Capítulo 2
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 2. La cabaña
El agua que caía en forma de lluvia apenas lograba mantenerse tibia. Al final, se tornó fría, exactamente igual que el temporal que corría en su interior. Taehyung se abrazó los brazos bajo la lluvia de la ducha, recordando desde la primera hasta la última pieza de aquel macabro puzle que formaba su memoria. Cada palabra y cada último instante antes de que todo se desmoronase. Cuando salió de la ducha, tenía la piel fría y estaba temblando bajo la toalla con la que se envolvía. Se sentó un rato sobre el inodoro, con las piernas cruzadas y sus propios brazos rodeándole.
¿Qué sería de su vida? ¿Acaso tenía un motivo para vivir? ¿Para continuar haciéndolo, sintiéndose un parásito que no debía sobrevivir?
Una vez vestido con una muda de ropa limpia, salió del cuarto de baño con el cabello húmedo, sintiéndose un poco más renovado a pesar del cansancio que le aplomaba el ánimo.
Jungkook estaba cortando algo sobre la encimera de la cocina. Taehyung dejó la ropa sucia a un lado, y dejándose llevar por el primer momento de libertad que tuvo, paseó por la cabaña en búsqueda de descubrir la distribución de la pequeña casa. Entró un dormitorio ubicado fondo a la izquierda, el cual contenía varios muebles vacíos y una amplia cama que ocupaba la parte central del dormitorio. Después, Taehyung entró en una habitación mucho más pequeña, que se encontraba atestada de cachivaches sin utilidad alguna. El muchacho notó la falta de limpieza general, había polvo y una fina arenilla por todos lados.
—Este lugar está asqueroso —mencionó regresando a la cocina americana.
—Llevaba años sin pasar por aquí.
—¿Cuánto?
—No sé. ¿Siete? ¿Ocho?
—Pues deberíamos hacer una buena limpieza.
Taehyung le contempló cortar algunas patatas crudas sobre la tabla de cocina. Luego, Jungkook volcó los trozos cortados en una sartén grande que ya estaba en el fuego con abundante aceite caliente.
—¿En serio? ¿Estás cocinando?
—Siéntete afortunado, llevaba una década sin hacerlo —dijo de espaldas—. Hacía tiempo que no me interesaba la gastronomía humana.
—¿Patatas fritas? —Tae se asomó tras su hombro.
—¿No te encantaban?
—Kook. No te preocupes, yo puedo prepararme algo —dijo Taehyung modestamente.
—Descuida, no soy tu cheff. Es más, ni se te ocurra acostumbrarte —le avisó el otro con dignidad.
Así mismo, Jungkook se concentró en la sartén mientras se freían. Taehyung se sentó junto a la encimera, clavando un codo y observándole. Le pareció muy dulce que estuviera preparándole algo.
—¿Dónde estamos?
—Secreto de estado —Jungkook le miró de medio lado.
—¿Todavía no puedes decírmelo?
—Debo hacer unas pruebas antes.
—Mnh.
Jungkook se aproximó secándose las manos con una toalla de cocina. Ladeó la cabeza y se mordisqueó la punta de la lengua.
—Te he traído a la guarida del lobo. O debería decir, ¿del vampiro? —bromeó.
Taehyung sonrió levemente, no obstante, se mantuvo callado. Jungkook se sentó a su lado, girando el taburete hacia él.
—Déjame entrar en tu mente. Voy a hacerle unas preguntas a tu subconsciente.
—¿Solo una?
—Dos o tres.
Taehyung cedió asintiendo con la cabeza.
—De acuerdo. Hazlo.
En ese momento, Jungkook levantó el mentón y le miró fijamente. Sus ojos penetraban los suyos más azules. El joven notó cómo las barreras de su mente se habían vuelto inexplicablemente fuertes, sin embargo, Jungkook acababa de alimentarse y era poderoso.
—¿Qué sientes ahora mismo? —preguntó a su mente.
—Tengo miedo de amarte tanto como a Jimin — respondió su lengua.
El momento se volvió de lo más raro. Taehyung se sintió avergonzado, arrepentido por lo que su boca había pronunciado automáticamente.
—M-Me refiero a —titubeó Jungkook, inesperadamente avergonzado—, lo que quieres hacer con...
¿Jungkook De Fiore acababa de balbucear por su respuesta?
—Quiero estar a tu lado —agregó Taehyung al asunto.
—¿Intentarás acabar conmigo? —le evadió Jungkook.
—No quiero perderte ahora que te he recuperado —volvió a responder.
Jungkook se sintió algo abrumado.
