Capítulo 13
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 13. Volveremos a encontrarnos
Yoongi y Sui caminaban por el desértico muelle bajo la blanquecina luz de la luna.
—¿Me expulsas de tu ciudad?
—Te lo sugiero —se guardó las manos en los bolsillos—. Jimin es mi hermano. El hermano que no tuve. El único que no me dio la espalda, tras una relación familiar nefasta.
¿En serio crees que, tras todos estos años, voy siquiera a creerte? Eres penoso, Sui —le llamó Yoongi—. Caprichoso, egoísta... He estado siglos sin oír tu nombre y créeme, ¡jamás te he necesitado!
—Entonces, ¿es mi culpa? ¿¡A caso lo que sucedió es mi culpa!?
—¡Tú me diste de lado! —bramó el peliblanco, deteniéndose sobre el pavimento.
—¡No sabía la verdad! —exclamó Sui—. ¡Estaba aterrado! Yo pude ver el cuerpo de nuestra madre... Padre nos dijo que tú lo habías hecho, que debíamos huir. Y después, fingió su muerte y todo se desbarató. Erik murió a manos de un cazador, y después Eleanor, quien pereció embarazada. En 1536, perdí a Viego en Damasco. Él estaba marcado. Estuvimos años huyendo, ocultándonos. Hasta que hace unos años, oí un soplo sobre un Leone en Inglaterra. Sabía que te encontraría aquí. Y no sabes cuánto he deseado hacerlo.
—¿Y los cazadores de raza?
—No hubo ninguno activo durante años —simplificó Sui, mordiéndose la lengua—. Alguien ha estado cazándolos. Sé quién lo hizo, Yoon. He tenido tiempo para investigar, y ahora sé quién creó a esa especie y por qué nos persiguen. Sólo necesitaba escucharlo de tus labios...
—¿Quieres escuchar que yo no maté a nuestra madre? ¿Por qué no le preguntaste al monstruo de tu padre qué hizo con ella?
—¿Estás seguro de que fue él? —exclamó Sui, sin moverse ni un ápice.
—¿Quién crees que engendró a los cazadores de raza que persiguieron a nuestra familia durante años? Su sangre. Sangre de tu sangre, detrás de sus propios hijos. Nos odiaba, Sui. Odiaba lo que nuestra madre creó, y después de rechazarme a mí por no ser su hijo, ella selló mi lado licántropo para implorar su perdón. Le creísteis a él. Creísteis que yo la maté. Y ese día, sosteniendo su cuerpo sin vida entre mis brazos —relataba Yoongi sin expresión en el rostro—, le oí decir que debía marcharme, pues el siguiente, sería yo... Un hijo bastardo. Mitad lobo. Una vergüenza para la estirpe.
—Nunca te vimos convertirte en uno —comentó en voz baja.
—Por supuesto que no. La bruja que siempre estaba con madre me colocó un sello que hasta día de hoy ha bloqueado mi otra mitad —dijo Yoongi.
—Entonces, ¿es cierto? Él la mató. Padre nos quitó a nuestra madre —exhaló Sui, con los ojos colmándose de lágrimas—. ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué pusiste tu orgullo por encima?
—Ve a ignorarle perdón, querido —pronunció Yoongi con ironía—. Tal vez todavía puedas encontrarle.
Sui negó con la cabeza.
—Desapareció. Oí que un clan de brujas se reveló contra él y le sellaron en una tumba del lejano oriente. Me he mantenido lejos de esos rumores, pero si crees que te di de lado con gusto, si crees que nunca te busqué para preguntarte acerca de la verdad... te equivocas, Yoon —respiró Sui—. Yo siempre quise volver a verte. Extrañé a mis hermanos, a madre... Extrañé tener un hogar donde poder volver a ser feliz.
—No te creo.
—Me da igual que no lo hagas. He venido —recalcó Sui con fuerza—. ¡He venido, porque eres mi hermano!
—¡Vienes por miedo! —reprochó Yoongi con la misma intensidad—. Porque esa marca se ha activado, como la mía, y sabes que ya no te queda nada que perder.
—Tal vez sea eso. Tal vez, sea como dices. Ya no tengo nada que perder, pero he preferido verte una última vez en lugar de morir escondido en una ratonera —articuló Sui firmemente—. Yoongi te he extrañado. Siempre lo hice, sin importar el tiempo que pasara. Y no sabes cuánto deseé buscarte, pero Viego no me dejaba ir, y...
—Dices que murió hace siglos, ¿y no encontraste otro momento? —le recriminó.
—¡Tenía miedo de ti! —exclamó Sui con un timbre quebrado.
Su grito dejó paso a un largo silencio. Yoongi guardó las manos en los bolsillos. La brisa fresca de la noche le rozaba las mejillas, los esponjosos mechones de cabello blanco pulcramente peinados hacia los lados.
—¿Alguna vez te hice daño, cuando éramos pequeños? —le cuestionó Yoongi.
Los ojos de Sui eran como dos grandes esferas de iris azules, una densa lágrima, tan brillante como un diamante, cayó por el vértice de un ojo y le atravesó la mejilla hasta la comisura de los labios.
—Sé que nunca lo habrías pecho. Pero padre nos envenenó. Ha separado a nuestra familia —proseguía Sui—. No me importa que seamos medio hermanos, Yoon. Para mí, todos fuisteis mis hermanos. Yo te quería. Y ahora sé que él nos quitó a mamá, y a cada uno de ellos, uno a uno. Nos separó, durante siglos. Viví engañado, temeroso, deseando encontrarte para preguntarte acerca de la verdad, porque yo... yo quería creer en ti... Eras mi hermano favorito. ¿Recuerdas nuestro jardín? ¿Nuestro escondrijo secreto? ¿Recuerdas la primera vez que nos permitieron visitar el pueblo de mortales más cercano?
