Capítulo 16
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 16. Supervivencia
Seis meses antes,
Shadowfell
No tuvo tiempo para hacer una maleta. Rayna agarró el grimorio de las Rey, y luego metió varias prendas de ropa en el bolso. Tenía miedo, los ojos empañados por los restos de lágrimas que se negaban a liberar sus lagrimales. Deseaba partir de Shadowfell cuanto antes. No tenía ningún rumbo, el teléfono aguantaba con menos de quince por ciento de batería y el estrés la destrozaba por dentro.
Al salir de casa, contempló la mancha de sangre seca que se encontraba esparcida por el porche. El cuerpo de Aramintha ya no estaba allí. Alguien, a quien encontró dos horas antes, le había ofrecido una inesperada mano. Rayna se detuvo sobre los peldaños que bajaban al césped de la casa en ese momento, con los iris verdes clavándose sobre él. El coche de Joon Kim estaba allí, y él, se quitaba los guantes de trabajo y los guardaba en la parte trasera. La puerta del maletero estaba levantada, Rayna bajó la escalera, fue hacia él e introdujo el bolso en el coche sin mediar palabra. En el más estricto silencio, Joon cerró el maletero de un movimiento. Los dos se reunieron en los asientos frontales de vehículo.
Rayna se cubrió el rostro con las manos. Estaba destrozada. Sólo quería marcharse. Los dos permanecieron en silencio durante largos segundos, acompañados por el lejano murmullo de algún automóvil cruzando la calle fugazmente.
—Pensé que te irías. Que ibas a buscar venganza —terminó expresando Rayna.
—Iba a hacerlo —Namjoon parecía muy cansado, con la vista perdiéndose sobre la luna frontal del vehículo—, pero se han ido. No les he visto por ningún lado, he rodeado el pueblo tres veces con el vehículo, y ni una sola pista... No debí haber ido a por ellos. Jimin, ese híbrido loco y la copia física de Taehyung... No puedo matarles. Si los hubiera encontrado, me hubieran despedazado en un segundo —decía abatido—. Soy tan estúpido... Soy tan débil... Vulnerable...
Rayna se abrazó los brazos, sus ojos yacían sobre la guantera cerrada.
—Y abandoné al crío. A Taehyung. Él lo ha perdido todo, y yo, le dejé, como a una basura. Quería rectificar, Ray. He pasado por la casa de Eve, pero...
Rayna le miró de medio lado.
—¿Dónde está? —preguntó en voz baja.
—No lo sé. Jungkook y él han desaparecido.
—¿Ese vampiro... se lo ha llevado? —formuló Rayna horrorizada.
—Ray, Taehyung cumplirá años en unas horas. Será peligroso —dijo comprobando el reloj de muñeca.
—Jungkook le matará —evidenció la bruja.
—No, no lo hará —negó Namjoon lentamente.
—¡Claro que lo hará! ¡Siempre ha querido hacerlo! Ni siquiera entiendo por qué Taehyung intentó tener una amistad con él, ¡ese tipo es peligroso! —gritó angustiada.
—Está enamorado de él —la detuvo Namjoon—. No hará daño al crío.
—Jimin estaba enamorado y casi le mató. Jamás debí confiar en él —replicó Rayna, muy herida—. Jamás debí pensar que éramos amigos...
Namjoon desvió la mirada. Nada aseguraba que un vampiro no fuera peligroso para un humano, pero él conocía a Jungkook, o al menos, creía haberle conocido durante ese tiempo. Todavía había esperanza en la supervivencia de Taehyung...
—Ese híbrido... Jimin eligió ir con él. Parecían viejos amigos —decía Joon—. Y Sui, estaba allí... a su lado.
—Nunca perdonaré a Jimin De Fiore —el timbre de Rayna sonaba cargado de cólera—. Tampoco a su hermano mayor. Si vuelvo a ver a alguno de los dos, los mataré. Y ahora quiero salir de Shadowfell. Quiero ir muy lejos de aquí, y olvidarlo todo.
Namjoon entendía su rabia, su ira. No había nadie mejor en ese momento para comprenderlo.
—¿Y qué hay del muchacho? —pensó Joon en voz alta.
—Tú lo has dicho. Se ha ido —expresó la ojiverde—. No volveré a relacionarme con nadie que esté de lado de un vampiro. Se acabó.
Joon exhaló su aliento. Metió las llaves en el contacto y encendió el motor.
—¿Dónde quieres que te deje? —preguntó el mayor.
—¿A dónde irás tú?
—No lo sé.
—Yo... Yo tampoco lo sé... Tengo algo de dinero, pero...
Namjoon la miró de soslayo. Rayna tenía dieciocho años, todavía era demasiado joven, como Taehyung. Pensar en que debía dejarla en algún lugar desconocido, sola, perturbó su conciencia. Ya había abandonado al sobrino de Rayna en una ocasión, no podía permitirse errar de nuevo.
