Capítulo 1
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 1. Habita en mí
«19.23PM». El vehículo continuaba viajando hacia el norte a través una carretera infinita. A setecientos kilómetros de Shadowfell, Taehyung se encontraba sumergido en un periplo sin fin. Él apoyaba los codos en las rodillas, con las piernas flexionadas sobre el asiento de copiloto. Los minutos transcurrían inevitablemente y algo comenzaba a arder dentro de él. Su corazón iba rápido, notaba las punzadas de estrés en las sienes, una nebulosa de tensión que no sabía de donde salía se elevaba sobre su coronilla. Tal vez era por el shock de abandonar Shadowfell y el estado de Virginia. Quizá, por dejar atrás sus planes de vida o cualquier esperanza que jamás hubiera tenido. De en vez en cuando, cuando pestañeaba, podía ver una piedra rojiza y ardiente bajo los párpados. Al principio no oía nada, pero hacía al menos veinte minutos que creía estar confundiendo el ronroneo del motor con los murmullos susurrantes que esta liberaba.
Quería dejar de oírlo. Necesitaba librarse de ello, y del escalofrío que en ocasiones le causaba comprobar de medio lado al astuto compañero que manejaba le acompañaba. Él giró la cabeza, sus ojos se encontraron brevemente y Taehyung sintió un sobresalto.
¿El estrés? ¿La tensión? ¿Por qué de repente se sentía adrenalínico? Como si fuera capaz de saltar por la ventana de un coche en movimiento. Jungkook era Jungkook. Pero llevaba un rato creyendo que volvía a estar en un secuestro. Que él iba a hacerle daño. Y que Jungkook De Fiore tenía la culpa de todo su porvenir.
—Del uno al diez, puntúa tu estado ahora mismo —le oyó decir.
—N-No sé —titubeó Taehyung, sin mirarle.
—Di un número. Vamos —insistió el compañero.
Taehyung apretó los párpados, notó el aliento húmedo de un vampiro mordiéndole el cuello. Su mano sujetándole el cabello de la nuca mientras el agua se colaba en su boca y ojos. Volvió a abrir los ojos y liberó jadeo nervioso.
—¡Catorce! —escupió abruptamente.
—Nos detendremos en esa estación de servicio —Jungkook sonó imperturbable.
—No podemos...
—Ya lo creo que sí.
Al cabo de unos minutos, bajaron del coche y el humano se separó para ir al servicio. En el cuarto de baño, se mojó el rostro con agua del lavabo, se miró en el espejo, comprobando su rostro hundido. Tenía los ojos brillantes y rojizos, sus iris azules destacaban más. En las últimas horas, se había prohibido llorar, siquiera pensar sobre lo que estaba viviendo. Las manos todavía le temblaban cuando recordaba las últimas veinticuatro horas y todos aquellos sucesos.
Jungkook repostó gasolina mientras tanto, luego compró un par de sándwiches, una bolsa de patatas fritas, otra de barritas de chocolate con caramelo y dos latas de cerveza. Taehyung salió del cuarto baño, los dos abandonaron el sitio en compañía y se detuvieron afuera para tomar algo de aire fresco.
En todo eso, el pelinegro sacó una cerveza y se la entregó a Taehyung.
—Bebe.
—No me apetece beber ahora.
—Estás sobrecogido por tus sensaciones. Estar ebrio funcionará, créeme —dijo Jungkook relajadamente—. Yo lo hago.
Taehyung le miró de soslayo. Finalmente, tomó la cerveza de su mano, y a continuación tiró de la anilla y se llevó la bebida a los labios.
—Vale. Ya estoy bebiendo —emitió tras un trago—. ¿Sabes que podría denunciarte por proporcionarme alcohol? Técnicamente, sigo siendo un menor.
—Ya tendremos tiempo para eso —contestó relajado.
Jungkook le entregó la bolsa con algunos víveres mientras regresaban al coche. Una vez dentro, volvieron a ponerse en camino. Taehyung se tomó la primera cerveza y la segunda, estaba completamente mareado después de eso, y como apenas había podido comer por la ansiedad que se le anudaba en el estómago, el alcohol le dio más fuerte de lo esperado.
Afortunadamente, se quedó dormido en el asiento, con la tira del cinturón de seguridad evitando caer como un tronco sobre la palanca de marchas. Mientras tanto, Jungkook volvió a atender al teléfono a través del manos libres del vehículo.
—Dame buenas noticias, Jin —solicitó el vampiro.
—Contrariamente a lo que cree todo el mundo, la magia y la ciencia no se eclipsan. Se complementan —dijo Seokjin al teléfono—. No estoy seguro de que esto vaya a funcionar, pero... Tengo un doctorado en medicina y la chica está conmigo. No hemos parado de trabajar desde las cuatro. ¿Quieres que aúne magia y ciencia en una probeta? Soy tu doctor de confianza.
—Mal momento para rectificar —comentó Jungkook lentamente.
—Dijo que lo hacía por la amistad que habían mantenido durante años. No por ti.
El pelinegro miró de soslayo a Taehyung. Él continuaba dormido, su rostro estaba relajado y sus párpados totalmente cerrados.
—Qué dramática es la condenada —musitó.
—Con una pequeña solución, podría generar una gran cantidad.