Yoongi apartó la mirada. Sui dio unos pasos hacia él, el timbre de su voz comenzaba a sonar melodioso, mientras recordaba unas memorias lejanas, cuyos colores palidecían tras la niebla de su cabeza. De alguna forma, le conmovió. Sui podía ser muchas cosas, pero no mentía. La verdad era pura, dorada, y escapaba de sus labios.
—Viego y yo siempre discutíamos, yo quería buscarte —dijo Sui con voz temblorosa—, pero él no me lo permitió... Perdóname por no haberlo hecho antes. No puedo pensar en toda la soledad y resentimiento que debes haber sentido...
En el lapso de unos segundos, Yoongi le miró de soslayo. Sus ojos también estaban brillantes. Sui se acercó definitivamente, le dio un abrazo. Su estrechez fue confortable, familiar, sintió como un chorro de energía le atravesaba y le mandaba de vuelta a casa.
Ese era su pequeño Sui. El cual, cuando todavía era pequeño, le gustaba los juegos de escondites, robaba dulces de la cocina, y se sentaba con él en el tejado de la buhardilla de la gran mansión de los Leone para ver las bandadas de pájaros sobrevolar el cielo buscando un refugio en los altos árboles al atardecer. Yoongi se sintió profundamente impactado por el abrazo. Cuando se separaron, el rostro de Sui parecía haberse dulcificado, sus ojos volvían a ser familiares, como si fueran, una vez más, unos simples niños reencontrándose en el jardín.
—Tú también la tienes, ¿no? La marca. Palpita, está activa, nos recuerda que alguien ha vuelto a empuñar la daga —hablaba Sui—. Debemos destruirla, Yoon.
—Sui, esa piedra... Es...
—¿Qué es?
Yoongi bajó la cabeza, parecía afligido.
—Basil le sacó el corazón a madre. Se lo llevó con él.
El silencio se extendió entre ellos. Los ojos de Sui estaban muy abiertos.
—¿Qué insinúas? —preguntó temeroso.
—Que fuera lo que planeara, esa daga está vinculada a nuestra madre. El corazón de una bruja, con suficiente poder para absorber el alma de los vampiros, creando un purgatorio en su interior —expresó Yoongi.
—¿Cómo pudo hacer padre algo como eso?
No hubo más palabras. Las manos de Sui temblaban, contenía el sollozo contemplando el horizonte marino bajo el manto negro de una noche estrellada. Se recuperó poco a poco, notando cómo su corazón se endurecía para aliviarle unas notas de dolor demasiado altas.
—Sabes lo que significa que la marca esté activa —dijo Yoongi tras unos minutos de silencio—. He estado soñando que venía desde hace un año.
—Yo también. Cada maldita noche —concordó Sui.
—La atracción de dos marcas debe ser más fuerte que la de una. No puedes quedarte aquí, Sui. En este momento, el portador de la daga debe estar desplazándose hacia nosotros en este instante —reprodujo Yoongi detenidamente—. Llegará en cualquier momento.
—Yoon, no tengo a donde ir. ¿A dónde se supone que debo correr? El cazador activo nos encontró a Viego y a mí, y él era el único marcado entonces. Vaya a donde vaya, me cazará. ¡No va a parar hasta acabar con nosotros!
Sui parecía atormentado, afligido.
—Yo podría pararle —expresó Yoongi de repente—. Si despertase mi lado híbrido, podría... enfrentarme a él... Sería más fuerte. Más poderoso que ningún otro ser sobre este planeta.
—¿Sabes cómo hacerlo? —dudó Sui.
—Hace tiempo que recibí una única pista —dijo sin mirarle.
—¿Y bien?
Yoongi no le contó lo que sabía, reflexionó sobre por qué no había empezado a buscar a la bruja Rey que necesitaba y entonces encontró una respuesta. Jimin. Nunca le habló al joven vampiro sobre su otra mitad, ni acerca del sello. Y pensar en marcharse de Brighton, sin él, le ponía los vellos de punta. No había querido alejarse de su único hermano, de esa persona tan especial. Pero ahora, mirando a su verdadero hermano de sangre a los ojos, pensó en todo lo que suponía que Sui estuviera en aquel lugar, en todo lo que Jimin le había dejado ver en su cabeza.
—¿Y qué hay de él? —preguntó Yoongi, levantando el mentón.
Sui cerró los párpados brevemente. No necesitaba que pronunciase el nombre de Jimin De Fiore para saber que preguntaba por él.
—Le perdí la pista hace unos años, en Estados Unidos. Temí que algún cazador lo hubiera matado o se hubiera quitado el anillo —dijo Sui con aflicción—. Jamás esperé encontrarle al otro lado del mar... Aquí. Junto a mi hermano.
—Te odia, Sui —le informó Yoongi lentamente—. Recuerda todo lo que le forzaste a reprimir cuando era un humano.
Sui parecía tenso, ligeramente acongojado.
—¿Crees que podría...? ¿Recuperarle?
—Nunca te lo perdonará.
Sui negó con la cabeza, apretó los párpados y luego volvió a mirarle tomando una bocanada de aire.
—Le amo, Yoongi. Le perdí hace casi cincuenta años. Desde entonces, tuve que huir para no ponerle en peligro. Cuando llegué aquí, lo último que esperaba era encontrarle a tu lado. Pero ahora sé lo que debo hacer, nos uniremos contra padre y acabaremos con esto.
