Capítulo 3

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 3. Gravitar

No sólo le había agarrado de la mano para llevárselo al bosque y comérselo a besos como un pobre animalillo, sino que después, le dejó allí tirado. Se esfumó como un fantasma. Taehyung no volvió a verle en la fiesta. ¿En dónde se había metido? ¿Le había besado y luego se había espantado? Pensaba cantarle las cuarenta el lunes por la mañana.

En todo el fin de semana, Jimin mantuvo las sensaciones a flor de piel. El sabor a alcohol y refresco de fresa de la boca de Taehyung. La suavidad de sus dedos cuando le acariciaba en la fiesta. Cómo esos ojos azules le habían mirado a través de las llamas de la candela. Quería más. Pero también temía que permitirse sentir abriera nuevas heridas.

Sin embargo, sentía una especie de adrenalina por Taehyung. Todo era muy nuevo, jamás se había prendado tan rápidamente de un humano. Era ahora o nunca; podía tomar sus cosas y largarse de Shadowfell. El sábado por la mañana preparó su maleta, su sobrino Gregory le preguntó si se marchaba, y Jimin le dijo que así era. No pensaba regresar a Shadowfell, al menos, en sesenta años. Así, si Taehyung se iba a estudiar a Nueva York, y luego volvía y encontraba allí un trabajo, hacía su vida, tenía su familia, y esas cosas tontas que hacían los humanos, no tendría que volver a verle con vida.

Cuando recogió la ropa, metió su diario, un portátil, y luego rebuscó en su dormitorio una pequeña caja fuerte con forma de libro que guardaba en la estantería. De allí, sacó la alianza de su madre y se la guardó en un bolsillo. Así tendría algo a lo que agarrarse ese tiempo. Cerró la caja fuerte y al guardalo en un cajón, se encontró con unas piezas de bisutería llenas de polvo.

Una de las que sacó, le clavó una punzada en el frío corazón; un guardapelo muy viejo, con la plata renegrida y una piedra preciosa brillante y esmeralda en la cubierta. De un movimiento de dedos, abrió el medallón. Allí vio una cara: la misma de Taehyung. Perfectamente gravada sobre la plata, como una fotografía inmortal. Su delicado mentón, su alargada nariz y el lunar que había bajo esos enormes ojos rasgados. El cabello rizado caía con gracia tras sus orejas, y en su nuca. Ese no era Taehyung, pero tenía los mismos ojos azules que una vez adoró con toda su alma. Jimin cerró el guardapelo entre los dedos y lo apretó levemente. Ahora lo sabía. No podría alejarse de Shadowfell. Y mucho menos, de Taehyung Kim.

El lunes por la mañana, las clases del instituto regresaron con su estricta monotonía.

—Va, ¡venga! ¡Dímelo! ¡Cuéntame qué pasó cuando os fuisteis! —insistía Rayna.

—Me besó. Bueno, yo le besé a él. No recuerdo quién lo hizo primero.

—Y, ¿Cómo besa? ¿Te metió la lengua o solo eran piquitos?

Para Taehyung, los labios de Jimin eran el puto paraíso.

—No lo hace... nada mal —admitió.

—¿Pero te metió mano o no? —ahondó su amiga, con cara de pervertida.

Taehyung le dio un codazo para que se controlara. Lo cierto era que se habían besuqueado, pero él no recordaba mucho más. Tampoco veía a Jimin como un guarro, aunque sí que estaba molesto con él por cómo se había largado. En cuanto le vio en el vestíbulo, su estómago emitió un vuelco. Le dijo a Rayna que hablarían más tarde y salió disparado en su dirección para no perder la oportunidad. Esta vez, no iba a quedarse estático, ni callado. Cogía al toro por los cuernos, así este se rebelase contra él.

—Eh, tú —saludó de malas formas—. ¿Qué pasó contigo? El otro día, ¿por qué te largaste así?

Jimin le miró con una pasmosa neutralidad.

—No me apetecía seguir allí —su respuesta sonó como un jarrón de agua fría.

—¿Y por eso te vas sin decir nada? Y-Yo estaba —Taehyung balbuceaba como un estúpido, y acto seguido empezó a sonrojarse—. Yo había bebido, pero creía que tú... Que tú...

Jimin llevaba un blog de apuntes bajo el brazo, ladeó la cabeza y exhaló su aliento, desviando la mirada.

—Taehyung, si crees que quería besarte solo porque estabas borracho, te equivocas —le detuvo Jimin con seriedad—. También quería hablar contigo. Es más, disfruto de tu compañía. Pero acabo de llegar a este sitio, y todo el mundo quiere algo de mí. Y de repente estás tú. Porque, joder, desde que te vi en el instituto, no he parado de pensar que... Y yo no quiero que tú creas que...

Taehyung estaba alucinado, con los labios abiertos y los ojos como platos. ¿Estaba diciéndole que también había sentido eso? El muchacho levantó las palmas desnudas.

—¿Dices que vamos muy rápido?

—No digo que sea tu culpa, yo actué impulsivamente la otra noche —se excusó, cabizbajo—. No quiero que esto sea así.

—Oh —suspiró.

Y de repente todo estaba solucionado. Sin malentendidos. Taehyung no podía obviar que Jimin acababa de decirle que le gustaba y que eso le preocupaba. Y bien, Taehyung lo entendía perfectamente; a él también le sucedía mientras que de manera contradictoria quería ahogarse en la única buena sensación que había sentido desde hacía meses.

—Yo, uhm, s-sólo quiero conocerte —dijo Tae—. Sólo quiero hablar contigo. Llevaba mucho tiempo sin que me apeteciera compartir mi tiempo con alguien, y...

—Yo también quiero hacerlo —Jimin levantó la mirada.

Sus ojos se veían castaños y limpios. Nada de aquel rojo carmesí que le quemaba la otra noche, nada similar al negro que casi le devoraba en el bosque.

—¿Por qué no me llevas a ese sitio? El Bell's. Tomemos algo juntos, pero nada de cerveza —sugirió Jimin encantadoramente.

El rostro de Taehyung comenzó dibujar una sonrisa.

—Vale. ¿Sabes jugar al billar? —se le ocurrió preguntar.

Jimin se mordió el labio inferior juguetonamente.

—¿Es eso una insinuación o un desafío?


