Capítulo 19
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 19. Renunciar al Control
Corría por el bosque. Las suelas de las botas pasaban por encima de los hierbajos, de las hojas y del musgo, mientras el rápido aliento escapaba de su boca. Taehyung saltó por encima de una roca y se escondió tras un árbol hueco. Una sombra pasó velozmente tras él. Volvió a arrancar el paso, bordeando las piedras del río y luego pasó por encima de las piedras con el agua salpicándole las suelas. Y en cuanto encontró la silueta indicada, se lanzó a por ella. Corría a toda velocidad, tan rápido que el viento zumbaba en sus oídos. Atacó por la espalda, pegándole un puñetazo bajo el omoplato. El mecanismo que llevaba en el antebrazo liberó una estaca que se clavó en el cuerpo. Taehyung saltó por encima de este, sacó un puñal del cinturón y lo hundió en el estómago con un enérgico movimiento. ¡Lo tenía!
Estaba jadeando, pero lo había logrado. Lo había hecho dentro del tiempo.
Unos segundos después, oyó un silbato a varios metros. Giró la cabeza, vio a Jungkook saliendo tras unos árboles, aplaudía perezosamente, con las comisuras curvas. Taehyung esbozó una sonrisa, se inclinó sobre sus propias rodillas, tomando bocanadas de aire.
—¿No vas a decirme nada?
—No está mal —le regaló Jungkook a regañadientes.
Entonces esprintó, y llegó a él tan rápido que Tae apenas pudo reaccionar. Se tambaleó levemente, pero Jungkook le agarró desde atrás por la cintura, y hundió el rostro en el hueco de su cuello, gruñendo como una bestia hambrienta.
—Pero yo soy el verdadero depredador aquí —masculló con voz ronca, y simuló un mordisco.
Sonriente, Taehyung dejó caer la cabeza junto a la suya, apoyando la sien con la de él. Sus manos se enlazaron a las que Jungkook entrelazaba bajo su pecho.
—Oh, no. ¿Qué voy a hacer ahora para defenderme del gran vampiro malo? —formuló con un mohín.
—Te obligaré a hacer un montón de cosas que no quieres hacer —le susurró Jungkook.
—¿En la cama?
—En todos lados...
—Entonces, seguro que hay un par que sí quiero hacer —agregó Tae en un flirteo.
Jungkook liberó una risa baja, le soltó poco a poco, tras dejarle un casto beso en la sien. Lo primero que hizo fue ir hacia el muñeco de entrenamientos, arrancarle la estaca y guardársela en el cinturón. Luego se acuclilló, en lo que tiraba de la correa de un cinturón para desmontar el maniquí.
—Entonces, ¿he aprobado? —preguntó Taehyung.
—Has aprobado —declaró el segundo.
—¿Hemos terminado ya?
—Más o menos.
Jungkook se incorporó, tiró de la primera mitad del muñeco y lo desarticuló de caderas para arriba. Se echó la primera mitad tras la espalda.
—¿Más o menos?
—Necesitas mejorar en la lucha cuerpo a cuerpo. Y continúas siendo la cosa más ruidosa que existe caminando por el bosque —le chinchaba Jungkook, con diversión—. Pero has aprendido a atacar, te mueves bastante bien, así que...
Le dio con la puntera de la bota a la otra mitad, indicándole que él la cargase. Taehyung se inclinó, la agarró, y la llevó en brazos durante el resto del trayecto hacia casa.
—Mientras no me pidas que te derrote en un combate, continuaré creyendo que soy bueno —alegó el muchacho.
—Lo estás haciendo bien —dijo Jungkook pacíficamente, unos pasos por delante.
—Soy un poco penoso, reconócelo.
—No eres penoso. Simplemente, te distraes... con facilidad...
—¿Cómo no voy a distraerme contigo? Quiero decir...
Jungkook esbozó una sonrisa que él no pudo ver. Pero Taehyung iba en serio.
—Te falta disciplina, amor —exhaló el pelinegro, más feliz de lo que debería.
—¿Disciplina? ¿Por eso no dormiste conmigo anoche?
—Sabes muy bien por qué no lo hice. Debías descansar.
—Eres un exagerado —se mofó Tae.
Estaban caminando por el bosque a buen ritmo.
—Estuve en el ejército. Yo también tuve un entrenamiento, y en él, no estaban permitidas las distracciones, ni los mimos por la noche —dijo Jungkook con diversión.
—¿Los mimos? —Tae rio mientras caminaban.
—He visto la muerte de cerca numerosas veces, antes de ser vampiro. Hombres desangrados, empalados, desmembrados. Con el tiempo, te habitúas a eso.
Tae hizo una mueca.
—¿Cómo vas a habituarte a algo así? Nadie puede acostumbrarse a eso. Nadie.
Jungkook se detuvo en dos ocasiones, en las que Taehyung pidió un alto para respirar. Al cabo de unos minutos más, llegaron a la familiar arboleda que rodeaba la cabaña. Amontonaron las partes de muñeco de prácticas en la parte trasera, donde tenían dos neumáticos, material mecánico, varios sacos de carbón y tacos de madera. Taehyung se quitó la chaqueta sin mangas al entrar en la casa, la colgó en el perchero y se lavó las manos en la cocina.
Jungkook se había quedado afuera, encargándose de otros elementos de las prácticas. No tardó en ir a la cabaña, se limpiaba las manos de grasa con un paño blanco en el umbral de la puerta.
—Por cierto, ¿sabes qué día es mañana?
—¿Sábado? —formuló Tae sin darle importancia—. Todos los días son iguales en este bosque.
—Mañana es tu cumpleaños, cielo —dijo Jungkook.
Taehyung tragó saliva, se volvió con los ojos azules muy abiertos.
—¿Mañana? —repitió, algo aturdido—. Dios. ¿Llevamos un año aquí?
La simple idea le hizo sentirse un poco extraño. El tiempo había pasado muy rápido, y muy lento dependiendo del momento. No obstante, últimamente, todo parecía estar acelerándose. Como si no pudiera detenerlo, como si tuviera prisa para ir a algún otro lado... pero no la tenía.
—Así es —prosiguió Jungkook. Se echó el trapo sobre el hombro y apoyó una mano en la cadera, contemplándole a unos metros—. Estaba pensando, si... podríamos hacer algo especial.
—No sé. Es que... No quiero cargarte con nada más, y...
—¿Te gustaría salir?
Su pregunta provocó un repentino silencio. Taehyung se apoyó en el corto brazo de la isla de la cocina, le miraba ciertamente impresionado.
—¿Estás seguro? —le devolvió Taehyung.