Yoongi le miraba fijamente. Ese pobre condenado se había enamorado. Para un vampiro, no había nada más incuestionable que la maldición de caer en el amor. Al principio, la sed parecía estar por encima de cualquier cosa que existían, sin embargo, el amor siempre terminaba elevándose por encima de todo. Se sobrevenía por encima de ellos con una fuerza tan desgarradora, que podían perder la cordura, el alma (si es que todavía les quedaba algo de eso), incluso el instinto de supervivencia al perder a una pareja. Irónicamente, no había nada más doloroso para un vampiro que enfrentarse a solas al vacío de la eternidad. Muchos de ellos terminaban desactivando su humanidad, apagando las emociones para vivir en otra piel, ajenos a la soledad y a la terrible sensación de vacío.
Rodearse de sirvientes, hermosas y deliciosas compañías no servía de nada con el paso de los años; todo se reducía a cenizas que perdían lentamente el sabor bajo la lengua, que provocaban más sed, y un profundo eco en el interior. Una vez que una criatura de la noche saciaba su hambre, se encontraba ante la más absoluta nada ante sus ojos. Ahí llegaba el declive de toda criatura nocturna, tanto placer derrochado en años que volaban como hojas muertas. Mientras el frío corazón, cubierto de esa preciosa y helada película de diamante, se marchitaba en la más cruda soledad.
—Pertenece en mi clan, Sui. Tienes prohibido acercarte a él —dijo Yoongi con un fugaz reclamo.
Sui pareció entender sus palabras. Los vampiros puros siempre habían tratado a los comunes como algo de segunda categoría, que, de manera similar a los humanos, podía llegar a desarrollar un sentimiento de pertenencia.
No obstante, Yoongi le ansiaba en secreto. Él era frío, a veces tenía sexo con algún vampiro al que sometía, y muy de vez en cuando, con algún mortal. Pero nunca había ansiado tan secretamente a alguien como a Jimin De Fiore. Era extraño, porque su relación se había vuelto de lo más fraternal, y últimamente pensaba que le quería como no había querido a nadie desde hacía mil años. Jimin había buscado abrigo en el clan. Era precioso, sexy, peligroso, pero también sensible, dulce y divertido. Lo había visto en sus momentos más salvajes, donde sus dientes se hundían en la víctima que se retorcía en sus brazos. Al terminar, él se acercaba para limpiarle los labios con el pañuelo que sacaba de su bolsillo. Compartían almuerzos, los cuellos y las muñecas de las personas más atractivas de la ciudad. Y de alguna manera, se había enamorado de él.
No era un amor desarrollado, por supuesto. Yoongi no creía que Jimin le debiera algo, su relación estaba bien equilibrada, sin embargo, no había podido evitar terminar deseándole. No creía que Jimin fuera ni remotamente consciente de que él le miraba con ojos que, en ocasiones, atravesaban la barrera de la pureza, deseando envolverle entre sus brazos con un matiz mucho menos fraternal y más apasionado. Y, aun así, tampoco se sentía orgulloso por desear algo de él que Jimin probablemente rechazaría.
Pero pensar en que Sui, quien le había herido, estaba allí, suplicándole volver a unirse y preguntándole si Jimin le perdonaría... Le removía las entrañas.
—Debes irte de la ciudad, Sui. Jimin cree que estás muerto —dijo Yoongi con un timbre inexpresivo—. Si te ve aquí, se volverá loco. No me pongas en un compromiso.
—¿Por qué le elegirás a él, en vez de a mí? —preguntó Sui.
—No hablo de elegir. Pero para mí, él es mi hermano. El hermano que echaba en falta, el hermano que nunca me dio la espalda. No es el momento para resolver tus problemas del corazón con él; hay cosas que nos conciernen ahora mismo a los dos.
Sui entrecerró los párpados.
—Lo entiendo. Entonces, me marcharé —expresó afligido—. Eso es lo que quieres, ¿no? Que me vaya de Brighton. No hay espacio aquí para mí.
—No es el momento...
—No tocaré a Jimin, Yoon. Pero, ven conmigo —le suplicó Sui de repente—. Vámonos de aquí. Te necesito. Y tú me necesitas a mí. Permíteme enmendar todo, recuperemos lo que teníamos antes de que nuestra familia se destruyera. Si tan peligrosa es la marca, protejámonos y acabemos con esto, unidos.
Yoongi le miraba con pesar. Era doloroso escuchar aquello. Muy doloroso.
Tras unos largos segundos de silencio, que parecieron convertirse en minutos, contempló a Sui. Su larga chaqueta negra ondeaba con la brisa salada, el sonido del suave oleaje susurraba en sus orejas. Yoongi apretó la mandíbula, entornó los párpados volviendo a observar el muelle donde decenas de barcos se hallaban amarrados.
—No te daré la espalda, Yoon. Te juro mi lealtad —oyó decir a Sui.
Abandonar el trono no entraba entre los planes de Yoongi Leone. No pensaba dejar a sus allegados, y el confort que había creado en Brighton tras años de esfuerzo y trabajo. Necesitaba gente en la que confiar a su lado, pero Jimin...
No podía arriesgarlo. Era el más joven de todos y sería el primero en caer.
Yoongi bajó la cabeza, meditándolo. Todavía debía tomar una decisión. Quizá debería decírselo, tal vez... Podría explicarle a Jimin lo que estaba sucediendo. Pero lo de Sui le volvería loco. Les alejaría para siempre.
—Necesito pensar —contestó Yoongi tras un largo minuto—. Mantente lejos de... el barrio. Yo te contactaré —dijo, volviendo sobre sus pasos.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Veinticuatro horas no parecían un gran riesgo para los hermanos Leone. Sui tendría que abandonar la ciudad de Brighton, pero Yoongi necesitaba reflexionarlo. Su corazón y su cabeza le arrojaban respuestas dispares; romper el sello, prepararse para la llegada del cazador que tenía la daga, abrazar su reencuentro familiar con Sui, apartar el dolor de todas sus pérdidas y esos largos años creyendo que sus hermanos le habían rechazado...
