Capítulo 10
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 10. Pena y Gloria
Brighton, 1922
Jimin salió del club después de la medianoche. Había estado acompañado de Vince, del alegre Chester y de un par de hombres más, que se relacionaban principalmente con el primero. Ellos se fueron hacia uno de los suburbios para buscar personas de las que alimentarse; comer y eliminar la memoria siempre era el mejor método. Jimin, sin embargo, había tomado la opción de volver a casa. Su ansiedad con la sangre estaba a raya, llevaba tiempo sin sentirse atado al deleite que le provocaba un buen mordisco. Ahora disfrutaba de la sangre cuando se alimentaba, y aunque se había dado alguna que otra juerga de sangre con su fiel amigo Yoongi Leone, por fin sabía reconocer el frenesí y despojarse de él antes de convertir su proveedor/a en una víctima mortal de sus colmillos.
Bajo la gabardina, sus pasos le redirigían a la conocida calle donde llevaba dos años alojándose. Todavía estaba a una manzana del lugar, paseaba cerca de los muelles donde los barcos privados y jets se encontraban anclados. Solo uno tenía las luces de los camarotes encendidas, una lejana música de jazz provenía del interior. Probablemente, algún ricachón estaba dándose un festín de compañías a esa hora.
Jimin percibió una extraña corriente eléctrica bajándole por la espina dorsal. Giró la cabeza creyendo escuchar unas palabras a los lejos. Estaban en latín. Venían de una mujer.
—¡Phesmatos, tenem orus quimtus!
De repente, sus huesos crujieron. Jimin apenas pudo liberar un gemido. Cayó al suelo de bruces, notando cómo la piel se le erizaba como escarpias. A su alrededor surgía una increíble masa de fuego que le rodeaba, las llamas no tardaron en incendiar su ropa y atravesarle la piel. Jimin se estaba ahogando, respiraba fuego, su piel se volvía sudorosa y tirante, rojiza, las lenguas de fuego le traían un dolor extremo, peor que el que había experimentado en las sedientas visiones de Yoongi.
A duras penas, trataba de arrastrarse sobre el pavimento mientras la voz de la bruja se le clavaba en la cabeza. Pero no podía escapar, estaba muriendo. Se consumía como una rosa marchita, notaba cómo sus venas se encogían y secaban, cómo la carne se le roía. Giró la cabeza y trató de descubrir quién era su verdugo: Agnes Castairs estaba mortificándole sin piedad. Le apuntaba con una mano con los dedos en forma de garra, su cabello rojo resplandecía con el mismo poder de las llamas bermellón que le drenaban la vida.
—¡Phesmatos, tenem orus quimtus! —repitió la bruja.
Jimin entendió que todo acababa ahí. La muerte que tiempo atrás había añorado, ese sentimiento de profundo dolor alzándose hacia una gloria y paz infinita.
Entonces, una sombra cruzó las llamas y llegó a ella. Yoongi vestía de un pulcro negro, con la chaqueta del elegante traje anudada a la cintura y un estiloso cuello y ceñido alto. Su mano se aferró al cuello de Agnes. Una gota de sangre corría de la nariz de Agnes hasta sus labios. Jimin pudo verlo todo tras las llamas, mientras las córneas se le secaban.
Él le dijo algo, y ella le respondió con soberbia, con el rostro rojizo por la asfixia y la mirada amenazante declarándole aquella venganza. Jimin se encontraba demasiado consumido para oír o escuchar nada, pero la escena concurrió a metros de él de la siguiente manera:
—¿Por qué? —cuestionó Yoongi contemplándola.
— Ojo por ojo. Nos quitaste la ciudad, yo te quitaré lo que más te importa —jadeó Agnes.
Con lágrimas de cólera en los ojos, Yoongi apretó la mandíbula. Hundió la mano en el pecho para arrancarle el corazón.
—Adiós, Agnes —murmuró.
Le sacó el corazón caliente y húmedo en la mano y lo dejó caer en el suelo. El cuerpo de la bruja se desvaneció en el mismo momento, impactando inerte sobre el suelo. Las llamas que consumían a Jimin De Fiore se apagaron instantáneamente. En unas milésimas de segundo, Yoongi esprintó hacia él le agarró una muñeca y comprobó su estado.
No había vida en sus ojos, su piel carecía de color, era un cadáver marchito, seco, convertido en carbón, cenizas y una masa de órganos consumidos. Yoongi sacó los colmillos, se mordió la muñeca y presionó por encima de la boca de Jimin, esperando que su sangre le ayudara. Estaba aterrado. Horrorizado.
—Jimin. Jimin, por favor. Dime que sigues ahí. Mueve lo que sea. Muévete —suplicaba.
Tras unos segundos, Yoongi volvió a morderse, a desgarrarse cruelmente la muñeca, para que entrara más sangre en la boca inerte. Después, mordió un brazo de Jimin, el antebrazo y por encima del otro hombro, esperando que su saliva hiciera algún efecto.
—¡Vuelve, joder! —gritó Yoongi, zarandeando el cadáver.
Se percató de que gritarle no servía de nada, por lo que instantáneamente se dedicó a introducirle más de su sangre, sujetándole la cabeza con la otra mano. Los segundos se hicieron aterradoramente largos, hasta que comenzó a discernir cómo la piel se recuperaba, volvía a surgir, recubriéndole los huesos de las muñecas, los músculos quemados y los órganos del tronco. Jimin levantó bruscamente una mano y se agarró a su muñeca con fuerza, hundiendo los dientes en él.