—Vale. Es suficiente —se levantó con un leve carraspeó y fue directo a los fogones.
—¿P-Por qué me preguntas eso?
—Quería saber si todavía predominaba tu instinto asesino.
Taehyung le siguió con la mirada. ¿Estaba rehuyéndole? ¿Qué pasaba con él? Se suponía que era el vampiro sexy, sarcástico y seguro de sí mismo. Vislumbrarle con esa aparente reserva le sorprendió un poco.
—Supongo que ahora sabes que no.
—Eres un cazador de raza, Tae. Tu mente se protege de manera natural. Sin embargo, con las píldoras, eres nuevamente vulnerable —dijo Jungkook junto a la cocina—. Si ayer logré manipularte era porque estabas agotado.
El humano reflexionó acerca de eso.
—Fue un infierno. No lo que me pediste, si no... Cómo me sentía. Solo había rabia. Ira. Y estaba redirigiendo todo eso hacia ti.
Jungkook apartó la sartén del fuego y sirvió las patatas fritas en un plato. Luego, se lo dejó a Taehyung con un cubierto.
—Uh, gracias —dijo encantado.
—Come —pasó de largo.
Taehyung empezó a masticar, su estómago se lo agradeció de momento. Jungkook se dejó caer en el sofá y cruzó las piernas sobre la mesa café.
—Entonces, ¿dónde estamos? —preguntó Tae.
—En la frontera con Canadá, a unas dos horas de Toronto. Te traje aquí por si a alguno de esos se le ocurría buscarte. No me fío de lo que queda de Jimin, tampoco de Sui y del estúpido trato de ese híbrido con Rayna —expuso Jungkook suspicazmente—. Así que, puse todos los kilómetros que pude entre nosotros.
—Y este lugar, ¿es...?
—Uno de los bosques protegidos por el estado. Aquí no hay deforestación, ni cazadores, ni siquiera humanos por las zonas colindantes. Nadie te encontrará aquí.
Taehyung se sintió aliviado. No
—¿Cómo conseguiste esta cabaña?
—Era de un guardia forestal —resumió.
Jungkook abandonó la conversación y le dejó unos cuantos mensajes de texto al Doctor Kim acerca de la efectividad de las píldoras.
Jungkook (21.45pm): «Funcionan. Taehyung vuelve a ser él. Felicitaciones tanto a ti como a la bruja descerebrada».
Doc. Jin (21.46pm): «Esperaba una buena noticia. Me pondré en contacto con ella de inmediato».
Jungkook (21.46pm): «Necesitaremos más, Doc. Con ese pastillero no alcanzará a para poco más de un mes».
Doc. Jin (21.47pm): «No te preocupes, en menos de una semana estaré haciendo otro envío. ¿Estará bien si lo hago al mismo post de recogida?».
Jungkook (21.48pm): «Sí. Te lo agradezco».
Doc. Jin (21.47pm): «Sabes por qué lo hago. Envía un saludo a ese muchacho».
—Es muy amable —la voz de Taehyung sonó sobre su hombro—. No sabía que el Doctor Kim era tu amigo.
Jungkook levantó la cabeza, el muchacho estaba apoyado en el respaldo, atento.
—¿Seokjin Kim? No. Sólo hacíamos negocios —el pelinegro bloqueó la pantalla y apartó el teléfono.
—Pero te vi hablando con él —Tae rodeó el sofá para sentarse a su lado—. La noche en la que me llevaron al hospital, te vi desde la habitación.
—Tenemos una especie de relación de... ¿intercambio?
—¿Qué hiciste por él? —indagó el humano.
El vampiro se cruzó de brazos.
—Vamos, no puede ser tan difícil de contar —insistió—. ¿Se la chupaste?
Jungkook rodó los ojos en lo que Taehyung soltaba una risita.
—Curé a su hija —confesó finalmente—, con mi sangre.
El rictus del más joven se llenó de sorpresa.
—Oh —espiró.
—Pero chupársela tampoco hubiera sido mala idea —trató de eludir velozmente.
—Salvaste a su hija.
—Da igual, Taehyung. Lo hice por compasión. En ese momento, llevaba tiempo sin sentirlo. Me vino como una bofetada y no pude escapar de ello.
—Hmh —el castaño le observaba fijamente.
—¿Qué estás mirando? —refunfuñó el vampiro mostrándole un par de colmillitos.
—¿Por qué no me lo habías dicho?
—No hablábamos en ese momento. Un mocoso de ojos azules me dijo que me odiaba, ¿recuerdas? —articuló Jungkook sarcástico.
