05

El bosque bien podría ser considerado como una coraza que protegía al pueblo, manteniendo a sus habitantes a salvo de las rutinas de ciudad, haciendo de Natten un lugar idílico para escapar de lo cotidiano y tener algo de paz, pero no era eso.

En su desmedida profundidad, el bosque era reinado por la penumbra y por zonas no exploradas a falta de valientes que se internaran más allá de lo que las farolas de las calles conseguían iluminar. Actuaba más bien como una muralla que mantenía el peligro dentro, que aislaba a sus pueblerinos mientras se preparaba para consumirlos.

La densa niebla envolvía un trecho considerable de árboles y césped, las hojas caídas y las delgadas ramas ni siquiera crujían bajo sus botas. Caminando el uno al lado del otro, se desplazaban siendo tan ligeros como las gélidas corrientes que hacían ondular su ropa.

—Hyung, ¿de verdad cree que vamos a encontrarle como si nada? —se quejó uno de ellos, de cabellos de intenso color naranja—. ¿Le parece que se vendría a hacer un picnic después de todo? En este momento estará bien tranquilo en su casa, va siendo hora de cambiar el plan.

—Él no es nuestra prioridad ahora —respondió su compañero, con ese tono frío que le caracterizaba y al que ya se había acostumbrado lo suficiente como para no rodar los ojos cada vez que le escuchaba.

—¿Cómo que no? —inquirió, deteniendo el paso y haciendo que el contrario le imitara—. El líder pidió que se lo llevemos.

—Primero debemos limpiar todo tu desastre o realmente tendrás que despedirte de tu cabeza —le dijo, con una mirada dura, antes de retomar el camino—. Nada de esto estaría pasando si supieras controlarte.

—¡Sé controlarme!

—¿Entonces por qué estamos aquí? —contraatacó, volviendo la cabeza para mirarle—. ¿Dejarlo vivo, Jimin? ¿En serio? ¿Cómo has podido ser tan negligente?

—¡Está siendo muy injusto! Nunca le doy ningún problema al clan, pero lamento que el perfecto Min Yoongi haya olvidado lo que es cometer un maldito error. —El mayor resopló, negando con la cabeza ante sus palabras, pero prefirió no responder.

Se mantuvieron en silencio después de eso, generando un ambiente de incomodidad a su alrededor que Jimin no pudo soportar. Comenzó a pisar con fuerza para disfrutar por lo menos del sonido de las ramas al quebrarse y sonrió satisfecho porque sabía que eso fastidiaba a su acompañante.

—Además, es obvio que es un chico fuerte. Cualquiera en su lugar habría muerto. —El de cabellos color menta puso los ojos en blanco, era evidente que el menor no podría dejar de hablar por mucho tiempo—. ¿Qué es lo que se escucha?

—Un vampiro insoportable y necio. —Jimin le dedicó una mirada fulminante, Yoongi solo regresó la vista al frente de mal humor—. Es ese grupo inútil de rescate.

—Creo que... —musitó, agudizando todos sus sentidos para captar mejor aquellas señales— son alrededor de ocho personas.

—Como dije, inútil.

—Seguro que ellos sí saben trabajar en equipo —espetó, acelerando el paso para dejarle atrás.

—¿Puedes dejar de ser tan infantil?

—Infantil, insoportable, necio, negligente, ¿algo más que quiera añadir a la lista? —Se hincó sin esperar respuesta, tanteando el césped con mucha concentración por un par de segundos, y volvió a ponerse de pie sin mirar al muchacho—. Aquí fue.

—Es más lejos de lo que suelen llegar, ¿por qué se había internado tanto? —cuestionó, revisando bien la zona.

—Estaba buscando esto. —Yoongi se volvió hacia él, notando que examinaba minuciosamente un teléfono celular. Le observó con fijeza, a espera de que levantara la cabeza y le mirara.

—Sentirte culpable ahora es una pérdida de tiempo. —Eso bastó para que la mandíbula de Jimin se tensara.

—Le he dicho que deje de hacer eso —demandó, y se dejó caer en medio de un resoplido, sentándose en el césped con las piernas cruzadas.

—¿Qué haces? No hemos terminado todavía.

—Entonces siga solo, yo necesito unos minutos. —El mayor se humedeció los labios, liberando sus pulmones con un suspiro poco perceptible y avanzó hasta sentarse a su lado.

—Lo siento.

