Capítulo 3

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 3. Conexión

En la siguiente mañana, Taehyung amaneció sintiéndose más cómodo entre las paredes del dormitorio. Se había metido en la cama solo, después de la cena, de recoger la cocina y de darle las buenas noches a su compañero vampiro.

Cuando dejó a Jungkook en el salón, él estaba leyendo un libro junto a la única lámpara del lugar. Era sorprendente lo mucho que leía, y lo lejos que parecía estar del mundo cuando lo hacía. Taehyung había advertido que su rostro parecía más sereno y se veía dolorosamente guapo. Si bien, Jungkook no bajaba la guardia ni siquiera entonces y ya le había atrapado dos veces mirándole como si viajase a Júpiter.

Taehyung se despertó más o menos temprano, y en cuanto salió de la habitación, pasó por el cuarto de baño y luego fue a la cocina para tomarse una de las píldoras con un vaso de agua. Estaba pensando en prepararse un café (afortunadamente, Jungkook le había traído un paquete soluble), cuando el pelinegro entró por la puerta de la cabaña. Llevaba una cazadora vaquera negra y una camiseta lisa, sobre unos jeans ceñidos con botas. Traía con él algunas bolsas de papel que dejó sobre la encimera.

—Ten, ve colocándolo.

—¿Habías salido? —parpadeó Taehyung.

—Sí.

—Uh. Pues acabo de despertarme —dijo Taehyung pasándose una mano por el cabello.

Jungkook se quitó la cazadora y la colgó en el perchero, junto a la puerta. Agarró otra bolsa de tela que había dejado en el suelo y comenzó a rebuscar algo.

—¿Qué es eso?

—Te he traído ropa —dijo Jungkook.

—¿Me la has comprado en Dikburg? —dudó Taehyung.

—No vas a entrenar en vaqueros. Ponte eso —le lanzó un pantalón deportivo, que el humano atrapó en el aire—. Empezamos hoy. Espabila —sugirió, pasando de largo.

Taehyung se mordió el interior de la boca. Las maneras de su compañero dejaban algo que desear. Jungkook no era para nada similar a lo que había conocido de Jimin. Ni sonriente, ni alegre, ni lo más mínimamente hablador.

El muchacho se limitó a tomarse el café, luego se metió en el cuarto de baño para cambiarse de ropa a algo más cómodo y se anudó las deportivas. Jungkook ya estaba afuera, el joven le encontró detrás de la cabaña, haciéndose cargo de un saco de boxeo que colgaba de un soporte metálico.

Tae se acercó con las manos guardadas en los bolsillos.

—No me digas que también lo has traído de Dikburg.

—Nah, lo tenía guardado ahí atrás —contestó Jungkook.

—¿Vas a enseñarme a boxear? —Tae sonrió un poco.

—A golpear —corrigió sin mirarle—. Póntelos.

El pelinegro se volvió, entregándole unos guantes mitones que tenían un cierre de velcro en las muñecas. Taehyung se los colocó tranquilamente, vislumbrando de manera superficial las marcas rojizas que se había realizado con su antigua batalla campal ante las esposas. Los guantes tenían una almohadilla en los nudillos que tocó por encima una vez cerrados.

—¿Sabes cómo pegar un puñetazo?

—Sí.

—Hazlo —sugirió Jungkook con un movimiento de cabeza hacia el saco.

Taehyung suspiró, dio unos pasos para colocarse frente a costal y después golpeó sin más. Jungkook soltó inmediatamente unas carcajadas, él giró la cabeza con el ceño arrugado.

—¿Qué te hace tanta gracia?

—Me preguntaba si eso es un golpe de verdad.

—Una vez, le pegué una paliza a unos matones. Tu hermano me ayudó.

—Está bien. Prueba con una patada —sugirió Jungkook.

Ahí, Taehyung se detuvo unos instantes. Decidió usar la izquierda, por lo que flexionó la otra rodilla y entonces estiró la pierna para golpear el saco con fuerza. Esta vez, Jungkook no soltó ninguna carcajada. Pero cuando el chico le miró de soslayo, vislumbró cómo apretaba los labios formando una fina línea que contenía un rostro divertido.

—Jungkook, voy a estrangularte —soltó Taehyung impulsivamente.

—Mira esto.

Él le hizo a un lado y golpeó el costal con una sutil elegancia, la fuerza justa y sin despeinarse. La bolsa se zarandeó levemente hacia ambos lados, emitiendo un ligero sonido de vaivén metálico. Taehyung arqueó una ceja.

—Tú tienes fuerza vampírica. ¿Dónde está la gracia? —formuló el humano.

—La fuerza es un complemento, pero no estoy usándola ahora —contestó sosegadamente—. Debes aprender a dar un buen golpe sin que te partas un dedo o te fractures la tibia. Vamos, inténtalo de nuevo.

Estuvieron practicando toda la mañana. Y no sólo a dar un golpe, un gancho, o una patada. Jungkook le mostró cómo debía acuclillarse, cómo colocar los brazos para protegerse correctamente y a mover los pies mientras lo hacía. Taehyung olvidó la realidad durante un buen rato y comenzó a confraternizar con el vampiro. No había espacio para su humor sarcástico, estaba muy relajado, si bien le hablaba clara y contundentemente, con un severo aire instructor que instó a Taehyung a concentrarse.

