Capítulo 20

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 20. Y si hubiera un para siempre

Jungkook había detenido el auto en doble fila para comprar unos pasteles de nata y frutas del bosque. Regresó con una bolsa de papel que le entregó a Taehyung, y volvió a tomar el volante. Condujo de vuelta a la cabaña cautelosamente, la calefacción estaba puesta, templando el ambiente.

—Voy a engordar. Tendremos que retomar los entrenamientos, ¿comida coreana y dulces? —suspiró Taehyung tras inspeccionar la bolsa.

—Quería que tuvieras un cumpleaños humano. Un cumpleaños de verdad, no como el año pasado —dijo Jungkook al volante, ligeramente sonriente.

—Eh, ha sido perfecto —aseguró Tae, tocándole el antebrazo desde el asiento—. Estar contigo es perfecto.

El pelinegro compartió una dulce mirada con él. En el plazo de tiempo en el que regresaban, Taehyung estuvo hablando sobre la comida, sobre Dikburg y la gente de allí. Parecía estar feliz, no quedaba rastro alguno de los ojos llorosos que antes le habían mirado, estaba plenamente recuperado.

En menos de una hora, estacionó frente a la cabaña. Taehyung salió con las llaves en la mano y la bolsa en la otra, corrió hacia el porche y desbloqueó la puerta evadiendo el frío exterior. Jungkook bloqueó el vehículo, iba tras él más tranquilamente. Cerró la puerta, Taehyung ya estaba colgando el abrigo, y deshaciéndose de las botas junto a la entrada.

—¿Tenemos velas?

—Tenemos por ahí —señaló Jungkook, se deshizo del abrigo y lo colgó del perchero.

Taehyung había colocado los pasteles en un plato, tenían una buena montura de nata y frutos esparcidos por encima. Le clavó unas velas de cumpleaños y luego las prendió con un encendedor. Jungkook salió del cuarto de baño tras lavarse las manos, sus comisuras se curvaron al ver las pequeñas velas encendidas. Sólo había tres.

El mayor agarró la guitarra, se acercó al sofá para sentarse, ligeramente inclinado sobre el instrumento que posó en sus rodillas. Sus yemas pasaron con suavidad por encima de las cuerdas, tocó unas cuentas notas que resonaron en el salón melódicamente, en lo que Jungkook tarareaba algo.

Y Taehyung adoraba, adoraba profundamente verle tocar la guitarra. La forma en la que su rostro se serenaba, sus dedos largos y pálidos tocaban las cuerdas, y sus párpados rasgados, entornados, formaban una línea de pestañas oscuras que le alejaban del mundo de los mortales. El más joven dejó los pasteles en la mesa de café. Se deslizó a su lado con un rubor de mejillas.

—No me avergüences, por favor. Detesto las canciones de cumpleaños.

—Pide un deseo antes de que suceda —dijo Jungkook con diversión.

Taehyung cerró los ojos, sopló y apagó las velas. Después, se deshizo de ellas rápidamente, dejándolas a un lado del plato. Agarró el pastelito y se lo acercó a Jungkook, pidiéndole que mordiera él primero. Él lo hizo, con los iris puestos sobre Tae. Sus labios acariciaron la nata en un mordisco, sabía a mermelada de frambuesa y frutos rojos. Jungkook se relamió, el muchacho le pasó el pulgar por la comisura de los labios.

—¿Está rico?

—Dulce. Te gustará.

El más joven no se demoró en darle un buen bocado. Se lo terminó de un tercero, llenándose las mejillas de pastel. Jungkook estuvo tocando la guitarra despreocupadamente durante unos minutos y luego la apartó para tener a Taehyung en sus brazos. Él se sentó cómodamente de medio lado, con las piernas extendidas, el hombro presionando contra el pecho de Jungkook y la cabeza junto a su clavícula. El pelinegro le rodeaba la cintura con un brazo, su mano libre se deslizaba por encima del muslo suavemente.

—Es tarde. ¿Quieres dormir? —preguntó atentamente.

—¿Dormir? —musitó Taehyung.

Taehyung le besó mimosamente por la mandíbula, su dedo pulgar se deslizaba bajo la suave barbilla.

—Voy hacerte el amor como nunca nadie te lo ha hecho —masculló el joven.

Jungkook soltó una risa alegre, ligera.

—¿Te ríes, capullo? —gruñó Taehyung de repente.

—Permíteme decir que tu forma de coquetear es graciosa. Eres un amor —chistó.

—No quiero hablar más —expiró Taehyung, con los párpados volviéndose pesados entre la mezcla de devoción y negación.

—Entonces, no hablemos. Sólo... Sólo bésame.

Y finalmente, Taehyung abrazó su cuello, uniendo los labios con los suyos. La suave presión de su boca apaciguó la ansiedad de su pecho, como una bebida caliente en pleno invierno, cuando todas las partes de su cuerpo se sentían tan frías que dolían. Y como si sus labios estuviesen conectados con todos los nervios de su cuerpo, todo su ser pareció chispear y danzar suavemente en su encuentro. Así era lo que suponía que debía ser, así era como de verdad se sentía ser amado.