Taehyung asintió levemente.
—Pero, lo de la niña, fue en Shadowfell, ¿no? ¿Recuerdas la fecha? —preguntó a continuación.
—Dos o tres años.
—¿Estabas en Shadowfell, en esa época?
—Regresaba cada varios años, por el aniversario de la muerte de mi madre. No estaba allí más de unas horas. Siempre he odiado ese pueblo.
—¿Cuándo es el aniversario de su fallecimiento? —preguntó el humano.
Jungkook tardó en contestar, pero fue concreto:
—El 2 de junio.
Taehyung arrugó levemente el ceño. Desvió la mirada, con un rostro meditabundo.
—Mis padres murieron el 2 de junio —pensó en voz alta—. Hace dos años.
Acto seguido, volvió a comprobar el rostro de Jungkook. Fue extraño, puesto que su rictus no emitía ninguna emoción, como si hubiera corrido un enorme telón.
—¿Lo sabías? —formuló Taehyung.
—No —negó, sin agregar nada más.
—Mhn...
No compartieron ninguna palabra más. Si bien, Taehyung reflexionó acerca de la coincidencia de fechas. ¿Jungkook había estado en Shadowfell el día del accidente de coche de sus padres?
—Taehyung —Jungkook comenzó a hablar—. No estamos aquí de vacaciones. Debemos mantener un perfil bajo, al menos, durante un tiempo.
—Entiendo —aceptó Taehyung.
—Oye...
—¿Sí?
—Voy en serio. Tenemos que comprobar el efecto de las píldoras. Y debes ser totalmente honesto conmigo. Decirme si sientes algo, o si vuelves a notar cualquier cosa en relación a tu instinto...
—De acuerdo —contestó sin recelo.
—Tampoco puedes salir del bosque. Desconozco hasta qué punto eres detectable, pero ahora eres un cazador de raza, y estoy seguro de que eso te convierte en un ser que puede ser rastreable —expuso Jungkook con sinceridad—. Si elegí este lugar, es porque, ciertas zonas boscosas, como en la que nos encontramos, emiten una cúpula de aislamiento. Se trata de viejos residuos de lugares de poder, que fueron relevantes en el pasado. Los hechizos de seguimiento no funcionan en lugares como este. Por eso elegí esta casa.
Taehyung se mordió el labio inferior levemente.
—Ya lo habías pensado —advirtió el muchacho—. No dejas nada al azar.
—No nos hemos cruzado el país por nada —reconoció el pelinegro.
—Está bien, lo entiendo. ¿De cuánto tiempo hablamos?
Jungkook chasqueó con la lengua.
—Tal vez, un... año... o un poco más...
—¿Un año? —repitió atónito—. Pero, ¿tú...? ¿Tú te quedarás conmigo?
El pelinegro volvió a mirarle con detenimiento.
—Claro —musitó.
Taehyung parecía conforme.
—Okay. Entonces, debemos hacer limpieza. Este lugar está terrible.
—Bien. Pero a cambio, tú... vas a hacer lo que yo te diga —agregó con una caída de párpados.
—¿Ya vas a empezar? —Tae cruzó los brazos.
—Si te digo que entres en casa, entras. Yo iré y vendré del pueblo que está a dos kilómetros para traer suministros. Y para eso, necesito saber que puedo confiar en ti y que no moverás tu culo cuando te lo pida —manifestó con arrogancia.
—Jungkook. No voy a joder esto. ¿Crees que no sé qué me estás protegiendo? —cuestionó más directo.
El pelinegro parpadeó varias veces.
—Técnicamente, protejo a la comunidad vampírica de ti —se excusó—. Si a alguien se le ocurriera buscar al último cazador de raza...
Su excusa no colaba. Taehyung sabía que no podía matar ni una mosca a pesar de haberle apuñalado con una rama. Cualquier vampiro era más peligroso que él, de momento, puesto que no tenía ni entrenamiento.
—Lo capto —interrumpió Taehyung—. Gracias.
—No necesito que...
—No. Gracias, en serio —repitió chinchándole—. Te prometo que te haré caso.
Entonces se levantó del sofá con una nueva energía.
—Vale, empecemos limpiando esto.
—Ni de coña, es tarde. Necesito dormir —repuso Jungkook.
—Hace tiempo me dijiste que apenas lo hacías.
—Llevo dos días sin hacerlo, mi alimentación se ha reducido, y, por lo tanto, mis ventajas vampíricas —Jungkook se puso cómodo en el sofá, cruzando ambos brazos tras la nuca.
