15

El tiempo ahí parecía que avanzaba más lento, se sentía como en una espera eterna, tortuosa e implacable. La ansiedad y la angustia le tenían con un tic nervioso en la pierna, su espalda estaba lejos de entregarse a la comodidad del respaldo acolchado del pequeño sillón y el suelo de madera ya estaba aburrido de su mirada penetrante.

Taehyung estaba aturdido por tanto silencio; Yoongi y Seokjin le brindaban una compañía distante, ahí, en la habitación del líder, cada uno se mantenía sumergido en sus propios asuntos. Fue cuando la puerta metálica se abrió que los tres dedicaron la misma atención al recién llegado. El menor de los vampiros no tardó en levantarse.

—¿Cómo está él?

—Cerré su herida y físicamente se encuentra en perfecto estado, pero todavía no despierta. Es normal, necesita tener reposo —le explicó Jimin. Taehyung suspiró de alivio, cerrando los ojos después y negando despacio con la cabeza.

—¿Cómo es que no notamos que estaba ahí? —se lamentó.

—El bosque consume todo lo que entra en él, está vivo y es más poderoso que nosotros. No debe sorprenderte que ahí incluso seamos fáciles de atenuar —intervino Yoongi, sin apartar la mirada del globo terráqueo sobre el atiborrado escritorio.

—Los vampiros que estaban de guardia reportaron presencias desconocidas a una peligrosa cercanía del pueblo, pero por más que trataron de dar con ellas no lo consiguieron —les hizo saber el de cabellos anaranjados, con una inminente preocupación decorando su verdosa mirada.

—Es todo, no puedo continuar así —musitó Taehyung, llevando ambas manos hasta su cabeza—. No creo que pueda seguir siendo parte de esto.

—¿Qué estás diciendo ahora? ¿Te parece razonable dar marcha atrás en este momento? —inquirió Jimin, escéptico.

—No sé si lo entiendes, ¡pero algo hirió a mi mejor amigo en el bosque! —exclamó, comenzando a perder la calma, el agobio le generaba la irrazonable sensación de sentirse acalorado, sentía el palpitar de la vena en la sien.

—¡Entonces deberías saber que ya es demasiado tarde! Tal vez quieras pensar que puedes renunciar ahora, pero sabes bien que no puedes escapar de lo que eres. —El menor no respondió de inmediato, clavó sus ambarinos ojos en los contrarios con una expresión ambigua, haciendo a Jimin bajar la guardia.

—Otra vez te crees con el derecho de no dejarme decidir —masculló, con la mandíbula tensa. Seokjin suspiró con fuerza.

—¿Se te ocurre alguna razón por la que tu amigo pudo terminar ahí? —La primera vez que el mayor intervenía y ya hacía que su corazón diera un vuelco, creía que le estallaría la cabeza de los nervios—. Le conoces, vamos, piensa.

—Jungkook está muy asustado por todo lo que está pasando ahora en el pueblo —dijo, negando mientras sus pensamientos rodeaban cada posibilidad—. Si yo mismo no le hubiese visto ahí, no lo creería.

—Entonces —resopló Seokjin—, si nuestras sospechas son ciertas, significa que Jungkook entró al bosque siendo atraído por lo mismo que la chica a la que encontraste muerta.

—Pero no tiene sentido —terció ahora Jimin—. No era su marca. Lo que le atacó solo abrió una vieja herida en su abdomen que ya estaba sanando, no creó una nueva.

—Y un licántropo no se tomaría la molestia de ser tan cuidadoso —completó Yoongi, asintiendo al comprender su punto.

—Se suponía que esto no le pondría en peligro a él. Me aseguraste que estaría a salvo —dijo Taehyung, de una manera casi desesperada, dirigiendo su mirada al de abrumados ojos verdes.

—Nadie está exento del peligro —espetó el pelimenta—. Me extraña que no lo hayas entendido.

—Y el conjuro no funcionó, estamos estancados. —Seokjin suspiró, mordiendo su labio inferior con fuerza mientras se cuestionaba qué había hecho mal. El viejo libro que reposaba abierto sobre la mesa y al que enfocaba su visión advertía que, una vez realizado el procedimiento para manifestar el sello, el conjuro no podía repetirse para una misma solicitud—. Hay algo que no estamos viendo. —Su ceño se frunció en impotencia—. Algo importante.


