Capítulo 5

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 5. Secretos pesados

Localizar a Jade fue jodidamente fácil. Su apellido era Russo. Ella misma se lo dijo. Por lo tanto, pertenecía a una de las cuatro familias fundadoras de Shadowfell. A Jungkook le dolía la cara de sonreír; era tan sencillo meter las narices en un pueblo como ese. Y como le dijo en el campus, ella era perfecta. La presidenta del club de estudiantes, inteligente, soberbia, no demasiado bocazas, y modosita.

Lo primero que hizo fue ponerla al tanto de lo que buscaba; una marca de nacimiento mágica (en realidad, estaba maldita). Así que le pidió a la chica que estuviera muy atenta en el instituto. También le preguntó por los profesores, por los alumnos que conocía, y de paso, qué sabía sobre Jimin De Fiore (él se había cambiado el apellido a Park en los Estados Unidos).

—Está con un chico. Taehyung, creo. Todo el mundo lo sabe. Taehyung es muy popular entre las chicas. Estuvo con Alexa Meester, que es la líder de las animadoras.

—Oh, ¿ella es Meester?

—Sí, como la Sheriff.

Jungkook le pellizco la redondeada mejilla con los dedos, más que orgulloso.

—Eres maravillosa. Cuéntame todo lo que sepas de esa —insistió, utilizando su persuasión vampírica.

Y ahí fue cuando la liberó de inhibiciones.

—En realidad, es una puta —confesó sin remordimientos.

—Oh, wow —Jungkook parpadeó encantado.

Esas crías de hoy en día eran lo más.

—Era la novia de Taehyung. Creo que lo quería para las fotos de Instagram, porque los dos hacían estupenda pareja —continuaba Jade—. Pero se estuvo acostando con Dave todo el verano, ¡y después, volvió a intentarlo con Taehyung!

—¿Dave? ¿Qué Dave?

—David Trench. El hijo del alcalde Trench.

—Lo sabía, otro cerdo del corral —chasqueó Jungkook, sin el más absoluto interés por aquello—. Verás, amor. Cuanto más cerca del poder estés, más corrompible eres.

Ella no tenía ni idea de a lo que se refería, pero se encontraba engatusada por Jungkook. Él era tan guapo, tan mayor, tan sexy y misterioso. Y lo único que sabía de él, es que se trataba del hermano mayor de Jimin. Pero llevaban hablando toda la tarde, él había pasado a recogerla de clases, la había invitado a almorzar algo delicioso y ahora estaban tomándose un helado juntos.

Por primera vez en mucho tiempo alguien le hacía caso en ese maldito pueblo; alguien que no fueran los estúpidos estudiantes a los que tenía que dirigir. La mayoría de las chicas no le hablaban porque era perfecta e insoportable, y, además, tenía la fama de ser la jodida hija del director del High School Elementary. Los chicos apenas la miraban, aunque se levantara la falda un poco más alta de la cuenta y se pusiera medias negras hasta la mitad de los muslos.

Lo que le gustaba, es que Jungkook no lo había pasado por alto. Su mano derecha reptaba desde su rodilla hasta la parte superior del muslo, con las yemas calientes cerca de la ingle. Le acariciaba así, como si ella fuera terciopelo. Le miraba a los ojos y de vez en cuando levantaba una ceja, flirteando de manera directa. Estaba tan encantada por recibir finalmente ese tipo de atención por alguien mayor.

En una de estas, Jungkook vislumbró su caída de párpados. La forma en la que ella le miraba la boca. La besó, dejando que se agarrara al cuello de su chaqueta, sólo porque le apetecía probarla. Y bien, a Jungkook De Fiore le gustaba alimentarse a menudo, por lo que sus colmillos crecieron y su ansiedad por probar un bocado un poco más íntimo palpitó en sus deseos.

Pagó la cuenta y salieron de allí, y después la invitó a subir a su coche. Era perfecto, porque no tuvo que manipular a Jade Russo para hacer nada de eso. Ella solita lo hacía, porque le gustaba. Y a Jungkook también le gustaba eso; ser deseado, tener en sus manos a una soberbia cría que quería ese tipo de atención de manera tan desesperada.

Pero tenía dos opciones para saciarse con ella sin impedimentos: llevársela a casa, donde el inútil de su familiar humano y el otro familiar estúpido y (nada humano) vegetariano, terminarían molestándoles, o llevársela a un hotel. Optó por la segunda.

Jade parecía nerviosa, ansiosa cuando llegaron.

—He llamado a mi madre.

—No me digas más, ¿quiere que vuelvas a las doce en punto, como cenicienta?

—No. Me ha dicho que está bien si me quedo en casa de una amiga.

Jungkook se quitó la blazer y la dejó caer en la cama, acto seguido comenzó a desabrocharse los primeros botones de la camisa.

—¿Tú eres de las que siempre sacan buenas notas?

—Uh, sí. S-Saqué una matrícula de honor el año pasado en...

Él le rodeó, deslizando los brazos por su cintura. Besó su mejilla desde atrás, agarró su mentón con unos dedos, exponiendo su cuello para él.

—¿En qué? —le instó a continuar.

—En italiano...

Suspiró en cuanto Jungkook trazó una línea de besos descendiendo hasta su cuello. Su mano izquierda estaba acariciándola justo por debajo de la falda, en la parte posterior del muslo. Jade cerró los párpados y disfrutó del ardiente contacto; sabía lo que iban a hacer y le daba igual. Quería tener sexo, aunque fuera un desconocido. Jungkook estaba muy bueno, era mayor por unos años, eso era sexy. Además, fardar en el instituto más tarde de que por fin tenía novio (uno que probablemente estaría en la universidad) iba a causar furor entre las nenas. Especialmente, esas insoportables y superficiales animadoras como Lex y Jessie.

Ella se volvió entre sus brazos para besar a Jungkook. El beso del chico le abrasó la boca, con labios dulces y tibios fundiéndose con su lengua. Él sabía a paraíso, olía a hierba de menta, a incienso suave y a musgo fresco. Con una exhalación en su boca, Jungkook le empujó hacia la cama animadamente. Ella cayó de espaldas y él le levantó la falda, hundió los dedos sobre la suave piel por la parte posterior de los muslos, levantándolos alrededor de sus caderas.

