran el que necesitaban.

—V, mira esto. —El mencionado se acercó sin perder tiempo, pero del otro lado de la vieja madera solo había una pequeña sala vacía. No contenía más puertas, solo las paredes desnudas y el suelo desgastado. Ambos compartieron una significativa mirada, los dos coincidían en que aquella habitación no estaría ahí si no fuera importante.

—Yo iré. —Su acompañante asintió, y él se adentró con pisadas lentas pero confiadas, como si esperara que algún movimiento erróneo activara cualquier mecanismo de defensa.

Se detuvo en el medio, escudriñando los alrededores en busca de algo que no hubiesen notado a primera vista, pero lo único diferente era la oscuridad que comenzaba a bañar el sitio. Se giró en busca de Yoongi, descubriendo que la habitación se había vuelto un cubículo negro que ni su afinada visión podía aplacar. Advirtió la presencia de alguien más detrás suyo y se volvió despacio para no asustarle, conteniendo la respiración al ver a Jungkook con esos ojos confundidos y temerosos.

—¿Qué está pasando? —murmuró el azabache—. ¿Por qué no puedo salir de aquí? —Taehyung le sonrió sin mostrar los dientes. Se moría por abrazarle, quería ayudarle a estar tranquilo, pero tenía casi tanto miedo como él.

—Porque no estás bien —le dijo, con un tono suave que atrajo la mirada vidriosa del más joven—. Y todavía no puedes despertar.

—¿Y tú qué haces aquí?

—Hay algo que necesito encontrar. —El menor dejó escapar un sonidito de falsa diversión, negando quedamente con la cabeza.

—Buena suerte con eso, mi mente es un desastre ahora mismo. Tú... —Su semblante adquirió una leve sombra de temor, y se llevó la mano al cuello, suspirando de alivio al sentir la piel lisa—. He visto tantas cosas en tan poco tiempo que ya no sé lo que es real y lo que no.

—Lo siento mucho, Kookie. —El de cabellos violáceos frunció el ceño en una expresión de pena, no bastaba con disculparse, quería dejar de arrebatarle cada posibilidad de estar bien. Su mejor amigo se encontraba en esa situación por su culpa, y se miraba tan perdido que solo deseaba volverse su mapa para ayudarle a encontrar el rumbo otra vez. Pero cómo podría hacerlo, si estaba tan desorientado como él.

—Dime ¿voy a recordar esto?

—Yoongi dijo que no notarías que estuvimos aquí, así que no —musitó, el menor apretó los labios y asintió con la cabeza, observando hacia cualquier lugar que no fuera él, como si tratara de contener la tormenta dentro de su cuerpo.

—Mansión Vukovi —dijo entonces—. Creo que es lo que estás buscando. Yo no sé lo que es, pero no puedo sacarlo de aquí. —Se llevó ambas manos a la cabeza y sus ojos se detuvieron en el suelo ensombrecido bajo sus pies—. ¿Lo ves?

Taehyung bajó la mirada para encontrarse con la ansiada ubicación, las mismas dos palabras que su mejor amigo había pronunciado, pero lo que sintió al verla no fue precisamente alegría. Parecía que había sido escrita con los dedos en un momento de mucha urgencia con lo primero que hubo al alcance: sangre. ¿Entonces el maldito sello había herido a Jungkook para escribir la ubicación con su sangre y que no la olvidara?

—Haz lo que tengas que hacer rápido, Tae —pidió, dedicándole una mirada suplicante—. Quiero que esto termine de una vez.

Las sombras comenzaron a desvanecerse, trepando por las paredes y permitiendo que a la estancia vuelva a filtrarse la tenue claridad del exterior. Sus orbes contemplaron el alrededor por tan solo unos segundos, y cuando regresó la vista al frente su mejor amigo ya no estaba.

—Yo también... —murmuró, al observar hacia sus pies notó que la ubicación de Namjoon también había desaparecido.

—¿Estás bien? —Se volvió hacia Yoongi, quien todavía le esperaba en la puerta. Él no diría que la palabra era bien, en realidad se sentía desubicado.

—¿Tú... lo viste?

—¿Qué cosa? —El pelimenta le vio negar y comprendió que lo que sea que hubiese pasado había afectado de cierta forma al vampiro más joven, por lo que decidió no insistir.

—Mansión Vukovi, es ahí donde está el líder.

—Entonces hay que salir. —Extendió la mano en su dirección, por lo que Taehyung se acercó para estrecharla por segunda vez. Todo lo que había visto estando ahí le tenían distraído, pero se esforzó por despejarse porque sabía que lo que se avecinaba iba a ser lo más difícil y debía estar preparado.

Abrió los ojos cuando la profunda quietud de la mente se mitigó, y los sonidos de la noche le dieron la bienvenida de nuevo al dormitorio de su mejor amigo, donde ellos dos permanecían de pie frente a la cama donde él dormía sin inmutarse, como si nada hubiese pasado.

—Bueno, eso fue rápido. —Escuchó decir a Jimin, se giró en dirección a sus compañeros, sintiendo un gran alivio.

