02

Jungkook salió de la preparatoria con la cabeza gacha, observando sus propios pies moverse sin prisa. Habría preferido no asistir a las clases de ese día luego de lo que había pasado con su padre en la noche, lo había hecho solo porque estaría con Taehyung, porque quería verle tras no hallarle en la mañana, pero él no se había aparecido y estaba preocupado. Para ese punto de verdad temía que le hubiese podido pasar algo.

Intentó llamarle cada que tenía oportunidad, en los recesos y en todas las clases en las que pidió permiso para salir por unos minutos, pero ya no podía dejarle más mensajes en el buzón de voz porque ya ni siquiera detectaba la otra línea. Solo esperaba que se encontrara bien, no entendía cómo es que había desaparecido de la nada.

Decidió desviarse para ir a la casa del centro de sus pensamientos, no podía quedarse tranquilo sin saber nada de él, deseaba con todo su ser que estuviese ahí, que no le hubiese pasado nada malo y, de paso, que tuviese una buena explicación para su ausencia repentina.

Abrió la puerta con la copia que su mejor amigo escondía en el buzón, solía perder sus llaves todo el tiempo y necesitaba mantener una de repuesto a la mano. Se asomó al interior solo para confirmar que no había rastro del mayor, la estancia permanecía silenciosa, con las cortinas corridas y las luces apagadas. 

Cerró con cuidado a sus espaldas y subió las escaleras hacia el segundo piso, percibiendo antes de llegar al rellano que la puerta de la habitación estaba cerrada. Él recordaba haberla dejado abierta en la mañana, así que, o estaba ahí o lo había estado en algún momento del día. Se acercó con la esperanza de que fuera la primera opción y tocó suavemente con los nudillos antes de abrir.

—Tae —llamó, su voz mezclándose con su suspiro de alivio tras verle de pie frente a la ventana—. Me tenías tan preocupado, no sabía nada de ti y no contestabas mis llamadas, ¿te sientes bien? ¿Dónde estabas?

—Kookie —musitó apenas, sin atreverse a dar la vuelta para verle. Ya sabía que se acercaba, le había sentido incluso desde antes de que entrara a la casa.

El azabache frunció el ceño, deteniéndose solo cuando estuvo a medio metro de distancia de su espalda. ¿Qué le pasaba? Había estado desesperado todo el día preguntándose dónde se había metido y si estaba bien, mientras que él simplemente estaba ahí, con sus jeans rasgados, su cabello bien peinado y esa chaqueta de cuero, luciendo tan despreocupado y sin siquiera dignarse a mirarle.

—Taehyung, ¿qué ocurre?

—Yo... —Se le dificultaba demasiado hablarle, su proximidad no le ayudaba a ordenar las palabras de forma coherente en su cabeza.

Quería pedirle que se alejara, pero la parte más dominante de su cerebro solo suplicaba por que se acercara más. Percibía la sangre corriendo por las venas del menor, la escuchaba danzar por todo su cuerpo, como si le desafiara, como si se burlara en su cara de que no podía tenerla. Se estaba esforzando demasiado para controlarse y tenía miedo de mirarle y no poder evitar saltarle encima.

—TaeTae, ¿estás bien? —Advirtió que se acercaba otro poco y sus hombros se tensaron, su respiración se tornó pesada y tuvo que cerrar los ojos con fuerza, luchando por mantener los colmillos ocultos.

No podía decirle la verdad, al menos no hasta que él mismo pudiera comprender lo que estaba pasándole. De verdad quería contárselo, necesitaba su apoyo y confiaba en él, le confiaría su vida si hiciera falta, pero no quería asustar a su mejor amigo, no quería que le temiera y que se marchara. Ya había perdido su humanidad, había perdido lo que era y todo lo que soñó querer ser, no podía dejar ir a Jungkook también. Él era eso que no podía permitirse perder.

—Sí, sí, Kookie, no te preocupes —respondió finalmente—. Es que perdí mi celular en el bosque y salí a buscarlo esta mañana, pero no pude encontrarlo. Cuando regresé ya te habías ido y estaba tarde para ir a la preparatoria —explicó, bajando la cabeza hacia sus propias manos, donde sus dedos jugueteaban entre ellos con nerviosismo.

—¿Puedes mirarme, por favor?

Taehyung mordisqueó su labio inferior, reuniendo todo el valor que podía para cumplir su petición. Su acompañante no estaba haciéndole las cosas más sencillas, pero sabía que era injusto si se ponía en su lugar, él no tenía la culpa, él no era el que había dejado de ser el mismo de siempre. Se volvió despacio en su dirección, asegurándose de mantener la vista clavada en el suelo, pareciendo un niño pequeño que sabe que hizo algo malo.

—Yo... también perdí mis llaves...

