Capítulo 14

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 14. Cicatrices invisibles

Taehyung le sugirió que durmieran juntos. Hasta entonces Jungkook se había mantenido a raya con eso de meterse en su cama (aunque no tanto cuando las cosas se volvían más físicas). Desde que se habían acercado, simplemente, no podía evitar caer en ese tipo de anhelos. Por la noche, el mayor se recostó en la cama y permitió que el castaño se acurrucara, bajo las gruesas sábanas. Al principio, Tae tenía las manos frías y estaba helado. Pero al cabo de un rato, dejó de temblar y cerró los ojos. Jungkook estaba conmovido, silencioso y atento ante su forma de caer dormido. No transcurrió demasiado desde la última frase de Taehyung al momento donde su respiración se volvió más pesada y rítmica, abandonándole. Jungkook le observó alejarse, sin expresión, sin pretensiones. El rostro de Taehyung estaba relajado, y su mano derecha abierta e inmóvil sobre su pecho sin latidos.

Llevaba, probablemente, una eternidad sin contemplar cómo alguien se quedaba dormido, pero en esa ocasión, incluso creyó disfrutarlo. Continuó haciéndolo, pasando un brazo tras su hombro y asiéndole un poco más debajo de su ala, donde ocupaba cómodamente su regazo.

Media hora más transcurrió hasta que decidió cerrar los párpados de la misma forma, siempre con el latido y respiración del compañero como melodía. Se sentía relajado cuando él lo estaba, cómodo, acompañado, cálido... Depositó una mano sobre la del compañero que yacía en su pecho y cruzó sutilmente los dedos con los suyos. Se preguntó si es que él se merecía eso, ese pedazo de cielo tras 172 años de infierno personal. Debía haber sido bendecido.

En la mañana, no tenía corazón para despertarlo. Quería contemplarlo sumergido en el mundo tranquilo del sueño, pensando en que aquel muchacho era suyo. Irradiaba calor a su lado, bajo el edredón y la sábana. El eco de la eternidad resonaba en su cabeza mientras Taehyung continuaba durmiendo pacíficamente y Jungkook no podía evitar pensar en que, de repente, quería aferrarse a él como si un gran peso fuera a desplomarse sobre su persona hasta aplastarle. Súbitamente, se sintió como un monstruo por haber acabado con su linaje. Esa debía ser la broma del destino, el macabro juego de Dios, si es que ese existía en algún lado. Enamorarse del último. Enamorarse locamente hasta sentir que él agarraba el último hilo de fe, de esperanza, del que pendía su alma. En cómo esos días le había estado sonriendo, sus labios habían correspondido a los suyos con ansiedad, para después, en los momentos de pura convivencia, contemplarle con una leve timidez como si algo hubiera cambiado entre ellos. Jungkook era algo más inexpresivo, puesto que el tiempo le había vuelto así; pero sentía que era real. Bajo la capa de atracción, se había enamorado de él. Y llevaba tanto tiempo sin hacerlo, sin amar a alguien dignamente, que en ocasiones se preguntaba si acaso él se merecía ver el cielo tan de cerca.

Al cabo de un rato, Taehyung se removió a su lado y sus pupilas se posaron sobre el pelinegro. Él se pasó una mano por el pelo, los nudillos por los párpados ligeramente hinchados y luego liberó un largo suspiro.

—Buenos días —gruñó Taehyung perezosamente, mientras una pequeña sonrisa tiraba de sus labios hacia arriba.

Jungkook no pudo contestar. Se inclinó sobre su rostro, sintiendo que todo aquello era demasiado fuerte para un corazón que debía haber desaparecido hacía tiempo. Presionó suavemente por encima de sus labios, Tae advirtió como su propio cuerpo se sacudía bajo el tierno toque, llenando el vacío de la habitación.

A continuación, Jungkook se incorporó quedando sentado en el borde de la cama. Con los codos sobre sus rodillas, le ofrecía una espalda de anchos hombros, y densos mechones oscuros poblándole la coronilla. Taehyung también se incorporó a su lado, percibiendo la conmoción del otro. Si bien todavía estaba algo somnoliento, clavó una rodilla en la cama y arrastró la otra hasta llegar a su espalda, abrazándole los hombros perezosamente desde atrás.

—¿Estás bien? —formuló el joven en voz baja, sobre su hombro.

—No estoy seguro —murmuró Jungkook.

—¿Has dormido?

—Lo hice, durante un rato —murmuró Jungkook.

Y durante el otro, se sintió conmocionado por el vacío del que ahora era consciente, mientras se enfrentaba a una emoción mayor.

—¿Qué sucede? —insistió Taehyung.

Jungkook le miró por encima del hombro. Negó con la cabeza con una patente inseguridad. No quería hablar de sí, de lo miserable que era, del agujero insondable que, por momentos, le devoraba haciéndole sentirse pequeño, repentinamente humano y asustado, como si disociara cada uno de sus movimientos.

—Yo estoy muy bien —aseguró Taehyung, trayéndole de vuelta. Con un toque cálido, le atrajo de nuevo a él—. Ven —musitó antes de besarle.

