Capítulo 8
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 8. Lazos de Unión
Debía hablar con alguien, pero no sabía si podía hacerlo. Cargar el peso de algo tan fuerte como la existencia de los vampiros, era demasiado. El domingo por la mañana, Taehyung se miró la mano vendada. La herida permanecía allí, volviéndole la piel más brillante, rojiza y dolorida, como un recuerdo de lo que había sucedido.
¿Se habría marchado Jimin de Shadowfell? ¿Estaría todavía haciendo la maleta?
Taehyung apretó los párpados y hundió la cabeza entre los brazos. Odiaba sentirse así, tan asustado, tan paralizado, tan... solo...
Esa soledad, ese sentimiento de que no podría seguir adelante, como cuando perdió a sus padres. Si él desaparecía... Tenía miedo de Jimin De Fiore, sí. Pero no por eso podía pasar por alto lo que sentía. ¿Por qué le dolía el pecho de esa manera? ¿Por qué seguía acariciando el corazón frío y brillante de su pulsera, como si pudiera sentirle?
Jimin no le había hecho daño, a fin de cuentas. Le había mentido. Le había ocultado cosas. Pero le había confesado que ya le conocía antes de que oficialmente se conocieran en el instituto. ¿Quería decir eso que había entrado por él? ¿Por qué?
Taehyung salió del dormitorio, Soobin todavía dormía a media mañana. A él le sorprendió que llegara cerca de las tres de la madrugada; cuando normalmente ni siquiera lo hacía cuando Eve no estaba en casa. En el rato silencioso y vacío que pasó merodeando por la casa, Taehyung recordó a sus padres. Su brillante y alegre madre, su pasota y adorable padre, que trabajaba como doctor en el hospital de Shadowfell.
Todo el mundo los había olvidado, pero él no. Él, Soobin, Everly. La vida y la muerte se comportaban como el agua y el aceite, pero tras todo ese tiempo, Taehyung sabía que se enlazaban y fundían de una forma más lacónica. ¿Qué sentido tenía tener miedo de Jimin? ¿De la muerte? ¿De lo que fuera que pudiera pasarle?
Se cruzó a Soobin más tarde, cuando salió al porche con ese terrible rostro de resaca. Llevaba un chándal gris y unas deportivas. Taehyung rellenando el bol de comida de Mike, su querido perro.
—¿Tanto has bebido? —le preguntó Tae, volviendo a incorporarse.
—No sé. Me duele una barbaridad la cabeza —contestó su hermano.
—Te haré un café...
Taehyung pasaba por su lado, cuando el timbre de Soobin le detuvo antes de llegar al porche.
—No sientes, que a veces, ¿todo es demasiado raro?
El hermano mayor giró la cabeza, y después se volvió hacia él con los ojos muy abiertos.
—Me refiero a que —continuó Soobin—, nada está en su sitio. Es como si hubiera un montón de piezas desaparecidas. Y mientras todos continúan cómodamente con su vida, nosotros, nos preguntamos...
—¿Si tenemos permiso para vivir? —adivinó Taehyung.
Soobin bajó la cabeza, con un leve asentimiento. Y Taehyung lo entendía perfectamente. Quizá esa era la conversación, la conclusión, la moraleja que necesitaban. No podían ser normales en un pueblo lleno de gente común. No podían optar a vivir en paz, después de haber sido pateados de una vida feliz, tan jóvenes.
Taehyung lo entendió frente a su callado y problemático hermano. Fue hacia él sintiendo cómo una nueva fuerza surgía en su interior.
—A nadie le importas, Soob —le comunicó duramente—. Han olvidado que nuestros padres han muerto porque tienen sus propios problemas; han pasado página. Y nosotros deberíamos intentarlo.
—Te he visto en el cementerio todos los fines de semana —Soobin entrecerraba los párpados—. ¿Así es como tú pretendes pasar página?
Taehyung negó con la cabeza, mordiéndose el interior de la boca.
—Nos hemos dejado dominar por el miedo. Un miedo paralizante —dijo.
—Tener miedo es natural. Lo que no es natural, es sentir que no puedes avanzar —añadió su hermano, complementándolo.
Cada uno hablaba de sus cosas, y era curiosa la forma en la que coincidían, habiendo huido del mundo para posteriormente refugiarse de la única forma que sabían. Taehyung había encontrado a Jimin, no obstante. Aunque no paraba de empujarlo, sintiendo que era demasiado. Demasiado bueno, demasiado malo. Demasiado confortante y cálido, demasiado abrasador y peligroso. Ese tipo de miedo, el miedo a amar algo que escapaba de su control, también le había dominado.