—No hemos hablado del pago —Jungkook levantó el mentón al volante.
Seokjin tardó en contestar.
—Conozco a la familia de Taehyung desde que era un crío...
—Oh, de acuerdo. Entonces hablemos de cuanto vais a tardar —prosiguió el vampiro.
—Necesito unos días más para hacer las pruebas pertinentes.
—¿Días? Jin, es urgente. De otro modo, el osito empezará a degollar.
—Oh, ¿estás diciendo que te preocupa? —le oyó suspirar—. Haz tus cosas de vampiro, contenle.
Jungkook liberó un profundo suspiro.
—Mira, no es por mí. Es por él. Lo va a necesitar.
—Te prometo que lo haré lo más rápido posible.
—Tienes veinticuatro horas —presionó Jungkook, apretó el botón táctil y colgó la llamada.
Miró de soslayo al muchacho, advirtiendo que se había despertado. Taehyung posó los iris sobre él, en lo que Jungkook se concentraba en su travesía al volante. El joven se tomó unos minutos antes de evidenciar que les había escuchado:
—No quiero hacerte daño.
Los segundos trascurrían, Jungkook se esforzó por no mostrar ni un solo gesto. Si bien, Taehyung observó cómo apretaba los nudillos sobre el volante.
—Odio que esté ocurriendo todo esto.
—Ya lo sé, amor.
—Tengo miedo...
—Adorable —sonrió Jungkook sin darle importancia.
—Jungkook, abandona el sarcasmo —se quejó Tae—. Pensar en hacerte daño me pone enfermo.
La sonrisa del vampiro se apagó. La marcha del coche comenzó a disminuir paulatinamente, hasta detenerlo en el arcén de una carretera que se rodeaba de frondosos árboles y coníferas. Tras la puesta de sol, hacía mucho más fresco de lo que debería hacer en Virginia.
Tae le vio abrir la guantera y entonces sacó unas esposas plateadas, que sostuvo en el aire brevemente, balanceándose.
—Tengo mis métodos —manifestó Jungkook.
—¿Vas a esposarme? —dudó el humano.
—Temporalmente. Así me aseguro de que seas un buen chico —le guiñó un ojo.
Luego, le indicó un movimiento con la cabeza, y tras una leve exhalación, Tae le ofreció las muñecas. Jungkook pasó los dedos por estas, levantándole las mangas ligeramente. El suave pulgar derecho rozó sobre la piel desnuda de una, casi como si la admirase. Taehyung contuvo el aliento al recordar aquel lejano mordisco, imbuido entre una extraña sensación de deseo y perturbación Jungkook advirtió su reacción.
—Un secreto: en otra vida te esposaría a mí.
Tae bajó la cabeza, viéndose cruzado por un espontáneo rubor. Todavía estaba mareado por las cervezas, por el viaje, porque tenía sueño y había dormido poco. La pulsera de acero llegó después, más fría y molesta. El compañero cerró la primera y se hizo con la segunda tranquilamente, asegurándose de que estuvieran bien cerradas.
—¿Incómodas?
—No. Están bien —sonó conformista.
Jungkook volvió a colocarse el cinturón, le dio a un botón del vehículo para comprobar el GPS, y luego volvió a pisar el pedal, poniéndolo en marcha.
—A todo esto, ¿a dónde vamos? ¿Estás llevándome a Canadá en coche?
—Sí.
—¿A dónde? Venga, Jungkook. Llevo más de diez horas contigo en este coche —sopló cansado.
—Estamos lejos de Virginia. Eso es todo cuando necesitas saber —contestó Jungkook.
Tae se hundió levemente en el asiento.
—Vale... Y, ¿Cuándo llegaremos?
—Duerme. Te despertaré cuando lo hagamos.
Taehyung se rindió con las preguntas. Apoyó la mejilla en el asiento de medio lado y entornó los párpados. Dormir esposado era incómodo, pero era todo cuanto le quedaba. Había anochecido, la carretera estaba oscura, no se cruzaban con nadie en un buen rato, y lo único que le quedaba por mirar era el reflejo de las diminutas luces interiores del auto sobre el perfil de Jungkook.
Al cabo de un rato, se le cerraron los ojos y se quedó dormido. Un rato después, había perdido la cuenta de cuánto tiempo había pasado. Era más de medianoche, el camino se había cerrado, y el vehículo brincaba levemente mientras Jungkook conducía por una zona más árida donde ya no quedaba asfalto.
El muchacho se llevó las manos esposadas a la cabeza y luego se frotó un poco los ojos.
—Feliz cumpleaños —dijo Jungkook.
Taehyung le miró de soslayo. Acto seguido, se fijó en la hora que marcaba el panel táctil del auto.
—Oh —suspiró débilmente.
Estaba sin palabras. Y lo cierto era que se sentía igual
—Nos encontramos cerca. Unos minutos más —prosiguió el compañero.
—¿Estamos en un bosque?
—Ding, ding, ding. ¡Premio!
—Este lugar parece siniestro —Taehyung observaba a través de la ventana.
