17 ── P.M.
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En el mundo existen personas con mucha suerte, como ese tipo de adolescentes que nunca le daban más de una leída a sus libros de texto y sacaban un sobresaliente, aun si la daban la mínima importancia a la escuela. O ese horrible tipo de persona que, pese a obrar mal y acaba librándola y saliéndose con la suya. También entra en esta categoría esa parte de la población que nunca tuvo un brote sorpresa en su cara el día de la foto de su carnet.
Tengo que aclarar que no soy una de esas personas.
Es por eso que cuando salgo de mi habitación, tropezando con mis pies, me encuentro con un Bucky petrificado con medio cuerpo dentro de mi piso. Oh mierda.
—¡Él es...! ¡Él es...! —repite Holly con los ojos abiertos mientras apunta con su dedo a mi vecino.
Bucky se ve listo para salir corriendo.
—Ella no va a decir nada —Le doy la espalda a la rubia estupefacta para tranquilizar a Bucky—. Te lo prometo.
—¡Oh, Dios mío, Danni!
Me masajeo las sienes buscando dentro de mí la manera de proceder, la pequeña Charlotte decide tomar la iniciativa y da rienda suelta ladrando.
—¡No, no! ¡Cállate! —La pequeña bestia me ignora por estarle ladrando a Bucky—. ¡Holly calla a tu perro!
—¿Es esto lo que has estado ocultando...?
—¡Holly, enfócate! —Estoy gritando a este punto—. Están prohibidas las mascotas en el edificio. ¿Quieres que me corran?
Eso parece sacarla de un estupor, pero cuando se agacha, la perrita ya está ocupada comiendo un puñado de croquetas de la mano de Bucky.
¿De dónde sacó las...? Oh, es verdad. Hoy tocaba alimentar a los gatos de la zona. Una burbujeante emoción me invade al considerar la manera en que Bucky y yo ya tenemos algún tipo de cronograma.
Con mis demás amigos es difícil hacer planes, pues todos somos en cierto punto esclavos de nuestros trabajos y ni siquiera vivimos cerca aún en la misma ciudad, es solo por eso que mis actividades con él son especiales.
—¡Oh Dannika! ¡Bucky Barnes está alimentando a Lottie! —chilla Holly a mi lado en lo que ella debe creer es voz baja, pero sé que Bucky la escucha perfectamente por la sonrisa de medio lado que tiene en su tonto rostro presumido—. ¿Puedes creerlo?
A este punto es imposible mentir, así que me lo tomo con humor.
—No, increíble. ¿De dónde habrá salido tal fósil?
—¡Dannika!
Holly luce escandalizada, pero Bucky rompe en una carcajada.
—Nada de respeto por la propiedad nacional, ¿no es así? —murmura él por lo bajo una vez que me le acerco.
—Calla, esto pasa porque nunca avisas cuando vas a llegar.
—¿Acaso respondes tu teléfono?
—¿Sabes siquiera usar el tuyo?
Holly, que al fin se ha calmado. Está callada con una expresión que no estoy segura de querer comprender.
—Ustedes dos son...—Sus cálidos ojos se mueven entre él y yo.
Voy a detener su tren de ideas antes de que comience a fantasear.
—Vecinos —Bucky habla primero que yo y le doy una mirada fría que debe decir mucho porque se aclara la garganta. ¿Vecinos? ¿Después de que ha comido en casi toda la vajilla y platería que tengo? No es que sea mucho, pero no me ves alimentando a todo el edificio como a él. Somos amigos, como mínimo—. Perdón, somos amigos.
—Soy Holly Davis en ese caso —Mi amiga le sonríe como si nada, le tiende la mano izquierda, que es la dominante para mi amiga, recibo un golpe de orgullo al ver a Bucky saludarla con su mano de metal casi sin titubear—. Me hace tan feliz que Danni tenga nuevos amigos, espero que podamos llevarnos bien sargento. ¿Sigue siendo un sargento? ¿O debería llamarlo de otra forma?
Mi vecino parece al borde de un síncope hasta que sonríe avergonzado.
—James está bien —dice él—. Creo que el título aún está activo, pero no importa, puedes tutearme.