—A papá y a mamá no les gustaría esto —suspiró.
—Tampoco les gustaría saber que el otro día, te culpé por ello —dijo Soobin esporádicamente—. Y por eso, lo siento. Es injusto y cruel. Y yo, sólo me comporto como una idiota.
Taehyung le miraba significativamente, las comisuras de sus ojos se curvaban con una triste felicidad por oírle decir eso. Acortó la distancia entre ellos, y primero pasándole un brazo tras los hombros, terminó abrazando a su hermano.
—No te preocupes. Yo siempre estaré ahí. Y, ¿sabes lo bueno? Nos tenemos entre nosotros —dijo sobre su hombro.
—Y a la tía Eve —agregó Soobin.
—También —asintió Taehyung.
Después se distanciaron, volviendo a mirarse con cierta timidez.
—Pasemos página juntos —pensó Taehyung—. Este pueblo no puede con nosotros, ¿me oyes? Somos más grandes, más fuertes. Somos Kim.
Soobin sonrió levemente y su rostro que se dulcificó, mientras desviaba la mirada. A Taehyung le gustó observar una sonrisa que llevaba tiempo sin brillar.
—Voy a vestirme. Tengo que salir —dijo Taehyung precipitadamente.
—¿Vas a comprar churros con chocolate para celebrarlo? —bromeó su hermano.
—Me encantan los churros —sonrió, antes de largarse.
Puede que los dos estuvieran en problemas, pero Tae sabía que Soobin necesitaba una tregua. Los dos la necesitaban.
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Dos días después
Jimin sujetaba entre los dedos el guardapelo con el rostro de Sui. Sus profundos pensamientos fluían lentamente; había demasiadas cosas en su cabeza, cientos de ellas, lentas y estancadas, y todas se fundían en la misma escena: Taehyung cortándose la mano en la cocina. Antes de verlo, lo olió como un tiro. Lo más dulce y violento que jamás había percibido. Él había estado a punto de atacarle, y no podía perdonarse saber que era así de débil...
Esos días, había estado haciendo ejercicio en la barra de flexiones, con intención de relajar la ansiedad, pero lo cierto era que se sentía más ansioso que nunca. Había salido a cazar a pesar de que no tuviera apenas apetito, y después, estuvo caminando por el bosque, bajando la ladera, cerca de un largo arroyo que acababa en un precioso manantial perdido, tras una zona escarpada, y llena de verde y densa maleza. Allí se respiraba en paz. Sólo había silencio, el cantar de los pájaros y el ruido de las rápidas patas de los zorros.
Taehyung le rechazaba. Le quería lejos de Shadowfell y de su casa. Y él no era nada, nadie, para negarse a tomar las maletas y marcharse. Ese lunes había faltado a clase, sintiéndose incapaz de verle la cara. Pero había un motivo más pesado que le obligaba a quedarse donde estaba: Jungkook tenía un plan que todavía desconocía.
A media tarde, el timbre de la casa De Fiore repicó con una doble campana, seguido del tosco sonido de la aldaba. Gregory no se encontraba en casa, tampoco Jungkook, quien iba y venía, y luego desaparecía durante días, perdiéndose de su vista. «Es mejor así», pensaba Jimin.
Él dejó el guardapelo sobre la mesa del dormitorio. Bajó la escalera poniéndose la camiseta. Al tirar de la puerta, esperaba cualquier cosa; el idiota de su hermano, algún agente de policía o algunas de sus novias-bolsas-de-sangre, lloriqueándole para que volviera con ellas. Pero no a él. Taehyung le miraba con ojos grandes y húmedos, azules. Casi sin aliento, con el cabello ligeramente despeinado y un abrigo largo. Parecía haber salido recientemente del instituto, seguramente del taller de escritura al que iba o luego de un par de horas de biblioteca aburrida.
—¿Taehyung? ¿Qué haces aquí?
—Sólo necesito saber una cosa. Una verdad, y todo cambiará.
Jimin observaba las facciones del muchacho, tensas, más delgadas. Él estaba paralizado. ¿Había llevado otro cuchillo? ¿Se lo habría dicho a alguien? ¿Qué quería saber de él?
—Quiero saber si decías la verdad; si lo que siento por ti es real —dijo finalmente Taehyung.
Jimin movió el mentón y luego apuntó brevemente con un dedo a su muñeca. Taehyung bajó la cabeza, levantando la muñeca y observando la pulsera plateada que, desde el sábado, no se había atrevido a quitarse.