Estaba tan oscuro que apenas podía atisbar algo. Había innumerables árboles y una espesa y oscura vegetación por todas partes. No sabía cómo era que Jungkook podía estar conduciendo en esas condiciones. En unos minutos, empezó a descender la velocidad y Taehyung alcanzó a ver la silueta de una construcción. La grava sonaba bajo los neumáticos. El coche se detuvo a unos metros de una casa de madera; era tosca, no demasiado grande, similar a una cabaña.
—Quédate aquí —le recomendó Jungkook, y salió del auto.
Él cerró la puerta de piloto y se desplazó frente a las luces del coche, en dirección a la cabaña. Taehyung le perdió de vista en mitad de la oscuridad. Se quedó en el auto a solas, en el más tenebroso silencio. Los minutos comenzaron a volverse largos hasta hacerle perder la paciencia.
Taehyung se quitó el cinturón dificultosamente y después trato de abrir el auto. Estaba poniendo un pie afuera, cuando Jungkook regresó junto a él. Le sujetó la puerta mientras salía y Taehyung notaba como el fresco nocturno le calaba la ropa.
—Vale. Todo está en orden.
—Hace frío —suspiró Taehyung—. ¿Hay alguien ahí dentro?
—Lo único que temía es que se hubiera colado algún roedor.
Jungkook le agarró el codo y le empujó sutilmente para que caminara.
El castaño notó cómo un repelús le subía por la espalda. El toque le provocó una desagradable sensación. Él, miró a Jungkook de medio lado y vislumbró cómo sus ojos se volvían rojos, sus cuencas negras, un músculo bajo su tórax se iluminaba con un destello plateado. Era su corazón.
De pronto, Taehyung emitió un jadeo seguido del corte de su respiración. El sobresalto le invadió, trató de forcejear con Jungkook, pero él le sujetó firmemente.
—Soy yo, Tae. Mírame —insistió.
El ambiente comenzó a diluirse. Taehyung notaba el bombeo de la sangre en los oídos, la respiración rápida y el cuerpo acalorándose.
—¿Q-Qué ha sido eso?
—Tu instinto cazador.
—He visto algo...
Jungkook arrugó el ceño.
—Muévete.
El humano dio varios pasos más y vio una rama en el suelo. De repente, notó un susurro tras la oreja. Una sutil voz que le sugería defenderse. Debía hacerlo.
Matar. Matar a aquella bestia nocturna que le escoltaba.
Taehyung pisó la rama, se inclinó para arrancar un trozo puntiagudo, y rápidamente, se abalanzó sobre Jungkook para clavárselo. El trozo atravesó un costado del pelinegro, él contuvo el aliento unos segundos, y de un movimiento, tumbó a Taehyung en el suelo. Sobre la tierra húmeda y fría, musgosa, y cubierta de hojas muertas que comenzaron a arremolinarse bajo la trifulca. Taehyung tragó de golpearle y Jungkook se defendió. Advirtió cómo su fuerza se había incrementado, y vislumbró, esa esporádica agresividad que nunca antes había visto asomar en sus ojos.
—¡Te mataré! —masculló Taehyung con un tono mucho más ronco.
Jungkook se sacó el trozo de rama del costado, presionó suavemente con la rodilla por encima del pecho y le sujetó las manos esposadas por encima de la cabeza.
—Suerte que todavía no eres tan ágil —respiró Jungkook.
Taehyung exhaló una sonrisa que derribó al compañero.
—No soy ágil, pero soy muy flexible —Tae pasó una rodilla entre él y su pecho, le rodeó el cuello con la pierna, intentando hacer una llave.
Jungkook se quedó aturdido. Su eventual sorpresa y titubeo, le permitió a Taehyung que se lo quitara de encima. A continuación, el chico rodó hacia un lado y trató de arrastrarse angustiosamente para volver a tomar algo. La tierra se le metía bajo las uñas, las hojas en la boca, buscaba lo que sea con lo que atacarle.
—¡Chupasangre! —gritó descontroladamente.
Jungkook ya estaba de pie, junto a él. Le contemplaba con una ceja arqueada. Él se acuclilló y le agarró por la espalda para levantarle de un simple tirón.
—Amor, no subestimo tu flexibilidad. Pero, ¿qué tal si tenemos la noche en paz?
—Hijo de puta, te voy a... ¡Ah!
Jungkook tiró de él y se lo cargó sobre un hombro como si fuera un saco de cemento. La cabeza de Taehyung quedó bocabajo, con la frente pegando a la zona baja de la espalda. Él movió las piernas para zafarse, sin embargo, el agarre del vampiro era demasiado firme. Toda la sangre se le estaba subiendo a la cabeza, y finalmente, Taehyung se rindió mientras le cargaba en dirección a la cabaña.
Le soltó en el suelo. El más joven se sentía aturdido. El interior de la cabaña estaba oscuro, olía a humedad, a madera, a hoja de pino. El ambiente era denso. El corazón le iba tan rápido que estaba mareado, y su vello permanecía tan erizado como escarpias.
Jungkook estaba haciéndose cargo de sus esposas, las cuales enganchó a un radiador metálico de pared. Una vez logrado, se incorporó y le dio de lado.
—¿Qué es este lugar? —formuló Taehyung.
—Viví aquí un tiempo. El pueblo más cercano queda a seis kilómetros. Lo único que hay a la redonda son árboles y animales —contestó mientras se movía por la cabaña.