Taehyung se incorporó sobre sus muslos, e introduciendo los dedos en los mechones de su nuca, se diluyó en un buen beso. Jungkook abrió los labios, permitiéndole la entrada a su húmeda lengua, sus manos descendían por la cintura hasta el trasero, donde sus yemas se hundieron. Él era de mecha corta, su paciencia saltaba por los aires la más mínima chispa de tensión sexual, y estar con Taehyung era como si deseara ahogarla en todo momento. Lo habían hecho otras veces, pero las cosas habían cambiado con el tiempo; Taehyung había ganado confianza, había dejado de temblar para arañarle, sus labios se volvían más demandantes, así como sus manos y sus caricias, las cuales le transmitían matices de pasión, ternura y adoración.

Jungkook tiró de la blusa del chico, y se la sacó por encima de la cabeza con su colaboración. La prenda cayó a un lado del sofá y se deslizó al suelo como la seda. Tenía el cuello, los hombros, las clavículas y el pecho a su predisposición. Trazó con los labios los delgados pectorales y delineó con la lengua un pezón que chupó exquisitamente, humedeciéndolo. Taehyung emitió un sonido de aprobación, atrapó su boca, trazando la lengua con la suya, dibujando sus labios con los propios con cierta posesión.

Luego, Jungkook se desvió por la mejilla, por la mandíbula, con besos. Se dejó guiar por la brújula de las manos de Taehyung, atrayéndole de nuevo. Él agarró el cuello de su camisa, le besó por la extensión cuello de mármol, dedicándole su aliento cálido sobre la piel. Taehyung enredaba las manos en su pelo, le miraba maravillado, como si sus ojos fueran el cielo, repleto de estrellas, de la aurora ondeante con colores cálidos, y un chispeo tan caliente, que pensó que volvía a contemplar el atardecer del cielo.

Adoraba verle así, con las puntas afiladas de los colmillos asomando bajo los labios hambrientos. Lo salvaje que se veía a pesar de tenerle entre sus suaves manos, el ronco susurro de su voz musitándole que se desnudase. Taehyung se levantó y se liberó del pantalón, Jungkook tan solo se ausentó para hacerse con el lubricante que guardaba en el cajón del dormitorio. Se sentó, tirando de los propios pantalones hacia abajo, vertiendo rápidamente el lubricante en sus dedos para prepararlo de la manera en la que Taehyung pudiera disfrutar más rápido. El compañero se sentó a horcajadas sobre sus piernas antes de presionar sus labios con los de él, frotando su suave y firme miembro contra el duro del vampiro. El mayor buscó tentativamente su entrada, girando la muñeca y deslizando un dedo dentro del muchacho, abriéndolo con cuidado, introduciéndolo en diferentes ocasiones hasta empujar un segundo dedo para estimularle.

—Haz, haz eso de nuevo. Pero no tan rápido —jadeó Taehyung.

Jungkook se tomó unos segundos más para disfrutar de la tensión que crecía en su estómago. Se pasó la lengua por los labios, y finalmente apartó los dedos, cuando Taehyung se montó sobre sus caderas. El mayor le sujetaba la cintura con cuidado, Taehyung tomó su miembro, orientándolo con los dedos.

—Iré despacio —susurró Jungkook.

Él empujó hacia adentro, con cuidado de no lastimar al humano mientras sentía lo apretado que se encontraba a su alrededor. Cálido, húmedo, tan jodidamente suave, que quería llorar. Taehyung estaba sobre él, se sentía celestial, se mordió el labio, agarrando con fuerza las caderas de Taehyung, sin detenerse hasta tocar el fondo. Entonces, gruñó.

—Me encanta esto —resopló Taehyung, gimió un poco más mientras se adaptaba al ritmo, contemplándole por encima a través de sus pestañas.

Jungkook estaba demasiado inducido por el placer para articular palabra, deslizaba sus pulgares por la zona baja de su cintura, hasta el trasero para mantener las embestidas al ritmo necesario. El chico cabalgaba sobre él y enredaba los brazos alrededor de su cuello. Que Taehyung llevara el ritmo era bueno, era magnífico. Él estrechó los brazos alrededor de su cintura, mirándole apasionadamente, rozándole los labios sin aliento con los suyos. Podía escuchar su pecho palpitante, el corazón humano zumbando a gran velocidad. Las encías le palpitaban, los colmillos estaban tan largo que punzaban en el labio inferior, y, en un acto apasionado, los hundió por encima de su hombro con vehemencia.

Taehyung liberó un jadeo en el mordisco; gimió, deseando besarle, anhelando ponerse de rodillas para pedir más de sus besos y sus colmillos. Hacía tanto calor que pensaba que estaba a punto de perder la cabeza. Su piel estaba caliente por el ejercicio físico, pero el hombro se sentía frío, helado, bajo la punzante succión del vampiro. Jungkook le soltó, se lamió el labio inferior húmedo por la sangre, y los dedos de ambas manos se entrelazaron.

—Estoy amando esto tanto, oh, Dios, Jungkook...

Jadeaban a la par, al ritmo de cada embestida. Jungkook mantenía los ojos en él todo el tiempo, con parpadeos lentos, jadeando sin poder evitar sentirse sorprendido. Joder, Taehyung se veía tan lindo. Tan jodidamente hermoso. Quería detenerlo todo y besarlo. Pero si lo hacía, estaba seguro de que Taehyung le daría un manotazo por su impaciencia, puede que le gruñera y se mostrara disconforme.

—Mírame —le instó Jungkook después de un par de minutos.

—Estoy cerca —oyó murmurar al ojiazul—. Estoy cerca, estoy cerca...