—Tutéalo o empezará a sentirse viejo—Me río un poco, antes de ponerme seria—. Holly, nadie puede saber que él vive aquí. ¿Lo entiendes?
—Es por eso que has estado actuando sospechosa. Estoy casi decepcionada, ¡no me malentiendas James! —Aclara ella con un mohín en sus labios—. Pero por un segundo pensé que estaba saliendo con alguien a escondidas.
El muy traidor se ríe.
Tengo esperanzan de que la conversación muera ahí con la dignidad que me queda, pero de nuevo con la suerte que tengo, Holly le pregunta a Bucky la razón de cargar croquetas consigo y una vez que él le habla de los gatos callejeros del vecindario, acepto mi derrota porque sé que ella ahora no lo va a dejar irse.
Entre ensayos horneando y charlas nocturnas, San Valentín toca nuestras puertas. Y puedo asegurar, nunca comprendí muy bien de que iba el consumismo hasta hoy. Holly y yo habíamos hecho casi doscientas mini tartas y cupcakes para vender, a todas esas pobres almas flechadas por cupido. El éxito se debía en gran parte a la publicidad gratuita de Alicia en redes sociales, cosa que agradecemos de corazón y prometimos remunerar, más ella lo rechazo como su apoyo a lo que podría ser, en su momento, el inicio de nuestro propio negocio.
La idea me gustaba cada vez más a medida lo pensaba, pero requiere una inversión que no tenemos hasta ahora.
Por ahora descansaré y gozaré de una buena parte de las ganancias. Hay unas botas que llevan semanas coqueteándome desde la vitrina.
—Dice Jesse que ya dejaron el último pedido y vienen en camino —Informa Holly.
Esa era otra cosa, Jesse y su primo nos echaron una mano con las entregas a domicilio, no aceptando más que el pago por la gasolina.
—Podría besarlos, te lo juro.
—No se te ocurra decirle eso a Jesse —responde rápidamente mi amiga—. Luego se ilusiona.
—¡Pero estoy bromeando!
—¡Exacto Danni! —Me avienta el trapo con el que ha estado fregando la isla en los últimos minutos—. Voy a terminar de recoger los moldes, dúchate tu primero.
—No vas a limpiar la cocina sola —le digo yo sin moverme del suelo, donde descanso después de todo el día de pie cocinando y decorando los postres.
—Solo los voy a recoger, tú hueles peor que yo y los muchachos traen comida. ¡Vamos!
—A los hombres les gustan las cosas dulces.
—No embarradas en la piel de una mujer.
—Creo que depende del contexto, Holly. Ya sabes si...
—¡Dannika!
Me meto en la ducha riéndome, con la imagen mental de esa rubia, con las mejillas del color rosa chillón de la tinta comestible que usamos.
Me siento como una mujer nueva vistiendo el primer par de pantalones deportivos limpios en mi armario, cojo una camisa que debe haber sido de Robert y recibo a mis invitados haciéndole relevo a Holly mientras ella se quita la crema y betún secos de encima.
—Trajimos comida china —Es lo primero que dice Jesse y como si esperara el anuncio, mi estómago gruñe, lo que se saca una carcajada—. ¿Qué fue eso? ¿Se te dañó una tubería?
—Calla, idiota.
Debido a que tiene la boca llena de fideos, Mark me saluda con la mano que no tiene ocupada. No hace mucho lo conozco, pero encaja bastante bien con nosotros, abierto a las bromas entre Jesse, Alicia y yo, pero más suave con Holly. Su padrino es el propietario de la florería en la que trabajan mis amigos y hace una jornada a medio tiempo para costearse lo que su beca universitaria no cumple.
—Compramos vino con la propina que nos dieron, Holly dijo que estaba bien, pero como es también tu dinero.
—No hay problema, Mark —sonrío agradecida, feliz de haberme dado un baño y ahora tener al fin algo de comida real en el estómago—. ¿Qué vino compraron?
—Eh —Mark mira a Jesse buscando una respuesta—. Ni idea.
—Del barato que ajustaba con lo que teníamos —concluye Jesse.