—Sigues tomando las píldoras. Llevas un año aislado —Jungkook caminaba en su dirección—. Sé lo mucho que te has esforzado por mantenerte fuerte durante este tiempo. No quiero pecar por ser obsesivo, demasiado protector contigo, Tae. Han pasado muchas cosas, y... Ni siquiera has mencionado lo del aniversario de tu tía.
—No quería volver a marcar una fecha triste en el calendario de mi vida —dijo en voz baja.
Hubo un silencio, Taehyung se mantenía cabizbajo. Levantó la mirada, sus ojos se posaron sobre los más negros de su compañero.
—Mañana te llevaré a Dikburg. Una salida corta nos vendrá bien a los dos.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Había estado pensándose la idea de hacerlo durante un tiempo. La semana previa, habló con Jin por teléfono, e incluso, después de todo lo que se había negado a sí mismo, finalmente había aceptado que tenía razón acerca de que las pastillas mantenían eclipsado su lado cazador. El doctor Seokjin no recordaba nada de ellos, mientras Jungkook no estuviera en contacto. Y había contactado en la justa medida con él, tan sólo para asegurarse de su bienestar, así como del racionamiento de píldoras que Taehyung tomaba a diario desde hacía un año. Las cosas parecían estar en calma, por lo que Jungkook había reflexionado. Trataba de no culparse a sí mismo acerca de sus movimientos instintivos por Taehyung, sencillamente, le quería como no había querido a nada ni a nadie en toda su existencia. No podía comparar lo de Sui con lo de él; Sui le había consumido desde la carne hasta el tuétano del hueso, le había hecho perder los nervios, había potenciado su lado más oscuro y resentido, mientras que, Taehyung le hacía sentir que respirar era sencillo, que podía bajar la guardia. Que todavía quedaban partes de él, más humanas de lo que jamás hubiera esperado, deseando salir a relucir y ser ofrecidas a alguien más.
Además, ese día era especial. Se trataba del diecinueveavo cumpleaños del chico. Mentiría si dijera que a él le daban igual las fechas. Era un vampiro, no pensaba en cumpleaños desde hacía 172 años, pero todavía recordaba algunas fechas importantes para él.
Por la mañana, comprobó que todo estuviera en orden, preparó el desayuno, y al rato, entró en el dormitorio para inclinarse sobre la cama. Clavó una rodilla junto a él y le besuqueó hasta hacerle quejarse. Taehyung todavía estaba atontado, abrió los ojos perezosamente y trató de empujarle, pero Jungkook era más burlón e insistente que la media.
—Te van a tragar las sábanas.
—Mnh... ¿Qué hora es? ¿Tenemos que entrenar? —preguntó despistado.
—Hoy no entrenamos, amor. Ayer aprobaste el examen —Jungkook se rio levemente.
Los brazos de Taehyung se cerraron alrededor de su cuello. Le atrajo hasta su rostro, sus narices se rozaron con mucha suavidad y entonces probó sus labios, que se fundieron maravillosamente. Su lengua rozaba el labio inferior del vampiro, dulce y meloso, abrió los labios sumergiéndose en otro beso lento. Jungkook suspiró en su boca húmeda, introducía a lengua, trazando la suya como si fuera caramelo, ejerciendo una nueva presión en su boca. Las manos de Taehyung bajaban débilmente por su espalda, inspiraba su aroma, el tacto y la textura de sus labios. Un beso se deshacía en otro, encontrando un nuevo interés por tener un poco más. Taehyung pasó de sentir el cuerpo pesado y perezoso, a un emergente y delicioso calor corporal. Liberó un gemido ahogado cuando Jungkook apartó los labios, él le besó la parte baja de la mandíbula, y luego dejó un beso húmedo bajo su oreja.
Taehyung le agarró por la nuca, atrayéndole de nuevo a su boca, que es donde le correspondía estar. Y estaban ahí, besándose, derritiéndose con el otro. Jungkook tiró de la manta hacia un lado para destaparle, una de sus manos ascendía por el costado externo del muslo del castaño, mordió juguetonamente su labio inferior y a continuación, mordisqueó su mandíbula, siguiendo con varios besitos.
El compañero abrió la boca al detectar un nuevo elemento.
—¿A qué huele? —dudó Taehyung.
—Beicon, huevos y tostadas —dijo Jungkook con más erotismo de lo natural.
Taehyung afinó los párpados, el pelinegro le contempló por encima.
—Esto es trampa. ¿Intentas seducirme?
—¿Seducirte? Soy yo el que quería despertarte, y de repente, me agarraste como un pulpo —le arrojó Jungkook.
Taehyung soltó una risa liviana. Estrechó los brazos alrededor de la cintura de Jungkook, pegándole a él. Podía notar su erección junto a la pierna, y la cercanía era perfecta. Sus labios rosas oscuros, el brillo de sus iris negros.
—¿Me has preparado el desayuno porque es mi cumple? —preguntó Tae felizmente.
—No. Sólo porque quería seducirte —dijo Jungkook sarcástico.
En otra suave risita, se separó de él para incorporarse. Jungkook se recolocó la ropa que el otro había manoseado, percibía el pulso caliente, pues, aunque su sistema fuera generalmente sereno y frío, el contacto con Taehyung le aclimataba con facilidad. Su cuerpo reaccionaba a él, al igual que su instinto. Estaba inmerso en su aroma, en su tacto humano, y en el suave timbre de su voz.
—Eres adorable —le dijo Tae, en lo que se levantaba tras él.
—No utilices esa palabra conmigo —le aconsejó Jungkook con dignidad.
—Adorable —repitió con un flirteo.
Jungkook trató de ignorarle, sin éxito.
—Vamos, desayuna algo —insistió de camino al salón.
Jungkook le acompañaba, con un brazo colgando por encima de los hombros, y Tae tras su cintura. En la encimera de la cocina había colocado varios platos con las tostadas, un huevo por encima y varias tiras de beicon. A un lado, había una jarra de café caliente, recién hecho. Taehyung se lanzó de inmediato a por la comida, se metió una tostada en la boca y sirvió café para los dos. Mientras tanto, Jungkook le besó en el pómulo.
—Feliz cumpleaños, mi amor —dijo con dulzura.
Se sentó a su lado durante el desayuno, Jungkook tomó café, pero no mucho más. Taehyung estaba atento a él, con la mano izquierda apretándole la rodilla cariñosamente.
—A ver, cuéntame el plan —solicitó Tae alegremente.
—Uh. Sabes lo que vamos a hacer hoy, ¿verdad?
—¿La idea de seguir sigue en pie?
