01
Jungkook se levantó temprano. Despertar en la cama de su mejor amigo le hizo sonreír, pero notar que él no estaba a su lado, con sus cabellos desordenados, su pierna encima de las suyas y su mejilla siendo abultada adorablemente por la almohada, consiguió que borrara el gesto con desilusión. Apartó las mantas y se incorporó con cuidado, con cada movimiento reavivaba las punzadas de dolor en el abdomen, el lugar donde su padre había lanzado la botella rota de soju.
Cerró los ojos por unos segundos cuando esa discusión volvió a invadir sus recuerdos, los gritos del hombre con quien compartía sangre resonaron en sus oídos como si estuviese escuchándolos de nuevo y casi sintió que volvía a verlo estampar la botella medio llena contra la pared, para luego molestarse por el contenido perdido y arrojársela a él. Negó con la cabeza, intentando dejar por un rato en el olvido aquellos acontecimientos, y bajó con lentitud al primer piso.
—¿Tae? —llamó, pero no recibió respuesta diferente al silencio. ¿Se había ido sin él? Sus llaves no estaban y tampoco su celular, por lo que probó llamarlo, pero se iba de inmediato al buzón de voz. Intentó convencerse de que tal vez había ido a comprar algo para desayunar, no quería pensar que le había dejado solo o, peor aún, que había ido a enfrentar al señor Jeon como tantas veces le había planteado.
Regresó al segundo piso y entró al baño de Taehyung para darse una ducha y relajarse, se hacía tarde y su mejor amigo no llegaba. ¿Y si le había pasado algo? No, no tenía que pensar en eso, tal vez solo se había ido temprano a la preparatoria. ¿Él siquiera había dormido ahí?
Suspiró con tristeza mientras cerraba la llave y el agua dejaba de correr, necesitaba ir a buscar ropa y lo menos que quería era ir solo con su padre. ¿Y si el pelivioleta se había molestado y por eso se había marchado? Pero esa era su casa, en ese caso quien debía haberse marchado era él.
De cualquier forma, ¿por qué podría haberse molestado? Taehyung no solía enojarse con él y mucho menos dejarlo solo, siempre le cuidaba. ¿Y si se había cansado de que fuera un inútil que no puede defenderse por sí mismo?
Decidió que lo mejor era dejar de pensar en esas cosas, seguro era que necesitaba llegar temprano por alguna razón y no había querido despertarle. Bueno, alguna notita con un par de corazoncitos en la mesa de noche no habría estado nada mal.
Al final, terminó buscando algo para cambiarse en el armario del mayor, puesto que su ropa le servía perfectamente. Consiguió unos pantalones de jean negros, una camiseta blanca y se dejó el suéter rojo que le había prestado en la noche junto a sus zapatillas. Se aplicó sobre los puntos la crema anestésica que Taehyung solía ponerle y salió de la casa, asegurándose de cerrar bien.
Caminó sin prisa a la preparatoria, le hubiese gustado comprar algo de comer, pero por las prisas de la noche anterior no llevaba dinero consigo. Además, si era sincero, sentía que no le pasaría ninguna comida, ya no solo era el dolor, le preocupaba la ausencia y el silencio de su mejor amigo. Lo primero que hizo al llegar al concurrido edificio de estudiantes fue buscarle, pero él no se apareció por el establecimiento en todo el día.
✞︎
Taehyung abrió los ojos despacio, parpadeando varias veces sin lograr volver más claro el panorama. Percatarse de que no estaba en su habitación sino en el bosque, tendido sobre el césped, fue lo que le hizo espabilar. Aun así, se incorporó con cuidado hasta apoyarse sobre sus rodillas y los dedos de los pies, estaba muy confundido, sus ojos ardían y su cabeza dolía como si le estuviesen clavando millones de alfileres sin la más mínima compasión. Percibía todo el cuerpo entumecido o como si estuviese dopado de varias dosis de anestesia, se movía, pero se sentía casi como si no fuera él.