✞︎


Jungkook se removió sintiéndose masticado por el colchón sobre el que estaba tendido, tenía los músculos entumecidos y la mente confundida. Sus ojos barrieron la familiar estancia, consiguiendo algo de calma al reconocer la habitación de Taehyung siendo apenas iluminada por las primeras huellas del sol de un lunes anubarrado.

Apartó las mantas, descubriendo su torso desnudo que llenó de oscuros recuerdos su memoria. Se vio a sí mismo en el bosque, a su mejor amigo también y a los dos fragmentos de luna llamándole. Se levantó de un tirón, ganándose un súbito mareo que no hizo más que acrecentar cuando comprendió que nada en esa mañana estaba bien.

Había sido lastimado, recordaba el dolor y el fluir de la sangre previo a que solo hubiese oscuridad. Se había desmayado antes de siquiera ser capaz de comprender cómo había pasado, pero su abdomen estaba limpio y sabía que era imposible. No existía rastro de la herida que su padre le había provocado días antes y que Taehyung había vendado. No había cicatrices de antiguos ataques de furia del señor Jeon, no había nada.

¿Acaso lo había soñado? ¿Será que había comenzado a enloquecer? Buscó su camiseta por toda la habitación, pero no estaba y tampoco su sudadera, las dos prendas que podrían ayudarle a conseguir algunas respuestas. Buscó al dueño de la vivienda y tampoco pudo dar con él, llamó a su celular y no escuchó nada diferente al silencio que antecedía al tono aburrido del contestador, indicándole que el muchacho tenía el dispositivo apagado.

Era todo, tantos misterios acabarían por robar su cordura. Se metió al baño, decidiendo que prefería irse a la preparatoria en vez de quedarse en esa casa silenciosa y solitaria, pero solo logró desorientarse más cuando reparó en la opaca mancha de sangre que pintaba el borde de su pantalón, del lado derecho de su abdomen. Estaba seca y casi no se veía, perdiéndose en el negro de la tela, sin embargo, si entonces era cierto que le habían hecho daño como le dibujaba su turbada memoria, habría sido inevitable que el escandaloso fluido alcanzara a rozar también su pantalón.

El agua tibia empapó su cabello y todo su cuerpo. Trataba de mantener la mente en blanco y despejarse, pero la parte más inquieta de su cerebro todavía ahondaba en el fondo en busca de más recuerdos. Buscó entre la ropa de su mejor amigo y se conformó con unos jeans simples y una sudadera marrón. Pasaría frío y tenía un par de libros en casa que le harían falta en las clases, pero los detalles no podían importarle menos ese día.

Taehyung, como ya lo suponía, no se presentó. Los susurros alrededor de la desaparición de Suzy fueron los protagonistas en los pasillos y salones. Tanto los maestros como los estudiantes daban cuenta de que si estaban ahí no era porque así lo hubiesen querido, aunque, de todas formas, más de uno compartía la idea de que ese era ahora uno de los pocos lugares donde podrían sentirse seguros.

Incluso Hoseok había puesto a descansar su eterna sonrisa esa mañana, tenía el cabello castaño enmarañado y una bufanda bien puesta alrededor del cuello, aferrándose a la carpeta que abrazaba contra su pecho.

—Taehyung tampoco vino hoy —señaló. Jungkook cerró su casillero tras sacar los apuntes de las clases que le correspondían una vez que se acabara el receso.

—Ya, ya sé. —Suspiró, volviéndose para apoyar el hombro en la pequeña puerta blanca y mirar de frente a su acompañante. ¿Tal vez... debería comentarle de las cosas extrañas que estaban sucediéndole? Le vendría bien la opinión de alguien que sin duda estaba mucho más cuerdo que él. Pero temía que le viera como si algo anduviera mal consigo—. Hyung, ese día en los baños... —balbuceó—. ¿Lo hizo? ¿Le habló a Tae sobre lo que sentía?

Necesitaba sacarse ese peso de encima, quizá ahora ese podría ser el menor de sus problemas, pero no podía evitar pensar en la posibilidad remota de que aquel fuera el motivo por el que su mejor amigo hubiese comenzado a evadirle con tanta frecuencia. El mayor hizo un gesto con la boca, como si sintiera lástima, y le observó fijamente al contestar.

—No, no lo hice.