Fue Jungkook quien estrechó los brazos, besando su sien, susurrándole palabras dulces y relajantes al oído mientras sus caderas cabalgaban con ánimo sobre las del vampiro. Los sonidos sordos, húmedos de sus cuerpos chocando resonaban en la cabaña, seguidos de gemidos y un gruñido bajo proveniente de la garganta del mayor.

—Oh, Dios —pero Jungkook no pudo terminar la oración.

Su compañero estaba temblando, un fuerte gemido escapaba de sus labios, toda su visión se nublaba, y sin aliento, compartió la oleada del orgasmo físico con él, deleitándose en la profundidad azul de sus iris.

—Sí, sí... —gimió Taehyung entrecortado, en voz baja—. Qué bueno...

Los alargados párpados del muchacho se entornaron, con las gruesas pestañas proyectando sombras sobre los pómulos, sus labios se abrieron esbozando una exagerada mueca de placer, el ceño ligeramente fruncido, más la respiración superficial y errática. Su cuerpo entero se veía repentinamente abandonado de fuerza, los músculos debilitados, el aliento pesado...

—Qué precioso eres —le halagaba Jungkook bajo él.

Sus dedos se desenlazaron tan sólo para abrazarse, para besarse con labios apretados, que descansaban perezosamente contra los del otro.

—Eso ha sido... —suspiró Taehyung, frágil.

—Ha estado increíble —declaró Jungkook.

—Más que increíble —afirmó el primero.

Al cabo de unos minutos, se movieron en una ocasión del sofá para recostarse juntos. Jungkook había enrollado una manta alrededor de sus cuerpos desnudos. Mantenían la tibieza en el simple contacto del abrazo, piel con piel. Taehyung se encontraba bajo él, con el cabello castaño oscuro revuelto y disperso. Jungkook se mantenía recostado de medio lado, con un brazo rodeándole bajo la nuca. La yema del dedo pulgar de la mano libre trazaba un suave círculo por encima del pómulo del humano.

El vampiro divisaba su rostro al detalle, desde la bonita forma de su barbilla, pasando por los carnosos labios en forma de corazón, al lunar que puntuaba bajo uno de sus párpados inferiores. La forma rasgada de estos, con densas pestañas, le hacía sentirse perdido en un horizonte felino, donde podía encontrar finalmente el mar azul del crepúsculo. Y ya no recordaba a Sui, nunca, jamás lo hacía, puesto que Taehyung, había hecho sombra a lo que una vez pensó que era el amor. Taehyung era ese impulso cíclico, irradiaba la misma energía que el sol en cientos de miles de millones de ondas que le calentaban hasta los huesos. Y en todo el sentido, había aplastado por completo cualquier rastro de pena y dolor de su pasado.

Se sentía nuevo. Distinto, desde hacía meses. Y creía que todavía quedaba por descubrir más de él, alguien menos oscuro y cínico, alguien más divertido y relajado. Alguien que, sin miedos, podía mostrarse y sentirse aceptado por una emoción que era real.

Cuando lo pensaba quería llorar. Llorar. Y no era la primera vez en esa noche, ahora madrugada (las horas de cumpleaños del chico ya se le había escapado entre los dedos), en la que se le insinuaba la necesidad de llorar desconsoladamente en su pecho. No fue del todo consciente del empañamiento de sus ojos hasta que Taehyung le sujetó con un pulgar la mejilla.

—¿Estás bien? —formuló arrugando el ceño—. Jungkook, ¿qué ocurre? —agregó, en cuanto él desvió el rostro, limitándose a abrazarle.

Su nariz quedaba por encima de su frente, los labios rosados rozaban la línea de sus cejas.

—Te necesito. Necesitaba encontrarte —susurró.

Taehyung entrecerró los párpados, le estrechó bajo la manta. Sabía por qué lo decía. Lo solo, lo aislado y lo perdido que había estado. Cada día, le quería un poco más que el anterior, pero no porque le hubiera salvado de un accidente donde probablemente hubiera muerto hasta la llegada de los servicios sanitarios, no porque sintiera que le debía algo, ni mucho menos. Quería a Jungkook, porque era Jungkook. No había otra explicación.

—Y yo, mi vida —musitó Taehyung, consolándole—. Mucho. Muchísimo.

Se quedaron allí, abrazados, en silencio hasta que sus cuerpos se enfriaron. Jungkook sentía la caricia de Tae en la fornida espalda desnuda, desde el omóplato pasando por la curva de la espina dorsal, la estrecha cintura, hasta la curva de lordosis. Detenía los dedos por encima del suave glúteo, disfrutando silenciosamente de la textura de la piel.

Jungkook tan solo le escuchaba respirar, el compás del tambor de su corazón. Cerró los ojos y se relajó a su lado. Al cabo de un rato, Taehyung murmuró que empezaba a notar un poco de frío. La chimenea no estaba puesta, y, aunque las fechas no fueran invernales, en aquella zona geográfica siempre refrescaba tras la puesta de sol. Ellos se levantaron, recogieron brevemente la ropa y se vistieron con ropa de casa.

Taehyung se lavó los dientes frente al lavabo, tenía sueño. Jungkook se sirvió un vaso de sangre para satisfacer su ración diaria, todavía notaba el delicioso sabor en el paladar de Tae. Se mantenía bajo su lengua como el agua de azahar de los roscones dulces.

