Capítulo 29

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 29. Cuando todo se desplome, piensa en mí

Un día antes de la graduación

Shadowfell le traía miles de recuerdos. No había puesto un pie allí, desde 1873, cuando perdió lo único que le había importado. No obstante, su memoria no había envejecido ni un solo segundo. Sui entró en la habitación del hotel y se volvió sobre sus propios talones, contemplando la estancia. Era horrible; él acostumbraba a hoteles de cinco estrellas, a casas bonitas, con papel de pared grabado, y un cuarto de baño con bañera de hidromasaje. A sábanas de seda y de cachemira, y a que alguien le cocinase, así fuera la amable señora de setenta y dos años con la que había convivido en Los Ángeles durante un corto periodo de tiempo. Sui siempre buscaba alguna familia o casa humana en la que refugiarse, alguna tapadera donde sentirse seguro por si él le encontraba.

Por eso, tras todos esos años, jamás había disfrutado como creía merecer. No se había detenido en un lugar, más de seis meses. Y odiaba continuar huyendo, así como odiaba haber llegado hasta allí, casi arrastrándose, por ese pequeño y diminuto trozo de su corazón que rogaba por alguien del que no podía desprenderse.

«Jimin De Fiore estaba vivo». Y estaba allí, probablemente a menos de un kilómetro de él, respirando el mismo aire y caminando bajo la misma gravedad terrestre.

Sui apretó los párpados y contuvo el aliento, imaginándoselo. Tantos flashbacks asaltaban su cabeza y sus sentidos...

La puerta de la suite fue empujada por alguien más.

—¡Ah! ¡Por fin! —oyó la voz de una mujer.

Ella cerró la puerta detrás de sí, mientras Sui giraba la cabeza. La contempló con los párpados entornados. Lilya Baker, su perfecta amante y topo de élite. Hija de alfas licántropos, y novia de un Trench. Por supuesto que Sui Leone conocía los entresijos y los secretos de cada una de las familias fundadoras de Shadowfell; los Conte habían robado oro, los Russo estaban obsesionados con el control y el poder, mientras que los Trench, contenían genes dormidos de hombres lobo. En último lugar, la familia De Fiore, eran los más débiles. Él entró ahí, justo en mitad de todo, y mientras intentaba divertirse en aquel diminuto pueblo, como si fuera un juego de muñecas, se enamoró del hijo más joven de la familia.

Pero así era el amor verdadero, ¿no? Fugaz. Inesperado. Un día, creías tener el control de tu vida, y de repente, un alma distinta se hacía con todo cuanto creías poder gobernar.

—Lily —pronunció Sui.

La joven licántropo se lanzó a sus brazos y le besó en los labios.

—¿Por qué dejaste de contestar? Pensé que te habías olvidado de mí.

—¿Cómo iba a olvidarme de ti, cielo? —formuló el vampiro, delineándole la mandíbula con un dedo—. He venido a verte.

—Alex no puede vernos juntos —comentó la mujer—. Sospechará.

—No lo hará —Sui se mordió el labio inferior—. Y, dime, ¿cómo van esos lobitos?

Ella le contó desde el primer al último detalle. Los planes de Alex de llevarse a Dave a la manada de lobos que dominaba Virginia, y sobre sus genes alfas a punto de despertar. Dave Trench podía ser el próximo alfa, si derrocaba al líder, su padre. Sui la interrumpió en la conversación y le preguntó acerca de los De Fiore. Ella le habló sobre dónde se encontraban alojados. Y seguidamente, mencionó a Taehyung Kim, la copia idéntica, exacta, de él. La simple idea de imaginárselo le perturbaba, le creaba una punzada de curiosidad a la par que de recelo.

Pero él sabía para qué había regresado a Shadowfell. A veces, había que arriesgarlo todo por amor.


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La noche de la graduación

Seis minutos. Joon tardó un minuto más de la cuenta en abandonar el Bell's. Ya se había encargado de despedirse del profesorado el día de antes de la graduación, pero nunca venía mal volver a estrechar alguna mano y ser amable con las personas que le trataron bien en su recepción en Shadowfell ese curso.

No obstante, él no tenía reparo en abandonar aquel pueblo. Su nueva vida aguardaba a la vuelta de la esquina, y pensaba encargarse de Soobin, de Taehyung, de ser la figura protectora, paternal, y de confianza que esos jóvenes chicos necesitaban.

Ni siquiera había vuelto a pensar en Sarah. Jungkook, cuya amistad se había deshecho abruptamente, tuvo razón en algo; debía pasar página. Encontrar a alguien a quien amar para vivir y sanar. Everly Kan había sido ese ángel que necesitaba.

Joon salió por la puerta trasera, cerrándose los botones de la blazer grisácea. Continuó caminando hasta girar la esquina, y luego pisó el asfalto, mientras buscaba el automóvil de su prometida. Lo vio a unos metros, aparcado, sin las luces de posición prendidas.

