Capítulo 30

Capítulo 30. Y cuando no quede nadie, estaré ahí

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Cuando llegó a casa, le dolían los pulmones por lo rápido que respiraba. Tenía la boca seca y le sabía a sangre, apenas podía tragar saliva. No había roto a llorar tan sólo por el pánico. Y allí estaba, sentado junto a la puerta, con un rodillo de amasar en la mano, que él mismo se había encargado de afilar con un cuchillo de cocina para labrar una punta afilada. Estaba cumpliendo lo que Joon le había dicho antes; esconderse en casa, no dejar entrar a nadie, esperar a que los demás llegaran...

Eve. Everly. Su tía. Taehyung no podía sacarse las palabras de Sui de la cabeza. Era una película de terror. Su propia figura actuando de manera malvada e impulsiva, con ese look terriblemente hermoso y despiadado. Una broma pesada del destino, ¿qué podía ser, si no?

Taehyung se sintió aterrorizado cuando escuchó el rugido del motor de un coche. Apretó el trozo de madera entre los dedos y se encogió, pero no tardó en reconocer el ruido familiar. ¡El coche de Everly, en el porche!

No tardó más de unos segundos en levantarse, quitó los tres candados de la puerta precipitadamente y la abrió liberando una bocanada de aire. Sus iris azules se posaron sobre el vehículo de su tía; Namjoon estaba rodeando el coche con las llaves en la mano.

Sus ojos estaban rojizos y brillantes, su camisa y blazer plateada, manchada de sangre oscura, al igual que sus manos. Taehyung salió de allí empuñando su única arma, aproximándose al hombre casi a cámara lenta, mientras el rostro del mayor se contorsionaba dolorosamente. No la había visto, pero sabía que era cierto. Estaba muerta. Sui no había mentido; le había quitado a alguien de su familia.

Entonces, Joon apartó el rostro y contuvo el sollozo un instante. Tiró de la puerta del maletero y la levantó, mostrándole el cadáver.

—¡No! ¡No, no...! Eve, no... ¡Eve!

—Está muerta —dijo Joon.

—¡No! —Tae sollozó con fuerza, la madera afilada cayó de su mano.

Joon le agarró, manteniéndolo a su lado mientras las rodillas del más joven se doblaban de dolor.

—Está muerta —repitió Joon casi de manera automática—. ¡Está muerta!

Las lágrimas se deslizaron por su rostro dolorosamente.

—Es mi culpa. La dejé —agregó el profesor—. La hice esperar...

—S-Sui —Taehyung se frotó la nariz que goteaba con la manga—, Sui lo hizo.

Joon estaba quieto, sujetándole un brazo, pero justo entonces dejó de sentir, de hablar y de llorar, como si le hubieran ahuecado por dentro. Oír el nombre del culpable le creó un oscuro rencor en su interior; despertaba su rabia, su ira, su cólera. Estrechó los hombros del joven Taehyung mientras lloraba, y él, clavó los iris sobre el cuerpo tranquilo y pálido de Everly, el cual había tapado con una manta, cubriéndole el horrible hoyo que le atravesaba el pecho. Ese corazón que le había arrancado físicamente a su prometida, también lo había sentido él por dentro.

Namjoon bajó la puerta del maletero y los dos entraron en casa.

—La enterraré. Yo mismo lo haré.

Taehyung se sentó en el sofá y se abrazó las rodillas, estaba demasiado destrozado para pensar. Sólo quería ver a su hermano, a Ray, a Jimin. Joon dijo que avisaría a los hermanos De Fiore. Si bien se apostó mentalmente que, si Sui estaba por ahí, ellos debían saberlo a esas alturas.

—Ray —dijo al teléfono—. Estamos en la casa de los Kim. Eve ha... ha muerto...

Hubo una larga pausa que detuvo la conversación tras aquello. Taehyung le escuchó al cabo de un rato recuperar el habla.

—¿Qué? ¿Qué pasa con Soobin? No te entiendo, Ray. Escucha, hay un vampiro puro en Shadowfell. Tienes que ponerte a salvo.

El castaño hundió el rostro sobre las rodillas. Tan solo quería escuchar que todo estaba bien. Namjoon se acercó al muchacho, activando el manos libres para que Rayna pudiera hablar con él.

—Te oye. Ve al grano —indicó Namjoon.

—Tae, Soobin fue atacado por Alex —manifestó Rayna a través de la línea—. Dave tuvo que matar a su tío. Cuando llegué, Soobin estaba... Estaba muerto, pero llevaba el anillo revenant con él. Dave se lo quitó y se negó a que me llevara a Soobin conmigo. Dijo que ahora era su responsabilidad.

—¿Por qué...? —jadeó Taehyung levantando la cabeza.

—Estaba mordido. Las toxinas le convertirán en licántropo.

Joon se pasó una mano por el pelo.

—No te preocupes, regresaré a la casa de Dave al amanecer. Le tendremos con nosotros, Tae.


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Rayna llegó a la casa de su abuela en el vehículo. Necesitaba hablar con Aramintha; ella era fuerte, podía ayudarla y entre ambas, podían acabar con Sui Leone esa misma noche, en Shadowfell. La joven bajó del auto y vio la luz del porche encendida.

Comenzó a caminar hacia la puerta, pero se encontró con que Aramintha ya estaba allí afuera. Ella estaba de espaldas, preocupantemente quieta.

—¿Abuela? —Rayna atravesó la distancia con unas largas zancadas—. Tengo que contarte algo, es una urgencia.

De repente, vislumbró a un hombre frente a Aramintha. De un movimiento rápido, le sacó el cuchillo del pecho y la dejó caer en el suelo. El cuerpo se desplomó sin vida, como un saco de cemento.

—¡Abuela!

Rayna se detuvo abruptamente, sin respiración, con los ojos a punto de escapar de las órbitas. Aquel desconocido tenía el cabello blanco, los ojos oscuros, su tez era increíblemente pálida, de ojos rasgados, y pulcramente vestido con un traje de Louis Vuitton negro. Él la miró mientras sacaba del bolsillo un pañuelo de seda blanca, con el que comenzó a limpiar la hoja manchada de sangre.

—Sólo para asegurarme de que eres la última de las Rey con vida —dijo su ronroneante voz.

Rayna ahogó un grito desgarrador en su garganta. Echó a correr hacia el coche, pero el desconocido se interpuso a una velocidad sobrenatural frente a ella.

—Eh, chst, chst —le chistó amigablemente—. No te muevas, cielo.

Rayna estaba aterrada, pero entonces, le lanzó una ráfaga de poder psíquico para aplastarle. Inesperadamente, el hombre no se vio afectado ni lo más mínimo. Él parpadeó con curiosidad, las comisuras de sus labios se curvaron.