Tras un trago tranquilo, se encargó de comprobar que la cabaña estaba en orden, cerrada, y todo en su lugar. Finalmente, se pasó por la puerta del cuarto de baño para buscar a su chico. Taehyung se había enjuagado la boca, ahora se encontraba frente a su reflejo, contemplando el mordisco rosado en su hombro mientras tiraba del cuello de la camiseta con un dedo.

—¿Duele? —preguntó Jungkook posicionándose a su lado.

Tae sacudió la cabeza, soltó el cuello de la camiseta. No le había desgarrado, ni siquiera era profunda, y no creía que fuera a dejar marca cuando sanara. Ya había tenido algunas marcas de los colmillos de Jungkook, pero nunca le había lastimado de verdad. Jamás había abusado tomando su sangre, ni le había provocado incomodidad. En cuanto a Taehyung, en ocasiones, se sentía ligeramente receloso porque se resistiera a hacerlo. Sabía que era jugar con fuego y era algo arriesgado, como si un león estuviera enamorado de un gatito. Pero adoraba ver cómo los iris de Jungkook se oscurecían y mantenía el control con ese rostro ávido por su sangre, y labios rojos por sus besos.

—Está bien, solo escuece un poco —reconoció el castaño.

—Disculpa. Fue parte del calor del momento. Puedo colocarte un apósito hasta que cure —le Jungkook ofreció cuidadosamente.

—No duele, Kook. Sé que estoy saliendo con un jaguar —Tae esbozó una sonrisa, pasó tras sus hombros, rozándole y tiró de su muñeca con ambas manos—. Y los jaguares, hacen eso. Jugando, muerden, arañan... un poco. A veces, mucho.

Jungkook sonrió levemente. Se dejó llevar por el leve tirón de su muñeca, su pecho topó con suavidad contra el suyo.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

—¿Duermes conmigo? —preguntó Tae con un tono mimoso.

—Vamos —le indicó con el mentón.

Se fueron juntos al dormitorio, Taehyung se acurrucó bajo las mantas y le instó a que entrara con él. Jungkook no solía irradiar calor a no ser que hubiera bebido mucho (sangre, alcohol o ambas), o estuviera pegado a una fuente de calor como la chimenea o el propio chico. No obstante, a Taehyung le gustaba su compañía. Su silenciosa presencia. Se pegó a él todo lo que pudo, extendiendo una palma por encima del pecho de Jungkook. El azabache posó la mano encima de su dorso y la estrechó levemente. Le deseó las buenas noches, Taehyung se las devolvió, cerró los párpados y liberó un lento suspiro de bienestar.

Jungkook permaneció en duermevela durante un rato, durmió un par de horas, y poco después se sintió activo y desvelado. Aun así, se quedó quieto, sosteniendo a su vida y universo entre los brazos durante algún rato más.

Al alba, se levantó como un felino. Salió de la cabaña para hacer algo de ejercicio, unas dominadas, abdominales, y estiramientos. Se dio una ducha justo después, y no eran más de las diez la mañana, cuando salió sacudiéndose el cabello húmedo. Tomó la escalera que bajaba al sótano para ordenar algunas de sus cosas, fue entonces cuando tomó una pieza de joyería en la mano. Se trataba de un colgante de cordón plateado, del que pendía algo muy importante. Jungkook lo contempló una vez más en la palma de su mano; después de esa noche, tenía claro que quería ofrecérselo como regalo. Tal vez, hubiera deseado hacerlo la noche de su mismo diecinueve cumpleaños, pero los dos se habían comportado muy sensibles y emocionales.

Quería que fuera una petición seria. Racional. Si bien, poco de racional podía tener algo tan relacionado con su corazón. Él se lo guardó en el bolsillo. Cerró el baúl y subió la escalera con largas zancadas.

A Taehyung siempre se le pegaban las sábanas; era el punto adorable e irresponsable que tenía. Jungkook le contempló desde la puerta unos instantes, le vio revolverse entre las sábanas y decidió dejarle dormir. El resto del tiempo, estuvo en la parte trasera de la cabaña. En la pequeña caseta, se entretuvo un rato con las plantas, las regó, y cortó algunas hojas y esquejes.

Taehyung se despertó en un rato. Estaba hundido en la almohada, bajo las sábanas, demasiado a gusto para moverse. Tan solo echó en falta la presencia de Jungkook para abrazarle y conseguir más mimos. Su aroma, siempre como a hierba de menta, a musgo fresco, y algo parecido al bosque y un lejano incienso. Se levantó perezoso, recordando la bonita noche que había vivido. Dikburg no estaba mal, había salido por primera vez en un tiempo y había llegado a un acuerdo con Jungkook sobre volver a hacerlo. Lo mejor, es que no tenía mala sensación. Sentía que todo marchaba bien, su mente se había liberado de preocupaciones, de malos recuerdos. Había aceptado su nueva vida.

Lo primero que hizo fue pasar por el cuarto de baño para atender a sus necesidades, después atravesó la cabaña, camino a la cocina. Volcó una píldora rojiza en la palma de su mano, rellenó un vaso de agua y la contempló antes de tomarla. En unos minutos, se colocó una cazadora de Jungkook; vaquera, gris oscuro, con el cuello de piel de borrego negro. Se puso las botas y salió de la cabaña para ir en su búsqueda.

Jungkook continuaba en la caseta trasera. Él, por supuesto, le escuchó venir con pasos perezosos, extremadamente ruidosos sobre la tierra y maleza.

—Hola, encanto —le dijo Jungkook sin volverse.