—¿Por qué? —preguntó, con los ojos clavados en sus manos, que jugueteaban con el dispositivo que había encontrado.

—Por lo de antes.

—No importa, solo evite volver a hacerlo.

—No eso, lo de más antes. —Jimin rodó los ojos y le miró de soslayo.

—Hyung, si va a disculparse al menos hágalo como es debido. —El aludido chasqueó la lengua y se inclinó un poco hacia atrás, apoyándose de sus dos manos.

—Lo siento por hablarte así —masculló— y por decirte todo eso. Ya sé que hay pensamientos que uno debe guardarse para sí mismo —añadió, a modo de broma, su compañero le dio un empujoncito con el hombro.

—Escuche —dijo entonces, con sus expresiones volviéndose serias—, no le gusta que nos hayan enviado juntos, lo tengo claro. Es mi culpa y que esté aquí es injusto, lo sé, lamento haberle arrastrado a esto.

—Jimin-

—También sé que no le agrado mucho —continuó, sin darle tiempo a interrumpir—. Podemos hacerlo más profesional, si no quiere hablarme no tiene por qué hacerlo, ¿bien? Aunque soy yo el que siempre habla demasiado... perdón por eso también.

El pelimenta no sabía muy bien qué responder, no era cierto todo lo que acababa de decir, pero no tenía idea de cómo explicárselo. Que su actitud no fuera tan cálida como la de él no significaba que no le agradara, era verdad que hablaba demasiado, pero estaba en un punto en el que ya no escucharle se le haría muy raro. Eran compañeros desde hacía mucho tiempo, desde luego que no le caía mal.

—Está bien, te perdono. —El menor rio con gracia, esa era una respuesta tan Yoongi.

Ninguno de los dos dijo algo más y se quedaron ahí durante otro par de minutos, entonces los cuerpos de ambos se tensaron y se miraron entre ellos con los ojos bien abiertos. Se levantaron tan rápido que al segundo siguiente no existía rastro de que habían estado ahí y corrieron como solo ellos podían hacerlo hasta que alcanzaron el lugar de donde provenía todo el alboroto, manteniendo una distancia segura para no ser vistos.

—Santa mierda.

—Al líder no le gustará...


✞︎


Cuando Jungkook se levantó en la mañana con ayuda de la alarma de su celular, lo primero que pasó por su mente fue el perfecto rostro de Taehyung. Ya no le sorprendía que su mejor amigo fuera uno de sus primeros pensamientos al despertar, pero en ese momento su cabeza estaba realmente invadida de él.

Se sentó en la cama, pasando las manos por su rostro y luego por su cabello, alborotando todavía más las oscuras hebras, obligándose a espabilar. Se incorporó en medio de un suspiro para prepararse y bajó con su abrigo al primer piso cuando estuvo listo, procurando hacer el menor ruido posible para que su padre no se levantara de mal humor y le culpara de la peor forma por interrumpir su sueño.

Rebuscó en la nevera y consiguió la mitad de una caja de tamaño familiar de jugo de naranja, de la que bebió sin molestarse en servirse en un vaso a la vez que esparcía mermelada en una tostada que luego se llevó a la boca, masticando con apremio. Se dirigió al baño mientras se ponía la sudadera azul y lavó sus dientes al tiempo que maniobraba para atarse bien los cordones de los zapatos, caminando de regreso a la sala nada más terminar.

Abrió un poco la cortina de la ventana para observar el exterior, sintiendo que se saltaba un latido al visualizar a Taehyung a unos cuantos metros de distancia, avanzando con calma por la calle. Él llevaba un suéter de cuello alto bajo su chaqueta de cuero, con sus ojos luciendo ese color tan particular, viéndose tan jodidamente irresistible.

Mordisqueó su labio inferior con ansiedad, había soñado con él, estaba seguro de eso, comenzaba a recordar cada uno de los detalles de los que no había sido consciente nada más despertar. Y es que se había sentido tan real que casi creía percibir de nuevo el calor que le aportaba su frío tacto. Ellos dos, una cama...

—No, ¿qué jodidos estás pensando? —se regañó, sacudiendo la cabeza con desaprobación, y se apresuró en salir de la casa a su encuentro.

El mayor se detuvo al verle, recibiéndole con una sonrisa que hizo revolotear el corazón del azabache, quien se acercó hasta besar su mejilla, posando sus labios con suavidad en la pálida piel del contrario.

—Hola, TaeTae.