Jungkook también le puso a hacer algunas flexiones (aunque sin pasarse) y luego le recomendó que le diera diez vueltas alrededor de la cabaña todos los días, empezando por hoy. Al cabo de un rato, Taehyung estaba jadeando, se inclinó sobre sus propias rodillas tomando bocanadas de aire que entraban y salían de sus pulmones rápidamente.

—Creo que voy a desfallecer —jadeó.

—Ten. Bebe despacio —Jungkook se inclinó a su lado, ofreciéndole una botella de agua.

Taehyung desenroscó el tapón y se llevó el borde de plástico a los labios, dándole varios sorbos cortos.

—Llevaba demasiado tiempo sin correr —exhaló tras un trago.

—Es suficiente por hoy, vamos —aceptó Jungkook más indulgente.

Los dos regresaron en compañía a la cabaña. Taehyung se dio una ducha, luego preparó la comida y almorzó a solas. Fue a buscar a Jungkook un poco después, preguntándose dónde diablos se había metido. Le encontró en el almacén trasero, recogiendo algunas cosas. Lo cierto era que aquel cuarto estaba lleno de cachivaches, pero él llevaba dos días tirando basura y dejando las estanterías mucho más espaciosas.

—Toc, toc —dijo Taehyung desde la puerta.

—¿Mhn? —Jungkook estaba concentrado en lo suyo.

—¿Puedo ayudarte? —formuló acercándose.

—No hay mucho más que sacar. Meteré cosas del entrenamiento aquí mismo —comentó el mayor.

—Si quieres, arrastro el saco de boxeo.

Jungkook se dio media vuelta, le pellizcó la mejilla con suavidad, en un gesto inesperadamente cálido.

—Mejor, siéntate y descansa. Luego vendrán las agujetas.

—Pero no tengo nada que hacer.

—Lee un libro.

—¿Puedo leer lo que tú estás leyendo?

—¿En serio? —Jungkook arqueó una ceja.

—No es que Stephen King sea mi autor favorito, pero...

—Vale, vamos a por ese saco —sus comisuras se curvaron en lo que parecía una sonrisa.

Él podía solo con el saco, pero le permitió a Taehyung ayudarle para que no se aburriera tanto. Arrastraron el saco de boxeo hacia el interior de la caseta de madera, después apartaron la mesa, pegándola a una pared, y Taehyung regresó un minuto más tarde con una escoba para sacar los rastros de polvo y tierra del suelo.

Jungkook había colocado allí algunas cosas más; vendas, guantes, varias cuerdas enrolladas, unas pesas pequeñas, y luego colgó algo más de material deportivo. Se acuclilló mientras pasaba un trapo por la parte inferior de una estantería pegada a la otra pared.

Taehyung pegó un salto y se sentó sobre la mesa, con las piernas colgando.

—¿Podrías comprar unas macetas? —formuló el muchacho, flexionó una rodilla sobre la mesa, y la abrazó perezosamente, apoyando la mejilla en ella.

—¿Para qué quieres macetas?

—Ya que no voy a tener más compañía, me gustaría apodar a mi cactus como Kalisto.

Jungkook le miró de soslayo, se incorporó doblando la bayeta de limpieza con media sonrisa.

—¿Insinúas que te aburro?

—Oh, para nada. Tu faceta de exmilitar serio y sexy es fascinante.

El vampiro exhaló una carcajada, le observó ladeando con la cabeza con cierto encanto. ¿Acababa de soltarle un halago? Vaya.

—Entonces, ¿quieres un cactus?

—O un bonsái —se atrevió a pedir Taehyung—. Podríamos colocarlo aquí.

—Bueno. Traeré lo que vea en Dikburg —afirmó Jungkook.

El chico parecía un poco más contento.

—¿Has terminado? —formuló.

—Creo que sí —Jungkook liberó un suspiro.

—Pues no se ha quedado tan mal este sitio. Si pusiéramos una máquina de hacer pesas, podríamos abrir nuestro propio gimnasio para ardillas —bromeó Taehyung.

—Tú las instruyes, y yo me encargo de chuparles la sangre.

—Uh, qué asco —hizo una mueca.

Jungkook sonreía levemente. Dejó la bayeta junto a las cosas de limpieza, mientras tanto, Tae apoyó la espalda en la pared y le contempló con una pierna colgando de la mesa.

—Kookie, ¿puedo preguntarte algo? —cuestionó más cuidadosamente.

—Dispara, amor —dijo el otro con un tono familiar.

—Cuando viste a Sui, ¿qué ocurrió? Han pasado ciento cincuenta y un años.

Jungkook se mordió levemente el labio.

—No fue nada idílico —declaró sin dar detalles.

Taehyung bajó la cabeza, liberando un suspiro.

—Le odio. Él la mató. Cuando estuvo frente a mí, me lo contó con una sonrisa maléfica. Si hubiera podido matarlo —inspiró poco a poco—. Pero lo haré. Si algún día tengo la oportunidad, yo mismo le mataré. Esa noche, dijo que no me tocaría porque no sabía si nuestro parecido formaba alguna especie de vínculo con su vida —hubo una breve pausa de unos segundos—. La diferencia que existe entre nosotros, es que yo no temo a morir si le asesino.