—¿Estoy notando cosquillas? Oh, Rey, déjame explicártelo, cielo —dijo con dulzura—. Cuando uno está solo, se vuelve más fuerte. Todo lo contrario, a lo que piensa la gente, ¿verdad? Yo, hoy, te necesito para algo muy importante.

—¿Q-Quién eres? —jadeó Rayna, con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Qué eres?

—En seguida te lo explico. Tú haz lo que yo te diga, y protegeré a tus amigos. Y de paso, te perdonaré la vida, Rey, como la última de tu linaje de brujas traidoras.


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Eran más de las cinco de la mañana en ese momento. Joon se preparaba para salir, se acuclilló en la cocina y comenzó a rebuscar en los muebles. Él no podía estar quieto, como Taehyung. Necesitaba entrar en acción, necesitaba ponerse en movimiento.

—Sabía que lo había guardado aquí —se incorporó con una estaca en la mano.

Tenía la empuñadura labrada, con una madera más densa y oscura. Joon se la guardó en el cinturón. De camino a la entrada de la casa, se apretó el broche de velcro de los mitones y luego agarró la cazadora de cuero que colgaba del perchero.

—No puedes salir —dijo Taehyung, tras él.

—No voy a quedarme aquí.

—Joon, ¡no puedes irte! ¡Es peligroso! —él se interpuso en su camino.

—Tú, quédate ahí, volveré con Soobin y Rayna.

Namjoon le apartó, abrió la puerta y salió de la casa.

—Joon, no, ¡Joon!

Taehyung le siguió hasta el coche, donde él se montó mientras el humano le golpeaba el cristal con un puño. Al cabo de unos instantes, Joon se largó sin escucharle. El muchacho se quedó afuera, nervioso, perturbado. Escuchó el crujir de una rama tras él y giró la cabeza velozmente, casi sin aliento.

—¿Jimin? J-Jimin, ¿eres tú? —preguntó a la sombra.

Un escalofrío le recorrió, exactamente igual que cuando se encontró a Sui. ¿Y si era él? ¿Y si se había arrepentido de dejarle con vida? Taehyung comenzó a desplazarse muy despacio; «tenía la puerta de casa a unos metros, si la atravesaba, estaría seguro». Volvió a oír el ruido de un arbusto zarandeándose, y acto seguido, el de una respiración enfermiza. Él aceleró en el último momento, pero alguien salió de la sombra y se abalanzó sobre él.

Taehyung liberó un grito, cayó de rodillas, casi encogido, mientras unos brazos familiares le rodeaban. Tardó unos instantes en advertirlo; era ese aroma, esa presencia.

—¿Jungkook? —formuló.

—Sui —recibió como respuesta.

—No soy Sui. Soy Taehyung.

«Taehyung», sonó como un eco en la cabeza del vampiro.

—¿Tae? —repitió jadeante.

—Jungkook, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás sudando? —Taehyung le escudriñó, e intentó levantarse, pasándose un brazo del pelinegro sobre los hombros—. Pensaba que te habías largado, os he llamado mil veces a ti y a Jimin, pero nadie me respondía.

Jungkook se tambaleó a su lado, el castaño le pasó otro brazo tras la cintura y le ayudó a entrar en casa.

—Ha matado a... a Eve —las cuerdas vocales de Tae se torcieron unos segundos—. S-Soobin ha tenido una trifulca con los hombres lobo, Ray dice que se convertirá en licántropo.

—¿Dónde está el diablo? —jadeó Jungkook.

—No lo sé. Me amenazó, ¿Jimin está en peligro? —le preguntó aterrorizado.

—Le quiere. Por mí..., pueden irse al infierno... juntos —Jungkook hundió la cabeza en su hombro.

El peso de su cuerpo, empujó a Taehyung tras la puerta que se cerró en ese momento. No lo advirtió hasta que le tuvo justo encima; Jungkook estaba caliente, extrañamente sudoroso y débil. Jungkook inspiró el aroma humano. La arteria de Taehyung latía cerca y muy rápidamente, se volvió una tentación para sus sentidos aturdidos por el veneno de licántropo.

—Te han mordido —manifestó el humano—. Estás febril.

Tae pasó una mano por el borde de su chaqueta y bajó la manga dificultosamente por el hombro, comprobando el desgarrón del mordisco. Casi estaba sin aliento.

—¿V-Vas a morir? —balbuceó el castaño.

—Ojalá hacerlo en tus brazos, amor —dijo el otro débilmente.

—Jungkook, respóndeme —le zarandeó levemente—. ¿Vas a morir o no?

—N-No lo creo. Solo es un mordisco.

—Ayúdame a moverte.

Taehyung le llevó hasta el sofá del salón, donde le ayudó a recostarse. Después le quitó la chaqueta y le abrió la camisa con más cuidado. Jungkook tenía las marcas, las hendiduras de una dentadura enorme

—¿Por qué no se cura la herida?

—El veneno...

El muchacho desapareció de su vista, Jungkook escuchó el grifo abriéndose en la cocina. En medio minuto, Tae regresó con un paño húmedo. Se sentó en el borde del sofá y lo colocó sobre la frente.

—Nada de eso servirá —manifestó Jungkook—. Es mi cuerpo el que debe eliminar las toxinas.

—Bajará la fiebre —resolvió Taehyung, moviendo el paño hacia una sudorosa sien.

Jungkook se quedó en silencio, contemplándole desde abajo. Sus ojos estaban brillosos, los de Taehyung se veían húmedos y más rojizos, e increíblemente azules.

—Tenemos que buscar a Jimin —agregó el humano.

—Yo lo haré —solucionó el otro.

—No te puedes mover así.

—Lo haré en cuanto esté mejor.

—Vale. Pero iré contigo.

—No —declaró con firmeza.

—¿Por qué no? Puedo ser útil —Taehyung levantó las cejas.

—Porque Sui es impredecible —Jungkook se esforzó en hablar—. Quedan menos de veinticuatro horas para que tu marca se active, Tae. Irás a por él, y entonces, te matará. No tienes materiales, ni instrumentos, ni armas con las que pelear. Solo un instinto asesino que te empujará a ir tanto a por Jimin como a Sui, sin diferenciaciones.

Taehyung apartó el paño, reflexivo.

—Pero Joon se ha ido, Kook. No pude detenerle.

Jungkook tragó saliva, trató de incorporarse, sin embargo, Taehyung posó una mano sobre su pecho, recomendándole que descansara un poco.

—No te muevas. Estás enfermo.

—Iré a por él, y a por mi hermano. En cuanto la fiebre baje.


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—Este círculo nos vendrá de periquete. Vamos, Rey —indicó el desconocido.

Rayna se colocó en el centro, las velas ya se encontraban encendidas, y en el pequeño altar, había colocado un cuenco, flores, varias velas más y un afilado cuchillo.

—¿Qué es lo que quieres que haga?