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


Golpeó la bola blanca y esta rebotó en la última de color negro, que entró por el agujero de su derecha. Jimin liberó una risita, al levantar la cabeza, vio a Taehyung cruzado de brazos. Había abandonado el palo hacía un rato, ahora apoyaba la espalda en la pared de ladrillo negro del local y le miraba con un toque receloso.

—Gané —canturreó Jimin, dejando el palo sobre la mesa.

—Cuando te preguntaba si sabías jugar, podías haber mencionado que eras un profesional —Tae arrugaba el ceño.

—Oh, no he ganado por tanto. Es que he jugado demasiado —dijo apoyando una mano en la mesa de billar.

—¿Cuánto?

—No sé. ¿Mil veces? Más de un millón.

Los dos se miraron, Tae apretaba los labios reprimiendo una sonrisa. ¿Qué había con él? Besaba bien, jugaba como un profesional al billar, y tampoco se le daba nada mal eso de lanzar dardos a la diana. Después de las clases del instituto, habían ido a comer juntos. Llevaban dos horas en el Bell's, un enorme local frecuentado por la gente de Shadowfell. Allí había varias mesas de billar, sillas y mesas, una decoración urbana monísima, y una larga barra para pedir desde cafés, cervezas y refrescos, hasta aperitivos de todo tipo.

Taehyung fue al cuarto de baño y luego se lavó las manos. Se miró en el espejo, advirtiendo un nuevo brillo en sus ojos. ¿Resplandecían? ¿Eso que veía en su cara era una sonrisa de labios? Le parecía imposible, pero sí. Era cierto. Al regresar, vio a Rayna con Landon, Lexa, y su mejor amiga, Jessie.

A Taehyung casi le dio un parón de miocardio. Dios. Todos estaban ahí, hablando con Jimin. El muchacho se aproximó metiendo las manos en los bolsillos. Rayna le encontró con la mirada, afinó los párpados transmitiéndole un «te he atrapado, traidor». Él apretó los labios y le hizo un gesto con la cara como si le dijera «puedo explicarlo».

—¡Hola, Taehyung! —le saludó Landon—. No sabía que estabas por aquí.

Taehyung le estrechó la mano a Landon, Jimin y él se miraron de soslayo.

—Sí. He venido con él —indicó, revelando el pastel.

Y bien, todos parecían sorprendidos. Entre encantados y recelosos. Pero, a fin de cuentas, Rayna era la única que sabía que había algo más que amistad.

—¿Por qué no me lo habías dicho? —le masculló cerca de la oreja.

Tae le miró mal, esperando que se controlara. El finísimo oído de Jimin captó lo que le había dicho, pero él hizo como si nada.

—¿Tomáis algo? —ofreció Lexa.

—Sí. Vamos —aceptó Rayna, y acto seguido agarró a Taehyung del brazo.

Los seis se sentaron en una mesa, tomando dos taburetes de la barra. Jimin no tenía mucho que decir; Jessie estaba interesada en él y no paraba de sonreírle.

—El otro día, íbamos a ir al cine —decía Landon—. Lex quería ver la última de Star Wars, pero uf, qué palo.

—Ya. No se ha visto ninguna —agregó Lexa.

—Ni voy a hacerlo, querida.

—¿Tú vas con ella? —dudó Rayna.

—Ah, claro. Y también Jessie —contestó Landon.

—¿Por qué no te vienes con nosotros el sábado, Jimin? —le ofreció Jessie.

—¿Al cine? Ah...

—Es verdad. Lex es muy fan de Star Wars, ¿verdad que sí? —interrumpió Rayna—. Se las veía todas con Tae.

—Sí —Lexa sonreía—. Todavía recuerdo cuando me puso la primera en su casa.

—Dios, ni se te ocurra mencionar eso —Taehyung desvió la mirada, sonriendo y negando con la cabeza.

—¿Por qué? ¿Qué pasó? —Landon parecía interesado.

—Que cerraban la puerta, y su madre se preocupaba por si estaban haciendo algo —resumió Rayna.

—Una vez, alguien llamó a la puerta —procedió a explicar Lex—. Taehyung estaba en el baño, así que cuando la abrí, su padre me preguntó si necesitábamos condones.

La mesa estalló en una risa generalizada. Todos, excepto Jimin, quien se sintió un poco fuera de serie; y Taehyung, el cual notó cómo la incomodidad trepaba por su tórax. Hablar de las cosas que le había pasado con su ex, con la persona que ahora estaba conociendo justo delante era bastante embarazoso. No quería mirar a Jimin, no le apetecía descubrir la cara que tenía. Pero Rayna sí que lo hizo, descubriendo que la había cagado con eso de mencionar cosas personales de Taehyung. El problema era que todos en esa mesa se conocían demasiado; Landon jugaba de toda la vida al fútbol con Tae (aunque este último ya lo hubiera dejado), Lex y Jessie eran amigas desde siempre, así como Rayna, y Taehyung siempre había estado con ellas, pasando a ser el crush de cada una de estas en su respectivo orden, desde los siete a los trece años. Afortunadamente, lo de Tae y Ray siempre quedó como una amistad.

—Ehmn, bueno. Creo que va siendo hora de marcharme —Ray hizo como que compraba su reloj—. Le dije a mi abuela que le ayudaría a preparar la cena.

—¡Yo también! —Landon se levantó animado—. Tengo que sacar al perro y ayudar a mi hermano con los deberes.

Por descarte, Lex y Jessie también se levantaron, así como el resto. Eran las ocho de la tarde, tocaba volver a casa, ducharse y cenar.

—Bueno, hasta luego.

—Adiós, chicos —contestó Tae.

—Adiós, Tae —sonrió Jessie, y a continuación, fue hacia Jimin con una servilleta doblada y se la dejó en la mano—. Chao, Jim.

Estaban saliendo del Bell's, mientras Jimin comprobaba la servilleta. Taehyung se fue a la barra a pedir una botella de agua. La necesitaba, para tragarse todo eso. Además, ya podía hacerse una idea de que Jessie le había apuntado a Jimin su número de teléfono en la servilleta.

Él se dio la vuelta desde la barra y miró a Jimin. Se había sentado en el borde de la mesa de billar, con las piernas colgando. Apenas quedaba gente en el Bell's a esa hora, un lunes al atardecer. Taehyung caminaba hacia él rogando mantenerse entero; nada de celos, nada de comportarse como un rarito con él. Habían hablado, estaban conociéndose. Eso era todo.