Aquel dulce beso hizo sentir a Jungkook más concentrado en una única cosa. Él. Los dedos humanos largos pasaron brevemente por sus sienes, por su barbilla, se sentó a su lado y luego posó una mano en su muñeca, rozando con un pulgar la pulsera trenzada que le había regalado en navidad.

—La llevas puesta —dijo Taehyung.

Era fácil vislumbrar la extraña turbación del compañero, pero cuanto más le hablaba, le tocaba, y le ubicaba en aquel espacio físico, parecía regresar a su estado normal.

—Sí...

—Kook, ¿por qué no me dices qué sucede?

Entonces, Jungkook le contempló con ojos de cachorro de lobo. Casi sobrecogido, paralizado, Taehyung nunca le había visto antes así. Él se levantó lentamente de la cama, se alisó los pantalones de pijama con las manos.

—Está bien. Puedes decírmelo cuando te sientas preparado —agregó, e inclinándose a su lado, le besó la mejilla y le acarició brevemente la coronilla.

El resto de la mañana se tornó en un día igual de común que otros tantos. Entrenar se volvió imposible debido a la nevada, Taehyung se abrigó con botas de montaña y el anorak cuando salió al exterior, a echarle un vistazo al generador en compañía de Jungkook, quien llevaba su fina y común cazadora vaquera de siempre.

Por la tarde, Jungkook estuvo apartando la nieve con una pala. Taehyung, le acompañó, y al final terminó jugueteando con él, lazándole una bola de nieve que golpeó sobre su chaqueta, y recibiendo como intercambio otra mucho más veloz e imposible de esquivar del compañero vampiro.

El humano trató de crear un cuerpo para un muñeco de nieve, pero al cabo de unos minutos ya tenía las manos heladas, la nariz roja, y Jungkook se lo llevó del brazo con un toque filial. Regresaron a la cabaña, apenas sin luz, pero mucho más cálida por la constante chimenea.

—Pon las manos ahí —Jungkook señaló a la chimenea.

Taehyung se quitó el abrigo, se arrodilló frente a las llamas con las manos extendidas mientras el otro daba vueltas por la cabaña. Jungkook colocó una tetera en un fogón de la cocina, se lavó las manos, se desprendió de la chaqueta y se encargó de preparar un té caliente para el compañero humano. Después de dejarle la taza de té sobre la baja y alargada mesa que había frente al sofá, se fue directamente al sótano. Allí abrió el pequeño frigorífico que había conectado a la electricidad, sacó una bolsa de sangre y se sirvió una ración en un vaso.

Jungkook llevaba un tiempo sin tomar directamente de una vena. Había reducido el consumo desde que vivía en la cabaña. Sus dotes vampíricos se encontraban más o menos estables, no obstante, alimentarse de una bolsa de sangre nunca era igual que tomar un trago caliente de un pulso palpitante. Él subió la escalera dando unos sorbos mientras sus colmillos reaccionaban extendiéndose. Enjuagó el vaso en la cocina tras vaciarlo, relamiéndose. Y como no tenía mucho más que hacer mientras las precipitaciones de nieve azotaban el bosque, decidió sentarse en el sofá, cruzando las piernas y abriendo el último libro sobre historia europea que había estado leyendo a trozos por distraerse con algo de cultura general (un poco más densa de la cuenta).

Taehyung debía estar en el dormitorio, su taza de té se encontraba vacía sobre la mesa. El muchacho retornó en unos minutos; después de ordenar el armario, colgar un abrigo y quitarse las botas de nieve. No dudó ni un maldito instante en dejarse caer perezosamente en el sofá, chocando su hombro con el suyo. Taehyung apoyó la cabeza sobre este y contempló las lisas y abiertas páginas de su libro. Estaba aburrido. Su hombro era un buen espacio en el que reposar. Le gustaba contemplar esos pálidos y largos dedos, pasando página de vez en cuando. La forma de la almohadilla de su huesudo dedo pulgar. El silencio y la respiración automática de Jungkook, que, si bien era suave y la mayoría del tiempo pausada, casi imperceptible, le hacía anhelarle de una forma secreta.

—Mhn —los labios de Jungkook se curvaron levemente, detectando el vaivén de su cabeza—. ¿Quieres leer?

—¿La Dinastía de los Borbones en el siglo XVIII? Ni de coña. Continúa, por favor —dijo Taehyung cómicamente.

—Irreverente. ¿Eso es lo que le decías a tu profesor de historia en el instituto?

Taehyung soltó una leve risita.

—Odiaba la historia —reconoció.

—Pero sacabas buenas notas.

—¿Cómo sabes las notas que sacaba?

—Quedabas constantemente con mi hermano para estudiar. El chico bueno —mencionó con la vista perdida sobre el libro—. El dulce y encantador el príncipe azul.

Taehyung rodó los ojos. Si Jungkook supiera lo poco que había estudiado con Jimin y lo mucho que se había distraído con él.

—Oh, no me digas que hacíais justo lo otro —adivinó fugazmente Jungkook—. Qué asco.