—¿Cómo estás, Kookie? —saludó, mirándole con dulzura, sin poder evitar que sus ojos le examinaran de pies a cabeza. Sabía que el corazón del menor estaba latiendo muy rápido, pero no se atrevía a intentar averiguar el motivo por miedo a que le preguntara por lo de la noche.

—Estoy bien —respondió con simpleza, evadiendo el contacto visual mientras emprendían el camino, avanzando el uno al lado del otro a un ritmo lento pero constante.

—¿Qué hiciste cuando me fui? —preguntó entonces, manteniendo la mirada al frente, Jungkook se acomodó la sudadera con nerviosismo.

—¿Umh? Solo... me dormí de inmediato —atinó a decir.

No podía contárselo y no solo porque hubiese sido algo comprometedor, sino que lo poco que recordaba de aquel sueño removía muchas cosas en su interior y generaba miles de sensaciones dentro suyo, sensaciones que no sabía muy bien cómo interpretar y que prefería mantener ocultas por lo pronto.

Taehyung sonrió y pasó un brazo alrededor de sus hombros, como solía hacer cada vez que caminaban juntos. El menor sonrió de vuelta, sintiéndose tan tranquilo como nervioso con su cercanía, y no tardaron mucho más en llegar a la preparatoria.

El exterior se encontraba despejado, por más que todavía faltaran varios minutos para el inicio de la primera clase. El azabache observó curioso a su mejor amigo sacar unas gafas de sol del bolsillo de su chaqueta y ponérselas, volvió la cabeza hacia él para hacer algún comentario divertido al respecto, pero se quedó sin habla al verle pasarse una mano por el cabello junto a la imagen de su glorioso perfil. Ah, tan guapo. Volvió a estirar la tela de su sudadera para despejarse de esos pensamientos y no demoraron en alcanzar la entrada principal.

Cruzar el pasillo nunca se había sentido tan cómodo y diferente como ese día, los adolescentes repartidos por todas partes parecían demasiado entretenidos en sus cosas, nadie les miraba, todos se reunían en pequeños grupos y se ensimismaban en las charlas que sostenían.

Jungkook les barrió con la mirada, extrañado, casi no había nadie haciendo algo diferente a eso. Miró a su acompañante, intentando averiguar si también lo notaba, pero él parecía distraído con otra cosa, dándole la sensación de como cuando se escucha un sonido lejano y se intenta averiguar de dónde proviene.

Siguieron hasta sus casilleros, el suyo solo estaba a cuatro hacia la izquierda del de Taehyung y justo junto al de este último ya había un chico de cabellos castaños sacando sus libros.

—Hola, hobi hyung —saludó, el muchacho se volvió hacia ellos y les dedicó una radiante sonrisa.

—¡Hola, Kook! ¡Tae! ¿Qué ha pasado contigo? Acabaste con tu asistencia perfecta —dijo, cerrando la puerta metálica tintada de blanco—. Te mensajeé y nunca contestaste, por cierto.

—Sí... Perdí mi celular —confesó, provocando risitas en los otros dos, mientras giraba la ruedita para marcar el código de su casillero correspondiente.

—¿Por qué no me sorprende? —se burló.

—Hobi hyung, ¿sabe por qué todos están... así? —preguntó el menor del otro lado, haciéndose con sus libros de las primeras clases.

—Ah, es por esto —musitó él, tomó el periódico local enrollado que llevaba bajo el brazo y se lo extendió al de cabellos violeta, que era a quien tenía más cerca.

El vampiro lo recibió y lo desplegó para revisar la noticia de primera plana. El azabache le observó con intriga, a espera de que leyera en voz alta o que le explicara lo que sucedía, pero el contrario solo seguía examinando el documento con una expresión indescifrable, las gafas de sol no le permitían suponer lo que estaba pensando.

—¿Qué? ¿Qué ocurre? —preguntó con impaciencia.

—Encontraron a JiUn, la estudiante que se transfirió de Seúl —contó Hoseok—. Ayer, alrededor de la medianoche.

—Eso es bueno... ¿no? —El mayor de los tres le miró, con ojos que, le pareció, revelaban cierto ápice de pena.

—Ella está muerta, Kook. —El aludido le observó con una expresión que mezclaba estupefacción con incredulidad, aquello era algo que no habría visto venir—. Encontraron su cuerpo en el bosque, dicen que ya llevaba así varias horas, parece que fue un ataque, pero solo la autopsia revelará la hora exacta y lo que realmente sucedió. Evitaron dar demasiada información.