Y apartar a Jimin de aquel peligro.
—¿Dónde estabas? Anoche desapareciste —captó su voz tras él.
Yoongi se giró lentamente, contemplándole a unos pasos. Acababa de salir del apartamento, se guardaba la llave en el bolsillo del pantalón en lo que se recolocaba un abrigo de color marrón que llegaba por encima de las rodillas, a juego con un pantalón de cuadros.
—¿Yoon? —repitió Jimin, aproximándose. Llevaba la mitad del cabello peinado hacia atrás, su sonrisa de labios comenzó a pagarse lentamente—. ¿Qué pasa?
—Me gusta tu estilo, ¿a dónde vas? —cambió de tema, echándole un vistazo de arriba a abajo.
—A tomar un café.
—¿Café? Pensaba que te iban las cosas más fuertes —emitió con una estrecha sonrisa.
—El señor Brown me ha invitado a tomar algo —le contó Jimin.
Yoongi contuvo su reacción.
—Ese humano.
—Sí. Humano —repitió Jimin, notando su sustantivo.
—¿Invitando a salir a un exalumno?
—Bueno, puedo permitirme tener algo más con él, ¿no crees? Ya no es mi profesor. Y, uh, no tengo nada relevante que hacer hasta el mes de septiembre, así que...
La punzada de celos se clavó en la garganta del vampiro puro.
—No puedes decirle que eres vampiro. Pondrás en riesgo a la comunidad —gruñó Yoongi.
Jimin fue hasta él con el ceño fruncido, posó una mano en su antebrazo. Pero en lugar de decir algo cortante e irreverente, fue extraordinariamente honesto con él.
—Jamás se lo diré a nadie. No voy a revelar el secreto, Yoon. Sólo es un café.
Yoongi se percató velozmente de su error. Desvió la mirada, sintiéndose mal. No tardó en volver a dirigir sus ojos a Jimin, esta vez, el más joven le contemplaba leyendo que en su rostro había algo más.
—¿Quieres que me quede aquí, contigo?
—No, ve con él.
—Yoongi.
—Jimin, ve —insistió Yoongi, reflejando su consideración en los iris—. Tengo algunas cosas que hacer con Violet, te mereces tener tu tiempo libre. No tienes por qué quedarte aquí.
Jimin dudó, se mordió el labio inferior tratando de atisbar alguna expresión en Yoongi que le avisara de que realmente quería que lo hiciera. Finalmente, lo dejó pasar, tomó la escalera para bajar a la planta y se marchó del edificio. No se vieron en todo el día, hasta caer la noche. Tras las puertas del club nocturno de la ciudad, Yoongi tomaba un trago de una copa de whiskey. Marcus había sido el único con el que había hablado acerca de marcharse de la ciudad, y él, sin perder su decisión, dijo que le acompañaría hasta las entrañas del infierno. Bien, tal vez podía permitirse llevarse algo de su vida con él...
Atisbó a Jimin en cuanto entró por la puerta. Yoongi le observó hablar con un humano, después saludó a Chester, a quien le dirigió una gran sonrisa antes de girar la cabeza y posar los ojos sobre él. Yoongi desvió la mirada en unas milésimas de segundo. Vació su copa de un trago, tragándose de paso los profundos pensamientos por los que navegaba.
—Esta noche invitas tú —dijo la voz de Jimin tras él.
El pelinegro se hizo con el taburete que había a su derecha, apoyó un codo y pidió una bebida. Yoongi le regaló una mirada con el paso de los segundos, mientras él parloteaba acerca de su cita con el profesor Brown. La música de piano comenzó a acompañarse por el claro sonido de unas trompetas, la luz que había sobre las vitrinas de la barra se entornaron dando un ambiente más suave y dorado. Varias parejas salieron a bailar en el centro del club, donde se proyectaban los claroscuros de las bombillas apagadas. En el escenario se encontraba una cantante de piel negra que emitía unas potentes notas a capella.
—¿Te duele la marca? —formuló Jimin de repente.
Posó una mano sobre su hombro, justo a un lado de la hombrera de la chaqueta. Bajo la tela, se encontraba una venda bien enrollada que cambiaba todos los días desde hacía meses. Yoongi respingó ligeramente, el compañero notó que sus ojos parecían perdidos en algo más.
—He notado que cuando te duele, hablas menos —añadió Jimin entre la música.
—No ha dejado de sangrar —reconoció Yoongi en voz baja.
—Tenemos que hacer algo —Jimin apartó la mano, se inclinó más a su lado—. ¿Y si la magia pudiera ayudarte? Seguro que algunas de tus brujas pueden hacer algo para reducir los efectos.
Yoongi volvió a mirarle. Entonces se levantó, atrapando la mano que apoyaba en el borde de la barra. La enlazó, llevándoselo con él. Era el momento de hablar de cosas que iban a afectarle; pero lo hacía porque le quería. Porque le quería muchísimo.
—Bailemos —emitió Yoongi, deteniéndose entre las parejas.
Jimin siguió su movimiento, apoyó un brazo en su hombro, manteniendo la otra mano enlazada con la suya.
—Dos hombres bailando. No va a salir bien —murmuró Jimin.
—Te he visto hacerlo con alguna mujer —dijo Yoongi.
—Me gusta bailar. Y no quiero rechazar tanto a Lyra. Es un encanto. Ojalá me gustasen las mujeres.
Yoongi sonrió levemente.
—Reconozco que saber que hoy salías con ese humano me ha puesto de mal humor.
—¿Mnh? —Jimin arqueó una ceja.
¿Acababa de decir que estaba celoso o había escuchado mal?