Recordó lo que había pasado la noche anterior como si se tratara de una película antigua y bestial, de esas con tonalidades sepias pero donde se diferencia bien el rojo de la sangre. Se llevó una mano al cuello por instinto y se quejó cuando sintió un dolor agonizante al tocar el lugar donde le habían lastimado con vaya a saber qué, la piel en esa zona se sentía áspera, pero no quedó nada en sus dedos cuando los miró. Se levantó con esfuerzo, estaba mareado y tenía muchísima hambre, demasiada.
Sus músculos dolían en exceso al sostenerse de pie y por un momento llegó a cuestionarse seriamente si estaba mutando o si le habían causado algún daño interno grave. Se quitó los lentes, creyendo que era lasuciedad en los cristales lo que apenas y le permitía ver algo, y se extrañó cuando sus ojos se adaptaron al paisaje mucho mejor que con ellos puestos, perono tenía mente para dar demasiada importancia a la repentina nitidez de su visión.Se los guardó en el bolsillo y observó hacia abajo para apreciar lo que podía de sí mismo, sus pantalones de tela ya solo eran un ligamento muy fino en la parte de las rodillas, la prenda estaba sucia, especialmente en el dobladillo inferior, al igual que su sudadera blanca. Era un desastre andante.
Caminó pesadamente entre los árboles, no conseguía ubicarse, se sentía perdido y a la vez muy despierto. El sol le picaba en el rostro por más que no estuviese para nada fuerte, lo que era normal en aquel poblado olvidado, escondido en los confines de un bosque inmenso que mantenía un ambiente lúgubre y nebuloso. Se llevó las manos a las mejillas, esperando conseguirlas calientes debido a la sensación de ardor, pero su estómago se contrajo cuando fue todo lo contrario, su piel se sentía helada al tacto.
Tal vez debería considerar ir al hospital, pero no se sentía lo que podría decirse enfermo. Solo era demasiado confuso y contradictorio.
A unos metros de distancia divisó la figura de una muchacha, estaba sola y entretenida en la pantalla de su celular, no había nadie más a su alrededor. Tal vez ella podría ayudarle de alguna manera. Sin embargo, comenzó a ser demasiado consciente de algo mientras avanzaba, no estaba a solo unos metros de distancia, no, había un trecho bastante considerable entre ellos, pero la veía con una claridad sorprendente y se acercaba rápido. Él se acercaba rápido.
La lejanía entre ambos cada vez era mínima, sus pasos pausados en la misma medida que ágiles y precipitados. Entonces la chica se giró cuando pudo escuchar sus pisadas, buscando la procedencia.
La observó mirarle con ojos desorbitados y horrorizados, el dispositivo resbaló de sus manos, pero ella se mantuvo inmóvil. Su cuerpo era un evidente ejemplo de lo que es sentir mucho terror y Taehyung sintió que algo dentro suyo despertaba ante esa imagen, un impulso que le hizo correr con porfía y saltarle encima para hundir los dientes en su cuello, desgarrando los tendones, perforando la piel, provocando que gritara de miedo y agonía.
Algo dentro suyo se estremeció en ese instante, como si a algo en su interior de verdad le gustara ese sonido, esa sensación de poder y control.
La mujer se removió como pudo para liberarse, pero él podía controlarlo bien con tan solo una mano en su hombro izquierdo y la otra firme alrededor de su brazo derecho. Sentía la sangre en su boca y eso solo le hacía querer más. La sustancia bailando con sus papilas gustativas, tintando su lengua, sus incisivos, sus labios; deslizándose apenas por su mentón porque se esforzaba por no desperdiciarla. Contrario a todo lo que pudo haber imaginado, el sabor era la gloria, se le hacía imposible el detenerse y dejarla ir como la parte todavía cuerda de su cerebro le suplicaba.
El cuerpo sin vida no tardó en caer al suelo, a sus pies. El muchacho se sentía más vivo que nunca. Su pulso lleno de adrenalina, sus sentidos activos por completo, podía percibir su alrededor más allá de lo humanamente posible y se sentía fantástico. Los ruidos en las alejadas carreteras, las fibras de la ropa contra la piel, los susurros del viento y el batir de las alas de los pájaros, nada le era indiferente. Era como si pudiera estar en todas partes, como si el mundo entero le perteneciera.