El ceño de Jungkook bajó poco a poco, ensombreciendo sus ojos negros.

—Te prohíbo que te acerques a él.

—¿Qué?

—Lo has oído. No te estoy entrenando para eso. No vas a ir a matar vampiros.

—Eso ya lo sé, pero...

—No, Taehyung. Si piensas que voy a dejar que salgas de aquí con una estaca en la mano, estás bien jodido. Volveré a esposarte a ese puto radiador, si es necesario —soltó con una inesperada aspereza.

—¿Por qué diablos quieres protegerle? —formuló Taehyung herido.

—¿Protegerle? —satirizó Jungkook—. Sui es mayor que tú, es más antiguo de lo que puedes llegar a imaginar. Su hermano es peor de lo que crees, te aplastarán como una botella de plástico en cuanto te vean.

—Oh, vamos —Taehyung cruzó los brazos, y continuó replicándole—. Querías matarle y no lo hiciste. Le odiabas, y, sin embargo, fuiste a desquitarte con la novia de Alex Trench, en lugar de hacer lo que debías hacer con él.

Jungkook le contempló con dureza.

—Taehyung, sé que no vas a perdonarme por lo de tu hermano, pero te aseguro que, a día de hoy, si pudiera retroceder en el tiempo, me lo hubiera llevado conmigo. Y no lo hago porque me importe lo más mínimo, francamente —expresó Jungkook con un leve celo—, Soobin me parece un mocoso elevado a la enésima potencia, así como tu amiga brujita. Y eso no vas a poder cambiarlo tú, por mucho que te adore. Pero lo hubiera hecho por ti, si tan sólo —gesticuló con una mano—, pudiera reducir un mínimo el dolor que ese día te hizo suplicarme que acabara con tu vida.

Los ojos de Taehyung se habían llenado de lágrimas. Apretaba la mandíbula, desviando el rostro mientras parpadeaba a la espera de que aquellas lágrimas no se desbordaban. Había llorado demasiado esos días; le avergonzaba continuar haciéndolo frente a Jungkook y aún más cuando se analizaba a sí mismo con perspectiva.

Jungkook le miraba con cierta compasión. Y era un motivo jodidamente egoísta, pero extrañamente, le perturbaba pensar en que había abierto una brecha incurable entre ellos.

—¿Todavía sientes algo por él? Por Sui —insistió Taehyung en voz baja.

El vampiro sabía que ahí llegaba la peor parte.

—Esa noche, quise saber la verdad. Y a pesar de todo, Taehyung, sigo siendo un demonio. Le prometí que le daría mi lealtad si rectificaba —Jungkook paseó por la pequeña caseta con un timbre vacilante—. Entonces dijo lo que más me desesperaba: que Jimin era lo único por lo que había vuelto a Shadowfell. Vi cómo todo pasaba ante mis ojos. Lo de Nueva York, y lo posterior... Todo lo que hice en el pasado. Viví en una mentira, sabiendo que lo era. Lo hice antes de morir, e incluso después, me convertí en la sombra de Sui, negándome a dejar que la imagen que tenia de él se desvaneciera. Mi deseo de amar me había cegado. Había vendado mis ojos, convirtiéndome en algo que terminó por definirme. Lo odio —se silenció brevemente y bajó la cabeza—. Ahora solo quiero ser yo mismo. Si es que queda algo de mí y puedo encontrarlo, después de todo este tiempo. Apenas me quedan esperanzas, sin embargo...

—Bueno, aquí no podemos tener un caballo, pero...

—Me conformaré con un cactus —ironizó Jungkook.

El humano sonrió con una ligera aflicción.

—A lo que me preguntabas... Eso no es amor, Taehyung —expresó el azabache con honestidad—. No lo merezco. Tenías razón, después de todo.

—Yo nunca dije eso —repuso Taehyung con lástima.

—Ah, ¿no? —murmuró.

Jungkook se dirigió a él en ese momento. Taehyung bajó la otra rodilla y se irguió levemente, dispuesto a ofrecerle una disculpa si es que lo había hecho.

—Cuando apareció frente a mis narices, se hizo pasar por ti —le contó el vampiro.

—Pero le reconociste —se adelantó Taehyung—. ¿No?

El pelinegro ladeó la cabeza, se aproximó lo suficiente y apoyó las manos sobre la mesa donde estaba sentado, a ambos lados de sus caderas. Taehyung se echó instintivamente hacia atrás, vislumbró la espontánea sonrisa ácida del compañero.

—No nos parecemos en nada, Kook —añadió Taehyung, visiblemente confundido—. Entiendo que engañara a mi tía, pero tú... le conocías desde antes...

—Y, aun así, le besé desesperadamente —escupió Jungkook.

El humano se quedó sin aliento unos segundos.

—¿Por qué? —dudó casi atragantado.

—Porque dijo que me deseaba. Que no podía contenerlo más —le relató sin remordimientos—. Por un momento, me lo tragué. Y no me importaba una mierda mi hermano, Taehyung. Incluso después de haberte alejado de mí por el mismo motivo.

—Sabías que yo estaba en la fiesta de mi graduación ese día...

—Con él, sí.