Jimin comprobaba su teléfono, mordisqueándose el labio. Se lo guardó en el bolsillo de la cazadora vaquera negra cuando Taehyung estuvo lo suficientemente cerca.

—¿Vas a ir al cine con ellos? —preguntó modestamente, posando la botella de agua helada sobre el tapiado verde de la mesa de billar—. Creo que Jess se muere de ganas.

—¿Vendrás tú? —le devolvió Jimin, inesperadamente.

Taehyung bajó la cabeza unos instantes.

—No sé. Es que..., ya no me va Star Wars.

—Es como lo de la música, ¿o tampoco funciona si las ves en compañía? —bromeó Jimin.

—No estoy seguro —dijo Tae con suavidad, y después, exhaló su aliento—. Joder, parezco un crío de siete años, ¿a qué sí? Debe ser que me he vuelto emo o algo.

—Bueno, no creo que vaya, de todos modos —expresó Jimin, apoyando las manos tras sí, en la mesa.

—Uhm, ¿por qué? ¿No te apetece?

Ante su silencio, miró fijamente a Jimin mientras este presentaba un semblante imposible de descifrar. ¿Estaba jugando? ¿Quería que lo adivinara?

—¿No te caen bien? —trató de averiguar Tae.

—No, sí que lo hacen —negó con una sacudida de cabeza—. Es que, se nota que todos os conocéis bien. Yo no pinto mucho ahí.

—Puedes pintarlo —opinó Tae—. Quiero decir, Jess está interesada en ti. Y a Landon le caes bien. Tal vez también deberías unirte al equipo de fútbol...

—¿Por qué lo dejaste tú?

Taehyung parpadeó ante su forma de saltarse sus palabras, e ir directo a lo que le interesaba; él. Eso se le hizo agradable. Pero cuando quiso responderle, encogió los hombros, notando el embrollo que tenía por dentro.

—Ya no me apetece ser la estrella del equipo —expresó con simpleza.

—Ahora quieres ser sólo una estrella —finalizó Jimin con un tono muy distinto.

El humano tragó saliva, sintiendo cómo las mejillas le hormigueaban. Jimin sentado en el borde de la mesa, extendió una palma abierta como si quisiera recuperar algo.

—A ver. Dame tu mano —dijo el pelinegro de repente.

Taehyung se aproximó a él, pestañeando. Le dio su mano con un leve recelo, posando el dorso sobre la palma abierta del muchacho. Y Jimin tiró gentilmente de él, hasta que la parte superior de sus muslos se topó con las delgadas rodillas del muchacho. El contacto se sintió raro, no era exactamente tibio, sino frío. Tampoco era como si tocara un trozo de mármol, pero algo inerte y menos cálido de lo que el aura de Jimin le producía. Taehyung reflexionó acerca de la noche en la que se besaron; cuando Jimin entrelazó los dedos con él para apartarlo de todos, y después le besó con esa fuerza. Nadie le había besado así. Sus venas burbujeaban, pero también sentía cómo su ser se encogía con estremecimiento. Era raro. Pero Taehyung quería más, y se preguntaba cómo sería volver a besarle sin la cortina del alcohol de por medio.

En ese momento, Jimin colocó el dedo índice por encima de la palma del chico y comenzó a trazar unas sinuosas líneas.

—¿Vas a leerme la mano? —formuló confuso.

—No, exactamente —Jimin levantó la cabeza con una sonrisita.

Se mordía el labio inferior juguetonamente. El compañero parecía desorientado, perdido entre el roce de la yema que hormigueaba sobre su palma abierta y la cercanía con Jimin. ¿Acaso estaban jugando a algo?

—Vamos, ¿no vas a averiguarlo? —le instó divertido.

Taehyung arrastró las pupilas entre él y su propia mano, para después volver a contemplarle. No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero estaban tan cerca como una pareja y él se estaba desconcentrando.

—Concéntrate —insistió Jimin con una voz suave—. Voy a empezar de nuevo.

El joven se mordía el interior de la boca. Jimin volvió a repetir un trazo, mientras el otro razonaba que estaba reproduciendo una serie de figuras en orden.

«No. No son figuras», se dijo. «Son números».

El primero era un seis. El segundo un cinco. Jimin los trazaba lentamente, con los ojos muy abiertos sobre su rostro, con una leve sonrisa, como si estuviera siendo divertidísimo contemplarle tan perdido.

—¿Estás escribiéndome tu número de teléfono? —averiguó Taehyung rápidamente.

Jimin liberó una risa, que le indicó que así era. Su rostro se iluminaba como el de un ángel, con esos diminutos colmillos que le otorgaban un toque felino. El corazón de Taehyung vibraba en su pecho; le parecía que estaba tan precioso. Que era tan lindo, guapísimo, encantador. Estaba seguro de que el acelerón de su pecho también se reflejaba en la palma que entonces dejó de trazar como un lienzo.

—¿Qué forma de sugerir que te llame es esta? —le arrojó el humano con un toque malicioso.

—¿Prefieres que te lo escriba en una servilleta? —reformuló Jimin.

—Ja, ja, ja. No. Empieza por siete. No, seis —dijo Tae, pero el otro ya se había detenido.

Ahora, su mano se había enlazado con un ligero roce de dedos suaves. Las sonrisas de sus rostros se estaban desdibujando. Taehyung bajó la cabeza, fijándose en sus manos unidas. La de Jimin era más nívea e inevitablemente hermosa, con uñas largas y bien cuidadas. La sensación era maravillosa, Taehyung sentía ese tirón gravitacional. Quería besarle con vehemencia, a pesar de que se hubieran propuesto tomárselo con calma y conocerse en tonos amistosos.

Levantó la cabeza con los labios entreabiertos, el deseo palpitante en sus párpados bajos. Jimin, sin embargo, le detuvo justo a tiempo:

—¿Por qué no me cuentas algo de ti? Algo que sea imposible de averiguar. Algo que nadie más conozca.

El castaño se vio zarandeado por su cuestión. Y bien, él no era de guardar grandes secretos, pero...

—Una vez, probé la comida de mi perro —confesó.

Jimin sonreía, de todos modos.

—Qué terrible, Taehyung. Apuesto a que no has podido dormir en todo este tiempo.

Taehyung negaba con la cabeza, con ese rostro pícaro. Sus ojos azules se veían genuinamente puros y sinceros. Él era un trozo de pan.

—¿Tú tienes alguno? —le devolvió Taehyung.