Yoongi se quedó muy quieto, le acarició la cabeza permitiendo que se alimentara. No sólo necesitaba sangre para regenerar, la sangre de vampiro era más útil que la de un humano para momentos críticos, y estaba feliz de que lo hiciera. El vampiro puro dejó escapar un suspiro cargado de pesar, pero también alivio. Se inclinó ligeramente sobre su coronilla, notando cómo Jimin sorbía de sus venas.
—Eso es, tómalo todo —le alentó—. No temas, he acabado con ella.
Jimin escuchaba su voz distorsionada, pero bebía mientras una increíble sensación física le envolvía. El bienestar puro le abordaba desde adentro hacia afuera. Al cabo de unos instantes, se sentía embriagado y más caliente de lo natural. Nunca había mordido a otro vampiro, el olor y la presencia de otros como él jamás le habían atraído. Sorprendentemente, Yoongi sabía bien, más delicioso y embriagador de lo que esperaba para ser un demonio chupasangre como él mismo.
Pasaron algunos minutos cuando Yoongi le sugirió que se levantara. Su mano había pasado cálidamente desde la nuca a una mejilla, e inclinó la cabeza mirándole con delicadeza.
—¿Puedes? —preguntó sobre su hombro.
Jimin se levantó con su ayuda, a duras penas. Había regenerado por completo, no se sentía para nada mal, excepto por la manera en la que la cabeza le daba vueltas y lo caliente que notaba sus propias penas. Yoongi pasó un brazo tras su cintura, y Jimin colgó uno por encima de sus hombros mientras echaban a caminar. Tenía la ropa hecha girones, destrozada, quemada. Afortunadamente, no estaban demasiado lejos y era tarde, por lo que pudieron esprintar hacia casa. Pasaron junto a Marcus por la entrada, Yoongi le hizo un gesto con un dedo en los labios, pidiéndole que no dijera nada.
—Ve al puerto. Quema el cuerpo —le pidió a Marcus.
Marcus asintió, se separaron en la entrada. Yoongi llevó a Jimin a su apartamento. Era la primera vez, en dos años, que entraba en la casa de Yoongi Leone. Al atravesar la puerta todavía se sentía mareado por lo sucedido; le dolían los ojos, la cabeza le palpitaba mientras Yoongi le dejaba en la entrada para encargarse de otra cosa.
Jimin oyó la puerta, le había quitado la llave del número once y le había dejado en su propio apartamento sin explicaciones.
El alojamiento del mayor era muy parecido al suyo, tenía una distribución similar, aunque el salón era notablemente más cuadrado y grande. Tenía el mismo suelo de madera, las cortinas de terciopelo de un esmeralda intenso, el papel de tapiz vintage con toques cobrizos. Había un par de estatuas de mármol muy elegantes, velas aromáticas que le traían notas de canela y vainilla. No obstante, se había imaginado todo más limpio.
«No, no era exactamente sucio», se dijo Jimin en ese momento. Había papel de fieltro en una fracción del suelo del salón. Estaba ligeramente salpicado por gotas de colores, algunas acuareladas y otras más densas. Había dos maletines de óleo a un lado, un montón de pinceles en el suelo, sobre el papel de fieltro. Y a un lado, frente al balcón que daba a un ángulo exterior diferente al suyo (el de Jimin seguía teniendo mejores vistas), vio varios atriles y lienzos pintados al fresco. Jimin abrió la boca. El lienzo más grande representaba una composición cristiana de ángeles sobrevolando el cielo, entremezclándose con los tonos blancos y dorados de las nubes. El segundo, más pequeño, era un paisaje de cielo cerúleo acabado en tonos cálidos como el rosa y el carmín justo en un horizonte de árboles. Se acercó atisbando las pequeñas flores blancas que había pintado sobre los arbustos, eran minúsculas, pequeñas pinceladas magistralmente colocadas bajo las sombras y las perspectivas de la vegetación. Había un par de lienzos más, amontonados a un lado. Otro colgado en la pared por encima del sofá que representaba un increíble bodegón de frutas con aspecto jugoso.
Yoongi volvió de su apartamento. La puerta resonó tras su espalda, Jimin giró la cabeza. El semblante de Yoongi parecía contener una gran cantidad de tensión acumulada, sus ojos estaban brillantes, su mandíbula, endurecida.
—Tu ropa —le arrojó desde unos metros lo que traía bajo el brazo.
Había tomado de su armario una sencilla camisa blanca y un pantalón color tierra, doblados. Jimin se vistió en el cuarto de baño, se lavó las manos y la cara, se miró en el espejo peinándose el cabello negro hacia atrás con los dedos. Extraordinariamente, tenía las mejillas sonrosadas, tenía un extraño hormigueo recorriéndole el cuerpo, era calor, como si se hubiera tragado lava. Su garganta no quemaba, no notaba la sed ni de lejos. Es más, diría que, por primera vez en mucho tiempo, se encontraba saciado.
No tardó demasiado en salir del baño. Yoongi le sorprendió en la puerta, no llevaba chaqueta, se había arremangado, su pelo se encontraba tan perfecto como siempre, con los mechones claros y un lado peinado hacia atrás mostrando el rapado lateral. A pesar del silencio que les ocupaba, Jimin vislumbró una viva preocupación por él. Yoongi le ofreció la bolsa de sangre que sujetaba en la mano.
—Ten.
—No tengo hambre.
—Has tomado mi sangre. Es mejor que te alimentes con sangre humana. Tómatela, rebajará la temperatura —le dijo con un timbre sosegado.
Jimin sabía que no podía discutirle. Cogió la bolsa con desgana, notando el plástico frío y el interior desprovisto de la cálida temperatura natural. Tomar sangre de bolsa era algo a lo que nunca había podido acostumbrarse, lo había probado en una sola ocasión y le había sabido a mil demonios. No es que la sangre de animal estuviera mejor, pero prefería mil veces morder de una vena caliente que tragarse algo que llevaba un tiempo en un trozo de plástico.