—¿Disculpa? ¿Qué has dicho? —el castaño levantó la cabeza y le miró de lado con media sonrisa.

—¿Cuál es tu excusa?

Taehyung se mordió el labio inferior unos instantes.

—¿A caso no conoces cómo funcionan las hormonas adolescentes? —le preguntó con un timbre diferente.

—Afortunadamente, hace tiempo que no soy uno. No pude sacar nada en claro de mi adolescencia; masturbarse era pecado y no podías salir con una mujer sin pedirle la mano antes al padre, así que...

—Ya. Supongo que entonces debes haber olvidado esto —Taehyung pasó unos dedos por su nuca y le besó dulcemente durante unos largos segundos—, y esto —retiró los labios para posarlos justo por encima de su mejilla, descendiendo con cortos besos hasta el vértice de la mandíbula. Trazó un camino de tiernos besos hasta el hueco de su cuello, donde hundió los labios y pasó sutilmente la lengua, dejándole un beso húmedo.

Jungkook estaba muy quieto. Taehyung no sabía si era incapaz de sentir algo, o tan sólo le gustaba hacerse de rogar.

—No deberías tentar al diablo, amor —musitó Jungkook más que encantado.

Taehyung le volvió a mirar y advirtió su espontánea diversión. En ese momento, Jungkook apartó el maldito libro sin ni siquiera preocuparse por dejarlo en un sitio seguro. Lo apartó con desinterés, abandonándolo sobre el reposabrazos donde se cerró automáticamente y cayó en el suelo de un golpe seco.

—Ven aquí —liberó el vampiro con una repentina impaciencia.

Taehyung no tardó en responder a sus deseos. Con la rodilla flexionada sobre uno de sus muslos, rodeó su cuello con un brazo y sus labios se encontraron con los suyos devorándole con un beso ávido. Fue pasional y descarado, Taehyung jadeó ahogado. Jungkook echaba chispas en su boca, de él brotaba una emergente pasión que pedía a gritos ser sofocada por la fuerza de sus labios contra los suyos. No tardó en bajar a su cuello, levantándole el mentón con el pulgar para tenerlo a su merced. La piel estaba caliente, con un sabor levemente salado, espléndido bajo las suaves almohadillas rosas de sus labios, alentador bajo la punta húmeda de su lengua más tibia.

Taehyung hundió los dedos en los mechones de su nuca, cerró los párpados con una respiración errática, donde el trazo de sus colmillos sobre la piel le dejaron sin aliento. Se encontraba perdido entre el placer y la más distante sensación que hasta entonces le había perturbado; pero de alguna forma, también sentía la imperiosa necesidad por notar sus dientes sobre la piel. Lo quería así, con la respiración húmeda y caliente de Jungkook abochornándole, haciendo que la sangre subiera a su cabeza y las mejillas se le calentaran.

Volvieron a mirarse, Jungkook tenía las pupilas dilatadas, en su rostro se reflejaba el apetito, las ganas de devorarle. Taehyung se percató de lo que estaba a punto de decir:

—¿Quieres morder? —preguntó con impaciencia.

Y no estaba del todo seguro hasta qué punto lo había preguntado en serio. Si temía, si confiaba, si le daba miedo volver a tener esa horripilante y fría sensación, o si se moría por sentir sus colmillos como una vez lo hizo en la muñeca. Estaba jugando con fuego, con el velo de la muerte rozándole la nuca.

—¿Le ofreces tu sangre a un demonio, amor? —no tardó en formular Jungkook con una extraña diversión.

Taehyung parecía estar debatiéndose interiormente. Cerró los labios rosas y brillantes por los besos, desvió la mirada con párpados bajos.

—Sé que tienes hambre. He visto cómo me miras el cuello cuando me quito la bufanda o la sudadera —se atrevió a decir con un tono provocador.

Jungkook se pasó la lengua por el jugoso labio inferior, humedeciéndoselo.

—Tienes un cuello magnífico, cielo —musitó pausadamente, pasando unos dedos bajo su mandíbula—. ¿Sabes? Para un vampiro, la sangre no sólo es alimento. Simboliza mucho más. Desde la antigüedad... la extracción de energía vital de un mortal se asocia a la sexualidad —le dijo con un timbre más grave, arrastrando las sílabas suavemente—. Tomar un cuello, sin permiso, es una violación de la intimidad. Pero que un mortal ofrezca un trago voluntariamente a su señor depredador, puede ser tanto una muestra adorable de sumisión, como la mayor estupidez que podría hacer uno.

—Entonces, debe ser que soy un descerebrado —contestó Taehyung volviendo a asomarse al abismo de sus ojos—. Porque... No puedo dejar de preguntarme qué se siente contigo.

Jungkook se sentía completamente complacido por su interés. Y él ya sentía la ansiedad palpitándole en las encías, la lengua secándose y volviéndose pastosa por el anhelo de morder a su amante. Era natural para un vampiro. El deseo físico, la atracción, siempre iba ligada al apetito por el contenido de sus venas.