—Vamos a Richmond. Queda a unas horas. Descansemos allí, y luego, pensaremos qué vamos a hacer —decidió Namjoon unilateralmente.
Rayna no dijo nada. Tal vez Namjoon y ella no tenían la mayor confianza del mundo; siempre habían mantenido la relación cordial y respetuosa de alumna y profesor. Se conocían lo justo, las veces que ella y Tae se habían cruzado a Eve y a Joon en compañía, y poco más. Eso era todo. Pero estar junto a alguien adulto, que conocían de primera mano todo aquel infierno resultaba un poco conciliador.
Rayna comenzó a sentirse peor conforme la carretera avanzaba. Los ojos le picaban por la pérdida de su familiar, por la traición de los De Fiore. Jimin, dándole la espalda por el asesino de su abuela. Jungkook, dejando a Soobin a merced de un lobo enfurecido.
Y Taehyung...
La joven se llevó una mano al pecho. Se había equivocado con Taehyung. Sí, todo el mundo había colocado a su mejor amigo por encima de todo, mientras que ella pagaba los platos rotos por ser una Rey. Pero, ¿qué culpa tenía Taehyung? Era demasiado tarde para enmendarlo, ¿verdad? Cerró los ojos, pensando en lo difícil que era todo. No le quedaba magia, era imposible ayudar. ¿Qué podía hacer? ¿No podía recibir una señal?
El teléfono vibró en su bolsillo, Rayna lo sacó con los ojos irritados.
—Namjoon, espera —dijo en voz alta.
Joon continuaba al volante, giró la cabeza brevemente y ella le mostró un número de teléfono desconocido. Él no redujo la velocidad del vehículo, Rayna se llevó el teléfono a la oreja, descolgando la llamada.
—¿Hola? —preguntó la joven con un timbre que sonó extraño hasta para ella.
—Rayna Rey. ¿Eres tú? —la pulcra y limpia voz de un hombre resonó a través del auricular—. Soy el doctor Seokjin. Seokjin Kim, del hospital de Shadowfell.
—Le conozco —dijo Joon al volante—. Pregúntale qué quiere.
—Jungkook De Fiore se ha puesto en contacto conmigo. Se trata de Taehyung Kim.
—No puedo ayudarte. No me queda magia.
—Tal vez pueda usar tu sangre. Leí que la sangre de bruja tiene propiedades especiales.
—¿Cómo sabemos si funcionará? —preguntó Rayna desgastada.
—No lo sabemos. Pero podemos intentarlo, ¿no?
Rayna y Joon se miraron de soslayo. Joon asintió con la cabeza, transmitiéndole que estaba de acuerdo. Rayna quería negarse, no obstante, ¿no había sido esa la señal que necesitaba? Tal vez no tenía magia, pero podía intentar ayudar una última vez.
Sería la última, antes de buscar una nueva vida.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Horas más tarde, hospital de Shadowfell
Rayna salió de la sala de laboratorio bajándose la manga izquierda de la camiseta. Un esparadrapo con gasa le rodeaba la zona, se sentía muy cansada, dos grandes ojeras se hallaban bajo sus ojos. Joon y ella se encontraron en aquel pasillo, donde la joven se dejó caer sobre un asiento de plástico.
—¿Qué tal? —formuló Namjoon.
Ella clavó los codos sobre las rodillas y el mentón en las manos.
—Me ha sacado sangre. Otra vez —contestó Ray en voz baja.
—Ten. Come. Lo he comprado ahí afuera —Namjoon le ofreció una bolsa de papel.
Rayna comprobó la bolsa caliente, olía a bocadillo. Lo desenvolvió notando la punzada que le clavaba su estómago por el hambre y no dudó en dar un buen bocado. Joon se apoyó en la pared, se cruzó de brazos en silencio, mientras la joven comía algo. Él había tomado dos cafés, y se había fumado media cajetilla de cigarros mientras rodeaba el hospital para tomar algo de aire fresco.
Las horas se habían extendido desde que llegaron allí, y no paraba de preguntarse si algo de lo que estaban haciendo allí tenía algún sentido. La puerta de la sala se abrió en un momento, el doctor Seokjin fue hacia ellos.
—Buenas tardes, Joon.
—Hola —respondió.
—He metido una muestra de tu sangre en la centrifugadora —le dijo Seokjin a Rayna.
—¿Será suficiente con lo que tienes ahora? —preguntó Rayna.
—Te he sacado dos bolsas. Será mejor que comas bien —asentía el doctor.
—¿Cómo ha ido? Habéis estado como diez horas ahí dentro —preguntó Joon.
—Mediante un proceso de deshidratación, he convertido parte de la sangre en polvo y lo hemos unido a varios elementos —explicaba Seokjin—. Rayna ha añadido algunas especias a la ecuación.
Rayna se encogió de brazos.
—Pensaba que no podías hacer magia —comentó Namjoon.
