11
—Sí, hasta mañana, Taehyung. —El muchacho salió luego de una pequeña venia, cerrando a sus espaldas las puertas dobles de cristal.
La oscura noche le recibió del otro lado junto a una única silueta acercándose por el andén. El silencio de ese exterior despejado le permitió escuchar con incluso más claridad el sonido suave de sus pisadas, y su conocida figura bailó entre sus pupilas rodeadas por el ámbar de sus iris.
Le observó a la distancia, el aroma tan específico que emanaba inundó sus fosas nasales como un perfume de exquisita fragancia, enloqueciendo sus sentidos, haciendo revolotear sus neuronas, consiguiendo que deseara ahogar sus pulmones con ese aire, extasiarse. Al segundo siguiente estaba caminando en su encuentro más por involuntaria atracción que por cualquier otra cosa.
El menor le sonrió cuando el espacio entre ambos disminuyó, y el vampiro le escaneó de arriba a abajo con la mirada antes de detenerse justo enfrente.
—Jungkook, ¿qué haces aquí? Es casi medianoche —le dijo, quitándose de inmediato la chaqueta al ver que solo llevaba un buzo blanco.
—Vine a buscarte —resaltó lo que, en su opinión, era obvio y sostuvo los pliegues de cuero cuando el contrario acomodó la prenda en sus hombros—. Todavía no entiendo por qué te hacen trabajar hasta tan tarde, si a estas horas ya nadie quiere estar en la calle.
—No me avisaste —mencionó en cambio, arreglándole bien el cuello.
—¿Te molesta que haya venido?
—Claro que no —contradijo al notar la duda en sus expresiones, y revolvió sus cabellos con dulzura—. Es que no me gusta que andes por ahí tan tarde solo, esperaba encontrarte en casa al volver.
—Pues... ¿Sorpresa? —Taehyung liberó una risa suave, dedicándole una mirada cariñosa que hizo al más joven inclinar la cabeza con timidez. El mayor no hizo más que confirmar lo adorable que ese chico era.
Se acercó con la intención de besar su frente como siempre hacía, pero sus orbes marrones se cruzaron con los propios y el significativo contacto visual le hizo olvidar cualquier inocente intención previa. Era como si simplemente ya no pudiera mirarle de la misma manera, o como si comenzara a ser cada vez más consciente de los ojos con los que desde mucho antes le miraba.
Como acción que ya no podía controlar, su atención se desvió hasta sus labios, rosaditos e hidratados, que ya había probado antes pero que todavía no había explorado hasta saciarse. Por alguna razón, verlos hacía que se distrajera del deseo de tener su sangre, aunque empezaba a creer que ese estaba muy aparte de un extraño deseo por tenerlo a él.
Negó quedamente con la cabeza, recordando el momento en el que Jimin y Yoongi le dijeron que su instinto de vampiro a veces podía hacerse con el volante de sus pensamientos y decidió atribuirlo a eso, parecía lo más franco.
Jungkook entornó los ojos, con una poco agradable sensación en el abdomen mientras el contrario se apartaba. Tenía razón, las cosas entre ellos habían cambiado y no estaba seguro de que fuera para bien. Sabía que Taehyung le quería y tal vez por eso no le rechazaba, pero lo último que deseaba era ponerle en una situación incómoda. No pretendía dudar de su mejor amigo, pero las inseguridades eran algo que no podía decidir.
Suspiró despacio, liberándose de mucho más que del aire retenido en sus pulmones, y el mayor volvió su mirada a él de inmediato, como si acabara de regresar de otra dimensión.
—Vamos a casa, no quiero que pases frío. —Ahí estaba, de nuevo observándole como si lo que estuviese viendo fuera una galaxia y no sus comunes ojos marrones; otra vez siendo cálido, nunca diciendo su casa, siempre hablando como si hogar fuera donde estuvieran los dos.
Le confundía, hacía que pareciera que ilusionarse estaba bien, pero luego le miraba como si quisiera comerle la boca y en realidad lo que hacía era alejarse. El azabache solo asintió.