—No hay gran cosa —respondió Jimin automáticamente.

—Oh, vamos. Seguro que Jimin Park tiene un buen secreto. ¿Exnovias? ¿Copiar en exámenes? ¿Alguna vez has robado en un bazar? —bromeaba Taehyung, y poco a poco, su sonrisa se extinguía, volviendo a hablarle con un tono más sereno—. ¿Por qué has venido a Shadowfell? ¿Por qué estudiar aquí, en vez de en Corea o en cualquier otra parte del mundo?

Jimin encogió los hombros al principio. Desvió la mirada, como si tratara de filtrar su respuesta para no irse demasiado por las ramas. Secretos... Él tenía de eso... Y Dios, la química que existía entre él y Taehyung era tan potente, que su organismo le susurraba que podía, que quería confiar. Deseaba confiarle la pesada carga que llevaba sobre sus hombros. Podía susurrarle su secreto, y si después se asustaba o le rechazaba, tan sólo borrarle la memoria y hacer como si nunca hubiera pasado. ¿Qué tal si lo intentaba?

Entonces, le observó fijamente sintiendo una fuerte preocupación, un temor al rechazo; la imagen de Taehyung soltándole la mano y contemplándole horrorizado. Huiría de él si supiera todas las veces que había pensado en matarle. El motivo sobre por qué se había matriculado en el instituto. Si eso ocurría, Jimin no sabía si podría vivir tranquilo. Sí, podía borrar todas las huellas que salieran mal entre ellos. Pero por primera vez en mucho, mucho tiempo, había hecho conexión con alguien. Habían conectado de verdad. Y no había tocado nada de su mente, de su persona o de su forma de actuar. Para colmo, Taehyung le miraba con esos preciosos ojos azules queriendo saberlo todo mientras él le sujetaba la mano, y se sentía tan natural. Tan mágico.

—Soy vegetariano —inventó.

—Oh. ¿No me digas? —Taehyung parpadeaba con una espontánea curiosidad—. Pero, ¿sí tomas derivados? Leche, huevos...

—Sí. Eso, sí.

—O sea, eres, ¿Ovo lacto vegetariano? —pronunció reflexivo.

—¿Se dice así? —dudó Jimin.

—Sí, creo que sí —Taehyung sonrió con mucha inocencia.

Jimin apretó los labios. Se sentía un poco mal, pero lejos de ofrecerle una mentira completa, el asunto de que era vegetariano no dejaba de ser una realidad.

—Vale, ahora entiendo por qué no probaste esa barbacoa —agregó el humano arqueando una ceja.

—No te engañes, a mí me encanta. Pero es mejor que no lo haga, porque...

—Ven a mi casa —le interrumpió Taehyung.

Su petición sonó más como una exigencia, a causa de las ganas que tenía. El rostro de Jimin expresaba un leve asombro.

—O-O sea, no lo digo en plan raro —continuaba el muchacho casi atropellándose—. Es que tengo hambre y casi es la hora de cenar. Por si no lo sabías, ahora vivo con mi tía, y bueno, el fuma-porros de mi hermano con el que ya no me hablo. Pero si me llevo a alguien, seguro que Eve accede a que pidamos un par de pizzas. Podemos pedir la vegana. Y ella tiene coche, ¿te he dicho ya que me saqué el carné de conducir el año pasado? Puedo llevarte a casa más tarde. Pero no muy tarde, que mañana hay clase.

Se lo estaba poniendo difícil. Jimin se maldijo interiormente; y no porque no quisiera ir con él. Es que, si Taehyung le invitaba a pasar, no habría marcha atrás. No existían un retiro de invitación, no había forma de que se le bloquease después de eso.

La parte más racional le susurraba un «No sigas. No lo hagas. Apártate de él, antes de que sea demasiado tarde». Pero su lado más instintivo y hedonista quería poner un pie en su casa. Quería a ese muchacho, para él, como el que deseaba al peluche suave y bonito del escaparate de una vida que no podía tener. Ese era Tae. Su primer capricho en un siglo. Un capricho que, de alguna manera, sus dedos se negaban a dejar ir.

—Vale, vale. A ver —Taehyung se deshizo de su mano y levantó las palmas en son de paz—. Estoy haciéndolo de nuevo, ¿no? Estoy presionando. No quiero hacer esa mierda, te lo juro. Mejor nos vemos mañana.

—No, no. Quiero ir. Quiero ir a tu casa.

Taehyung retrocedió unos pasos, pero se vio sorprendido por su respuesta. Acaba de vislumbrar a Jimin vacilante, pero la duda en sus ojos parecía estar volviéndose más y más pequeña hasta desaparecer.

—Ah, ¿sí? —se aseguró Tae.

Hubo un silencio. El hilo musical del Bell's resonaba suavemente desde los altavoces que colgaban de las paredes.

—Quiero comer pizza —reveló Jimin, relamiéndose el labio inferior.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


Pasearon tranquilamente por la calle en dirección al barrio mientras hablaban de cosas del instituto. Ya había anochecido a esa hora. Al llegar a casa, Tae sacó la llave y desbloqueó la puerta. La casa de los Kim era grande, pero sin perder esa aura cálida y humana de hogar familiar. Era de color blanco, con un porche hermoso lleno de macetas, ventanas cubiertas por cortinas con encajes y un tejado triangular de color perla. El césped siempre era verde y estaba bien cortado; en la parte trasera había una caseta de perro y un pequeño cuarto de almacenaje que el padre de Taehyung montó en el pasado, donde guardaban elementos como el rastrillo para barrer las hojas, ruedas de repuesto, cajas de herramientas y otros cachivaches.

Jimin ya había estado allí, pero Tae no tenía ni idea.

El muchacho entró y dejó la bandolera en la entrada, preocupándose inicialmente por la próxima aparición de su tía Everly. Tan sólo esperaba que la encantadora de su familiar no dijera nada fuera de lugar o que hiciera incomodar a Jimin.

En cuanto al compañero, él permanecía estático y mudo en el marco de la puerta. La bandolera negra colgaba de un hombro y sus manos se encontraban en los bolsillos de la cazadora vaquera. Apretaba la mandíbula sin la capacidad de dar un paso hacia delante.

No podía atravesar el umbral. Así era como funcionaba: las criaturas como él, nunca, jamás, podían poner un pie en las casas ajenas cuyos dueños fueran mortales. La naturaleza se había revelado en contra de ellos, por lo que una extraña e invisible burbuja protectora siempre les mantenía protegidos de las bestias nocturnas.