Volvió a besar a la chica con fuerza, atrapando su boca y después mordiéndole suavemente la barbilla. Ella jadeaba, él se deleitaba con la excitación, deshaciéndose de su blazer y camiseta. El sujetador de Jade era verde aguamarina, con un delicado encaje alrededor de los senos. La punta de la lengua del pelinegro trazaba una línea desde el abdomen hasta el escote. Besó por encima de sus pechos, mientras ella cerraba los ojos y hundía los dedos en su cogote. Se sentía húmeda, ansiosa, increíblemente caliente. Y aunque fuera a ser su primera vez, no tenía dudas, pues el sabor de la boca de Jungkook, la textura de sus manos y los movimientos expertos que la desnudaban apasionadamente haciendo su trabajo, la tenían tan embriagada como una helada copa de whiskey con hielo en una noche de verano.

Él se irguió, levantando la cabeza y alejando los labios de sus pechos. Y Jade pensó que la besaría, que se desharía del sujetador y la amasaría como nunca antes habían hecho. Pero de repente, escuchó un bufido que zarandeó todos sus sentidos. Un aliento húmedo le golpeó la cara al abrir los ojos: una imagen monstruosa, su rostro deformado como el de un demonio. Los ojos candentes, los globos oculares oscuros con una inclinación de negras y espesas cejas exaltando aquella expresión.

Jade abrió la boca para gritar. Jungkook se la tapó con una mano, amortiguando el grito y entonces se lanzó a su cuello sin piedad.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


—Podéis donar vuestra sangre si sois mayores de edad. Si no, necesitaréis traer un permiso de vuestros padres o tutor legal —decía la profesora—. Ya lo sabéis. El banco de donaciones de Cruz Roja se encuentra establecido en el gimnasio. Podéis ir en esta hora libre.

—¿Has traído el permiso? —le preguntó Reyna.

—Eve me lo firmó ayer —contestó Taehyung, sacudiendo el papelito.

—Pues venga, vamos.

Se levantaron de los pupitres tras otros jóvenes de su clase. Taehyung buscó con la mirada a Jimin, pero no estaba por ningún lado. Esa mañana le había escrito un mensaje diciéndole que llegaría más tarde a clase. Una auténtica casualidad que no pudiera pasarse por allí el día oficial de donación de sangre. Todos los años había una o dos oportunidades para participar. Shadowfell era un pueblo caritativo, lleno de eventos y colaboraciones con instituciones. Y era el primer año en el que Taehyung se presentaba como voluntario. Colocaron a los chicos por filas antes de entrar al gimnasio, después podían tomar asiento en unas butacas y esperar a la extracción. Justo al final, les regalaban un zumo y un sándwich preparado.

En la fila, Rayna y Tae estuvieron cotilleando:

—Y Jessie dice que ha visto a Jade un tío que está buenísimo.

—¿Jimin? —formuló, y acto seguido se mordió la lengua de manera burlona.

Rayna le dio un manotazo en el brazo con una risita.

—Estarás contento. Te has ligado a una buena presa, y ahora no paras de restregármelo.

—¿Presa, él? Si lo hubieras visto ayer...

—¿Qué?

Ella le miraba con picardía, mientras Taehyung desviaba el rostro con esa sonrisa de contención.

—Oh, ¡No me digas que ya lo habéis...!

—¡Chsst! ¡No! —masculló Tae—. Y baja la voz.

—¿Qué? ¿Todavía no ha habido sexo? —insistía en voz baja.

—¿Cómo quieres que lo haya? Es muy pronto.

—Pero si lo único que me cuentas es que siempre estáis besándoos.

—No es verdad. T-También hablamos —tartamudeó—. Hablamos un montón.

Rayna levantaba las cejas, advirtiendo cómo se estaba sonrojando. Entonces, la fila avanzó y les separaron. Se dirigieron a butacas contiguas, despidiéndose temporalmente. Taehyung se sentó. Una enfermera le saludó amablemente, y con una banda elástica, le apretó el brazo. Después le clavó la aguja que se conectaba a un tuvo hermético que iba directamente a una bolsa.

—Bien, vamos allá —dijo la enfermera—. ¿Es tu primera vez?

—Sí —asintió.

El chico estaba bastante relajado, pero cuando vio su sangre salir de su cuerpo tuvo una sensación sinigual. Con una latente curiosidad, se fijó en la manera en la que su sangre salía y atravesaba el tubo, hasta caer en una bolsa; era lenta, parecía viscosa, de un rojo brillante y bermellón. Una inesperada náusea no tardó en llegar. Taehyung apartó la mirada, cubriéndose la boca. No sabía por qué, pero el brazo de la extracción comenzaba a hormiguearle con fuerza. No lo entendía, pero los recuerdos le asaltaron con ferocidad: el accidente, el chirrido de las ruedas, un fuerte volantazo, y después... un charco de sangre ante él.

Los dedos empezaron a temblarle y la taquicardia a sacudir sus entrañas. De repente quería parar. Lo necesitaba. Pero él apretó los párpados y se pidió calma, se pidió paciencia, se repitió que no pasaba nada. Que todo estaba bien. Casi todo el mundo lo hacía, casi nadie tenía problemas. Finalmente, le extrajeron la aguja cuidadosamente y le cubrieron el brazo con un vendaje para detener el sangrado. El sudor frío no tardó en llegar a sus sienes, a las palmas de sus manos, mientras la velocidad cardiaca le acusaba en la garganta.

—Oh, ¿Estás bien? —preguntó la enfermera—. Te noto un poco pálido. ¿Te has mareado?

Taehyung se levantó de la butaca y se vio golpeado por un fuerte mareo. El gimnasio le daba vueltas, el estómago se le levantaba como si intentara escaparse por la boca. Él se inclinó, con las manos en las rodillas, como si fuera a vomitar. Una sola arcada, hizo que el estremecimiento le recorriera la espalda. Tenía a gente a su alrededor preguntándole que le pasaba. Alguien quería que le abanicaran. Otra persona tiró de su brazo para que se sentara. Creía oír la voz de Rayna, del profesor de ciencias, de un compañero de clase, de su... de este, el de... un montón de personas.

