21 ── P.M
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Con la primavera entrante, la nieve derritiéndose y los parques atiborrados, tomo conciencia de que haber presentado a Bucky y Holly pudo haber sido la mejor y la peor cosa que pude hacer. Solo coincidimos los tres un par de veces, pero todas esas ocasiones me orillaban a esconderme en la cocina cuando Holly se emocionaba contándole los detalles de cuan buena yo soy y lo mucho que mi vecino tenía que cuidarme.
Es bochornoso a niveles cósmicos. Y, aun así, en el fondo, amo toda esa dinámica.
Pero nada me prepara para ese día a finales de marzo. Bucky se aparece en mi puerta con bolsas de comestibles y una flor aplastada bajo su brazo. Luchando por ocultar mi sonrisa le ayudo a pasar. Cuestionándole por la cantidad de cosas que trajo, acaba por explicarme la razón de aparecer mucho más temprano de la usual.
—Estaba pensando en esa vez que le regalaste mi tarta a tu amigo y se me ocurrió que podríamos hornear algo de nuevo.
—¿Darle tu tarta a Jesse? —Lo pico con diversión, él pone cara de pocos amigos—. Y yo no le di la tarta, tú te esfumaste y alguien más aprovechó mis dotes culinarias.
—Y yo aquí creyendo que era especial —Se lleva una mano al pecho con fingido dolor.
—No te creas gran cosa —Bufo pasándole un par de huevos, él los quiebra en el bol ya familiarizado con la manera en que me muevo en la cocina—. Yori es un comensal mejor que tú, él no teme a criticar mi comida.
—Eso es porque para mí todo lo que cocinas sabe bien, muñeca.
No le digno una respuesta porque sé que está sonriendo de esa manera odiosa que me pone de los nervios. Para colmo, la cocina se siente diminuta con tan poco espacio entre los dos. Hago uso de toda mi fuerza para actuar con naturalidad cada vez que la piel desnuda de mis brazos me delata erizándose.
¿Acaso estaba chocando conmigo a propósito?
A duras penas terminamos la tarta, Bucky me despacha porque jura que hará un buen trabajo con la decoración. Se encamina hasta mí con una tarta con la crema mal embarrada, un "Feliz cumpleaños" chueco y un par de velas que forman el número 23. Es el pastel más desordenado y bonito que he visto.
Estoy sin palabras.
—Holly me dijo hoy temprano que tu cumpleaños fue en diciembre —Esbozó una pequeña sonrisa, yo todavía no procesaba que decir—. Puede ser tarde para un cumpleaños, pero no para un pastel. El próximo año será mejor.
—¿El próximo año?
—Claro, ¿por qué luces tan sorprendida? —Bueno, porque eso se me ha salido sin pensar. Él deja el postre en la mesita—. ¿Es demasiado lo de las velas? Ni siquiera sabía que existían unas con fuegos artificiales.
¿Qué?
—No, no es demasiado —Me muerdo el labio con indecisión—. Es muy dulce que hayas pensado en esto.
—Es solo un pastel.
No, no lo es.
Soplo las velitas y hablo de todo corazón cuando le digo: —Después de muchos años no creo, no tengo nada más que desear, por primera vez.
—¿Ni una sola cosa?
—Hay un par. —Comienzo a partir el pastel—. Pero son cosas que puedo lograr por mí misma con algo de trabajo.
Devoramos el postre dejando apenas un par de rebanadas para compartir. Mientras tanto, Bucky me ilustra narrando muy campante varias de sus aventuras de juventud. Explica como lograron ver películas que en ese entonces solo podían darse el lujo personas adineradas.
—Nuestro amigo Arnie era muy bueno abriendo puertas, su madre era aterradora y muy fuerte por años de amasar pan, creo que gracias a ello nunca se tentó a robar —Sonríe recordando algo—. La puerta por la que entraba el personal fue pan comido para él, cuando ya estaba oscura la sala nos sentábamos con Steve en la última fila, usábamos nuestras mejores ropas para engañar a alguien si nos pillaba.
El mundo entero está tan equivocado sobre los superhéroes que idolatra. Yo misma, no hace demasiado tiempo los veía como el resto. El Steve Rogers de Bucky es tan diferente a ese hombre blanco del que la nación se siente tan orgulloso, fue un busca pleitos, defensor incorregible de la justicia y sin lugar a duda, su mejor amigo en todo el mundo.
Tomo con aprecio y un deje de tristeza todo lo que me cuenta.