—Está bien, príncipe vampiro. Duerme. Yo le echaré un ojo a todo lo que has traído.
Jungkook se conformó con que se callara un rato. Francamente, pensar en que estaba acompañado se le hacía inusual. Él acostumbraba a estar solo. Y prefería no pensar en el futuro, en cómo iba a acostumbrarse a su presencia y todo lo que implicaba. No se había llevado a ese humano a la frontera con Canadá para disfrutar de su compañía, sino porque si le hubiera dejado en Shadowfell, probablemente aquel híbrido le hubiera terminado matando. O peor, aquel trozo de carne andante que ahora tenía la cara de Jimin De Fiore.
Silenciosamente, pensaba en que le debía algo a ese muchacho. Él había matado a su linaje de cazadores el siglo pasado y se le había escapado un descendiente entre toda esa guerra; el mismo que ahora intentaba proteger de su instinto.
Era irónico que Taehyung Kim reuniese tantas casualidades en su persona; era una réplica física de Sui, quien le había enamorado, convertido, destrozado su relación filial con su hermano menor, y de paso, arrancado el maldito corazón. También era un cazador de raza que debía estar muerto. Y para colmo, el único mortal en el que se permitía confiar.
Irónicamente, Jungkook nunca había tenido a nadie de verdad. Desde el día en el que se convirtió, se había corrompido en un sociópata que hacía las cosas por placer y beneficio, tal y como Sui le había enseñado. Y sí, lo de Joon y él había funcionado durante un breve periodo de tiempo en Shadowfell, así como la relación que había calificado como «de negocios» con el Doctor Seokjin. Pero Taehyung era real. No había manipulado su actitud con él, ni sus palabras, ni siquiera esa conexión en la que el muchacho parecía olvidar todas las cosas horribles que había dicho y hecho, para tratarle tan solo como Jungkook, en lugar de un vampiro excéntrico.
Jungkook le echó un breve vistazo, el joven removía los artilugios de la cocina, reordenando las pocas cosas que encontraba por allí. Luego, Tae lavó los platos, y poco después, le oyó meterse en el dormitorio, posiblemente para indagar en las cosas que había traído.
Él tan solo cerró los párpados, tratando de relajar su conciencia.
«Dios. Él también tenía miedo de amarle tanto como una vez lo hizo con Sui».
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
En algún punto de la noche, Taehyung se quedó dormido. Al principio se tumbó sobre la cama para pensar, cruzó las piernas y observó aquel techo hundido de madera. Era extraño no encontrarse entre las mismas cuatro paredes que desde siempre habían sido las de su dormitorio. Blancas, con papel esmeralda, y con su viejo tablón del instituto donde tenía fotografías con Rayna, su horario escolar y alguna otra chorrada.
Pero esta vez, no había hogar al que regresar. No había familia, ni nada de lo que desprenderse tras su partida de Shadowfell. Sentía una profunda tristeza por su pasado y por la incertidumbre de su futuro. En su conversación con Jungkook, se había mostrado positivo, sólo porque confiaba en él. Y mientras cerraba los párpados, Taehyung se repitió que no podía fallarle. No, después de todo lo que estaba haciendo para mantenerle con vida.
Jungkook De Fiore, el menos esperado, alguien a quien había temido, después extrañamente deseado conocer..., para posteriormente obligarse a poner distancia entre ambos, irónicamente, ahora, era el único que no le había abandonado.
Taehyung se giró sobre la almohada y se hizo un ovillo.
«Debía sobrevivir por él», se dijo antes de caer dormido.
Recién entrada la mañana, escuchó un ruido afuera. El muchacho se levantó perezosamente, se frotó los ojos aun irritados y se rascó las muñecas con las yemas. A través de la ventana del dormitorio, vio a Jungkook en el exterior, cortando leña.
Taehyung rebuscó entre las bolsas amontonadas que el compañero había traído y encontró una cazadora de piel de borrego con un color azul marino. Luego se calzó y se dirigió a la puerta para salir por primera vez de la cabaña. Todo estaba rodeado de altos árboles, de vegetación verde oscura y un frondoso bosque que parecía clarear alrededor de la casa.
La tierra y la grava crujía bajo sus deportivas. El chico rodeó la casa y se cruzó de brazos observando el montón de leña cortada en tacos que Jungkook acumulaba bajo una zona techada.
—¿Te he despertado? —formuló antes de que hablara.
—Un poco —contestó Tae en voz baja.
—O del todo —corrigió él, posando el hacha sobre su propio hombro.
Su look había abandonado las camisas de seda negra para acogerse a un sencillo jersey oscuro y trenzado.