Los iris azules se deslizaron sobre su rostro, posándose en el vértice de sus labios, y posteriormente, en esa dulce y esponjosa almohadilla inferior que estaba torturándole.

—¿Qué? ¿Tan raro es que pudiera creerme que habías venido a por mí? —formuló Jungkook ante su silencio.

Taehyung levantó ambas cejas, las mejillas le hormigueaban, el corazón zumbaba con rapidez en su garganta. Acababa de descubrir que el vampiro estaba profundamente colado por él. Y por absurdo que pudiera resultar, no entendía cómo había llegado a eso. Siempre había flirteado con él sin cortarse, pero también había sido hiriente e irónico... Ni siquiera había pensado en que su atracción pudiera ir más lejos de compartir el mismo físico que Sui Leone.

—No te preocupes. El día que muera, me encargaré de atormentar a Sui en el infierno, justo desde la celda de al lado. Apuesto a que Satán también le gusta el humor negro —añadió Jungkook.

Entonces, se alejó de él, devolviéndole el espacio personal al muchacho. El castaño tomó aire cuando Jungkook salió de la caseta dejándole allí sentado. El ambiente interior se había vuelto más denso y electrificado, y él sabía por qué.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


El siguiente día, corrió a un ritmo similar. Jungkook se largó a Dikburg por la mañana y el entrenamiento se desplazó hacia la tarde. Taehyung notaba unas agujetas de muerte, apenas podía acuclillarse, y las piernas le dolían como si hubieran insertado filigranas de cristal entre los músculos. Así que se mantuvo en la cabaña leyéndose el libro de Jungkook, y después agarró una escoba y estuvo apartando las hojas y hierbajos que rodeaban la casa para matar un poco el tiempo.

Jungkook regresó poco antes del almuerzo. Tae escuchó el ronroneo del motor acercándose y esperó junto a la casa mientras él estacionaba. El pelinegro traía algunas cosas extras; dos mantas enrolladas, ropa cómoda para estar en casa, un par de bidones extras de combustible para tener reservas para el generador, una bandeja de huevos frescos, leche y algunas cosas más de comida.

Taehyung estaba ojeando el maletero mientras sacaban las cosas.

Jungkook tomó una cesta que había colocado en el asiento trasero; estaba adornada con un montón de plantitas diminutas.

—Para usted, señor Kim —se la entregó.

—¡Me has traído el cactus! —expresó Taehyung, sosteniéndola entre los brazos— Oh, ¿y eso?

—Romero, Perejil... Esa de ahí es verbena —señaló con un dedo.

—¿Para qué queremos cultivarla? Te hace daño.

—La he encontrado de casualidad, hay una herboristería en Dikburg. Será mejor que te encargues tú de regarla. Por si algún día la necesitamos o lo que sea —simplificó Jungkook.

Luego pasó de largo para tomar varias bolsas y dejarlas en la cabaña. Taehyung le siguió y le ayudó con el resto de las cosas.

—¿Has hecho algo?

—Tengo agujetas.

—Hmhn, ¿te has tomado la píldora?

—Sí, claro —contestó Taehyung.

Él se guardó el dato, pero estuvo a punto de decirle que era lo único, en el mundo, que no pasaría por alto. Que Jungkook estuviera o no a su lado, dependía de que tomase la pastilla que mantenía a raya su instinto de caza. Y Tae pensaba que, no podía permitirse, ni por asomo, poner su confianza en juego por olvidarlo.

El pelinegro entró y salió varias veces, en una de ellas cargó un pequeño congelador que se llevó directamente al sótano.

—¿Has comprado un congelador? —preguntó Tae desde el rellano de la escalera.

—Para la sangre. He encontrado un lugar de suministro —le oyó abajo, a continuación, Jungkook subió la escalera de varios brincos y se plantó frente a él—. Está un poco más lejos que Dikburg, es una clínica.

—¿Has conseguido que otra rubia despampanante caiga en tus redes?

Jungkook sonrió burlonamente.

—No la estoy mordiendo. Tampoco voy a abusar de los suministros de ese sitio. Lo he estado calculando. Tendré que rebajar mi ración diaria, pero estaré bien y no llamaré la atención —dijo pasando por su lado—. Lo importante es que pueda alimentarme antes de tener que recurrir a mi pastelito favorito —arrugó la nariz con una maléfica dulzura.

Taehyung le miró con cara de «¿a mí por quién me tomas?». Luego le acompañó al Hyundai, donde Jungkook se encargó de sacar dos sacos de carbón para la chimenea del maletero. Fue a dejarlos en la parte posterior de la cabaña. Mientras tanto, el castaño se detuvo ante la última bolsa que había en el auto. Contenía varias bolsas de sangre, él metió la mano y sacó una para comprobarla, el plástico reflejaba la luz del día bajo los dedos. El líquido era de un rojo oscuro, bermellón. Le produjo un levísimo mareo, que le hizo sentirse desencantado consigo mismo. Detestaba no poder controlar la pasmosa sensación que le producía la sangre.

Jungkook llegó a su lado de inmediato.

—Eso es para mí, amor —se la quitó de la mano y la guardó junto a las otras—. ¿Tú has comido ya?

—Estaba a punto de hacerlo, antes —contestó.