Namjoon parpadeó mientras se aproximaba. No había nadie en el interior, ni en ninguno de los asientos. «¿No le había dicho que lo esperaba dentro?», se preguntó. «¿Acaso estaba fumándose un cigarrillo en algún otro lado?».

Despistado, Namjoon dio unos pasos más y vislumbró una figura voluminosa en el suelo. Estaba oscuro, pero había alguien sobre el asfalto; un cuerpo tendido, de largo cabello castaño. Fue como si unos muros invisibles comenzaran a achicarse a su alrededor, volviendo el ambiente más denso. La presión en sus pulmones, en el pecho, en la cabeza, la cual comenzó a darle vueltas al vislumbrar un oscuro rastro de sangre.

—¿Eve? —articuló casi sin aliento—. ¿Everly?

Los ojos de su prometida estaban abiertos, y las pupilas anormalmente dilatadas. Había un teléfono móvil fracturado en el suelo. Su vestido negro parecía rasgado, hundido justo en el centro del pecho. Joon notó cómo su presión sanguínea se elevaba, sus ojos se volvieron neblinosos por el pronto pinchazo de lágrimas.

La punta de su zapato se detuvo junto a un órgano. Un corazón humano, arrancado y tirado en el suelo como si fuera basura. Estaba muerta. Entonces, su garganta se desgarró en profundo y bronco grito que brotó desde lo más profundo de su interior.

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Eran más de las doce cuando Jungkook se sirvió aquel whiskey con hielo. Escuchó el sonido de unos tacones bajos por el pasillo, proveniente de unas botas. «¿Jimin? ¿Había vuelto tan pronto?», se preguntó.

Lo cierto era que conocía los vaivenes de su hermano. Y esa noche, esperaba que volviera tarde por haberse quedado con Taehyung. Probablemente, estarían reconciliándose, intercambiando besos y promesas. Estaba seguro de que Jimin se iría a California con él, en cuanto resolvieran lo de su marca. Y a pesar de todo, a Jungkook le parecía bien. Él pensaba largarse de allí, de todos modos.

Sosteniendo el vaso de licor en la mano, se volvió para preguntarle a Jimin qué tal había marchado. Sin embargo, vio a alguien muy distinto.

—¿Taehyung? —Jungkook arrugó el ceño—. ¿Qué haces aquí?

Él vestía de negro, con una blazer y elegante traje que le hacía verse más adulto.

—No he podido evitar echarte en falta en la fiesta. ¿Por qué no has ido? —preguntó el joven.

—Yo, no... —Jungkook bajó la cabeza—. No tengo nada que hacer allí.

Taehyung se acercó a él, y Jungkook retrocedió un paso. El muchacho le quitó la copa de la mano y la dejó en el mueble, después deslizó una mano ascendente por encima de su pecho. A Jungkook se le hizo muy extraño aquella caricia.

—¿Qué haces? —formuló confundido.

—Jungkook, te extraño —musitó Tae con dulzura.

—¿Tanto has bebido?

—No es tan raro...

—Reconoce que lo es. Un poco —sus pupilas se deslizaban sobre el muchacho—. Pensé que estabas con mi hermano.

—Ya no quiero estar con él —murmuró Taehyung—. Te quiero a ti.

El vampiro frunció levemente el ceño.

—Te deseo —agregó el humano, y seguidamente, estiró los talones para alcanzar su rostro.

Jungkook se sintió levemente mareado por el acercamiento. Notaba una punzada de gravedad, tirando de sus extremidades con fuerza.

—No podemos —respiró Jungkook, al borde de la tentación.

—¿Por qué? —formuló el otro.

—Jimin te ama —logró hilar Jungkook.

—Pero yo te necesito a ti —le sedujo Taehyung—. Ahora.

Jungkook apenas pudo discurrir en aquel evento. Sus labios se fundieron con los del compañero con un jadeo, volviéndose descarado y fiero. Era la primera vez que él le besaba primero; y sus labios eran gruesos y mullidos, ligeramente tibios, suaves, y embriagadores. Jungkook enredó las manos en su cabello y abrió la boca, permitiendo la entrada de su lengua. Al principio fue lento y más profundo, pero el chispazo de la pasión le prendió las venas, y de pronto, quería devorárselo. Él empezó a desnudarle deliberadamente, tiró de los botones de la camisa, arrancándoselos. Empujó a Taehyung de espaldas a un mueble, pasando un brazo por su cintura, con una mano que se ceñía a la curva del trasero. Taehyung jadeó su aliento húmedo, encantado. El pelinegro se inclinó para besarle el pecho, deslizando la lengua salvajemente por un pezón, el segundo le agarraba un puñado de pelo entre los dedos y suspiraba su nombre.