—Buenos días —contestó Tae en voz baja.

—¿Cómo estás, amor?

—Muy bien.

Jungkook dejó la pequeña pala sobre la mesa, empujó una maceta con los dedos y colocó la otra en su respectivo lugar. Taehyung se acercó por atrás y le abrazó la espalda.

—Ayer me lo pasé increíble —dijo el humano perezoso, tras su oreja.

Jungkook posó las manos sobre las suyas, que se enlazaban sobre su abdomen.

—Y yo —contestó con un tono dulce.

Taehyung le dio varios besos lentos y suaves en la mejilla. Los dos se balancearon unos instantes. El pelinegro se volvió entre sus brazos, y sosteniéndole el rostro entre los pulgares, presionó con sus labios sobre los suyos cálidamente.

—Tengo un plan. ¿Qué tal si hoy nos vamos a caminar? Me apetece ver aquel lugar al que fuimos una vez —propuso Taehyung animadamente.

—¿El de la montaña?

—Ahá. No hace tanto frío en estas fechas, ¿no? Podemos ir y regresar antes de que anochezca.

Jungkook aceptó su plan. Entre tanto, se pusieron a cargo de los quehaceres diarios de la cabaña. Alimentar el combustible del generador, amontonar pilas de madera, limpiar la chimenea y preparar la comida. Taehyung se dio una ducha, con el pelo todavía húmedo, rebuscó en el armario para ponerse un fino jersey de color blanco. Se lo colocó por encima de la cabeza, luego se abrochó un pantalón marrón por debajo la cintura. Introdujo la mano entre la ropa doblada, y notó el tacto frío de algo que arrastró entre los dedos.

Era la pulsera plateada de Jimin. Taehyung lo contempló en silencio, como si el bosque entero callara. Acarició con la yema del pulgar el corazoncito brillante y helado.

Era raro. En todo ese tiempo, sentía que Jimin, al igual que todos sus conocidos y seres queridos se habían ido para siempre. Para siempre. Pero de alguna forma, no había dejado de tener esperanza. Puede que fuera una mínima, ínfima, minúscula, una gota o un grano, un débil rayo de luz dorada, le hacía pensar que tal vez...

No.

Taehyung apretó la pulsera en la palma.

—Espero que estés bien —murmuró, esperando que el cielo, el universo, lo que fuera que estuviese ahí afuera le escuchara.

Así fuera un deseo irreal, u onírico, le deseaba paz.

Volvió a meter la pulsera bajo la ropa. Era incapaz de deshacerse de esa cosa. Es más, no lo había pensado, ni siquiera se lo había vuelto a plantear desde aquella vez. Aquel objeto representaba algo más que Taehyung no lograba discernir. Una especie de promesa consigo mismo, y hacia Jimin. Lealtad. Puede que amor, aunque ya no era amor de pareja, puesto que su corazón había evolucionado hacia otro camino.

Pero cuando una vez amabas a alguien de verdad... Ese sentimiento nunca se marchaba, no del todo. Siempre quedaba algo, y ese algo, conservaba una base incuestionablemente pura, benévola. Eso era lo que sentía Taehyung.

Después del almuerzo, Jungkook y él se prepararon para salir a hacer un poco de senderismo. El bosque que rodeaba la región y bordeaba a Dikburg era gigantesco, estaba protegido por el estado como un parque natural, no existía caza (estaba prohibida). Puede que hubiera algún animal, como osos, lobos (no tan grandes como los licántropos), y ellos mismos.

Ya habían caminado en bastantes ocasiones por allí, a dos kilómetros se encontraba una colina muy escarpada, la zona posterior constaba de una buena pendiente, pero era perfectamente transitable a un ritmo tranquilo. A Taehyung no le faltaba el aliento tanto como la primera vez, su forma física era mucho mejor. Jungkook, a unos pasos de él, caminaba como si nada, como si no fuera gran cosa. Él llevaba la mochila con una botella de agua, y algunos snacks para reponer energía.

Taehyung le miró de soslayo, se percató de que parecía pensativo. Un poco más que de costumbre.

—Vamos, mueve ese trasero —soltó Jungkook de repente.

—¿D-Disculpa? —jadeó frunciendo el ceño.

—Te veo lento.

—Jungkook, vamos a un buen ritmo.

—Los he visto más rápidos —le chinchó a propósito.

Taehyung gruñó, y él soltó una risita. Sí, era eso lo que buscaba. La pendiente estaba algo húmeda, las suelas de sus botas resbalaron, y Jungkook apareció como un fantasma a su lado. Le agarró por el antebrazo y le recolocó en una posición más rígida de momento.

—Cariño, ¿puedes mirar tus pies? Primero el izquierdo y luego el derecho, ¿recuerdas cómo funcionaba? —liberó sarcástico.

—Si no fueras un vampiro, te destruiría en un combate de uno contra uno —refunfuñó Tae cómicamente—. ¿Te queda claro, chupasangre?

Jungkook bufó una risita.

—Vamos, sube esta parte con más cuidado —continuó sin soltarle el brazo.

Taehyung tuvo que inclinarse para subir el último trozo, llegó a la parte superior del monte con un ligero jadeo, notaba una capa superficial de sudor en la nuca y la parte baja del cuello, donde más abrigado se encontraba. Jungkook estaba como un pincel, para su disgusto.