—¿Qué... Qué hacía ella en el bosque? —atinó a preguntar, esforzándose por procesar bien todo.

—La teoría es que se internó para explorar el lugar y debió perderse. Encontraron su celular, pero estaba destrozado, tal vez había intentado contactar a alguien. Era su primer día aquí —añadió, con un tono apagado—, nadie le advirtió que ese no es el principal sitio turístico del pueblo.

Jungkook observó a Taehyung doblar el periódico con la mandíbula tensa, la fuerza con la que lo hacía marcó arrugas en el papel, pero regresó su atención a Hoseok cuando él volvió a hablar.

—Vendrá un médico forense de Busan a realizar la autopsia, mientras tanto tendrán el cuerpo en una zona restringida, no quieren tocarlo hasta que llegue el especialista y vayan a trasladarlo a la morgue.

—¿Y su familia? —inquirió, más que terror por toda esa situación sentía pena por el futuro que había tenido esa chica. Hoseok negó con la cabeza.

—Es todo lo que se sabe.

—Es horrible.

—Eso no es lo peor. Si dicen que fue un ataque, significa que en Natten hay un asesino suelto. —El castaño dijo lo que Jungkook supuso que estaban pensando todos. Su mirada viajó hasta su mejor amigo, percibiendo que se notaba... ansioso.

—Tal vez fue un animal, el bosque es inmenso, hay cientos de probabilidades —comentó, y se acercó al pelivioleta para tocar su hombro—. Tae, ¿estás bien?

—Sí.

El azabache se sobresaltó ante su tono crudo y la manera brusca con la que se soltó de su agarre, apenas tuvo tiempo para mirarle perplejo.

—Ah, lo siento —dijo el mayor de inmediato, sabiendo que no tenía por qué cobrarla con él. Se había dicho que se encargaría de encontrar a JiUn primero, pero esa jodida necesidad de Jungkook, que ni siquiera podía comprender, le había hecho olvidar todo lo demás durante la noche. Y ahora todos en el pueblo sabrían que había algo anormal por ahí en alguna parte.

Se quitó las gafas solo para pasar el antebrazo por sus ojos y suspiró, intentando liberarse un poquito de la presión que sentía para seguir aparentando que todo estaba bien.

—¡Woah! ¿Estás usando lentillas? —preguntó Hoseok, tal vez queriendo aliviar la tensión del tema anterior—. Se te ven muy bien.

—Sí, gracias —musitó, volvió a tapar el exótico color de sus ojos tras los oscuros lentes, antes de que alguien más lo notara, y cerró la puerta del casillero para luego volverse hacia el menor—. Discúlpame, Kookie —repitió, acercándose para besar su frente—. Nos vemos más tarde.

El de cabellos azabaches asintió y se despidió de ambos para ir a su respectivo salón. Taehyung y Hoseok también se fueron al suyo, donde el mayor acercó su asiento al del vampiro para acomodarse a su lado, pensando en qué decirle para atraer su atención, era obvio que algo le tenía muy agobiado.

—Oh, te pasaré los apuntes para que te pongas al día —ofreció, y buscó en su libreta los temas de la clase anterior para después extendérsela. El menor apenas y sonrió en respuesta, pero la recibió para transcribir las anotaciones, sin molestarse en leer o al menos intentar entender algo.

Escuchó al profesor llegar e iniciar con la clase, escuchó las voces de sus compañeros susurrando a sus espaldas, hablando sobre su ausencia el día anterior y sobre su apariencia en esa mañana, sobre su cabello, su ropa, las gafas, lo que fuera, pero no pudo hacer algo más que seguir escribiendo, ni siquiera fue capaz de levantar la mirada. ¿Y si ellos lo sabían? ¿Y si sabían que la había matado? ¿Que había sido él y no un animal? ¿Y si sabían que él era el animal?

Sus dedos apretaron el bolígrafo con fuerza y pasó saliva, los murmullos aumentaban, le juzgaban, mencionaban sus colmillos, señalaban el color de sus ojos, conocían de su piel fría, del cambio que estaba experimentando desde aquella noche, lo sabían todo. Le etiquetaban de monstruo, todos ellos sabían lo que había hecho.

Observó sus propias manos cuando se dio cuenta de que estaba arrugando el papel sobre el que ya había dejado de escribir, sus palmas estaban manchadas de sangre, de la sangre de JiUn. La veía con matices oscuros por las gafas de sol, pero estaba ahí, recordándole lo que había hecho, tan roja, tan escandalosa. Quiso llevarla a su boca, ahogarse con su sabor hasta que no quedara nada de él.