—Recitar el hechizo. Anulará la maldición —señaló al pergamino—. Una de tus antepasadas lo hizo. Mi madre tenía una gran amistad con ella; arrojaron una maldición sobre mí. Debes librarme de ello.

—¿Una de mis antepasadas? Alguien me dijo que ellas trabajaban para los Leone.

—Así es.

—¿Eres un vampiro? —dudó Rayna con suspicacia.

Él no le respondió, encendió un par de velas más con el encendedor, mientras el amanecer se acercaba.

—Debemos hacerlo antes de que el sol salga. La luna y tu sangre serán ideales para aumentar tu poder —el vampiro esprintó velozmente hacia ella y agarró el cuchillo—. Tranquila, ella usó solo unas gotas. No voy a degollarte.

—No eres sólo un vampiro, eres un Leone —acertó Rayna rápidamente—. Un vampiro puro.

El peliblanco se mordió el labio inferior.

—Mira que eres guapa. Ojos verdes, tez oscura... Todas sois así, de jóvenes —murmuró, pasándole un frío dedo por la barbilla—. Después, os marchitáis como una rosa seca.

—Has matado a mi abuela. ¿Crees que voy a ayudarte para retirar el sello que mi antepasada colocó sobre ti?

El hombre levantó el mentón con soberbia.

—Escucha, Rey: mi madre era bruja, una de las primeras. Nos convirtió en vampiros para protegernos de la peste, de la lepra, de las gripes y la muerte en la guerra.

—Fascinante historia —ironizó la otra.

—Yo nací bastardo —la ignoró—, hijo de otro hombre que no era su esposo. Un amante, de un pueblo vecino. Un lobo que se encargó de seducirla. Unas viejas rivalidades con el cabeza de familia empeoraron las cosas —tuvo una pausa—. Desafortunadamente, ella se quedó embarazada y me tuvo; el gen de los licántropos corre en mis venas. Cuando mi padre se enteró de que yo no era su hijo, intentó asesinarme. Pero mi madre me protegió. Ella se fue de casa, nos llevó a su lado. Cuidó de nosotros, nos convirtió en vampiros, y por desgracia, comenzamos a devorar y a asesinar pueblos enteros. Una bruja amiga colocó el sello sobre mí para reprimir mi lado licántropo. Una Rey.

—Espera. ¿Eres mitad vampiro y mitad hombre lobo? —Rayna sonó aturdida.

—¡Exacto! —celebró el compañero—. Pero, esa maldición ha sellado mi lado licántropo durante casi mil años. Y tú, mi querida bruja, me librarás esta noche de eso y me convertirás en la criatura más poderosa del mundo. No necesitaré joyas de luz que me protejan del sol, ni pociones que me libren de la luna —el hombre la apuntó con el cuchillo—. Bueno, lo hago yo, ¿o lo haces tú? —sonrió.

—Declino tu oferta —repuso Rayna—. Mátame, si es lo que quieres. Pero no colaboraré contigo.

—Sui está aquí, en el pueblo —agregó él—. Le seguí el rastro. Sabía que cuando escuchara el nombre de Jimin De Fiore se le caería la pija al suelo. ¿No te parece predecible?

—¿Qué importa eso? —le lanzó Rayna con irritación.

—Preciosa, sé que la réplica de mi hermano se encuentra en Shadowfell. Ah, ¿cómo era el nombre? ¿Taehyung Kim? ¿Un cazador de raza, adoptado por un médico humano? Qué maravillosa casualidad. Pero ya conozco el resto de la historia; Joon, el profesor que cambió su venganza por amor. Tu novio, el pequeño de los fallecidos Kim —enumeró lentamente—. Te ofrezco mi palabra; te indultaré a ti y a tus amigos de la muerte, si lo haces. Aramintha es la prueba de que no me importa ejercer la presión que necesitas sobre tu linaje. De todos modos, pensaba acabar hasta con la última Rey. Hazlo, y me largaré esta misma noche de Shadowfell. Retira la maldición, e iré a por Sui. Me lo llevaré de aquí, conmigo, y os habréis ganado vuestra vida.

Rayna extendió una mano temblorosa y agarró el cuchillo que él sostenía. El vampiro sonrió después de eso.

—Quiero una cosa más —Rayna se esforzó por sonar contundente.

—Oh, ¿vamos a negociar? Me encantan los negocios. Soy todo oídos.

—No podrás tocarnos. Ni tú, ni él. Nunca más.

—Trato hecho, cielo —aceptó el vampiro.

—¿Acaso la palabra de alguien tan despreciable, es de fiar? —formuló la bruja.

—Mi palabra está por encima de todo, encantadora bruja. La gente de este siglo no conoce el honor como yo lo hice.

—Bien. Más vale que lo demuestres.

—Con carácter, me encanta. Por cierto, ¿cómo te llamas, Rey? —él ladeó la cabeza, apoyando los brazos en el pedestal.

Rayna tomó aliento. Le odiaba. Odiaba como nunca había odiado a nadie más.

—Rayna —contestó ronca.

—Qué fuerza y sonoridad tiene tu nombre, Rayna Rey. Es casi majestuoso, diría —murmuró el vampiro.

—¿Cuál es el tuyo, Leone? —le devolvió la joven fríamente, mientras se cortaba la mano con el cuchillo y derramaba la sangre sobre un cuenco.

—Puedes llamarme Yoongi —pronunció entornando los párpados.


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Sui entró en el gimnasio del instituto. Ya no quedaban alumnos atolondrados, ni adultos excesivamente preocupados, todo estaba vacío. La música de la minicadena había dejado de sonar. Había globos de colores desperdigados por el suelo, así como restos de confeti, aperitivos y alguna bebida derramada. La zona del photocall se encontraba vacía, la bola de discoteca plateada que colgaba del alto techo había dejado de girar. Y ahora la única luz que iluminaba aquel espacio eran las frías y pobres bombillas de emergencia de una pared sobre la grada del gimnasio, de la que también colgaban tiras de colores, farolillos apagados.

El profundo y lúgubre silencio se vio acompañado del sonido de unas botas masculinas con cuña de tacón. Sui se detuvo en mitad de la pista, con las manos guardadas en los bolsillos del pantalón. Vislumbró la brillante bola desde abajo, imaginándose que todavía giraba, y que la luz que proyectaba era de todos los colores. Deseó que la música sonara.

—Nunca me han sacado a bailar —dijo Sui en voz alta.

Luego giró la cabeza lentamente, llevando las finas pupilas al final de la grada, en la parte más oscura. Jimin De Fiore clavaba los codos sobre las rodillas, levantaba la cabeza muy despacio, contemplándole en la distancia.

—¿Después de todos estos años? —le devolvió Jimin.

Sui entrecerró los ojos al oír su voz. Y cómo había extrañado aquel timbre...