—La pulsera. Te dije que era un amuleto —decía Jimin con seriedad—, y es cierto. Era el objeto de poder de una bruja. Lo guardé tras su muerte. Protege del control mental que algunas criaturas nocturnas, como los vampiros, poseen.
—¿Querías protegerme?
—De Jungkook o del que fuera que pudiera acercarse a ti para...
—¿Qué tiene que ver él en esto?
Jimin apretó los labios. Le apetecía decirle que no pintaba nada entre ellos, pero el hecho de que él tuviera cara de Sui —asunto del que todavía no habían hablado—, hacía que él estuviera metido hasta en la sopa, por desgracia. Ante su falta de respuesta, Taehyung fue hacia él, poniendo un pie en el umbral de la puerta.
—Pues debo estar muy mal de la cabeza para quererte como lo hago —murmuró cerca de su rostro, posando una mano sobre su pecho—. Por qué, si no, ¿por qué sigo naufragando en ti una vez más?
—Taehyung...
—Jimin, no puedo, no quiero dejar de creer en ti. No quiero que el miedo se convierta en la emoción predominante. Yo, solamente, te quiero a ti...
Jimin apenas podía tragar saliva. Estaba muy cerca, y él olía ligeramente a cappuccino de vainilla y chocolate caliente, como si hubiera tomado una taza unos instantes antes. También olía a libros, papel viejo, y a portada raída, en los dedos que ascendía desde su pecho al mentón que sujetó con cuidado.
—Yo también te quiero, Taehyung —contestó delicadamente—. Más que a nada.
Jimin dio un corto paso hacia él. Tomó su rostro con una mano y selló sus labios con un corto y suavísimo beso, que hizo sentir a Taehyung como un rayo de sol en mitad de aquel frío atardecer. Sus labios fueron tan suaves como las plumas. Y llevaba tantos días sin probarlos, que sintió que era un sueño, puesto que ahora no le importaba que Jimin pudiera morderle la yugular en el proceso.
Taehyung le devolvió el beso con muchísima fuerza, desestabilizándole. Fueron los besos más desordenados que compartieron hasta la fecha, donde sus labios se aplastaron contra los del otro con una enorme desesperación. El razonamiento de Jimin se desvaneció, él le agarró por la cintura, por los mechones de pelo, volviendo a apretar la cintura con un brazo para posteriormente acariciarle la curva baja de la espalda y el trasero. Niveló la fuerza de sus besos, descubriendo lo bien que sabía hacer eso. Era absolutamente embriagador, como la batalla entre dos fuerzas opuestas, equilibrándose frente al perfecto contrincante. Con la punta de la nariz fría y sus respiraciones frenéticas, las almohadillas de los labios volviéndose más rosas, más los suaves trazos de unas suaves lenguas.
Jimin sintió la maldición de ser vampiro en él una vez más. Las punzadas de sus encías muriéndose por sus venas cantantes, el gruñido gutural mientras sus ojos se ensombrecían. Él se arrancó de su boca, sabiendo que no podía. No podía. Deseaba tanto a Taehyung, pero el ansia era superior a él.
El joven le observaba con una pizca de desilusión. Jimin retiró el rostro y trató de evadir que le mirara, pero las manos de Taehyung se apoderaron de este, sujetándole un pómulo, el costado del cuello, obligándole a que le enfrentara directamente con los pulgares suaves sosteniéndole con aprecio.
—Eh. No pasa nada. Mírame —murmuró Taehyung—. Quiero verlo.
Jimin lo hizo, víctima entre la congoja, excitación y de su inesperada temeridad. Taehyung pudo contemplar su rostro entonces: hambrientos colmillos que asomaban entre los labios entreabiertos, los ojos encendidos por esos calientes y abrasadores iris, las cuencas de los ojos, negras, ensombrecidas, como las de un ser oscuro.
Taehyung tragó saliva pesada, trazaba con un dedo delicado la voluminosa línea desde uno de sus pómulos hasta la angulosa barbilla. Su pálido rostro era amenazante, salvaje y peligroso, pero así mismo hermoso. Lo más bello que había visto en sus años de vida. Y debía estar loco, pero podía vislumbrar, en la escasa distancia, cómo el contacto y la visión de Jimin ya no le angustiaba. Él trataba de reprimirse, de contenerlo, sus ojos abandonaban la sombra mientras apretaba la mandíbula, y parpadeaba, volviendo a mirarle con iris familiarmente castaños.
De pronto, se sentía orgulloso de él. Jimin no quería lastimarle, ahora no lo sabía, también podía sentirlo. Y lo había sentido, antes de dejar que la cortina se corriera por el pánico en casa, exigiéndole posteriormente que se largara.