Jimin se sentó en el sofá, advirtiendo que Yoongi había recogido del suelo el papel de fieltro. Arrancó la válvula con los dientes y se llevó la boquilla a los labios, comenzando a sorber pequeños sorbos.
—¿Por qué tengo calor?
—Porque beber sangre entre vampiros es sexual —respondió Yoongi desapareciendo en el interior de la cocina.
Jimin se sintió incómodo, ¿de ahí venía el estimulante hormigueo que hacía que le vibrasen las venas? A decir verdad, se sentía caliente, inevitablemente excitado. Pensaba que era por la embriaguez que le hacía sentirse mareado. Jimin se limitó a sorber, esperando a que desapareciera. Yoongi regresó con un licor de whiskey en la mano, lo dejó sobre la mesa y se sentó a su lado, escudriñándole de cerca.
Jimin le miró de soslayo, desvió el rostro sin saber muy bien qué decir.
—¿Estás bien? —se cercioró Yoongi con un tono que únicamente usaba con él.
—La has matado —exhaló Jimin mirando al suelo.
—Unos segundos más, y ella te hubiera matado a ti —concordó.
El pelinegro guardó silencio. Finalmente, levantó la cabeza y tomó aliento, contemplándole de medio lado.
—¿Y las consecuencias?
—Que vengan a por mí. Me daré un festín de sangre de bruja si lo intentan.
Yoongi tomó su copa, apoyó la espalda en el respaldo y se cruzó de piernas, sin mirarle.
—Me han atacado porque soy allegado a ti —expresó Jimin.
—Una obviedad. Si quieres desestabilizar a alguien, aíslale. Déjale solo —pensó Yoongi en voz alta.
—Debí haber tenido más cuidado.
—Yo soy el que debía haber tomado precauciones.
Tras unos segundos, Jimin suspiró profundamente.
—Gracias —dijo con un hilo de voz.
—Lamento lo sucedido. Por un momento, pensé que habías...
—Sí, yo... también...
El silencio se extendió en el salón. Era tarde, y en el exterior no se oía ni un alma.
—Tu ex estaba un poco loca. Reconócelo, ¿no? —bromeó Jimin para rebajar la seriedad del momento.
—Tenemos algo en común —agregó Yoongi a su broma.
Jimin esbozó una sonrisa de labios y continuó sorbiendo de la bolsa. Después, se la pasó diciéndole que él también necesitaba beber. Yoongi aceptó sin mediar palabra.
—Oye, ¿todo eso lo has pintado tú?
—¿Te gusta?
—Es precioso. Cuando me dijiste que te gustaba la pintura, imaginé otro tipo de cosas.
—¿Cómo qué? ¿Cabezas rodantes y vísceras? —preguntó Yoongi con sarcasmo.
—Sólo vísceras —chistó Jimin.
Yoongi sonrió un poco.
—La pintura es una forma de expresión. Descargas tu energía sobre un espacio en blanco, la más pura inspiración, como la música o la escritura. Es la creación en sí misma —dijo con un timbre lejano.
—Tienes talento. Creo que es mejor que nunca vayas a Bellas Artes. La gente no entenderá de dónde has salido —le halagaba Jimin, contemplando el lienzo más grande de todos—. Podrías ser un artista...
—Gracias —dijo con naturalidad—. Es un cuadro barroco, inspirado en una pintura que vi en una catedral de Viena. Estuve allí hace cuarenta y cuatro años. Las capillas son fascinantes —le contaba Yoongi serenamente—. Cuando estaba allí, bajo todas esas figuras y fe cristiana, me pregunté cómo era posible que un diablo pudiera atravesar esas magníficas puertas doradas. Es irónico que la casa de un humano esté prohibida para mí, pero no la de Dios. ¿No te lo parece? Casi como si... todavía hubiera esperanza...
—Una vez me pregunté algo similar. No sé si la habrá.
—Debe haber algo. Lo que sea.
Jimin no dijo nada más, compartieron el silencio de las altas horas de la madrugada durante unos minutos. Pensó en lo que le hacían sentir las iglesias y capillas; siempre había llegado a aquellos lugares perdidos, preguntándose si encontraría alguna respuesta. Pero sólo se había sentido miserable. El menor giró la cabeza, le dedicó una mirada cargada de un silencioso afecto a Yoongi. Llevaba un tiempo sin sentirse así, ni perdido, ni miserable. Y era tan agradable escuchar y ser escuchado. A pesar de que aquella noche hubiera estado a punto de morir, Yoongi le había hecho una demostración de profunda lealtad.
Confiaba cien por cien en él.
Yoongi le devolvió muy lentamente la mirada, sus párpados cayeron más bajos, con unas finas pestañas. Jimin se sintió inevitablemente apreciado, como si le estuviera abrazando, pero sin tocarle. Él nunca le tocaba. Nunca. A menudo, sus palabras cesaban, y esa sensación retornaba. Familiar. Cómoda. El calor de la cara se había desvanecido, ya no se sentía tan vibrante ni estimulado. Pero Jimin quería decirle... algunas cosas que podían sonar demasiado ñoñas y le daba pánico que Yoongi reaccionara con frialdad y se acorazara.
Sabía que él era extraordinariamente reservado. Quería expresar cuánto se alegraba de haber encontrado a alguien como él. Y le daba igual que fuera un demonio, él también lo era. No se sentía solo. Jimin apartó la mirada tragando saliva. ¿Por dónde podía empezar?