—Todavía estamos a tiempo, Jimin.

Jimin salió disparado de la grada, pasó por encima de los asientos, de la barandilla y llegó a Sui a una velocidad extrema. Sus dedos se cerraron alrededor del cuello del vampiro, apretándolo peligrosamente. Podía arrancarle la cabeza, podía hundir las uñas para que empezara a ahogarse en su propia sangre, pero le contempló unos instantes antes.

—M-Minnie —Sui sonaba rasposo—, r-reconozco que esperaba algo más cálido por tu parte. Hasta tu hermano se abalanzó sobre mí para besarme.

—Apuesto a que pensaba que eras Taehyung —Jimin ladeó la cabeza.

—Bingo —masculló sin aire.

Jimin esbozó una sonrisa muy ácida.

—Te voy a matar, Sui. Te voy a despedazar —le amenazó en voz baja—. Después, le tiraré los trozos de tu cuerpo a las ratas, para que se alimenten con tu carne podrida.

—Esta es la mejor declaración de amor que me han dedicado —agregó sarcástico.

—¿Amor? Tú no sabes lo que es eso —escupió Jimin.

—Sé lo que eres para mí —repuso Sui.

—Y una mierda, sólo eres un diablo desalmado.

—E-Está bien. Mátame, si es lo que quieres —se mostró inesperadamente sumiso—. Pero vine a Shadowfell, por ti, Jimin. Y si no he matado a la copia física de mí que pulula por ahí, también ha sido por ti.

—¿M-Matarle? Si tocas a Taehyung Kim, te juro que...

—No puedes odiarme tanto, si le quieres a él.

Jimin le soltó bruscamente, Sui cayó de rodillas en el suelo. Se llevó una mano al cuello, notando cómo la presión sanguínea regresaba a él.

—Taehyung no se parece a ti ni lo más mínimo —oyó decir a Jimin con desprecio.

—Empiezas a herir mi orgullo.

—Para empezar, tú me robaste mi humanidad —le acusó—. Manipulaste mis sentimientos, mis decisiones, ¡me obligaste a estar contigo y con Jungkook!

—Jimin, tú me querías —Sui se levantó del suelo—. Te acercaste a mí, me besaste por ti mismo y me acogiste en tu casa durante ese tiempo.

—No sabía lo que eras. Me obligaste a aceptar que eras un vampiro.

—No, tan solo aparté el miedo de nosotros. Esa emoción te nublaba el juicio. Pensabas que te haría daño, pero jamás te lo hice, ¿¡acaso me equivoqué con eso!?

—¡Sentir miedo o no era mi decisión! —exclamó Jimin—. ¡Sólo me pertenecía a mí! ¡Al igual que estar contigo! ¡No me dejaste decidir!

—Miénteme. Miente y dime que no disfrutabas cuando lo hacíamos, cuando te mordía. Te di todo lo que querías —continuó Sui—. Alejé a tu padre de tus asuntos, te dieron la excepción militar que esperabas y te traté como el príncipe que te merecías ser.

—Ah, ahora resulta que lo hacías todo por mí —Jimin se pasó una mano por el cabello, peinándoselo hacia atrás—. ¿Vas a decir que también te debo algo, Sui?

—No me debes nada. Yo lo hacía porque te amaba—continuó con más suavidad.

—Querías estar conmigo y con Jungkook. A la vez.

—E-Eso es verdad... Bueno, era divertido. Él era una buena tapadera.

—Eres asqueroso.

—Pero mi corazón está contigo, Jimin De Fiore —manifestó con una inesperada calidez—. En todos estos años, jamás conocí a alguien como tú. Alguien que se preocupara por mí de verdad, que me sonriera y me hiciera sentir vivo.

—Para —Jimin desvió el rostro con una expresión de rechazo.

— Y aunque no lo creas, aunque me insultes y me rechaces, durante cuarenta años, te seguí la pista. Las lenguas siempre hablaban de ti; Japón, Italia, España, Los Ángeles... Virginia.

—Me pones enfermo —liberó Jimin.

Sui se aproximó a él lentamente.

—Escúchame, Jimin. Mi padre me dio caza.

—¿Tu padre? Dijiste que tu hermano mató a tu familia —gruñó Jimin.

—No. Todo fue una confusión. Yo, eh... Me reencontré con mi hermano en 1923. Es una larga historia, pero puedo contártela...

—Solo dices mentiras, Sui. No quiero escucharte. No quiero estar contigo, ¡no te quiero en mi vida! —exclamaba Jimin en cólera—. ¡Lo único que quiero es que desaparezcas!

Sui le contemplaba con tensión, sus facciones revelaban su hastío, estaba herido, pero no había ni una pizca de rabia o exasperación en sus ojos. Sólo buscaba su perdón.

El sonido de unas palmas comenzó a retumbar en el gimnasio. Los dos vampiros giraron la cabeza, fijándose en la pesada puerta trasera del edificio, la cual se cerraba tras una tercera persona. Era un tipo delgado, con el pelo blanco y una tez nívea. Jimin notó cómo una náusea le alcanzaba, un fuerte déjà vu, impactando en él con un centenar de memorias que se esfumaban antes de que pudiera contemplarlas bajo sus párpados. ¿Quién era esa persona? ¿De dónde venía aquella sensación?

—Hermanito —nombró Sui en voz baja.

Jimin se sintió totalmente desconcertado. ¿Su hermano? ¿Él?

—Ja, ja, ja, ja —Yoongi se frotó las palmas después del aplauso—. Te está dando de tu propia medicina. Eh, ¿Sui?

—¿Has terminado con la bruja Rey? —formuló Sui.

—Así es. Tenemos un trato —contestó Yoongi, luego posó la mirada sobre el otro—. Hola, Jimin. Ya está toda la familia reunida, ¿verdad que sí?

—¿Quién eres tú? —Jimin frunció el ceño.

—Te lo dije, no se acuerda de mí —sonrió Yoongi.

—Las mentes de los vampiros no son fáciles de controlar —comentó Sui, mirándole por encima—. ¿Cómo ha podido funcionar todo este tiempo?

—No la controlo. Protegí su mente del pasado —dijo Yoongi.

—¿Q-Qué coño dices? ¿Qué me has hecho? —cuestionaba Jimin perturbado.

Yoongi llegó fugazmente a su lado. Jimin reaccionó a la defensiva cuando el vampiro posó una mano sobre su hombro.

—Tranquilo. Voy a liberarte ahora, viejo amigo —pronunció lo último con un timbre muy especial—. Eres libre para recordar —murmuró.

Jimin sintió una extraordinaria presión zumbando en su cabeza. Sus oídos vibraron, sus párpados se cerraron mientras un carrete de película dorada volvía a reproducirse en su memoria. Los colores se volvieron más vívidos, el tintineo de las copas, los vestidos de lentejuelas, los cigarrillos y la música jazz de 1920.