Rayna le miró de soslayo.
—No es magia, en realidad. Solo es una receta —decía con debilidad—. Mi abuela hacía pociones, tenía fórmulas muy útiles, que pueden conseguirse con elementos naturales... Esta es nuestra última baza —suspiró.
—Le enviaré de manera urgente a Taehyung algunas cápsulas.
—Espera, ¿eso es lo que habéis creado? Nada de hechizos, ni de pociones —Joon hablaba muy sorprendido—, sino, ¿pastillas?
—La magia de la ciencia, Joon —sonrió Seokjin.
Él también parecía cansado, puesto que su sonrisa era algo débil.
—¿Tenéis donde quedaros? —agregó Seokjin amablemente.
—Nos vamos de aquí —Rayna se levantó de asiento, guardándose el resto del bocadillo. Notó un fugaz mareo que la hizo tambalearse, Joon la agarró por el antebrazo y se miraron.
—Sí. Necesitas descansar. Nos vamos.
—¿Es por los vampiros? —dudó el doctor—. ¿Os siguen?
—Se han marchado —respondió Joon.
—Tal vez están en la casa condal, donde vivían los De Fiore —pensó Rayna en voz alta.
—No estaban cuando fui. No parecía haber nadie —dijo Namjoon.
Rayna no le miró, Joon soltó su brazo y le ofreció una mano a Seokjin.
—Asegúrate de que eso llegue al chico, por favor.
—Lo haré —Jin estrechó su mano—. Confiad en mí. Y, uhm, siento... Lamento vuestras pérdidas...
Los dos se quedaron en silencio. Rayna parecía muy afligida, Namjoon se despidió del doctor Seokjin y se marcharon. Tomaron el ascensor para bajar a la planta, y luego, caminaron por el párking en búsqueda del coche. Rayna se sentó de copiloto, se hundió en el asiento de un suspiro. Todavía tenía hambre, pero el estómago se le removía por los escasos bocados que había pegado. Le dolían los ojos, la cabeza, se sentía muy débil y cansada.
—Duérmete, Rayna. Nos queda un trayecto hasta Richmond —dijo Namjoon solemnemente.
En unas horas, llegaron a un hotel en la capital de Virginia. Afortunadamente, Joon llevaba bastantes cosas en el coche. Se había hecho con todo lo que pudo de su apartamento, material para matar vampiros, jeringuillas de verbena (también había ingerido un poco, por si acaso), el revólver y su cartera. Rayna se quedó dormida por el camino. No habló nada cuando bajaron del coche, ni cuando llegaron al hotel. Namjoon había pedido una habitación doble.
Afortunadamente, había una pequeña sala con televisor junto a la entrada. Por lo que ella pudo descansar un poco más en una de las camas, mientras el mayor se quedaba en la sala, pegado al teléfono. Namjoon hizo una cancelación en la casa de alquiler de California, se encargó de unas cuantas cosas más, y después, se asomó al dormitorio para comprobar que la chica estaba dormida.
Metió la mano en el bolsillo de la cazadora, descubriendo algo. Sus dedos lo arrastraron hacia afuera; la sortija de compromiso de Everly, la cual le había quitado a su cuerpo sin vida antes de enterrarla cerca del bosque. Era plateada, delicada y preciosa. Tenía un diminuto y elegante diamante en el centro. Namjoon apretó la mandíbula.
Esa noche, en lugar de dormir, salió por Richmond. Se jugó diez dólares en apuestas, y luego, terminó jugando al póker, bebiendo hasta perder la conciencia, y finalmente perdiendo el estúpido anillo de compromiso que atormentaba su conciencia.
Le daba igual esa condenada sortija. No significaba nada. No, si Everly estaba muerta. Muerta por su culpa. Por dejarla sola. Por creer que podría ser feliz de una vez por todas. Cuando por fin había abandonado su ansia de venganza, y se había enamorado de una humana... otro vampiro... otro estúpido vampiro le había destrozado la vida...
Joon apenas podía caminar por la calle. A altas horas de la madrugada, había perdido la corbata, llevaba la cazadora sobre un hombro y se tambaleaba, apoyándose en cada poste metálico o farola que se cruzaba. No le atracaron, por suerte. Aunque si lo hacían, le hubieran hecho un favor, puesto que no había nada que le apeteciera más que pelear con alguien. Y le daba igual si le mataban, le harían un favor de haberlo hecho.
Solo volvió al hotel porque estaba Rayna. Porque era súper joven, y no podía evitar ver al sobrino de Everly reflejado en ella. Como a Soobin, con quien había visto agarrarse de la mano por el pasillo del instituto, otras tantas veces.
Namjoon llegó al hotel, se las arregló para subir a la habitación dando algunos traspiés, y finalmente, perdió la conciencia sobre el incomodísimo sofá de la pequeña sala. Rayna lo encontró más tarde, cuando se levantó de la cama. Estaba amaneciendo, una luz blanca y fría se colaba a través de la ventana.