Entonces, Yoongi levantó del asiento, pasándose unos dedos por el cinturón del pantalón. Se llevó el plástico de la bolsa de sangre vacía para deshacerse de ella en la cocina. Jimin se levantó comprobando la hora. Pensó que debía marcharse si quería descansar.
Cuando Yoongi volvió, él ya había decidido cerrar la boca antes de soltar alguna tontería.
—Mañana tengo clase. Voy a intentar dormir un rato —dijo Jimin.
—Buenas noches —contestó Yoongi con las manos en los bolsillos del pantalón.
Estaban junto a la puerta, y Yoongi tenía que hacerse a un lado. Por un instante, Jimin se preguntó por qué continuaba en medio. De repente atisbó que Yoongi quería algo. Quería algo y se acercó a él, haciéndole retroceder tontamente un paso.
Por nada del mundo esperó recibir un abrazo. Con los dedos de una mano pasando por encima de su hombro, le estrechó muy ligeramente, abrazándole de manera afectiva. En un primer momento, Jimin se quedó estático con los ojos muy abiertos. Una fracción de segundo después, le devolvió el abrazo y hundió ligeramente la nariz sobre su hombro.
Nunca le habían abrazado. Nunca. Tal vez, lo hizo su madre cuando todavía era muy pequeño. Y en algún rincón oscuro de su mente, Sui. Pero lo de Yoongi era distinto. Jimin sintió que se había preocupado por él. Que se alegraba de que estuviera allí y no le hubiera perdido horas antes. Sus comisuras se curvaron suavemente, le devolvió el abrazo, sintiéndose afín. De cerca, ahora que sus sentidos se habían recuperado, percibía el característico aroma del vampiro; como a agua de mar, toronja, musgo de roble y un lejano jazmín. Era un olor fresco y cítrico, nocturno, con notas sensuales y profundas. Era agradable que fuera vampiro (y mucho más mayor), puesto que no sentía ese pulso molesto que despertara el hambre o la ansiedad.
Yoongi fue el que optó por soltarle lentamente, con una extraordinaria delicadeza que hizo que Jimin deseara quedarse con él y volver a abrazarle.
—Vete —le recomendó Yoongi con suavidad, apartándose de la puerta.
Ajeno a lo que sucedía en el interior del otro vampiro, Jimin le dio las buenas noches y se marchó.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Las pesadillas habían parado quince años atrás. Pero una noche de verano, Yoongi se levantó de la cama con la nuca empapada, con las pupilas dilatadas y el aliento errático. Había soñado con Basil Leone, otra vez. Empuñaba aquella maldita daga plateada. La piedra que yacía en la empuñadura, rojiza, latente, perturbaba la conciencia su conciencia a altas horas de la madrugada. Apoyándose frente a una ventana que daba a la calle oscura, con el muelle y el mar más a su izquierda, contemplaba la pacífica noche llegando a su fin, con la anticipación del amanecer en el este. Esperó que no se repitiera, pero desde esa noche, una vez o dos por semana, una pesadilla similar le fustigaba, alertándole de nuevo, como si el periodo de caza volviera a activarse.
Yoongi notaba esa perturbación ancestral, atravesándole como una flecha. No era la primera vez que se sentía intranquilo, pero había estado años sin hacerlo y por un momento, ingenuo de él, creyó que no volvería a suceder. No habló con nadie de aquello, ni acerca de sus pesadillas, ni de los peligros que había conocido a lo largo de su vida. Él, Yoongi Leone, inmortal y letal. Estaba rodeado de su propio ejército, de su imperio en Brighton, donde la gente le temía y apreciaba al mismo nivel, eligiendo ponerse de su lado o perecer contra él. Se sentía seguro en Brighton, a pesar de que la sensación brotase y se extendiera a lo largo de las siguientes semanas.
Con la atención puesta en todos lados, aseguraba el perímetro de la ciudad y así se despertaba cada mañana, notando el susurro de la daga al despertar. Era una simple ilusión, pero, en busca de consuelo interior, se acercaba a Jimin y le escuchaba parlotear sobre su grado en la universidad. Él estaba bien, sin ansiedad por la sangre, ni preocupaciones de ningún tipo. Le acompañaba y le seguía fielmente, de una manera tan natural, que Yoongi se planteó qué hacer en caso de que las cosas llegaran a torcerse.
Agnes Castairs estuvo a punto de asesinarle, por hacerle daño a él. ¿Y si Basil le encontraba en esa ciudad de Inglaterra? No le tenía miedo a aquel ancestral hijo de puta, pero Jimin era un vampiro común... como todos los demás...
«Le alejaré, si es necesario», reflexionó un día. Pensando fríamente, los demás eran piezas, soldados y guardas de su seguridad. Sentía afecto y aprecio por Marcus, por los hermanos Chester y Violet e incluso el estúpido y celoso de Vince, el cual le había recriminado en privado, una vez, por qué la opinión de Jimin parecía tener más valor que la de él, ya que no formaba parte del consejo. Yoongi le soltó en una única y exclusiva ocasión que no se atreviera a volver a cuestionar sus preferencias, y él se calló.
Y es que, Jimin De Fiore...
Él llegó sin planearlo.
Se prohibió darle forma a lo que fuera. Pero le apreciaba, Dios, sí.
Puede que tuviera el corazón lleno de espinas como una rosa negra, sin embargo, no había pasado por alto que Jimin le miraba con esa pureza, con una lealtad tan ciega, que le dolía. Y era real. Eso le causaba más adoración y una pasión absoluta por su compañía.