Él le ofreció la botella de agua para que diera un trago. Dos horas de caminata para llegar allí, y en unos minutos, se posicionaron sobre el saliente más hermoso de todos. Allí arriba, los árboles clareaban, se podía disfrutar de las vistas de una pendiente preciosa (también algo peligrosa), el río a lo lejos, y un trozo de la ciudad de Dikburg que se veía tan diminuta como una miniatura. La zona era más o menos rocosa, Tae se sentó sobre una roca de un buen tamaño para descansar. Tomó una buena bocanada de oxígeno, el aire era puro y fresco, la calidez de los rayos dorados y anaranjados de sol le acariciaban el rostro, la brisa revolvía los mechones lisos, de puntas ligeramente onduladas en su cabello.

—Qué maravilla —suspiró Taehyung, en paz—. Me encanta este lugar.

—Es precioso.

—El mirador de aquel restaurante, en Dikburg, tampoco estaba mal. Pero esto es como más...

—Más libre —concretó Jungkook.

—Exacto —compartió con él.

Jungkook pasó junto a la roca, se acercó al saliente rocoso, contemplando el agradable atardecer. Abajo, el crepúsculo tomaba forma alargando las sombras de cada árbol.

—Nos hemos cruzado con algunos animales. Suerte que terminas espantándolos a todos con tus pisadas de elefante —dijo con su humor incansable.

Taehyung se mordió el labio inferior, reprimía lo que era una sonrisa socarrona.

—¿Sabes? Envidio eso —expresó el más joven—. Seguro que hubieras llegado aquí en unos minutos. Puedes oírlo todo, olerlo todo. No te cansas, y, siempre estás... perfecto...

Jungkook se dio media vuelta, le dirigía un rictus curioso.

—He cumplido diecinueve años. Ya solo tienes dos más que yo, ¿no? —prosiguió Taehyung esbozando una tenue sonrisa—. Lo cierto es que siempre me asustó el vampirismo. Cuando veía a Jimin sufrir por ello, lo odiaba... Pero viéndolo en ti, de alguna forma, lo he admirado. Eres envidiable, Jungkook. Recuerdo esa tarde, en Shadowfell, cuando caminé contigo por los alrededores del pueblo —tuvo una pausa—. Te acercaste tras de mí, y entonces me dijiste todo lo que podías sentir. Mi corazón casi escapaba por mi garganta. Me sentí realmente como lo que era, humano, insignificante. Impedido por mis sentidos, envidiando la extensión de lo que tú sí puedes ver y percibir... Tuve mucho miedo, me sentí muy herido cuando me dijiste que no podíamos ser amigos. Sentí lo que en muchas ocasiones sentía con Jimin, que yo no era... no era suficiente... que yo no estaba a la altura de alguien como vosotros.

—Taehyung, jamás deseé que sintieras eso. Y estoy seguro de que mi hermano, tampoco.

—Lo sé —agregó Taehyung rápidamente—. No os culpo, descuida. No estoy reprochándole. Sólo, hablo de la realidad. Tengo diecinueve años, y tú ciento setenta y dos. Soy minúsculo en comparación.

Jungkook estaba muy quieto, estático, a unos metros. La puesta de sol se hallaba tras él, naranja como una mandarina en dulce almíbar. Los rayos no le calentaban desde hacía demasiado tiempo, pero enmarcaba su silueta como un bordado de oro.

—Tae —pronunció con suavidad, sin moverse—. Esta conversación...

Parecía estar pensando en voz alta, se detuvo brevemente y se humedeció los labios, cambiando el inicio de la oración.

—Tengo algo para ti. Quería dártelo en la cena, como regalo de cumpleaños —manifestó Jungkook de repente—. Pero cuando te conté sobre cómo te conocí..., sentí que, tal vez, debía darte un tiempo para respirar.

Los ojos de Taehyung se abrieron lentamente. Jungkook metió la mano en el bolsillo del pantalón negro, sacó algo en su mano que el muchacho no pudo ver con claridad. Se levantó de la roca y caminó hacia él con una imperiosa curiosidad. Su corazón había cambiado el ritmo, anticipando algo más.

—¿Qué es?

—Mi regalo es... ofrecerte tener más cumpleaños de los que podrías vivir.

Taehyung contempló su palma abierta; era un colgante con un brillante cordón de plata del que colgaba una diminuta gema carmesí en forma de lágrima. Se percató velozmente de que no era una gema, era un trozo de cristal. Como un frasco.

—¿Qué es esto, Kookie? —dudó.

—Es un colgante con mi sangre —expresó poco a poco, acariciándolo entre los dedos—. Una vez, te ofrecí ser vampiro. Pero en esa ocasión, lo hice por un motivo concreto: evitar el instinto de cazador, y que tuvieras que depender de por vida de esas pastillas. Esta vez, quiero decirte algo distinto...

Los iris de Taehyung abandonaron el colgante y se posaron en sus ojos. Jungkook le contemplaba con una profunda predilección, su timbre sonaba sincero, cálido.

—Te amo, Taehyung. Pensar en que podría estar contigo para siempre... Es un sueño. No quiero presionarte a nada. No quiero que cambies por mí. Te amo tal y como eres, y eso, incluye tu mortalidad —declaraba con precisión—. Todo lo que eres. Por eso mismo, no te ofrezco hacerlo ahora, ni hoy. Pero quiero que tengas esto contigo, por si algún día lo necesitas, por si... en algún momento, tomaras la decisión... Hay gente que piensa lo contrario, pero yo no creo en el alma. Para mí, solo se vive una vez. Y la vida humana es fugaz, es muy, muy rápida. Si lo fueras, si te convirtieras en un ser inmortal, desearía que fuera con mi sangre. Y si así lo desearas, te unieses en este largo sendero que siempre he caminado a solas, como un compañero eterno. Mi compañero.

