Prólogo

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Cuando miraba las estrellas, a veces se sentía pequeña, otras veces tenía miedo, ante la gran magnitud del infinito del cual solo representaba una partícula de polvo, pero cuando iba a casa de su abuela, al verlo, sentía asombro.

Y de esta manera, las estrellas te guían en tu camino... ¿Me éstas escuchando Turmaline?

Claro — Con la vista en el cielo y su cuerpo recostado en el jardín, lo que menos pensaba era en recordar la línea completa de lo que recitaba su abuela, pero entendía el punto de ello.

Su abuela, una mujer sabía y que vivía en soledad por voluntad propia, era su más grande amiga; se sentaron juntas en el jardín, sin importarles el frío al tacto o la humedad que tenía.

Solo miraban las estrellas, mientras Cianita trataba de grabar sus enseñanzas en la pequeña, ella solo podía observar atentamente.

Te gusta el cosmos como a tu vieja, pero te quedaras ciega si sigues viéndolo así de fijo, niña.

Mentira, siempre lo ves y sigues bien, abuela.

La mujer mayor sonrió con resignación ante la respuesta, pellizcó levemente las mejillas ajenas ignorando los reproches infantiles, cuando se sentó en su lugar y miró a la pequeña sonrió con algo de tristeza.

Ya casi es tiempo de irte mi niña.

— ¿No volverás conmigo hoy tampoco? Algún día quiero vivir junto a ti — La pequeña dejo caer sus mechones blanco sobre sus mejillas para cubrir sus mejillas mojadas, lo que menos le gustaba de la noche era que, cuando amanecía, debía regresar a casa.

Fue acunada con cariño, sus cabellos fueron peinados con los dedos expertos hasta darle sueño.

Porque nuestro mundo es así pequeña, alguien tan buena como tú no debería estar mucho conmigo, mi magia podría afectarte.

¡Pero algunos en el pueblo usan magia y no tienen que vivir lejos como tú!

Cariño, la magia tiene muchas formas, la que usa tu abuela no es la mejor vista, invocar estrellas no es algo que gente del pueblo haga, ellos acuden a sus dioses, a sus plegarias, esa es la forma...

De hecho, ni ella misma creía ese montón de basura ¿Pero qué más decirle a una niña inocente? ¿Que la gente era hipócrita y temía a lo desconocido? No podía, solo le quedaba tratar de protegerla desde su hogar.

Algún día, quizás podremos estar juntas, cuando las brujas y los magos acepten sus diferencias podría cumplirse — Abrazó a la menor, cuando la tenía entre sus brazos de aquella manera parecía que el mundo era cálido y dulce, olvidaba la soledad y la tristeza, cuando la tenía entre sus brazos, el mundo parecía algo mejor para Cianita, besó la cabellera ajena mientras colocaba un pequeño broche de vidrio en forma de mariposa justo arriba de la oreja infantil - Esta será mi forma de siempre estar contigo.

Turmaline tocó el adorno y sonrió, emocionada ante el nuevo obsequio mientras su mirada se llenaba de asombro y cariño, no lograba entender del todo por qué no podían estar juntas, pero sabía a qué se refería.

Algún día yo también aprenderé magia negra y así estaremos juntas — Con la sonrisa sincera y la ilusión infantil la mayor se aterró, tapó su boca con ambas manos y miró que nadie hubiera escuchado.

No digas eso, nunca, nunca más — El abrazo se volvió apretado y con miedo, cuando la menor lo sintió dejó de insistir y solo escuchó a su abuela sollozar.

Cianita temía por su nieta, que su admiración por ella la llevar a vivir como bruja, no quería eso para la menor. La magia negra no era lo que una familia buscara para sus pequeños.

La pequeña cerró los ojos algo arrepentida, los términos magia "blanca y negra" estaban en boca de todos, pero de alguna manera los que practicaban la segunda vivían lejos ¿Por eso se preocupaba su abuela? Ella no le veía mucho chiste a la blanca.

Escuché que uno de los príncipes tienen preferencia por la magia negra, quizá si él es el rey cuando seamos grandes... — Escondió su rostro entre las telas de la ropa de la mayor, sin ánimos de rendirse en su cometido, pero la mujer le acarició el cabello en silencio.

Todos sabían que, cuando aquellos niños crecieran y el trono estuviera solo, la peor tragedia para el reino se vendría, incluso ella que no era una poderosa bruja lo sabía.

El señor Diamante no permitirá que las cosas cambien, y eso es lo mejor pequeña.

El abrazo continuó en silenció, sin ánimos de despedirse, mientras los soldados de dorada armadura se acercaban con respeto. Cuando la niña se durmió, uno de ellos la cargó entre brazos dispuesto a llevársela.

Debería alejarse señora, con todo respeto, su compañía no le hará bien a la menor, debe aceptarlo...