Rayna se inclinó junto a Namjoon, olfateó el olor a alcohol e hizo una mueca. Joon reaccionó con un sobresalto, sus ojos se abrieron de par en par y los dos se asustaron.
—Ah, s-soy yo, profesor Kim —se excusó.
Namjoon se frotó los ojos, dejando escapar un suspiro pesado.
—Qué... Me he quedado dormido...
—¿Has bebido?
—Un poco...
—Has estado toda la noche fuera.
—No, no...
Joon se dio media vuelta en el sofá, de cara al respaldo. No tardó ni dos segundos en volver a quedarse dormido. Rayna notó cómo su respiración se volvía profunda y acompasada. Se masajeó la sien con un par de dedos y después atisbó su chaqueta de cuero marrón colgada junto a la entrada. La joven metió una mano en el bolsillo y sacó la cartera. En la parte de las tarjetas se encontraba su identificación, mucho más elegante y responsable de lo que cualquiera hubiera dicho. Ella introdujo los dedos en la billetera y sacó varios billetes que se guardó en el bolsillo. Se colocó las deportivas y salió del hotel, llevándose la llave con ella.
En una hora, regresó con la compra; unos vasos de ramen, dos de café, unos sándwiches preparados y una caja de bolsitas de té. También había comprado varias especias naturales, a la vuelta de una calle. De vuelta en el hotel, agarró una taza y utilizó el pequeño microondas para calentar el agua con té y hierbas.
Fue hacia Namjoon y le tocó el hombro con un par de dedos. Él respondió una retahíla de cosas ininteligibles, pero al cabo de un rato, se espabiló un poco.
—Venga, levanta. Te he preparado algo —insistió Rayna.
Con un ojo pegado, Joon se fijó en la taza caliente de la que colgaba un hilo de una bolsita de té. Se incorporó muy lentamente, la cabeza le palpitaba y tenía la boca pastosa. Cuando agarró la taza de té, se sintió un poco desconcertado.
—¿De dónde...?
—He salido —respondió adivinando su pregunta—. Te he cogido dinero. Espero que no te importe. Solo me he quedado con diez dólares. Gasté otros diez en comida.
—Está bien —liberó Joon con voz rasposa. Se llevó la taza a la boca, probando el contenido caliente que humeaba y esbozó una mueca—. Dios, sabe a rayos y centellas —se quejó.
—Está amargo, pero te ayudará con la jaqueca —Rayna se desplazó por la sala—. ¿Por qué no descansas? No has dormido casi nada, ¿verdad?
Joon negó con la cabeza, sostenía la taza en lo que sus pupilas se perdían en algún rincón de aquel espacio.
—Date una ducha, y métete en la cama —dijo Rayna insistentemente—. Apestas.
El mayor se alegró de escuchar aquella nota casi despectiva en su voz. Después de una noche de juerga, alcohol, y comportarse como el ser más lamentable del mundo, no le quedaba otra que perecer sobre una almohada. Lo necesitaba.
Joon le dio un último trago a la bebida caliente, se levantó pasándose una mano por el cabello castaño oscuro y la miró de soslayo.
—Has hecho lo correcto, Rayna. Con Seokjin, me refiero. Seguro que... ayudará a Taehyung —le alentó antes de marcharse—. El pobre... No debe tener dónde caer muerto...
Rayna apreció su reconocimiento, aunque se sintió indudablemente triste. Dudaba acerca de si funcionarían o no, pero esperaba que así lo fuera. Había usado su última carta, del grimorio de su abuela, deseando que una fórmula de represión funcionara en una poción disolutiva. Ya lo había hablado con Seokjin antes de marcharse de Shadowfell; si tenían suerte, funcionaría con la exacta precisión de una dosis cada veinticuatro horas.
Pero todo podía variar. Todo.
Namjoon pasó la peor resaca de su vida esa mañana, tras una ducha, desayunó algo de lo que Rayna había traído y después conversaron sobre lo que iban a hacer.
—¿Qué hay de tus padres? ¿Tu abuela era tu única tutora? —preguntó Namjoon.
Tenía mejor cara tras alimentarse, las sienes peinadas hacia atrás y un fino jersey de color verde esmeralda. Rayna asintió con la cabeza, permanecía cabizbaja.
—Mi madre está en Carolina, pero... Hace demasiado que no la veo.
—¿Es bruja? —preguntó él.
—No. Quiero decir, mi abuela me contó que había renegado a su linaje —le contaba la chica—. Nunca ha practicado, así que perdió toda su magia. A los nueve años, me dejó con mi abuela, en Shadowfell. Ella siempre ha sido un espíritu libre...
—Puedes llamarla por teléfono para explicarle lo sucedido. Te llevaré a Carolina, si quieres.
Por la fugaz mirada de Ray, Joon advirtió que no quería hablar con ella.
—¿No quieres decírselo? —dudó.