—Kook...

Los ojos de Taehyung se empañaban de lágrimas. Abrazó a Jungkook con fuerza, respirando por encima de su hombro. Apretó los párpados, viéndose invadido por una profunda emoción. Su corazón iba muy rápido. Muy, muy rápido. Todavía era joven. Los diecinueve era una buena fecha para reflexionar, para no precipitarse en algo imposible de anular. A pesar del vértigo que le causaba el vampirismo, cambiar para siempre para estar junto a otra persona, la idea de ser igual a él, le hacía sentirse tan inseguro como asustado. Subir ese peldaño conllevaba muchos otros matices, ver cómo el tiempo se llevaba todo lo que conocía, sentir la auténtica sed de sangre, descubrir una nueva parte de sí mismo, que quizá, todavía escondía...

Taehyung le soltó poco a poco, quería hablar, pero no sabía qué decir. El amor de un vampiro era mucho más transcendental, y en ese momento, él se sintió pequeño. ¿Cómo podía agradecer sus palabras? ¿Cómo podía explicarle que le amaba, aunque quizá, pensar en la eternidad todavía le provocaba miedo? Y no era miedo de él, sino de sí mismo. El juego de vivir para siempre tenía otras caras, y la más importante, era el autodescubrimiento, la revelación de todas sus caras, incluyendo la más oscura de todas.

—¿Aceptarías mi regalo? —formuló Jungkook pegado a su pecho.

El castaño asintió con la cabeza. Él le rodeó, sujetando el cordón plateado para colgárselo. Lo pasó por encima de su pecho y cerró el diminuto broche tras la nuca. Taehyung bajó la cabeza, y lo tocó entre los dedos. La lágrima era de cristal, estaba rellena con una minúscula parte de su sangre, la justa, la ideal de para consumir, morir, y volver a abrir los ojos como una nueva forma de vida. Se sujetaba al colgante de manera que el broche parecía enroscado a ella. Taehyung la toqueteó entre los dedos, cavilando cómo podría decidirse a tomar aquel sorbo y enfrentarse a la muerte. Debía ser muy valiente. Mucho.

—¿Estás bien? Te has quedado pálido —dijo Jungkook volviendo a rodearle—. Amor, si no quieres llevarlo, puedes decirlo. No voy a enfadarme contigo.

—Esto, para mí, es un halago, Kook. No solo es un colgante. Acabas de ofrecerme que esté contigo para siempre —dijo, sin soltar la lágrima que pendía de su cuello.

—¿A caso creías que no lo haría? —formuló el pelinegro ligeramente sonriente. Le metió un mechón tras la oreja, el sol se ponía tras su nuca y Jungkook estaba más brillante, más guapísimo que nunca—. Te quiero más que a mi vida. Te quiero más que a mi existencia. Eres mi corazón, Taehyung.

—Eso es... adorable...

—No es adorable, es la verdad. Eres mi corazón —repitió con firmeza—. Y está bien si no quieres ser vampiro. Estaré contigo hasta el final, y después, te encontraré en el más allá.

Jungkook selló la conversación con un casto beso en sus labios. Taehyung le apretó los dedos con afecto, tiró de sus manos y volvió a acercárselo para estrecharle.

—Ven aquí —murmuró.

Le abrazó mucho, muy fuerte. Su cabeza y corazón removía todo en espiral, una espiral tan dispersa que le dejaba aturdido. Nunca se había planteado con tanta seriedad el sentido de su vida hasta esa misma tarde; pues en el plazo de un año, había deseado morir, había deseado sobrevivir, después tan solo vivir, y ahora, no sabía si estaba siquiera preparado para pensar en el futuro como un sendero inacabable. Solo sabía que estaba enamorado, muy enamorado de Jungkook De Fiore. Que podría ahogarse de amor, por él. Y que, de momento, si había logrado sobrevivir lejos de lo que fue su hogar, era porque le tenía a él.

No obstante, la conversación quedó ahí. Jungkook enlazó su mano y sugirió volver a casa antes de que oscureciera, y en su defecto tuviera que llevarle en su espalda pendiente abajo como a un niño. Dieron un buen paseo de vuelta, bajando el monte con cuidado, y después caminando más tranquilamente de camino a la cabaña.

Al caer la noche, el bosque siempre se enfriaba. Tae y Jungkook regresaron a casa, al muchacho le dolían los pies de las botas y sentía las piernas cansadas. Estaba preparándose algo de cenar, y de vez en cuando, tocaba el colgante entre los dedos. El duro cristal estaba frío al tacto, resbaladizo, se sentía satisfecho conociendo el tipo de promesa que era. Solo el diamante de Jimin se asemejaba a esa pieza, y le transmitía algo tan intenso, tan eterno y mágico como eso.

Los vampiros realmente eran unos románticos, se dijo.

Jungkook actuó con una relativa normalidad, si bien Tae se sentía preocupado por sus sentimientos. Le quería, temía lastimar su orgullo o hacerle pensar que no había hablado porque tal vez no estaba seguro de su relación. Así que, en la noche, cuando estaban en la cabaña, él estuvo dando vueltas en el sofá, y definitivamente apartó la lectura.