—Tú y yo... seremos grandes...

Yoongi. El humo y la música, sus memorias revelaban decenas de copas, de fiestas de etiqueta, de las grandes juergas de sangre, más su mano estrechando la suya en un pacto de hermandad. El hermano que nunca había tenido.

—¿Hermanos? —le preguntaba Yoongi en un traje blanco.

—Hermanos —contestó su yo del pasado.

Tres años completos de su vida, reprimidos, imprimiendo un trauma bajo su memoria, el ansia de sangre, el alcoholismo, todo, clavándose en su alma hasta esos días. De un sobresalto, Jimin abrió los ojos y notó el jadeo que escapaba de su boca.

—¿Jimin? —oyó otra voz.

Pero no era Yoongi, ni Sui. Era su verdadero hermano, Jungkook, a unos metros, al final del gimnasio. Él acababa de entrar, presenció la escena en silencio, valorando el peligro que corrían frente a dos vampiros puros.

—Jungkook —exhaló Jimin.

—¿El otro De Fiore? Vaya, es un placer conocerte, Jungkook —emitió Yoongi encantadoramente.

—Y tú, ¿el otro Leone? Sois dos, qué desgracia la nuestra —manifestó Jungkook sarcástico.

Sui soltó una risita grave.

—¿Vas a unirte a la fiesta? —preguntó.

—Mataste a Everly Kan —indicó Jungkook.

—¿Lo hice? —jugueteó Sui.

Un grito abordó la estancia. Namjoon Kim disparó su ballesta desde la oscuridad, Yoongi se adelantó a una gran velocidad, agarró la estaca voladora en el aire e interceptó su intento de asesinar a Sui. A continuación, Sui salió disparado hacia él, pero Yoongi volvió a moverse y le frenó bruscamente, a unos centímetros del humano.

No tardó en desarmar a Joon, lanzando la ballesta a otro lado.

—No puedes tocarle —Yoongi sonó irritado con Sui—. Tengo un trato con la bruja.

—Tenías que meter las narices, Yoon —escupió Sui en su dirección, después clavó los ojos oscureciéndose sobre Namjoon—. ¿Te conozco de algo?

—¡Mataste a mi prometida! —bramó Namjoon.

—Ah, tú eras ese —exhaló con desprecio.

—Joon —Jungkook llegó a su lado—, quieto. No la fastidies ahora.

Namjoon le miró fuera de sí. En ese momento, Jungkook comprendió que nada de lo que le dijera iba a funcionar. Aun así, sabía que iba a encontrarle en mitad de todo eso; cuando salió de la casa de Taehyung, su intención no era más que la de traer de vuelta a Jimin y a Namjoon con él, lejos de aquel par.

—¿Qué eres? —le cuestionó Joon a Yoongi.

—Vampiro. Hombre lobo —él ladeó la cabeza—. Lo mejor de los dos mundos. Vuestra bruja retiró el sello para mí. Consumí todo su poder, ¿es que no vais a preocuparos por ella?

—¿Qué? —Jungkook arrugaba el ceño.

—¡¿Qué le has hecho a la chica?! —soltó Joon cargado de ira.

—Es la última de las Rey. Dadle las gracias. Por ella, hoy, continuaréis vivos. Y yo siempre cumplo mi palabra —les contó Yoongi pausadamente, con las manos entrelazadas tras la espalda—. Pero no por eso significa que mi paciencia sea infinita. No podéis matar a alguien de mi familia frente a mis narices. ¿Estoy siendo claro?

—¡¿Jimin?! ¿¡Es que no vas a mover el culo!? —gritó Namjoon, ignorando al otro.

—Márchate. No hay nada que hacer aquí —Jimin parecía desolado.

Jungkook le contemplaba aturdido a unos metros, mientras Yoongi y Sui se distanciaban, dándole las espaldas.

—Ha matado a Everly, Rayna ha desaparecido —decía Jungkook—, y Soobin...

—Jimin —interrumpió Yoongi—, puedes ir con ellos, si quieres.

Jimin clavó los ojos sobre Yoongi.

—¿Quieres quedarte con él? Adelante, es tu hermano —expresó el híbrido—. Los vínculos de sangre están por encima de todo, ¿no es así?

—Y-Yoongi, ¡no! —masculló Sui.

Yoongi le dirigió un gesto orgulloso.

—Cierra la boca, Sui, él tiene libertad para elegir.

—Jimin, sé que me odias —dijo Sui—, pero déjame demostrarte lo que te dije antes... No te vayas.

Jimin bajó la cabeza y apretó los párpados. El saxo continuaba sonando en el fluido de su mente. Un esporádico y abrupto ruido de cristales haciéndose añicos, la gente corriendo y gritando en un club donde había estado.

—Mi cabeza —musitó Jimin, llevándose una mano a la sien.

De repente, estaba ubicado allí, en un lujoso bar de los años veinte. Yoongi llevaba el mismo traje de color marfil, impecable. El cabello claro peinado hacia atrás, con un estiloso mechón en mitad de la frente, y la pajarita bien anudada al cuello.

—Te protegeré de él —dijo su propia voz.

—No puedes. Tenemos que separarnos —emitió Yoongi.

—¿Por qué?

—Porque si no, también irá a por ti. Y no estoy dispuesto a perder a mi único hermano —musitó aproximándose—. Olvídame, Jimin. Olvida estos tres años, y no mires atrás.

—N-No —exclamó Jimin—. ¡No! Para, ¡detente!

—Ahora, márchate —dijo Yoongi con los ojos recubriéndose de una fina película de lágrimas—. Algún día... volveremos a encontrarnos...

Jimin luchó con todas sus fuerzas, mientras sus recuerdos se replegaban. Uno tras otro, comprimiéndose hasta encerrarse en un candado. Y había tanto dolor.

Cuando volvió a abrir los ojos, estaba mareado, consumido por la cantidad de emociones que se agolpaban en su interior, haciéndole perder los estribos. Yoongi era el hermano de Sui. Odiaba a Sui. Tenía miedo de que le hicieran daño a Jungkook. Amaba a Taehyung. Odiaba a Sui. Yoongi era el hermano de Sui. Jungkook. Rayna había retirado un sello. Sus recuerdos. Yoongi era su hermano. Pero también Jungkook. No, Jungkook nunca había sido su hermano. ¿Dónde estaba Taehyung? No quería continuar sintiendo. ¿Por qué dolía le pecho? Le quemaba la garganta. Yoongi era muy importante para él.

La mano del vampiro se posó en su codo, Jimin levantó la cabeza, sus iris ardían, su respiración viajaba rápidamente fuera de sus pulmones.

—Mantén la calma, amigo —le dijo Yoongi cuidadosamente.

—Son demasiadas cosas —jadeó Jimin.