No existe ninguna Ley que dicte que está mal estar con alguien como yo, solo sus juicios erróneos y discriminativos, ¿No es así querido Yerno? Si tu preocupación es que le enseñe magia, no le enseñó, solo convivo con mi nieta, por lo que deberías dejar de juzgarme.

El estoico guarida no respondió, apretó a su hija contra el pecho de su armadura y dio la media vuelta para irse. Cianita frunció el ceño ofendida y dolida por lo dicho. Aun así, cuando se iban con la pequeña en brazos, Cianita sintió en su corazón que en verdad era lo mejor, no quería vivir junto a su nieta, rogaba a las estrellas le dieran un mejor camino en la vida.

En un mundo donde la magia negra y la blanca chocaban, el destino de los que se guiaban por las estrellas era la soledad, el desprecio y las miradas y burlas en sus espaldas. Ella había elegido ese camino, pero no lo deseaba para una niña tan dulce como Turmaline.

Detestaba al esposo de su hija, pero, era mejor un caballero de la guardia que una bruja para cuidar a la menor, era lo ideal, estaba segura...

Con los párpados adormilados y algo de frío, cuando miró a su abuela a lo lejos, Turmaline solo atinó a despedirse con un ademán de manos, esperando ansiosamente que su padre le volviera a traer la semana siguiente.

A lo lejos, en lo más alto de las colinas se asomaba el castillo imperial, Turmaline rogaba porque algún día, las despedidas se acabarán, pero solo aquellos en ese lugar tenían el poder de ello.

***

Los mechones siempre se le enredaban en las mañanas, era una faena solo peinarse por lo que después de cepillarse solo colocaba la mariposa de cristal sobre su oreja y se consideraba lista.

Cerró la puerta y las 6 cerraduras de esta ¿Había clavado las ventanas antes de salir? Ah, sí, entonces todo estaba seguro. Caminó un par de pasos colocándose la capa morada oscuro, esquivando de vez en cuando los platos que salían volando de la casa de los vecinos. La calle era muy ruidosa desde temprano, desde el chasquido de las maquinas al crujir en la vieja fábrica hasta los gritos inconformes de la tienda de costura de la calle de alado resonaban por todo el lugar. Sonrió divertida ante el hecho, esquivando a una que otra persona, ocultando sus mechones en la capa para no atorarse en ningún lado. Llegó a la salida del callejón, cuando vio a los sujetos en el piso chasqueó la lengua ¡Acababa de bolear sus zapatos! Como odiaba cuando había peleas frente al bar de la vuelta, quedaba todo sucio y las manchas rojas en sus medias no se quitaban después.

Suspiró resignada, ignorando el desastre caminando a brinquitos entre las personas para seguir avanzando, de su mochila sacó el papel que había encontrado en la mesa esa mañana, checo lo escrito en este, su compañero de cuarto había encontrado un trabajo bastante fructífero y por ello se había adelantado, pero debían verse en... ¿el bar de la Señorita Luna?

— En Marllela Blanca... ¿Es en serio?

Tendría que correr para tomar el paso principal antes de que cerraran el cruce de la hora.

Cuando era pequeña, Turmaline soñaba vivir en un lugar donde no hubiera diferencias por usar magia negra. Así que teóricamente, vivía en su sueño dorado ¿Pero por qué era tan caótico?

Cuando el antiguo Emperador de Marllela falleció, el trono había quedado en disputa entre sus dos hijos, pero tal y como había predicho su abuela, el gran magistrado Diamante, amigo íntimo del Rey y uno de los líderes de la corte había abogado por la paz.

Marllela se dividió, sin disputas públicas ni guerras, el gran imperio se volvió en Marllela Luminosa y Marllela Oscura.

Vulgarmente les decían "Marllela Blanca y Marllela Negra" Ambos nombres describían perfectamente el cómo se rigió el imperio desde entonces.

Marllela blanca prosperaba, gobernaba con justicia y bondad usando magia blanca. Marllela negra crecía, en poder y miedo de sus enemigos mientras la magia negra era su fuerte.

Y luego estaba su hogar, Marllela Media, el pueblucho en medio de ambas donde el caos, injusticia y supervivencia era todo lo que había.

Siempre había admirado la magia, cuando mostró tener aptitud se alegró profundamente, solo que... No fue como sus padres, quienes se instalaron en Marllela blanca, esperaron, no se convirtió en una maga blanca admirada por todos, ni en alguien de la guardia real como su padre; su aptitud mágica fue más a las estrellas, por lo que terminó con ese título.

Bruja, una que no podía vivir en Marllela blanca con su familia sin discriminación.

Así es como había terminado viviendo en Marllela Media, viviendo por su cuenta y trabajando en lo que pudiera junto a su compañero de casa y mejor amigo.

Ambos tenían sus circunstancias, ambos tenían que vivir sin ayuda de nadie y por simples causalidades habían terminado alquilando un pequeño cuarto para ambos y siendo como familia.

— ¡Por favor, esperen!