La deseaba, joder, ansiaba probarla otra vez. Todos sus instintos despertaban ante el solo pensamiento, ante el recuerdo de ese día. Miró a Hoseok de reojo y luego a sus compañeros, nadie estaba hablando de él, desde luego que nadie sabía nada de lo que había pasado, todos atendían a la clase, tan frágiles, tan vulnerables.

Podría romper sus cuerpos sin molestarse en utilizar demasiada fuerza, podría tenerlos bajos sus zapatos, robar toda esa sustancia que les recorría y que les mantenía con vida, podría hacerles gritar de agonía y terror, complacerse con sus ojos vidriosos observándole como a un ser superior, porque ellos eran débiles, todos ellos lo eran.

—Kim. —El aroma de la sangre estaba mareándole, quería hacer que se detuviera y para ello tenía que consumirla—. Kim Taehyung. —Su hombro recibió un empujoncito por parte del castaño a su lado, y levantó la mirada de inmediato para ver al hombre que le llamaba desde el frente del salón—. Sabe que está prohibido utilizar ese tipo de accesorios durante las clases, le voy a pedir que se los quite.

No respondió, bajó la cabeza para observar sus manos, estaban limpias, por supuesto que estaban limpias. ¿Ahora qué? ¿Había comenzado a enloquecer?

—Kim, por favor quítese esos lentes o deje la clase.

—Eh, sí —consiguió responder—, está bien, saldré.

El profesor miró con incredulidad a su estudiante levantarse y avanzar entre los asientos para abandonar el salón, resopló con cansancio y esperó a que volviera a cerrar la puerta para continuar. Taehyung salió al pasillo creyendo que sus pulmones eran obstruidos, inhaló con fuerza, pero el aire seguía prendado al aroma de la sangre. Se quitó las gafas y volvió a guardarlas en el bolsillo, desordenando sus cabellos después, odiando lo que sea que estuviera pasándole.

—Ah, vamos, sé que estás libre, no me digas que no. —La voz de un chico llegó a sus oídos desde el corredor contiguo, sabía que la escuchaba por sus favorecidos sentidos, sabía que estaba lejos, pero aun así se dispuso a caminar hacia el otro lado, antes de que a sus piernas se les ocurriera llevarle hasta esa persona que andaba por ahí cuando las clases ya habían iniciado, porque desde luego no iría precisamente para conversar.

—De verdad es muy amable de su parte, pero ya le dije que estoy muy ocupado todos estos días. —El vampiro detuvo sus movimientos de inmediato al reconocer esa voz, no, si le veía en ese momento no podría contenerse.

—Venga, Jungkook, te gusta hacerte el difícil ¿eh? No voy a creer eso, sé que quieres.

—Si quisiera le diría que sí —espetó—. Suélteme ya.

Taehyung agarró la muñeca del chico con fuerza, consiguiendo que soltara la de su mejor amigo. No supo en qué momento había llegado hasta ellos, pero para cuando se dio cuenta estaba tirando del menor en su dirección, rodeando su cintura y alejándole de ese tipo.

—¿Qué te pasa? ¿Acaso tienes problemas de audición? Te dijo que no.

—Kim —suspiró, poniendo los ojos en blanco—, relájate, hermano, no es como que vaya a hacerle algo a tu amigo.

—No, es que ni siquiera tienes por qué tocarle, no quiero volver a ver que le pongas tus asquerosas manos encima.

—Pues que me lo diga él.

—¡Te lo dijo, imbécil!

—Tae —llamó el azabache, percibiendo que estaba demasiado alterado. Sus ojos se miraban brillantes mientras fulminaba a su compañero y su mandíbula se mantenía tensa al hablar—, está bien. Nuestra profesora no llegó a dar la clase, así que salí un rato y Minseok... decidió hacer lo mismo, supongo. Él solo estaba invitándome a un café cuando terminaran las clases. —El mayor afirmó el brazo en su espalda, mirando mal al otro muchacho y apegándole más a su costado, en el fondo fascinado con la sensación de tenerle tan cerca.

—¿Y por qué le das explicaciones? —Jungkook quiso llevarse una mano a la frente, encima de que estaba intentando evitar una pelea...

—¿Y por qué no cierras la boca? Lo que él haga o deje de hacer no es tu maldito problema.