Jimin se mordía la punta de la lengua en la entrada, notando cómo aquel lugar le mantenía afuera. Por mucho que lo intentara, era incapaz de mover las piernas, los brazos, o siquiera sugerirle una invitación al muchacho. Así lo intentara por la puerta, por la ventana o por un hoyo en la pared. No podía pasar. No sin una invitación directa de alguien de la familia, pura, genuina y a voluntad.

Taehyung miró por encima de su hombro encontrándole allí parado con un aura de reparo. Se volvió hacia él con un suspiro. «¿A caso, a Jimin le daba vergüenza entrar en su casa?», se preguntaba ingenuamente.

—¿Qué? No te quedes ahí, anda. Pasa. Vamos a mi habitación —liberó Taehyung.

Jimin sintió como la presión del umbral aminoraba. Se disipó por completo en unos segundos, como si una espesa cortina se abriese para él. Intentó mover un pie y entonces, dio el primer paso dentro de la casa. Todo iba bien. A continuación, entró pretendiendo calma, se miró de soslayo en el espejo de la entrada, en lo que Taehyung pasaba por su lado cerrando la puerta tras él.

Ya está. Ya estaba dentro. No había marcha atrás.

Acababa de trasgredir los límites de seguridad de Taehyung, el único refugio que podía protegerle de él. Y lo peor, es que se sentía excitado por eso.

—Bonita casa —le dedicó Jimin.

—Por cierto, ¿tú vives en la condal? ¿Esa? ¿La que está a las afueras?

—Sí. Es de un familiar. Mi tío.

—Oh. No sabía que tenías familia aquí.

En realidad, Gregory era un sobrino. Uno bastante lejano, a pesar de que físicamente tuviera como una treintena de años más que él.

—¿Por qué no me habías dicho que tu tutor estaba cañón? —Everly apareció en el marco de la puerta, de brazos cruzados.

—T-Tía —masculló Taehyung, saliendo disparado en su dirección—. Que vengo acompañado.

Sus cejas se levantaron, y se desplazó, advirtiendo que había un muchacho con Taehyung.

—¡Ah! ¡Hola! —la mujer esbozó una rápida sonrisa—. Soy la tía de este mocoso. Puedes llamarme Eve —dijo con soltura.

—Hola, buenas noches —Jimin inclinó la cabeza levemente.

—Pero qué gusto que Taehyung traiga a alguien nuevo a casa. ¿Por qué no te he visto antes?

—Me trasladé recientemente.

—Se llama Jimin. Está en mi clase —agregó Taehyung, mordisqueándose el labio—. Oye, tita, ¿podemos pedir pizza? Y, ¿una, puede ser vegana?

—Uh, sí, claro —contestó y volvió a mirar al compañero del muchacho—. ¿Eres vegano, Jim?

—Vegetariano.

—Estupendo. Me gusta todo ese rollo healthy —gesticulaba Everly—. Hace tiempo, yo iba al gimnasio. Pero claro, eso era en Nueva York, antes de que... en fin.

—Bueno, vamos a mi habitación —Tae empujó levemente el brazo del chico, intentado llevárselo de allí.

Jimin subió el primer peldaño de las escaleras y giró la cabeza.

—Por cierto, el profesor Kim sí que está cañón —le arrojó a la tía de Tae, con un brote de humor.

Everly carcajeó y Taehyung sonrió ciertamente avergonzado. Insistió para que subiera y finalmente lo hicieron enérgicamente. En el piso superior había cuatro habitaciones y dos baños; uno general, y el otro compartido entre la habitación de Tae y de Soobin.

—Me encantaría que saludaras a mi hermano, pero, ¡sorpresa! Es un idiota —soltó satíricamente el castaño. Él adelantó los pasos, entrando al dormitorio que debía ser el suyo.

Jimin siguió sus pasos más pausadamente. La habitación de Taehyung era grande y bonita. Con dos amplias ventanas, una que daba a un lado de la casa y la otra al jardín de atrás. La cama era enorme, el cabecero de madera blanca estaba contra la pared, mientras que el resto se encontraba en mitad del dormitorio. Tenía una estantería grande llena de libros policíacos, y el resto eran lectivos, de cursos anteriores del instituto. Y en cuanto al escritorio, había una pila de libros del último grado, dos cuadernos, un archivador y un Mac cerrado.

Jimin paseaba por la habitación con las manos en los bolsillos. Se detuvo frente a la cómoda, donde había un espejo muy mono que reflejaba su pálido rostro y ojos castaños. Sobre el mueble, contempló dos ositos de peluche y varias camisetas dobladas. Todo aquello tenía el aroma de Taehyung impregnado. El mismo que había encontrado en su pelo al revolvérselo con los dedos, en su boca con un toque de vainilla y frambuesas. El aura de una taza de chocolate caliente y un jersey calentito en pleno invierno.

Pensó en que, si oliera la almohada de su cama, probablemente tendría problemas para contener el hambre. Y ni qué decir de su ropa, o de cualquier objeto que él hubiera estado manoseando recientemente. Podía detectar cada resquicio de él, como un perro sabueso. Así funcionaba su olfato. Era maravilloso cuando salía a cazar, pero cuando deseaba acercarse a alguien que le gustaba y atraía de forma tan vehemente, era como una jodida maldición.

—Mi tía es muy joven, por si te lo preguntabas —dijo Tae.

Jimin se volvió sobre sus talones. El castaño se sentaba a los pies de la cama, notando lo callado que estaba.

—¿Era la hermana de tu madre?

—Sí. Su hermana menor —afirmó reflexivo—. Se mudó a Shadowfell para volverse nuestra tutora, cuando...

—Ahá.

No ahondaron mucho más en aquello. El accidente de sus padres era un tema del que le costaba muchísimo hablar, pero Jimin no lo hizo incómodo, cambió de conversación y se sentó en el borde de la cama junto a él. Taehyung se levantó para mostrarle algo, un trofeo deportivo de cuarto grado. Le contó una anécdota al respecto, y después estuvieron hablando durante un buen rato sobre lo que querían estudiar: el ojiazul pensaba en medicina, mientras Jimin decía que todavía estaba pensándoselo. Tae arqueó una ceja, pensando que era raro para alguien tan asertivo como Jimin. Finalmente, el pelinegro le dijo que a él le gustaba bailar. Desde ese momento, Tae le solicitó que bailara para que pudiera verlo. Jimin se negó con una sonrisita, clavó un codo en la rodilla apoyando el mentón en la mano y sacudiendo la cabeza con cierta modestia.