Recordar que uno de sus hermanos le había encontrado cincuenta años atrás, perturbaba la conciencia. En secreto, se había prometido cuidar y admirar la manera en la que Jimin había estado floreciendo. Nada más. Tenía su lealtad, su compañía, deseaba que así siguiera. Desde que Jimin estaba, los momentos comunes se habían vuelto agradables, como sentarse en silencio dejando que él ocupara un espacio demasiado vacío y demasiado frío, escucharle hablar, ir en busca de alimento juntos. Recibir una mirada curiosa, en ocasiones encantadora, que le transmitía no temía de él, que no palidecía sabiendo quién o qué era.
Jimin era excepcional.
Y solo una vez, en una en condenada ocasión, se planteó si la predilección que sentía por Jimin estaba manifestándose por algo más. Yoongi Leone siempre estuvo con mujeres; vampiras, una mujer lobo, varias brujas. Una vez, en el siglo XVI, se acostó con una arpía que se dejaba dominar. Una pena que terminara siendo quemada en una hoguera, por un puñado de instigadores de demonios. Y, aun así, no discriminaba a los de su género por nada del mundo. Para él, el sexo era un pasatiempo, algo esporádico y fugaz que complementaba la existencia de cualquier criatura. Bueno, hubo una época en la que se dedicó con bastante afán a experimentar su inagotable energía en la cama. Pero esa época ya había pasado, afortunadamente.
No pensaba en Jimin de forma sexual, sin embargo... Si lo intentase, si se atreviera a mancillar la relación intocable que tenían, tomaría sus labios para preguntarle con estos, si acaso era remotamente consciente de algo a lo que no se atrevía a dar forma. A lo mejor estaba equivocado, tal vez simplemente era curiosidad, puesto que él le había visto besar a otros hombres antes de morderles.
Pero con él, no podría ser salvaje ni descarado. Le besaría lenta y delicadamente, se decía, siendo suave y delineándole los labios con los propios, con admiración. Le sujetaría la nuca para hundirse en esos ojos del color del chocolate y cerciorarse de cuál era su reacción. Porque si le rechazaba, lo entendía, no podría exigirle reciprocidad ni una pizca de aceptación por envenenar las cosas de aquella manera. Sólo quería que, a pesar de eso, le aceptara como amigo, como hermano. Porque le iba a querer, le iba a dar refugio y un hueco a su lado siempre que lo requiriera.
De todas formas, no iba a hacerlo. Los hermanos no hacían... ese tipo de cosas...
Y si Jimin prefería tener romances con otras personas, él no tenía nada que objetar; ya era demasiado anciano para tener celos o convertirse en alguien opresivo a quien únicamente quería ver feliz. Mientras continuase a su lado por voluntad en esos los largos días en los que se extendía su eternidad, era todo cuanto podía haber imaginado.
En una ocasión, Yoongi se pasó por la universidad de Brighton para verla desde adentro. Había numerosas estatuas de piedra, cuadros con dibujos de gente importante, un historiador, varios poetas y el fundador de aquella preciosa facultad donde se impartían literatura y lenguas por partes iguales.
Jimin salió tras el repiqueteo de unas campanas, llevaba un bolso de piel colgado del hombro, una blazer gris oscura y una camisa abotonada hasta el cuello, con una elegante corbata azul marino con dibujos. Su look universitario no estaba mal; Yoongi pensó que parecía más joven, más ingenuo y menos mortal que las noches en las que iba al club.
Caminaba por el enorme pasillo de mármol entre estudiantes, pasándose una mano por el perfecto cabello negro peinado hacia atrás. Un humano caminaba a su lado, hablándole sobre una sencilla práctica que habían realizado juntos en el aula. Se despidió de Jimin, mientras a Yoongi se le clavaba una fugaz e inofensiva punzada de recelo.
El vampiro se preguntó a qué diablos venía aquello. Estaba seguro de que nunca había tenido ese tipo de esporádica e incómoda sensación.
Pronto, los ojos castaños de Jimin le encontraron a unos metros. Sus pasos se detuvieron abruptamente, en lo que levantaba las cejas. Yoongi se sintió más divertido, se pasó los dedos por el ala del sombrero, contemplándole acercarse.
—¿Qué haces aquí? —formuló Jimin con media sonrisa.
—Quería ver este sitio. Nunca había entrado —dijo con honestidad.
—Ah. No está nada mal —le echó una mirada de arriba abajo.
—¿Te has comido ya a algún alumno?
Jimin y él comenzaron a caminar, el pelinegro mantenía una bonita sonrisa en los labios que mostraban sutilmente sus dientes blancos.
—Ya te dije que no iba a hacer eso.
—¿Quién era ese?
—Un compañero.
—Es guapo.
Jimin le dirigió una mirada pícara. ¿Yoongi, diciendo que un humano era guapo? Se suponía que el señor Leone era completamente heterosexual, hasta donde sabía.
—Sí que lo es. Es hijo de un banquero —dijo Jimin con el mentón alto.
—¿Te gusta? —formuló Yoongi como si quisiera mofarse de él.
—Tengo ojos —indicó Jimin, algo ambiguo.
—Lo tomaré como un no. Hace tiempo dijiste que no te gustaban los ojos claros. Él los tienes azules.
—Punto para ti —reconoció Jimin.
Atravesaron la enorme salida que daba al hall de la facultad, y luego bajaron tranquilamente los peldaños.
—¿Algún vampiro de Brighton?
—No.
—Chester está mucho contigo.
—Chester es simpático. No es mi tipo.
Yoongi rodó los ojos, pensando que era un estrecho. En dos años, no había visto a Jimin mínimamente interesado en un romance. Ni entonces, ni nunca. Era como si rechazase cualquier tipo de intimidad, acorazándose de un posible arañazo.