—He reservado una mesa. Saldremos por la tarde, y por la noche, podemos cenar algo. Sé que necesitas tomar un poco de aire fresco, fuera de estos árboles.
—Vale, okay —aceptó Tae, hundió la sien en su hombro.
Los dedos se aferraban al muslo del pelinegro, lo acariciaba desde el interior hasta la huesuda rodilla con aire reflexivo.
—¿Qué? —intuyó Jungkook.
—Aun así, me gusta estar aquí. No quiero marcharme.
—No nos vamos a ir.
—Lo sé, es solo que...
—Si quieres cambiar el plan, podemos quedarnos aquí —le ofreció el mayor.
—No, no. Quiero salir contigo —aseguró Tae.
—Todo va a ir bien —murmuró Jungkook junto a su sien.
—Lo sé —dijo Tae en voz baja.
—Te quiero —agregó.
—Y yo a ti —le devolvió Taehyung.
El chico giró la cabeza observándole de cerca, presionó un beso junto a la comisura de sus labios con afecto. Jungkook le acariciaba el rostro con el pulgar.
—Ahora tómate la pastilla, mi dulce cazador de vampiros —le dijo con encanto.
Antes de que cayera la tarde, ya se estaban preparando. Habían dejado la cabaña impoluta, Jungkook había comprobado algunas cosas del vehículo, se había dado una ducha, y ya estaba vestido. Llevaba el cabello negro peinado despreocupadamente hacia atrás con una mano, con los mechones algo más largos que esos últimos meses.
Taehyung llevaba un rato dando vueltas por la cabaña.
—¿Cómo vas? ¿Salimos ya?
—Sí. Uh, tengo que... Voy a ver si he dejado la ventana cerrada.
Y al cabo de unos minutos, Jungkook le vio pasar de largo en un par más de ocasiones. Al final le interceptó, esbozando una sonrisa.
—¿Qué ocurre? ¿A dónde vas?
—Nada, es que, me estaba preguntando si estará bien dejar este lugar solo. Creo que voy a cambiarme de botas —dijo sin conexión alguna.
—Tae, tus botas están bien —observó Jungkook.
—¿Sí? No me las he puesto en un tiempo —se mostró repentinamente inseguro.
—Si quieres, compramos otras allí en Dikburg.
—No, no necesito más ropa. Tengo suficiente. Pero, no sé, creo que... Creo que voy a...
—Eh. Ya está. Mírame —solicitó Jungkook con suavidad—. Solamente estás nervioso, ¿vale? Llevas un montón de tiempo sin salir de este lugar. Y sí, sé que ha sido mi culpa. Yo te he metido miedo. Pero no va a pasar nada, estoy contigo, estamos juntos, has aprendido a pelear, las píldoras van de maravilla, nadie nos busca. Y, además, vamos armados por si acaso.
Taehyung asintió con la cabeza. Llevaba el cabello oscuro más ondulado gracias a un producto de pelo, vestía un largo abrigo gris, con una fina blusa negra, cuyo primer botón se encontraba desabrochado. Jungkook le abotonó el abrigo, Taehyung le contemplaba en silencio.
—No es tu culpa. Es que, e-estoy nervioso.
—Lo sé, bebé.
—Perdona —Taehyung posó las manos sobre sus muñecas, se las apretaba gentilmente entre los dedos—. Me muero por salir contigo, de verdad.
—Nos lo vamos a pasar genial. Quiero que veas Dikburg —le dijo Jungkook.
Por primera vez, se fueron de la cabaña en compañía. Se sentía raro, una parte de él se había acostumbrado a estar allí. Subió de copiloto en el Hyundai, desde la luna frontal se fijó en la fachada de la casa. Una punzada familiar sobre su refugio, su nido, el hogar que ellos mismos habían poblado de objetos personales, de ellos mismos. Jungkook introdujo las llaves, las giró en el contacto y prendió el motor. La tierra comenzó a rechinar bajo los neumáticos. Taehyung le contempló de medio lado, el compañero siempre estaba fascinantemente atractivo, ya fuera con un pulcro chándal negro, o con camisa y cazadora.
En lo que se unían a la carretera dejando atrás el bosque, Jungkook le miró de soslayo y atrapó los ojos del muchacho. Extendió una mano y le tocó el muslo con un breve apretón.
—Nos lo vamos a pasar bien. Ya verás —repitió.
Taehyung estaba seguro de ello. De alguna manera, su nerviosismo se fue de largo conforme avanzaban los kilómetros. La carretera atravesaba una enorme y verde espesura, que, en esos días de junio, constaba de unas mejores temperaturas a las frías heladas que habían atravesado en invierno. El cielo era de un rosa anaranjado, con una brillante bola de fuego en el horizonte. La música sonaba de fondo en el reproductor musical del auto. Taehyung pudo ver Dikburg a lo lejos, pequeña y grisácea, con edificios y casas iluminadas por la luz dorada.
—Ya estamos aquí.
—Ah, es un pueblo bonito —observó Taehyung.
—Sé que prefieres las ciudades grandes —recordó Jungkook—. Necesitas algo que esté a tu altura, cielo. Tal vez, algún día Nueva York. O los Ángeles.
—¿Por qué no Italia? Tu apellido viene de ahí.
Jungkook sonrió un poco. Encontró aparcamiento en unos minutos más, cerca de una zona conocida. Aparcó el negro y brillante Hyundai, y salió del auto, recolocándose el abrigo negro. Taehyung salió del automóvil con los sentidos dispersándose en todas las direcciones; a la derecha había un parque donde corrían unos cuantos niños. Una mujer empujando un carrito de bebé, un chico sacando a pasear al perro, un grupo de jóvenes caminaba frente a un local y él no pudo evitar fijarse en ellos. Recordó fugazmente a sus antiguos amigos, Ray yendo al instituto, su exnovia, los chicos del equipo de fútbol. Todo quedaba tan lejos, que se sintió muy aturdido. La mano de Jungkook se cerró alrededor de su codo.
—Vamos —le indicó para que caminara.
El pueblo de Dikburg era bonito, las construcciones no se distanciaban tanto de Shadowfell, pero el paisaje resultaba bastante más árido, con cordilleras de coníferas mucho más apretadas. En cuanto el sol comenzó a ponerse en el horizonte, Tae notó el ambiente enfriándose. De manera natural, enlazó su mano con la de Jungkook, el vampiro le miró de soslayo, y la estrechó suavemente entre los dedos.
—¿Por qué me miras tanto? Deberías estar harto de mí. Me ves todos los días —dijo Jungkook con humor.