Y todo se fundió en negro.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


A Taehyung le pitaban los oídos cuando despertó.

—¿Te sientes débil? —oyó un timbre masculino.

—Sí, señor —murmuró con voz ronca.

Al abrir los ojos, las paredes de color menta de la enfermería le rodeaban. Los oídos le pitaban levemente. Entraba una fuerte luz por la ventana que hería sus pupilas. Allí estaba el tutor de su grupo, Joon Kim, la encargada de la enfermería, la enfermera de Cruz Roja que le había extraído sangre, Rayna y Jimin. ¿Jimin?

El pelinegro parecía haber llegado al instituto, se cruzaba de brazos junto a la puerta de la enfermería, tras del resto.

—Menudo susto me has dado —dijo Rayna con una sonrisa triste.

—¿Qué ha pasado? —insistió el profesor Kim.

—Ha sufrido un desmayo —le tranquilizó la enfermera—. En el gimnasio estaban extrayendo sangre para las donaciones de Cruz Roja. ¿Cómo te encuentras, chico?

—Mejor —contestó Tae.

—¿Debería llamar a tu familiar? —le preguntó el profesor.

—No —negó Taehyung rápidamente.

Los dos se miraron, Namjoon ladeó la cabeza.

—¿Estás seguro?

—Sí, es que... Mala mía. Me salté el desayuno. Pero ya estoy mejor.

Todos suspiraron en la sala. La enfermera se levantó, el profesor salió de allí, y luego, la de la enfermería, le dio a Tae su correspondiente zumo y sándwich para que se metiera algo en el cuerpo. Él dudó en morder, ni siquiera estaba seguro de si le apetecía olerlo. Abrió el zumo y le dio un trago, al que su cuerpo reaccionó bien. Los pitidos de los oídos se habían disipado, la luz ya no le molestaba, y no quedaban rastros de las náuseas.

—¿Sabes que de milagro no te diste con la cabeza en el suelo? —le dijo Rayna cuando estaban a solas—. Caíste en redondo.

—Eso no sé si es un milagro o una desgracia —suspiró Taehyung.

—¿De modo que te desmayas al ver sangre? —preguntó Jimin, acercándose a los dos.

—Eso parece —contestó Taehyung.

—¿Te sucede muy a menudo? —agregó.

—Es la primera vez —Tae levantó la cabeza, fijándose en Jimin; mirarle siempre le traía nuevas sensaciones—. Por cierto, ¿dónde estabas?

—Te lo dije. Tenía que arreglar unos papeles, empadronamiento y esas cosas —mintió.

Rayna le dio una palmadita en el muslo a Taehyung, y se levantó de la cama.

—Bueno. Yo me voy. Voy diez minutos tarde a la clase de mates. Tú no tienes por qué ir, te han dispensado después de verte caer como un yunque —anunció su amiga—. Desayuna, ¿vale? Y, ¿tú, Jim? ¿Te quedas con él?

Jimin asintió con la cabeza. Rayna se despidió, salió de la enfermería y quedaron finalmente a solas. Entonces, Taehyung echó los pies al suelo y dejó el zumo sobre la mesa camilla.

—¿A dónde te crees que vas? —Jimin salió disparado, sujetándole por el brazo en cuanto se puso de pie.

—Me voy a casa —contestó con normalidad.

—¿Acaso no has oído que tienes que desayunar?

—No me apetece comer un sándwich preparado. Además, traje el coche de Eve. Estaré en casa en diez minutos.

Jimin arqueó una ceja, sus dedos se hundían por encima del jersey trenzado de Taehyung.

—¿Crees que te voy a permitir que conduzcas en tu estado? —interpuso.

—¿En qué estado? Estoy bien —afirmó Taehyung.

El pelinegro rodó los ojos, indicó con la mandíbula para que se moviera.

—Vamos, yo te llevaré.

—¿Mnh?

—Dame las llaves.

—¿No vas a ir a clase? —dudó Taehyung.

—¿Me ves con ganas de volver? —le devolvió Jimin.

—Entonces, ¿por qué has venido?

—Para estar contigo —murmuró.

Taehyung no le discutió esa respuesta, si bien pensó que tan sólo había sido una monería por su parte. Pero Jimin lo decía en serio. En primer lugar, se había saltado la mitad de la mañana para evitar oler la sangre que provenía del gimnasio (no quería tentar al diablo). Y finalmente, si había asistido al instituto, era para mantener un ojo sobre Taehyung, desde que su hermano mayor estaba en Shadowfell.

En el párking, tomaron el coche de Taehyung, y Jimin condujo hasta su casa, siguiendo las indicaciones del muchacho. Él aparcó frente a la casa, y se lo dejó perfectamente estacionado.

—Así me doy un paseo, de vuelta. Quiero pasarme por el campus más tarde.

—Es verdad, mañana empezabas a entrenar—Taehyung arrugaba los labios—. Mnh, ¿a qué hora es?

—A las seis.

—Entonces, me pasaré.

—¿Sin desmayos?

Taehyung esbozó una sonrisa.

—Sin desmayos —fue hasta él, y presionó un beso por encima de sus labios.

Jimin le sujetó los pómulos con suavidad, y después, volvió a darle otro besito con la misma fuerza y naturalidad. Hubiera deseado quedarse con él, pero tenía cosas que hacer. Por suerte, el lugar más seguro del mundo para Taehyung era su casa; mágicamente protegida por ser un hogar humano.

—Luego te llamo, ¿vale? —dijo Taehyung más animado—. No quiero perderme tu primer entrenamiento. Además, me gustaría darte algunos consejos.

—Oh, ¿mi novio, ex jugador de fútbol profesional va a darme consejos? ¿Por qué suena tan caliente? —coqueteó Jimin.

Taehyung soltó una risa agradable. No tardaron mucho en separarse, Jimin se marchó, y durante la tarde, Taehyung estuvo adelantando tareas. El rato que estuvo a solas (Everly salía más tarde, y su hermano no aparecía por ningún lado) lo aprovechó leyéndose el libro de Hércules Poirot que con tanto mimo Jimin le había prestado. Everly llegó a casa en mitad de la tarde y el menor le contó que había vuelto antes a casa debido a que se había desmayado en la donación de sangre.