—¿Por qué? —musitó el azabache, sin estar del todo seguro de querer conocer la respuesta.

—No soy idiota, Kook. No necesité demasiado para darme cuenta de lo que había pasado entre ustedes ese día en los baños. —Las cejas del más joven se fruncieron en una expresión de tristeza, la culpa le carcomía el alma, pero el arrepentimiento estaba demasiado lejos de alcanzarle—. Me inventé cualquier excusa y terminé preguntando una tontería de álgebra. ¿Por qué no me dijiste la verdad? Y quiero que seas sincero conmigo ahora. Esto es justo lo que quería evitar.

—Lo siento, hobi hyung. Hasta ese momento no había experimentado lo que sentí cuando me dijo que gustaba de él. Pensar que le perdería me hizo dar cuenta de que... —negó—. Fui tan injusto...

—Ya no debes preocuparte por eso —le dijo, acercándose para acariciar sus oscuros cabellos—. Después de todo, no podemos elegir de quién nos enamoramos. Tú, por suerte, lo hiciste de una persona increíble. Me alegro por los dos, estoy seguro de que les funcionará —expresó, sincero, sonriendo porque así dolía un poquito menos.

Las voluminosas nubes grisáceas permitían filtrar tenues rayos de sol hacia el mediodía de ese lunes. Yoongi no comprendía por qué ahora le tocaba desempeñar un papel de niñero para el que obviamente no tenía aptitud, ni paciencia, ni ganas.

El muchacho que caminaba delante suyo abrió la puerta y se hizo a un lado para dejarle entrar. La casa de Taehyung era tal cual como la hubiese imaginado: fresca y elegante como el mismo dueño, y con pocos objetos para no dar mucha cabida al desorden. Observó la estancia y luego al joven que casi le había arrastrado hasta allí, revisaba su celular con una mueca que creía que era de preocupación, puesto que su mente le resultaba indescifrable como todavía no lograba acostumbrarse.

—Es mi jefa —anunció, su voz rompiendo con estridencia el sepulcral silencio—. Ayer falté al trabajo y nunca antes lo había hecho. No ha dejado de llamar, estará preocupada y muy molesta.

—Entonces tal vez deberías atender.

—No, llámame cobarde, pero dar la cara suena peor que ausentarme de repente y ya no volver. Ahora mismo creo que tengo suficientes cosas con las que lidiar —sentenció, arrojando el celular sobre la mesa de centro.

—No entiendo por qué no querías venir solo —comentó, sin lograr ocultar del todo la queja implícita en la oración, y dio un vistazo rápido a la ventana junto al sofá, cubierta por las cortinas traslúcidas—. No vimos a una sola persona en el camino hasta acá.

—Temía que Jungkook estuviera aquí. —El mayor de los dos entornó los ojos, obteniendo un largo suspiro del contrario—. Anoche... Si no hubiese sido por ustedes, yo...

—¿Le habrías matado? —completó, cruzando los brazos sobre su pecho.

—No estás ayudando —masculló con impotencia—. Pero ustedes tenían razón. Él es todo lo que me mantiene en pie ahora y, aun así, cuando vi su sangre, cuando la tuve tan cerca..., solo pensaba en devorarlo entero. No sé cómo le miraré a la cara —continuó, llevándose ambas manos al rostro y revolviendo sus cabellos luego con desesperación—, no creo que deba verlo ahora. Temo haber perdido todo el control.

El vampiro veterano no reflejó ninguna expresión, pareció perderse por un momento sin soltar la mirada ambarina de su acompañante. El más joven fue quien rompió el contacto visual, inquietándose al creer que podría estar curioseando sus pensamientos, pero Yoongi no alteró su ambiguo semblante.

—Será mejor que mantengas a Taehyung y V en un cincuenta, cincuenta —espetó—. Porque Taehyung es débil y V es brutal. Debes aprender a vivir con eso si no quieres que te destruya.

El silencio les rodeó con pesadez como una barrera de niebla densa. Sabía que su inescrutable nuevo amigo guardaba dentro mucho más de lo que un cuerpo como el suyo podría soportar, pero lo tenía tan sepultado que era imposible atisbar algo desde la superficie. No necesitaba leer mentes para saberlo.

La atención de ambos se volcó en la persona cuya presencia acaparó cada sentido, percibieron la conocida cercanía manifestada en pasos alicaídos y aun así presurosos. El menor abrió los ojos en una expresión de profundo pánico.