—Namjoon, no hablo con ella desde hace años. Por mi dieciocho cumpleaños, me envió una felicitación por WhatsApp. Por WhatsApp —repitió ella en tensión—. No la quiero como madre —dijo con más dureza.
Namjoon se cruzó de brazos.
—Vale. No le diremos nada. Pero, ¿qué es lo que quieres hacer? —formuló contemplándola.
Rayna se levantó del asiento, comenzó a actuar con una notable timidez.
—Me preguntaba, uhmn, estaba preguntándome si tú —titubeaba—. ¿Qué es lo que vas a...? ¿A dónde irás?
El mayor afinó los párpados.
—Ray, no soy la mejor figura paternal —dijo de inmediato—. Bebo demasiado, golpeo un saco de boxeo para descargar mi ira. Estoy obsesionado con matar vampiros, y no dejaré escapar la oportunidad de ir a por ese Leone. No puedes quedarte conmigo.
—Yo también odio a Sui Leone, como a ese híbrido —añadió Rayna en su defensa—. Pero ahora son más fuertes que nosotros, Namjoon, yo no tengo magia y tú estás destrozado. No podemos ir a por ellos precipitadamente, nos asesinarán —hubo una pausa—. Si queremos venganza, debemos esperar y atacar con algo más que una ballesta o un estúpido hechizo. Son vampiros puros. Si Jimin es peligroso, imagina qué tan fuertes pueden ser ellos.
Namjoon sabía que estaba en lo cierto. Pero él, ¿con una cría de dieciocho años? Rayna parecía madura, pero no dejaba de ser una chica demasiado joven, y eso, hacía que Namjoon se sintiera responsable. Trató de proyectar aquel sentimiento que tenía por los que hubieran sido sus sobrinos, Soobin y Taehyung, en ella. Los había dejado. No había estado ahí a tiempo, no podía permitirse replicar el mismo comportamiento con ella.
—Está bien —suspiró Joon—. Puedes venir conmigo, pero...
—Gracias —exhaló Rayna rápidamente.
Fue hacia él, e impactó con un abrazo que le cortó el habla. Su diferencia de alturas era notable, la cabeza de la chica quedaba justo a la altura del mentón. Namjoon prefirió no mover los brazos, aunque al final le dio un par de palmaditas en el hombro para no parecer muy frío.
En los siguientes días, tomaron la decisión de desplazarse a Nueva Jersey, a la ciudad de Newark lejos del estado de Virginia. Lograron hacerse con una pequeña casa de alquiler en un barrio de la ciudad. La instalación fue sencilla, Rayna pasó por un banco y consiguió extraer dinero de una cuenta que compartía con su abuela. La fortuna de las Rey estaba a su nombre desde que era pequeña; no pensaba malgastarla, sólo quería extraer lo justo para sus gastos. Pagar parte del alquiler, una nueva instalación de gas y algo de ropa.
No tuvo tiempo para pensar en la universidad o en algo más que aclimatarse al cambio de lugar. Había vivido durante casi toda su vida en Virginia, el estado menos soleado del país. Newark era distinto, más amplio y bullicioso, muy cerca de Nueva York.
En menos de cuarenta y ocho horas, recibieron una única notificación del doctor Seokjin, quien les comunicó que las cápsulas represivas parecían estar funcionando en Taehyung. Namjoon deseaba saber dónde se encontraba el muchacho, pero Seokjin no pudo transmitirle ninguna otra información. Él sabía por qué, a pesar de que Jin tratara de evitar mencionarlo; Jungkook estaba siendo muy opaco en cuanto a su refugio.
Por otro lado, Rayna no había vuelto a preguntarle por Taehyung. Nunca lo hizo. Ni en una semana, ni en el plazo de varios meses. Después de saber que había ido bien, parecía que se había obligado a atarse la lengua al paladar. Era como si deseara dejarlo todo atrás. Mantenía sus lágrimas en silencio, y al principio lloró cada noche, pero después logró acostumbrarse a las ausencias.
Namjoon también sufría psicológicamente. Pasaba las noches en vela, a solas, y se tomaba una botella de whiskey a la semana. Rayna estaba cansada de encontrarle dormido en el sofá, bebido, deprimido y con una fina barba de tres días. La mayoría de las veces no cenaba. Cada uno tenía su propio dormitorio, su espacio. La convivencia se hizo muy fácil para ambos. Rayna había notado que Joon era el tipo de personas que nunca metían las narices en los asuntos de los demás, jamás le perturbaba, la vigilaba o le ordenaba hacer cosas. Si no fuera porque ella se esforzaba en saludarle todas las mañanas, preguntarle si había dormido bien, no hubieran compartido más de tres monosílabos al día.
No es que Joon fuera frío con la joven, él siempre le hablaba bien y se preocupaba por comprar comida, y que nada faltara en aquella casa. Pero Rayna sabía que estaba profundamente deprimido, como ella, quien se forzaba constantemente a olvidar.