—Lo sé.

—No puedo soportarlo.

—No tienes por qué hacerlo.

—¿Qué?

—¿Temes tomar una decisión? No te odiaré —declaró indulgente.

—Lo sé, pero...

Jimin arrastró la mirada entre Jungkook y Joon, a unos metros. Después, clavó los iris rojizos sobre Sui. Y por un momento, no sabía si él era Sui o Taehyung. Si le amaba o si le odiaba, si le había mordido o era él el que había abusado de su cuello.

—El odio te remueve. Desactívalo —musitó Yoongi.

—¿Cómo? —continuaba jadeando.

—Sabes cómo. Desactiva tu humanidad y dejará de pesar tanto...

—¡No te atrevas a manipularme, Yoon!

—No te manipulo, Chim —contestó Yoongi humildemente—. Sabes por qué lo hice entonces. Sabes que, de otro modo, me hubieras seguido. Tenía que protegerte.

Y lo entendía. Dios. Sí, lo entendía. No podía culparle, sólo estaba carcomido por el instinto, por el fuerte tsunami de emociones que le hacían perder el control.

—Jimin, no lo hagas —oyó a Jungkook a unos metros.

—N-No... No puedo... No puedo más —masculló Jimin, sin mirarle.

—No tiene por qué sufrir, si no quiere —rivalizó Yoongi—. Eres libre, Jimin.

Jungkook frunció el ceño.

—¿Qué sabes tú de él?

—Le conozco.

—¿Más que su propio hermano?

—Dime, ¿durante cuántos años no os habéis visto? —le arrojó Yoongi.

—¿Qué te importa eso? —escupió Jungkook.

Yoongi soltó una melodiosa risita. Entonces, Jimin volvió a levantar la cabeza. Aquel salón le daba vueltas, los globos que había en el suelo eran de color azul, rosa, verde, otros eran rojos, como la sangre. La brillante bola de discoteca plateada que colgaba del techo emitía reflejos, por la luz de las paredes.

Quería que aquello parase. Jungkook. Yoongi. Namjoon. Sui.

Él posó los iris sobre el último. ¿Sui Leone o Taehyung Kim? Le amaba tanto, que odió mirar a aquellos ojos azules. Notaba un puñado de lágrimas atragantándole. Quería estrangular a esa persona, pues la duda sobre su identidad le estaba volviendo loco.

—No sufras, amigo. Deja atrás el dolor —oyó la voz de Yoongi.

Jimin supo que tenía razón. Y contemplando a Sui, como si fuera su precioso Taehyung, permitió que el dolor, la sed, el sufrimiento y la incertidumbre se marcharan muy lejos.

Cerró los ojos, despidiéndose de su corazón y de él, notando como el susurro de las olas se llevaban todo lo demás. No sintió ni una sola punzada más de dolor. Ni amor, ni odio. Ni siquiera tenía miedo. Jimin abrió los párpados y contempló a Sui. Ya no había nada. Las manos no le temblaban, tampoco le dolía la cabeza ni había lágrimas.

Por fin, respiró aliviado. Por fin, todo estaba bajo control.

Giró la cabeza lentamente para observar a Yoongi con un rostro neutral. Se mordió el labio, mientras sus comisuras se curvaban poco a poco.

—¿Te veo más viejo? —bromeó con otro timbre.

Yoongi le devolvió una sutil sonrisa, cargada de familiaridad.

—Será el corte de pelo de este siglo —contestó el vampiro puro.

Jimin soltó una leve risa. Golpeó gentilmente con la palma la espalda de Yoongi, y este le devolvió el amistoso gesto.

—El trato es que nos largaríamos de Shadowfell —dijo Yoongi—. Me llevaré a mi hermano ahora.

Jimin miró de soslayo a Sui. Él les contemplaba en silencio, completamente consternado por aquel impresionante contraste. Después, comprobó que Jungkook y Joon continuaban allí, y parecían desconcertados.

—Bien. Iré contigo.

—¡Jimin! ¿¡Qué!? —jadeó Jungkook.

Jimin volvió a encontrar sus ojos con los suyos. Volvían a mostrarse fríos y castaños, sus facciones no reflejaban ninguna indecisión, sino más bien suficiencia.

—No quiero verte. Lárgate —le dedicó Jimin fríamente a su hermano.

—¡No puedes irte con él! ¡No puedes dejarnos! ¡No puedes hacer esto, Jimin!

Jimin no dijo ni mu. Es más, encogió los brazos como si nada de lo que conocía le importara lo más mínimo. Y así era. Él ya no sentía nada. El Jimin que conocía se había marchado, y sin emociones, solamente quedaba un bonito envoltorio.

—Jimin De Fiore ha elegido, Jungkook —expresó Yoongi sosegado.

Jungkook esprintó hacia él para matarle, pero Yoongi le detuvo, agarrándole el cuello. Él era más viejo, y por lo tanto más rápido, y fuerte que él.

—J-Jungkook —exhaló Joon a unos metros, asustado.

—Gh-ghjmn...

—No, no, no. Respeta la libre elección de tu hermano, querido —masculló Yoongi amenazantemente—. Así es como se hace cuando te importa alguien. Permites su libre albedrío, y de esa manera, uno es capaz de apreciar la verdadera lealtad de quien ama.

Jungkook no podía respirar. El híbrido le soltó tras unos segundos de sufrimiento. Él tomó una rápida bocanada de aire, y se llevó la mano a la garganta, notando cómo la nuez volvía a recolocarse en su sitio. Miró a Jimin lleno de ira, sintiendo un profundo desprecio por aquella humillación y su nula reacción.

—Ese ya no es mi hermano —escupió Jungkook, asqueado—. Sólo una cáscara vacía.

Jimin entornó los alargados párpados. Jungkook movió los hombros con un rápido gesto, recolocándose la cazadora de cuero, y luego se volvió sobre sus propios pasos. Llegó hasta Joon y le empujó el brazo, indicándole la salida. Joon dudó unas décimas de segundo, pero no replicó ante la decisión de retirarse.

Como un sabio decía, toda máscara caía por su propio peso.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


Al abandonar el gimnasio, Joon tomó el vehículo, y junto a Jungkook, fueron a buscar a Rayna. Una hora después, regresaron a la casa de los fallecidos Kim.

Taehyung estaba sentado en el sofá, con la cabeza hundida entre los brazos. Escuchó la puerta abrirse y entonces se levantó, salió disparado en dirección a la entrada, esperando a encontrar más gente con ellos. Pero sólo estaban Rayna, Joon y Jungkook.

El castaño desplazó los ojos sobre los tres.

—¿Qué ha pasado? ¿Ray? ¿Estás bien? —la abrazó brevemente.

Rayna estaba pálida, con las cuencas de los ojos hundidas, y dos enormes ojeras grises que indicaban su extenuación.

