1| UNO : SOL
Los días soleados eran, sin duda, sus favoritos, el fresco olor del pasto y la cálida brisa de los rayos del sol bañando su cuerpo gentilmente.
No tenía problemas con aquella estrella como la mayoría de personas, pues estaba acostumbrado: años en el campo lo habían ayudado a amar lo que muchos detestaban por las gruesas gotas de sudor y el cansancio mareante debido a la fuerza proyectada. No era tan fuerte, pero comprendía porque para los demás era así.
Tanto tiempo encerrados en burbujas de contaminación y luces artificiales había atrofiado un poco la resistencia de sus cuerpos.
Y ahora se encontraba ahí, en la misma jaula de la que buscaba escapar, el ruido lo mareaba y el constante golpe retumbante de los motores lo ponía nervioso y ansioso, ¿qué haría? Quería irse, pero no podía, sus padres habían decidido que sería mejor así. Su vida escolar parecía ya no tener remedio en el pueblo de la granja en donde vivían, demasiadas lluvias y tormentas inesperadas habían deshecho la resistencia de la madera unida con fango y tierra.
La mejor opción para su futuro había sido enviarlo a la ciudad más cercana, con su tía, Karin. Y tras ello había acabado aquí después de un largo y aburrido viaje, en el que se despedía de sus padres y amigos, del campo que amaba, terminando con dos maletas y un fuerte dolor de cabeza debido al cambio en el clima y el ambiente: en la ciudad parecían ir rápido, muy rápido. No estaba acostumbrado.
A ello que no supiera cómo diablos había terminado en medio de un taxi y un trailer enorme que casi lo atropellaba, con montón de claxons soñando a su alrededor y gente gritando, personas grabando, cuchicheando, pasando a su lado riendo. Algunos habían intentado hacerlo moverse, pero él no podía, el sudor frío recorriendo su cuerpo y la ansiedad no se lo permitían. Seguro se veía como un tonto, el mayor de ellos.
—¡Hazte a un lado, cara bonita! —el hombre que iba sentado en el asiento del conductor de aquel trailer parecía haberse estresado debido a su segundo intento para ponerse en marcha.
Marck lo miró perdido, cual servatillo frente al peligro, jadeando asustado al intentar moverse pero sin lograr dar más que un paso tembloroso, ¿qué le ocurría? No había estado más lejos de morir en su hogar, siempre era el que más problemas causaba, lleno de aventuras e ideas, pero esto... esto era diferente. Se sentía salido de su zona de confort, sentía las lágrimas acumulándose en sus ojos debido a las miradas y las cámaras, y no sabía cómo moverse. Por algún motivo esto era distinto, no era su casa.
—¡No puedo creer que me hicieras ir hasta allá por una tontería! —le era soltado mientras la mujer dejaba su monedero y algunas compras en la mesa—. Si por mí fuese te habría dejado, pero quiero tanto a mi hermana que fui a socorrerte —gruñó furiosa para detenerse en plena cocina soltando una falsa carcajada—. Detenerse frente a un cruce... que manera tan tonta de morir. ¿No viste el rojo o qué, niño?
El blonde se encogió en su lugar, aferrando sus manos al mango de las maletas a su lado, batallando un poco con las bolsas del mercado que también llevaba. No diría nada, de igual modo, era algo que ya esperaba. Algunos adultos parecían no tener tanta paciencia, ni consideración a los sentimientos ajenos, así era su tía. Suspirando, dio media vuelta, a donde sabía, sería su cuarto.
Su tía seguía hablando sin parar aún cuando el reloj marcó las 8 y la hora de dormir llegaba, habían cenado, no cómodamente, pero al menos sí un rico estofado que sin duda le recordó a casa.—. Bueno, ya vete a dormir, niño —indicó la mayor, recogiendo los pocos trastes en la mesa para llevarlos a lavar.
Marck agradeció despacio, evitando ser escuchado y se levantó de la mesa, rezando por no volver a ser llamado porque la mayor hubiese cambiado de opinión a último minuto y decidiera que era mejor darle otras tres vueltas de limpieza a la cocina y a la sala. Y con una última grosería siendo gritada a los cuatro vientos hacia lo molestos que eran sus vecinos del primer piso antes de poder atravesar el umbral de la puerta, el chico respiró hondo al notar que, tal como un ganador, había llegado a su línea de meta sin siquiera volverse por miedo a ser reprendido.
Cerró la puerta en silencio, y se acostó sobre el colchón medio cubierto por la sabana que le había sido entregada para poder dormir, y frotó su rostro en esa almohada tan aguada sintiéndose ya tranquilo al poder dar fin al día. Sí, sólo dos años tendría que pasar fuera de confort. Después regresaría a casa, sus padres se lo habían prometido.
Marck aún no había aprendido que las promesas pocas veces son cumplidas.
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Primer capítulo de esta historia que ya muchos habían leído en su versión Fanfic. Aviso que estará bastante cambiada a la primer versión. ¡Les quiero! <3
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