—Ah, Dios. Sí. Jungkookie —jadeó por la emoción.

Jungkook recibió una guantada de realidad en ese momento. Era imposible, imposible que Taehyung le hubiera ido a buscar. Su corazón no latía a pesar de los besos, sus dedos, no estaban tan calientes como acostumbraban, y ese aroma, no era ni remotamente similar al que conocía. Este olía a incienso negro, a hierbas de té, a pomelo. Y sus caderas, estaban ciñéndose a las suyas con una lascivia antinatural.

No dudaba de que Taehyung pudiera ser apasionado, pero ese no era él, por mucho que hubiera deseado que lo fuera. Acto seguido, Jungkook se arrancó de su boca y le agarró del pelo. De un veloz movimiento, volteó al compañero y le hundió la cabeza contra el borde del mueble del salón con un agresivo golpe. El ojiazul se tambaleó, se llevó las manos a la cabeza y luego se volvió contra él a una velocidad sobrenatural.

Al girarse, Jungkook se había retirado unos cuantos metros. Le contemplaba en la distancia, con las pupilas dilatadas y los labios más rojizos por los besos.

Sui esbozó una sonrisa torcida muy familiar.

—Ouch —se quejó dulcemente.

—Puto cerdo —le llamó Jungkook.

—¿Esta es tu bienvenida, cariño? —preguntó con un tono más zalamero.

—Mantén amarrada tu lengua viperina. ¿Cómo has llegado hasta aquí?

—Lilya Baker, mi preciosa y salvaje amante mujer lobo —contestó Sui coquetamente.

—¿Te ha dado tiempo a cambiarte de acera? De puta madre —liberó Jungkook.

—Mujeres poderosas, sí. ¿Sabes que su padre es el líder de la manada dominante de Virginia? Ah, y es novia de un Trench —reveló Sui—. Me encantan estos líos.

—Así que lo tienes todo pensado.

—Oh, no te haces una idea. Para sobrevivir, uno debe tener amigos hasta en el infierno —Sui se cruzó de brazos.

—Apuesto a que te has metido hasta en el último centímetro de su mente. Su falsa lealtad. La controlas como una muñeca —reflexionaba Jungkook en voz alta—, como lo hacías con nosotros.

Sui esbozó un rostro aparentemente ingenuo.

—Ay. Esto es por ti, ¿o por él? No has cambiado ni un poco, Jungkook. Apasionado, impulsivo, impredecible... Y adicto al sexo —masculló descaradamente.

—Te noto un poco viejo y raído. ¿Ya te pesan estos 150 años extra? —le devolvió el otro.

Sui soltó una risa profunda, oscura y divertida. Jungkook exhaló su aliento y se relamió lentamente. Todo hubiera sido muy distinto un tiempo antes, pero ahora, tan sólo sentía puro desdén.

—¿Qué haces aquí? —exigió saber.

—Oh, vamos. Jungkookie, he venido a verte.

—¿A verme? ¿Después de tanto tiempo? —articuló lleno de cólera—. Tienes que estar de coña...

—Sé que ya conocías que estaba vivo —prosiguió Sui—. Pero tenía que encargarme de unos asuntitos antes de venir a buscaros. Nunca os he olvidado, amor.

—En plural. Apuesto a que primero has ido a por Jimin —sonrió sarcásticamente.

—No he visto a Minnie por ningún lado. Creo que él se me ha adelantado.

—¿Él?

—Taehyung —Sui deslizó el dedo índice por encima de un mueble—. Muero por ver a esa copia barata de mí...

Después continuó andando hacia él como un felino. Sensual, vestido de negro y con el delgado y elegante torso al desnudo. Sus labios estaban más rojos por el beso, el azul de sus ojos era increíblemente intenso, casi hipnótico, y su belleza era tan cruel y delicada como la de un diablo. Jungkook había caído en sus redes una vez (y muy profundamente). Pero ahora sentía algo muy distinto; odio, rencor, un profundo dolor e incomprensividad hacia él. Sui deslizó un dedo desde su pecho hasta el cinturón de su pantalón abultado. Y bien, Jungkook le odiaba, pero su erección decía lo contrario.

—¿Por qué? —jadeó Jungkook, casi sin aliento—. ¿Por qué no volviste? Teníamos una promesa.

—No pude.

—Mientes.

Sui intentó agarrarle una mano, no obstante, Jungkook rechazó su contacto, y volvió a alejarse esta vez con una expresión de auténtico desprecio y rechazo.

—No me toques, Sui —le avisó amargamente.

—No he venido para hacerte daño. Sé lo que hiciste por mí. Mataste al linaje de cazadores, me protegiste de ellos —decía él con indulgencia.

—Vengaba tu muerte, ¿y tú lo sabías? ¡¿Lo sabías, y jamás apareciste?! —exclamó Jungkook.