—Sí, estoy cansado de ti. Sobre todo, de tus horas disciplinarias de entrenamiento y de verte boxear sin camiseta —soltó el otro gruñendo.
Jungkook tiró de su mano, acercándoselo bajo el brazo. Sus labios se encontraron brevemente, en lo que caminaban.
—Tengo a un pequeño fan conmigo —murmuró juguetonamente de cerca.
Él se rio por su coqueteo. La música llegaba a ellos desde otro lugar, puesto que había una banda callejera tocando en la esquina del parque, que daba a una avenida.
—Oh, vamos a ver eso. Allí —señaló Taehyung.
Se acercaron muy rápidamente, Jungkook siguió los rápidos pasos del chico, quien volvió a enlazar su mano, tirando de él. Él se fijó en sus dedos entrelazados, mientras el muchacho esbozaba una sonrisa frente al grupo callejero. Tenían a un gato adorable, el cual se aproximó para saludarle. Tae se acuclilló para rascarle detrás de las orejas. Jungkook no le quitó la vista de encima en ese rato; él nunca había dejado de brillar, pero esa tarde estaba más reluciente que de costumbre, y no podía apartarse la efervescente sensación del pecho, sus sentimientos por él y lo feliz que se sentía por tenerle a su lado. Era como si siempre hubiera sido así, Tae abrazándole por las noches, besándole al despertar, sonriéndole durante los entrenamientos, encargándose de la cabaña y calificándola como su hogar. Taehyung le hacía sentir que quería estar vivo, y lo que era más aterrador, que no podría continuar existiendo sin él.
En un rato, pasearon por Dikburg, se detuvieron frente al escaparate de una tienda y contemplaron la desaparición del sol desde un mirador del pueblo. Los dedos y la punta de la nariz del muchacho se habían enfriado, por lo que Jungkook se lo llevó al restaurante bajo una cúpula celeste oscureciéndose.
—¿Te sientes mejor? —le preguntó Jungkook.
—Mucho mejor. Me gustaría volver aquí de vez en cuando —sugirió Taehyung rápidamente—, podría ayudarte con la compra, ¿qué te parece?
—Está bien.
—Y, uh, llevo como un año sin conducir. No sé si te importaría que usara tu coche, de vez en cuando.
—Puedes conducir, cielo —afirmó el pelinegro de camino al restaurante—. Por cierto, creo debería concertar una visita con Jin. Hace bastante que no viene a verte —comentó.
—Pero la última vez todo estaba bien. No creo que sea necesario, Kook. Le has librado de nosotros, y de momento, tiene suficiente con seguir enviando paquetes de píldoras todos los meses —manifestó el más joven—. El pobre hombre ni siquiera nos recuerda cuando no estamos en contacto. Y fue tan amable conmigo, tan cálido... No desearía volver a utilizarle de esa manera.
Jungkook consideró su idea. No deseaba implicar a Seokjin demasiado, en eso concordaba con Taehyung. Él le apretó la mano, se detuvo frente a la puerta de un restaurante de nombre coreano, y señaló que habían llegado. Se quitaron el abrigo al entrar, un camarero les atendió en la puerta y les llevó a la mesa que Jungkook había reservado. Estaba justo al final del local, en una sala redonda con un par de ventanas cubiertas por cortinas oscuras. La luz era tenue, provenía del centro de mesa, formado por un puñado de velas y varias flores blancas. El asiento era un sofá mullido en forma de luna, de un suave terciopelo color índigo. Jungkook y Tae dejaron los abrigos a un lado, se sentaron juntos, muy juntos. Taehyung posó una mano en la pierna del compañero, en lo que él pedía la bebida; un vaso de agua y una botella de vino para los dos.
—Has recordado que me gusta el ramen.
—Me lo contó un pajarito —dijo Jungkook, con la vista puesta en otro lugar.
—Este lugar es precioso —comentó Taehyung, justo a su lado.
—Mhn, sí. Y el personal, no está nada mal —agregó estirando el cuello con interés.
Taehyung siguió su mirada y encontró a una camarera, con carmín púrpura en los labios. Le dio una cachetada en el muslo donde reposaba la palma.
—Eh, diablo, ¡que estoy justo aquí! —masculló Tae.
Jungkook se mordió la lengua juguetonamente, volvió a mirarle con una expresión divertida.
—No es que me guste. Sólo tengo sed, pero puedo tomar sangre en otro momento.
Taehyung frunció los labios.
—Puedes morderme a mí.
—Ssssh —Jungkook le puso un dedo sobre los labios
—Ya lo hiciste una vez —agregó Tae, de todos modos.
—¿Qué insinúas? —murmuró.
—Vale, pero no quiero que estés mirando a las camareras con ese aire devorador —le apartó el dedo y sujetó su rostro con ambas manos—. Lo van a confundir —sonó celoso.
—¿Mnh? —Jungkook levantó ambas cejas
—Kookie, sabes cómo son las chicas. Ven a un tío bueno como tú, mirándolas, y sus mentes salen volando.
—¿Celoso? —preguntó con diversión—. Sabes que solo tengo ojos para ti.
—Sí, y, ¿qué hay de tus colmillos?
—Amor, para mí no eres una bolsa de sangre. Te lo he dicho —le dijo con dulzura.
Los dedos de Taehyung se deslizaron descendentemente desde su rostro hasta el cuello de la camisa, deslizaba las yemas cuidadosamente, con los párpados entornados.
—Mhn, ¿qué soy para ti? —preguntó más mimoso.
—Mi precioso Taehyung —le llamó Jungkook.
Su corazón pegaba brincos en el pecho. No creía que necesitasen una etiqueta, pero cada vez que pensaba en ello, Tae notó un torbellino en el estómago. Jimin había sido su primer amor, era inefable, le había hecho sentirse vivo, volver a sonreír y recuperar las ganas de vivir, pero Jungkook... Lo que sentía por él había sido como un golpe a un castillo de naipes. Incontrolable. Imposible de arreglar. Siempre había sido así, desde el primer día en el que le vio. No tenía orden ni forma, solo sabía que estaba jodidamente enamorado de Jungkook De Fiore. Y desde que estaban juntos, desde que habían salido de los Estados Unidos, se había rendido a él mientras el mundo se sumía en un velo de oscuridad. Jamás pensó que podrían congeniar bien, que convivir con él era tan fácil, y amarle, simplemente, algo que suministraba oxígeno como si siempre hubiera estado esperando atraparlo a través de sus labios.
—Eres tú el que no debería decir eso —contestó Tae.
—Ah, ¿no? —formuló Jungkook con más afecto.