—M-Mi abuela... Mi abuela ha muerto, Tae —comenzó a sollozar.

—Oh Dios mío, Ray —Taehyung volvió a abrazarla—. ¿Ha sido Sui?

—No, su hermano. Otro Leone —contestó Jungkook—. Es un híbrido. Yoongi Leone.

Namjoon pasó de largo, abandonando la entrada. Tenían demasiadas pérdidas.

—Ese monstruo, fue el que me obligó a retirarle una maldición —continuó Rayna, mientras se apartaba las lágrimas con la manga—. Lo hizo a cambio de dejarnos en paz. Una de mis antepasadas se lo colocó.

—Oye..., ¿dónde...? ¿Dónde está Soobin? —Tae estaba mareándose.

—En la madrugada, regresé a la casa de los Trench. Anna Trench me abrió la puerta, estaba horrorizada. Me dijo que había llamado a la policía por los dos cadáveres que encontró en el jardín. Y, que su hijo que su hijo se había marchado...

—¿Dave se ha ido?

—Se ha llevado a Soobin con él.

—¿¡Q-Qué!? —Taehyung trató de contener la respiración mientras el pasillo comenzaba a darle vueltas—. ¿Cómo que se lo ha llevado? —sonó desesperado.

—Se ha llevado ropa, dinero y uno de los autos caros del garaje —la voz de Rayna temblaba—. Eso me dijo Anna. Tuve que irme de allí antes de que me implicara con la policía. D-Debo enterrar a mi abuela, y...

El castaño se volvió hacia Jungkook, encarándole.

—¿Y Jimin?

—Ha muerto —Jungkook sonó muy duro.

En ese instante, Taehyung se inclinó sobre sus propias rodillas con una arcada por la ansiedad.

—Dile la verdad, Jungkook —se oyó a Namjoon al otro lado del pasillo. Se asomó desde el comedor y se echó el asa de una mochila al hombro. Bajo el brazo, llevaba una pala que debía haber sacado del cuartillo trasero de la casa—. Ha desactivado sus emociones, le hemos perdido.

Taehyung miró a Jungkook con los ojos colmados por las lágrimas.

—E-Está bien, entonces, llevadme con él. Yo lo traeré de vuelta. Sé que puedo.

—No hay nada que pueda obligar a un vampiro a volver a sentir —le dijo Jungkook toscamente—. Se ha librado del mayor peso que recae sobre sus hombros y ha elegido, Taehyung. Ya no está en nuestro bando.

Rayna se apoyó en la pared, escuchando aquello. Era terrible.

—Se ha ido. Ese monstruo le llamó hermano. Se fue con él —repitió Jungkook colérico, agarró una pequeña maceta que había sobre el mueble de la entrada y la lanzó hacia el otro extremo—. ¡Se ha ido!

La maceta se partió en pedazos y la planta quedó tirada en el suelo. Namjoon ya se había largado, no quedaba rastro de él. Taehyung trató de priorizar a alguien entre todas sus pérdidas.

—Ray, escucha. Haz un hechizo de seguimiento —suplicó Taehyung—. Tenemos que encontrar a Soobin antes de que Dave escape más lejos.

—No me queda magia —descartó Rayna, temblorosa—. Ni para eso ni el hechizo del enlace de sangre, Tae Y, mi abuela... Mi abuela ya no está aquí para ayudarnos...

—¿Cómo no te va a quedar magia? —Jungkook se dirigió a ella de malas maneras—. ¡¿Qué diablos estás diciendo?!

—Las brujas también necesitamos recuperarnos —replicó Rayna.

—¡Haz ese maldito hechizo, la vida de Taehyung depende de la puta magia de tus ancestros! —exclamó el vampiro.

—Vete al infierno, Jungkook De Fiore. ¡Tú y tu estúpido egoísmo!

—Cierra la boca, bruja. Tú eres la última que debe hablar aquí —gruñó.

—¡Hice todo lo que pude! ¡Os salvé el culo una y otra vez! —volvió a gritar ella.

—¡Podía haber matado a los Trench, y los hubiéramos solucionado antes que tus estúpidos tratos! —discutía Jungkook.

—Ray, Jungkook... Por favor —emitió Taehyung, colocándose en medio—. No peleéis ahora. N-No podemos... No podemos discutir por esto.

Las lágrimas se deslizaron por el rostro de Rayna, mientras retrocedía.

—Lo siento, Taehyung. No puedo hacer más —sollozó—. Esto es demasiado. Es demasiado. Ahora tengo que pensar en mi vida.

—Ray...

Rayna se dio media vuelta, tiró de la manija de la puerta y abandonó la casa. Taehyung se quedó helado, mirando la puerta entornada.

—¡Ray! ¡Ray, espera! —gritó, yendo tras ella.

Fugazmente, Jungkook le agarró por el brazo y le detuvo.

—Acéptalo. Te ha dejado. Que le den por el culo a esa bruja —soltó con irascibilidad.

—N-No puede dejarme así. No puede abandonarme ahora —Taehyung temblaba, con los ojos húmedos, se encontraba al borde de un ataque de ansiedad.

El vampiro le soltó lentamente, contemplando su miseria. Sus oídos percibieron el ruido de un motor, en frente de la casa. Pero no era Rayna, él estaba seguro de que se trataba de Namjoon, quién había desaparecido por completo desde hacía unos minutos.

Jungkook salió corriendo de la casa y se aproximó al vehículo. En el asiento de piloto se encontraba Namjoon. En la parte trasera acababa de dejar un par de mochilas, una pala, estacas y algo más de material de defensa.

Cuando Jungkook se inclinó junto a la ventanilla de su asiento, él la bajó para hablar.

—Rayna acaba de pasar frente a mis narices —manifestó Joon sin mirarle—. No voy a quedarme de brazos cruzados, Jungkook. Esta noche, tú has perdido a tu hermano. Pero yo he perdido a toda mi familia.

—Si vas a por ellos, Jimin te matará —le avisó Jungkook—. El trato de Yoongi no recae sobre sus actos, y tú, ya no tienes ese estúpido anillo.

Joon tardó en responder unos segundos, parecía atormentado:

—Una parte de mí, hoy, ha muerto con Everly, a quien llevo en el maletero y tendré que enterrar con esa maldita pala de jardín. Si debo morir, prefiero que sea hoy mismo.

—¿Te vas? ¿Ya está? ¿Vas a inmolarte contra ellos?

Sólo entonces, Joon giró la cabeza y le miró con un profundo dolor.

—Adiós, Jungkook De Fiore —giró las llaves del contacto y prendió el motor.

Jungkook se incorporó y le vio mover el automóvil, posteriormente se alejó calle abajo. Estaba solo. Solo. Al girar la cabeza, vio a Taehyung en el porche. Era el único que quedaba. Él se metió en la casa, y en silencio, Jungkook siguió lentamente sus pasos y entró en el mismo espacio.