Jungkook prendió una lámpara de aceite con una cerilla. Después se largó de la casa. Las luces del automóvil que brillaban a través de las ventanas se extinguieron. Él rodeó la casa, en busca del generador de electricidad. Se demoró unos cuantos minutos tratando de encenderlo, entre la cuerda de carga y la manivela que forzó para revivir el cachivache.
Al regresar a la cabaña, traía de vuelta varias bolsas; la de la escasa comida que llevaban encima y la ropa de Taehyung. Jungkook vislumbró al muchacho inmóvil, cabizbajo y con un rostro más tétrico.
—Mañana debo salir. Necesitamos gasolina para el generador. Servirá esta noche, pero...
—Quiero saber algo —interrumpió el humano.
Jungkook pulsó un interruptor de luz, se dirigió a la cocina.
—¿Mataste tú a esa mujer? A la novia del tío de Dave —continuó Taehyung.
El azabache no le proporcionó ninguna respuesta.
—Sé atar cabos, Jungkook —el timbre de Tae temblaba—. La mataste cuando Soobin estaba con ellos. Le dejaste morir. Por tu culpa, perdí a mi hermano.
Jungkook se apoyó en la pequeña encimera de la cocina y le echó una mirada.
—No es mi culpa que el idiota de tu hermano frecuentase a los licántropos. Él siempre se ha codeado con el peligro, ¿crees que puedes seguir exculpándole, mientras culpas a los demás de todo lo que sucede? —articuló Jungkook con dureza.
Taehyung rompió en un extraordinario rencor:
—¡Eres un egoísta! ¡Un cerdo! ¡Un hipócrita! —escupió—. ¡Demonio!
El vampiro entrecerró los párpados.
—Sí, soy todo eso, Taehyung. Por eso soy el único que te ha salvado el culo. El único que se ha preocupado por ti y te ha sacado de ese puto infierno de Shadowfell. ¿Quieres volver? ¡Vamos! ¡Ve! ¡Corre! —le gritó—. ¡Lánzate a por Sui, para que te saque el corazón como a tu tía! O mejor, ve con Jimin. Apuesto a que ahora que ha desactivado su humanidad, estará encantado de hacerte el amor y desmembrarte en el proceso.
—¡Cállate! ¡Jimin debía estar muerto hace tiempo!
Entonces, Taehyung trató de agarrar algo para lanzárselo, pero no había nada a su alcance. Golpeó las esposas contra el radiador metálico y luego tiró con fuerza, intentando librarse de ellas.
—¡Suéltame! ¡Quítame esto!
—En cuanto te calmes —se cruzó de brazos.
—Ya sé que es lo que te preocupa. Que hasta yo mismo te odie como nunca nadie más lo ha hecho —no podía controlar su lengua.
—Ve poniéndote a la cola —le provocó.
—¡Debías haber muerto con Sui! —exclamó ronco.
Jungkook ni siquiera se inmutó con aquello. Tae se encontraba jadeando por la cólera, tenía la vista neblinosa por las lágrimas, por la rabia. Los ojos más rojizos, con dos ojeras grises en los párpados inferiores.
—Ódiame, Taehyung. Vamos —masculló Jungkook casi disfrutándolo. Se aproximó con unas largas piernas—. Vuelca todo tu odio y todo tu dolor sobre mí. Mientras tanto, yo continuaré manteniéndote con vida y evitando que la puta marca que se encuentra detrás tu oreja no te consuma.
Se marchó de su vista. Cuando estuvo a solas, Taehyung tragó saliva con dificultad. Notaba como una gargantilla de espinas alrededor de la garganta. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Tenía los dedos helados y engarrotados. El sollozo se hizo con sus cuerdas vocales y respiración. Una extraña sensación reptaba por su nuca, se colaba por su oreja, como un gusano susurrante. Le ardía todo el cuerpo y sentía que iba a explotar.
Era insoportable. Comenzó a golpear el radiador con las manos, con las muñecas esposadas. Gritó por la rabia, por la ira e impotencia que sentía. Dolor por la muerte de Everly. Por la pérdida de Soobin. Por la muerte de... Jimin...
Y todo su interior le gritaba que era su culpa.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Al cabo de unas horas, Taehyung abrió los ojos y empezó a espabilar. Tenía la mitad de la cara pegada al radiador apagado, su postura era muy incómoda. Sus ojos se toparon con los negros de Jungkook con un sobresalto.
Taehyung bajó la cabeza; tenía una fina manta sobre las piernas. La casa parecía un poco más cálida, y supuso que era por la leña que ardía en la chimenea. En ese momento, el vampiro se acuclilló ofreciéndole un sándwich.
—No has comido casi nada desde ayer. Se supone que los humanos coméis todo el rato.
El muchacho agarró el sándwich que le ofrecía dificultosamente. Le dio un mordisco y luego señaló con la cabeza al vaso de plástico que Jungkook estaba rellenando con una botella de licor.
—¿Y eso? —dudó.
—Ron. Dejé media docena en el sótano —le acercó el vaso a los labios—. Bebe.
Taehyung le dio un trago e hizo una mueca.
—Está asqueroso —se quejó.
—Tómatelo —insistió Jungkook—. Cuantos más mililitros tengas en sangre, menos me vas a odiar.
