2| DOS : LUNA

La vida era curiosa, bastante. Como para que un día en el que, se supone, simplemente irías a recoger a tu pequeño hermano de su escuela para festejar tu cumpleaños número 24 en familia, terminarás sentado en la sala del director esperando a lo que éste te dijera—. Ryan Daft —El hombre de cabellos grisáceos y peinados de manera casi perfecta se sentó en la silla y soltó un par de papeles frente al mencionado—, he escuchado que cumple años el día de hoy, y por ello lamento informarle esto sobre su... hermanito.

—¿Qué pasó con él? —se cruzó de brazos manteniendo su semblante serio, no quería mostrar la molestia que el estar ahí sentado le provocaba.

—El señor Daft fue encontrado molestando a unos jóvenes detrás del salón de artes "durante" su clase de inglés —esperó pacientemente, buscando alguna reacción de parte del mayor, pero nada se movió. Carraspeó—: Tengo entendido que usted era conocido en sus años por... ser algo agresivo con gente proclamada "enferma" —un pequeño indicio de incomodidad se instaló en el hombre—. Es bien recordado su antiguo apodo... "Getsu".

No evitó gruñir ante aquella mención borrando todo su esfuerzo por parecer imperturbable. Era algo que muy difícilmente había podido dejar atrás, y lo había sabido desde siempre. Pero se suponía que había logrado aquello, claro, hasta este día—. ¿Y qué se supone que usted quiere que yo haga? —acarició el dorso de su muñeca en un pequeño tic, acariciando las cicatrices nuevamente marcadas—. Bien sabe que no vivo con mis padres, difícilmente puedo ayudarlo a mejorar su educación, y aún cuando hablé con él... es capaz de echarme mentiras en cara por pretender y ya no escucharme.

El hombre mayor asintió, sonriendo, indicando qué tal respuesta ya la había pensado—. "Del ejemplo nace el cambio", señor Daft —dejando al nombrado confundido, se levantó de la silla y dio vuelta hacia el mueble detrás suyo decorado con trofeos y diplomas mostrados orgullosamente—. No dudo que su pequeño hermano no le admire lo suficiente para ser consciente de sus actos, así que —sacó del cajón que acompañaba al trofeo de 1er lugar en natación un conjunto de papeles bien acomodados y los dejó caer sobre el escritorio cerca del cuerpo del azabache—, he pedido a los niveles mayores que le asignen algún subordinado, del cual, será tutor: tal subordinado concuerda con "características" a las que su hermano señala "enfermas"... para un mejor mensaje en conciencia —los oscuros ojos le veían divertidos, casi emocionados y aquello le irritó deseando negarse—. Me sabrá entender cuando le digo que la vida académica de su hermanito correría peligro si se niega; he dejado pasar muchas faltas por entender su situación familiar... pero sabrá que todo llega a un límite.

No evitó mirar como si de un insulto se tratase a aquel papel y lo tomó de mala gana, gruñendo al momento de comenzar a leer cada hoja y fruncir el ceño en cuanto la comezón en cada cicatriz le picó incitándolo a rascarse hasta abrir cada herida. Su cabeza pareció haberse sumido en una especie de neblina, pensando en su pequeño hermano adoptado, y molestándose al verlo seguir sus pasos. Y eso lo hacía sentir culpable, porque se había prometido un nuevo comienzo, así como cuidar a su hermano de las garras de sus padres.

Y ambas promesas parecía no haberlas cumplido. Se sentía un asco. Había un punto de retorno, pero él no era la persona más tolerante del mundo, no era apto para cuidar a alguien. Menos a alguien que podría recordarle por qué había buscado estar lejos de todo—. Bien... pero deberá llamar a mi escuela. Si seré tutor de un menor en otro instituto por obligación, entonces es más que justo su "sacrificio", señor —no era de los que negaban haber dejado grosería en su forma de hablar cuando ciertamente había ocurrido, así que se levantó dando una última mirada al rostro arrugado por el disgusto del hombre y salió por la puerta, no sin antes oír un: "feliz cumpleaños, señor Daft"

Algo se removió dolorosamente en su pecho. Y era gracioso, porque recordó la fecha marcada con rojo en su celular y calendario.

Este 17 de septimebre se suponía que ya nadie más sabría qué era de él, porque deseaba no ser más que nada en el mundo. Pero de nuevo, y como siempre, no había cumplido sus promesas... Y era un cobarde. Un desperdicio que seguía andando por las calles miserablemente.

Era probable que eso jamás cambiara. Aunque, bien lo había dicho el hombre. "Para todo habrá un límite", y eso era algo que Ryan, en 24 años, aún no había aprendido que era verdad, sin importar la situación.

◦•●◉✿ |🅓🅐🅜🅜🅔🅡| ✿◉●•◦

Ya se conoce a Ryan. Y he de decir una cosa con lo que creo, ya han visto, y por si se ignoro las advertencias en la intro, aviso que esta historia contiene menciones de suicidio y hay una diferencia de edad notable. Así que, con esto, espero no haya reclamos sobre algo no ha avisado, que lo he hecho 😞

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