—¿Acaso tú...? ¿No...? ¿No lo deseas? —dudó Tae ante su silencio.

—Que no tenga problemas de autocontrol, no significa que no lo haga. Sigo siendo un vampiro —reveló sarcástico—. Quizá lo has asociado de manera incorrecta. Pero si me lo permites, puedo... hacerte cambiar de opinión... —masculló casi ronroneante.

—¿L-Lo harás?

Jungkook ladeó la cabeza como respuesta. Su nariz le rozó el vértice de la mandíbula y Tae notó como su pulso se disparaba.

—¿Me dolerá? —preguntó fugazmente.

—Tal vez —murmuró con ojos oscureciéndose por la sed—. No obstante, para la extracción de sangre no es necesario destrozar el cuello del mortal. Puede ser suficiente con una punción. Una exacta, sutil y directa a la vena aorta, que acceda al flujo sanguíneo de forma limpia y segura —narró Jungkook, acariciando el pulso de su cuello con el pulgar—. Así, no se desperdiciaría. Ni una sola gota.

Taehyung permanecía con párpados bajos, se mordía el labio inferior para no gemir su nombre. Podía sonar increíblemente absurdo, pero se moría por comprobarlo. Tenía tanto pavor, como capricho por sentirle de una vez por todas. Entonces, Jungkook comenzó besándole el borde de la mandíbula lentamente, descendió por la longitud del cuello, dirigiéndose hacia la parte baja de este con cortos y superficiales besos que le hacían elevarse al cielo. Luego continuó más abajo, sobre el delgado músculo que unía la longitud del cuello al perfecto hombro del muchacho. Con un par de dedos, retiró la tela de la camiseta para presionar con labios suaves por encima de la clavícula. Jungkook lo hacía como si fuera terciopelo bajo su boca, bajo los labios tersos y rosas. Taehyung se derretía en sus brazos, se sentía mareado, diluido entre los besos y caricias. Tenía calor, el cuerpo le temblaba y sus manos no sabían a donde aferrarse. Quería hacerlo a pesar de que su instinto de cazador de raza estuviera sacudiéndole desde lo más profundo, avisándole del peligro. Y su corazón danzaba justo en el sentido contrario, queriendo entregarse al vampiro en todos los sentidos.

—Hazlo —musitó anhelante.

Jungkook no pensaba retroceder de ningún modo. Sus colmillos asomaban bajo el labio superior, este se tensaba hacia atrás, mostrándolos agudos y punzantes. Hundió la cabeza en su cuello, sobre el lugar perfecto donde el pulso era más fuerte y meció la mandíbula del humano con una mano hacia el otro lado. Sus hombros se levantaron por acto reflejo.

Tae notó esa fugaz liberación de aliento unas décimas de segundo antes del mordisco. Llegó el pinchazo como un pellizco, como un calambre extendiéndose desde la nuca hasta la parte baja de la espalda. Los colmillos atravesaron su piel, sus músculos se tensaron, su aliento se contuvo. Una ola gélida le invadió, esparciéndose lentamente por el cuello. Fue inevitable que el terror y el pánico llegaran a él, rememorando aquel viejo recuerdo de la ducha con el que entonces fue su pareja.

El muchacho liberó un gemido ahogado y apretó los dedos alrededor de los hombros del compañero. No tardó en advertir que Jungkook le acariciaba el otro costado del cuello con una mano. Su mandíbula no le ahogaba, sus dedos eran suaves y prudentes, su forma de sorber provocaba un suave hormigueo que le daba vueltas a la cabeza.

De repente, Taehyung descubrió algo más; apartando la brumosa cortina del miedo, se enfocó en el resto de sensaciones. Estaba quieto, pero el corazón le iba rápido. Sentía una extraña conexión con Jungkook, una atmósfera caliente y envolvente que le estrechaba con calidez.

Desde ese momento, se quedó muy quieto, rindiéndose bajo la misteriosa sensación y tratando de descubrir de dónde venía. Su corazón se había serenando, pero el pulso era rítmico y latente, como si estuviera sirviendo a un amo. Notaba los dedos flojos, y por mucho que quisiera agarrar a Jungkook no podía levantar las manos ni tocarlo. Sólo dejar los brazos quietos a su alrededor, mientras él le sorbía placenteramente la vida. Percibió las emociones del vampiro sintiéndose fascinado; era afecto. Predilección. Admiración.

Jungkook le acariciaba la nuca, la cintura con la otra mano, podía percibir la punta de su lengua rozándole la herida con delicadeza, y súbitamente, Taehyung quería morir en sus brazos. Estaba alimentando a Jungkook. A Jungkook... A su Jungkook...

Sus ojos estaban puestos en el techo de la cabaña. Se volvían neblinosos, su mano derecha descendió por el omoplato del pelinegro sin fuerzas. Percibió un sutil gruñido en su cuello y cerró los párpados, volviendo a notar el roce de la lengua, seguido de un suave y húmedo labio inferior que pasaba por encima de la piel mordida.