—Pero ese profesor, el de latín. Se llama Robert Brown. Es sexy —le sorprendió Jimin. Con una mano, sujetaba la cinta de cuero que caía de su hombro—. Debe tener como veinte o treinta años más que yo. Sin embargo, sigo siendo mayor. Es divertido que nadie lo sepa, ¿eh?
—En serio, ¿te van los viejos? —le chinchó Yoongi.
—Tú eres viejo, querido. De hecho, el vampiro más viejo —bromeó el otro.
Yoongi y él se alejaron de las inmediaciones universitarias, compraron unos cafés para llevar y dar un paseo a plena luz de la tarde. Lo cierto era que Yoongi se sintió levemente receloso del tal señor Brown, aunque aquello lo llevó en secreto y no le dijo ningún otro comentario a Jimin que pudiera volver las cosas extrañas.
Al final del día, él le tenía a su lado. Estaba con Jimin, más que con ningún vampiro o humano. Y eso le llenaba de orgullo, a la vez que de una extraña sensación de culpabilidad. ¿Debía decirle a Jimin que, él, Yoongi Leone, tenía miedo de que alguien quien le había jurado la muerte, podría matarle, por el simple hecho estar a su lado?
La idea le daba vueltas a la cabeza cada vez que tenía a Jimin cerca.
Días después, en un lapso de estrés y ansiedad crónica por la vuelta de sus pesadillas, la sensación de la daga susurrándole tras la nuca regresó con fuerza. Yoongi volvió a acercarse a la calle de las brujas. Allí, vio a aquella bruja anciana que conocía. Era la mayor de todas, de ochenta y seis años, de cabello gris perlado y rostro arrugado. Su nombre era Helena.
—No te ayudarán con el sello —le dijo la bruja.
—Os di cuanto queríais, y ahora, ¿os negáis a colaborar? —Yoongi sentía cómo la furia se removía en su interior.
—Agnes Castairs ha muerto. Su madre sabe que ha sido por sus implicaciones con los vampiros, está furiosa.
—Él atacó a uno de mis vampiros primero —dijo ladeando el rostro con una mirada peligrosa.
—Lo siento, señor Leone. No podemos ayudar —declaró ella contundentemente.
Helena se dio la vuelta, pero Yoongi esprintó y volvió a colocarse en su camino, le agarró por una muñeca. La mujer le miró con orgullo, sin pavor.
—No creáis que vais a salir impunes de esto, Helena —le amenazó Yoongi—. Si me dais la espalda, yo os la daré a vosotras y será vuestro final en Brighton.
—Escucha, vampiro —pronunció con reclamo—. Ni con toda la fuerza de las brujas de Brighton lograrías deshacer el sello que implantaron en ti hace siglos. Investigué sobre él, como me pediste, y todo cuando pude ver fue en tu interior fue un candado. Una puerta bien sellada que ninguna de nosotras podría derrumbar jamás, sin matarte en el proceso. Está tan magistralmente creado, que la bruja dejó su firma en un acto de vanidad —dijo levantando el mentón.
—¿Cuál firma? —exigió saber Yoongi.
—Su nombre. Una bruja Rey.
Ya había escuchado tiempo atrás sobre las Rey. El sello que levantó la bruja que amistaba con su madre, en el origen de aquellos días.
—Una lo originó, y solo una de ellas podrá romperlo —afirmó la mujer.
—Dime cómo, y perdonaré a tu gente —ofreció Yoongi sin reparos.
Helena ni siquiera se lo pensó.
—Tendría que hacerlo bajo las mismas condiciones con las que fue forjado el sello. La única de su estirpe con poderes activos, ya sea huérfana e hija única. Debes buscar a una Rey y consumir su magia. Cuando alguien está solo, es más fuerte. También sucede con las brujas.
A Yoongi se le quedaron grabas sus palabras.
Paseó por el muelle, al atardecer, sintiendo un profundo vacío asolándole el alma.
Si Basil iba a por él, si le había dejado como el último de sus hermanos, para así torturarle, no tendría escapatoria. Lo único que podía salvarle del destino de la daga era activar su parte lobuna. Sólo un vampiro podía ser succionados por su magia. Romper el sello, convertirse en el híbrido que realmente estaba destinado a ser, era su única escapatoria.
Yoongi Leone había viajado por el mundo, había atravesado la India y el frente asiático disponiendo de todo tipo de chamanes y brujas. Hasta ese día no tuvo una orientación tan directa. «Una Rey», repitió en su cabeza. «Debía encontrar a una».
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Jimin desconocía el bache emocional que Yoongi estaba atravesando. Le había notado más tenso y distante esos días. Distraído, como si su mente divagase por otros lares. Que a veces apareciera en la universidad, estaba bien. Se iban juntos, y Jimin le hablaba un montón, advirtiendo que Yoongi necesitaba escucharle divagar, como si eso le consolara.
Él no era muy comunicativo, así que Jimin se había limitado a dejarle su espacio y a corresponderle cuando le buscaba. Por otro lado, cuando Yoongi parecía molesto o irritado por algo, era como un lobo frustrado. Le sentaba bien estar a solas y tener un territorio donde desfogarse sin que nadie le perturbase. Bien, él lo respetaba. Así era Yoongi Leone.
Pero esa tarde, no había aparecido en la reunión del consejo. Jimin le acompañaba en ese tipo de claustros, donde los miembros del consejo llegaban al edificio y se sentaban en una sala excelsa donde podían disfrutar de unas copas mientras hablaban acerca de los negocios de Brighton y de la comunidad vampiros. Mientras tanto, Jimin se quedaba afuera. Daba una vuelta, se compraba un café para llevar y se distraía en el exterior hasta que todo ese charloteo aburrido terminara.