En ese momento, les sirvieron las bebidas, y empezaron a revisar la carta para ordenar algo. Pidieron arroz, unos filetes finísimos de ternera cruda, panceta y verduras. Les sirvieron los platos mientras tomaban un par de tragos y conversaban superficialmente. Ellos se encargaron de prepararlo en la pequeña hornilla que tenían en el centro de la mesa. Con la ayuda de los palillos, Taehyung le dio vuelta y vuelta, y los dejó al punto.
Estaba mordisqueando un trozo de ternera, en lo que Jungkook probaba la panceta. Él comía lo justo, disfrutaba mucho más de ver al compañero humano devorar su pequeño cuenco de arroz y luego el suyo. Tenía buen apetito, lo que hablaba de su salud y juventud.
—Ten, prueba esto —Jungkook le ofreció una porción de carne entre sus palillos.
Taehyung la tomó encantado, él le contempló masticar y asentir con la cabeza. Le llenó el vaso una vez más de vino, hasta que el muchacho comenzó a avisarle de que no debía beber más. Tenía las mejillas calientes, y si la cabeza no le daba vueltas, era porque había comido un montón. En esos meses, no había ganado peso, pero su forma física era más atlética, el propio Jungkook se había encargado de que así fuera. Taehyung continuaba siendo esbelto, pero tenía mejores bíceps, suaves, si bien más fuertes. Lo mismo había pasado con su mejora en la resistencia y estamina; aguantaba más tiempo corriendo, hacía abdominales sin tanto esfuerzo, y, sabía defenderse bastante bien en una pelea.
Jungkook enlazaba su mano sobre su regazo, mientras el más joven tomaba un trago de agua. Sus ojos se encontraron con los del pelinegro, él ladeaba la cabeza, observándole con admiración.
—Me he excedido —alegó Taehyung—. Hacía tiempo que no comía tan bien, ¡agh!
—No tienes fondo. Eres una ballena —dijo Jungkook—. Tengo suerte de ser yo el vampiro, de haber sido al revés, apuesto a que te hubieras enganchado a mi cuello como una sanguijuela.
Taehyung abrió la boca, indignado.
—¡Oye! ¡¿Esa es la impresión que tienes de mí?! —exclamó divertido.
Al cabo de unos segundos se rio con él, le dio con el codo juguetonamente. En unos segundos, el rictus de Jungkook se volvió más serio y bajó la cabeza, pensando en algo más.
—¿Qué? Te noto pensativo.
—Uh, sí. Verás, hay algo que me gustaría decirte, Tae —manifestó muy despacio.
—¿Mnh?
Jungkook la apretó la mano brevemente, después, deslizó los dedos entre los suyos y le tocó la mejilla en un gesto familiar.
—No he sido del todo sincero contigo. Hay algo que no te conté en su momento —prosiguió Jungkook—. Durante un tiempo, he estado pensando cómo hacerlo. Créeme, quería hacerlo, amor. Pero temía que... Que las cosas cambiaran entre nosotros, al saber que... yo...
—Kookie, ¿qué...? —murmuró Taehyung.
Para él, era imposible que pudiera contarle algo que le hiciera sentirse turbado. Pero empezaba a notar que iba en serio, por la manera en la que los iris negros de Jungkook se desviaron, posándose en un rincón de aquella solitaria sala.
—¿Qué sucede?
—Temo que me odies.
El corazón del muchacho comenzó a cabalgar en su pecho.
—No digas eso. No te atrevas a decir algo como eso —dijo más duramente.
—Ese día, yo te encontré...
Flashback
Hace tres años
Shadowfell, Virginia
El 2 de junio, Jungkook se detuvo frente a la lápida de su madre. En los últimos veinte años, se había pasado por allí cada cinco, en honor al aniversario de su madre Li-Anne De Fiore. Jeon Li-Anne fue su nombre de soltera, nacida en Corea del Sur, y trasladada a Italia a una muy, muy temprana edad. Fue allí donde él nació, una vez que Edward y Li-Anna tuvieron a su primogénito. Jungkook había sido un niño excesivamente maduro para su edad, pero hizo lo que se suponía que debían de hacer los niños de la época, aprender a usar la espalda, montar a caballo, entender de números y finanzas. Y en ocasiones, ver cosas que los críos no debían ver; como a su padre bebido, su padre quitándole las cosas que le hacían feliz con el cruel motivo de hacerle crecer más rápido. El distintivo de amar es destruir, y ser amado ser destruido. Él, pronto entendió que el amor era cruel, y traía sed de venganza.
Y el Jungkook vampiro odiaba Shadowfell de la misma forma que la había odiado su yo humano. Cada una de sus colinas y de sus gentes. Las caras que cambiaban cada cincuenta años por las llegadas de las nuevas generaciones, pero mantenían los mismos apellidos de los fundadores.
Esa tarde de lluvia, hacía poco más de tres años, se había dignado a volver a Shadowfell. Su último aliciente para hacerlo no solo era el aniversario de Li-Anne, sino volver a ver al doctor Seokjin Kim, a quien le había salvado la vida a su hija en un extraño acto de concilio consigo mismo. Jungkook no era un ángel, si tuviera que calificarse, lo hubiera hecho como un diablo con alas. Y en ese preciso instante, mientras reflexionaba sobre la falta de coherencia de sus actos, a veces crueles, a veces demasiado benevolentes, las gotas frías y condensadas le golpeaban la cara. Se escurrían por su rostro, pegándole el pelo a la frente, a las sienes y a la nuca. Por muy heladas que estuvieran, él no temblaba. Permanecía exactamente igual, como si el frío fuera parte de su persona. Era lo único que le abrazaba. Lo único que, desde hacía un siglo y medio, sentía.
Había pensado en quitarse el anillo, pero el sol en Shadowfell rara vez asomaba tras las nubes. Podría lanzarlo a un pantano y continuar vivo, merodeando, a la espera de su ejecución bajo el sol durante días. Jungkook dobló una rodilla y rozó con las yemas el nombre grabado de Li-Anne. Se despidió de ella, llevándose dos dedos a los labios y posteriormente volviendo a tocar el apellido Jeon, en lugar del De Fiore.
Luego se incorporó y continuó caminando. Tenía sed. Llevaba unos años moviéndose aparentemente sin motivos, había perdido de vista las últimas pistas sobre los descendientes de los cazadores de raza, y hasta donde sabía, no quedaba ninguno.