Taehyung no dijo nada, aceptó su oferta y la segunda vez lo vació de un trago sin borrar su mueca de asco.
—Me va a dar un coma etílico —agregó sarcásticamente.
—Te haré el boca a boca si sucede.
—Muy alentador —Taehyung le dio un mordisco al sándwich.
—¿Me morderías la lengua si te besara? —dudó el vampiro con una ceja arqueada.
—No, si no me la metes —contestó el otro.
Jungkook le dedicó una expresión graciosa. Las comisuras del muchacho se curvaron un poco mientras mordisqueaba la comida. El compañero estuvo paseando por la estancia; parecía haber recogido algunas cosas, además de cortar leña en algún lado para preparar la chimenea.
Taehyung advirtió que estaba amaneciendo. Había pasado toda la madrugada esposado. Estaba incómodo, se sentía sucio y a pesar de la chimenea, el suelo estaba frío. Fijar los iris en el fuego le ponía melancólico. Eventualmente, reflexionó sobre la leña que Jungkook debía haber cortado tras la cabaña. Estaba seguro de que podía hacer una estaca con ella y atravesarle el corazón para matarlo.
—¿Cómo te sientes? —Jungkook se acuclilló ante él.
El castaño apretó los párpados brevemente.
—Fatal.
—¿Borracho?
—No puedo dejar de pensar en matarte —confesó.
—No permitiré que lo hagas, si es lo que te preocupa —Jungkook ladeó la cabeza, observándole.
El muchacho le miró relamiéndose los labios.
—¿Cómo lo haces? ¿Cómo soportas que sea así?
—Porque no eres tú. No, del todo —contestó lentamente.
Los segundos pasaron mientras los dos suspiraban.
—¿Cuánto tiempo crees que pasara sin que intente volver a atacarte?
—Con suerte, mañana tendremos noticias de Seokjin. No perdamos la esperanza.
—¿Significa eso que voy a pasarme otras veinticuatro horas esposado?
—Mnh. Lamentablemente —asintió.
—Pues necesito ir al baño —dijo Tae más tímidamente.
Jungkook estiró las manos y se encargó de sus esposas para desengancharle. Acto seguido, tiró de él ayudándole a levantarse.
—Levanta —dijo con neutralidad.
El castaño se levantó como pudo, la habitación le daba vueltas y sus pies se fueron tanto para un lado como para otro. Sin saber muy bien cómo, acabó contra el duro pecho de Jungkook, entre un par de brazos que le confundían transmitiéndole sensaciones muy contradictorias.
—Eh —murmuró Jungkook de cerca—. Cuidado.
—E-Estoy mareado —masculló Taehyung con el rostro desencajado.
—El ron —Jungkook le redirigió por los codos, empujándole gentilmente hacia el cuarto de baño—. Camina, mocoso.
—Confiésalo. Disfrutas de esto —murmuró Tae mientras caminaban.
—Me has pillado —ironizó el otro.
Jungkook abrió la puerta y le dejó que entrara. Era un cuarto de baño pequeño, con la tarima de madera, una placa de ducha sencilla, inodoro y lavabo.
—¿También quieres que te la sujete? —formuló Jungkook ante su indecisión.
Taehyung cerró finalmente la puerta tras él. Con las manos esposadas, se encargó de lavarse la cara (tenía un rostro terrible), atender a sus necesidades y después se sentó brevemente tratando de serenarse. Sentía como si estuviera flotando sobre el mar, como si todo se balanceara y pronto fuera a vomitar. Por culpa del alcohol también le ardía la cara.
Una vez que salió, tuvo que sujetarse en el marco de la puerta.
Afortunadamente, Jungkook le rescató y se lo llevó a otro lugar lejos del radiador metálico donde había permanecido esposado. Él se dejó caer en el sofá rezagado y luego golpeó levemente su regazo con la mano.
—Ven —sugirió Jungkook.
Taehyung se sentó al lado un poco aturdido.
—Pon la cabeza aquí. Y duérmete —agregó el pelinegro.
—¿No sería mejor, que...? —dudó el humano.
—Estaré pendiente. Sólo intenta dormir —insistió.
Se le hizo más raro de lo que pensaba. Taehyung se tendió en el sofá, y haciéndose un ovillo de medio lado, apoyó la cabeza encima de uno de sus muslos. Jungkook le dejó caer una manta despreocupadamente sobre sus piernas, suspiró cansado y se mantuvo en silencio. Habían sido demasiadas horas de viaje, demasiado estrés. Estaba molido, si bien, había estado chupando de una bolsa de sangre que alcanzó a llevarse. No obstante, debía preocuparse por el mantenimiento de su alimentación, así como la de Taehyung.
Apenas le quedaban más que dos barritas energéticas y varias botellas de alcohol del sótano para sobrevivir. Estaban jodidos.
Jungkook notó cómo el compañero se resistía a dormir. Tae se movía un poco, colocando las manos enlazadas bajo la barbilla, con la mejilla hundiéndose sobre su muslo. Sus pupilas permanecían sobre las cálidas llamas de la cercana chimenea, reflejando parte del resplandor.
El pelinegro sintió el impulso de estirar la mano y posarla sobre el pelo despeinado. Sus dedos se hundieron muy suavemente, en una caricia que él también le conmocionó. Los ojos de Taehyung comenzaron a cerrarse lentamente, disfrutando del cuidadoso tacto de sus yemas.