—¿En serio? ¿Te has desmayado por eso?

—Otra con ese tono de voz —Tae se hundió en el asiento—. ¿Qué? ¿Tan malo es?

—No, no —arrugó el semblante—. No digo que sea malo, es sólo que, uhmn, no sé. Yo estoy en la recepción y a veces necesitan otra mano para organizar materiales. Te sorprendería si te dijera la de veces que he visto bolsas de sangre.

—Ugh. Calla —cruzó los brazos, sintiéndose encogido—. Sea como sea, no quiero repetirlo. Era como si algo súper desagradable me trepase por dentro.

—¿Por qué no me han llamado? Me hubieran dejado salir del trabajo antes —soltó Everly, aprovechándose del asunto.

—Le dije a mi tutor que no te preocupara. Jimin me trajo a casa.

—Oh —ella suspiró de forma dramática.

—¿Qué? —Taehyung abrió mucho los ojos.

—Habría conseguido el teléfono del buenorro de tu profesor coreano —reveló Everly, apretando un puño en el aire.

Su tía no tenía remedio en eso del amor.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


El vaivén de cuerpos era frenético y rápido, Soobin dejó caer hacia atrás la cabeza, sujetando la cintura de la chica. En unos instantes, la ola de clímax del golpeó provocándole un gemido ahogado. Ella le tapó la boca con una mano, luego apoyó la cabeza en su hombro, con la respiración también ahogada. Se encontraban en el cubículo de un baño público. Cuando levantó la cabeza, la chica se relamió los labios. Tenía el cabello castaño y los ojos de color avellana. Era mayor que él por dos años; pero a Soobin no le preocupaba. Desde hacía meses, se acostaba con la hija del alcalde Trench. Fumaba con ella y con su grupo de colgados, y de momento, era lo único que le iba bien.

Más tarde, salieron de la zona de los baños de hombres por separado, primero ella, y en un rato más, él. Tessa se largó a la barra para continuar con su trabajo, saludó a Landon, que estaba con algunas amigas más de su hermano, y pasó de él.

Así era como funcionaban las cosas. Y él se engañaba a sí mismo, porque a ratos notaba que el tal Landon, de la edad de su hermano mayor, le encantaba. Siempre iba tras él, pero cuando Dave por el Bell's aparecía, ella cerraba la boca y se comportaba.

Pero el único con quien se acostaba era con él. Y de alguna forma, Soobin estaba enganchado a esa sensación tanto como a la de fumarse algo.

Y sí, sabía, sabía muy bien que estaba arruinándose la vida. Pero, ¿no la tenía ya arruinada? ¿No era evidente que a todo el mundo le importaba un comino que sus padres hubieran muerto? Todos continuaban hacia adelante sin vacilar, mientras él se quedaba atrás. En la vida, en los estudios, incluso en la familia a la que no era capaz de hablar sin sentirse como una vergüenza para ellos. Incluso al ideal, guapísimo, gracioso y encantador de su hermano mayor Taehyung. Él había heredado la gracia de su madre, la piel más canela, en comparación a su tez blanca, y esa perfecta nariz recta.

Viéndoles reírse en la barra a Landon, Tessa, Lexa y otro chico recién llegado llamado Aaron, Soobin se quitó de en medio. Empujó la puerta trasera del Bell's, y salió de allí. Se encendió un cigarro, apoyando la espalda y un pie en la rojiza pared de ladrillo visto.

La vida era una mierda. Una absoluta basura.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


Cuando Jade abrió los ojos, se encontraba en la cama. Le faltaba la ropa interior y estaba desnuda bajo las sábanas. Sí que habían tenido sexo, ella y Jungkook. Y francamente, había sido más que bueno. Como un felino que sabía exactamente qué era lo que se debía de hacer para complacer a una mujer. El problema era, que las sábanas y la almohada estaban manchadas de sangre, y ella notaba el rastro de sangre seca en el hombro y cuello, donde había mordido como un animal salvaje.

Él le pidió bajo el poder del control mental que no gritara, y así lo había hecho. Pero no le quitó el miedo. Y estaba aterrada. Se encontraba en la cama con una bestia carnívora e increíblemente complaciente y sexual. Que nadie la malinterpretase: si Jade no hubiera visto aquellos colmillos y aquella cara, si no le hubiera oído rezumar y sorber en su cuello con esas ansias, provocándole aquella terrible punzada en la carne con los mordiscos, estaría pensando en ese momento que Jungkook De Fiore se había materializado en aquel pueblo como el amor de su vida.

Muy despacio, Jade levantó la cabeza y miró hacia la izquierda. Él estaba bocabajo, desnudo y repantingado, con la amplia y fornida espalda desnuda, y la zona de las caderas y trasero cubiertas por una finísima sábana blanca. Parecía dormido, por lo que Jade se levantó poco a poco sin hacer ningún ruido. Contenía la respiración, atrapando el aire con sus pulmones como si aquello fuera a despertarle.

Salió de la cama y se colocó las braguitas, el sujetador. Se puso la camiseta y agarró la blazer, falda y zapatos entre los dedos, para posteriormente dirigirse a la puerta. Estaba a punto de tirar de la manija de la habitación del hotel cuando escuchó un crujido tras ella.

El corazón cabalgaba con fuerza en el pecho, el vello de la nuca se le erizaba. Jade Russo giró la cabeza y comprobó por acto reflejo la cama. Jungkook ya no estaba allí. Había desaparecido.

Rápidamente, Jade se volvió hacia la puerta para escapar, pero su torso desnudo le detuvo. Se topó tontamente con él y luego retrocedió unos pasos, pidiéndole clemencia.

—N-No me hagas daño, p-por favor —titubeaba.

—Tranquila, conejita. No voy a comerte —le soltó, relamiéndose los labios—. Todavía.

Tenía el sabor de su sangre en la lengua. Jade no sabía nada mal. Al sexo le pondría un seis, aunque pensaba subirle medio punto sólo porque era virgen. Y en cuanto al sabor de su sangre, un siete setentaicinco. Las había probado mejores.