—¿Cómo estuvo? —preguntó Seokjin. Ambos compartieron miradas, decidiendo que no tenían una respuesta precisa para eso.

—Sabemos dónde está el líder —informó Yoongi—. Mansión Vukovi.

—¿Vu qué? —inquirió el de cabellos anaranjados con una mueca, y se volvió hacia el mayor de los cuatro—. ¿Sabes dónde está eso?

—La he escuchado antes —musitó él, pensativo—. Tal vez Namjoon la mencionó en alguna ocasión. Tendré que investigar, pero sabiendo el nombre puedo encontrarla. Aquí saber una cosa tan insignificante como un nombre otorga un gran poder.

—También descubrimos cómo atraen a los pueblerinos al bosque —añadió Yoongi de inmediato, cesando el intercambio de miradas de sus dos amigos—. Los embelesan con sus ojos de luna. Ellos se están paseando por los márgenes del bosque en su forma de lobo, se burlan de nosotros.

—Entonces por eso Jungkook estaba en el bosque —dijo Jimin, observando al muchacho dormido—. ¿Por qué lo dejaron ir?

—Porque él nos vio a nosotros —les explicó—. Y si los descubríamos se habrían expuesto.

—Significa que los licántropos no están listos para una guerra —razonó Seokjin.

—¿Por qué nos provocan entonces? —inquirió Taehyung, con la mandíbula tensa.

—Les falta algo... una pieza importante.

—Si no están listos para una guerra —intervino Yoongi por segunda vez—, es justo lo que les daremos. —El de cabellos rosados levantó el mentón, mirándole con los ojos entornados.

—Me iré a investigar ahora mismo. Les haré saber en cuanto tenga algo.

El mayor de los vampiros desapareció junto a un soplido del viento, el de mechones mentolados observó a los dos menores y secundó a su compañero luego de una breve despedida. Taehyung suspiró, acercándose a la ventana para apoyar los antebrazos en el alfeizar, y Jimin se apoyó de espaldas en la pared a su lado, cruzando los brazos sobre su pecho.

—Vernos a nosotros fue lo que le salvó —repitió el más joven, con la vista fija en las calles solitarias—. Esta vez fue una casualidad, pero está claro que no puedo evitar que le hagan daño.

—Sí puedes —contradijo—. Contándole la verdad. —Le miró de inmediato al escucharle, los ojos verdes del muchacho no reflejaban ninguna emoción, pero él estaba seguro de percibir algo de pena, como si sintiera lástima o quizá culpa.

—Fueron ustedes los que dijeron que no debía revelar el secreto de los vampiros.

—Hay cosas que se nos salen de las manos, V —expresó, con un tono suave, amable—. Háblale de nosotros, dile lo que está pasando allá afuera. Jungkook podrá cuidar más de sí mismo si es consciente del peligro.

El menor dejó salir el aire por la boca y asintió despacio, observando el margen del bosque, pareciendo ensimismado en sus pensamientos.

—¿Por qué no corrí? —se lamentó, volviendo a ese martes en la noche donde todo había cambiado para él. Recordó la manera en la que se había sentido incapaz de moverse, si tan solo se hubiera esforzado un poco más...—. Yo ni siquiera intenté evitarlo. —Jimin resopló y apretó los labios.

—Los vampiros tenemos cierta habilidad para cazar —explicó—. Hacemos que las víctimas se paralicen del miedo hasta que atacamos.

—Umh, me pasó eso con JiUn —murmuró, cerrando los ojos mientras tomaba aire—. Después me vi a mí mismo asesinando al señor Jeon en los recuerdos de su hijo. Me volví todo lo que juzgué de ustedes en un principio.

—Lo siento tanto —le dijo, con apenas un hilo de voz, acomodándose junto a él en la ventana, sin mirarle—. Es mi culpa, sé que arruiné tu vida.

—Nunca te lo perdonaré, Jimin. —Sus palabras estaban bañadas de un dolor y una convicción difíciles de mezclar, y el aludido las recibió como una bomba atómica que él mismo había creado.

Tampoco es como que fuera a perdonarse, ese tipo de errores mataban y bien que lo sabía, después de todo él había sido un error también. Namjoon siempre le había apoyado y ahora él se esforzaba por hacer lo mismo, pero no sabía cómo, su líder no estaba ahí para guiarle.

—Pero no te odio —añadió, sintiendo la mirada sorprendida del contrario en su perfil—. Agradezco que estés a mi lado para ayudarme a sobrellevarlo, aunque supongo que lo haces como forma de redención. —El mayor quiso decir algo, pero Taehyung se le adelantó—. ¿Por qué lo hiciste? Dijiste que sabes mantener el control, entonces ¿por qué yo?

—Si te soy sincero, algo en ti me atrajo en demasía —respondió, titubeante, como si no estuviera seguro de estar formulando bien cada frase—. Pero no sé lo que es. El aroma de tu sangre era diferente. De hecho, el sabor también. No sé cómo explicarlo, no lo comprendo.