—Sueño ligero, me lo apunto —agregó el pelinegro.
—No te preocupes por eso. Es que quería ayudarte —dijo modestamente.
Jungkook arqueó una ceja.
—¿Qué tal si me dejas a mí el asunto de la leña? Ya sabes.
Taehyung captó la indirecta: mejor que él tuviera lejos de sus manos todo lo que se relacionara con un hacha y madera en tacos.
—Oye, ¿Cómo se llama el pueblo que se encuentra a unos kilómetros?
—Dikburg —contestó Jungkook.
—¿Y los ciudadanos son dikburguistas? ¿O dikburgueños? —preguntó cómicamente Taehyung.
Jungkook desvió la mirada con una media sonrisa.
—Dikburgueses, tonto —especificó el segundo, en dirección a la pequeña caseta que había tras la cabaña.
Taehyung se alegró de haberle provocado una leve sonrisa, que él parecía querer evitar. En aquel lugar, Jungkook guardó el hacha, se quitó los guantes y luego cerró la puerta. Regresó junto al muchacho mientras él inspeccionaba el lugar con curiosidad.
—¿Ya te has tomado la píldora? —preguntó.
—No. En seguida voy —aseguró Taehyung.
—Deberías establecer un horario —le aconsejó el pelinegro—. ¿Qué tal, todas las mañanas?
—Sí. Claro. Oye...
—¿Mhn?
—Ayer mencionaste que escaseabas de suministros. ¿Tienes suficiente sangre?
—Voy justo. Pero iré al pueblo en cualquier momento y entonces escogeré a una morena guapa —satirizó con su habitual humor negro.
Inexplicablemente, Tae sintió una leve punzada de recelo.
—¿Qué hay de los animales?
—Si te preocupan los osos, debes saber que un vampiro es tan fuerte como diez de esos.
Taehyung levantó una ceja.
—¿Estás diciendo que le ganarías en un pulso? —sonrió levemente.
—Los osos no echan pulsos, cabeza de chorlito —masculló Jungkook.
Los dos estaban rodeando la cabaña para volver a entrar en la casa.
—Lo decía por tu alimentación —continuó el humano—. ¿Cazar aquí no es una opción?
Jungkook presionó con la punta de la lengua en el interior de la boca.
—No creas que no lo he pensado —comentaba el mayor—. Pero la sangre de animal es, francamente, insípida. Imagínate comiendo crema de garbanzos todos los días.
—¿Sin patatas fritas?
—Sin patatas fritas.
—O sea, que, no piensas, ni de coña, intentarlo.
—Mientras que no sea una urgencia, volveré a utilizar el truco de morder y hacer olvidar. Funciona bien, bombón —resolvió Jungkook sin dudarlo.
Taehyung se detuvo frente a la puerta entreabierta, y Jungkook se volvió perezosamente, tratando de escudriñar su expresión.
—Estás haciendo cosas por mí —relató Taehyung lentamente—. Sólo quería hacerte saber que, si en algún momento vas a pasar sed, puedo ofrecerte mi muñeca.
Jungkook se sintió inmediatamente desconcertado. ¿Es que era masoquista? ¿Lo de Shadowfell le había dejado mal de la cabeza?
—De ningún modo voy a convertirte en mi bolsa de sangre reutilizable.
—N-No lo decía por eso —se apresuró para remediarlo—. Es más, odio esa sensación. Es escalofriante. Los mordiscos se sienten como si... Como si algo te succionase el alma.
El silencio se extendió entre ellos. ¿Taehyung lo odiaba, y aun así se lo estaba ofreciendo? Debía habérsele nublado el juicio.
—¿Sabes? A los vampiros se les conocía hace dos siglos, como deidades demoníacas —le contó Jungkook con una esporádica maldad—. Depredadores sexuales que chupaban la esencia vital de sus víctimas, a través de la sangre.
—¿Q-Qué insinúas?
—Mhn. Digamos que no es lo único que nos gusta succionar.
Taehyung le dedicó una mueca de asco.
—Jungkook, eres obsceno. Que lo sepas —soltó, y pasó de largo.
Jungkook liberó una risa agradable. Le siguió al interior de la casa, satisfecho por haberle perturbado lo suficiente como para abandonar la idea. No obstante, no olvidó su intento de amabilidad, proposición, o lo que fuera aquello. Desde que tenía consciencia como vampiro, las criaturas como él, tomaban lo que querían sin pedir permiso. Así funcionaba cuando uno se posicionaba en la cúspide de la cadena alimenticia. Era gracioso que un ser relativamente minúsculo, como él, quien incluso tenía miedo a los mordiscos, estuviera preocupándose por si necesitaba comer.