—¿Q-Qué coño te pasa? Eres un sádico... —dijo Jade con un hilo de voz oscilante, cargado de nervios—. Te va la sangre y esas mierdas.

—¿El BDSM? Qué va, amor —ladeó la cabeza, juguetonamente—. Lo mío no es fetiche, es que soy vampiro.

—¿V-Vampiro?

—Vampiro, sí. Vampiro. Joder, ¿es que no has visto la saga Crepúsculo? ¿En serio? —formuló sarcásticamente.

Ella negó con la cabeza, con los hombros encogidos y un rostro vacilante. Jungkook puso los ojos en blanco.

—Menos mal. Porque la verdad es que yo no brillo al sol —agregó, y a continuación se acercó a la chica peligrosamente.

Ella jadeó cuando sus ojos se volvieron totalmente negros, con los iris rojizos, y los colmillos superiores e inferiores asomando bajo sus labios. Quería gritar. Quería hacerlo. Pero cuando abría la boca, no salía ningún grito y sabía que era porque él se lo había pedido.

Jungkook la viva totalmente aterrada, ella le lanzó un zapato, y luego la chaqueta y de paso, también el resto de la ropa. Se quedó en ropa interior, totalmente desvalida. Empezó a corretear por la habitación como si fuera a despedazarla, y la verdad, es que a Jungkook no le apetecía jugar con chiquitas. Es más, ni siquiera planeaba matar a alguien que podía serle tan útil. El vampiro esprintó con una velocidad sobrenatural y alcanzó la chica, sujetándola por los codos para que la mirase.

—¡N-No, no, no! ¡Déjame irme, por favor! ¡Déjame hacerlo! ¡No me hagas daño! ¡No me hagas...!

—Ssshh... Vas a tener que apartar tu miedo a un lado —le dijo, ejerciendo su persuasión—. Deja de sentirlo.

De repente, ella cerró la boca. Su rostro aterrorizado, comenzó a sosegarse poco a poco. Él le pasó los pulgares bajo los ojos, barriendo sus lágrimas cuidadosamente.

—¿Ves? Ya está —musitó Jungkook—. Mejor sin miedo, ¿verdad?

Jade afirmó con la cabeza. Lo cierto era que ya no le asustaba. No sabía por qué, pero pensar en Jungkook volviendo a morderla, en la palabra vampiro, y en aquella escena antes de que se acostaran, ya no le aterraba ni lo más mínimo. Es más, no sentía nada.

—Veamos, que recuerde. ¿Por qué estábamos hablando? —Jungkook se pasaba una mano por la mandíbula—. Ah, sí. Escúchame atentamente, amor. Tú y yo vamos a ser los reyes de Shadowfell.

Él le sujetó los hombros, mientras le hablaba con muchísima claridad para que todos sus mensajes calaran.

—¿Quieres que vayamos juntos al baile de fin de curso? Si voy contigo, seguro que me elegirán como reina —dudó Jade, como una tonta.

—No. Vas a seguir cada uno de los pasos de los Kim de cerca —le ordenó Jungkook.

—¿Qué Kim?

—¿Cómo que qué Kim? —Jungkook frunció el ceño.

—Hay varios en Shadowfell. Está el profesor, y también los hermanos —indicó.

—Los hermanos, claro —se mordisqueaba la lengua—. Espera, ¿Quién es ese profesor?

—Joon Kim.

—¿John?

—No, Joon. Joon —repitió cuidadosamente.

—¿Es asiático?

—Sí, llegó nuevo este curso. Desde Corea del Sur.

—Uh. Interesante casualidad.

Él le soltó los hombros y suspiró, luego la rodeó como una pantera suspicaz.

—En fin, olvídale de momento. Ya me encargaré yo de echarle un ojo a ese, pero tú, tienes que estar pendiente de los dos mocosos. Especialmente, del de los ojos azules.

—¿Taehyung Kim?

—Ese.

Jade pestañeaba, prometiéndole que lo haría.

—Y, ¿se puede saber qué es lo que quieres de él?

—Ese es mi asunto. Tú asegúrate de enterarte de todo; y si ves algo raro en el otro, el pequeño, comunícamelo rápidamente. Y en cuanto a lo que soy, lo que ha pasado hoy y eso que tienes ahí —le señaló el cuello—, es un secreto. Nuestro secreto. No dirás nada, Jade Russo, ¿lo has entendido?

—Sí.

Jungkook se aproximaba con el torso desnudo, los abdominales adornaba su vientre, los marcados pectorales, hombros y bíceps definidos. Era un bombón. Vampiro, pero bombón.

—¿Seguro, bebé? —se aseguró Jungkook con una falsa dulzura.

—Seré tus ojos, bebé —le devolvió ella con una espontánea sonrisa.

—Mis ojos, y un señuelo precioso —dijo pasándole un par de dedos por el redondeado mentón.

Qué maravilloso era no tener permitido sentir miedo de tu depredador.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


Había anochecido y Taehyung se encontraba tumbado en la cama. Oyó la puerta del dormitorio de Soobin cerrarse hacía apenas unos instantes. ¿A esa hora llegaba a casa? El instituto y sus horas de refuerzos debían haber acabado horas antes, pero cualquiera le decía nada con esos malos humos que últimamente se gastaba.

El libro de Agatha Christie que Jimin le prestó se encontraba cerrado sobre su pecho, pues se lo había devorado en dos tardes como pocas veces hacía. Y esa eran las mismas ganas que tenía de Jimin. Le apetecía verle y devolvérselo, decirle que le había encantado y que quería más. Podía hacerlo al día siguiente, en clase. Pero la ilusión y el aburrimiento le clavó unos pálpitos lentos. ¿Y si tomaba el coche e iba a la casa condal? ¿Y si se besuqueaban un rato, y luego se volvía a casa? Podía hacerlo. Podía hacerle una visita sorpresa. Esa mañana había sido una basura por sus mareos y el desmayo por la sangre. Él le había llevado a casa... Era un amor... Era adorable...