Everly llamó a la puerta avisándoles de que la cena había llegado. Bajaron al salón y encontraron las dos cajas abiertas. Una vegetariana, y la otra de pollo y beicon. Jimin se comió varios trozos para no levantar sospechas; las criaturas como él podían alimentarse de comida humana siempre que llevaran una dieta constante de sangre.

Ahora bien, Everly tenía los ojos clavados sobre él mientras cenaban. Se mostraba amable, miraba a Jimin y después a su sobrino Tae como si dudara acerca de si estaba perdiéndose algo. Durante la conversación, ella le contó que había estudiado Administración, y que gracias a Dios (o al que estuviera ahí arriba), consiguió un traslado en el Hospital de Shadowfell el año anterior. Después de eso, Everly empezó a hablar sin control sobre sus exnovios. Taehyung casi se atragantó con un trozo de pizza cuando dijo que era bisexual, hizo unos gestos exagerados y al castaño le apeteció que el suelo le tragara.

A fin de cuentas, no fue tan mal. Jimin decidió que Everly le gustaba. No sólo tenía el aura de Taehyung, sino que, además, parecía una buena mujer. Cerca de la media noche, recogieron las cosas, Taehyung le pidió un momento para subir al dormitorio a por su chaqueta, y no tardó en regresar bajando los escalones enérgicamente.

—Venga, Eve me ha dado las llaves.

—No es necesario que me lleves a casa. Iré caminando. Me apetece dar un paseo.

Taehyung parpadeó frente a él.

—¿Qué? ¿Tan tarde?

—¿Me dejas tu teléfono?

El castaño dudó un instante, pero sacó el dispositivo y lo desbloqueó frente a él. Jimin pulsó el botón de la agenda y le registró su número de teléfono. En el pasillo, se sonrieron levemente. Taehyung miró hacia la cocina; Everly parecía entretenida fregando los platos, con videos de TikTok de fondo.

—Vamos afuera —musitó Taehyung, indicándole con el mentón.

Salieron al porche delantero de la casa, mientras Tae se pensaba cómo convencerle para que le dejara llevarle. Él pulsó el interruptor de la luz exterior. El manto negro del cielo cubría Shadowfell, con una resplandeciente luna plateada. El césped fresco olía a humedad, y la calle de casas se encontraba vacía, con las ventanas de algunos hogares resplandeciendo con tonos blanquecinos y dorados.

—¿No está la casa condal un poco lejos? ¿Quieres que pida un taxi para ti? —insistía Tae.

—No —Jimin volvió a rechazarle, sin opción a rebatir.

Y bien, Tae era bastante testarudo, por lo que rodó los ojos y pensó en hacerlo de todos modos. Sin embargo, notó cómo algo le subía por la tráquea. La mirada de Jimin se hizo más densa en el silencio exterior de la casa. Taehyung se humedeció los labios con la punta de la lengua e inspiró, guardando las manos en los bolsillos del pantalón.

—Hoy me lo he pasado genial —dijo con suavidad.

—No hemos estudiado nada —chistó Jimin.

—No. Pero está bien. Uhm, me gustaría... Me gustaría vivir más tardes así —chasqueó con la lengua—. Aunque me pegues una paliza en el billar.

Jimin sonrió, dejando escapar una rica y tenue risa.

—Sí. A mí también. Es como si...

—Como si el peso aminorara —terminó Taehyung, y acto seguido se arrepintió de adelantarse a sus palabras.

Pero Jimin asentía con la cabeza levemente, como si hubiera podido leerle el pensamiento. El silencio retornaba al porche con el agudo sonido de un lejano grillo, y ahora, sus miradas conectaban creando una auténtica corriente de electricidad que se transmitía entre sus cuerpos sin distanciados. Era como si todo estuviera a punto de saltar por los aires; Taehyung volvió a ver esa mirada felina. La misma de la fiesta cerca del bosque, cuándo él bebía alcohol sin control, notando cómo Jimin le seguía como si fuera pura gravedad.

—Quiero que hagas algo por mí —solicitó Jimin de repente.

—Y..., ¿qué...? ¿Qué es?

Taehyung estaba inmóvil, con la mirada castaña sobre él.

—No sé si será pedir demasiado —agregó Jimin, con misterio.

—¿Demasiado? ¿Por qué se supone que es demasiad-

Jimin le besó súbitamente. No era su primer beso, pero sí el primero sin la cortina de alcohol diluyendo su sistema nervioso central. Jimin lo sabía, y cuando notó cómo Taehyung exhalaba lentamente su aliento, derritiéndose por él, empezó a besarle de verdad. Si aquel era el fin de todo, su último aliento y esperanza, quería sentir por última vez todo lo que estuvo años sin permitirse. Su ansiedad no le prohibió ser muy suave al principio, con besos delicados y ambos pulgares sujetando sus pómulos humanos. Los labios de Taehyung se comportaban de manera imprecisa, algo nerviosos y desorientados. Pero aun así resultaron deliciosos, sedosos. Sus narices se rozaban con suavidad, en la tímida caricia del cambio de dirección de sus rostros. Taehyung pestañeó lentamente, un poco asustado, si bien satisfecho, permitiendo que Jimin hiciera todo cuanto quisiera con él. Así fuera morderle, besarle, arrinconarle. Tomar más. Quería desfallecer con él, y en él, si era posible.

Taehyung olía a lavanda, a suave madera de sándalo y a pomelo. Sus carnosos labios eran suaves y sus dedos, a pesar del nerviosismo inicial, le sujetaban como si fuera increíblemente frágil. Jimin percibió sus yemas suaves y cálidas. Su boca sabía al cielo, a algodón de azúcar, a agua fresca y mineral proveniente de un manantial. Y ese manantial palpitaba.

El humano inclinó la cabeza, sin aliento. Jimin abandonó su boca y trazó un camino de besos muy delicados, desde la oreja del muchacho hasta la línea de mandíbula, y entonces, descendió con besos dulces y tiernos hasta llegar a su cuello, haciendo que el segundo gimiera y echara la cabeza hacia atrás, con la ardiente nuca posándose en el revestimiento de madera blanca.