No tenía magia. Era frustrante. Tenía pesadillas con Yoongi Leone, quien volvía a presentarse ante ella en sueños, repitiendo una y otra vez el ritual con el que rompió su sello.
—¿Lo haces tú, o lo hago yo? —le preguntaba, antes de acuchillar a Taehyung.
—Quieres hacerlo tú, ¿o lo hago yo? —volvía a preguntarle, sujetando una afilada botella de whiskey que había partido por la mitad, y con la que señalaba a un Namjoon dormido.
—¿Lo harás tú o lo haré yo? —formuló otra noche, sujetando una daga de plata en dirección a Soobin, quien yacía inconsciente e indefenso, tumbado en el suelo.
Siempre se despertaba jadeante. Solo era un sueño, lo sabía. Pero en esos, nunca tenía opción. Tomaba la decisión de hacerlo por su propia mano, esperando que así no sufrieran. Era horroroso.
Esa última noche en la que se despertó, dio un respingo al encontrar una silueta sentada al pie de su cama. Se incorporó tirando del edredón muy asustada, no tardó en reconocer a Namjoon Kim. Había entrado en su dormitorio y se había sentado ahí. Sus ojos castaños le ofrecían pesar, lástima. La había escuchado tantas veces quejarse en sueños...
—¿Son pesadillas? ¿O predicciones? —preguntó Namjoon en voz baja.
Ella tragó saliva pesada.
—No son premonitorios. Cuando los tenía, nunca eran así —contestó Rayna con un timbre ronco—. Hace mucho que no las tengo. Ni mi magia, ni... nada...
—Siento decirte que me alegra que sea así —liberó Namjoon con sencillez. Se levantó de la cama, apoyando las manos en las caderas—. Por cierto, he subido a la buhardilla. Está un poco sucia, pero hay bastante espacio. Estaba pensando si querías ayudarme a terminar de limpiarla... Pensé que te gustaría colocar tus cosas allí...
—¿Mis cosas?
Joon señaló con un dedo al enorme libro, el grimorio de las Rey, lo único útil que se había llevado de casa y que ahora se encontraba sobre la mesita de noche. Probablemente, ella habría estado ojeándolo antes de quedarse dormida, en busca de una solución a la repentina desaparición de su magia.
—Oh, te refieres a eso —suspiró la chica.
—Quizá necesitas un espacio, ya sabes... ¿más inspirador?
—¿Y la buhardilla es perfecta para mi inspiración? —formuló escéptica.
—Por supuesto, ¿no os iban a las brujas todo eso del polvo y las telarañas? —bromeó Joon.
Rayna sonrió un poco. Estaba amaneciendo, pero él le recomendó que durmiese un poco más y entonces salió del dormitorio. Rayna terminó levantándose al descartar volver a su almohada. Bajó la escalera y preparó café para los dos, en lo que Namjoon arrastraba un saco de boxeo por el porche. En un rato, subieron a la buhardilla y estuvieron limpiando toda la mañana. No fue hasta mediodía cuando pidieron un par de pizzas, en lo que terminaban de recolocar las estanterías vacías, así como el viejo y polvoriento sofá (cuyos almohadones se habían encargado de sacudir previamente). La ojiverde colocó el libro de las Rey en un atril de madera. Pensó que las vistas no estaban mal, contemplando la calle a través de la única y exclusiva ventana de forma redonda.
Aquel espacio no estaba mal, si bien parecía un poco solitario, y las pisadas resonaban con un eco debido a la falta de muebles. Con el tiempo, Rayna se hizo con una fina alfombra de color rojo con dibujos de rosetones dorados que extendió en mitad de la estancia. Llenó las estanterías de frascos que le eran útiles para hacer pociones, aunque en todo ese tiempo tan sólo se dedicó a hacerse soluciones para dormir y evitar las pesadillas. Colocó velas aromáticas en cada rincón, algunas plantas y macetas adorables. La buhardilla mejoró en decoración y utilidad, y cada varias noches, se sentaba en el suelo y abría el grimorio de las Rey frente a las piernas flexionadas, para leer cada pequeño detalle con lupa y desencriptar la información que se escondía en sus páginas escritas a mano por cada una de las brujas que habían poseído el libro de la familia a lo largo de las décadas.
Ni el péndulo, ni cerrar los ojos para concentrarse, mientras las llamas titilaban alrededor de ella servía de nada. Su magia estaba bloqueada. Quería hablar con su abuela, si es que era posible, pero sus capacidades estaban totalmente anuladas y ella ya había perdido la esperanza. A veces, cuando cerraba el libro, tenía flashbacks del dormitorio de su casa en Shadowfell, cuando Soobin la acompañaba y la miraba con esos grandes y curiosos ojos castaños. La garganta se le comprimía cada vez que recordaba que había perdido a su primer amor por Jungkook De Fiore. Le odiaba. Casi tanto como a Sui y Yoongi Leone... Y en ocasiones, se decía, que también a Jimin. Ella había confiado en Jimin, y él... él la había utilizado... les había traicionado a todos.