Taehyung se mordió el labio inferior, pensando en Jimin. Y es que, cada vez que miraba el techo de su habitación, caía en ese círculo vicioso de suspiros por el muchacho. A veces, se paraba a pensar y sentía que era surrealista que alguien pudiera ser tan precioso.

Y la sensación que tuvo fue tan fuerte, que no pudo resistir el impulso. Taehyung se levantó de la cama como un resorte, buscando sus pantalones vaqueros. Se puso unos botines y se echó una chaqueta corta, de tela, por encima de los hombros. Después de lavarse los dientes, bajó las escaleras de madera sin hacer mucho ruido. Se asomó al salón, Everly estaba tomándose una copa de coñac delante del televisor, mientras veía un capítulo de FRIENDS donde Mónica se casaba con Chandler.

No quiso molestarla, cuando Eve bebía, lo mejor era dejarla con sus sitcoms y k-dramas en el sofá de casa. El chico tomó las calles del coche del mueble de la entrada, abrió la puerta cuidadosamente, y la cerró tras él, saliendo finalmente de casa.

¡Lo había logrado! ¡Y sin dar explicaciones! Bien, no pensaba volver tarde. Mañana tenía clases, y quería estar con Jimin sólo un ratito. Llevaba el libro bajo el brazo mientras entraba en el coche. Él lo dejó sobre la guantera antes de arrancar el motor.

Nunca había estado en la casa condal del pueblo. Se trataba de una casa construida por la familia De Fiore (una de las fundadoras de Shadowfell) en el año 1895, con intención de servir a la comunidad de Shadowfell tras la guerra civil. Desde hacía muchísimos años, no había vuelto a ser utilizada como pensión o refugio, ahora sólo era custodiaba por algún dueño o propietario descendiente de los De Fiore, que casi nunca pasaba por el pueblo.

Eso era todo cuanto Taehyung sabía acerca de aquellos terrenos. Por lo demás, nunca había estado en el interior, pero la parte de fuera era majestuosa y preciosa, como una mansión victoriana con numerosos garajes, jardines y caballerías que aparentemente se mostraban vacías. A pesar de lo solitaria que se veía, nunca había estado descuidada. Los setos, el césped y los arbustos jamás dejaron de ser recortados, así como las hojas barridas, por lo que Taehyung siempre había supuesto, desde muy pequeño, que por allí debía haber alguien contratado de la familia.

No le tomó mucho llegar a la enorme casa. Taehyung la vio a lo lejos, mientras el coche se aproximaba. Giró el volante suavemente y se introdujo en la carretera que se desviaba hacia la entrada de los terrenos, continuando por el bonito camino de tierra y grava que le llevaba hasta la parte del hall de la casa.

Desde el exterior, el chico vislumbró varios preciosos ventanales iluminados. Eso era buena señal: significaba que alguien estaba en casa y él apostaba por su chico. Quizá, después de todo, pudiera ver la casa de forma improvisada. Taehyung apagó el motor, sacó las llaves del contacto, se liberó del cinturón y tomó el libro, guardándoselo bajo el brazo. Al salir, sus botas pisaron la tierra. Cerró la puerta guardándose las llaves, y continuó caminando hacia la zona pavimentada.

El corazón ya le palpitaba rápidamente, como si algo increíble estuviera a punto de suceder. Y por supuesto que iba a ocurrir. Él iba a ver a Jimin, que era lo más increíble que le pasaba cada día desde que le había conocido. Taehyung tocó la aldaba, percatándose de que el forma metálica y pesada tenía apariencia de león, con un toque muy gótico y ennegrecido por los años.

Toc, toc. Sonó como un ruido vasto y sordo. Acto seguido, Taehyung retiró los dedos cuyo contacto frío provocó que se frotase las yemas entre ellas. Pensaba en lo chula que le parecía aquella aldaba, así como la pesada y tosca puerta de madera labrada. A esas alturas, seguro que la habían modernizado y tenía un doble procesado de seguridad.

Taehyung no tenía ni idea de por qué estaba pensando en esas cosas. Pero de repente, sus oídos captaron una serie de chasquidos tras él. Algo rechinando. El muchacho giró la cabeza y notó lo oscuro que estaba. Era curioso, pues, hasta que no bajó del auto, no se percató de que era bastante tarde para andar tan lejos de casa a esas horas. Eran casi las once de la noche, obviamente que estaba oscuro.

Las estrellas parecían diminutos puntos blanquecinos a lo lejos, sin apenas fuerza para brillar o iluminar sus ojos. Había árboles, arbustos recortados del color verde oscuro, con formas y sombras sinuosas que parecían más largas. Más adelante, una carretera vacía que salía de Shadowfell en dirección a la lejana capital de Richmond.

Taehyung miraba a aquella oscuridad, sintiéndose eventualmente pequeño y un poco inquieto. Volvió a escuchar un chasquido, y este fue tras un árbol. Él se dio la vuelta por completo, ladeando la cabeza y estirando el cuello.

—¿Hola? —liberó en voz alta.

No. Espera, ¿por qué hablas? ¿Y si era un animal? No iba a responderle. Pero, ¿y si era...? ¿Y si era un oso pardo? La nuca de Taehyung se erizó, así como la piel de sus brazos. Escuchó algo más profundo y bronco, como un gruñido. Y de pronto, tuvo de nuevo aquella desagradable sensación. Como en el sueño. Como si un ser estuviera a punto de saltar de las sombras para devorarle.

Nada de eso tenía sentido para la psique de Taehyung, pero sus sentidos le gritaron que estaba en peligro. Él contuvo un gemido asustado, y entonces, cuando oyó con claridad aquel chirrido de algo desplazándose, se dio la vuelta a la velocidad de la luz para aporrear la puerta, y sin notarlo, estuvo a punto de golpear a un joven.

Él le atrapó la muñeca en el aire, por encima de la cabeza. Taehyung abrió muchísimo los ojos, encontrándose con aquel rostro. Una persona a la que nunca había visto, cuyos pómulos, mentón y ojos rasgados eran terriblemente hermosos. ¿Un De Fiore? Imposible, él no creía haber visto nunca a uno en aquel pueblo.

—Cuidado. No soy una aldaba —sonrió, transmitiéndole una electricidad dolorosa.