A continuación, el castaño ladeó la cabeza y fue a por sus labios. Le besó, tambaleándose y enredando los brazos alrededor de su cuello, con el mismo ánimo que antes. Jimin ciñó a Taehyung contra su cuerpo excitado, sujetándole por la cintura bajo la chaqueta. Se sintió más cerca del cielo que nunca. Sintió que por fin estaba vivo, y tenía al propio cielo entre sus brazos. Y al final, Taehyung lo besó con tanta intensidad, que le escuchó gemir dulcemente en su propia boca. Tiró de su labio inferior, y a continuación, le pasó la lengua por los dientes.
Jimin le sujetó por los hombros, apenas distanciándole unos centímetros.
—Es-Espera. Sabes que no es seguro, yo no...
—Solo piensa en mí... En nosotros...
Jimin jadeaba lentamente, deseando no tener que negárselo.
—Por favor —suplicó el humano—. Jimin.
Y ese era el tope máximo que se había puesto para luchar con Taehyung Kim. Porque él también quería. Le deseaba, y, Dios, no podía seguir negándose la entrada al cielo a pesar de que él estuviera condenado a pisar el infierno tarde o temprano.
Sin mediar palabra, sus párpados cayeron más bajos. Enlazó su mano con la de Taehyung, y cerró la puerta de la casa, para seguidamente llevárselo de allí. El corazón de Taehyung palpitaba con una fuerza abrumadora, en sus manos, en su tórax, hasta en su garganta. Había entendido esa mirada, ese gesto, y ahora su cuerpo entero vibraba por él. Subió la escalera tras Jimin, sin soltarle la mano. El interior de la mansión de los De Fiore era enorme; bien iluminada en algunos tramos por los amplios ventanales con cortinas, que llegaban desde el techo hasta el suelo, con otras zonas mucho más frías y oscuras, donde las hornacinas de piedra y candelabros se encontraban apagados y llenos de cera.
Perderse allí debía ser como un laberinto, el clásico lugar donde cuyas noches podían resultar perturbadoras debido al gran espacio, el eco de una voz o de las pisadas, creando una sensación de desamparo y tenebrosidad. Jimin giró la manija de una puerta con la otra mano, desbloqueando un espacioso dormitorio que parecía ser su habitación.
Taehyung entró con él, con una mirada curiosa que advirtió rápidamente los elementos que rodeaban su entorno: una mesa con butaca, varios libros, plumas de escritura y algunos elementos personales de Jimin. Además, había chimenea, una cama matrimonial, un doble ventanal cubierto por cortinas de terciopelo oscuro y púrpura, con bordados negros. Las sábanas eran de seda y raso, blancas, con una preciosa colcha oscura a juego con las cortinas. Había una enorme y pesada alfombra que cubría mayormente el suelo en torno a la cama, reposapiés y cómoda. A un lado, un enorme mueble formado por varias estanterías oscuras, que se encontraban cargadas por más libros, cachivaches y figuritas doradas. Además, tenía una lámpara de lectura y una barra metálica colgada en el techo para hacer dominadas.
El castaño se había distraído por lo magnífico que era aquel sitio. Jimin trajo su conciencia de vuelta cuando empezó a quitarle el abrigo, con las manos deslizando la tela hacia atrás, y luego haciéndose cargo de la prenda que dejó doblada sobre una mullida silla.
—Hagámoslo despacio —dijo relamiéndose.
Taehyung se mareó, deseando que le hablara así más a menudo. Casi había olvidado qué habían ido a hacer a su dormitorio hasta que vio sus candentes ojos, los cuales no se habían apagado por el marcado deseo que sentía. El pelinegro le besó más cautelosamente al principio, casi como si tratara de comprobar cómo se sentía con eso y si era seguro para ambos continuar.
—Confío en ti —Taehyung le acariciaba el rostro con los pulgares, con unos ojos cariñosos.
Luego, Jimin le empujó hasta su cama con mucha menos meticulosidad. Taehyung se esforzó por dejar un beso húmedo en el borde de su mandíbula, bajo la oreja. Jimin apretó los párpados y jadeó suavemente, dejándose arrastrar por la ola de pasión. Taehyung apartó los labios y le miró jadeante, dejando que Jimin se apoderase del próximo beso. Él respiraba, con pupilas dilatadas y una desorientada sonrisa dibujándose en su rostro. Jadeó y le levantó el jersey con unos dedos por encima del vientre, liberándose de la prenda con su ayuda, la cual cayó en algún otro lado. Parecía como si la fiebre se alzase en su cuerpo por momentos. Y estaba seguro de que era por el roce de sus cuerpos.