Entonces miró a la mujer, ahí tirada en el césped, con el cabello castaño enmarañado y la ropa desaliñada por todo lo que había luchado para quitárselo de encima. Estaba muerta. Él la había matado.
—No, no, no. —Comenzó a retroceder, sin poder dejar de observar el cuerpo al que le había quitado la vida. No podía estar pasando, eso realmente no podía estar pasándole. Él era Kim Taehyung, un adolescente común que iba a su último año de preparatoria, no era un jodido asesino. El miedo de pronto inundó cada partícula de su ser, ¿qué había hecho?
La forma en la que ella le había mirado, tan asustada y con los ojos vidriosos, como seguro también había lucido él antes de ser atacado, solo le hizo preguntarse qué tan monstruoso debió verse. Se llevó las manos a la boca, estaba aterrado, y terminó por alarmarse más cuando sus palmas se encontraron cubiertas de sangre. Sangre que no era suya.
Comenzó a correr lejos de ese lugar, necesitaba huir de ahí, necesitaba huir de lo que sea que fuera en lo que se había convertido. Su corazón latía desesperado, su cuerpo temblaba, pero no sabía si era por el pánico o la excitación del momento, su cerebro estaba recreando esas imágenes una y otra vez, atormentándole, acabando con la poca cordura que le quedaba, pero al mismo tiempo haciendo que se desviviera por repetirlo.
Llegó a su casa y subió por la ventana hasta su habitación, se sentía incapaz de tan siquiera hacer el intento de abrir la puerta principal debido a la ansiedad. Se apresuró a encerrarse en el baño que tenía dentro de su dormitorio y apoyó la espalda en la puerta, intentando tomar aire y respirar como es debido, pero solo lo hizo por inercia, porque se dio cuenta de que no lo necesitaba. No estaba cansado, no precisaba darle tiempo a sus pulmones para que se recuperaran luego de todo lo que había corrido. En realidad, sus piernas cosquilleaban por el deseo de volver a sentir esa libertad.
Ya sabía que su mejor amigo no estaba ahí, su instinto se lo decía, no le escuchaba, no percibía su presencia, y realmente agradeció con todas sus fuerzas no cruzarse con él en ese momento. Lo menos que quería era que le viera en ese estado. Se sentía inquieto, perplejo, no tenía idea de lo que debía hacer ahora, la ansiedad le carcomía y lo que le había hecho antes a esa mujer... Era todo, no podía con aquello. Necesitaba con urgencia despertar.
Cerró los ojos por un momento, haciendo un esfuerzo descomunal por tranquilizarse y aclarar sus ideas. Al principio ni siquiera había podido ubicarse en el bosque y luego había llegado en menos de tres minutos a su casa, algo no estaba bien, algo no era normal, y sabía con absoluta certeza que ese algo era él.
Entonces se topó con el espejo nada más reunir el valor para abrir los párpados y tuvo que ahogar una exclamación, tapando su boca en una reacción de auténtico espanto al ver su reflejo.
Tenía dos marcas en el cuello, justo en la unión con el hombro. Eran dos pequeños y profundos agujeros rodeados de sangre seca, que por lo menos era la suya, a diferencia de la que había en la comisura de sus labios, que sabía perfectamente que pertenecía a aquella mujer. Sin embargo, eso era nada comparado con la imagen completa que se mostraba ante sus aterrados ojos.
Su rostro estaba sucio, al igual que sus enmarañados cabellos violetas y sus dientes habían cambiado, para colmo de todo, ahora sus dos colmillos eran largos y puntiagudos, como muy bien podrían encajar en aquella herida que lucía su piel, misma que ahora se miraba sorprendentemente pálida. Su preciosa tez acanelada había adquirido una blancura majestuosa, pero eso tampoco era lo más espantoso.
Sus antes orbes marrones ya no eran marrones, sus iris estaban tintados de un hipnotizante color ambarino, tan fúlgido y brillante que temía que incluso pudiera notarse en la oscuridad.