Taehyung se encontraba frente al espejo, con los nudillos apoyados en el mueble y la cabeza hundida entre los hombros, mientras sus ojos liberaban gruesas lágrimas que impactaban sobre la superficie de caoba.

—S-Se ha ido. Todos se han ido —le oía sollozar. Seguidamente, levantó la cabeza y se volvió hacia el pelinegro—. T-Todos se van, Jungkook. No queda nadie aquí. Los he perdido a todos... Mi tía, Soobin, Ray, Joon, Jimin —su voz se torció justo al final.

Jungkook no tenía palabras. Se sentía igual de desolado que él, enfrente de alguien que secretamente adoraba, y que al mismo tiempo representaba el mayor peligro que podría tener un vampiro. Un cazador ancestral, un cazador de raza.

—¿Qué hora es? —formuló.

Tae bajó la cabeza y comprobó el reloj.

—Casi las ocho —titubeó.

—Dieciséis horas —pensó Jungkook en voz alta—. Sube a tu dormitorio, agarra una mochila y toma lo imprescindible.

—¿Qué?

—Nos vamos de Shadowfell. Te doy diez minutos.

Taehyung no sabía cómo diablos podía a resultar aquello útil. Pero ante el infierno histriónico que estaban viviendo, recibir una orden tan clara y directa, sin ninguna vacilación en el timbre, aclaró las neblinas de su mente como un soplido.

Entonces, el muchacho se puso en movimiento. Tenía el estómago comprimido, le dolía la garganta, los ojos, y no había dormido. Pero cuando llegó al dormitorio, se hizo con una mochila y una bolsa deportiva. Se quitó el traje y se cambió por ropa más cómoda; unos jeans, una camiseta blanca y lisa, más una chaqueta vaquera. Se colocó sus habituales deportivas, guardó ropa, algunos productos de baño en un bolsillo. Finalmente, cuando bajó la escalera, vio que la puerta estaba abierta de par en par.

Jungkook no estaba por ninguna parte, mientras Taehyung pasaba por la cocina y agarraba una manta y algo de comida que guardar. Al cabo de un rato, escuchó un vehículo en el exterior, Tae cerró la segunda cremallera y se acercó a la ventana.

Era el coche de Jungkook, un Hyundai negro. El vampiro entró en la casa y le encontró saliendo del comedor.

—¿Esto es todo? —formuló.

—Sí —respondió Tae.

Jungkook tomó la bolsa deportiva por el asa y se la echó al hombro.

—Dame eso —se encargó de la segunda mochila—. Despídete de este lugar, no volveremos.

Taehyung le miró dudoso. Jungkook volvió a salir de la casa y le dejó a solas, mientras cargaba las cosas en el auto. Por un momento, el más joven contempló la fotografía de sus padres que se encontraba en un marco plateado. Agarró el marco y lo golpeó contra una mesa hasta partirlo. Entre los pedazos, sacó la foto y se la guardó en el bolsillo.

En unos instantes, se preguntó qué diablos estaba haciendo; ni siquiera era del todo consciente de la gravedad del asunto. Se movía por ansiedad, en una especie de atmósfera surrealista y apocalíptica. ¿Cómo iba a irse de Shadowfell? Jungkook era el único que quedaba a su lado, el único que no se había marchado. Pero en menos de dieciséis horas, su instinto de cazador iba a provocarle el deseo de asesinarlo.

Taehyung se pasó una mano por el cabello despeinado. No podía herir a la única persona que estaba intentando salvarle la vida. ¿Cómo iban a parar su instinto? ¿Cómo iba a mirar a Jungkook a los ojos, sabiendo que era una carga? El muchacho salió de la casa. Jungkook estaba apoyando en el capó del vehículo, de brazos cruzados, concediéndole silenciosamente lo que eran sus minutos extra para abandonar lo que hasta entonces había sido su hogar.

—¿Has terminado?

—M-Mátame —oyó decir a Taehyung con seguridad.

—¿Mhn?

—Voy a ir a por Jimin, ¿no? —expresó el humano—. A por Sui, a por ese híbrido y a por todos los vampiros que se me crucen. Probablemente, intente matarte a ti primero, por estar a mi lado —musitó aterrorizado—. Ahora mismo soy vulnerable. Todavía soy humano. Estoy solo, todos se han ido. Nadie va a impedírtelo. He perdido a mi familia, así que... Acaba conmigo.

Jungkook se desplazó velozmente, estiró una mano y le agarró por el cuello sin mediar palabra. Taehyung se sobresaltó por su rápido movimiento, sin embargo, permaneció inmóvil, esperando a que lo hiciera. Estaba dispuesto a ello. Quería morir.

El vampiro le observaba con reserva. Era tan fácil arrebatar la efímera vida de un humano. Tan sencillo. Tan apremiantemente simple. Taehyung estaba temblando, tragó saliva bajo los dedos que se encontraban sobre su garganta, con el pulso palpitando bajo esas yemas tibias que podían estrangularle.

A pesar del horror de la situación, Tae entornó los párpados, contemplando la críptica mirada del vampiro. Creyó en que era un buen momento para morir; ya no le quedaba nada. Y morir a manos de alguien a quien no se había permitido amar, no podía ser tan malo, después de todo. Puede que su presencia siempre le hubiera abrumado, perturbado, inquietado..., pero pensaba que las comisuras de ojos eran bonitas. Su mentón tenía una forma perfectamente delineable, esos pómulos blancos, esa mandíbula griega que podría cortarle los labios. Si miraba su boca, se le hacía extrañamente perturbador que los labios fueran tan rojos y preciosos. Que pudieran arrancarle la vida tras los colmillos que con recelo ocultaba, así como elevarle al cielo con un último beso que jamás tendría.

—Que hermoso eres, Jungkook —suspiró atormentado.

El pulgar del pelinegro pasó por encima de su nuez de adán suavemente, y luego, su mano se deslizó por el costado del cuello, hasta sostenerle la mejilla con un terso pulgar. Lo que podía haber sido su final, se había convertido en una simple caricia. Jungkook ladeó el rostro, contemplándole con esa silenciosa fascinación que le caracterizaba.

—¿Confías en mí? —preguntó.

—Yo...

—¿Confías en mí o no? —exigió saber.

—Sí —afirmó Taehyung.

—Nos vamos —aseguró Jungkook convencido.


Continuará en. . . 

A LOVE YOU WILL LIVE FOR [Vol. 2]


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez].

*¡El segundo libro ya está siendo semanalmente actualizado en Patreon! ¡Un poco de paciencia, y llegará a Wattpad! Si queréis leer los capítulos anticipados, podéis pasaros por mi web, donde se encuentran disponibles más libros. Un saludo, Bea <3

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