El más joven no pudo evitar sonreír, acercándose para acariciar sus cabellos con suavidad, notando que bajaba todavía más la cabeza y que sus dedos se aferraban al alféizar de la ventana.

—Está bien —murmuró—. Solo... por favor no vuelvas a desaparecer así, tenía mucho miedo de que te hubiese pasado algo.

—No lo haré —aseguró—. Me mantendré muy cerca... —Levantó la mirada despacio, barriendo con los ojos todo el cuerpo del contrario en el proceso, hasta toparse con los orbes oscuros del azabache, que le miraban con curiosidad.

—Tae —ladeó la cabeza, observándole al detalle—, ¿estás usando lentillas? Pensé que no te gustaban, ¿y tus lentes?

—Sí... No, no me gustan. No sé, quería un cambio.

—Umh, no importa, a ti todo te queda bien. Ah, me hiciste mucha falta —le dijo, pasando los brazos alrededor de su cuello para atraerle en un abrazo. Y, Dios, era demasiado. Kim cerró los ojos con fuerza, rodeando la cintura de su mejor amigo con un agarre suave pero firme, acercándole más.

—Créeme, tú también me hiciste mucha falta.

Él olía delicioso y tenerle así de cerca solo despertaba más sus instintos. Era consciente de toda su anatomía en contacto con la propia, comenzaba a darse cuenta de lo bien que se sentía la delicada presión de sus cuerpos juntos. Que Jungkook estuviese usando su ropa tampoco ayudaba, el hecho de que sus fragancias se entremezclaran hacía que le sintiera suyo y eso estaba enloqueciéndole.

—Estás helado... —musitó el menor, apretándose más contra él, como si quisiera compartirle de su calor corporal.

—Jungkook —llamó, un susurro que contenía una sutil advertencia. Sus brazos se aferraron a su espalda con ahínco, enviando muy lejos cualquier milímetro de distancia entre los dos, como si quisiera fundirse con su piel. Necesitaba sentirle, necesitaba más de él, la tentación era tan grande.

Así que le apartó, haciendo que las manos contrarias se deslizaran por sus hombros al obligarle a romper el abrazo. Tardó en soltar su cintura porque sus dedos la apretaban con anhelo, como si tuvieran vida propia, y se pasó una mano por el cabello para escapar del contacto visual.

—¿Cómo sigue tu herida? —preguntó, fingiendo no enterarse de que el pecho de su acompañante había comenzado a subir y bajar con pesadez debido a su respiración irregular. Sabía que el corazón del azabache estaba latiendo muy rápido y sabía que él lo había ocasionado, pero no estaba seguro de si eso era bueno o malo. No quería estarle asustando con sus acciones incontroladas.

—Oh, está mejor, mira. —El menor levantó un poco su sudadera y camiseta para descubrir parte de su abdomen, enseñándole su estado. Taehyung creyó escuchar sus propios latidos resonando como una estruendosa orquesta en sus oídos.

Le había visto decenas de veces, joder, él mismo había curado ese corte, ¿pero por qué de repente comenzaba a volverse tan consciente de Jungkook?

La zona del alrededor apenas estaba algo irritada, haciendo que pareciera tan solo un adorable sonrojo sobresaliendo del vendaje, notó que era uno nuevo, por lo que supuso que lo había cambiado en la mañana. Sin embargo, y aunque fuera algo que alteraba el orden natural de las cosas, no fue eso lo que más llamó su atención de aquella vista.

Su mejor amigo estaba bien ejercitado y se notaba, su abdomen marcado daba buena cuenta de ello, pasó saliva y se humedeció los labios, embelesado con su piel lechosa, acariciable, besable y... tan mordisqueable.

¿Qué estaba pasándole?

—Le dije a la señorita Yoon que me dolía la cabeza y ella recibió la autorización de darme unas pastillas para el malestar general —contó, mirando el lugar donde se escondía la herida, por lo que no pudo percatarse de la reacción del vampiro—. Justo ahora ni siquiera la siento.

Taehyung se apartó de la ventana, rindiéndose ante los deseos de su cuerpo para acercarse hasta rozar con los dedos el costado derecho del menor, la sensación fue tan placentera que terminó apoyando por completo la mano, delineando la curva de su cintura, evitando tocar demasiado cerca de la herida para no hacerle daño. El azabache jadeó bajito.

—E-está fría... —murmuró, estremeciéndose al sentir su palma acariciar su espalda baja, se acercó más a él por inercia, consiguiendo que sus pechos se rozaran. El mayor no pudo soportarlo más.

Su otra mano viajó hasta su costado izquierdo, pudiendo ejercer más presión al ser ese el lado sano, y le envolvió con firmeza para dar media vuelta con él, empujándole contra el alféizar de la ventana, tomándole por sorpresa. Jungkook solo atinó a sostenerse de sus hombros, mirándole directamente a los ojos, de ese color tan raro que le hacía ver tan irresistible, mientras no podía evitar disfrutar de estar entre sus brazos.