Sus largos y pálidos dedos aprisionaban la muñeca de Taehyung firmemente. Él estaba sin aliento, tanto por espeluznante contacto del agarre como por la cercanía de sus rostros.

El desconocido era un poco más alto, con el cabello negro azabache como una noche sin estrellas. Los ojos, como el chocolate negro, y la piel tan nívea y majestuosamente esculpida como el blanco mármol de los efebos griegos. Había algo asfixiante en él, como aquel sueño oscuro. Taehyung se preguntó si era un actor, una celebridad, un... príncipe oscuro... Por absurdo que pudiera sonar.

—L-Lo siento —balbuceó con las cuerdas vocales enrarecidas.

Con dificultad, notó cómo contenía el aliento. Tragó saliva pesadamente, mientras el pelinegro se deshacía del lazo de su muñeca, finalmente devolviéndosela. Taehyung exhaló su respiración muy despacio, contemplándole como si no pudiera escapar de sus ojos. ¿Le conocía? ¿Se conocían? ¿O es que quería conocerle irremediablemente? Él ladeaba la cabeza mostrándole una increpante, abrasadora curiosidad, como un acicalado león contemplaba a la pobre oveja.

—P-Perdón, es que...

Taehyung miró hacia atrás por acto reflejo. Casi había parecido un sueño, pues al observar el entorno nocturno de árboles y arbustos, comprobó que no había nada. Ni criaturas imaginarias, ni chirridos místicos, ni chasqueos peligrosos... Parecía habérselo estado imaginando. Así como aquel chico, el cual volvió a mirar atónito. Pero él sí parecía real, aunque desentonara de ese mundo. Secretamente, causaba tal impacto en su organismo, que se sentía encogido, con los brazos y los hombros engarrotados, más los dedos terriblemente fríos como si él pudiera solucionarlo.

—¿Hay alguien ahí? —preguntó el desconocido desde el dorado umbral de la puerta.

—Creía que sí, pero...

Tae volvió a mirarle, y el otro reprodujo una sonrisa burlona que podría tumbarle de espaldas.

—Me refería a ti —concretó con gracia—. Tú debes ser Taehyung, ¿verdad? Soy Jungkook, el hermano de Jimin. Me ha hablado de ti.

—¿Qué?

Demasiado que asimilar. Taehyung parpadeaba repetidamente, con los iris azules oscilantes, confusos. ¿Jimin tenía un hermano? Su mente vaticinó que debía ser el mayor. Pero no podía contar por cuantos años. Tampoco era como si Jimin fuera fácil de ubicar en una edad exacta. Él tenía dieciocho recién cumplidos, pero a veces, parecía más adulto; entre los veinte y veintitantos. Puede que un poco menos, o un poco más, dependiendo de la vestimenta. Era un rasgo singular.

El tal Jungkook le examinaba con una pasmosa curiosidad, que él le devolvía tan ingenuamente. Abrió más la puerta, ofreciéndole a pasar.

—No te quedes ahí, por favor. Sería de mala educación dejarte afuera —dijo Jungkook.

¿Escapar? ¿Huir de él? Taehyung entró tras Jungkook encantado, todavía con el libro en la mano. Sus sentidos se abrumaban en la casa condal. La entrada era una pasada; madera oscura de roble, tabiques y altas columnas, el suelo cubierto por exquisitas alfombras. El mobiliario parecía pesado, había un reloj de pie a un lado, numerosas lámparas y candelabros. El pasillo mostraba una escalera con una barandilla dorada, que iba a una planta superior. Jungkook continuó de largo, bajó un par de peldaños con gracia, llegando a una zona enorme y abierta.

—Jimin no está en casa. Ha salido.

—¿Ha salido? ¿A esta hora? —repitió Tae, confundido.

—Sí. En ocasiones, le gusta salir a pasear a deshoras. Es un vicio que tiene. Creo que así se le aclaran las ideas, ¿sabes? El aire fresco en la cara, beber de un arroyo y chupar un árbol de sabia —decía ácidamente.

Taehyung levantaba la cabeza en aquel salón, con los ojos muy abiertos y atentos.

—Vaya. Este lugar es... ¿Este es el salón? —Taehyung parecía sorprendido.

—Podría decirse; salón, sala de subastas, antiguamente una recepción de invitados y un comedor para las familias fundadoras. ¿Te parece grande? —jugó Jungkook.

—Grande como definición, casi que suena modesto —contestó, observando cada detalle. Cortinas pesadas, de terciopelo rojo, la enorme chimenea de piedra prendida, las altísimas estanterías llenas de libros de cubierta recia, y los sofás añejos, que, parecían mullidos, sin perder el encanto de los cojines con borlas de tela.

—Ahora entiendo qué pasa con mi hermano —agregó Jungkook de repente.

Taehyung le observó de medio lado, todavía demasiado asombrado para asimilar la manera en la que él hilaba las palabras.

—Por qué parecía que últimamente estaba tan encaprichado con este pueblecito. No obstante, ya era hora —suspiró, curvando las comisuras de sus labios rojizos—. Por un tiempo, pensé que jamás superaría lo del último.

—¿El último?

—Sí, Sui. Su expareja. Casi le destruye.

El ojiazul enmudeció por completo. ¿Ex? ¿Jimin tenía un ex?

—Oh. Disculpa. Creo que aún no habíais tenido la conversación de los ex —agregó Jungkook, advirtiendo su faz.

—N-no, es que... Creo que él, no...

—Está bien. ¿Quieres tomar algo?

De repente, Taehyung se sentía fatal. Se preguntaba por qué Jimin no le había contado nada de eso. Él le había hablado de Lex, de su familia. No obstante, lo que desconcertaba realmente era Jungkook. Él tenía ese porte noble, así como lascivo. Como si formara parte de un juego perverso, dominado por unos ojos negros. Si no le miraba, sentía cómo ese escalofrío continuaba extendiéndose por él. Y cuando lo hacía, de alguna forma, su mirada le recibía con muchísima menos ironía que su timbre de voz.

Apenas le conocía, pero ya era confuso.

—¿Tú eres...? ¿Eres un De Fiore? —preguntó, sin saber muy bien por qué.