El paso entre las Marllelas no estaba prohibido, pero había un estricto régimen de acceso donde cada 2 horas se permitía entrar después de una estrecha revisión. Los soldados le miraron con fastidio pero había llegado justo a tiempo para el corte.

La próxima abertura de puertas sería en 2 horas, no podía esperar tanto, le fueron confiscados los pocos artículos mágicos negros que traía encima y tras un chequeo de salud rápido la dejaron pasar.

La magia negra estaba prohibida en Marllela blanca, aunque no les permitían ingresar con sus cosas podían recogerlos en la salida. Se encaminó hasta el lugar indicado por su compañero ignorando las miradas de lástima y desprecio salidas de sus medias salpicadas en rojo y la tierra en sus zapatos.

Marllela blanca era una ciudad de ensueño, parecía una tierra santa pintada en blanco y plata donde la violencia estaba fuertemente castigada y todo lo que se podía respirar era un aroma dulce. Ella claramente no encajaba del todo, pero, tenía libre albedrío de adonde quisiera dirigir sus pies.

Después de todo, seguía siendo parte de Marllela.

Era muy notable su destino, el llamativo letrero en rosa chillón y las paredes adornadas con listones eran demasiado notorios como para pasar por desapercibido aquel lugar. El aroma a licor dulce de manzana y el color blanco brillante de la puerta dejaba muy mala impresión de lo que realmente era ese lugar.

El bar de Luna era uno de los pocos lugares donde no había una diferencia clara de los lados, era refinado pero muy extraño por lo que la mayoría de gente de estatus no iba, y donde no importaba que entraras con la capucha cubriéndote hasta las orejas, Luna seguía recibiéndote con una sonrisa.

— Buenos días — La mujer de rostro amable, falda corta y el cabello hecho un desastre de risos rubios era Luna, una alegre mujer joven que sacaba el bar sola y trataba a todos como su familia.

En realidad ella no la toleraba, no podía con tanta luz en una sola persona por lo que Turmaline solo sonreía y caminaba directamente a su destino evitando a toda costa una conversación.

— Gracias por citarme tan lejos Jaspe.

— Oye, el turismo es bueno de vez en cuando preciosa.

En la mesa más a la luz, su compañero de casa y mejor amigo ya disfrutaba una bebida fría, y por los vasos vacíos a su lado, quizás un par de helados. Jaspe no era tan malo a la vista, tenía los cabellos castaños largos y rebeldes atados en una coleta y sus ojos de un color morado claro eran llamativos, gracias a ello Luna siempre terminaba atendiendo le sin pedirle el pago después.

— Eres... Ah, no discutiré, le pagaré a Luna al salir.

— Vamos, es un pequeño obsequio de su parte, además, con este trabajo podemos traerle algo bonito... Aunque dudo que quieras aceptar — Cuando se recargó de manera vaga en la mesa mirándole como si se disculpara burlonamente y le extendió el papel de solicitud tuvo un mal presentimiento.

Pero, de forma tranquila sacó la nota del sobre amarillo leyendo rápidamente, primero pensó que era una broma y le miró divertida, luego leyó con más detenimiento, repasó las palabras una y otra vez hasta que su mente se quedó en blanco y término por mirarle con ingenuidad mientras su sonrisa se esfumaba un poco.

— Bueno... — Miró a su compañero con duda, chasqueando levemente la lengua leyendo una última vez mientras los rulos blancos volvían a caer en su rostro, el trabajo ofrecido tenía una recompensa de lo más extravagante, es más, era demasiado buena para ser verdad; pero la dificultad era tan grande como ella, de hecho, hasta se podría considerar un buen chiste. Jaspe era un caballero sin título, pero con los estudios pertinentes y tenía habilidades únicas, ella misma podía usar algunos hechizos básicos bastante útiles y tenía algunos trucos bajo la manga por si algo salía mal.

Quizás podían tomarse el riesgo, tal vez iría todo bien y no tendrían problemas de dinero un tiempo, o podría salir fatal y no tener que preocuparse por dinero ya que estarían con los muertos. Turmaline sacó una pequeña risa divertida mientras pensaba, pensar muy a futuro realmente no era lo suyo y al ver la mirada confundida de Jaspe supo que tampoco lo era de él.

— Bien, dicen que vivir con miedo es como vivir a medias, así que ¿Por qué no? — Sonrió confiada mientras estrechaba la mano ajena con ímpetu y Jaspe emocionado se levantaba de su asiento, sonriendo tan confiado y socarrón como cuando ganaba un premio.

Cuando Jaspe termino su bebida, y habiendo dejando el dinero en la mesa, se dispusieron a partir no pensando mucho en la despedida de Luna. Ellos preferían un "Adiós" a un "Nos vemos pronto"

En Marllela, era difícil poder asegurar poder volver a un mismo lugar, más para ellos.

Después de todo, una bruja dedicada a las estrellas tenía muchos caminos por delante, y si su compañero de aventuras era un caballero, solo aumentaba las posibilidades.

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