Le trataba como a un igual, como a otro humano. Jungkook se sentía halagado con eso, a pesar de que no creyera que fuese necesario. En el interior de la casa, Taehyung se tomó otra píldora y un trago de agua. Desayunó algo y después se pusieron manos a la obra para limpiar la casa. Todo estaba lleno de polvo, las sábanas olían a humedad, y la cabaña, en general, necesitaba ventilación. Recogieron la mayoría de las cosas; colocaron la comida seca en una estantería y luego pudieron encender la pequeña nevera para enfriar otras cosas.
Taehyung bajó al sótano en compañía de Jungkook. Consistía en una sencilla sala con tres estanterías, una de libros, y dos de botellas de licor, donde apenas quedaban más que unas cuantas de ron. El resto estaba vacío, pero había un pequeño armario metálico incrustado en la pared cuya puerta se encontraba cerrada por un candado.
—Esto te encargas de limpiarlo tú. Hay moho hasta en las estanterías —dijo Taehyung, y luego posó la mirada en el armario—. ¿Qué guardas ahí?
—Tonterías —zanjó el otro.
—Mnh.
Jungkook se topó con él, posó las manos en sus hombros y le giró levemente.
—Sube la escalera, muñequito —le ordenó.
—¿No vas a decirme qué es lo que escondes?
—Armas —simplificó Jungkook—. Un revolver, puñales, y otras cosas que podrían ser útiles para la caza. En realidad, eran del humano que vivía aquí antes de ti.
—Oh. Mi padre me enseñó a disparar con once —comentó Taehyung tomando la escalera.
—¿Con once? ¿Por qué todos los americanos sois iguales? —formuló Jungkook tras él.
Taehyung se encogió de hombros.
—Yo que sé. Les disparábamos a latas de Coca-Cola.
—Latas de Coca-Cola...
—¿Alguna vez has manejado un rifle? —preguntó Taehyung con curiosidad.
—Estuve en el Servicio Militar del país —contestó el azabache, y en rellano de la casa, pasó de largo.
Taehyung parpadeó, recordándolo. Casi había olvidado que Jungkook había estado alistado. Quería preguntarle acerca de eso, pero él acababa de salir de la casa de nuevo. El humano se fue al dormitorio, empezó a sacar ropa de las mochilas, a doblarla para guardarla en el armario que había limpiado. Camisetas lisas, otras de cuadros, algunos jerséis y cazadoras...
Cuando pasó la escoba debajo de la cama, encontró una funda negra. Tiró de ella para sacarla y deslizó la cremallera. Era una guitarra de un negro brillante y espectacular.
Jungkook entró en el dormitorio instantes después, atrapándole con las manos en la masa.
—He lavado las sábanas. Las he tendido afuera, y... —expresó, seguidamente, vislumbró al chico junto a aquella pieza.
—¿Esto también era de ese tipo? —dudó Taehyung.
—No —Jungkook se aproximó y la tomó entre sus manos—. Es mía —dijo en voz baja, volviendo a cerrar la cremallera.
Taehyung sentía una curiosidad increpante.
—¿Tocas la guitarra?
—Era un hobbie hace tiempo.
—Mnh, ¿puedo preguntarte algo? —Tae se acercó, cruzándose de brazos—. ¿Qué pasó con ese hombre? El guardabosques.
Jungkook desvió el rostro.
—Murió.
—¿Tú lo mataste? —apuntó Taehyung.
De repente, Jungkook volvió a mirarle y su gesto se arrugó con una leve irritación.
—¿Así funciona esto? ¿Yo soy el malo del cuento? —formuló con dignidad—. Tenía 78 años cuando falleció. Yo pasaba por Dikburg. Me hice legalmente con este lugar en cuanto supe que no tenía descendencia. Quería un sitio donde estar en paz.
Taehyung levantó ambas cejas.
—Ah —espiró—. No sabía que...
Jungkook bufó entre los dientes y salió del dormitorio. Taehyung le siguió con la atención puesta en él.
—Espera, ¿te has enfadado? —preguntó tras él.
—No —Jungkook sonó seco.
—Jungkook, si hubieras dicho que sí... Lo hubiera asumido, de todos modos.
—A lo mejor no quiero hablar de nada de eso.
—¿De qué?
—Da igual, Taehyung. Tú no puedes comprenderlo —le cortó Jungkook.
Taehyung entornó los párpados.
—No puedo comprenderlo si no me hablas de ello —le reprochó.