Jungkook le soltó en algún momento, pasaba la lengua por encima del par de incisiones provocadas por sus colmillos, llevándose con él los rastros de deliciosa sangre. Se relamió exquisitamente, con las cuencas de los ojos oscuras y los iris ligeramente ardientes. Liberó su aliento como un felino bien alimentado, Taehyung le miraba inmóvil, casi inanimado, como si estuviera embriagado por algo. Él no había musitado palabra.

Los ojos de Jungkook se aclararon lentamente, contemplándole y acariciándole el mentón con un par de dedos. Fue tan dulce, que a Taehyung le costó salir de aquel ensueño, casi como si hubiera caído demasiado profundo. Él había hecho justo lo que esperaba; le había tratado como a un amante, con ese cuidado y delicadeza explícita.

Taehyung no tenía ni idea de por qué tenía tantas ganas de llorar y por qué había empezado a hacerlo tan súbitamente. El ceño de Jungkook se arrugó, vislumbrando cómo sus lágrimas se desbordaban. El muchacho se cubrió el rostro, apartándose todas las lágrimas que escapaban con nudillos.

—Eh, amor. Mírame —murmuró Jungkook.

—E-Estoy bien. No sé qué ha sucedido, pero...

—¿Qué ocurre?

—Era como si... Sentía algo muy...

Taehyung no sabía explicarlo, Jungkook enlazó su mano con la suya y pasó un pulgar bajo uno de los párpados inferiores, llevándose el rastro húmedo de una lágrima.

—Es un efecto vampírico. Desconocía si era real. Si realmente podía suceder.

—Efecto... ¿vampírico? —Taehyung estaba descolocado, se frotó los ojos levemente y sorbió con la nariz—. Nunca antes lo había sentido.

—Lo leí hace tiempo. Se conoce como vasallaje. La conexión puede suceder cuando un humano alberga sentimientos por el depredador. Si se relaja, se siente recompensado por una placentera sensación de bienestar por la servidumbre.

—¿Vasallaje? No sabía que eso podía suceder.

El muchacho se llevó una mano al cuello, sorprendiéndose de que no estuviera manchado por la sangre. Notaba un ligero hormigueo y quemazón sobre la piel, Jungkook le apartó los dedos.

—No toques eso. Lo irritarás —sugirió ladeando la cabeza—. ¿Te has sentido bien?

Taehyung asintió levemente, comportándose con un poco más de timidez.

—Eso es bueno. Se supone que se trata de una relación de compromiso, entre amo y vasallo. Teóricamente, tu cuerpo a reconocido a su amo —expresó Jungkook vanidosamente.

El castaño se ruborizó levemente.

—No lo digas así —le chistó, arrugando la nariz.

Jungkook se desplazó más a su lado y le sujetó el mentón con afecto, comprobando la marca de su cuello.

—¿Por qué has llorado, amor? —le preguntó mientras tanto.

—Estoy bien, es que...

Sus ojos se encontraron, Taehyung se percató de la atención que él le regalaba. Le escudriñaba con iris oscuros y densos, como el chocolate negro fundido.

—He visto esa mirada en ti hace tiempo. La primera vez que te conté que había llegado a Shadowfell para matarte. La noche de Halloween en la que te llevé fuera del instituto, lejos de Jimin. También la tarde en la que me gritaste después de decirte que no podíamos ser amigos —le decía Jungkook con suavidad—. Entiendo que me temieras en el pasado, no sabes cómo lo detesto. Pero jamás te haría daño. Lo sabes, ¿verdad? —insistió.

—¿Ese es tu temor? ¿Qué te tenga miedo?

—Sé que tu corazón todavía cicatriza por él. Jimin fue... tu primer amor.

Jungkook sabía perfectamente qué tan fuertes habían sido los sentimientos del joven por su hermano menor. El recuerdo le creaba un recelo residual del que no podía librarse, sin embargo, no era una emoción negativa para él. Jungkook se esforzaba por entenderlo, madurar sus emociones y contemplarle sanar durante esos meses.

—Yo quiero ser el último —reveló Jungkook casi con un murmullo.

Taehyung se aproximó a su rostro, sin soltar los dedos que descansaban en su regazo. Posó sus labios suavemente sobre los suyos con un corto beso.

—Te quiero —le dijo como respuesta.

Y eso era todo lo que quería que recordase. Todo. Los dos compartieron una mirada cómplice donde sobraban las palabras. En última instancia, el pelinegro le besó por encima de la frente, luego se levantó. Se encargó de alimentar la chimenea para que la llama no se apagase. Taehyung abandonó el asiento y pasó por el cuarto de baño buscando refrescarse con un poco de agua. Tras una sesión de mimos, besos y un mordisco, ¿quién diría que sus ojos podían verse tan brillantes?

Tal vez habían sido por las fugaces lágrimas que mancillaron sus bonitos ojos azules. Pero allí, frente a su reflejo, se pasó las yemas por las dos diminutas punciones que permanecían visibles justo en la mitad de su cuello. Habían cobrado un color rojizo, con la piel rosada, levemente irritada alrededor del lugar donde clavó los colmillos. Contemplando la marca, Taehyung estaba extrañamente complacido. El cuello no le dolía, y si bien notaba un ligero picor y quemazón en el par de incisiones, no era desagradable.