—Estamos solos —oyó decir a Taehyung.
—Sí —murmuró Jungkook.
—Solos, de verdad.
Ante el silencio, unas lágrimas se desbordaron de los ojos del muchacho. Jungkook se quedó quieto, vislumbró como el otro se frotaba levemente los ojos irritados con los nudillos.
—Crees que el dolor no terminará nunca, pero no es así. Debes interiorizarlo —manifestó el vampiro con largas sílabas—. No luches contra él, es más grande que tú. Tienes que ahogarte en ello para finalmente empezar a nadar. Y cada último aliento con el que luches te hará más fuerte. De este modo, vencerás.
Los segundos transcurrían lentamente, la leña candente chasqueaba y las lenguas de fuego se revolvían suavemente en la chimenea a unos metros.
—¿Alguna vez has sentido eso? —preguntó Taehyung en voz baja.
—Sí —contestó Jungkook.
—Tú también has vivido un infierno.
El mayor no agregó nada. Permanecían en un cómodo silencio, notando cómo el cansancio calaba en sus huesos.
—Lo siento —murmuró pelinegro.
Taehyung notó una punzada en el corazón.
—Tienes razón. Dejé allí a tu hermano cuando ese lobo me mordió —declaró Jungkook.
—¿Por qué? —quiso saber.
—Honestamente, me daba igual. Todo el mundo me da igual, Taehyung —expresaba—. Esa es mi maldición.
Había sonado rotundamente sincero, por lo que el humano no tuvo nada que replicar. Entendió que no tenía derecho a hacerlo, a pesar de que sus actos dejaran que desear.
Taehyung se giró para mirarle. Se quedó bocarriba, contemplándole desde abajo.
—Si todo el mundo te da igual, ¿por qué estás aquí... conmigo?
Jungkook tardó en contestar:
—Será que estoy chiflado —suspiró sin mirarle.
Finalmente, el castaño cerró los ojos y volvió la mejilla sobre el muslo para intentar descansar algo. Necesitaba dormir. Y esta vez, el alcohol hizo su efecto, puesto que se quedó muy atontado sobre su pierna, con la mano del vampiro regresando a su sien para acariciarle suavemente, recordándole que estaba allí pese a que bajo sus párpados tan solo encontrara pesadillas. Su tía muerta, su hermano muriendo bajo el ataque de unos lobos, su réplica física con un Jimin oscuro y maldito...
Y volvió a ver aquella daga. Estaba en un soporte metálico, bajo una vitrina de cristal, en una sala con paredes de piedra y una moqueta rojiza. El tintineo metálico de su hoja le llamaba.
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Todavía estaba aturdido cuando comenzó a recuperar la consciencia. Sus pupilas estaban sobre sus labios, él levantó la vista con irascibilidad mientras el vampiro le sujetaba el rostro.
—No te vas a mover, no harás nada peligroso —le decía Jungkook—. Vas a mantenerte aquí, quieto, mientras no esté.
—Sal de mi cabeza —masculló irritado.
—Tu instinto de cazador se resiste a la compulsión, amor. Abre tu mente. Sabes que confías en mí —le persuadió.
—J-Jungkook...
Taehyung sentía rabia en aquel momento, mientras Jungkook volvía a repetirle esas palabras que hacían mella lentamente en su cabeza.
—Repite conmigo: tres tristes tigres comieron trigo en un trigal.
—Tres tristes tigres... Eres un abusón —le llamó Taehyung.
Jungkook se distanció mordisqueándose la lengua burlonamente.
—Vale. Funciona a medias. Supongo que todavía no eres lo suficientemente fuerte para mantenerme afuera —comentó el vampiro, y luego se levantó del sofá.
—¿P-Por qué haces esto?
Él tiró de las esposas de Taehyung, el joven se puso en pie advirtiendo que ya no estaba mareado.
—Porque voy a salir y tardaré un buen rato. Necesito que te portes bien.
Jungkook agarró sus esposas al grillete que había preparado junto a una columna. Arrastró una butaca hasta él, pidiéndole que se sentara.
—A ver, cosita. ¿Qué es lo que vas a hacer mientras no esté? —formuló inclinándose.
—Voy a portarme bien —dijo Taehyung de forma automática.
Se mordió la lengua instantáneamente, notando cómo la vergüenza trepaba hasta su rostro.
—¿Y?
—Voy a mantenerme aquí, quieto, sin hacer nada peligroso —prosiguió.
—Eres un buen chico —dijo Jungkook.
A continuación, el pelinegro le dejó una botella de agua junto al sillón y después se colocó la cazadora.
—Volveré en unas horas, ¿de acuerdo?
—J-Jungkook. No te atrevas a dejarme aquí, esposado.
—Chao, cielo —él le guiñó un ojo.
—¡Jungkook!
El vampiro salió de la casa cerrando la puerta de sí. Taehyung oyó el murmullo del motor en el exterior. Vislumbró la silueta del vehículo largándose a través de las cortinas.