—Es Jungkook.

—Saldré por arriba —informó Yoongi, dando media vuelta antes de que la mano ajena sobre su brazo le pidiera detenerse.

—No, no me dejes solo. —Las palabras escaparon con torpeza de sus labios, cada impulso o razonamiento parecía haberse apagado ante la familiaridad de quien se acercaba.

—¿Prefieres que me vea aquí? —El más joven dudó, poniendo sus ideas a mil mientras sus pupilas bailaban de un punto a otro, por supuesto que eso era lo último que quería.

—No verá a ninguno —resolvió, y le apremió para iniciar el camino a las escaleras cuando el efusivo llamado le detuvo.

—¡Tae! —Sus párpados se cerraron con fuerza, dejando salir el aire a la vez que se maldecía a sí mismo porque había dejado la puerta abierta y Jungkook le había visto desde la calle. Una rápida mirada le bastó para confirmar que Yoongi ya no estaba ahí.

No quería enfrentar a su mejor amigo, tener que darle explicaciones y volver a ponerle en peligro. Sin embargo, una parte suya, y una grande, sintió un alivio inmenso al verle de frente otra vez y corroborar con sus propios ojos que se encontraba bien.

—¿Qué haces aquí? —musitó, de manera atropellada. Sus latidos doblaban la frecuencia normal y su sangre corría una maratón por sus venas, la cabeza le daba vueltas, sabía que el corazón del azabache latía igual de desbocado.

—Yo... —Los ojos del más joven se toparon con el celular en la mesita de centro, e intentó que no se le notara la tristeza. ¿Por qué no había contestado a ninguna de sus llamadas?—. Estaba preocupado por ti. Con todo lo que está pasando últimamente... ¿Dónde estabas, Tae? Anoche...

—Escucha —intervino, antes de que se le ocurriera hacer alguna alusión a aquellos recientes acontecimientos—. Ahora mismo hay asuntos que necesito resolver, asuntos que no puedo explicar. Y debo hacerlo yo solo.

Jungkook no tuvo dificultad para comprender el evidente mensaje escondido en esas palabras. Tenía el ceño fruncido y la mirada clavada en el rostro del mayor, su postura parecía exigir que por lo menos tuviera el valor de mirarle a los ojos mientras le decía que le quería lejos, pero Taehyung no parecía dispuesto a abandonar la excelente vista que tenía de la pared blanca a su lado.

—Si esos asuntos te tienen así, tan cambiado, tan distante que desapareces por días y no respondes el teléfono, sin tiempo para ir a la preparatoria o estar en casa y como si llevaras una semana sin dormir; lamento decirte que tal vez tú solo no puedes. —El contrario se removió inquieto en su lugar en el tercer escalón, como si comenzara a desesperarse.

El azabache le observaba desde abajo, por primera vez realmente dudando en acercarse a su mejor amigo. Estaba aturdido, perplejo por todo lo que ocurría de repente alrededor suyo, pero más le devastaba que Taehyung se le saliera de las manos. Odiaba verle así, desorientado, pálido, como si ya no pudiera evitar encorvarse por todo el peso en su espalda y no poder hacer nada para aliviarle.

—¿Por qué no me lo cuentas, Tae? —suplicó—. ¿Y si puedo ayudarte a hacerlo más fácil?

Sus ojos se encontraron por fin durante unos segundos que para el vampiro fueron de delirio. No había nada que anhelara más que entrar bajo el paraguas de ese chico, quería dejarse envolver por la calma que le otorgaba. Porque renunciaría a todo menos a él, pero ya había asumido que manteniéndose cerca seguiría causándole daño. Lo que había ocurrido la noche anterior le perseguiría siempre, y sabía que por esa vez tenía suerte de tenerle consigo de nuevo. Que el menor estuviera ahí en ese instante podría ser considerado un milagro si ese término no resultara hilarante.

Así que debía mantenerle lejos, al menos hasta que se resolviera el tema de Namjoon. Primero debía asegurarse de que Natten volviera a ser seguro para su mejor amigo. Necesitaba darse y darle a él algo de tiempo.

—Solo... Ya déjame, Jungkook. No puedes ayudarme siempre. —Es todo lo que pudo decir, antes de dar media vuelta con la idea de retomar el camino hacia el segundo piso.