Pienso en las personas que ahora lloran a Stark y a la Viuda Negra, dos grandes que se sacrificaron para traer a nuestros seres queridos de vuelta. No debe ser fácil para todos aquellos que conocieron a los humanos debajo el traje, verlos en cada esquina y sufrir el recordatorio de su ausencia.
Es bien entrada la noche, estamos relajados en el sofá lo suficiente para que, alentada por sus historias, termine contándole algunas travesuras que hice en la secundaria, como la vez que empecé un negocio ilícito de galletas durante la clase de inglés, tanto fue el éxito que mi amor platónico del momento me hizo un pedido para otra chica que planeaba invitar al baile.
—Qué chico tan idiota.
—Sí, claro —bufo, sin creérmelo—. Me vas a decir que a ti no te gustan las chicas lindas.
—No he dicho eso. Pero no entiendo lo que quieres decir, tú eres hermosa.
—¿Piensas que soy hermosa?
Mis ojos me traicionan y bajan hasta sus labios, una sonrisa de medio lado de forma en esa boca tentadora.
—Por supuesto —Su sonrisa se ensancha—. Dudo que alguna vez no hayas sido hermosa.
—Debiste verme con la ortodoncia —bromeo sin poder despegar mis ojos de su rostro.
Pero él no se ríe. Inclina la cabeza hacia un lado y entrecierra sus ojos, me muerdo el labio con mi cabeza hecha un caos, sin tener una idea de qué más agregar. No sé en qué está pesando mientras ve mi rostro y ya siento calor sobre mis mejillas. No hay duda que puede ver lo desestabilizada que me encuentro por su cercanía, me despojo de mis inhibiciones y para que vea lo que se siente, llevo una de mis manos hasta su cara.
La reacción surge de inmediato, sus ojos se abren por completo, dejándome vislumbrar entero ese mar de azules. Dejo que la punta de mis dedos se deslice desde su pómulo hasta su mandíbula. Un suspiro se escapa de esa boca roja.
Bucky se estira hasta sentarse de nuevo y estoy retirando mi mano cuando él mueve suavemente mi mano para que descansara sobre su mandíbula una vez más, todavía la suya cubre la mía más pequeña.
—Bucky —susurro, tan bajo que, si no estuviéramos total y absolutamente enfocados el uno en el otro, habría pasado desapercibido.
—Dannika, yo...—responde asombrado y sin aliento. Su cabeza se sacude levemente hacia adelante de nuevo, sus cejas se forman en un ceño fruncido, como si Bucky ni siquiera se hubiera dado cuenta de que se estaba inclinando hasta mí, y se relamió los labios—. ¿Puedo...?
Debe ser la vulnerabilidad que exuda de mi cuerpo o la imagen enloquecedoramente apetecible del hombre frente a mí, pero mi voz cuando hablo a continuación sale como un quejido.
—¿Vas a besarme o no?
Mis palabras funcionan porque la incertidumbre abandona sus ojos y se vuelven de acero azul, percibo el leve frío de su mano de metal en mi rostro y luego sus labios contra los míos. Todo es suave, cálido, gentil e inseguro al principio. Pero es todo lo que he querido por mucho tiempo, las mariposas hacen una erupción en mi estómago que eclipsa la manera en que sienten sus ligeros toques en mi rodilla, sus manos en mis hombros y sus ligeros abrazos.
El calor de nuestros cuerpos nos aleja del eterno invierno que hemos vivido por mucho tiempo.
Mi mano baja hasta la nuca de Bucky y mis uñas rascan la piel ahí, un jadeo sale de sus labios y el calor se transforma en fuego cuando una de las firmes manos de Bucky baja hasta mi cintura y tira de mí. Con su cuerpo contra el mío se siente como si estuviera en llamas, y es increíble. Todo rastro de duda ha desaparecido de la mano de mi timidez.
Bucky exhala contra mi boca en aprobación, sin estar segura de que hacer con mis manos, así que opto por atraerlo a mí. Nos besamos descuidados, desordenados y yo me dejo desarmarme en sus fuertes brazos.
Pierdo toda concepción del tiempo hasta que Bucky se aparta un poco, dejándonos jadear en la boca del otro por un rato. Con nuestras frentes juntas y miro a Bucky, por la tenue luz de la cocina, me percato de su ceño fruncido.
—¿Qué pasa? —pregunto, con una preocupación genuina en mi voz.
¿He hecho mal?