La puerta de la cabaña volvió a abrirse, Jungkook la cerró tras él y se quitó la cazadora.

—He cambiado el tubo del generador. Estaba un poco desgastado. Por eso se ha ido la luz dos veces —dijo pasando de largo.

—Mnh.

Taehyung se mordió el labio, le siguió con la mirada y le vio meterse en la pequeña habitación que tenían atestada de cosas. Al cabo de unos minutos, se levantó estirando las piernas, fue hacia allá y posó una mano en el marco de la puerta.

—Kookie.

Jungkook estaba afinando las cuerdas de su guitarra, levantó la cabeza con naturalidad.

—¿Sí?

—¿Estás bien? —preguntó Tae cruzándose de brazos.

—Claro. ¿Tan mal suenan estas cuerdas? A lo mejor debería cambiar de guitarra. Pero en Dikburg no hay tiendas de instrumentos —contestó con normalidad.

Taehyung no tardó en desplazarse, descruzando los brazos. Clavó las rodillas en la cama individual, una topaba contra su muslo. Hundió la mejilla en su hombro, le rodeó la espalda con un brazo y el pecho con el otro, por encima de la guitarra.

—Te amo mucho. Lo sabes, ¿verdad?

Las comisuras de Jungkook se curvaron, desvió el rostro y asintió tímidamente.

—No sé si estoy hecho para ser vampiro. Pero sé que quiero estar contigo hasta el final del mundo, si es lo que preguntas —murmuró Tae sobre su hombro—. Temo que puedas sentirte inseguro conmigo por ese motivo...

—No lo hago.

—¿Seguro?

—De verdad —suspiró con honestidad.

Y eso era lo bueno. Tae se preocupaba por comunicarse correctamente con él. Mordiéndose el labio, se alegró de saber que todo parecía aclarado. El colgante era suyo, y su opción de aceptar la eternidad, también.

—¿Crees que cambiaría demasiado si fuera vampiro?

—¿Cambiar? —Jungkook le miró de medio lado, se movió para dejar la brillante guitarra negra sobre la cama. Tae le liberó un instante para que lo hiciera y se quedó sentado a su lado. El mayor le apretó una mano con los dedos suaves y largos—. Lo cierto es que... todos somos distintos a nuestra versión humana.

—¿Qué tan diferente eres tú?

—Era más ingenuo. Más tímido. Supongo que también tenía relación con la edad.

—¿Tímido? ¿Tú? Pero si caminas desnudo delante de mí cada vez que sales de la maldita ducha —ironizó Taehyung.

—¿Y cuándo vas a dejar de ruborizarte por ello? —formuló Jungkook con diversión.

Los dos se rieron melodiosamente.

—Estoy seguro de que el Jungkook humano me hubiera gustado —expresó Tae—. Con su caballo, con su buena educación y cortesía del siglo pasado.

—En lugar de robarte un beso, te hubiera pedido la mano para salir —Jungkook le besó por encima de los nudillos.

—¿Me hubieras enseñado a montar?

—Creo que ya sabes montar de vicio, amor —agregó con descaro.

Taehyung le dio un manotazo en el pecho, y él se rio.

—Y, tal vez, antes de besarte, te hubiera preguntado si me permitirías hacerlo. Quizá, hubiera tardado un tiempo en acariciarte... por encima de la ropa —continuó con un timbre de terciopelo.

El humano se mordió el labio.

—Nuestra familia nos hubiera rechazado por amar a otro hombre —continuó comentando, tratando de eludir su flirteo—. ¿Eso te preocupaba? La homofobia de tu época, digo.

Jungkook inspiró, se encogió de hombros levemente.

—No me fijaba en mujeres, Tae. Tampoco en los hombres —admitió despreocupado—. Para ser sincero, Sui fue mi primera vez. Quería hacérselas pagar por seducir a mi hermano, y caí en él... Me daba la atención que necesitaba. Me hacía sentirme distinto, como si yo tuviera por encima de todo. Una mentira. Por otro lado, creo que Jimin siempre tuvo más claras sus preferencias. Yo, sin embargo, no dejaba que nadie se acercara a mí. Era inaccesible, algo frío, distante, con la gente.

Taehyung deslizó una mano por su espalda, le contemplaba ladeando la cabeza, y no pudo evitar intuir algo.

—Todavía te duele —musitó.

La expresión de Jungkook se volvió más dura.

—No me duele. Está muerto para mí.

—No lo está —negó Taehyung en voz alta.

—Tae, nos dio de lado. Tomó una elección —su timbre se había vuelto más duro.

—Eso es cierto. No nos eligió, pero está vivo, Kook. Jimin está vivo —le dijo con firmeza, pero también suavidad—. Everly y Soobin, no. Y como dijiste, de la verdadera muerte no hay marcha atrás. Y Jimin, muy en el fondo, todavía está ahí. En... algún lado... En alguna parte, respirando. Sé que te lo has negado para pensar que duele menos. Pero hay que recordarlo. A eso le llamo yo, esperanza. No permitiré que la pierdas, ¿sabes por qué? Porque nadie puede vivir sin ella.

Taehyung se levantó de la cama. Entonces se inclinó a su lado y presionó un beso sobre su sien, pasándole una mano por la coronilla, poblada de mechones largos y ondulados, con una caricia familiar.

—Voy a hacer la cena. Te quiero —le repitió Taehyung, y salió del dormitorio.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top