De él, besándole sobre su cama, con el nítido contorno de sus cuerpos y erecciones en contacto bajo la ropa. Con las caricias deslizándose por encima de esta y también por debajo. Por primera vez, Jimin besó desde su oreja hasta su cuello, con besos tiernos, obviando duramente el pulso latente del humano, mientras el otro chico se agitaba perezosamente entre sus brazos. Desde arriba, observó con cariño cómo Taehyung parpadeaba y abría lentamente los ojos claros, con los labios más rojizos y la respiración entrecortada. Sus cejas estaban fruncidas por la confusión ante la extraña sensación de esos labios y colmillos rozándole la piel.
Jimin estaba en llamas; desnudarle se convirtió en la cosa más coqueta y exquisita que había hecho nunca. Su cuerpo esculpido en mármol blanco, con bíceps apretados, abdominales suavemente marcados, y un pecho delgado, de pectorales curvilíneos y oscuros pezones. En cuanto a Taehyung, a Jimin se le hizo mágico. Una nostalgia extraña, puesto que Sui había sido físicamente igual que él, si bien jamás pudo observar esa pura ingenuidad y amor en los ojos claros. Esa forma de acariciarle, como si primero pidiera permiso con las yemas, antes de llegar más lejos, hasta donde sus sentidos le pedían.
Las sábanas se deshacían entre fuego y pieles de seda. Taehyung subió sobre él, abriendo las piernas alrededor de sus caderas, esperando a que Jimin empujara suavemente. El dulce vaivén se convirtió en movimientos más bruscos y erráticos con el paso de los minutos, en fuertes oleadas de placer y pasión. Jimin clavaba sus dedos en él con una pasmosa necesidad, hasta marcarle la piel con suaves moratones algunos más rosados y rojizos, que poco o nada importaron a Taehyung.
Después, rodó hacia un lado, con Jimin encaramándose a él, y apoderándose de sus muslos. Levantándolos, sosteniéndolos más alto y apretados alrededor de él, para recuperar el frenético y dulce ritmo. Jamás había intimado con un humano, pero sus sentidos vampíricos se quedaron al margen de las sensaciones físicas que su piel le otorgaba y que nunca antes había sentido con tal intensidad. Con las caricias, con Taehyung mordiéndole suavemente un hombro mientras el clímax se precipitaba sobre él. Gimió ahogadamente su nombre, y Jimin continuó embistiéndole, sintiéndose eventualmente poderoso y sin compasión sobre el abatido cuerpo humano, hasta que el orgasmo se derramó sobre él.
Si Taehyung tuviera que describirlo; fue el mejor atardecer de su vida. No había nada más fuera de esas sábanas. Solo ellos, los dos, unidos. Y tampoco tenía planes de que algo así pudiera cambiar algún día. Así fuera lo que el destino le deparara... Jimin Park era el amor de su vida. Y Jimin De Fiore, el chico con el que deseaba pasar cada noche, hasta que se le desgastase la piel por sus caricias.
—Lo has hecho —le dijo Tae más tarde, en la cama.
Se encontraban desnudos, con brazos y piernas relajadas, bajo una fina sábana de raso blanca que yacía por encima de sus cinturas. Todavía permanecían cálidos gracias al tibio contacto de sus cuerpos. Taehyung enlazaba una mano con él, por encima del níveo pecho del muchacho.
—Lo dices como si fuera gran cosa —murmuró Jimin con la vista perdida en el alto techo.
—¿No lo es? —formuló Taehyung con dulzura.
Jimin giró la cabeza para mirarle. Entonces se deshizo de su mano, y observándole, se dobló levemente, primero tomando el control de su mentón y luego desviando los dedos hasta un grueso y suave pómulo de color canela.
—Ha sido gracias a ti. Por ti —decía Jimin—. Y es lo mejor que he hecho en mi vida.
Taehyung le contemplaba con adoración, estiró el cuello posando los labios sobre los más mullidos un beso casto. Los dos se quedaron así, respirando el uno frente al otro, con los dedos de una mano enlazándose. Más tarde, Taehyung le estuvo hablando sobre que mañana tenían un examen de filosofía. Y allí estaban, retozando en la maldita cama sin que les importara nada. Jimin se rio suavemente de eso. Taehyung casi se apoderó del hueco entre sus brazos, con una pierna entre las suyas, y el cabello castaño y revuelto, le observaba desde arriba con un aura radiante.