Unos segundos después, el compañero apareció en el marco de la puerta. Taehyung le miró de soslayo, Jungkook se aproximó a él, rodeándole los hombros con los brazos desde atrás, y enlazando las manos sobre su tórax. Taehyung contempló sus reflejos, la mirada coqueta del pelinegro sobre la superficie del espejo y su propio rostro, justo al lado. Taehyung parecía un poco más adulto que entonces, sus facciones se habían afilado durante esos meses. Con el cabello más largo, el castaño chocolate de sus mechones parecía más oscuro.

En cuanto a Jungkook, él permanecía estático en el tiempo, terrible y dolorosamente hermoso, siempre con labios de un magenta oscuro casi carmín, con pómulos angulosos y mandíbula afilada. Un cabello tan negro, suave y lustroso que resultaba envidiable.

—¿Quieres que hoy te prepare la cena? —preguntaba Jungkook cariñosamente—. Puedes tomarlo como un intercambio de favores —agregó perspicaz.

Las comisuras de Taehyung se curvaron, asintió, levantó los dedos y volvió a tocar bajo la marca de los colmillos yacentes en su cuello.

—¿Se borrará?

—En unos días, tal vez. No dejará cicatriz. Pero si te preocupa, puedo darte mi sangre para que desaparezca. Unas gotas serán suficientes.

—No, está bien. Me gusta saber que viene de ti.

Jungkook le estrechó entre los brazos, pegó los labios a su oreja y musitó:

—¿Mi pequeño humano se está volviendo masoquista?

Taehyung afinó los párpados mirándole a través del espejo.

—Efectos vampíricos, mi amo —se mofó el muchacho con un timbre agudo.

Jungkook liberó unas leves carcajadas, sus brazos cayeron a su alrededor, Tae se volvió para besarle, y tambaleándose suavemente, los dos se besuquearon unos instantes en el baño. Por un momento, el vampiro se planteó si permitirle separarse o debía ceder al impulso de llevárselo hasta la cama para tener un contacto más directo de piel con piel.

Tal vez él no tenía hormonas adolescentes, como Taehyung. Pero era bastante impulsivo y sus instintos le pedían someterlo a su merced.

—Kook, ¿y la cena? —respiró Taehyung bajo los labios besados.

—Estaba pensando en tomarte a ti como la mía —gruñó el otro.

Taehyung le empujó los hombros juguetonamente. Jungkook se apartó, hundiendo la punta de la lengua en el interior de la mejilla. Terminó por dejarle en paz, sólo porque quería prepararle la cena. Él tenía cierta habilidad en las cosas de cocina, tal vez no había cocinado para sí mismo durante años, pero había leído libros, visto programas aburridos, y en ocasiones, por matar el tiempo, había preparado algunos alimentos con una maravillosa meticulosidad. Al cabo de un rato, le preparó la cena al muchacho y se reservó un bocado para sí mismo solo por el hecho de que Taehyung parecía disfrutar más cuando lo compartían.

Aquella pequeña y cálida cabaña se había convertido en su hogar.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Unos días después, una mañana a primeros de enero, Jungkook se preparó para salir a Dikburg con un plan distinto a lo habitual. Habían recogido previamente la cabaña, a la espera de una visita. Si bien, por lo general, los dos se preocupaban bastante por la limpieza. Junto a la puerta, el mayor tiró de la cremallera del abrigo subiéndoselo hasta el cuello.

Taehyung se detuvo frente a él, cruzándose de brazos.

—Estaré aquí en un par de horas —manifestó Jungkook.

—¿El Doctor Seokjin ya se encuentra en Dikburg? —preguntó el castaño.

—Quedamos a las doce —contestó, miró el reloj de soslayo y luego contempló al muchacho—. Vamos, no estés nervioso. Todo irá bien.

—Sé que sí. Sólo, mhn, ya sabes —Tae se mordió el labio con impaciencia—. Hace tiempo que no veo a nadie.

—Nos vemos luego, ¿de acuerdo?

Jungkook se acercó para dejarle un fugaz beso de despedida en la mejilla. Después, Taehyung le siguió fuera de la cabaña, con las botas impermeables crujiendo sobre la tierra salpicada por rastros de nieve. Le vio meterse en el Hyundai y arrancar el coche. El castaño sacudió una mano viéndole desaparecer por el habitual camino, lejos de su vista.

El nuevo año había llegado con las habituales heladas de la zona, en el exterior no quedaba ni un solo hierbajo verde. Todo era gris, ocre y blanquecino por la nieve.

De camino a Dikburg, a unos kilómetros, Jungkook meditó acerca de esos últimos meses. Había recorrido el mismo espacio, la misma carretera de tierra y luego asfalto hacia Dikburg un centenar de veces. Y todas ellas, le habían parecido exactamente iguales. Sin embargo, nunca había deseado tanto regresar a casa como lo hacía desde hacía tiempo. Bajar del coche mientras Taehyung abría la puerta y se acercaba para meter las narices en lo que había traído; comida, combustible, ropa, o alguna tontería que a él le parecía tremendamente especial.