—Jimin... te aprecio. Valoro tu compañía y tu lealtad —agregó Yoongi.
Jimin comenzaba a sentirse confundido.
—¿A dónde quieres llegar?
—No he sido del todo honesto contigo. Temía que me rechazases —prosiguió Yoongi lentamente, dieron una suave vuelta sobre sí mismos, envueltos en la atmósfera—, pero hay algo más de mí que no he podido contarte. Debes saberlo.
—Me estás preocupando, Yoon —exhaló Jimin.
Yoongi desvió el rostro. Jimin le miraba de cerca, estiró el cuello contemplando su perfil e insistió con vehemencia.
—¿Qué? Dime —murmuró el pelinegro.
—Nací licántropo —reprodujo Yoongi, y volvió a mirarle.
Los ojos de Jimin estaban muy abiertos, con finas pestañas negras arqueadas.
—¿Qué? Pero... Pero eres vampiro. Un vampiro puro.
—Lo cierto es que soy, en parte, los dos —explicó Yoongi en voz baja—. Mi instinto de lobo lleva casi mil años sellado. Romper el sello, me volvería inmune a la daga. Esa arma sólo puede extraer el alma de un vampiro. Podría ser del todo inmune.
—¿Eso es lo que quieres hacer? Romper el sello —intervino Jimin concienzudamente—. ¿La marca dejaría así de afectarte?
—No estoy seguro —contestó Yoongi.
—No sabía que existían licántropos —dijo Jimin asombrado—. Nunca me he cruzado con uno. ¿Dónde están?
—Apenas quedan. Es difícil encontrarlos, y aún más, saber dónde se esconden. Se protegen a sí mismos, formando manadas. No viven en las ciudades, prefieren los lugares abiertos cerca de los bosques.
Jimin estaba muy sorprendido.
—¿Por qué creías que iba a rechazarte? —formuló con media sonrisa.
—Bueno, los lobos también muerden... pero a los vampiros.
Jimin se rio levemente, su pecho retumbó contra el suyo, y Yoongi pensó en que quizá debería pintarle así, sonriente.
—¿Y qué? ¿El señor Leone va a morderme? Ahora entiendo por qué a veces te comportas como un perro. Tu interior está deseando liberarse —bromeó Jimin tranquilamente.
Yoongi se sentía encantado por su forma de tomárselo. Apretó delicadamente la mano que sostenía en el aire y deslizó la mano de su cintura, rodeándosela con un brazo. El baile se había detenido, podía notar el nítido límite de sus cuerpos en contacto, y así, tan cerca, pensó en que mataría por Jimin De Fiore. En que pararía una estaca con su propio pecho si pudiera con ello salvarle la vida.
Anhelaba tanto decirle que le quería, pero no como un reclamo o una puesta en escena de sus intenciones; sólo deseaba que lo supiera. Que aceptaría su amor por otra persona, mientras pudiera seguir teniéndole tan cerca. Que tendría un hueco, un asiento, un lugar a su lado siempre que quisiera o lo necesitara. Estaba enamorado de él, pero una cadena de pensamientos le había hecho decidir finalmente marcharse con Sui para encargarse de una vez por todas de aquel asunto ancestral de familia que le correspondía.
Y Jimin De Fiore no tenía nada que ver con eso. No pensaba arriesgarle tanto.
—¿Qué sucede? —formuló Jimin en voz baja, muy atento.
Los párpados del mayor estaban bajos, y el joven sabía que estaba a punto de decir algo.
—Me prometiste que serías sincero conmigo. Pero eso no lo es todo, ¿verdad?
—Chim, tal vez... las cosas sean distintas por un tiempo —expresó muy despacio.
—¿A qué te refieres? —dudó ingenuamente.
Yoongi le dejó ir con un suspiro, Jimin deslizó el brazo de su hombro, retrocedió un paso, notando que la atmósfera a su alrededor parecía extraña, distinta. Había parejas que continuaban bailando, los ojos de Chester se habían clavado en él desde la barra. Violet se encontraba en la planta superior, tomando una copa con unos allegados. La cantante de jazz sujetaba el micrófono de pie plateado por el que su voz se expandía, llenando cada rincón de aquel club con un timbre rico y profundo.
—Jimin, yo...
Yoongi desvió los iris un instante, atisbando a una persona al otro lado del club. Sui. Su mente se desconcertó. Él no debía estar allí. Yoongi le había prohibido acercarse, ¿por qué diablos se había metido en aquel club?
Sui apenas había llegado unos minutos antes. No pensaba interferir, no obstante, la nota de Yoongi había llegado a él hacía unas horas, a través de otra persona. Y ahora sabía que se marcharían juntos en el próximo amanecer. Iban a irse de Brighton, juntos. Había recuperado a un hermano, pero no había podido evitar pensar en Jimin De Fiore. Quería verle una última vez, desde la distancia. Ansiándole, sabiendo que no era el momento para reencontrarse.
Tal vez lo sería algún día. Y ese día, le diría cuanto le amaba, y cuánto deseaba entregarle todo lo que tenía a él. Pero Yoongi tenía razón en algo; si lo hacía ahora, Jimin le rechazaría. Eso no menguaba sus ansias por querer intentarlo. Deseaba correr hacia él, abrazarle, compensárselo de alguna forma. Todavía se decía a sí mismo que algún día regresaría a por Jimin, y, entonces, cumpliría su promesa de estar juntos.
Yoongi suspiró, sabiendo que su hermano era un idiota. Si Jimin le veía...
—Yoon —pronunció Jimin, atrapando su atención—. Escucha, tengo la sensación de que...