El ojiazul tenía un pulso potente y rítmico, que de repente notó bombeando como un tambor en su cuello de cisne. En sus manos. En el labio inferior que necesitaba morder con fuerza haciendo brotar un delicioso flujo de placer.

Taehyung le agarró con fuerza y atacó a sus labios con más hambre. Pero de repente, Jimin se arrancó de su boca luchando contra el instinto. «No. No iba a hacerlo. Tenía que controlarse con él». El muchacho apretó los labios jadeantes, conteniendo el sibilino pálpito de sus encías y largos colmillos eventualmente desarrollados.

Le soltó y desvió el rostro mientras su semblante demoníaco batallaba por apaciguarse. Tenía las cuencas de los ojos negras, llenas de venas oscuras. Los globos oculares eclipsados como en una maldición, con las pupilas de un rojo abrasador por el hambre y la excitación. Jimin cerró los párpados y se agarró mentalmente a la humanidad del compañero; lo bueno, lo dulce, lo agradable que era. Lo bien que se lo había pasado esa tarde. «No es comida. No lo es», se repitió una y otra vez, hasta que arrinconó al hambre dentro de él.

Taehyung había enmudecido, ahora respiraba tratando de recuperar el aliento. Relamiéndose los labios besados, volviendo a contemplar al pelinegro de medio lado, mientras ese luchaba silenciosamente contra algo que se escapaba de su entendimiento.

Él pensaba que era por el flujo de pasión que habían liberado de manera tan brusca. Y bien, ahora sabía que se tenían ganas. Se atraían con una abrumadora fuerza, por lo que el corazón de Tae empezó a rebotar de felicidad. Cuando Jimin volvió a mirarle, creyó vislumbrar en sus ojos un rastro de vino tinto apagándose. Otra vez.

—¿V-Vas a decirme por qué tus ojos cambian de color? —musitó.

—Lentillas holográficas...

—Estaba borracho cuando me lo tragué. Hoy no usas lentes de contacto. Te vi de cerca en el Bell's.

Sabía que no era tonto y eso le parecía tan peligroso como encantador. Jimin se mordió el labio descaradamente, y es que plantearse ofrecerle una explicación razonable sobre cómo el hambre le desfiguraba el rostro y le encendía los ojos era un arriesgado.

—Me gusta que sepas deducir tú solito, Sherlock —declaró Jimin.

—¿Por eso querías que jugara a adivinar tu número de teléfono? —jugueteó Taehyung.

Jimin bajó la cabeza, riéndose suavemente.

—Me gusta plantear retos. No te aburrirás conmigo —le contó más descaradamente.

—Espero que no sea porque tienes hambre —se le ocurrió al castaño.

A continuación, Jimin le miró como si fuera algo salvaje. Un escalofrío recorrió a Taehyung, desde la espina dorsal a la punta de los dedos.

—A lo mejor es eso. A lo mejor quiero comerte —musitó.

El castaño se vio sobrecogido por la idea. Pensaba que era un juego, Jimin era así de pícaro y precioso, pero una segunda voz le susurró detrás de la oreja algo muy raro. Antes de que escupiera que dejara de bromear, Jimin se deslizó más cerca de él. Presionó su frente sobre la del muchacho, regalándole un beso en la nariz, y finalmente, un pequeño beso sobre sus labios. A penas fue un roce, pero Taehyung sintió adoración, de todos modos. Estaban derritiéndose mientras recuperaban sus centímetros, fundiéndose en los iris del otro.

—¿Qué crees que deberíamos hacer con esto?

—Y-Yo... Yo acabo de salir de una relación con Lex. Verás, este último año ha sido una pedazo de mierda —empezó a reproducir en cadena—. Como una montaña de ropa que me tragaba. Y no sé si... No sé si puedo, si quiero... No entiendo lo que siento, si debería... Es que tú me, me gustas, me gustas mucho, y...

—Okay. Escúchame —le detuvo Jimin con un timbre más serio—. Creo que yo tampoco soy el más apto para empezar una relación. Pero...

Al bajar la cabeza, Taehyung le vio esbozar una sonrisa irónica. ¿Qué le hacía tanta gracia de repente?

—Dios —siseó Jimin, y sus párpados se levantaron como los de un felino—. Esto te va a hacer gracia. Pero llevaba como un siglo sin sentirme así...

—Así... ¿Cómo?

—Cómo... Como si estuviera vivo, otra vez —expresó Jimin con una latente, lenta y viscosa emoción que corría por sus venas como lava.

—Yo también lo siento —confesó Taehyung, casi como si lo respirara—. Lo siento desde que te vi.

Jimin lanzó una carcajada al aire, se pasó la mano por el mentón y la boca. Para él parecía divertidísimo.

—Sabía que eras un romántico —soltó alegremente.

—N-No lo digo por eso —se defendió Taehyung más tímidamente.

—No irás a decirme que te van más las pelis de Star Wars —agregó el otro en tono jocoso.

Los dos compartieron otra risita agradable, que hizo sentirse a Taehyung más relajado y cómodo. Cuando le miraba, su corazón volvía a bombear a ese ritmo diferente.

—Quizá esto sea una locura, pero... No quiero pensar —Jimin sonaba extraordinariamente firme—. No quiero etiquetarme más. Sólo quiero hacer lo que siento; quiero olvidarlo todo y darme una oportunidad a mí mismo. Dime, Taehyung, ¿es eso tan negativo?

Taehyung negó levemente. Se sentía cohibido ante esa convicción. Su mente le decía una cosa, y el corazón exactamente la opuesta. Y había algo más... Como un sexto sentido, un gusano mental que se le metía por los oídos, haciéndole sentirse tan asustado como excitado. Él abrió la boca, pero Jimin le detuvo.

—No tienes que decírmelo ahora. Puedes decírmelo mañana. O pasado. O la semana que viene. Tómate el tiempo que necesites —decía de forma indulgente—. Yo tengo todo el tiempo del mundo, Taehyung.

Y eso último fue raro, pero Tae sentía un batiburrillo de pensamientos, emociones y sensaciones contrapuestas. Jimin se acercó a él, le dejó un beso en la mejilla, y después le ofreció las buenas noches de la forma más adorable que jamás había imaginado. Se largó del porche caminando. Taehyung se quedó allí, plantado, con el corazón en una mano, y en la otra...