Al principio, Jungkook se lo había tomado como cuidar de una mascota; comida, atención, algún capricho... Pero Tae le necesitaba para sobrevivir, y Jungkook, casi sin notarlo, había desarrollado el mismo sentido de manera bilateral hacia él. Se lo guardaba para sí mismo, por supuesto, pero admiraba el silencioso esfuerzo que llevaba a cabo aquel chico; nunca le pedía de más, nunca discutían acerca de salir, siempre acataba sus directrices y no era ni mínimamente molesto para ser un humano.

Estaba tan jodidamente enamorado de él, que ahora hacía cada cosa disfrutando hasta el más minúsculo detalle, encontrando ese chispeo en sus iris y la pasmosa adoración que le engullía y le hacía sentir que tenía un motivo, un increíble motivo, para subsistir.

Aunque no hubiera expresado nada, también percibía un leve recelo (el cual se esforzaba por ocultar) sobre traer al Doctor Seokjin a su refugio. Si lo hacía, tan solo era por asegurarse de la salud de Taehyung en referencia a las cápsulas represivas. En menos de una hora, Jungkook llegó a Dikburg. Estacionó el Hyundai junto a una cafetería concreta y salió para pasear por los alrededores y hacer tiempo. Tenía las manos guardadas en los bolsillos, la decoración era festiva, con cordones de luces resplandecientes y carteles navideños.

Una niña de no más diez u once años se acercó corriendo a Jungkook.

—Señor, ¿tarjetas de felicitación? —preguntó la chiquilla—. También vendemos galletas de limón. Estamos recaudando dinero para una excursión al extranjero.

Jungkook la observó sin mucho interés. Llevaba una placa del colegio de primaria del instituto en el chaleco de punto. Había un puñado más de críos como ella vendiendo mercancía que empujaban en un carrito metálico por los alrededores.

Él suspiró y sin abrir la boca, sacó un par de billetes de su cartera.

—Dame eso y las galletas —soltó con neutralidad, ofreciéndole una cantidad razonable.

—Oh, vaya, ¡gracias! —ella abrió mucho la boca y tomó el dinero para guardárselo—. Deme un segundo, por favor.

A Jungkook le daban igual todo eso, detestaba las tarjetas de felicitación con muñecos de nieve y purpurina roja, pero estaba seguro de que Taehyung querría galletas de limón. La niña tomó una pequeña caja de galletas con un lazo del carro, la metió en una bolsa de papel y regresó felizmente ofreciéndole la bosa con la tarjeta de felicitación doblada en la mano.

—Aquí tiene, ¡Tenga un buen día! —se despidió la niña.

Justo en ese momento, Jungkook escuchó un carraspeo en su espalda antes de girarse. Seokjin se encontraba allí, con una mano guardada en el bolsillo del abrigo, una mochila de viaje tras los hombros y unas lentes de montura negra sobre la nariz.

—Vaya. Quién diría que te iban a ir tanto esas cosas —ironizó el doctor.

Jungkook esbozó lo que parecía ser una sutil sonrisa. Le hundió la tarjeta de felicitaciones en el pecho con un toque divertido.

—Felices fiestas, doctor —utilizó el mismo tono.

Empezaron a caminar por la calle, compartiendo algunos comentarios muy cotidianos. Seokjin le preguntó cortésmente cómo se encontraba y después le narró parte de su viaje.

—Llegué ayer a Toronto en avión —decía Jin pausadamente—. Esta mañana, tomé un autobús de carretera. Llevo aquí unas tres horas y media, ¿sabes? Podría decir que este pueblo es encantador, aunque no hay nada por los alrededores. ¿Has visto ese árbol de navidad gigante, junto a la plaza?

—¿Me vas a decir que te recuerda a Shadowfell?

—Sí, pero con un poco menos de vampiros.

—Oh, sí, y brujas —bromeó Jungkook.

Seokjin liberó una encantadora risita. Los dos se detuvieron junto al vehículo de Jungkook, el vampiro desbloqueó las puertas y dejó en la parte trasera la bolsa con las galletas. Cerró la puerta e inmediatamente centró la atención en lo que Seokjin llevaba encima.

—Y bien, ¿cómo está la cría? —preguntó Jungkook educadamente.

—Estupendamente. Ha sacado buenas notas —contestó de manera agradable—. Mi mujer está esperando un hijo.

—¿Otro? Joder, cómo le dais los humanos —chistó el pelinegro.

Jin arqueó una ceja, advirtiendo su mirada inquisitiva.

—¿Qué llevas ahí? —agregó Jungkook a su ristra de preguntas.

—Compruébalo tú mismo.

Seokjin se quitó la mochila y se la cedió. Jungkook tiró de la cremallera, llevaba una muda de ropa, un cargador de teléfono, varias cajetillas de cartón que reconoció como las cápsulas que Taehyung consumía. En la segunda cremallera, encontró una bolsa de tela con material médico para auscultar y realizar una revisión superficial.