—Oye —Sui trataba de tranquilizarle—, no podía acercarme. Te perdí el rastro en 1919, y a Jimin, en el 23. Pero he contado los días, las horas, para volver a encontrarme con vosotros. Contigo, con Minnie... Os he extrañado tanto. Vosotros me hacíais feliz —respiró nostálgico—. Cuidabais de mí.

—No vas a engañarme. Sé que le buscabas a él. Yo, simplemente, te vine bien. Por las fechas y por el momento en el que nos conocimos —Jungkook esbozó una sonrisa torcida, sin una pizca de gracia—. Un escudo para tus intereses. El hermano mayor, el que haría todo por él... El que aceptaría todo, por ti... El que siempre estuvo dispuesto a sacrificar su vida, mientras tú le envolvías a él entre tus brazos.

—Jungkook, el amor es así. Es injusto, es complicado y doloroso. Sí, Jimin fue el primero —declaró Sui con una impresionante firmeza—. Pero a ti también te quise, y nadie te obligó a meterte entre mis sábanas, ni en las de tu hermano. Tampoco tuviste ningún pudor en hacerlo, ¿recuerdas? ¿O es que ya se te ha olvidado? —bajó la voz, ladinamente—. Tú aceptaste voluntariamente estar ahí.

—Aléjate de mí, hijo de puta —masculló Jungkook, erizándole el bello.

Sui retrocedió unos pasos, se cruzó de brazos con el ceño levemente fruncido.

—Y, ¿ya está? ¿Te vas a largar así? Odio a la gente celosa —le arrojó en voz alta—. Oh, vamos, Jungkook, tienes casi 172 años. ¡Madura un poco!

—No, Sui. Esto va en serio —Jungkook agarró su chaqueta—. Lo nuestro se ha acabado. Definitivamente.

De camino hacia la puerta, Sui esprintó y se colocó frente a él, obstaculizándole el paso.

—Eso no te lo crees ni tú, amor —Sui levantó el mentón orgullosamente—. Yo soy lo único que te dio una razón para vivir. Lo único que te hizo saber que podías sentir... algo... en ese frío corazón que tienes ahí. Incluso cuando eras humano, te sentías tibio, frío, temeroso de parecerte al padre alcohólico que estaba acabando con su propia familia.

Jungkook se aproximó a él, deseando arrancarle la garganta. Sui sabía dónde tocar. Ese botón que le desnudaba el alma, que le hacía sentirse miserable, vulnerable. Él tenía ese don de manipulación.

—Tienes razón —musitó el vampiro—. Por eso, dime una cosa, Sui. Sólo una. Dilo, y me quedaré. Dilo, y seré tuyo. Dilo, y me convertiré en el demonio que ahora mismo necesitas —tuvo una breve pausa—. ¿Alguna vez me has amado de verdad?

Sui era un mentiroso, manipulador, caprichoso. Una pequeña, esbelta y hermosísima bestia nocturna. Pero en ese momento, sus profundos ojos índigo le miraban con honestidad, con una clara realidad, más allá del egoísmo. Al fin y al cabo, Jungkook fue, una vez, alguien relevante en su vida. Y de alguna manera, le guardaba aprecio por haberse deshecho de los Jung, uno más de los enemigos que le habían dado caza. Sui le quería a su lado, como el que anhelaba a su guardaespaldas de confianza, a su cuidador y amante favorito. Jungkook era jodidamente guapo, sexy, salvaje y fiel. Un auténtico soldado de su época, que había llegado hasta el siglo veintiuno.

—Te quise —Sui habló con la verdad—, Jungkook. Eres bueno en la cama, estás como un cañón, y tu lealtad... bueno, se encuentra en uno entre un millón de hombres nacidos... Sin embargo, mi corazón... era suyo. Y lo sigue siendo. Mi corazón es de Jimin De Fiore. Ahora y siempre, mi amor verdadero.

Jungkook sintió como si una montaña se fracturara. No obstante, no fue tan duro como creía que sería. Lo fue aún más en Nueva York, cuando descubrió que Sui había estado todo ese tiempo vivo. Una losa se levantó de sus hombros, aminorando el peso. De repente, se sintió libre; libre de elegir si amar o no, si seguir vivo o no, de si continuar siendo Jungkook De Fiore o solamente una bestia animalística que se emborrachara en sus instintos. Era libre de un amor corrompido, de una falsa correspondencia, de algo que, durante una época, le convirtió en el mismo monstruo de alas rotas. El amante perfecto de Sui Leone acababa de morir.

Y él podía matarlo allí mismo. Podía cargarse a Sui Leone y morir con él. Sin embargo, Jungkook entornó los párpados y le observó con lástima. Si Sui quería a Jimin, estaba bien jodido, puesto que se apostaba a que su hermano pequeño le odiaba incluso más que él. Sería divertido.