Cuando Yoongi salía abotonándose el abrigo, se acercaba a él y se iban a algún lado para comer en algún restaurante exquisito de comida humana.
Jimin miró su reloj de muñeca, eran más de las ocho y media, la reunión estaba a punto de terminar y no había parecido.
—¿Sabes dónde está? —le preguntó Violet.
—No. Iré a buscarle —afirmó Jimin.
Tampoco le había visto la noche de antes, en el club. Ni por la mañana, tomando el té que Marcus servía para todos bajo los toldos del patio empedrado. Jimin se lo saltaba, ya que tenía que tomar un taxi para asistir a sus clases en la universidad de Brighton.
Estaba cayendo la noche cuando se dirigía a casa; no sabía por dónde comenzar a buscar a Yoongi, así que fue al lugar más obvio de todos. Si estaba ahí, pensaba zarandearle para traerle de vuelta al mundo real. Fuera lo que fuera que le pasara, le importaba una basura.
Entró en el edificio donde se alojaban desabotonándose la gabardina, subió la escalera que iba hacia la planta superior y pasó de largo frente a las puertas de los apartamentos hasta llegar a número doce. Desde afuera pudo escuchar el ritmo de la música lenta y agradable. Su olfato detectó rápidamente el aroma a sangre. Era sangre.
Jimin golpeó con el puño la puerta y se apoyó con una mano en el marco de esta.
—¡Yoongi! —llamó con impaciencia—. ¡Abre la puerta!
Jimin pensó en soltarle alguna grosería, pero la puerta se abrió con una rendija. La empujó para contemplar el interior desde el umbral; Yoongi había pasado de largo, el más joven entró tras él advirtiendo que estaba en compañía. Tres mujeres con ropas ligeras, zapatos de tacón y lencería de encaje. Una llevaba un bonito liguero, la segunda vestía con medias negras con dibujos, mientras que la última mantenía unas largas piernas desnudas. Bailoteaban al ritmo de la música que sonaba en el radiocasete, con el cabello largo y suelto, una con una copa de alcohol en la mano, y otra, apagando un cigarrillo sobre el cenicero a rebosar que se encontraba en la mesa.
Lo más llamativo no era su evidente escasez de ropa, sino que tenían el cuello mordido, con rastros de sangre y alguna que otra marca también por los esbeltos y delicados hombros. A ninguna parecía importarle; es más, era como si no lo notasen. Jimin cerró rápidamente la puerta tras su espalda, se quedó estático, con los ojos muy abiertos y las encías comenzando a palpitarle como tambores.
—Menuda juerga te estás montando tú solito —liberó con voz ronca.
Yoongi se repantingó en el sofá y Jimin se percató de su aspecto desaliñado, con el cuello de la camisa abierto hasta la mitad del pecho, el labio inferior más rojizo de lo normal, y las pupilas notablemente dilatadas, como si estuviera ebrio.
—¿Cuánto llevan aquí? —dudó Jimin.
La mirada de Yoongi le hizo saber que no le iba a dar una respuesta. Pero por las pintas que tenían, Jimin calculó que todo el día.
—Heather, por favor, dale un buen recibimiento a mi amigo —dijo llevándose un dedo a la boca, con el que se perfiló el labio inferior.
Jimin se encogió cuando vio a la chica caminar hacia él. Heather tenía el cabello castaño claro, unos bonitos y rosados labios, además de una piel que parecía de seda. Jimin se relamió notando la tentación detrás de la oreja, pero la apartó cortésmente tomando aire y se dirigió hacia Yoongi.
—Te has olvidado de la reunión del consejo. Todo el mundo preguntaba por ti.
—¿Olvidado? —Yoongi levantó los párpados.
—¿No has ido a propósito?
Por la forma en la que se curvaron sus comisuras y desvió la mirada hacia una de las mujeres, Jimin lo supo rápidamente: a Yoongi le pasaba algo. Él llamó a una con un par de dedos, la joven se acercó felizmente, clavó las rodillas junto a su regazo y le rodeó el cuello con los brazos.
Jimin presenció cómo su nariz se rozaba con la del vampiro.
—¿Sí, Yoonie? —formuló la chica dulcemente.
—Meg, déjame probarte otra vez, cariño —musitó Yoongi.
La mujer soltó una risita encantadora, se puso de pie frente al vampiro, apoyando un pie en el sofá, al lado de su rodilla. Yoongi deslizó las manos por su pantorrilla de forma ascendente, acariciando con la derecha el costado de su pierna de terciopelo. A continuación, inclinó la cabeza, deslizó la lengua por el interior del muslo y le mordió la ingle. Danna dejó caer hacia atrás la cabeza y dejó marchar un gemido ahogado.
Jimin tragó saliva, contemplando la escena desde un lado. Bueno, no estaba practicándole sexo oral, pero consideraba que morder en el interior del muslo era lo suficientemente lascivo. Él nunca lo había hecho, y eso que a veces besaba a sus víctimas para desorientarlas con malicia. Y bueno, apreciaba a Yoongi, pero no era tan voyeur como para quedarse ahí y presenciar cómo intimaba con alguien.
Heather pasó por su lado con un rostro vacío y atontado, se unió para bailar con la tercera como si nada de eso les importara.
—Okay —exhaló Jimin, con las manos en los bolsillos—, lo capto. Mañana hablamos.
Yoongi levantó la cabeza rápidamente, tenía la boca llena de sangre y sus ojos parecían desorientados.
—No —alcanzó a decir de manera anhelante.
—Yoon, no sé si...
—Quédate —repitió Yoongi más severamente.