—Tengo frío, pero no es por el clima.
Dio media vuelta para encabezar la marcha hacia la vivienda del de cabellos color violeta, decidido a acompañarle hasta ahí y después seguir hasta su propia casa. La idea de quedarse a dormir con Taehyung era precisamente estar juntos, pero no tenía sentido si ahora lo que sucedía era lo opuesto.
—¿Qué quieres decir? —Le escuchó preguntar, sabiendo que le seguía.
—¿Sabes algo? —comenzó, adquiriendo un repentino valor ya que no tenía sus intensos ojos clavados en su rostro—. Cuando te dije todo eso en la preparatoria, no estaba pidiendo que me correspondieras ni que me trataras diferente. Ni siquiera lo hice porque quisiera que lo supieras, más bien solo fue que no pude guardármelo sin creer que explotaría.
Siguió hablando sin dejar de caminar, avanzando por el andén al pie del inmenso y nebuloso bosque. Solo se escuchaba su voz y sus pisadas, puesto que las de su mejor amigo apenas y se percibían si se concentraba mucho, sin embargo, sentía su imponente presencia tras su espalda, así como la mirada contraria clavada en su nuca junto a sus propios sentimientos a flor de piel.
—Entonces tú me besaste y me llevaste al maldito infierno a darle la mano al diablo o lo que sea. Pero luego me soltaste y me dejaste ahí, ardiendo —continuó, y sus propias palabras le hicieron sentir imbécil, aunque no lo suficiente como para detener la maraña de confesiones—. Desde entonces no haces más que extender el brazo para ayudarme a salir y cada vez que voy a tomarlo, te alejas. Nunca te alcanzo.
—Jungkook...
—No tengo idea de cuándo comenzó —se adelantó, antes de arrepentirse y no terminar de decir todo lo que quería—. No puedo marcar con una fecha el momento en el que dejé de verte solo como amigo porque era algo que tampoco me había aceptado a mí mismo. Ya que nunca, jamás, había sentido esto por alguien, pensé que estaba confundiendo lo mucho que te quiero con otra cosa y ahora que..., bueno, luego de todo esto..., sé que no. Pero necesito que por favor me digas si crees que no podemos seguir como si nada ahora que sabes lo que sabes.
Tomó aire para seguir hablando rápido, sabiendo que se estaba contradiciendo a sí mismo al no darle tiempo para responder, pero es que no había terminado todavía.
—Anoche me llevaste a tu casa al salir del hospital y te fuiste a dormir al sofá —dijo, en medio de una corta risa que de gracia no contenía ni una pizca—. Si yo no te hubiese dicho nada en esos baños estoy seguro de que habrías dormido conmigo y me habrías abrazado toda la noche como siempre has hecho. Tae, no quiero que te fuerces solo para no hacerme sentir mal —expresó, finalmente volviéndose para darle frente, y su descomunal belleza le impactó de lleno, como si ya no le hubiese visto millones de veces antes—. No quiero que te comportes diferente conmigo.
—¿No? —musitó el vampiro, dando un paso en su dirección.
Jungkook pensó que su corazón iba a explotar, latiendo desenfrenado ante lo mucho que podía representar ese monosílabo. Su respiración se volvió pesada porque durante el segundo siguiente el mayor no hizo más que acercarse y su cuerpo reaccionaba de forma involuntaria ante él.
—Deja de hacer eso —pidió, un susurro que en realidad parecía suplicar por todo lo contrario, observando su rostro a tan solo centímetros, percibiendo el aliento frío que desbordaba y que le abrazaba de la manera más cálida—, otra vez estás...
—Extendiendo el brazo —completó él—. Y, mira, puedes alcanzarme —musitó, tomando la mano del azabache y llevándola hasta su propio pecho, haciendo que deslizara la palma despacio por encima de su camiseta negra—. ¿Lo ves? Puedes tenerme —aseguró, rodeando su cintura con el brazo libre, juntando sus cuerpos como si no le hiciera ver estrellas tan solo con eso.