Bueno, eso me sirve.
Sin esperar más comienza a servir el vino en tazas. Mi teléfono suena un par de veces y aunque le pido que me lo pase a Jesse, negándome a levantarme en lo que resta de la noche, se toma su tiempo de leer la pantalla.
—¿Quién es el viejo James?
Le arrebato el aparato de las manos.
—¡Eh, eso no te importa!
Holly, que justo va entrando, vestida también con una camiseta vieja de mi hermano, comparte una mirada rápida conmigo. Claro que sabe quién es, yo misma le he pasado el contacto por WhatsApp una vez que Bucky me dio su aprobación para hacer tal cosa.
—¿Es alguno de los viejitos del edificio? —escucho a Jesse preguntar. Pero no le doy importancia, desbloqueo mi teléfono para ver el contenido de los mensajes.
No logro tragarme un bufido divertido por los mensajes, en consecuencia capto la mirada divertida de Holly encima de la conversación que sostienen los tres. Por un segundo me siento tentada a despacharlos con alguna excusa, idea que desecho enseguida al percatarme de lo horrible que es. Holly ha trabajado todo el día conmigo y los muchachos nos han ayudado desinteresadamente, no puedo hacer esto.
Pero menos quiero todavía decirle que no a Bucky.
Ojalá pudiera conocer a los demás y no esconderlo como si me avergonzara de él o algo por el estilo.
Tal vez si les digo que el señor Nakajima necesita ayuda con algo. No, Holly querría ayudar. Y si le digo la verdadera razón de escabullirme, nunca me dejaría en paz.
Un par de ideas más se me cruzan por la cabeza, cada una más descabellada y penosa que la otra. Insegura, me inclino por bloquear de nuevo el teléfono, dejo a Bucky colgado esperando mi respuesta.
Los golpes violentos que suenan en mi puerta nos inquietan a los cuatro. De tirón, Jesse, como buen valiente, se levanta para echar un vistazo por la mirilla. Otra vez golpean la puerta y esta vez un sollozo se le une.
—¿Alicia?
Por si hemos escuchado mal a Jesse, no vacila al abrir la puerta. Nos levantamos todos intrigados. Un atisbo de cabello pelirrojo enmarañado y maquillaje corrido, es lo que alcanzo a ver antes de que me atrape en un abrazo que me obliga a sostenerla.
—Alicia, ¿estás bien? —Holly ya está a mi lado con voz suave y su mano acariciando la espalda de mi amiga que se desmorona en llanto—. Tienes que decirnos algo.
—¿Te hizo algo Sean? —pregunta Jesse directo, su voz endurecida como nunca la he escuchado antes.
Ante la mención, Alicia llora todavía más fuerte.
—¿Debo llamar a la policía? —murmura Mark, pero nadie la responde.
Media hora después nos enteramos de todo. Alicia ha atrapado a Sean con otra mujer, yo misma me encargo de maldecirlo en nombre de los cuatro y Holly luce profundamente triste mientras acaricia el cabello de Alicia que descansa su cabeza en su regazo. Jesse ofrece atropellarlo con la camioneta de la florería y Mark le promete que encontrará algo mejor.
Hasta que se han ido los muchachos y las chicas están bien dormidas en mi cama, me acuerdo de nuevo de Bucky.
Le escribo un mensaje casi con la certeza de que está despierto. Unos segundos después me cae una llamada y me apresuro hasta la cocina para contestarle con el corazón latiéndome por la pequeña carrera para no despertar a las chicas.
—Hola Dannika —Escucho su voz.
Es extraño, creo que nunca hemos hablado por llamada antes.
—Hola, Bucky. Lamento no responderte antes.
—¿Pasó algo? ¿Estás bien?
Eso da lugar a que le cuente mi día, así nuestra primera llamada dura tres horas y diez minutos.
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NOTA DE AUTOR:
Dannika no pasó San Valentín viendo pelis con Bucky, muy triste. Pero al menos es una buena amiga. ¿Extrañaron leer sobre mis chicas? ¿Les ha gustado cómo reaccionaron Bucky y Holly a todo?
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