No había noche en la que no se imaginara asestándoles con una estaca, destruyéndoles con su magia o consumiéndoles como una palomita a las brasas. El día en el que recuperara la magia, se decía, no quedaría espacio en el mundo donde pudieran huir de una Rey.
Y lo haría en nombre de todos; de Soobin, de Taehyung, de Namjoon... De su abuela.
Namjoon se encontraba al pie de la escalera cuando carraspeó. Rayna abrió inmediatamente los ojos, le vislumbró de soslayo y suspiró. Las luces de las velas se mecían a su alrededor. Allí arriba olía a vainilla y a un incienso un poco pesado, cuyo quemador arrojaba una tibia línea de humo que ascendía hasta el techo de la buhardilla.
—¿Qué tal? —preguntó Namjoon a unos metros, avanzando tranquilamente.
—Bien. Estaba... Estaba leyendo —dijo Rayna un poco distraída.
—Buen ambiente te has montado. ¿Es eso incienso? —apuntó.
Rayna asintió con la cabeza, agarró el vaso de agua que había junto a su rodilla y se estiró de rodillas para verter la cantidad exacta en el quemador de incienso, el cual apagó.
—Es demasiado fuerte, ¿no? —comentó la ojiverde.
—No está del todo mal. Casi pareces una bruja de verdad —dijo él con humor.
Rayna se tomó bien su comentario; pensaba que era un tipo agradable. Y últimamente, se estaba reformando. Ya no se alimentaba sólo de comida basura y alcohol. Bueno, más o menos. En ocasiones le había visto prepararse una ensalada.
—¿Ha vuelto? ¿O sigues desintonizada? —preguntó Joon.
—Lo dices como si fuera una radio —notó Ray.
—Se supone que lo vuestro va por ondas y vibraciones, ¿cuál es la diferencia?
—Eras mi profesor de filosofía. No esperaba que hicieras ese tipo de comentarios —ella se rio levemente, en lo que se levantaba recogiendo el libro para posarlo sobre el atril.
El rostro de Namjoon había esbozado una sonrisa. Por fin. En todo ese tiempo, había pasado muy de vez en cuando. Por suerte, ella había podido verla, siempre acompañada de una esporádica mirada que se había vuelto familiar. Ninguno de los dos era muy hablador. Se llevaban bien, pero pocas veces mantenían una conversación extendida.
Durante meses, hacer ejercicio no le iba del todo mal a Namjoon Kim. Había conectado una minicadena en el porche, bajo una zona techada y junto a una hamaca cochambrosa. A veces, Rayna, cuando estaba leyendo, oía el retumbe de la música (un poco más alta de lo normal) acompañado del ruido sordo de los golpes contra la bolsa de boxeo. Le había visto entrenar algunas veces. Joon se mantenía en muy buena forma, su camiseta de tirantes mostraba unos hombros anchos, los bíceps gruesos y delineados. Se había rapado los lados de la cabeza recientemente, y ahora llevaba el pelo bastante más corto. Era un bombón, saltaba a la vista con solo mirarlo.
Hacía frío fuera de casa, pero Namjoon entrenaba de todos modos. Se pasó el antebrazo por la frente, apartándose el sudor. Sus sienes y las clavículas brillaban. Él miró de soslayo a la chica, quien se había sentado en el porche trasero en algún momento de su entrenamiento. Joon se quitó el velcro de un guante, apagó la minicadena y comenzó a sacárselos, en lo que se aproximaba a Rayna.
—Wow —emitió teatralmente—. Qué espectáculo. Creo que por eso le gustas a la vecina.
—¿Vecina? ¿Qué vecina?
—La rubia. Esa que tiene un caniche —dijo Ray, y observó a Namjoon reproducir un gesto de desinterés—. Vamos. Te saludó el otro día, cuando estabas aparcando el coche.
—¿Crees que me interesa el amor después de todo lo que he tenido que vivir? —formuló Namjoon con amargura.
Rayna cerró la boca en cuanto cayó en la cuenta. Pensó que era una bocazas. Joon colgó los guantes junto a la puerta, agarró la sudadera que había en el suelo, y se la puso, subiéndose la cremallera hasta la barbilla. Entró en la casa, con la chica siguiendo sus pasos.
—¿Has empezado a trabajar en ese sitio? —preguntó él.
—Sí —contestó la joven.
—No me parece bien que trabajes en esa tienda de comestibles. Eres demasiado joven, todavía puedes estudiar —dijo Joon mientras se lavaba las manos en el fregadero. Abrió la puerta de la nevera y agarró una botella de leche, de la que dio un trago—. Además, no necesitamos dinero. Te he dicho que yo puedo encargarme del alquiler, tengo suficiente...