—Hasta nunca, Sui —susurró Jungkook junto a su oreja—. Nos veremos en el infierno.

A continuación, pasó junto a su hombro, tiró de la puerta y abandonó la casa condal de Shadowfell. Sui aceptó su ida, la elección de su marcha. De todos modos, Jungkook De Fiore ya no le servía para mucho.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


Taehyung y Jimin habían estado bailando, y posteriormente, salieron afuera para pasear y hablar sobre algunas cosas más. Era como si todo volviera a estar en su lugar. Tae se sentía bien, cómodo y reconfortado, a su lado. El corazón le sanaba lentamente.

Era más de medianoche y el campus se encontraba a oscuras, alumbrado en la lejanía por las bombillas y farolillos de la graduación, que colgaban en la parte trasera del instituto. Algunas zonas del césped estaban salpicadas por el confeti. También existía algún grupo o pareja esporádica que paseaba por allí, sentándose bajo un árbol para fumar cigarrillos lejos del edificio del gimnasio.

—¿Quieres que te acompañe a casa? —preguntó Jimin, mientras paseaban sobre el césped.

El castaño bajó la cabeza, comprobando su teléfono móvil. Tenía una llamada perdida de Rayna.

—Ray va a llevarme, me lo dijo antes. Debe estar con mi hermano, por ahí —Tae señaló al otro lado del campus.

Jimin continuó caminando a su lado, guardando una mano en el bolsillo del pantalón.

—Está bien. Entonces, nos separamos aquí —se atrevió a decir.

Y ninguno de los dos quería hacerlo. Habían estado postergando el momento, evitando la despedida.

—Vale —Tae le contempló de medio lado, hasta que se detuvieron.

Hubo un suspiro lento y profundo por parte de ambos. Se miraron unos segundos, rebuscando en sus interiores algo que decir.

—Espero que haya sido un buen día para ti —deseó Jimin.

—Sí...

—Nos veremos mañana, en la casa de las Rey —le recordó justo después.

—Sí —repitió Taehyung casi con un hilo de voz.

—Bueno. Buenas noches, Taehyung —se despidió el pelinegro.

Estaba a punto de darse la vuelta cuando Taehyung le atrapó una mano, haciéndole detenerse. El contacto de sus dedos disparó sus sentidos, Jimin le contempló con párpados bajos, con el corazón inmóvil deseando saltar por él, y por ese rostro anhelante que parecía estar conteniéndose algo. Él se quedó quieto, estrechó su mano de la misma forma y esperó a que dijera algo. La boca de Tae se abrió y acto seguido se cerró sin emitir ningún sonido, como si temiera fastidiarlo.

—No faltes, ¿vale? —le pidió Taehyung.

—Claro que no —dijo Jimin con suavidad.

—Q-Quiero hablar contigo sobre algo —agregó cabizbajo—. Me gustaría, digo. Te lo diré mañana, si no te importa. Ahora, debo... Debería irme...

—Estaré encantado de escucharte —afirmó Jimin.

Sin desenlazar su mano, se aproximó a Taehyung inesperadamente. El humano advirtió cómo todo se ralentizaba. El movimiento fue lento y muy suave; Jimin pasó los dedos de la otra mano por los mechones de cabello que se derramaban junto a su sien y posó los labios en la mejilla, dejándole un beso muy dulce.

Él se apartó con la misma suavidad y se contemplaron unos instantes, con los sentimientos vibrando en el aire.

—Hasta mañana —le dijo Jimin.

—Buenas noches —devolvió Taehyung en voz baja.

Sus manos se deshicieron lentamente. Tae tragó saliva, contemplándole alejarse. Su corazón danzaba en el pecho, sin conocer que sería la última vez que se encontrasen.


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Soobin se había despedido de Rayna un rato antes. La llamada de Everly sin respuesta, le dejó aturdido durante un rato, pero después, pensó que habría sido algún accidente. Ahora estaba con Dave, en la zona exterior de la mansión de los Trench. La piscina climatizaba se encontraba encendida, emitía una tenue luz y un agradable vapor en el aire. Ellos estaban compartiendo las cervezas y los cigarrillos, con las corbatas deshechas y las chaquetas de los trajes colgadas del respaldo de un par de hamacas.

—No le intereso a Lexa. No, de verdad —decía Dave sentado en el borde de la piscina. Le dio una calada al cigarrillo y luego liberó el humo por la nariz—. Creo que siempre intentó darle celos a Taehyung, pero después de lo de tus padres, él se convirtió en el inalcanzable del grupo. Las tías no se resisten a eso.

—Ya. No sé —Soobin se dejó caer en la hamaca y cruzó las piernas.

Sus ojos castaños contemplaron el azul índigo del manto nocturno, plagado de estrellas plateadas, ante una noche cálida, con el verano a la vuelta de la esquina.