Repentinamente, notó una brisa helada agarrándose a su cogote. Fue como si a un gato se le erizara el lomo. Comenzó por su nuca y bajó por la espalda, expandiéndose por las extremidades. Yoongi lo sintió de la misma forma, pero sus venas ya se habían helado. Sus dedos se cerraron velozmente alrededor de la muñeca de Jimin, tirando de él hacia el suelo.
En unas décimas de segundo, los ventanales del club saltaron por los aires. La gente comenzó a gritar. Una decena de estacas voladoras entraron, zumbando por el aire. Varios hombres se colaron en el interior; vestían de negro, iban armados, con arpones y puñales de plata.
Jimin vio la moqueta del suelo de cerca, la gente salía corriendo, gritando, se amontonaban asustados, mientras que otros se escondían bajo las mesas y detrás de la barra. Yoongi envolvió la espalda de Jimin con un brazo, evitándole que se irguiera. Él levantó la cabeza y percibió el aura del ser más familiar y terrorífico de todos. Buscó a Sui con la mirada, preguntándose dónde se había metido. Él yacía escondido tras una columna, estiraba el cuello vislumbrando a unos cuantos cazadores. Sui vio como uno se arrojaba sobre un vampiro de cabello rizado, por encima de los hombros. Ensartó a Chester con una estaca por la espalda, él jadeó un grito ahogado, y pronto, se marchitó como una rosa mustia.
Sui salió disparado hacia el cazador. Le rompió el brazo donde empuñaba la estaca de un solo movimiento, y acto seguido, giró su cabeza, partiéndole el cuello. Sujetándole por el pelo, notó que no era un cazador de raza. Esos condenados eran mucho más rápidos, más fuertes y peligrosos. Estos eran simples cazadores humanos. Pero estaban allí por algo.
—¡No! —gritó Violet a unos metros, vislumbrando el cadáver de su hermano petrificado.
Varios cazadores más fueron hacia ella, Sui trató de esprintar para ayudarla, pero entonces, en el marco de una ventana, presenció una figura que le dejó paralizado. Basil Leone.
Sus ojos se encontraron con los azules de su padre; el mismo azul que el suyo, lapislázuli, con el interior de las negras pupilas más oscuras y densas que jamás había observado.
—Hijo —pronunció.
Y en su mano no había otra cosa que una preciosa y afilada daga plateada, cuya hoja se curvaba ligeramente. La piedra que brillaba en la empuñadura era roja, carmesí, la misma que había visto años antes en Shadowfell a manos de un cazador de raza llamado Jung Hoseok. Ahora sabía que era el corazón de Aria Leone, originalmente Aria Min, su madre.
—Papá —reprodujo Sui, muy quieto.
Basil caminó hacia él, vestía un elegante traje negro, con un porte envidiable.
—¿Dónde está? —formuló con una voz ronca y casi susurrante.
Sui sabía a quién se refería, y conforme su padre se acercaba, su hombro más dolía y palpitaba. La cicatriz de la media luna ardía en su piel y manchaba la camisa de seda que vestía bajo la chaqueta. Nunca había sentido más miedo, ni siquiera tanto en Shadowfell, la noche que huyó abandonando a sus amados De Fiore en el bosque.
Sin embargo, sus labios se sellaron acerca de Yoongi.
—¿Vas a matarme? —preguntó Sui.
—No, querido. Mi pequeño y dulce Sui —murmuró Basil, rodeándole mientras empuñaba la daga—. Eras el más querido de casa. El más consentido. Siempre estuviste ahí, para tus hermanos. Obedeciendo lo que decía tu madre, comportándote como un buen hijo...
Sui notaba como la piel se le erizaba como escarpias.
—Eras tan dulce. El más joven y considerado. Aunque un par de años después llegó él... Yoongi —prosiguió el padre, y entonces se detuvo frente a él—. Pero tú eras mi debilidad.
Por primera vez en mucho tiempo, Sui se sintió encogido.
—Por eso te daré una oportunidad. La única, cielo —dijo con un profundo susurro—. Dime donde está, y te dejaré vivir. Te daré cien años más. Cien años donde podrás disfrutar de una eternidad libre.
—¿Cien años?
—Si algo he aprendido en este tiempo, querido, es que nadie debe vivir tanto. Nosotros nos convertimos en la excepción que quebró toda norma de la naturaleza. Alguien debe ponerle fin a eso, ¿comprendes, cariño? —formuló de manera tenebrosa.
Sui tragó saliva pesada.
—Ahora dime, ¿dónde está? —exigió.
Sui notó el intento de su compulsión. Los vampiros puros no podían obligarse entre ellos, pero Basil Leone, como cabeza de la familia, era más poderoso que ninguno. Y Sui percibió como su lengua se enredaba, tratando de resistirse, como su impulso de supervivencia le obligaba a revelar la posición de su hermano. Podía decirle que se había ido, pero lo cierto era que le había visto agacharse, y después arrastrar a Jimin con él hacia otro lado.
Y algo le decía que estaba allí. Allí. En alguna parte, mientras la gente corría y el club se vaciaba de personas, como Vince, una rota Violet que había visto a su hermano ser ensartado por un cazador...
—Tú eliges cariño. ¿Me dirás dónde está, por cien años más de libre existencia? ¿O anhelas encontrar a tus hermanos esta misma noche? —preguntó Basil muy lentamente.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Ya no estaban junto a la barra. Jimin había escuchado un grito desgarrador previamente, el de Violet, y su mente no paraba de arrojarle preguntas sobre qué diablos estaba ocurriendo. Al contemplar el rostro de Yoongi de soslayo, conoció que era lo que los dos sabían que podía pasar. Los cazadores estaban allí, y alguien aun peor estaba buscándole. Notaba el terror de Yoongi en la fuerza de los dedos que le aprisionaban la muñeca. El vampiro puro le llevó al otro lado del club, le empujó hacia un pasillo y le presionó contra una pared, mientras la gente corría en busca de las puertas traseras.