—No quiero hablar. Ese es el maldito punto. Entiéndelo de una vez —dijo irascible.
—Vale, pues, simplemente, dímelo. Y no volveré a preguntar, si es lo que quieres.
—¿Por qué lo intentas? —discutió Jungkook con él.
—¿Qué intento? Sólo estoy siendo tu amigo —se defendió Taehyung.
—No puedes comprenderlo todo.
Taehyung le observaba con una mirada compasiva, así como confusa.
—Por supuesto que no. Has estado muy solo durante 151 años...
—Tampoco quiero tu compasión. Te aconsejo que te la guardes para ti mismo.
El rostro del muchacho se contrajo por la aflicción. Aquello último le había hecho daño. El pelinegro apretó los párpados, sacudió la cabeza brevemente y se arrepintió de ello. ¿De dónde salía esa irascibilidad? Sentía recelo, pudor porque se acercase más a él.
Era exactamente igual que con Namjoon, le apartó antes de que... le dejara, como Sui.
Jungkook se marchó de la casa llevándose la guitarra. Taehyung se quedó estático, suspiró profundamente y se dio media vuelta para centrarse en organizar el dormitorio; guardó la ropa, hizo la cama, y después se dio un paseo por el resto de la cabaña, comprobando que todo estaba en orden.
Tras un buen tute de limpieza, la cabaña parecía rejuvenecida. Ya no olía a humedad, si bien las paredes continuaban siendo frías, como aquel profundo bosque de Canadá. Lo habían dejado impecable, la madera, los pocos muebles, los almohadones sacudidos del sofá, e incluso la chimenea, donde apenas quedaban unos trozos apagados de picón. En cuanto a la cocina y el cuarto de baño, podía decirse que había mejorado. Jungkook y él habían acordado previamente repartirse las tareas: Tae se encargaba se prepararse su propia comida, mientras que él reponía suministros, como la comida, el carbón, la leña y la alimentación del generador eléctrico.
Taehyung estaba preparándose una lata de habichuelas en un cazo pequeño cuando Jungkook regresó a la casa. Le vio pasar de largo, sin ni siquiera mirarle.
Pues bien, Taehyung pensó que él también se merecía enfadarse. No le había hecho nada. Absolutamente nada a Jungkook. ¿Por qué demonios tenía que molestarse con él de esa forma? Un día alegaba que eran amigos, mientras que otro, sencillamente le fastidiaba que fuera él mismo.
El castaño almorzó sobre el sofá, mientras veía algo en el antiguo televisor que habían desempolvado. Mordió unos palillos de pan y apuró el plato, relajándose frente a la televisión.
Al cabo de unos minutos, Jungkook regresó del sótano con un vaso de vidrio en la mano y algo de alcohol.
—He pensado en algo.
—¿Tú, pensando? Fascinante —Taehyung se levantó del sofá y se largó a la cocina.
Jungkook se quedó a cuadros. Le siguió, con la intención de exponer su idea, pero Taehyung volvió a repetirle y le pidió que se ahorrara hablarle lo que quedaba de día.
—¿Te vas a poner así por lo de antes?
—Sí —declaró el muchacho—. Y mejor, ponte un poco más de alcohol. Lo vas a necesitar para apaciguar ese carácter que tienes.
—Taehyung...
—Mira, me da igual lo que tengas que decir. Ahora soy yo el que no quiere hablar contigo, ¿entendido? —impuso Taehyung.
—Eres un inmaduro —le llamó Jungkook.
—Y tú, un soberbio —le contraatacó el otro—. Y, ¡un antipático!
Taehyung intentó largarse hacia el dormitorio, pero Jungkook esprintó y se colocó frente a él deteniéndole el paso. Quería cerrarle la boca de alguna forma; así fuera con un beso que apaciguara sus ánimos o avivase la sed interior que sentía por sus labios. Sin embargo, se quedó quieto y levantó las manos en son de paz.
—No debí haberte hablado así —comenzó Jungkook.
—Oh, vaya. Te escucho.
—Tú eres el que ha pensado mal primero —prosiguió el vampiro.
—Adivina por qué. Tienes un historial de miedo —Tae cruzó los brazos.
—Lo tengo. Soy como Freddy Krueger, pero en guapo.
El castaño quería zarandearle, no obstante, inspiró lentamente.
—Lo siento —agregó Jungkook, mordiéndose la lengua—. ¿Podemos olvidarlo?