Se inclinó hasta rozar la mejilla del más joven con la nariz, como había descubierto que amaba hacer, y es que podía sentir su suavidad con esa acción, complacerse con su abrigosa temperatura, inundarse de su adictivo aroma y perderse en todos esos sentimientos. Sentimientos que eran suyos, pero que solo Jungkook despertaba.
Quería decirle, confesarle que se apartaba no porque no quisiera más de él sino porque lo quería todo. Que podía amarle por toda la eternidad, pero que su eternidad era diferente a la de los demás. Que deseaba tenerle a su lado toda la vida, pero que sus tiempos ya no estaban destinados a coincidir. Podría agradecer al mundo por juntarlos habiendo tantas posibilidades, pero le habían obligado a pagar una condena sin conocer primero cuál había sido su pecado.
¿Cómo le explicaría que no podía crecer a su lado? ¿Que los años dejarían de pasar para él, que iría quedándose atrás? No podía prometerle seguir tomando su mano cuando los dos fueran arrugados ancianos con bastones en una casa en medio del campo, no cuando él tendría diecinueve años por siempre. Y siempre nunca antes le había parecido tanto tiempo.
—Cierra los ojos —murmuró, acariciando su espalda mientras veía sus párpados ocultar sus hermosos orbes al cumplir su petición—. Vamos, sigue mi voz —le dijo, soltándole y haciendo que le soltara, retrocediendo sin quitarle la mirada de encima.
El menor exhaló una sonrisa, avanzando con pasos titubeantes y luego girando sobre sí mismo al sentir que le rodeaba. Las calles se mantenían tan silenciosas que podía escuchar su propia respiración en sus oídos, pero era mucho mejor escuchar la de él.
—Si abres los ojos lo sabré —canturreó el pelivioleta, visualizando el lugar al que quería llevarle, caminando de espaldas para mantenerse al pendiente del menor—. Estás muy cerca, podrías tocarme si extiendes los brazos. —Sonrió en grande cuando su acompañante lo hizo, pero los dedos del más joven no rozaron algo diferente a nada—. Umh, casi.
—¿Te diviertes? —ironizó Jungkook, negando con gracia al escucharle reír.
—Mucho. —Sus zapatos perdieron contacto con el asfalto y se sumergieron en el césped, la expresión de su mejor amigo demostró que comenzaba a hacerse a la idea de dónde estaban.
Taehyung se estremeció ante una repentina oleada de lo que habría llamado frío en su época de percibir las bajas temperaturas, y observó con extrañeza en todas las direcciones. Se sentía como un mal presentimiento, pero se desvaneció rápido y toda su concentración volvió al azabache de inmediato.
—Vinimos aquí la primera vez que vine de visita con mi mamá luego de que nos mudáramos a Daegu —mencionó—, ¿lo recuerdas? Nos escondimos cuando se hizo el día de irme otra vez porque no queríamos separarnos de nuevo. Ella estaba desesperada buscándome —recordó con gracia—, nos regañó luego de eso, pero terminó aceptando que nos quedáramos un día más.
Su mejor amigo sonrió, con aquel momento muy vivo en su memoria y la brisa revolviendo sus oscuros cabellos. Había dejado de caminar, escuchaba la voz del mayor pero no sabía con certeza de qué dirección provenía, le sentía en todas partes, como si él fuera tan ubicuo y absorbente como el mismo bosque.
Él le susurraba y un escalofrío recorría su espalda, él le tocaba y su piel se erizaba, ese hálito de fascinante peligro que envolvía cada uno de sus gestos le hacía sentir adicto.
—Desde entonces tú y yo nos escapábamos en las noches para venir aquí cada vez que yo volvía al pueblo y tu padre no te dejaba estar mucho tiempo en mi casa. Entonces crecimos, me mudé a Natten otra vez y este dejó de ser nuestro lugar seguro. Se volvió el punto de encuentro en donde tú llorabas y yo te consolaba cada vez que él...
Dejó de hablar porque su pecho comenzó a subir y bajar con pesadez, reconociendo el familiar sentimiento de furia y odio que traía consigo el pensar en el señor Jeon. Apretó los puños con fuerza, procurando no recrearse en eso y quedarse en el ahora, en Jungkook.