El pelinegro le devolvió la mochila tras volver a cerrarla.

—Bien, todo tuyo —afirmó.

—¿Desconfías de mí, Jungkook?

—¿De ti? No. Más bien, de que algo pudiera haberte seguido.

—Nadie sabe que tengo contacto contigo, excepto Rayna Rey. Y me he cruzado el país para hacerle un reconocimiento a ese muchacho. Visito a un vampiro, medio año después, en un pueblo perdido del extranjero —relataba Seokjin con un timbre puramente científico—. Espero que entiendas mi interés por hacerlo; jamás he tomado datos de algo mágico y científico, como las píldoras que creé con la ayuda de esa joven bruja. Un represor mágico, ¿sabes qué tan innovadora podría ser esa medicina?

—A puesto a que las criaturas más poderosas de este planeta te cortarían la cabeza si tuvieran idea de lo que has creado —sopló Jungkook sin ningún reparo—. Por cierto, ¿podrías apagar el teléfono?

Seokjin sacó el teléfono del bolsillo trasero del pantalón, pulsó el botón de apagado luego pasó el dedo sobre la pantalla, confirmándolo.

—Teléfono apagado —enunció el doctor, mostrándole la pantalla negra.

—Es por seguridad —Jungkook le guiñó un ojo, luego abrió la puerta de copiloto para que entrara de una vez.

—¿Por la tuya o la mía? —dudó Seokjin, introduciéndose en el coche.

—¿Continúas tomando verbena? —preguntó directamente Jungkook.

—Lo hago desde hace años —aseguró Seokjin desde el interior del coche.

El mayor cerró la puerta y rodeó el auto pasando junto al capó.

—Más te vale —murmuró sin que pudiera escucharle.

Una vez se introdujo en el vehículo, giró las llaves del contacto y prendió el motor. Se puso en marcha, dirigiéndose hacia la salida de Dikburg.

—Has confiado en mí todo este tiempo. ¿Ha ocurrido algo?

—No lo hago por ti. Prefiero cubrirme la espalda —simplificó el vampiro.

—No les he visto en Shadowfell desde tu marcha, si es lo que te preguntas. Pero hablando de eso, hay alguien que sí me ha contactado —mencionó el hombre, erizándole el vello—. Es tu amigo, Namjoon Kim. Recuerdo que el año pasado le conocí en el hospital. Ya no vive en Shadowfell, se largó con la chica bruja y no volví a saber nada de ellos.

Jungkook no dijo absolutamente nada. Su mente se posó superficialmente en Namjoon Kim y lo descartó con la misma velocidad recordando haberle tenido afecto alguna vez.

—El otro día, cuando me llamó, me preguntó por ti y por el muchacho. Quería saber si estabais bien —agregó Seokjin ante su silencio.

Jungkook giró suavemente el volante, introduciéndose en el carril vecino con la vista estática sobre la carretera. Su silencio era perturbador. Su expresión permanecía seria, Seokjin diría, inexpresiva.

—No quiero nada de él —liberó finalmente.

—Descuida. Solo le informé de que el joven se encontraba en buen estado.

Así fuera, Seokjin entendió que no tenía interés en hablar de eso. Así que procedió con el siguiente tema;

—A todo esto, ¿cómo lo lleva Taehyung? —preguntó Seokjin más amablemente.

—Está en perfectas condiciones —respondió Jungkook con un visible orgullo.

—Juraría que conozco de vista al chico desde los ocho años. Es curioso, ¿verdad? La de vueltas que da la vida. Un día todo va bien, y otro día, la vida se tuerce, convirtiéndose en una broma macabra capaz de perturbar el sueño de cualquiera.

Jungkook apretó levemente la mandíbula. En la conversación donde no se dignó a participar, el doctor le contó que los ciudadanos de Shadowfell pensaban que se habían trasladado a California sin poner en venta la casa familiar, por si algún día regresaban. Nadie sabía nada acerca de la realidad, ni de la muerte de Everly Kan, la probable muerte de Soobin, y lo dramático que era el asunto.

A pesar de lo silente que era Jungkook, pensaba que Seokjin era agradable. Siempre lo había sido. Un padre de familia, un médico con intereses propios, un humano con una integridad moral ligeramente cuestionable, pero la asombrosa capacidad de no echar a temblar conociendo que Jungkook se encontraba en la cúspide de la cadena alimenticia.

Volvía las cosas fáciles, puesto que, para un vampiro veterano como él, se le hacía insoportable las frecuentes expresiones aterrorizadas de los mortales y los dilemas excesivamente moralistas de los humanos.

En la extensión de unos cuarenta minutos, el paisaje se había transformado de carretera rodeada de campo, a un bosque tosco y árido, colmado de coníferas y abetos de un verde oscuro. El camino era empedrado, lejos del asfalto. Seokjin encontró una cabaña tras atravesar varias arboledas. Jungkook aparcó frente a la construcción, de madera rústica y una chimenea apagada. Parecía el típico refugio de cazadores, de guardabosques, que usualmente se veían esporádicamente visitados por los dueños.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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