El pelinegro le indicó con la cabeza para que entrasen. Cerró el maletero, bloqueó el auto con la llave electrónica y entraron en la casa. Posteriormente, Taehyung se preparó el almuerzo frente a un fogón. Jungkook se puso con sus cosas; encendió el pequeño congelador del sótano y guardó las escasas bolsas de sangre que tenía en su interior. Al regresar a la planta, encendió el televisor comentándole a Taehyung que Dikburg le parecía un poco más pequeño que Shadowfell. La población estaba notablemente más envejecida, pensaba que tarde o temprano sería el típico pueblo canadiense que quedaría despoblado debido a la frecuente migración de la población a una ciudad con más recursos.

Taehyung no dijo mucho, estaba pensando en lo que le gustaba que Jungkook expresara aquello en voz alta. Y sirviéndose la comida en un plato, le contempló con cierta admiración. Vislumbró al vampiro sacando la válvula de la bolsa de sangre con los dientes para llenarse un vaso despreocupadamente. Jamás había visto a Jimin alimentarse, por lo que observar a Jungkook hacerlo atrapaba su curiosidad de momento.

El más joven se sentó a almorzar delante suya, se concentró en el tenedor y su plato, y de vez en cuando, le echó una mirada con ligera familiaridad.

—¿Te parece perturbador? —preguntó Jungkook, sosteniendo el vaso de sangre.

—Antes, sí. Ahora... no tanto.

El pelinegro le miraba con cierta diversión, las comisuras levemente curvadas, como si creyera que estaba haciéndose el interesante.

—Lo necesitas para subsistir. Es tu comida —añadió Taehyung.

—Aceptas que el depredador lo sea, si no es del todo cruel, ¿esa es tu lógica? —formuló.

—¿Es un león cruel por comerse a una gacela? —le devolvió el humano.

Jungkook se mordió el labio inferior al captar su lectura. No era un mal ejemplo, por supuesto.

—Y tú, ¿qué eres? —insistió frente a él, con una mirada ladina—. ¿Un león? ¿O una gacela?

—Una liebre, Jungkook. De las rápidas y escurridizas.

Taehyung se levantó, llevándose el plato que había terminado a la pila. Jungkook contuvo una risita, le dio un último trago a su ración de sangre reprimiendo el fugaz pensamiento que cruzaba su cabeza; estaba seguro de que las liebres eran las que mejor sabían, especialmente, porque eran pequeñitas y suaves, como él.

Por la tarde, un rato después del almuerzo, retomaron la sesión de entrenamiento como habían acordado. En esta ocasión, Taehyung calentó un rato antes, hasta que las agujetas dejaron de fastidiarle tanto. Jungkook había arrastrado el saco de boxeo al exterior y él estaba repitiendo los movimientos para golpearlo. Estaba sudoroso.

—Un, dos. Una vez más. Repítelo —le decía el pelinegro.

—Más arriba, y el otro puño, abajo.

—Ah —exhaló Taehyung y luego sorbió entre dientes—, joder.

Llevándose una mano a la muñeca. Metió los dedos bajo el broche de velcro que creaba una leve fricción contra la rozadura que las esposas habían creado en su piel. Jungkook le atrapó el antebrazo velozmente, levantó su manga arqueando una ceja y vislumbró aquello.

—¿Te duele? —dudó.

—Un poco. Es por el cierre.

—Mnh, no sabía que te hacían daño. Ven.

Jungkook tiró ligeramente de sus dedos, con un suave roce de estos. Entraron en la caseta que había tras la cabaña, y él le señaló la mesa para que se quedase junto a ella.

—Ponte ahí —indicó.

De una estantería, agarró un rollo de vendas de algodón que desenrolló con un ágil movimiento de muñeca. Regresó a él extendiendo la venda.

—¿Sabes cómo vendar tus manos para el boxeo?

—No —negó Tae.

—Está bien, te lo mostraré —le ofreció una mano.

Taehyung se la dio, con el antebrazo arremangado hasta la mitad. Primero, Jungkook se centró en la palma y los nudillos, envolviéndolos cuidadosamente. No dudó en rozarle con yemas cuidadosas. Inesperadamente cálidas, tras el ejercicio físico que parecía haber entibiado su cuerpo. El cabello negro era espeso y caía formando una sutil onda a un lado de su frente, con los lados ligeramente recortados.

Al principio, Taehyung miraba sus manos, con los dedos de él de su mismo tamaño, pero más blancos, casi níveos, de uñas perfectas y huesos delgados. No obstante, sus manos se veían masculinas y admirables.

—Levántala, así —murmuró el vampiro, con los suaves dedos girando los suyos, posicionó la palma ya cubierta hacia arriba.

Una punzada nerviosa se clavó en su tórax al vislumbrar el contacto de sus dedos en pleno tocándose, cuando Jungkook llegó con la venda a su muñeca, rodeándola agradablemente alrededor de una marca que no volvió a escocer, Taehyung levantó la cabeza.

Su visión cautivó el azul índigo de su mirada; Jungkook estaba cerca, sus rodillas casi se rozaban con las propias. Sus facciones eran increíblemente afiladas, desde la mandíbula cuadrada, a labios encarnados y absurdamente arrebatadores. Sus preciosas y densas pestañas negras que se levantaron como cortinas, ante los párpados felinos que se fijaron en él, encontrándole absolutamente hipnotizado.