—Yoon, Yoon, ¿qué está pasando? ¡Yoongi! —exhaló Jimin.
Yoongi le tapó la boca con una mano.
—Está aquí. Sui está vivo, Chim. Escapó.
Jimin le agarró la muñeca, se zafó de su mano contemplándole con ojos castaños muy abiertos y aterrados.
—Escucha, no puedo explicártelo ahora. Quería contártelo todo hoy, pero no me queda tiempo —prosiguió Yoongi—. Quería protegerte de esto.
—P-Pero... Pero...
Jimin miró hacia ambos lados, notando cómo su garganta se comprimía. Rabia, miedo, un repentino dolor. Su corazón se encontraba inmóvil, pero el tránsito de sus venas se aceleraba, repartiendo adrenalina por cada centímetro de su cuerpo.
—Jimin, voy a borrarte la memoria —dijo Yoongi a unos centímetros de su rostro—. Así que creo que puedo permitirme hacer esto, una sola vez en mi vida...
Acortó la escasa distancia con un beso, sus labios se volvieron los más suaves y cuidadosos del mundo sobre los suyos. Un corto, un breve instante, donde los separó y liberó el aliento tembloroso, como si hubiera estado conteniéndolo demasiado tiempo.
Jimin se encontraba sobrecogido, con ojos brillosos, con el rostro reflejando su conmoción. No entendía nada. Nada. Y de repente, no sabía si aquello era bueno o le daba miedo. De alguna forma, se encontró dejándose llevar por un segundo beso de Yoongi, que entonces fue aún más maravilloso. Las dos palmas del mayor le sujetaban el rostro, sus labios permanecían unidos sin ningún movimiento. Era un sello perfecto, dulce, si bien ejercía una extraordinaria presión en lo que le sujetaba, mareándole. Jimin se sintió desconcertado por la repentina oleada de emociones, confuso por el descubrimiento de los sentimientos del compañero. Nunca se le había pasado por la maldita cabeza que Yoongi deseara besarle.
Y estaba paralizado.
Cuando el peliblanco abandonó sus labios, se contemplaron muy de cerca. La respiración de Jimin era más rápida, mientras que la del mayor permanecía serena, con los ojos brillando de una manera que jamás había contemplado. Jimin sintió como si alguien corriera una enorme cortina de un tirón con la mano; ahora podía verlo con claridad en sus ojos, en el aura con la que le sujetaba cuidadosamente, como si pudiera protegerle del mundo entre sus brazos. En esos labios rosas que había mirado tantas veces mientras hablaban, pero nunca se había imaginado probar, sentir, descubrir una emoción distinta.
—¿Por qué no me lo habías dicho antes? —jadeó Jimin.
Yoongi deslizó sus manos, soltándole poco a poco.
—No puedo permitirme amarte, Jimin —expresó repentinamente atormentado—. Tengo cosas más importantes a las que debo atender. Pero tú llegaste como una estrella fugaz, demasiado hermosa, demasiado buena para creer que era real.
Jimin sacudió la cabeza.
—No hables como si este fuera el fin.
—No te preocupes, amor —le dijo con suavidad—, porque encontrarnos no fue una coincidencia. Forma parte del destino, por eso ahora debo dejarte ir, y algún día, llegaré a ti para devolverte lo que es tuyo. Nuestros recuerdos.
Los ojos de Jimin se abrieron con un repentino terror.
—No puedes hacerme olvidar —titubeó lastimeramente—. ¡No puedes!
—Si no lo hago, vas a seguirme —discutió Yoongi afligido.
—Pero... Yo...
—Ya hubo alguien que cambió el transcurso de tu vida, ¿recuerdas? Quiero que continúes viviendo, que sigas por el sendero de tu camino. Escucha. Volveré para estar contigo, te lo prometo.
—No lo hagas —le suplicó Jimin, agarrando las mangas de su chaqueta—. No lo hagas, por favor.
—Tengo que proteger lo que quiero —declaró Yoongi. Se sentía destrozado, como si le mutilasen por dentro.
Hasta entonces, creía que su corazón era y había sido de piedra, de un diamante tan duro y helado, que jamás nadie atravesaría la frontera. Pero algo lo había hecho sin que pudiera evitarlo. Jimin respiraba erráticamente, sus ojos estaban llenándose de lágrimas.
Yoongi deslizó los dedos por su muñeca, mientras Jimin le suplicaba de mil maneras que no le abandonara. Que no podría sobrevivir sin él. Abrió el broche de la pulsera plateada de la que colgaba un corazón; su regalo de graduación. Él la acarició entre los dedos, y después, la introdujo en el bolsillo de la chaqueta de Jimin para que la escondiera.
—Guárdala y entrégasela a quien más quieras —le pidió Yoongi muy despacio—. Es un amuleto protector. No lo olvides, ¿de acuerdo?
Jimin comenzó a sollozar, sus hombros estaban temblando, su labio inferior titubeaba.
—Me dijiste que tendrías en cuenta mi opinión. Que no me apartarías de ti. ¡Lo habías prometido!
—Jimin. Basil viene a por mí, ¿lo comprendes? Te matará en cuanto sepa que puede utilizarte de arma contra mí —le recordó Yoongi más severamente.
—Te protegeré de él. Puedo protegerte —exhaló Jimin conteniendo las lágrimas.
—No puedes. Tenemos que separarnos —emitió Yoongi.
—¡¿Por qué?! —exclamó con la voz quebrada.
—No estoy dispuesto a perder a mi único hermano —reprodujo como última respuesta, y entonces, su tono se elevó con una orden imposible de evadir—. Olvídame, Jimin. Olvida estos tres años, y no mires atrás.