Estaba horrorizado, no, más que eso. No podía ser posible, no tenía ningún sentido. Solía escuchar todo lo que decían y rumoreaban acerca de los vampiros que habitaban en el bosque, y él mismo había bromeado varias veces con ello, pero siempre le habían parecido tonterías, historias que se inventaban los más antiguos residentes para que Natten no perdiera ese hálito misterioso que le envolvía. Ahora no estaba tan seguro de eso, no luego de lo que le habían hecho y que él mismo había hecho después.
Si era un sueño, pues en definitiva era de los peores. Ni siquiera debería estar permitido soñar ese tipo de cosas.
No soportó seguir observándose, por lo que, en un intento por huir de su imagen, abrió a tientas la puerta del cuarto de baño y se adentró en su habitación. Se sentó en la cama y llevó ambas manos a su cabello, despeinándolo aún más, manchándolo con la sangre de sus palmas. Se negaba a aceptar lo que parecía la realidad, le asustaba en lo que tal vez se había convertido, pero temía todavía más porque estaba solo, no sabía si podría sobrellevar algo así.
Sus ojos se desviaron hacia la ventana y fue cuando se dio cuenta. ¿Cómo demonios había entrado por ahí? El hecho de que su habitación estuviera en un segundo piso y que ni siquiera hubiese tenido que esforzarse para subir terminó por asustarle más. No recordaba cómo lo había hecho, de repente solo estaba dentro.
Bien, lo tenía claro, nada de eso estaba pasando. No era más que un sueño, no podía ser más que un maldito y estúpido sueño.
De pronto, percibió un aroma que le atraía como a un indefenso metal y que le hizo incorporarse para buscar con urgencia a su alrededor. Necesitaba descubrir de qué se trataba. Consiguió la camiseta blanca que reposaba en el respaldo de la silla del escritorio y lo supo, no era solo la sangre la que le llamaba, era la de Jungkook, solo la de él, la deseaba, la anhelaba como a nada.
Tiró la prenda lejos, no quería hacerle daño a su mejor amigo, lo que sea menos eso, pero ¿cómo jodidos iba a controlarse? Si tan solo su fragancia le resultaba así de adictiva, su sabor debía ser el paraíso. Negó repetidas veces con la cabeza, no iba a lastimarlo, primero muerto.
Claro, si es que ya no lo estaba.
Decidió que debía hacer algo, por lo menos fingir que seguía siendo el mismo. Así que regresó al baño y lanzó una mirada recelosa al espejo, observando sus nuevos y odiados colmillos. Respiró hondo una, dos, tres veces, y cerró los ojos para intentar tranquilizarse, procurando borrar de su mente el olor de la sangre del azabache y hacer a un lado el recuerdo de la mujer que dejó tirada en el bosque. Haciendo el esfuerzo por despejarse de todo lo que le había sucedido desde que despertó ese día.
Quizá hubiese sido mejor no despertar.
Cuando se sentía un poco más tranquilo, suspiró una última vez y se atrevió a mirarse, llevándose la agradable sorpresa de no ver esos feos colmillos en el reflejo que le ofrecía el espejo. Quiso creer que todo había sido obra de su imaginación, pero por lo demás su apariencia seguía siendo la misma, incluyendo el extraño color de sus ojos.
Deslizó la lengua por sus dientes, confirmando que estaban tan parejos como siempre, y sintió que se quitaba un peso de encima, al menos eso sí lo podía controlar.
Se deshizo de la ropa sucia y ensangrentada para entrar a la ducha. Abrió la regadera, pero se quedó observándola con recelo desde cierta distancia, ¿y si su piel se quemaba en contacto con el agua? Lo había visto en varias películas, ¿los vampiros podían bañarse?
Se estremeció tras ese pensamiento, no quería ser un vampiro o lo que fuera, no quería pensar en sí mismo como eso. Y no era como que lo que él quisiera tuviera alguna importancia para ese punto, pero le iba a costar mucho aceptar que había dejado de ser el de antes. Sin embargo, ese no era el mayor de sus problemas, no tenía idea de cómo iba a reaccionar al ver a Jungkook.
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