Ahora, sin un motivo para vivir, sin una sola excusa para continuar extendiendo el suplicio en el que se alojaba su alma, comenzaba a sentir que la carga tras su espalda pesaba demasiado. Solo le quedaba una opción al suicidio; desactivar la humanidad y con ello eliminar el chasqueo de aquel ensordecedor vacío. Había probado a desactivarla en una ocasión y había sido una borrachera, de, al menos, siete años. Pero dejar de sentir era como correr una tupida cortina ante la realidad. Todo seguía estando ahí, en algún sitio, en el fondo abrasador, tras la lente en blanco, negro y carmín de sus sentidos.
Necesitaba una buena excusa para continuar con vida, mientras extrañaba el susurro de la muerte en su nuca, y en su defecto, volver a ver los ojos de Sui, el que consideraba el amor de su vida.
Bajo la lluvia, Jungkook continuó andando más allá del cementerio, atravesaba las arboledas cuando oyó con claridad el sonido de unos neumáticos. Un chirrido lejano, tal vez a medio kilómetro, de una de las carreteras colindantes del pueblo. Jungkook se sintió como un gato molesto, giró la cabeza, con el ceño fruncido, e ignoró el chirrido, pero el ruido de la explosión llegó a él, y pronto, notó una increpante necesidad de acudir al epicentro de aquel escándalo. Echó a correr a una gran velocidad, en solo un minuto, pudo alcanzar a ver las altas llamas, la cortina de humo que subía hacia el cielo y se mantenía a pesar de la insistencia del agua. Olía a combustible, a metal, a fuego y a sangre. Un vehículo se había tragado la valla del arcén, había dado una vuelta de campana y se había salido de la calzada. Los hierbajos que rodeaban el siniestro se chamuscaban por la fuerza de las llamas. Entre los trozos metálicos, vio varios cuerpos sin vida.
Jungkook saltó por encima de unas cuantas llamas, se acercó al vehículo y entonces, le vio a él. Un ser que le revolvió hasta sus entrañas.
—¿Sui? —jadeó, sin aliento.
La parte frontal del automóvil estaba destrozada, Jungkook advirtió el resto de cuerpos en llamas, sin embargo, su atención y todos sus esfuerzos se centraron en sacar al joven. Las llamas lamieron la piel del vampiro, calcinándole, él rompió el cinturón de seguridad con los dientes y luego tiró del cuerpo inmóvil. Estaba caliente, tenía una enorme herida en la cabeza que derramaba sangre, y probablemente, varias contusiones en los huesos. Jungkook no entendía si era un espejismo, pero al tenerle entre sus brazos, pensó que morir en el fuego valdría la pena.
Se alejó del vehículo, antes de que llegara una segunda explosión que volvió las llamas rojas y el humo más oscuro. Jungkook notó que el muchacho no se movía, tenía un pulso débil y no paraba de sangrar. Era humano. ¿Sui? ¿Su Sui era humano? Él se arrodilló en el suelo, manteniéndolo en su regazo y entre los brazos. Entonces se mordió la muñeca y la colocó en la boca, sosteniéndole el mentón con los dedos para que la sangre accediera mejor a su organismo.
Transcurrieron unos segundos cuando, comenzó a notar la mejoría en él. La herida de su cabeza sanaba, el chico se quejó rápidamente y se revolvió en sus brazos, mientras Jungkook le forzaba a tomar más.
—Sui, mi amor. Vas a ponerte bien... Vas a estar bien...
Cuando apartó la muñeca, le agarró una mano y le mantuvo cuidadosamente en su regazo.
—Mírame, Sui —suplicaba Jungkook—. ¿Puedes verme?
El cielo gris, lleno de nubes, las gotas caían sobre su rostro formando minúsculos diamantes de agua. Taehyung había abierto los ojos, pero necesitó unos instantes para enfocarse en quien emitía la voz. Estaba tan confundido, tenía tanto miedo, y lo único que escuchaba era aquel nombre. Sui, Sui. Sui.
—N-No soy... No soy Sui. Soy Taehyung —dijo con un hilo de voz quebrada.
Sabía que no. Sui nunca había sido cálido. Nunca había olido a humano. Sus dedos nunca se habían aferrado a los de Jungkook, los cuales estaban helados por la lluvia y el temporal, si bien le agarraba como si tuviera miedo de que se marchase.
—¿Q-Quién eres? —preguntó el humano.
Jungkook le acariciaba el rostro suavemente. Taehyung le contemplaba desde abajo, debilitado, tembloroso por la llovizna.
—¿Quién eres tú? Eres igual que él. Exactamente igual —decía Jungkook fascinado.
El menor se incorporó hasta quedar sentado en el suelo, estaba desorientado, y el destrozo que les rodeaba le asustó muchísimo.
—¿Q-Qué ha pasado? ¿Dónde están? ¿Dónde estás mis papás?
—Ya está. Te he sacado de ahí. No tengas miedo.
Sus ojos se llenaban de lágrimas.
—N-No. ¡No!
Taehyung se levantó dando un traspié, Jungkook le siguió rápidamente y le agarró por los codos antes de que continuase.
—Eh, no puedes ir. Se han ido.
—¿¡Por qué!? ¿¡Por qué no les has ayudado!? —sollozó el castaño.
—Estaban muertos cuando llegué —exclamó Jungkook.
—¡No! —gritó entre lágrimas.
—Tranquilo. Tranquilo... Yo cuidaré de ti.
—T-Te he dicho que no soy Sui, ¡no soy Sui!
Jungkook se quedó en silencio, le contemplaba al detalle, y lo cierto era que no le importaba si lo era o no. Es más, no había vuelto a llamarle así. Era tan precioso, aunque se veía más delgado y joven, con el rostro más redondo y los ojos grandes debido a la adolescencia. Le da igual. Quería a ese joven humano para él. Y se sentía como un gran lobo negro, hambriento, sujetando a una oveja a la que deseaba pedirle con desesperación que le diera una oportunidad.
—No puedes ponerte en peligro, la policía llegará de un momento a otro —dijo sujetándole con una mano férrea por el antebrazo.
Taehyung temblaba, se cubrió el rostro lleno de lágrimas y sollozó entre las manos. De repente, embistió contra él, lloraba con tan fuerza que parecía que iba a desplomarse. Jungkook se sintió aturdido, pero no tardó en rodearle con los brazos. El castaño advirtió que aquel desconocido también estaba helado. Su interior irradiaba un espeso calor, desconocía el motivo, pero de repente, quería agradecerle su esporádica aparición y preguntarle si era de Shadowfell.
—No te conozco —le dijo a Jungkook.
Ante su silencio, Tae se abrazó sus propios brazos y exhaló:
—¿No tienes frío? —preguntaba tembloroso.
—No —negó el azabache de manera automática.