Su voz emitió un eco en su cabeza, como un gusano introduciéndose por sus entrañas. Jimin apartó la mirada y trató de resistirse a ello; lo odiaba, odiaba que hiciera aquello, detestaba que estuviera obligándole a algo como eso. Quería vomitar, quería gritar, quería zarandearle. ¿¡Cómo podía traicionarle de esa manera!? ¿¡Cómo podía apartarle!?
—N-No —exclamó Jimin—. ¡No! Para, ¡detente! ¡Detente!
—Ahora, márchate —prosiguió Yoongi con los ojos recubriéndose de una fina película de lágrimas—. Algún día... volveremos a encontrarnos...
Y como si un acordeón de fotografías se contrajera, Jimin sintió como el peso de todo aminoraba, la atmósfera se volvía rara, todos sus recuerdos se replegaban uno tras otro, guardándose en un rincón de su cabeza, bajo llave, a la espera. De repente, todo volvió a la normalidad. Notó como una lágrima se deslizaba por la comisura interior del ojo y rápidamente la limpió con el dorso de unos dedos. Sorbió la nariz preguntándose por qué diablos estaba tan exaltado. Estaba bien, aunque le preocupaba que aquel estúpido club que acababa de saltar por los aires por la repentina aparición de unos cazadores.
Jimin levantó la cabeza y vio que se encontraba en mitad de un pasillo increíblemente desolado. Ya no quedaba nadie en el club. Estaba solo. Caminó por la larga estancia, en dirección al gran hall del club, donde se detuvo contemplando los ventanales partidos. La moqueta de terciopelo del suelo estaba salpicada por cientos de cristales afilados. No quedaba nadie, excepto algunos cadáveres sobre el suelo.
La música no sonaba. El humo de cigarrillo había escapado por las ventanas. Y en aquella desolación solo pudo ver una persona: un hombre vestido de negro que atravesaba el club, en su dirección. Jimin jamás había contemplado un rostro como el suyo; parecía tener unos cuarenta años, pero creyó que, en realidad, era mucho mayor, así se conservara como una rosa fresca. Sus ojos azules le ensartaron con tanta fuerza, que incluso le cortaron la respiración. No podía mover los pies.
Basil Leone se acercaba a él, Jimin no sabía quién era, pero su aura era tan enorme y asfixiante como la del mismísimo diablo de alas negras. Sus oídos se taponaron, sus venas se solidificaron brevemente, y cuando le tuvo delante, observó aquel elegante y alargado rostro esculpido por varias arrugas de expresión que se situaba junto a las comisuras de la boca y en los ojos occidentales. De tez morena y cabello castaño oscuro, con entradas plateadas, Basil abrió la boca y penetró en su interior.
—¿Dónde está? —preguntó como si algo estuviera sacándole de quicio.
Su voz era grave y rasgada, profunda, como un lago helado del que no podía escapar. Formaba un lejano eco en sus oídos que rebotaba de un lado a otro en el interior de su cabeza, obligándole a ofrecer una respuesta sincera. Nunca había sentido algo tan terrible.
—¿Quién? —dispararon sus labios.
—Yoongi Leone —pronunció Basil.
Yoongi Leone. Leone. Yoongi. No recordaba ningún nombre parecido, si bien el maldito apellido Leone le trajo el terrible recuerdo de alguien a quien no quería volver a pensar. Su mención le puso los vellos de punta, Jimin pensó que no quería saber de quién se trataba; fuera cual fuese aquel asunto, no era su problema.
—No conozco a ningún Yoongi —contestó con la inevitable verdad.
No tenía opción a decir otra cosa que la más cruda y sonora verdad. Jamás había conocido a alguien así. Y presenciando a aquel tenebroso vampiro, deseó no cruzarse por casualidades de la vida con nadie que portase aquel nombre maldito. Entonces, Basil apartó sus punzantes ojos de él, y Jimin percibió cómo la extraordinaria y aterradora presión dejaba de cernirse sobre su persona. El hombre se marchó, con los brillantes zapatos aplastando los crujientes trozos de cristal que se encontraban esparcidos por el suelo.
Jimin le vio largarse, acto seguido se enfocó en el lugar, contemplando una última vez aquel club que había frecuentado cada noche desde hacía meses, sintiéndose terriblemente solo. Todo estaba destrozado, como si hubiera habido una estampida. Jimin avanzó con unos pasos, posó los ojos sobre el cadáver de Chester, y se preguntó si le conocía de algo. Le sonaba su rostro. Estaba seguro de que era un vecino, pero nunca habían hablado.
Levantó la cabeza hacia el abovedado y alto techo del club, desde donde colgaba la única fuente de luz que ahora iluminaba. Era una lámpara enorme de la que pendían un millar de preciosas y delicadas lágrimas de cristal que emitían un solitario resplandor dorado.
En el último momento, Jimin se percató de algo. Su mano izquierda mantenía varios dedos introducidos en el bolsillo de la chaqueta. Los notaba engarrotados, intensamente agarrados alrededor de un objeto que extrajo muy lentamente de su bolsillo. Sus ojos castaños se posaron sobre una pulsera de cadena plateada, de la que colgaba un precioso corazón de diamante. Tan duro, como delicado. ¿No la llevaba puesta hacía un rato? Su cabeza reprodujo unas palabras lejanas. Era un amuleto protector, debía ser de una bruja o de alguien importante, se dijo. No estaba muy seguro, pero en ese momento, lo contempló con cierta tristeza. Quería guardarlo para siempre, porque ese era su corazón. El corazón que algún día le entregaría a alguien a quien amase.
Su sempiterno corazón de diamante.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top