—Utilicé Jeon por mucho tiempo, pero ese es nuestro verdadero apellido —reveló Jungkook—. Mi padre era italiano, de Sicilia. Un día, le llevaron a mi madre en Barco. Ella era de Busan.

Taehyung apretó los párpados unos instantes. Okay, Jimin le había contado que era de Busan. No le había mentido en aquello. Pero, eso convertía a Jimin Park en una persona distinta a la que imaginaba; Jimin De Fiore no era un chico extranjero, era un descendiente de una de las familias fundadoras, acomodadas, y bien posicionadas del pueblo. Estaba sin palabras.

Jungkook le ofrecía la espalda mientras servía el contenido de un frasco de vidrio en un bonito vaso. Su espalda era ancha y triangular, con hombros fornidos y las caderas estrechas. Aquello de estar bien hecho debía ser cosa de familia, pues el físico y el aura de Jimin era exactamente igual de espectacular. Aun así, Taehyung no babeaba por él. Su corazón ya estaba ocupado, pese a que sus sentidos no pudieran evitar apreciar la buena combinación que existía entre los italianos y surcoreanos.

El pelinegro le ofreció una copa a Taehyung, con un semblante mucho más suave. Le había servido un par de dedos de un whiskey dorado.

—Lo siento, tengo que conducir —negó, educadamente.

—¿Tienes? —le hizo dudar Jungkook.

—En realidad, vine a traerle esto a tu hermano —Taehyung sacudió el libro que tenía en la mano. Lo dejó sobre la balda de una estantería, bajo la atenta mirada del compañero.

—La lectura. Qué viejo truco —masculló con humor.

Tae ladeó la cabeza. ¿Estaba diciendo que era una anticuada forma de ligar? Pues bien, a él le gustaba leer, así que no estaba nada mal.

Jungkook se llevó su copa a los labios, dándole un pausado trago. Al volver a mirarle, se relamió los labios y le apeteció bufar. ¿Realmente estaba hablando con él? Era súper irónico que Taehyung Kim hubiera entrado por su propio pie a su casa. No había necesitado ir a por el chaval; y ahora le tenía ahí, a solas, totalmente vulnerable y desprotegido, y con esa ingenua mirada de ojos azules que una vez había amado.

Ese era el problema de Jungkook: sus ojos. Ya los había mirado cientos de veces antes, pero una voz le susurraba que no era él. No era su Sui. No era su pequeño y precioso vampiro juguetón y cruel. Taehyung olía... como a lavanda y a suave madera de sándalo... Olía a vivo, a humano. Si bien su rostro era el mismo, su voz terriblemente similar, como si regresase un fantasma del pasado. Y Dios, Jungkook ya lo había visto. Pero interactuar con él le golpeaba los instintos vampíricos, y de repente, se sentía incapaz de arrojarse hacia él o siquiera tocarlo. Y no lo estaba haciendo por Jimin. Lo hacía porque todavía le dolía ver esa cara.

Desgraciadamente, cuanto más fijaba las pupilas sobre él, mejor podía vislumbrar los resquicios del sello. Era él o Soobin Kim. Ahora estaba seguro, mientras su conciencia tragaba saliva esperando tener que hacerlo. Qué curioso. Taehyung Kim le importaba un rábano, aunque sus sentidos estuvieran diciéndole satíricamente todo lo contrario.

«Pero si no le conocía. No se conocían. Sólo es una copia de Sui, un eco del pasado», se dijo el vampiro. «O, tal vez... ¿Es él? ¿Está él ahí dentro? No. No pienses eso».

—¿Por qué nunca antes te había visto en el pueblo? —preguntó Taehyung.

—Porque no me gusta volver a este lugar —fue sincero.

—¿A Shadowfell?

—No es un sitio desagradable, no lo malinterpretes. Es sólo que —suspiró y luego se pasó la punta de la lengua por el rosado labio inferior—, aquí no hay para...

—Para mí —finalizó Taehyung, casi como si hubiera salido de sus propios labios.

Fue raro, puesto que Jungkook le miró como si algo fuera mal. Eso era exactamente lo que Taehyung había pensado durante el último año de su vida, de todos modos. Al menos hasta que Jimin apareció, zarandeando la forma en la que se había estado muriendo en vida.

—Taehyung —oyó a una voz.

El castaño se volvió rápidamente, encontrando a Jimin en el recibidor. Había llegado sin que lo notara. Llevaba una camiseta negra de manga corta, y guardaba las manos en los bolsillos de los jeans. Demasiado fresco para haber estado caminando por ahí a deshoras.

—Jimin —contestó Tae con una voz aterciopelada—. Hola. Ah, sé que debía haberte llamado antes de venir, pero...

Jimin ni siquiera le miraba. Estaba allí, plantado, con los ojos y las facciones tirantes sobre su hermano.

—Hombre, hermanito. El encantador de tu novio ha venido a devolverte tu detallito —comentó Jungkook con picardía.

Pero no hubo respuesta. La mirada de Jimin se clavaba sobre la suya como un puñal. Y Jungkook sabía perfectamente lo que quería decir; esa eterna rivalidad y desconfianza. Él y Taehyung en el mismo espacio. ¿Había estado a punto de hacerle algo? ¿Le había atrapado a tiempo? Porque no necesitaba verbalizarlo. Jimin se había encaprichado de la persona más única de Shadowfell, y le declararía la guerra si le rozaba un pelo.

A Jungkook le excitaban los juegos. Y Dios, quería, le apetecía muchísimo hacerlo.

Taehyung fue hasta Jimin, subió el par de peldaños y se colocó frente a él con una expresión notablemente confundida.

—¿Jimin? —repitió. El muchacho deslizó los iris hacia Taehyung con un inesperado desinterés—. Tengo que irme a casa, ¿podemos hablar mañana?

Sólo le vio apretar la mandíbula, se retiró de su camino para que se marchara sin agregar nada. Taehyung frunció el ceño, molestándose con él. ¿Por qué coño no le decía nada? ¿A qué venía esa actitud? ¿No iba a saludarle, a abrazarle? ¿Ni siquiera pensaba abrir la boca?

Taehyung suspiró frustrado y pasó de largo. Después, abandonó la casa.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top