—Hablé con Soobin hace unos días —relataba Taehyung con ilusión—. Ahora me saluda por las mañanas, ¿sabes? Vuelve a ser el mismo conmigo, aunque siga fumando y haciendo esas mierdas. Creo que no está tan lejos de mí como pensaba...
A Jimin se le iban los ojos, su cuello, sus clavículas, la línea recta, suave y perfecta, de sus malditos hombros. El pecho delgado con pezones que se había encargado de besar previamente y de acariciar con el descaro de tener que bajar aún más abajo. Viéndole así, entre sus brazos, y erguido junto a su regazo, le hacía sentir que tenía a un tesoro para él. Y sí, estaba pensando en todas esas cosas mientras Taehyung le hablaba de otras tantas, sin evitar perder el hilo de la conversación.
—Sé que no me estás escuchando, Minnie —Taehyung le atrapó una mejilla entre los dedos, apretándola como si fuera un crío—. ¿Puedes volver a la tierra?
El rostro de Jimin era gracioso.
—P-Perdón. Te prometo que no me aburres, es sólo que, me distrae tener a una belleza como tú encima —dramatizó—. ¿Por dónde ibas?
Taehyung le soltó con una sonrisita. Inclinó la cabeza sobre él, rozándole la nariz con la suya.
—Por la parte en la que te digo cuánto te quiero —murmuró.
—Yo también lo hago —Jimin estaba derritiéndose, sus labios se encontraron, y fue un beso más dulce y cálido, donde posteriormente se miraron de cerca, con las pupilas ligeramente dilatadas por la comodidad y cercanía física—. Pero hay cosas que debes saber, cosas que...
—Quiero saberlo todo —asintió Taehyung. Y bien, todo era una palabra que abarcaba demasiadas cosas, pero él especificó un poco—. ¿Cuántos años tienes?
—Dieciocho —contestó Jimin.
Todavía le tenía entre los brazos cuando se mordió la lengua, sabiendo que eso no era lo que Taehyung buscaba.
—Mnh, ¿Cuándo naciste? —insistió más serio.
—Hagamos algo. Todavía no es tarde. Vístete, y salgamos. Hablemos un rato. Te responderé a todo lo que quieras antes de que vuelvas a casa.
Le pareció la sugerencia definitiva de Jimin, antes de ceder a contarle abiertamente qué había sido de su vida. Un rato después, salieron de la casa De Fiore decidiendo dar una vuelta por la zona. Jimin y Taehyung enlazaban sus manos, el mayor estaba llevándoselo por las zonas colindantes de aquellos terrenos, coníferas, álamos y una verde espesura cargada de humedad, y animalillos.
—Nací en 1853. Morí en el 71, con dieciocho.
Taehyung le miró asombrado, casi sin aliento.
—Espera, no se me dan bien las matemáticas. ¿Dices, que ahora tienes...?
—Ciento sesenta y ocho años, sí —especificó Jimin.
—¿Acabo de hacer el amor con un señor de ciento sesenta y ocho años? —soltó Taehyung con descaro—. ¿Acaso no tienes vergüenza, Jimin Park? Todavía no soy mayor de edad.
—No tientes al diablo, Tae —sonrió Jimin.
Estaba caminando sobre rocas y hierbajos, cuando el pelinegro le abrazó la espalda, entorpeciendo adorablemente sus pasos.
—Debería darme asco. Mucho asco —se burlaba Taehyung.
—¿Por qué? ¿Por follar con un viejo decrépito?
—Por habértela chupado —bromeó.
Los dos se rieron levemente, Jimin le soltó la espalda, volvió a tomar su mano y le ayudó a pasar por encima de las piedras de un arroyo, mientras se lo llevaba a un lugar más remoto.
—Podrías ser mi bisabuelo —pensó Tae en voz alta—. Aunque técnicamente seas mayor que yo por un año.
—Siendo realmente técnicos, tengo ciento cincuentaiún años más que tú.
Jimin sonreía fijándose en el camino. Taehyung ladeó la cabeza, sintiéndose interesado en sus colmillos, pero no había rastro de los amenazantes que había visto horas antes, más que de un par diminutos y aparentemente normales, como los de cualquier persona.
—Y bien, ¿cómo sucedió?
—Cómo sucedió, ¿el qué?
—Acabas de decir, que moriste en el 71.
El pelinegro afinó la mirada.
—¿No tienes miedo? —formuló con diversión.
—¿De ti? No.
—El sábado no parecías tan seguro.
—Lo he pensado bien. Diría que —expresaba Taehyung—, lo he consultado con mi almohada. Y después, con la tuya.