—Extrañaré estas cosas —oyó decir a Dave con un toque nostálgico.

—¿Estás diciendo que me echarás de menos? Menuda broma.

—A ti no, capullo. El instituto.

—Pues yo ya estoy harto de eso.

—Y aún te queda un par de cursos antes de la universidad —comentó David.

—California será distinta. Debe serlo —deseó Soobin en voz baja.

—¿Cómo lo vais a hacer? —Dave giró la cabeza en la distancia.

—¿El qué? —Soobin continuaba contemplando el cielo.

—Una relación a distancia, ya sabes..., Rayna y tú.

—No tengo ni la más... remota idea... La verdad es que no quiero dejar Shadowfell —suspiró el más joven—. Esta es mi casa, Dave. Aquí se encuentran mis padres, enterrados. Y quiero a Rayna. No deseo alejarme de ella. No se lo he dicho a Eve ni a Taehyung, pero...

Alex y Lilya salieron de la mansión con un par de copas de champán en las manos. Ella iba arreglada, guapísima, con un vestido púrpura ceñido al cuerpo y un fular rodeándole los brazos. Alex llevaba la camisa arremangada, con algunos botones abiertos sobre el pecho.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó Dave, se levantó del borde de la piscina y les contempló levantando las cejas—. Pensaba que os ibais a cenar por ahí, con mis padres.

—Hemos venido para brindar por tu graduación —manifestó Lilya felizmente.

—Y porque por fin podrás venirte conmigo a Richmond —le dirigió Alex a su sobrino.

—¿Yo? Uh.

Ellos levantaron las copas, Dave brindó con el botellín de cerveza, un poco despistado. Soobin se incorporó sobre la hamaca, contemplándoles brindar. Toqueteaba en su dedo el pesado anillo revenant que llevaba desde hacía algunos meses, desde que Namjoon se lo había entregado.

De repente, una sombra pasó frente a él. Fue veloz, increíblemente rápida. Alguien empujó a Alex a la piscina y se hizo con Lilya, agarrándola con una peligrosa llave de sus musculosos brazos alrededor del cuello. Jungkook De Fiore acababa de entrar en escena; pupilas dilatadas, cuencas oculares ensombreciéndose por el ansia y la adrenalina.

—Quieto —le dedicó a Alex Tren.

—¿Q-Qué diablos? —jadeó Dave.

Jungkook se mordió el labio inferior y forcejeó levemente con la licántropa.

—Ni te muevas —le recomendó.

—Q-Qué quieres de mí. S-Suéltame, monstruo.

—Verás, preciosa. Estoy increíblemente enfadado, no puedo quedarme en mi casa tomándome un whiskey con hielo, y ahora me apetece desahogarme. ¿Qué tal si empiezo contigo? —masculló Jungkook en su oreja.

—Y-Yo no te he hecho nada —jadeó ella, casi ahogándose.

—Claro que sí —exhaló con un timbre oscuro— Dame una razón para no hacerlo. Tienes diez segundos. Nueve, ocho...

—Gg-gdmnno. N-no, nggno...

—¿Cómo dices?

—S-Sui te mm-matará.

—Seis, cinco, ¿a mí? ¡Ja, ja, ja! —Jungkook explotó en unas carcajadas destartaladas—. Sería increíble que lo hiciera.

—De Fiore, ¿¡qué coño haces!? —exclamó Alex.

Jungkook levantó la cabeza, y le miró con un orgullo felino.

—Ah, ah. Sal del agua y te juro que se lo haré a ella, y después a tu sobrino —declaró Jungkook. E iba en serio.

—¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó Dave, totalmente inmóvil a unos metros.

—Porque alguien debe encargarse de la puta lacaya de Sui Leone, ¿a ti qué te parece? —soltó el vampiro.

—¡Déjala en paz! —agregó Dave.

—Si la matas, te mataré yo a ti —bramó Dave en la piscina.

El vampiro le contempló de soslayo. Enfadar a los licántropos era lo último que le importaba ese día. Por él, todo Shadowfell podía arder en el infierno. Ya nada le importaba. Ni quedar bien, ni ser bueno, ni comportarse. Era libre. Libre para amar, para odiar y ser odiado, así como convertirse en el monstruo que las sombras habían cincelado.

—¡Mec! Error: amenazar al mismo tipo dos veces en menos de un minuto. ¿Sabéis lo que pasa cuando alguien lo hace? —Jungkook hablaba con una perversa diversión—. Que me pongo súper cachondo, y no hay a nadie que le ponga la muerte más que a mí, en este preciso momento.

—¡Jungkook! ¡Para! ¡Te mataré! —repitió Alex.