Taehyung salió del shock en ese instante, sintiéndose un poco más exaltado de la cuenta.

—¿Lo he apretado demasiado? —formuló Jungkook con un tono inusualmente grave.

—N-No. Está bien —Tae sonó un poco ronco.

—Mnh —se humedeció el labio inferior y se centró en la venda, haciéndole un pequeño lazo justo al final—. ¿Te has quedado con el método? —le preguntó a continuación, desconcertándole por completo.

Al volver a mirarle, Taehyung abrió la boca sin saber muy bien qué contestar. ¿Le decía la verdad u optaba por una mentirijilla? Decirle que se había quedado embobado con él no entraba en la lista.

—Vas a tener que repetirlo —soltó Taehyung—. Porque no estaba muy...

Jungkook bajó la cabeza con una leve sonrisa de labios. Tomó la otra venda y empezó a encargarse de la segunda mano.

—¿Quieres que también te limpie la baba justo después? —aprovechó para coquetear con él.

Taehyung tomó aire, desviando el rostro.

—Qué dices... —se hizo el digno.

Sabía, sabía muy, muy bien que el maldito Jungkook se iba a dar cuenta de eso. Y lo peor de todo, es que no quería ni imaginar qué cara debía haber puesto para que lo notara. ¿Era por el ritmo de su corazón? ¿Por el leve temblor de sus dedos cuando le tocaba? ¿O por su manía por morderse el interior de la boca? En ese momento, Taehyung se sintió fatal. Estaban entrenando, debía oler a sudor y a humanidad. Le daba vergüenza pensar en la habilidad que Jungkook tenía para captar ese tipo de elementos.

Volviéndose a fijar en sus manos, las cuales estaban terminando de anudar el segundo lazo con suavidad sobre una muñeca bien cubierta, extendió los otros dedos y posó el índice por encima de la piedra blanca del anillo de sol que llevaba. Era exactamente igual, de plata envejecida, parecía pesado, como el que Jimin había llevado todo en el dedo corazón de su mano. A diferencia, Jungkook lo portaba en el índice.

—¿Quieres uno? —formuló Jungkook advirtiendo su interés.

—No, pero es bonito. Jimin tenía uno igual.

—La bruja de los Leone preparó uno para cada hermano. A Sui le permitían cualquier capricho.

Las yemas de Taehyung lo delinearon. Jungkook dejó su mano cómodamente junto a la suya, entre ambos, con los dedos enlazándose sutilmente con los más calientes del humano.

—No podría enumerar cuantas veces he deseado quitármelo bajo el sol —prosiguió el vampiro lentamente—. Arder hasta convertirme en polvo. En ceniza que se deshiciera entre las rocas del suelo, esperando renacer en un nuevo tallo del suelo. Pero ni siquiera mis restos alimentarían la corteza terrestre, amor.

—Pues nunca te lo quites —musitó Taehyung, apretándole suavemente el dedo entre los suyos—. Por favor.

Jungkook negó con la cabeza, para su alivio. Tanto uno como otro habían olvidado lo que estaban haciendo. Jungkook pasó un dedo por encima de los nudillos vendados del humano e inspiró despacio, pensando en que debía recordarle que tenían cosas pendientes.

—Salgamos —articuló con pesadez.

En esta ocasión, Jungkook agarró las manoplas de boxeo. Por un lado, se podía meter la mano y anudar a la muñeca con una correa, y por el otro, presentaban un relleno de espuma que permitía absorber los impactos más duros.

—Golpéame a mí. Yo marcaré la altura —indicó en el exterior, levantando las manoplas.

Taehyung dudó al principio, pero tras un primer golpe más débil percibió la firmeza del compañero. Estuvieron practicando alrededor de veinte minutos, más tarde, regresó al saco de boxeo y aprendió algunas técnicas para usar el puño. Adoptó una posición defensiva cuando Jungkook se colocó como atacante, y a pesar de su destreza, Taehyung notó que no estaba siendo todo lo duro que realmente podía ser con él. Le mostró algunas llaves para tumbar a su contrincante, dos con las piernas, y las otras dos con los brazos, alrededor del cuello.

—Es importante que flexiones las piernas.

—Tienes más músculo que yo.

—Eso no tiene nada que ver; si pesas menos, también puede ser una ventaja.

Jungkook le rodeó desde atrás, un bíceps presionaba bajo su garganta mientras que el otro brazo le ceñía a él. Tae podía sentir el nítido límite de su cuerpo en contacto con el suyo, tragó saliva bajo el excitante hormigueo que le distraía del entrenamiento.

—Si apretara un poco más, no entraría el aire —ronroneó el vampiro tras su oreja. Percibía el pulso del muchacho, la rítmica respiración de sus pulmones que escapaba por su boca, más el veloz corazón que reaccionaba bajo el tórax—. Impide el suficiente riego de sangre a la cabeza. Si se lo haces durante medio minuto al individuo, puedes provocar su desmayo.

—¿Nada de matar? —jadeó Taehyung, quieto, bajo los brazos

—Nada de matar, cielo —murmuró, luego pegó los labios a su oreja y le rozó el cartílago con la tibieza de estos—. Ahora prueba tú conmigo —musitó antes de liberarle.