—¿Y qué te dice mi almohada sobre mí? —se rio Jimin.
—Que eres buenísimo en la cama —dijo el segundo.
Volvieron a reírse levemente, Jimin le apretó la mano con más cariño y se detuvo en mitad del camino.
—Me enamoré de alguien. Un día, recibí un disparo en el pecho. Así fue cómo morí —relató Jimin—. Horas después, desperté asustado, y...
—Esa persona, ¿era Sui? —Taehyung lo adivinó rápidamente. Su mirada era atenta, sus labios estaban entreabiertos.
Jimin desvió la mirada, pero asintió con la cabeza.
—Sí, lo fue.
—Estos días, pensaba en que tal vez, era un humano al que perdiste de alguna forma trágica. Pero, no podía imaginar que era porque tú habías fallecido —dijo Taehyung.
—Taehyung —le detuvo—. Sui era vampiro. Él no me amaba, jugaba conmigo y Jungkook. Con el tiempo, simplemente, las cosas se torcieron.
Entonces, retomaron el paseo. Taehyung sentía muchísima curiosidad al respecto, pero cuando Jimin mencionaba a aquel chico —el cual ahora conocía que había sido un vampiro—, su timbre se amargaba.
—¿Sui ha muerto?
—Sí. Lo hizo. Jungkook no lo ha superado en todos estos años.
—¿Por qué? —dudó Taehyung.
—Y yo qué sé. Él, simplemente, es... intenso... Supongo que fue la primera y única persona a la que amó en su vida. Creo que no pudo pasar página tras su pérdida.
—Eso es triste —dijo el humano con lástima.
—Lo es. Pero Jungkook es cruel por eso. Es cruel con todos, con su entorno, conmigo... Me culpa porque perdimos a Sui. Porque no pudimos hacer nada antes de que se lo llevaran para matarlo.
—¿Para matarlo? ¿Quién se lo llevó?
—Una facción mágica de cazadores. Él era un vampiro de pura raza. De los que nacen, no de los que son creados —dijo Jimin, tirando de su mano.
—E-Espera. Hay demasiadas cosas. ¿Existen otro tipo de vampiros, además de ti?
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—Claro. Los vampiros puros —contestó el pelinegro—. No conozco bien sus orígenes, pero fueron los primeros. Pueden reproducirse, y convertir a otros, digamos, en vampiros comunes. Parece que, en el 71, unos cuantos cazadores iban tras él. Sui llegó a Shadowfell, mi lugar de residencia, y mi familia le dio cobijo a cambio de trabajo. En esa época era común. Él trabajaba en casa y en los establos de mi familia, mientras que, por las noches, yo me aprovechaba de él.
Taehyung le miró un poco raro, su compañero se encogió de hombros.
—Querías la verdad, ¿no? —articulaba Jimin—. Sui era guapo, y desgraciadamente, a mí me gustaban los hombres en el siglo diecinueve. Ser homosexual estaba tan mal visto como practicar brujería. Así que él me sonreía, y me miraba de esa forma... Y yo no tardé en colarme por él. Supongo que Jungkook cayó de forma similar, aunque él no estaba en casa por esa época. Se alistó en el ejército con dieciocho años y no regresó hasta cumplir los veinte —proseguía mientras caminaban por el bosque—. Sui y yo nos acostábamos a diario por esos tiempos. En mi lecho, en el establo, en el viejo y polvoriento cuartillo de almacenaje, por el que nunca nadie pasaba...
Taehyung carraspeó levemente, y Jimin se percató de que a él no le apetecía conocer esos datos. Se le hacía incómodo pensar en el primer amor de Jimin.
—Vamos. Tengo un lugar que enseñarte.
En unos metros más, Jimin le pidió que caminara con cuidado. Llegaron a un saliente que bajaron cautelosamente, Jimin fue primero, con una asombrosa agilidad. Luego le ofreció una mano y le ayudó a pisar el suelo. Había una pequeña catarata seguida de un arroyo precioso, que se unía a un manantial. Todo estaba cubierto de espesura, plantas enredaderas y hojas que de sauces.
—Wow —suspiró Taehyung, con los ojos más grandes.
—¿Te gusta?
—¿Vienes aquí a menudo?
—Lo descubrí hace poco.
Taehyung le soltó la mano y se acercó al borde del manantial, el agua era azul y transparente, el fondo se veía limpio y rocoso, conectado con otra pared rocosa que se hundía en la montaña.
—¿Comes peces? —preguntó divertido.
—¿Qué? ¡No! —Jimin esbozó una mueca—. Ugh.
—Oye, y, ¿por qué eres vegetariano?