Jungkook le apretó el cuello con un brazo a la chica, le agarró la coronilla y luego le partió el cuello de un brusco movimiento. A continuación, giró su espalda, asegurándose de que la columna también se fracturase. Dejó caer el cuerpo sin vida en el suelo.

Dave, y Alex, quien jadeaba entre las aguas calientes de la piscina, le contemplaban perturbados. Jungkook miró de soslayo a Soobin y chasqueó con la lengua.

—Oh, pequeño Kim. Siento que hayas tenido que ver esto —dijo el vampiro—. En cuanto a ti, Trench; no pongas esa cara. Te ponía los cuernos con el diablo que se viste de Prada.

Alex salió del agua con un increíble salto, su mandíbula se deformó en el aire, sus ojos se volvieron amarillos y sus manos se curvaron produciendo unas impresionantes garras. La primera impactó en el pecho de Jungkook, su mandíbula se cerró con fuerza alrededor de un hombro, notando un estallido de sangre entre los dientes.

Jungkook cayó hacia atrás e intentó liberarse de él. En primer lugar, golpeó con la rodilla el tórax del licántropo, partiéndole las costillas. Después, repitió el movimiento mientras Alex gemía de dolor. El pelinegro logró zafarse de él, rodó hacia un lado y se agazapó, echándole un vistazo al tipo.

Alex estaba convirtiéndose en hombre lobo, su cuerpo, su rostro, sus extremidades, comenzaron a crujir y a curvarse, a cubrirse de una capa densa de pelo. Jungkook abrió muchísimo los ojos, el mordisco le ardía en el brazo. Notaba una gota de sudor corriéndole por la sien. ¿Alex se estaba convirtiendo? ¿A pesar de las pociones de las Rey? No tardó en discernir que no era por la luna, pues esa noche había luna menguante en el cielo, en lugar de llena. Era por la rabia, por la ira. Por haber matado a Lilya.

—Sui Leone estaba en su cabeza, ¡imbécil! Un vampiro puro, con la capacidad de compeler hasta las mentes de los licántropos, de las brujas y de cualquier otra criatura. ¡Reacciona! ¡Te utilizó para conseguir información!

—Alex, ¡Alex, contrólate! ¡Alex! —gritaba Dave, mientras tanto.

Nada de su cháchara pareció tener éxito. Jungkook apretó la mandíbula, y antes de que las cosas se torcieran más todavía, se esfumó. Corrió a toda velocidad, alejándose de la mansión Trench. Se topó con el tronco de un árbol, contra el que dejó la espalda caer, deslizándose hasta el suelo.

Él se miró la herida que tenía en el brazo. No se estaba curando. Tenía la camisa y la chaqueta rota. Bajo esta, la piel se encontraba levantada y la carne desgarrada, llena de sangre. «Veneno de hombre lobo», recordó.

Mejor que se preparara para esconderse y alucinarlo, pues en la distancia, pudo oír el aullido de un lobo tan claro y melódico como el de un campanario.


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Rayna tuvo una sensación desagradable cuando estaba con Taehyung. Iban de camino al coche, y ella se apoyó en la puerta percibiendo una náusea. Fue intensa, desde la boca del estómago hasta la garganta. La piel se le puso de gallina y al cerrar los párpados vio a Taehyung.

Y bien, no era exactamente Taehyung, pues su cabello parecía más negro y su porte inexplicablemente hermoso y elegante, como si fuera un modelo. ¿Por qué le veía a él? El verdadero Taehyung llegó a su lado y le tocó el hombro, Rayna abrió los ojos con un sobresalto y liberó su aliento.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien?

—Algo no va bien —expresó Rayna—. Creo que he tenido una premonición.

—¿Cómo? ¿A qué te refieres, Ray?

—Escucha —respiraba la bruja—. Ve a por Eve y volved a casa, no salgáis de ahí. Yo buscaré a Soob, él se fue con Dave cuando nos despedimos. Dios, no debía haberle dejado con él.

Taehyung se armó de paciencia. No entendía a su amiga, pero prefirió seguir sus indicaciones. Ella se subió en el auto y manejó hasta la mansión de los Trench, mientras que el castaño, terminó cruzando el campus en la otra dirección, en búsqueda de Everly. Su teléfono no daba señal, por lo que decidió llamar a Joon esperando que él sí contestase.

En solo unos minutos, Rayna llegó a los terrenos de la exquisita casa y de lejos escuchó aquel aullido. Salió del vehículo y corrió en tacones, en dirección a donde creía haberlo oído. Su sangre bombeaba velozmente.

—¡Dave! —gritó, deteniéndose bruscamente.

En el jardín de los Trench, vislumbró a David empuñando una daga de plata. Él le indicó con una mano para que callara. Rayna no entendió nada. Pero de repente, un lobo saltó de entre las sombras. Era enorme, al menos de dos metros, cubierto de pelo gris oscuro con destellos plateados.