Taehyung permaneció estoico, si bien, unos segundos después asintió con la cabeza. Jungkook ponía barreras; actuaba a la defensiva cada vez que se acercaban, como si se resistiera a abrir su corazón. Su reserva le confundía, puesto que otras tantas veces parecía alguien extremadamente extrovertido y seguro de sí mismo.
—Jungkook, no siento compasión por ti. Quiero acercarme a ti, eso es todo —dijo Taehyung.
Jungkook le contemplaba detenidamente. No estaba preparado para sentirse vulnerable ante un humano, si es que quería sentir eso, y si se lo permitía a sí mismo, ahora que no existían barreras entre ellos.
—Joon era tu amigo. Hablabas con él —añadió el castaño, más reflexivo—. Os vi hacerlo un montón de veces.
—Y salió como salió —liberó con sarcasmo.
—Te alejaste de él por... ¿Eve? —el nombre le encogía la garganta.
—Le estaba liberando.
—¿De quién? ¿De ti?
—Era humano, Tae. Yo no pintaba nada ahí, en su futuro plan de familia idílica. Cuando vives demasiado, sabes que nada dura para siempre —prosiguió el vampiro.
Taehyung se sintió pesaroso, extendió una mano y le tocó el antebrazo.
—No me alejes de ti —musitó el humano en voz baja—. Esto no tiene nada que ver con la lealtad que decías tener hacia Jimin.
El pelinegro entornó los párpados.
—Sabes por qué lo hice en ese momento —Jungkook bajó la voz, pasó junto a su hombro y murmuró—. Tú también... lo estabas sintiendo...
—S-Sentir, ¿el qué? —balbuceó Taehyung, atacado por una punzada nerviosa.
Su mente le arrojó un fugaz recuerdo; el beso junto a una colina de Shadowfell. Sus labios reaccionando a él, instintivamente. Mezclándose con su lengua y su saliva, bajo el aliento húmedo. Por supuesto que lo había sentido. Era un cóctel molotov que le conmocionaba.
Jungkook representaba un desafío para su corazón fracturado. Una montaña tan alta, que le nublaba la visión y le entumecía los sentidos.
El joven le miró la boca liberando una bocanada de aire, preguntándose de dónde salía la repentina tensión que electrificaba el ambiente. Nunca había sido tan fuerte, y en lo que su consciencia se despertaba, casi le costaba respirar, como si estuviera a punto de atragantarse con su propia lengua recordando el ardiente y húmedo contacto de la suya. Le atraía como la luna ejerciendo su fuerte gravedad sobre un grano de arroz, si bien, no había sido del todo consciente hasta que se encontró entre aquellas cuatro paredes, lejos del lugar que hasta entonces había sido su casa.
—No voy a volver a besarte —musitó Jungkook con un timbre ladino—. Si quieres que suceda, vas a tener que hacerlo tú.
Taehyung notaba como un profundo rubor le trepaba por el cuello y golpeaba su rostro con una bofetada.
—¿Q-Quién ha dicho nada sobre eso?
Justo después, Jungkook se dio la vuelta muy dignamente. Se dirigió al salón mencionando que debían hablar de algo más importante. Entonces recuperó su vaso de licor y se sentó en el sofá más cómodo, cruzándose de piernas sobre la mesa de café. El humano tomó una bocanada de aire y dio unos cuantos pasos en la misma dirección, para sentarse en la única butaca del lugar, dispuesto a escucharle mientras el rítmico pálpito de su corazón se deslizaba lentamente fuera de él.
—Lo que quería decir antes, es que, vamos a pasar mucho tiempo aquí, solos —Jungkook continuó hablando como si nada—. Así que he pensado en algo.
—¿Sí?
Él le dio un trago al contenido líquido de su vidrio.
—No sabes nada de autodefensa. Yo seguí un estricto entrenamiento en el ejército durante el primer año que pasé fuera —decía con orgullo—, después, participé en la milicia durante dos más, hasta que conseguí un permiso para volver a casa.
—Oh, ¿quieres entrenarme? —adivinó Taehyung.
Jungkook se humedeció los labios rosados con la punta de la lengua.
—Todavía podemos aprovechar tus facultades físicas. Eras deportista.
—Jugué a fútbol durante casi toda la preparatoria.
—Bien, nos dedicaremos a ello. ¿Qué te parece? —le ofreció Jungkook.
A Taehyung se le hizo muy motivacional. Hacer ejercicio durante su aislamiento, no sonaba del todo mal. Así, al menos, tendría algo con lo que ocuparse a parte de realizar sus tareas domésticas.
—Me muero de ganas porque me enseñes lo que sabes, jefe —sonrió Taehyung.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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