—TaeTae, espera. —El más joven no le permitió escapar, y esta vez no titubeó a la hora de correr hacia él para detenerle. El vampiro observó el agarre del muchacho en su brazo, y luego subió contrariado a sus atormentados ojos oscuros—. Mira, perdóname si hice algo que te molestó. Pero no me alejes ahora que todo está siendo tan malditamente confuso. Necesito que estés conmigo, prometiste que siempre estarías conmigo. Dijiste que nada podría dañarme mientras tú estuvieras cerca.

Taehyung se sintió morir, la desesperación en su voz y esas palabras rompieron su corazón en numerosos y diminutos fragmentos. Otra vez sintió la necesidad de enviar todo a la mierda y no soltar más al chico que se aferraba a su brazo como si quisiera asegurarse de que él no se iba a desvanecer. Pero Yoongi tenía razón, debía mantener el equilibrio. No podía solo dejarse llevar por el Taehyung que siempre se rinde sin pensar ante su mejor amigo. Si quería protegerle, debía comenzar por hacerlo de sí mismo. Sabía que él era, principalmente, la persona que más daño podía causarle. Porque era débil cuando se trataba de Jungkook.

Desvió la mirada y sus manos se hicieron puños, odiando la versión de sí mismo que estaba siendo obligado a forjar y maldiciendo el día que Jimin le había mordido, convirtiéndolo en un monstruo sin corazón que ahora rompía el de la persona que amaba. Su mandíbula se mantuvo tensa y su voz salió más firme de lo que hubiese esperado.

—Me temo que eso ha cambiado.

—¿Por qué? —preguntó el menor, en apenas un susurro, buscando con porfía los ojos ajenos mientras los suyos propios se atiborraban de desconsuelo, haciendo borrosa su visión del mayor.

—Por favor no insistas —imploró, negando despacio con la cabeza, consumido por la imagen de sus orbes brillantes. Se soltó de su agarre y subió dos escalones más de una zancada.

—Trece años. —Le escuchó decir, por lo que se detuvo sin volverse—. ¿Todo lo que me dijiste en trece años ha cambiado?

—Solo te estoy pidiendo que me dejes ir —murmuró, abatido—. No seas injusto.

Jungkook retrocedió varios pasos, reteniendo las lágrimas con un valor que no sabía que poseía. Todavía tenía la mirada fija en la espalda de Taehyung cuando llegó al marco de la puerta, percibiéndose vulnerable como una frágil y delgada rama bajo una feroz ventisca.

—¿Yo soy el que está siendo injusto? —musitó, desconociendo que su acompañante podía escucharle, y dio media vuelta para marcharse sin mirar atrás.

El de cabellos violetas se volvió para observar la estancia ahora solitaria y silenciosa. Sabía que no debía ir tras él, sabía que si supiera toda la verdad le temería y se alejaría de todas formas. Tal vez era mejor así.

Miró a Yoongi cuando él bajó las escaleras hasta detenerse a su lado. Quizá debería agradecerle por no haberse dejado ver y aun así haberse quedado al pendiente, pero ninguno de los dos dijo nada. Ya suficiente hablaban los insondables ojos negros del pelimenta, mismos que parecían cuestionarse con seriedad quién era el que ahora tenía enfrente.

Mientras recorría las calles junto a algún par de adolescentes que iban saliendo de la preparatoria, Jungkook limpió sus mejillas con brusquedad cuando fue consciente de que no había podido contenerse más. Le inquietaba el pensamiento de los días venideros luego de ese amargo encuentro con Taehyung. Su relación fracturada le dolía como no podía soportarlo, pero era peor el darse cuenta de que su padre había tenido siempre la razón. No era lo suficientemente bueno para nadie.

No cesaba de preguntarse por qué de repente todo se desmoronaba, en qué momento todo había cambiado tanto y qué diablos era lo que lo había provocado. Pero no quería llorar, porque con todo lo que estaba pasando lo que menos importaba era su maldito corazón roto. Así que siguió avanzando, sin volverse para observar lo que dejaba, pisando con fuerza en el camino que conocía bien.

Él todavía no lo sabía, pero ir en busca de refugio en su propia casa tal vez no fue la idea más inteligente que había tenido. Porque lo que le esperaba ahí dentro era sin duda algo que jamás habría imaginado y que amenazaba con cambiar su vida para siempre.

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