Taehyung se fijó en él, estaba totalmente calado, desde los jeans negros hasta la camisa y chaqueta de tela que llevaba encima. Su cabello mojado era indescriptiblemente negro, y su piel, más pálida de lo que jamás había visto. Le gustaban sus ojos rasgados y oscuros, la forma en la que le miraba, como si pudiera apagar el frío con el calor de una mirada.
—Me has salvado la vida, ¿cómo te llamas? —formuló Taehyung con lástima.
Los párpados de Jungkook se entornaron bajo la lluvia, Taehyung le parecía un cachorro herido.
—No me lo quieres decir, ¿por qué? —volvió a preguntar.
Otro silencio, donde la lluvia susurraba de fondo, golpeando contra el asfalto y apagando las llamas poco a poco.
—No importa, gracias por hacerlo —añadió Taehyung, con ojos llorosos y una sonrisa triste—. Eres muy dulce.
Jungkook estaba desconcertado, paralizado.
—¿Yo?
—Seguro que ese tal Sui te quiere muchísimo.
Le dejó fuera de juego ese último comentario, sus oídos captaron el lejano timbre de las sirenas de los coches de policía, y una ambulancia al otro lado de la carretera. Apenas le quedaba un minuto para decidir; si llevárselo con él o dejarlo allí. Y fue la candidez del chico, la que hizo que Jungkook optara por moverse de manera racional.
¿Por qué se parecía físicamente a Sui? ¿Por qué sus ojos eran así? ¿Y su voz, tan cremosa y tierna? Justo el día en el que necesitó volver a verle, le conoció a él, en su lugar. A un chico asustado que ahora temblaba bajo la lluvia, contemplándole con aflicción y desconsuelo. Con curiosidad. No pertenecía a su mundo. Jungkook tenía otras cosas que hacer, así que, momentáneamente, decidió apartar a un inocente de lo que fuera que el destino tuviera preparado, colocándole en su camino. Lo apartaba justo, antes de entrar en su vida, de herir a un chico tan joven y envenenar los días de una tan inocente criatura.
—Viene la policía, ahí están —oyó decir al joven, todavía tembloroso.
Jungkook atrapó su atención cerrando las manos alrededor de sus mejillas. Le sujetó los pómulos con los pulgares, y entonces miró en sus ojos con una profunda dulzura.
—Te despertaste. Ya habías salido del coche —proyectó Jungkook en su cabeza—. No me conoces, nunca me has visto...
—N-No, no —negó Taehyung velozmente, agarrándole las muñecas.
Jungkook frunció el ceño. ¿Se negaba a que le hiciera olvidar?
—¿Por qué dices eso? No quiero...
—No recuerdas nada —repitió Jungkook con suavidad.
El susurro se colaba en la cabeza del joven como un gusano.
—Pero no tienes miedo, vas a encontrar la forma de estar bien —continuó Jungkook—. Puede que al principio te encuentres vacío, pero cuando logres volver a ver la luz, lo habrás superado para siempre, y nada, nunca, te impedirá que seas feliz.
Las lágrimas de Taehyung se deslizaban por sus mejillas, todo cuando podía pensar era, ¿por qué hacía eso? ¿Por qué era tan cálido? ¿Tan bueno?
—Adiós, Taehyung —fue lo último que le escuchó musitar.
El castaño cerró los párpados; su mente se vació, como si volcase un montón de piezas fuera de un contenedor. Al volver a abrir los ojos, estaba sentado en el suelo. Temblaba, temblaba como si su cuerpo fuera a deshacerse en mil pedazos. Vio al personal de policía aparcar y salir del coche, al personal de urgencias correr hacia él. La tensión jugó con el resto de sus sentidos, Taehyung tocó el frío y húmedo asfalto con la mejilla, perdiendo la consciencia. Todo se volvió negro.
Fin del flashback
Los ojos de Taehyung estaba muy abiertos, el tono lapislázuli se humedecía por las lágrimas. Taehyung no recordaba nada. Nada. Ni un ápice de Jungkook antes del día en el que creía haberle conocido oficialmente. Es más, durante un tiempo en su relación con Jimin, él tampoco había mencionado que tenía un hermano. Y conocerle tan solo le había desconcertado, le había aterrado, y durante un tiempo, Jungkook se había lucrado de ello.
—No puedo creerlo. Tú... Tú estabas allí...
—Me costó salir de Shadowfell, lo reconozco. Me arrepentí de haberte hecho olvidar esa misma noche, quería llevarte conmigo. Soy así. Egoísta. Lo habrás notado —ironizó Jungkook, con un rictus distante, como si aún lo tuviera fresco. Taehyung no estaba de acuerdo con ese calificativo, pero aun así siguió escuchando—. Eras como un pedazo de pastel, preparado para mí. Y yo ansiaba tenerte desde el momento en el que te vi. En veinticuatro horas, habías pasado por un médico, un psicólogo, y alguien que te inspeccionó del departamento de policía. Estabas en shock, no echaste ni una lágrima. Habían cerrado tu caso como un siniestro total, con el fallecimiento de los dos progenitores y el milagro de que hubieras sobrevivido sin... ninguna secuela. Tu tía Everly llegó en ocho horas a Shadowfell. La primera noche, me acerqué a tu casa. A tu ventana. Una casa humana. Me impedía entrar. Afortunadamente, eso me hizo reconsiderar si sería racional por mi parte meter la mano en una pajarera para robar lo que quería.
—Jungkook ...
— No vi tu marca entonces. Me alejé de Shadowfell y continué con mis asuntos, en ese momento, estaba detrás de una secta humana que adoraba a los cazadores de raza. Yo quería información. Jamás pensé que me destinarían de nuevo a ese maldito pueblo de Virginia, donde mi pasado y tú estabais... Cuando volví, un año después, Jimin ya te había encontrado. Y yo, deseaba con todas mis fuerzas que tu hermano menor fuera el portador de la marca del cazador. No quería... No quería tener que matarte con mis propias manos —decía atormentado—. Sé que me acerqué... Que lo intenté varias veces... Pero cada vez que veía tus ojos, sentía que no tenía valor suficiente. Y he matado, Taehyung. He sido cruel, oscuro. He sido un demonio, que disfrutaba de la noche y del libertinaje. Saber que Jimin se había enamorado de ti, y tú de él, ah —exhaló una sonrisa extremadamente amarga—, me hacía sentir, que, de alguna forma, él había tomado un lugar que yo había deseado ocupar mucho antes.
Un nudo de lágrimas se acumulaba en la garganta de Taehyung.
—Jungkook, mírame. Me salvaste la vida —dijo lloroso—. Debías habérmelo dicho antes. Saber que tú estabas ahí, esa noche... Que tú... Que tú me sacaste de allí la noche en la que debí haber muerto...