Taehyung se relamió los labios resecos, volviendo a mirarle. Jungkook le permitió que le rodeara el cuello con los brazos, desde atrás, y le indicó que volviera su agarre más contundente. Él no necesitaba respirar, por lo que no le importó que Taehyung probara su fuerza un poco más con él.

Dos horas más tarde, tras un animado entrenamiento, volvían a estar sudados, jadeantes, exaltados por la adrenalina del juego.

—¿Peleamos? —le ofreció Taehyung.

—¿Quieres más? —Jungkook parecía encantado.

Taehyung le apuntó con los puños vendados, flexionando las rodillas levemente. Jungkook se mordió el labio inferior al principio, después adoptó una postura defensiva y esperó a que le atacara. Detuvo el primer golpe en el aire y le miró con un orgullo felino. El segundo, también lo esquivó, y disfrutó en exceso que Taehyung pareciera irritarse lentamente.

—¿Estás mofándote ahora mismo? —preguntó ante la sonrisa burlona del vampiro.

—Tal vez —reconoció satisfecho.

Taehyung volvió a atacarle con un gancho y Jungkook lo detuvo con el antebrazo, moviéndole el puño hacia un lado y rompiendo fácilmente su posición de ataque. El castaño se tambaleó levemente y frunció el ceño.

—¿Dónde está la liebre de la que hablabas? —le provocó—. ¿Rápida y... escurridiza?

—Jungkook —atacó y falló— no te —atacó una vez más y volvió a fallar— soporto.

El pelinegro liberó unas carcajadas suaves y profundas. Estaba tonteando con Taehyung, cuando él salió corriendo a una velocidad sobrenatural. El humano le vio pasar por su izquierda, escondiéndose tras un árbol.

Taehyung echó a correr y se asomó, apoyando una mano en el tronco. Jungkook volvió a despistarle, deslizándose en el aire hacia otro lugar.

—¡Eh, no es justo! —jadeó Tae con una sonrisa.

—La vida no es justa, Taehyung —le devolvió Jungkook a unos metros.

El muchacho volvió a echar a correr, pero esta vez, la suela de sus deportivas se escurrieron sobre unas cuantas hojas. Se deslizaron hacia un lado, presentado el afilado pico de una zona más rocosa. Taehyung cayó al suelo de medio lado, sus manos amortiguaron la caída, mientras que, el muslo izquierdo y la rodilla impactaron sobre la zona más picuda.

Él notó una punzada de dolor atravesándole la rodilla, contuvo el gemido, pero exhaló un jadeo ahogado mientras se replegaba sobre el suelo, notando el escozor instantáneo.

Se había rajado el pantalón y tenía la piel raspada y levantada.

—Mierda —escupió flexionando una rodilla ensangrentada.

Jungkook ya había llegado a su lado. Acababa de atravesar la distancia en unas décimas de segundo, y ahora clavaba una rodilla junto a él.

La memoria del humano le trajo la fugaz reminiscencia del día en el que acampó con Jimin en el bosque. Se escurrió sobre las hojas y entonces provocó una gran incomodidad en su pareja, quien se vio obligado a marcharse. Taehyung sintió un inmediato pánico por replicar la escena con Jungkook.

—Ah, estoy sangrando —extendió con intención de avisarle para que se alejara—. Lo siento, lo siento. Dios... Vete.

—¿En serio? ¿Te disculpas por sangrar? —Jungkook le apartó la mano y se inclinó junto a su rodilla—. Mhn, tiene mala pinta.

Taehyung le contemplaba atónito, entre encogido y confundido.

—Te has caído por mi culpa. Déjame ayudarte.

—N-No, me ocurre constantemente —contestó atropellado—. Si supieras la de cicatrices que tenía de pequeño por jugar al fútbol...

—Levanta —el pelinegro se incorporó y le ayudó a levantarse tirando de sus manos—. ¿Puedes caminar? —le mantuvo de pie, frente a él, echándole un vistazo.

—Más o menos.

—Vamos a la cabaña.

Jungkook le ayudó a caminar con un brazo tras la cintura, más el brazo de Taehyung extendido por encima de sus propios hombros. En el interior de la casa, Taehyung se sentó en el sofá y él se fue directamente en busca del botiquín médico. El aroma de la dulce sangre humana le perseguía, podía notar el pálpito de los colmillos crecidos, afilándose hasta casi punzar en el labio inferior.

Regresó en menos de un minuto y lo colocó encima de la pequeña mesa. Taehyung se había desprendido del pantalón rasgado. Tenía un buen corte en la rodilla, pero el resto de sus piernas se mostraban largas y delgadas, suaves, carentes de vello, y con un leve color canela tostada que Jungkook ya había visto en Sui antes.

—Voy a limpiarlo yo —declaró Jungkook sin dar lugar a debates.

Él clavó una rodilla en el suelo; en primer lugar, limpió el rastro de sangre que se derramaba pierna abajo con una gasa de algodón y luego se centró en la herida.

—¿Cómo lo haces? —dudó Taehyung.

No podía quitarse de la cabeza aquel terrible día en el que le llevó a casa con dos mordiscos en el cuello. Él no vaciló ni un momento, y si bien sus ojos se habían vuelto más oscuros, jamás le mostró el deseo latente que sabía que se guardaba en sus adentros.