—Ya, lo he entendido, me resulta realmente incómodo que hables del sabor de mi sangre, podemos dejarlo así. —El de anaranjados cabellos exhaló una pequeña sonrisa, pero su semblante no demoró en volver a ensombrecerse.

—Lamento mucho haberte dejado ahí. Yo... me asusté al ver lo que hice y hui. —El vampiro novato asintió, resignado, todavía sin hacer contacto visual.

—Puedo entender eso.


✞︎


El sonido de sus botas contra el suelo de cemento anticipó su presencia. Del otro lado de la puerta metálica, Namjoon le esperaba con una desesperanza impropia de él. Había perdido la noción del tiempo, la sangre en sus muñecas y tobillos finalmente se había secado, ya no podía dar pelea.

El licántropo se abrió paso al interior de la pequeña celda y se hincó frente a él, agarrando su mentón para observar al detalle la miseria que le envolvía. El tan imponente líder del clan de Natten se veía reducido a un indefenso muchacho encadenado con el que podía hacer lo que se le antojara.

Namjoon lanzó un vistazo a la jeringa que sostenía con la otra mano. Era ya la quinta dosis, se había empeñado en llevar la cuenta con inquebrantable persistencia, olvidándose de tener presente en la misma medida el paso de los días. ¿Dos? ¿Tres? ¿Qué más daba? Seguía siendo demasiado veneno para el organismo de alguien que se suponía inmortal.

—Ya te ves un poco mejor —se burló, sonriendo de lado ante la visión de su imagen cansada y enfermiza—. Tal vez ahora sí estés dispuesto a colaborar. —Con la mano que sostenía su rostro pasó a tirar de sus cabellos castaños hacia atrás, haciéndole soltar un quejido apenas audible—. Quiero un nombre.

—Pues tu audición no ha mejorado —espetó, con ojos destellantes de odio y una firmeza admirable valga su situación—. No tengo un nombre.

—Ten cuidado —advirtió, volviendo más rudo su agarre—. Recuerda que no estás en posición de hacerme enojar. ¿Cuál es su nombre? —repitió, con la mandíbula tensa, haciendo hincapié en cada palabra.

—No lo sé —respondió de la misma forma.

—¡Que me digas su nombre! —bramó, envolviendo ahora los dedos en el cuello del moreno, obligándole a encararle para que observara de cerca toda su furia.

—¡Que no lo sé! —Sus gritos hicieron eco en las paredes porosas y se extendieron hasta el gran salón, donde el alfa permanecía sentado en su silla de diamantes incrustados, sonriendo mientras miraba a la nada.

—Señor —llamó el joven licántropo a su lado—. Parece que realmente no lo sabe. Para este punto, no habría podido evitar decirlo, está al borde de la muerte. Creo que es momento de acabar con esto.

—No —sentenció sin titubeos—. No podemos dejarlo, cada día que pasa estamos más cerca de que el vampiro se presente aquí por su propia cuenta. Vendrá a buscar a su líder y luego no podrá salir.

—No vendría solo.

—Cuando lo tengamos no importará cuántos sean. —Más gritos inundaron la estancia, haciendo al inquieto lacayo apretar los labios.

—Señor, no estoy seguro de que resista mucho más.

—Pues que muera —resolvió, hastiado, y su acompañante no tuvo más remedio que agachar la cabeza.

—Sí, señor.

Namjoon sentía que todo le daba vueltas luego de que su captor le empujara hasta que su cabeza golpeó con brusquedad la pared, veía desde abajo su despreciable sonrisa y solo podía fantasear con el momento de borrarla.

—Solo una oportunidad más. ¿Cuál es su nombre y dónde escondiste el libro? —demandó, pero el líder no dio tregua a la aversión en sus orbes.

—Púdrete. —El licántropo sonrió ladino y el contrario solo pudo pegarse a la pared cuando le vio acercar la jeringa.

—Tú lo harás primero.

La aguja atravesó su piel y el ardor de aquella sustancia mezclándose con su sangre fue demasiado. Los gritos escaparon de su garganta de manera desgarradora, las venas se marcaban en sus manos y cuello, sus uñas arañaban el suelo con desesperación mientras su rostro se cubría de sudor. El color lila de sus iris adquirió momentáneamente un tono platino y su cuerpo se desplomó a los pies del licántropo, con el sonido de las cadenas recordándole lo lamentable de su situación.

—¿Qué? ¿No se supone que a los vampiros les gusta la sangre? —se carcajeó, disfrutando de su pequeño momento de gloria, sin disimular la complacencia que le provocaba los espasmos que sufría el castaño.

La visión de Namjoon era difusa. Se estaba quedando sin energías por la batalla que se libraba con fiereza en su interior, pero no iba a morirse todavía. Necesitaba establecer otra conexión, necesitaba que supieran que seguía vivo pero que no le quedaba mucho tiempo, o lo que era todavía más importante: precisaba asegurarse de que ellos nunca lo tendrían.

Sus ojos se cerraron cuando el martirio finalmente le venció, luego de que su último pensamiento escapara en apenas un susurro por sus labios secos y agrietados.

—V.

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