Jungkook no podía mirarle. Sentía vergüenza por no haber sido sincero previamente, por haberlo reprimido por el temor que le producía la reacción de Taehyung. En ese momento, tan sólo le devolvió su atención al chico cuando le oyó romper a llorar. Se cubría el rostro con las manos entre dedos largos y esbeltos, sus hombros temblaban tanto, que Jungkook dudó sobre si debía tocarle. Parecía muy angustiado, al borde de un ataque de nervios.
Una mirada indiscreta de una camarera, crispó a Jungkook. Él se arrastró sobre el sofá y se levantó, posó una mano en el antebrazo de Taehyung y emitió una sencilla sugerencia, que más bien sonaba como una orden.
—Necesitas tomar aire. Levántate.
Taehyung sorbió por la nariz, tomó el abrigo que Jungkook le ofrecía y le perdió de vista mientras este pagaba la cuenta con tarjeta. Había levantado la cabeza, frotándose los ojos húmedos, iba a hacia él, pero el pelinegro se volvió, y tomándole el brazo, redirigió sus pasos hacia un extremo del local. Jungkook empujó una puerta trasera, el exterior estaba frío, el vaho escapaba de la boca de Taehyung con cada bocanada de aire. El restaurante se hallaba en una zona más elevada geográficamente, desde la que se podía contemplar la periferia del pueblo. Allí había un pequeño mirador, una serie de colinas que descendían, una baranda de piedra y dos diminutas mesas vacías.
El cielo era totalmente negro, salpicado por brillantes estrellas plateadas que parecían relucir con mucha más fuerza en la cúpula celeste de Canadá, que en ningún otro. Su atención caía distendidamente por el mirador hacia abajo, por encima de las copas picudas de los pinos y abetos más oscuros. Probablemente, habría animales, ardillas, liebres, jabalíes y algún oso pardo. El sonido de los grillos calmaba como una tila su conciencia, Taehyung apretó los nudillos, sintiendo los dedos fríos. Jungkook le rodeó, tiró del borde de su abrigo comenzando a abrocharle los botones con párpados muy bajos.
—Estoy bien —aseguró Tae de repente.
—Vas a agarrar frío.
—Kookie, no estoy enfadado contigo —dijo atrapando sus manos, detuvo sus dedos en el botón superior del abrigo, y captó la mirada del compañero—. ¿Por eso tenías miedo de decírmelo? Pensabas que iba a rechazarte.
—Yo...
—Si me lo hubieras contado antes, si me lo hubieras dicho en Shadowfell —se precipitó a decir Taehyung—, nuestra relación hubiera sido distinta desde el principio.
—Yo no quería que fuera distinta, Tae. No me debías nada —Jungkook se deshizo de sus manos lentamente—. Para mí, todo fue a peor cuando recibí información sobre tu apellido. La gente del círculo que adoraba a los cazadores de raza, conocían que el último descendiente encontraba allí. Adoptado por el doctor Kim. Esa gente tenía una valiosa información. Tu verdadero apellido.
—¿Mi verdadero apellido? ¿Cuál es? Kook, dime cuál es.
—Sullivan. Tu padre era inglés. Tu madre, humana, llevaba el gen. Se activa cada dos generaciones, así que... Te dio en adopción para protegerte.
—Sullivan —pronunció Taehyung, asombrado.
Jungkook se alejó, apoyó las manos en la barandilla, dejando la vista perdida en el horizonte nocturno. Sus sentidos, sus pupilas, se veían conciliados por la luz de la noche, de las estrellas y de la media luna. El aroma de los pinos frescos y de la tierra, a lo lejos, la melodía que entonaban las aves nocturnas, y los grillos frotando sus alas.
—Fui cruel contigo. Con Jimin. Actuaba como una hiena herida, vengativa. Perdóname, Taehyung —liberó de perfil—. Perdóname por no haber estado ahí, antes. Por no haberte escuchado, ni haber cuidado de vosotros cuando debí hacerlo... No estuve a la altura. Nunca lo he estado. Y ahora, perder el control me asusta tanto, como perderte a ti...
Taehyung no dijo nada. El silencio se extendía en el ambiente, al igual que el frío que les abrazaba bajo el manto nocturno. La escasa luz que escapaba de las ventanas del restaurante coreano iluminaba lo justo en aquel mirador. El castaño se aproximó a Jungkook, le tocó el hombro, deslizó la mano hasta su codo. Un leve tirón hizo que Jungkook le prestara atención.
Esa noche, sus ojos lapislázulis revelaban sabiduría, madurez, una profunda reflexión que no había visto en mucho tiempo.
—Querías controlarlo todo, pero perdiste el control. Como yo, cuando estoy cerca de ti. Pero eso es lo que tiene enamorarse, Jungkook —decía Taehyung—. Es ser vulnerable, es renunciar al control. No importa quién fueras, sino quién eres ahora mismo. Y hubiera deseado conocerte entonces, así fueras más oscuro, ¿sabes por qué?
Jungkook no encontró una respuesta, hasta que Taehyung se la ofreció con honestidad:
—Porque me diste una segunda oportunidad para vivir.
Se sintió frágil, extremadamente vulnerable cuando el ojiazul tomó sus muñecas. Acortó la distancia entre sus rostros, sus pestañas casi se rozaban, el aliento cálido del muchacho acariciaba sus labios.
—Te amo —murmuró Tae.
—Yo también te amo —le devolvió Jungkook, muy frágilmente.
Taehyung selló sus labios con un beso. Tenía la nariz helada, también los dedos. Jungkook se los estrechó y frotó suavemente.
—Siento haberte hecho llorar.
—No, está bien. Lloraba por la emoción. Jamás pensé que... habías estado conteniéndote algo así.
Con un brazo tras su nuca, Jungkook le mantuvo pegado a él. Le estaba frotando el hombro y el brazo con una mano, Taehyung abrazaba su cintura maravillosamente.
—Puedo devolverte esos recuerdos, amor. Puedo hacerlo esta misma noche —dijo el pelinegro sobre su sien.
—No —negó Tae con firmeza—. No los necesito, Kook. No es por ti. Prefiero mantener esa noche, la noche en la que perdí a mis padres... intacta...
—Lo entiendo. No te preocupes. No tienes por qué recordar nada más, si no lo deseas.
—Tengo suficiente con saber que tú estuviste ahí. Mi ángel de la guarda —musitó con dulzura, contra su mejilla.
Jungkook sonrió levemente, le acarició la nuca, y poco después, le dijo de ir hacia el coche antes de que el muchacho se helara.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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