—Se volvió una zona triste —dijo en cambio—, al punto de que pasar varios días sin estar aquí era bueno.
Se acercó a él hasta detenerse enfrente y el contrario hizo el ademán de tocar su rostro, todavía sin abrir los ojos, pero el mayor se movió antes de que pudiera hacerlo.
—Hay que volverlo especial otra vez.
Le rodeó con pasos lentos, acomodándose detrás del menor, quien se mantenía quieto y en silencio intentando descifrar sus movimientos con sus demás sentidos. Kim apoyó las manos en sus hombros, notando que su cuerpo temblaba de manera muy sutil ante el contacto, y acarició sus brazos mientras respiraba su envolvente aroma.
—Jungkook, no vas a dejar de ser mi mejor amigo.
El azabache no se movió, solo se dejó abrazar por su magnífica voz y su cercanía, sin saber bien cómo debía tomar esas palabras. Su cabeza era un desastre de pensamientos y sentimientos, las manos que ahora se aferraban a sus caderas no ayudaban.
—E igual te abrazaré, te besaré, te amaré todo lo que puedas soportar —añadió, ejerciendo algo de presión para juntar la espalda del chico a su propio pecho, escondiendo el rostro en su cuello—. No tenemos que despedirnos de lo que éramos para poder ser algo diferente, podemos ser todo —musitó, y no pudo evitar asociarlo también a su nueva realidad, adorando la forma en la que se sentía más vivo que nunca cada vez que estaba con él—. Tú y yo, como ha sido cada día hasta ahora.
Salió de su escondite cuando el muchacho se movió en sus brazos para girar la cabeza y mirarle, sus ojos se encontraron y Jungkook casi olvida respirar. Era tan poca la distancia que incluso podía notar el espesor de sus pestañas aun en medio de la poca claridad del lugar.
El resplandor de la luna en lo alto parecía quedarse corto ante lo brillante del joven que se abrazaba a su abdomen desde atrás. Sus ojos refulgían tanto que le tenían anonadado, con sus iris de ese color que viajaba entre el amarillo y el naranja junto al aspecto translúcido y reluciente del ámbar. Era sublime, tan precioso que parecía irreal y, sin embargo, ahí estaba, mirándole como si pensara exactamente lo mismo de él.
Taehyung sonrió, los ojos del menor se apreciaban tan expresivos que casi estaba seguro de poder leer todo lo que pasaba en su mente. Se sentía pleno ante lo recíproco de sus emociones.
El azabache solo pudo volverse para lanzarse a su cuello con entusiasmo, abrazándole con fuerza y agradeciéndole en silencio que le hiciera sentir tanto. Había dudado cientos de veces sobre continuar, preguntándose para qué existía si su madre no le había querido lo suficiente como para no quitarse la vida y su padre solo tenía desprecio para entregarle. Pero su mejor amigo le daba un sentido, le demostraba que sí había felicidad para él y que, tal vez, no era tan difícil amarle.
—Estás tan frío como el hielo, ¿por qué me diste tu chaqueta a mí? —cuestionó, con el rostro sumergido en su cuello, luchando por no derretirse por la firmeza y delicadeza con la que sus brazos le rodeaban.
—Solo... quédate así —murmuró él, acariciando con suavidad su espalda—. No necesito más abrigo que este.
El menor esbozó una enorme sonrisa que formó adorables arruguitas a los costados de sus ojos, y dejó pequeños besos en su cuello repetidas veces porque no conocía manera de expresar lo que estaba sintiendo con palabras, provocando risas en el contrario que solo acrecentaban las ganas de detener el tiempo y no acabar nunca ese momento.
Lamentablemente, no pudo ser así. Algo atrajo la atención del vampiro hacia algún lugar en donde los ojos de cualquier persona no mirarían más que penumbra y, aunque para él no fue tan diferente, su cuerpo entró en un estado de alerta, su cerebro gritaba peligro, pero no conseguía visualizar ni escuchar nada o nadie diferente a ellos dos.