—Yo... —Me da satisfacción verlo tomarse su tiempo para de convertir sus pensamientos en oraciones coherentes, se chupa el labio inferior y el fuego en mi cuerpo se aviva sabiendo que yo soy responsable de que su boca luzca así. Después de varios intentos fallidos, Bucky resopla y suelta: —Siento muchas cosas por ti.
—¿Qué tipo de cosas? —pregunto con un hilo de voz. Porque necesito saberlo.
—El tipo de cosas que olvidé que podía sentir. Cosas que no debería sentir por una amiga, menos una que ha sido tan buena conmigo.
Oh no. No vas a empezar con esto.
Me niego a aceptar este discurso de pena.
—¿Estás diciendo que te gusto? —Inquiero directamente.
—¿No es eso evidente? —Se ríe entre diente y mira hacia la ventana como si admitirlo le diera vergüenza—. Me tienes a tus pies, muñeca.
Hay mucho que quisiera decir, pero siempre he sido una mujer de acciones, así que me inclino a ser fiel a mí misma. Muevo mis manos hacia los rizos para tirar de la camisa negra de Bucky hacia otro beso. Esta vez el agarre de él es firme cuando recorre mi espalda con sus manos y devora mi boca. Sin querer acabo gimiendo cuando su mano de metal toca la piel expuesta por mi camisa en mi espalda baja.
Sus ojos se disparan hasta los míos.
—Calla, tu brazo está frío —Hago gesto de empujarlo y acabo recibiendo un beso a cambio—. Espera, —un beso más—. Bucky, escúchame.
—¿Qué? —A regañadientes deja mis labios y en lugar de eso me besa el cuello. Busco profundo en mi cabeza lo que iba a decir.
—Sobre lo que dijiste, tus... tus... Sentimientos.
—Creo que deberías pensar las cosas —Seguido de eso se levanta del sofá como si nada.
La noche se siente ahora más fría que nunca.
—¿De qué estás hablando?
—Sobre todo lo que ha pasado, sobre lo que te dije y todas las cosas que todavía no te he dicho.
—Bucky...
—Piensa las cosas, Dannika.
No tenga nada que pensar. Me gusta quien es hoy, quien fue ayer no hace diferencia. Pero sé que no va a escucharme y no puedo empujarlo a hablar o hacer algo que no quiere.
—¿Entonces te vas? —Odio la forma en que mi voz suena como una niña abandonada, para colmo, siento que mis ojos me arden y me niego ver hacia arriba.
—No, no —Se arrodilla frente a mí con remordimiento evidente—. No es que no quiera todo esto, pero aparte de ti, estoy prácticamente solo. Y el tipo de vida que llevo y las cosas que hice no son seguras. Por eso necesito que medites las cosas.
Es honesto y suplicante al decir todo aquello.
—De acuerdo. Voy a pensar las cosas esta noche.
—Y mañana podemos desayunar juntos y hablar.
—No vamos a desayunar pastel, Bucky. Te lo advierto.
Él se ríe y me besa la frente.
—Háblame de la repostería que deseas abrir algún día.
Una breve charla y unos cuantos besos lánguidos en el sofá después, se marcha, con la promesa de que mañana vendría a una hora decente por la mañana, para un digno desayuno-almuerzo que nos permitiera hablar.
Me voy a dormir con el corazón desbocado y una sonrisa que podría hacer sombra al Times Square. No tenía duda que a la mañana siguiente Bucky y yo llegaríamos a algo bueno para los dos, fuese un romance o una amistad, lo que fuera, estaríamos bien.
Pero como pasa en la vida real, el encanto se rompe al salir el sol. Como no tengo un televisor y mis mañanas son perezosas, es hasta varias horas después de que me entero de que internet está colapsando por la noticia "John Walker nombrado Capitán América".
Oh no.
¿Quién demonios es John Walker?
Todavía con mi pijama, dejo tirada una de mis pantuflas a mitad del pasillo y cojo las llaves de emergencia que me dio Bucky. No me molesto en gritar o tocar a su puerta, igual es inútil porque no hay nadie en el departamento, el único signo de su presencia es el televisor encendido con las noticias y una manta en el piso.
¿Dónde has ido Bucky?
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NOTA DE AUTOR:
ENHORABUENAAAA BESUQUEO DEL BUENO <3 ¿Se esperaban eso? ¿Les gustó?
Batallé, sin exagerar, por dos semanas editando este capítulo porque no me acaba de gustar. Así que deseo de todo corazón que haya cumplido sus expectativas. Ya sabemos que Dannika y Bucky no son del tipo que se besa y ennovia así sin más.
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