Jungkook levantó la mirada, examinado su rostro con curiosidad.

—¿No tienes sed? —volvió a preguntar el humano.

—Por supuesto que la tengo. Pero no voy a relamerme viéndote herido —expresó, volviendo a concentrarse en limpiarle la herida—. No soy Jimin, Tae. No padezco alcoholismo vampírico.

Taehyung se mordió el interior del labio brevemente.

—No es tarea sencilla, pero se puede controlar —prosiguió Jungkook—. En el pasado, me acostumbré a la sed mientras exploraba mi instinto. Todo se siente más vivo. El amor puede abrumarte, como una droga. La felicidad te hace querer llorar, la brisa del mar, el olor de las flores frescas...

Taehyung le contemplaba con cierta dulzura, Jungkook apartó la gasa y tomó un apósito cuyo plástico abrió lentamente.

—No obstante, también puede ser visto como una maldición. Fue terrible contemplar el reflejo desconocido de mi rostro deformado frente a un espejo. Mis demonios y la sombra de mi alma sumergiéndose en aguas tenebrosas. Pero con el tiempo, aprendí que la sed y el frenesí era un mar profundo y tenebroso en el que me ahogaría si cada día no pilotara con firmeza mi pequeña nave por su superficie, siempre con rumbo a un sol.

—Admiro tu estoicismo —le aduló Taehyung con honestidad.

—Quería ayudar a Jimin con eso, pero él...

Tae tragó saliva, presenciando el rostro apagado de párpados bajos. La mención a Jimin le dolía, le ardía en el pecho como si padeciera otra herida abierta que sangraba en su interior. Su corazón estaba partido, hecho pedazos. Todavía no era capaz de hablar sobre eso, de abrirse y expresarlo. Sentía que necesitaba guardar reposo, abrazar una almohada y esperar que el viento soplara con fuerza para llevarse el llanto que reprimía.

Entonces, Jungkook introdujo los dedos por debajo de la rodilla flexionada del chico, con una levísima caricia.

—Si me lo permites, haré esto...

El vampiro inclinó la cabeza y pasó la lengua por encima de la herida suavemente, lamiendo muy despacio el rastro leve sanguinolento del rasguño. Taehyung contuvo la pérdida del aliento como pudo, se vio aturdido, embriagado por la visión de la rosada lengua paseándose por encima de su piel con una textura tibia y húmeda.

Le rozó con la nariz levísimamente y levantó los párpados cerciorándose de que el joven no estaba perdiéndose nada. Lo hacía con un gesto coqueto, con cierto orgullo felino, relamiéndose justo después y colocando el apósito sobre el hueso de la rodilla. Por la expresión de satisfacción de su rostro (el castaño la conocía), advirtió lo mucho que le gustaba su sangre.

Taehyung se encontraba sin palabras, notaba el rubor trepándole a las mejillas, el calor atizándole la cara con una guantada.

—Te compraré unas botas para la próxima vez —añadió Jungkook—. Hay demasiadas hojas en el suelo, no quiero que utilices más esas zapatillas.

El joven asintió con la cabeza con una sonrisa de labios algo triste. Jungkook se levantó, guardó las cosas sobrantes en el botiquín y se lo llevó, tirando de camino la gasa usada a la papelera de la cocina.

Taehyung pensó en Jimin; en que no podía culparle. Sabía el dolor que había corrido en su interior mientras estuvieron juntos, las dificultades, el miedo a lastimarle, sin embargo, nada de eso le hizo dejar de amarle hasta el final. No le guardaba rencor ni desprecio. Él le había cuidado lo mejor que sabía, incluso cuando no pudo permitirse estar a su lado.

—¿En qué piensas? Estás muy callado —articuló el pelinegro al regresar al salón.

En su semblante, Taehyung encontró cierta incertidumbre. Como si algo de lo que había hecho pudiera haberle sentado mal.

—Nada, es que... Da igual —suspiró.

Taehyung se levantó del sofá como pudo, se guardó el pantalón doblado bajo el brazo y se dirigió hacia el dormitorio. Jungkook se colocó delante del marco de la puerta, deteniéndole unos instantes.

—Oye —prosiguió el azabache con un tono grave.

—¿Sí? —emitió Taehyung.

—Yo también quería preguntarte algo, hoy —expresó modestamente.

Taehyung parpadeó varias veces, tratando de leer aquellos ojos oscuros y crípticos.

—Algún día, ¿podrás perdonarme?

—¿Acerca de qué?

—Soobin. Le perdiste por mi culpa.

El castaño sintió como su garganta se comprimía. Su gesto se arrugó con una leve aflicción; había demasiado dolor y todo era abrumadoramente reciente. Incluso la atracción que sentían le confundía como nunca antes.

—Nada va a solventar ese dolor, Kook. Tú lo sabes. Lo has sentido por Jimin —sostuvo Taehyung—. Y yo, de la misma manera, necesitaré un tiempo para saber si puedo hacerlo.

Jungkook bajo la mirada asintiendo levemente, luego se hizo a un lado, dejándole pasar al dormitorio. Fuera como fuese, el tiempo lo decidiría todo.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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