—Es mejor así.
Jimin se distanció levemente, caminando entre los árboles. Taehyung no volvió a preguntarle sobre el tema; parecía que Jimin no tenía un pasado del que sentirse orgulloso. Él ya se lo había arrojado a la cara cuando se enfrentaron en casa, por lo que se incorporó y le miró a unos metros.
—Jimin —alzó la voz con firmeza—. No me importa lo que ocurriera en tu pasado. Ahora eres una persona distinta. Eso es lo que importa. Lo único que me importa de ti.
De repente, Jimin esprintó hacia él como un rayo. Le alcanzó haciéndose con su cintura, Taehyung se tambaleó hacia atrás y le contempló con la boca abierta.
—¿C-Cómo has hecho eso?
—Soy muy rápido. Más de lo que crees.
—Por suerte, no lo eres en todos lados —dijo Tae con picardía.
El vampiro salió corriendo en la dirección opuesta y trepó un árbol. Taehyung le perdió de vista entre las ramas. Había sido tan rápido, tan enérgico, que no podía creerse que tuviera ese tipo de dones.
—¿Ahora eres un mono? —formuló acercándose al tronco.
Jimin se acuclilló en una rama, mirándole desde arriba.
—Sólo estoy enseñándote lo que puedo hacer —le decía con una sonrisa—. ¿Sorprendido?
—Te doy dos opciones: o me subes contigo o bajas ahora mismo —propuso Taehyung con un leve quejido.
Jimin bajó como un felino. Cayó de pie frente a él y Taehyung jadeó asustado, creyendo que podía haberse roto algo. Pero lo cierto es que el joven fue hasta él, echándole un brazo sobre los hombros, como si nada.
Taehyung y él se desplazaron entre los árboles, se sentaron cerca del arroyo en una roca. Uno junto al otro, con las piernas topándose. Enlazaron una mano cálidamente, mientras el atardecer se apagaba tras los árboles. Allí, tan lejos de todo, no existía el ruido de los coches o de la gente, tan sólo los grillos estridulando, el piar de las aves que sobrevolaban las copas y se escondían sus nidos. El susurro del agua fluyendo y el crujido de las ramas por el viento.
—¿Por qué me dijiste que habías intentado alejarte?
—Porque nunca he estado con un humano.
—Y, ahora, ¿te arrepientes?
—Jamás me he arrepentido de acercarme a ti. Hacerlo es la mejor decisión que he tomado en mi vida —murmuró Jimin.
—Y que lo hicieras, también fue lo mejor para la mí —contestó Taehyung, lentamente—. Prométeme algo; nunca vas a dejarme.
—¿Por qué iba a dejarte, mi vida?
—Sólo quiero que lo digas —agregó—. No vas a marcharte de Shadowfell, aunque te lo gritara. No vas a dejarme aquí, sin ti.
—Jamás lo haré, Taehyung —dijo besando el dorso de la mano que apretaba entre los dedos—. Te lo prometo.
Era inexplicable, con Jimin sentía que podía respirar. Le necesitaba. Con él, el dolor de su pasado desaparecía, como un bálsamo...
Si bien aún había problemas de los que quería encargarse; para empezar, aquello sobre Jade Russo, y la implicación que Jungkook tenía en el pueblo. Jimin y él hablaron al respecto, y él le dijo que no lo intentara. Jungkook era impredecible, un ser peligroso, y prefería que él estuviera lo más lejos de su hermano.
Taehyung lo dio por sentado. Prefería estar con Jimin que implicarse con el diablo. Aunque a pesar de todo, sentía curiosidad por Jungkook. Por la vez en la que le recibió en casa, y cuando posteriormente se encontraron en la fiesta del instituto. Sus ojos eran oscuros, mucho más negros que los castaños y cálidos de Jimin, mucho más asfixiantes y abrasadores. Taehyung no entendía por qué, pero prefería no indagar por el momento. Le habían enseñado a no jugar con fuego.
—¿Quieres volver a casa? —le preguntó su pareja.
Taehyung asintió con la cabeza, si bien se sentía cómodo allí. Pero la noche caía, y se encontraban en algún lado recóndito del bosque que solamente Jimin conocía. De vuelta, sus botas se escurrieron dos veces, y Jimin evitó que cayera al suelo sujetándole el brazo. Taehyung se ruborizó por sus patosos reflejos entre la maleza. Dejaron atrás la espesura en media hora de caminata. El crepúsculo ya había caído sobre el pueblo, helándole las manos y mejillas. No obstante, en su corazón existía una fogata mucho más cálida.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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