Jimin frunció el ceño. No era una orden (Yoongi nunca le exigía mandatos, en eso consistía su amistad), pero aun así se quedó paralizado en mitad del salón sintiendo que no podía marcharse. Y no estaba del todo seguro de por qué; quizá era porque necesitaba saber por qué diablos estaba con tres chicas, universitarias, en su maldito apartamento en el atardecer, pegándose un festín de sangre como si estuviera ido. Yoongi sabía divertirse, estaba seguro de que en algún punto de su vida había sido promiscuo y peor que él cuando se dejaba dominar por el frenesí.
Sin decir nada, Jimin se fue hacia la puerta. Yoongi fue tan rápido que se plantó como una sombra en mitad de su camino.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué no quieres quedarte conmigo? —preguntó con un timbre extraño—. ¿No tienes hambre?
Jimin no sabía que decirle, así que cruzó los brazos y le sermoneó.
—se supone que la primera norma del edificio es y ha sido hasta hoy, no traer compañía y a humanos de los que alimentarnos.
—Soy el propietario. Hago lo que me da la gana —repuso Yoongi con altanería.
Jimin rodó los ojos.
—Muy bien. Allá tú. Los demás se molestarán contigo —dijo Jimin desganado.
Trató de sortearle, pero Yoongi le agarró una muñeca.
—Quédate —le pidió esta vez de manera más anhelante.
Jimin miró en sus ojos. Por un momento, vislumbró una pincelada de lástima, como si no quisiera sentirse solo. Era raro. No sabía qué demonios le había pasado para tener aquel comportamiento, sin embargo, era su mejor amigo y no deseaba verle tan solo.
Parecía que Yoongi podía leerle como un libro abierto, puesto que notó la debilidad que sentía por él al verle de ese modo. En ese momento, Heather se acercó a ellos, echándose el cabello hacia atrás con una mano.
—Ven. Compártela conmigo —dijo Yoongi con los párpados más bajos.
Sus dedos se deslizaron lejos de su muñeca. Apartó la mirada de Jimin y hundió la cabeza en el cuello de la joven, mordiéndola con apetito. El vampiro más joven trató de contenerse por unos segundos, pero el aroma a sangre era demasiado tentador. La atmósfera, la música, sus colmillos creciendo más largos esperando a hundirse bajo la piel de alguien. Tenía apetito, y la confianza de un Yoongi algo desesperado murmurándole. Finalmente, Jimin dejó que sus impulsos afloraran como debía haber sido. Fue hacia ellos y mordió a la mujer al otro lado del cuello, al mismo tiempo que el compañero. Los párpados de la joven se cerraron, notando al segundo vampiro tomar de su cuello.
Jimin nunca había mordido a alguien al mismo tiempo. Alternar un mordisco era normal entre vampiros de confianza, pero compartir a una mortal al mismo tiempo era algo mucho más íntimo. En el paladar, sentir el pulso rápido de la mujer y una sensación mágica; el otro vampiro sorbiendo como él. El bienestar de compartir una pieza con alguien que también le apreciaba a él, una oleada de placer y bienestar, como cuando tomó de la muñeca de Yoongi para curarse. La calidez de la sangre humana deslizándose bajo su lengua, y en ese momento, la mano de Yoongi deslizándose por su omoplato en una caricia que le alentaba le mucho que a él también le gustaba.
Cuando soltaron a la joven, débil y atontada, se tambaleó, llegando de rodillas a un asiento donde apoyarse. Jimin jadeó su aliento y se relamió muy satisfecho. En los ojos de Yoongi creyó ver un extraordinario apetito. Un erotismo inesperado dirigiéndose hacia él, Jimin retrocedió un paso cuando el peliblanco se acercó lo suficiente. Se sintió extraño, algo asustado por su semblante. Había algo impronunciable en él, pero esas cosas estaban prohibidas entre hermanos y los dos lo sabían. Jimin recordó la experiencia sexual que una vez compartió con Sui y Jungkook, y por un momento, se tragó la saliva diluida con la sangre y desvió la mirada preguntándose si estaba confundiendo las intenciones de Yoongi. Tenía miedo.
No obstante, Yoongi no hizo nada raro. Pasó junto a él, rozándole el hombro con el pecho y Jimin bajó la cabeza creyendo que estaba confundiéndose. La sangre creaba ese tipo de ilusiones, como si todo se recalentase, y por segundos, los impulsos animales e irracionales predominasen sobre sus actos humanos.
Jimin se volvió y le siguió fielmente, mientras el otro tomaba a Meg y se la ofrecía como el segundo aperitivo que podían compartir, esta vez sentándose en el sofá para acariciarla entre ambos.
—Toma lo que quieras, Chim —musitó Yoongi.
Esa noche fue extraña. Si bien no se tocaron, y Yoongi Leone no se sobrepasó con él en ningún sentido, alguna vez le acarició el pelo, apartándole los mechones de cabello cuando terminaba de tomar de otra de las mujeres que les servían como alimento. Lo hizo con una extrema delicadeza, con aprecio, como si su atención sobre él fuera más importante que el consuelo de la sangre y la carne a su servicio. El dedo de Yoongi arrastró los rastros de sangre fresca de su labio inferior en una ocasión, y luego se lo chupó deliciosamente, contemplando la expresión diluida del pelinegro.
Jimin se sentía querido, muy querido por Yoongi Leone.
Quizá, más de lo que jamás pudo llegar a pensar que podría sentir por él. Para Jimin también fundamental, por supuesto, y tal vez no pudiera ser su experiencia más orgullosa, sino un secreto que desde entonces aisló en un rincón de su cabeza. Yoongi continuaba siendo su hermano. Lo único que tenía, después de todo.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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