Se apartó un poco de Jungkook, sin llegar a soltarle, para poder tener un mejor alcance de visión. Detalló con la mirada todo a su alrededor, buscando la razón por la que sus instintos le advertían sobre algo de lo que solo sabía que era desconocido. No estaba seguro de qué se trataba, pero algo había cambiado.
Algo se respiraba, se sentía o se escuchaba diferente. Con cada décima de segundo se hacía más obvio, el aire estaba impregnándose de un olor que comenzaba a conocer bastante bien, el olor a muerte, a sangre que no rogaba ser consumida, a piel rasgada y órganos destrozados. No estaban solos.
—Hey, ¿está todo bien? —El azabache apoyó la mano en su hombro para llamar su atención. Los orbes del mayor, poseedores de un brillo que cualquiera podía denominar imposible, regresaron a los suyos con una mirada tan profunda que se le antojó absurdo tan siquiera hacer el intento de dejar de verlos.
—Kookie, ve a casa.
Taehyung ya estaba maquinando alguna excusa para convencerle de que siguiera sin él, pero se llevó una sorpresa monumental cuando el más joven obedeció sin rechistar, tan solo retrocediendo un paso sin romper el contacto visual antes de dar media vuelta y alejarse.
Se habría tomado unos segundos más para observar escéptico el lugar por el que su mejor amigo se había marchado, pero los gritos silenciosos que clamaban por su atención le aturdían todavía más que ese instante previo. Sus piernas comenzaron a desplazarse despacio, sin crear algún sonido con sus pisadas, sin provocar ondulación en el césped, era como si en vez de caminar flotara.
Se dirigió a un punto demasiado específico, como si supiera con exacta claridad que era ahí, donde esos arbustos se entremezclaban en la dominante penumbra, donde tenía que ir. Su mano se acercó a la muralla de hojas de color aceitunado para despejar esa zona, sus movimientos eran demasiado precisos pero sus dedos se apreciaban titubeantes, parecía estarse desatando una lucha entre lo que quería hacer por sus instintos de vampiro o lo que habría hecho cuando era solo un humano.
Cuando apartó toda la fronda que obstaculizaba su visión, creyó que su voz se atoraba en su garganta. Su estómago se revolvió y su cabeza comenzó a dar vueltas, había un incesante timbre pitando de la manera más insoportable en sus oídos, pero sus ojos no podían despegarse de aquella escena.
La hierba se tintaba con las gotas carmín que se deslizaban desde ambos costados del cuerpo, los párpados abiertos dejaban a la vista la mirada más desoladora que jamás había observado. Había miedo, un pánico desmedido, atroz; pero también había dolor, un sufrimiento que no tenía comparación y que no se debía solo a la tortura que había soportado. Era como creía que se vería alguien que, sin querer morir, había muerto de la peor forma.
No podía decir con certeza qué era lo más espantoso de aquella escena o lo que más al borde le tenía, si era la forma salvaje y el estado inhumano en que habían dejado el cuerpo, si era el hecho de que se tratara de un rostro conocido, o si era la alarmante verdad de que lo habían dejado ahí para él.
Sus manos apretujaron el césped entre sus dedos y apenas entonces cayó en la cuenta de que sus piernas le habían arrojado sin culpa al suelo. No podía gritar, no podía levantarse, ni siquiera podía cerrar los ojos. Tenía que observarlo, tenía que ver el mensaje que quien sea estaba queriendo darle. La feroz herida en el pecho tenía una forma que no parecía una coincidencia, una letra, V.
Comentario nada que ver:
Saben, en la noche dejé este capítulo a medio escribir y pues me levanté con todo dándome vueltas en la cabeza, así que estaba en el trabajo y las personas me hablaban, pero yo literal no escuchaba por andar pensando en lo próximo que iba a pasar jakdjskdj me regañaron por eso :'v, que porque estaba muy poco atenta :'). ¿Se imaginan? Alguien ahí hablándome y yo bien perdida pensando en el taekook confesándose en medio del bosque n0oo
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