—Lo hago para matar el tiempo. Necesito algo con lo que distraerme, mientras mi magia continúa de vacaciones —expresó Rayna, y entonces le quitó la botella de la mano—. ¡No bebas a morro! ¡Qué asco! —se quejó.
Joon arqueó una ceja.
—¿Acaso es tu botella? No tomas lactosa, ¿qué importa si lo hago?
—¿Dónde están tus modales? —exigió saber Rayna.
A Namjoon casi le colgó la mandíbula. ¿Realmente una exalumna estaba corrigiéndole? Impresionante. Y pensar que él tenía como cuarenta años más. Rayna cerró la botella y la metió de vuelta en el frigorífico, miró a Namjoon apoyando la espalda en la puerta.
—Mira, si intento estudiar no me voy a concentrar, Joon. Y es demasiado tarde para enviar una petición a la universidad de Nueva Jersey, así que...
—Está bien. Haz lo que quieras. No soy tu padre, de todos modos.
Namjoon pasó de largo. Iba al cuarto de baño, necesitaba una buena ducha. No obstante, notó que la chica todavía le seguía y eso le desconcertó por completo. Al darse la vuelta, advirtió que Rayna le miraba con los ojos verdes muy, muy redondos.
—¿Qué quieres? —dudó perspicaz.
Ella se mordió el labio inferior con índole nerviosa.
—Es que... Tengo algo para ti, no sabía cómo dártelo —dijo con un hilo de voz.
Ray metió la mano en el bolsillo, sacó un anillo que el mayor reconoció al momento. Era plateado, viejo y muy pesado, con una piedra negra en el centro. En el interior del anillo, se encontraba la marca desdibujada de dos espadas cruzadas.
—Mi viejo anillo —alcanzó a decir Joon.
—El anillo revenant —Rayna se le ofreció en la palma de la mano—. Dave me lo lanzó esa noche. Me lo guardé, quería dártelo, pero... Si no lo he hecho antes es porque... no quería... no quería que fueras a inmolarte contra los Leone...
Namjoon lo contemplaba como si fuera difícil tomarlo.
—No sé si salvó la vida de Soobin —prosiguió la joven—. No siento nada acerca de él, ni vibraciones, ni una sola señal. Quiero pensar que le ayudó —hubo un silencio—. Creo que es mejor que vuelvas a tenerlo. Vivimos en una relativa paz desde hace un tiempo, pero, ¿y si ese tal Yoongi Leone viniera a por mí? ¿Y si me buscara para algo? Si te mataran por mi culpa, yo...
Él tomó el anillo de su palma, cerró los dedos alrededor y lo apretó con un puño.
—Está bien, Ray. No te preocupes —le dijo con un timbre conciliador—. Nadie va a venir a por nosotros, ¿vale? Estaremos bien.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella lastimeramente.
—Porque él ya tiene lo que ha conseguido de ti —expresó Namjoon—. Y ahora, no tienes magia. Ya no eres útil...
Rayna bajó la cabeza, sabiendo que estaba en lo cierto. Era cruel, pero tenía razón. Y en parte, era lo mejor que podía haberles pasado.
—Yo soy humano, y tú, sin magia... Solo eres una adolescente —declaró Namjoon.
Él soltó el hombro y ella levantó la cabeza, haciendo un puchero con los labios.
—Estoy a punto de cumplir diecinueve. Hace tiempo que no lo soy —debatió.
—¿Eh? ¿En serio? —Joon esbozaba una auténtica ingenuidad—. ¿Cuándo es?
—El sábado —dijo Rayna.
—Uh —Namjoon se rascó la nuca—. De acuerdo —suspiró—. Bien, iremos a hacer algo, ¿Qué te parece? ¿Qué te gusta hacer?
Era curioso. Llevaban seis meses viviendo allí, incluso habían pasado las navidades a solas, y todavía no conocían del todo los gustos del otro.
—Ah, pues —Rayna parecía tremendamente despistada—. No sé, ¿ir al cine? Antes lo hacía bastante con Taehyung. Aunque siempre teníamos que ir a Richmond, porque en Shadowfell no emitían mucho...
—Vale. Iremos al cine —aceptó Joon—, y después comeremos en algún sitio —le guiñó un ojo esporádicamente—. Nada de pizza, Ray. Ya sé que odias la comida basura.
Ella esbozó una sonrisa.
—Me gusta la pasta italiana.
—Qué precisa —comentó sarcásticamente él, le ofreció la espalda para meterse en el cuarto de baño.
—Venga, estamos en Nueva Jersey —insistía sonriente—. Seguro que hay algún lugar con pasta fresca.
—Buscaré algún sitio en Google. No te quejes.
Rayna soltó una risita cuando el compañero cerró la puerta. Así era como estaban sobreviviendo; conociéndose día a día, como alguien que se agarraba a un flotador tras el gran tsunami que había arrasado con sus vidas.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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