Las horas pasaron y la espera se alargó desmedidamente; todo en lo que podía pensar era en que debía escapar. Tal vez si se rompía una muñeca para sacar la mano y alcanzar algo con lo que abrirse las esposas. A lo mejor podría romper el grillete que le sujetaba con su nueva fuerza. Taehyung se esforzó en tirar sin lograr ningún resultado, pero de vez en cuando, su cabeza le repetía la orden que Jungkook le había hecho asimilar: «voy a portarme bien. No voy a ir a ningún lado», y la cual omitía toda su fuerza de voluntad.
La chimenea se había apagado hacía un buen rato, las luces estaban encendidas al atardecer. Taehyung tenía hambre, y también necesitaba ir al baño. Le dolían las muñecas, tenía la piel irritada bajo estas.
Estaba desesperándose mientras las imágenes, susurros impensables, y cosas que no entendía inundaban su mente y atacaban a su conciencia. Él sacudió la cabeza tratando de librarse de aquellas escenas, gimió, tiró de las esposas de nuevo y pidió en voz alta que parase. Estaba volviéndose loco. Sólo podía pensar en estacas, en fuego, en un hacha, en una ballesta y aquella daga plateada. Matar. Matar a Jungkook.
«Jungkook no era real, no era bueno. Era un chupasangre se hacía pasar por su amigo», se decía a sí mismo. Odiaba a Sui, a Jimin, a ese híbrido que había asesinado a la abuela de Rayna y había separado a su familia. Taehyung jadeaba desesperado, apretaba los párpados y le pedía a su cabeza que, por favor, aquello parase de una vez.
Al cabo de un rato, el ronroneo del mismo automóvil llegó a la cabaña. Taehyung se encontraba totalmente desquiciado, Jungkook entró por la puerta con nuevo equipaje, algunos víveres y suministros para su estancia en la cabaña.
—Me extrañabas, ¿amor? Traje algunas cosas.
Supo que Taehyung no estaba cuando vislumbró su rostro; ojos rojizos, casi fuera de las órbitas, rostro desencajado y pálido, con dos grandes ojeras grises. Las mejillas más hundidas, por la falta de apetito.
—¡Han pasado seis horas! ¡Seis! ¡Ni siquiera he podido ir al baño! ¡Me prometiste que sería rápido! —le reprochó el muchacho.
Jungkook dejó un par de mochilas en el dormitorio y luego regresó al salón.
—Quizá debí haberte exigido que me dieras un besito en la mejilla al regresar a casa.
—Esto no es un juego —siseó Taehyung—. Déjame moverme, por favor. Quítame estas esposas, llevo cuarenta y ocho horas con ellas, ¡quítamelas! —jadeó con ansiedad.
—Estás fuera de ti, Tae. Calma —Jungkook se aproximó a él—. He traído comida, combustible para el generador eléctrico, y ropa para el bebé cumpleañero. ¿Sabes cuánto me ha costado hacerme con un par de bolsas de sangre en ese jodido pueblo?
Taehyung volvió a tirar de las esposas con desesperación, una y otra vez, hasta lastimarse a sí mismo.
—¡T-Te voy a matar! —bramó colmado de ira.
Jungkook se sacó un bote de pastillas del bolsillo. Era negro, y carecía de etiqueta.
—Seokjin nos ha enviado esto. En realidad, es lo que fui a buscar.
—¿Vas a drogarme? N-No pienso tomar nada más.
—No voy a drogarte, amor.
Jungkook desenroscó la tapadera, inclinó el bote y sobre la palma de su mano se deslizaron algunas pastillas de color rojo, con forma cilíndrica. Taehyung sintió un gran rechazo ante el medicamento, se encogió, y moviendo la cabeza, comenzó a buscar una posible salida.
—Son píldoras. Fui a recogerlas al post más cercano de envío, a unos kilómetros. Afortunadamente, han llegado en ocho horas —continuó Jungkook—. Le pedí al Doctor Kim que fuera rápido.
—Sácame, sácame de aquí... Déjame salir...
—Tiene sangre de bruja en polvo. Tu examiga brujita accedió a colaborar una última vez. Prepararon una mezcla de esencias y plantas, con su sangre —le contó sujetando la píldora entre los dedos—. La mocosa cree que bloqueará el instinto de caza. Y, bueno, si funciona, Seokjin hará más —extendió la palma ofreciéndole la pastilla—. Debes tomar una al día.
Taehyung no tomó la píldora, es más, se mostró reacio a hacerlo. Jungkook liberó un profundo suspiro y cerró la palma.
—Amor, si no lo haces, te voy a tener que obligar.
—N-No voy a tomar nada, puto monstruo —masculló fuera de sí.
Jungkook se masajeó la sien con el dedo. Se fue hacia la cocina para rellenar un vaso de agua que trajo al momento.
—No te acerques. No te atrevas a...
—Una de dos, o te fuerzo mentalmente o te la meto por la garganta. Tú decides cuál es la menos traumática.
El vampiro se acercó a él, Taehyung apartó la cabeza mientras él le aproximaba la píldora a los labios.
—¡No! ¡No! —jadeó el castaño.
—Vamos, Taehyung. Debemos comprobar si funciona —insistía con firmeza.
—¡Que no! —se quejaba Taehyung.
Los dos entraron en un rápido forcejeo, Jungkook le sujetó el mentón con la mano y le mostró su peor cara. Sus ojos se ensombrecían por la falta de paciencia.