El de cabellos violeta se inclinó hacia su rostro, deleitándose con su aroma y su suave piel, donde tanto quería hincar los colmillos. Jeon le observó con atención, detallando cada facción, siempre le había parecido tan guapo que encandilaba, y al verle desde tan cerca no hacía más que confirmarlo, ese chico al que podía llamar mejor amigo era un jodido dios griego.

Subió la mano para acariciar su mejilla, que de pronto se miraba pálida y se percibía fría, pero de una manera que solo le resultaba demasiado fascinante. Quería sentir su tersura, explorar su bellísimo semblante hasta aprenderlo de memoria.

—Hyung —llamó, en apenas un hilo de voz, cuando sus manos, que se negaban a abandonar el interior de su camiseta, subieron despacio por la curva de su espalda. Estaba seguro de que podría derretirse ahí mismo. Entre tanto, Taehyung creyó que perdería la cabeza, el más pequeño casi nunca le llamaba así, y le gustaba, joder, sí que le gustaba.

No podía, el deseo era más fuerte, innegable, dominante; le arrastraba a un abismo por el que supo que no le importaría caer si se trataba de Jeon Jungkook. Cerró los ojos por un momento cuando la mano que ahuecaba su mejilla se movió hasta su nuca y, cuando los dedos del menor ejercieron una sutil presión, casi pareciendo involuntaria, para acercarle más, mandó al carajo todo su autocontrol.

Se inclinó un poco más y sus dientes mordisquearon la mandíbula del más joven con una delicadeza admirable valga su situación. El azabache dejó salir el aire por sus labios entreabiertos, sintiendo las piernas temblorosas mientras sus párpados se cerraban, percibiendo el aliento frío del vampiro contra su mentón.

Los ojos ámbar del mayor observaron el blanquecino cuello expuesto del contrario, lo tenía ahí, tan cerca, tan a su alcance, luciendo tan accesible y atrayente. Tuvo que hacer uso de todas sus fuerzas para alejarse, siendo más brusco de lo que hubiese deseado. Le soltó como si su piel quemara y retrocedió hasta que el calor de su cuerpo dejara de nublarle los sentidos. Se percató de que su acompañante hacía el ademán de acercarse, tal vez queriendo averiguar si estaba bien, por lo que no encontró otra salida más que escapar.

Corrió al baño y cerró la puerta de un tirón, recostándose en ella mientras podía escuchar a la perfección los pasos del muchacho desde el otro lado. Apretó los párpados con fuerza, apoyando la cabeza en la madera blanca para luchar contra el impulso de abrir de nuevo y arrojársele encima.

—¿Tae? ¿Estás bien? —le preguntó, extrañado, y pensó en disculparse porque tal vez le había incomodado, pero la voz de su mejor amigo se le anticipó.

—Sí, sí, lo siento, yo... ¿Puedes esperarme abajo? Solo dame un momento e iremos a buscar algo para comer, debes de tener hambre.

—Pero-

—De verdad, todo está bien, no te preocupes.

—Como sea —musitó, negó con la cabeza y dejó la habitación. Taehyung suspiró con pesadez cuando supo que se había ido. A final de cuentas estaba jodiendo todo a pesar de sus esfuerzos por no hacerlo.

Tenía que tranquilizarse y dejar de hacer cosas estúpidas. Necesitaba actuar con normalidad. Llevaría a Jungkook a comer y se disculparía con él por, literalmente, acosarle y luego huir. Entonces arreglarían la situación y estarían bien, era un buen plan.

Y ahí surgió otra cuestión, ¿podía comer comida cotidiana de humanos? Bien, él ya había descubierto que podía bañarse sin problema y eso le había alegrado bastante, pero su cuerpo ya no funcionaba igual y eso era un hecho. Los vampiros beben sangre, ¿y si la comida de toda la vida ahora era como veneno para él? ¿Cómo podía averiguarlo sin estar seguro de que no moriría en el intento?

—Te escuchas como un idiota —se dijo a sí mismo en medio de un resoplido, sacándose en cara sus propias cavilaciones, que le parecían un absoluto sinsentido—. Pensando en vampiros como si fuera de lo más normal. —Negó y se llevó ambas manos a la cabeza, al borde de un seguro colapso mental, sentía enormes deseos de largarse a llorar ahí mismo, pero no tenía tiempo para eso. Precisaba seguir siendo él, al menos en presencia del azabache.

Así que no, definitivamente dejar de comer no era una opción, necesitaba hacerlo. Tal vez era la única manera de dejar de pensar en comerse a Jungkook.

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