Las ganas de entregárselo.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


La casa condal sí que estaba lejos del cálido barrio donde Taehyung vivía. Pero para él, con un esprint vampírico podía llegar en apenas unos minutos. Pensó en que debía utilizar más el coche, si quería parecer un poco más humano. Y a esa hora tenía apetito, muchísima hambre después de probar esos labios. Jimin se estaba metiendo hasta el fondo de aquello, y sabía que tarde o temprano todo reventaría por algún lado. Pero ahora quería una cosa: a Taehyung. Quería perderse con él. Podía sentirse vivo de nuevo, humano.

En lugar de salir a cazar, volvió a casa y lo dejó todo para el amanecer. Así podía ir más fresco a clases y enfrentarse mejor a una nueva mañana.

Luego de regresar, dejó las cosas junto a la entrada, su bandolera y la chaqueta, y después fue al salón y se dejó caer en el sofá, cruzando las piernas sobre la mesa. Estaba tan emocionado, tan excitado. Se sentía como un adolescente, y todo lo que podía pensar era en Taehyung. Taehyung. Taehyung Kim. Si tan sólo pudiera contarle quién y qué era con más exactitud, saldría pitando de nuevo hacia su casa... Entraría por la ventana y tendría una noche tórrida con él.

Por suerte, logró centrarse y apartar aquella idea de la cabeza. Nunca había estado físicamente con un humano, y por cómo se había puesto besándole antes de despedirse, sabía que tampoco iba a ser fácil para él. Pero estaba dispuesto a intentarlo.

Era su nueva obsesión. Su Taehyung. Y eso que ni siquiera habían empezado realmente algo, pero a él ya le gustaba enrollar la lengua pronunciando su nombre con esa propiedad.

—¿Lo estás haciendo tú?

Jimin giró la cabeza, contempló a Gregory en uno de los arcos del enorme salón de altas columnas y techo con hermosas vigas de madera labrada.

—Hacer, ¿qué? —le devolvió.

—Tío Jimin, sabes que los De Fiore hemos mantenido la casa condal del pueblo durante generaciones —dijo, caminando frente a él—. Conocemos el secreto y hemos velado por él. Pero el acuerdo era que, si alguno de vosotros regresaba a Shadowfell y transgredía las normas, miraríamos primero por la seguridad de los habitantes.

—No he roto ningún acuerdo —bufó Jimin—. Sabes que controlo mi alimentación desde hace tiempo. Y no lo hago por Shadowfell, Greg. Esta es mi forma de vida.

—Bien, entonces, ¿Quién ha hecho esto?

Gregory tomó el mando control y encendió el televisor. Una cadena donde impartían noticiarios veinticuatro horas al día emitía una importante noticia, en repetición.

—Encontraron el cadáver a media mañana, después de una semana de arduas búsquedas —anunciaba la reportera. Tras ella había dos coches de policía, con el brillante parpadeo de luces rojas y azules—. Al sujeto se le ha identificado como Evan Montgomery, vecino del pequeño pueblo de Shadowfell. Se encontró el cuerpo sin vida y desangrado, con marcas de mordiscos de animal. Se espera el comunicado oficial de la policía tras la autopsia. En cuanto a Frank Smith, su paradero todavía es desconocido. La policía baraja la teoría de una fuga, pero tras la noticia de Montgomery, se cree que también terminarán encontrado su cuerpo sin vida.

Gregory volvió a apagar el televisor. Jimin ya no cruzaba las piernas en la mesa, ahora apoyaba los antebrazos sobre las rodillas, frotando las manos con un semblante introspectivo.

—¿Mordidas de animal? ¿Desangrado? —repitió en voz baja.

—Cualquier humano se lo creería. Pero tú y yo sabemos que es demasiada casualidad.

Jimin volvió a levantar la cabeza, con una mirada afilada y el ceño arrugado.

—Yo no he sido. ¡No haría eso jamás!

—¿Y crees que me lo creería?

—¿Qué vas a hacer? ¿Echarme de mi propia casa?

—Tío Jimin, esta no es tu casa. Yo llevo aquí desde los trece años; generación tras generación cuidamos de este sitio, y...

—¡No he sido yo! —Jimin se levantó del asiento muy irritado.

Estaba a punto de pedirle pruebas, algo con fundamentos con lo que pudiera culparle por el asesinato de uno y la desaparición de otro. Él no atacaba a humanos desde hacía muchísimos años; ni siquiera se permitía probar la sangre. Lo más cerca que había estado de uno en todo ese tiempo había sido de Taehyung, y ahora lo único que quería hacer era besarle hasta desgastar sus labios. Pero justo entonces el timbre de la casa resonó con una campana doble que repicó en sus tímpanos.

Gregory y Jimin giraron la cabeza. Era más de medianoche. ¿Quién iba a ir hasta allí? ¿La Sheriff del pueblo? ¿Algún repartidor de comida rápida que hubiera pedido Gregory?

—¿Esperas a alguien? —formuló Jimin con un timbre grave y lúgubre.

Gregory movió la cabeza en señal negativa, manteniéndose tan estático como él. La electricidad estática le erizó el vello. Fuera quien fuese, si aparecía a esas horas debía ser por algo relevante. Los sentidos de Jimin se crisparon, con el oído, el olfato y las pupilas dilatándose. Habría sacado las garras si hubiera estado mejor alimentado esa noche. Pero todo cuanto pudo hacer fue desplazarse bajo el arco del salón, después por el largo pasillo de oscura madera de roble, donde los bajos tacones de sus botas resonaban creando un ruido sordo, hasta detenerse sobre la alfombra de terciopelo rojo que había frente a la puerta.

Todo su ser negó a aceptarlo: no podía ser él. Su organismo, su mente, su sexto sentido le susurraba un nombre que no quería pronunciar. Alguien a quien no quería en su vida, a quien rechazaba con todas sus fuerzas.

Jimin estiró una mano y tiró de la manija dorada. El chirrido de la pesada puerta acompañó aquel movimiento, se abrió de par en par y ahí clavó los iris castaños oscuros sobre otro par todavía más negros. Insondables, peligrosos y tan terriblemente familiares como aquel maldito rostro felino. Cabello oscuro, mandíbula cuadrada, labios finos y rojos, camisa de seda negra y una exquisita blazer a juego, con unos distintivos aros plateados adornando sus orejas.

Si el demonio tuviera nombre y apellido, debía ser él.

—Hola, hermanito —ronroneó con una sinuosa sonrisa.

—Jungkook —exhaló Jimin como si fuera una pesadilla.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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