—¡Te he traído aquí! ¡Te he sacado de ese puto lugar mientras todo se venía abajo! ¡¿Y no eres capaz de tomar una maldita píldora por mí?! —exclamó Jungkook duramente.
El castaño se acongojó por su rostro. Se vio asaltado por los flashbacks Jimin, atacándole. De sus ojos oscureciéndose y sus afilados colmillos apurando en su cuello. De sí mismo, sentado en la cama de su dormitorio con un vaso de cristal con sangre en el fondo. Jungkook pidiéndole que confiara en él. Entonces dio un trago y notó el alivio instantáneo. En el último segundo, recordó la textura de sus labios sobre los suyos. De sus manos enlazadas, mientras le arrastraba por un bosque oscuro.
Taehyung se dio cuenta de hasta dónde habían llegado. Su comportamiento era nefasto, pero no podía evitarlo. Y Jungkook tenía razón: no estaba siendo él. Algo más le obligaba a odiarle, corrompía su mente sólo por ser un vampiro.
Poco a poco, Taehyung se quedó quieto. Abrió los labios mientras Jungkook empujaba la píldora en el interior de su paladar, ligeramente sorprendido por el cambio de su rostro. Luego le acercó el vaso de agua para que pudiera dar un trago. Unos instantes antes de tomársela, Taehyung sintió un manojo de ansiedad en el pecho; miedo, rechazo, angustia.
El lento trago de agua le cruzó el esófago y refrescó lentamente. Después, Jungkook lo apartó y tomó un poco de distancia. Taehyung exhaló su respiración muy despacio. El corazón le iba rápido, comenzó a serenarse mientras se juzgaba a sí mismo sintiéndose como un auténtico miserable. Miró a Jungkook pesaroso, quien le devolvía la mirada con unos iris negros y crípticos que se cernían sobre él.
—¿Y bien? —formuló el mayor.
Taehyung notó cómo el pulso molesto y ansioso que le advertía del peligro disminuía, se evaporaba, casi desaparecía hasta hacerle sentirse como un estúpido. De repente, advirtió el descenso de su estado de anímico; estaba destrozado, cansado, deprimido. Se sentía muy avergonzado.
—Dios —exhaló el muchacho—. Qué he hecho...
Jungkook volvió a acercarse a él, pero de repente, Taehyung entró en pánico.
—No, no. ¡Aléjate! Anoche te apuñalé. Puedo volver a hacerte daño. V-Voy a hacerlo.
—Estoy bien —alegó Jungkook sin tomar.
—Te he dicho cosas horribles —prosiguió.
—No me has herido lo más mínimo —resolvió Jungkook.
Taehyung hundió la cabeza sobre las manos esposadas.
—Quería matarte. He querido hacerlo desde que salí de ese coche.
—Ponte a la cola de personas que han querido acabar fervientemente conmigo.
—¿Puedes tomártelo un poco en serio? —se quejó Taehyung.
—Me lo he tomado. ¿Por qué crees que te he mantenido dos días esposado?
Jungkook se inclinó junto a él, con una llave abrió los grilletes en los que se mantenían unidos las esposas y las liberó. Taehyung ni siquiera se atrevía a mirarle.
—Vamos, Tae. No tengo miedo —manifestó el pelinegro—. La píldora ha funcionado.
—No lo sabemos. Todavía no es seguro —musitó.
—Tomaré el riesgo.
Seguidamente, abrió las esposas, retiró la primera y después la segunda, dejándole las muñecas desnudas. La piel yacía irritada, rojiza y levantada allá donde el metal se había estado clavando. Taehyung se pasó las yemas por las dolorosas marcas, una muestra de cuánto se le había ido la cabeza esas horas.
—¿Cómo te sientes? —preguntó el vampiro.
—Mal —bajó la cabeza—. No deberías tocarme. ¿Qué tal si mi instinto se activase de nuevo e intentara matarte?
—172 años vivo, amor. Si tengo que morir, al menos que sea por un buen motivo.
Jungkook le acariciaba el dorso de las manos con las yemas, y seguidamente, besó por encima de sus nudillos. Taehyung se fijó en sus dedos, los cuales se estaban acariciando. Eran finos y largos, con nudillos esbeltos y no demasiado huesudos. Estaban un poco menos tibios, con esa falta de temperatura que le caracterizaba.
—¿Amigo? Me dijiste que no podías serlo.
—Y ahí estaba yo —suspiró Jungkook—. Siendo un absoluto egoísta... Y un capullo.
El muchacho estiró los brazos y le abrazó el cuello inesperadamente. Jungkook permaneció quieto, soportando esa desbordarte y eventual calidez que le arañaba un corazón de piedra.
—Estoy bien. No tienes por qué preocuparte.
—No. Tú también has perdido a tu familia —declaró Taehyung con aflicción—. A tu hermano. Lo siento mucho, Jungkook. Siento todo esto...
Jungkook entrecerró los párpados. Silenciosamente, se alegró de que el Taehyung que conocía estuviera de vuelta. Él le estrechaba con un doloroso afecto, y cuando estuvo a punto de separarse, Jungkook se lo impidió cerrando los brazos tras sus hombros.
—No te muevas. Quédate así un poco más —murmuró el pelinegro.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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