—Tampoco el tuyo, estás detrás de él todo el tiempo. Deja que haga lo que se le venga en gana y desaparece. —Kim soltó al menor en ese momento, solo para irse encima de Minseok y empujarle hasta que su espalda se topó con la pared, agarrando con firmeza el cuello de su sudadera.

—Y tú mide tus palabras —masculló—. Acepta que te han rechazado, te dijo que no, ya no insistas.

—Están peleando por una tontería —interfirió el menor, sosteniendo el brazo derecho del pelivioleta para que soltara a su compañero, pero no pudo moverlo ni siquiera un poco.

Taehyung sabía que Jungkook era la única razón por la que todavía no había acabado a golpes al castaño, porque ganas no le faltaban, quería dejar su rostro irreconocible, desgarrar su garganta con los dientes y calmar su sed. Deseaba verle suplicar por su vida, que utilizara la misma voz con la que le había desafiado para rogar piedad.

La expresión del muchacho se volvió seria cuando sintió que los dedos del mayor apretaban con más fuerza, arrebatándole el aliento y de paso negándole una porción del aire que necesitaba para que su respiración no se tornara irregular. Llevó las manos a las del contrario para evitar que siguiera ejerciendo presión, desorientado por la forma extraordinariamente sobrenatural con la que brillaban sus ojos, los lentes de contacto o lo que fuera.

Hoseok volteó por el pasillo en ese instante, reaccionando al reconocer a sus amigos y acercándose a ellos de inmediato, buscando comprender lo que estaba pasando.

—¡Hyung, haga algo! —pidió el azabache nada más verle, sin soltar el brazo de su mejor amigo.

—Taehyung, suéltalo ya —exigió, sosteniéndole del otro brazo—. El profesor me dio cinco minutos para hacer que vuelvas a la clase o te reportará.

Pudieron separarlos entre los dos, con el vampiro respirando pesadamente y manteniendo las manos hechas puños, se soltó del agarre de ambos de un tirón y solo pudo mirar a Jungkook de soslayo, intentando recuperar el poder sobre sí mismo.

—Quédate con Hoseok —le dijo. 

Minseok le observaba como si se tratara de un fenómeno, su consciencia repitiéndole incontables veces que estaba fuera de control, y lo sabía, sabía que algo estaba muy mal con él. Si se quedaba ahí solo seguiría causando daño. Dio media vuelta y se alejó a gran velocidad, desapareciendo del lugar en menos de lo que dura un parpadeo, nada más que los corazones desbocados de los tres muchachos daba cuenta de que había estado ahí.

Corrió por los pasillos en dirección al patio, agradeciendo que no hubiese nadie más divagando por ahí, suprimiendo el deseo de regresar y terminar lo que había iniciado. Sus piernas se movían con gracilidad aunque estuviera desplazándose a un ritmo que nadie podría igualar. Divisó el enrejado metálico que rodeaba el perímetro de la preparatoria y lo saltó con sorprendente agilidad, aterrizando fuera, desordenando su cabello como única consecuencia.

No se detuvo hasta infiltrarse en el interior del espeso bosque sin ser advertido, solo entonces se dejó caer de rodillas, transpirando por la adrenalina y el deseo contenido y no porque le faltara el aire. Su cuerpo temblaba ante la ambición de seguir corriendo, de romper el viento a su paso sin que existiera obstáculo alguno que le hiciera cesar.

Pero Taehyung no quería eso, él no quería tener que pasarse el resto de su vida luchando contra el impulso de arrojarse al cuello de la primera persona que desfilara ante sus ojos. Si la furia no hubiese mantenido toda su atención en ese muchacho Minseok, Jungkook habría llevado con los efectos de su hambre, lo sabía.

Oh, Jungkook, quería a Jungkook, sus colmillos crecían dentro su boca ante la idea, sus dedos apresaban el césped para impedirse regresar por él. ¿Iba a matarlo? Definitivamente no, no sería suficiente, de Jeon Jungkook quería mucho más que eso.

Levantó la cabeza en un movimiento rápido, buscando la procedencia de las pisadas casi imperceptibles que se acercaban, como un animal en caza. Con todos sus sentidos alerta, examinó al detalle su alrededor y se puso de pie con una parsimonia y una mirada peligrosa que habría puesto a temblequear a cualquiera. Les saltaría encima, no le importaba si eran tres o doce, iba a despedazarlos a todos y solo entonces estaría satisfecho.

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