David se lanzó sobre el lobo, entrando en la trifulca. Le asestó varias puñaladas en el lomo. Le clavó el puñal de plata en el abdomen y luego lo rasgó hasta el pecho.

A metros de distancia, Rayna extendió una mano y empujó psíquicamente al lobo, apartándolo de Dave. Pero ya era demasiado tarde. Dave estaba cubierto de sangre, el lobo se retorció y entonces, se debilitó hasta perder todas sus fuerzas.

David soltó el puñal en el suelo, se arrastró por el mismo mientras Rayna se acercaba.

—Oh, Dios mío, ¡Dave! —jadeó llevándose las manos a la boca.

—E-Estoy bien, me recuperaré.

—Le has matado.

—Estaba fuera de c-control.

—Pero no hay luna llena. ¿A caso no tomáis las pociones?

—No ha sido la luna, Ray. J-Jungkook la mató...

Rayna giró la cabeza y vio el cuerpo de una mujer en el suelo. Se sintió horrorizada, pero entonces, Dave agregó algo más.

—Y entonces, Alex se convirtió, y fue a por él... Soob me defendió.

A tan solo unos metros, halló el cuerpo de Soobin. Rayna caminó lentamente hacia el cadáver, sentía las venas heladas, el pavor inundándole y los ojos llenándose de lágrimas. Se arrodilló frente al cuerpo pálido del muchacho y movió sus manos para comprobar algo.

—Tiene el anillo revenant —suspiró ella, apretándole la mano con afecto—, regresará, como Joon lo hizo.

Dave se levantó del suelo. Sus manos todavía temblaban. Él había matado a su tío, a su propio tío. Pero no sólo lo había hecho por Soobin, sino también por Shadowfell. Había demasiada gente esa noche en la calle; demasiadas personas en peligro. No obstante, se sentía destrozado, miserable, traidor, como un monstruo. Había matado a alguien más de su familia.

Cuando posó los ojos sobre Soobin y Rayna, advirtió los mordiscos que tenía Soobin. Las piernas, los brazos, incluso en el cuello, desangrado.

—Tiene mordiscos —indicó David velozmente—. Despertará como licántropo. Le han envenenado, las toxinas tomarán su organismo, Ray.

—¿Qué? —los ojos se Rayna casi se escapaban de sus órbitas.

—No puedes llevártelo —se negó Dave.

El muchacho se acuclilló, le arrancó el anillo de un dedo y se lo lanzó a Rayna. Ella lo atrapó entre las manos, y se levantó sin poder creérselo.

—Dave, ¿qué coño haces?

—Funciona si muere con él. Ya lo ha hecho. Cuando despierte, será un ser sobrenatural, no podrá usarlo más —continuó Dave con dureza—. Yo me encargaré de él, Ray. Es mi amigo.

—¡Dave, puede que Soobin siga siendo humano!

—¡No! ¡Yo me encargaré de él! —exclamó con un espontáneo resplandor amarillo en sus iris—. ¡Lárgate, Rayna! —sonó amenazante—. O yo mismo haré que te marches.

Rayna retrocedió unos pasos, estaba temblando. En ese momento, pensó en Taehyung, en Joon, en Everly. Debía contarle lo sucedido a Jimin. Estaba seguro de que él les ayudaría, que Dave entraría en razón y le entregaría a Soobin en cuanto despertara. La joven apretó el anillo en la palma y se alejó de aquel lugar con los ojos llenos de lágrimas.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


—¿Sí?

—Joon, soy Tae. Estaba llamando a mi tía, pero no hay señal. ¿Interrumpo vuestra cena? Es que, Ray me iba a llevar a casa, pero al final...

—Tae, debes ir a casa. Ya. Entra ahí y escóndete.

—¿Qué dices? ¿Qué coño está pasando?

—La han matado.

—¿Qué? —Taehyung apretó los párpados, mientras un escalofrío le recorría.

Joon dijo algo más, el hilo de su voz ronca vacilaba. No obstante, Tae no pudo volver escucharle. Frente a él había una figura increíblemente estirada y esbelta. Y por irónico que fuera, era él mismo. Como si se contemplase en un espejo, pero más atractivo, sensual y oscuro. Taehyung perdió el habla y todos sus sentidos en cuanto vio a Sui Leone. Su aliento se esfumó mientras los dedos se engarrotaban alrededor del teléfono.

—Así que eres tú. Sabía que te encontraría —dijo una voz similar a la suya, si bien con un acento algo más refinado.

—¿Taehyung? ¿Taehyung, puedes oírme? —se oyó desde el auricular del teléfono.

Taehyung bajó el teléfono, se quedó paralizado en lo que Sui se aproximaba a su persona. Él le contemplaba bajo unos párpados increíblemente rasgados, felinos, que le cortaban la respiración. Estaba seguro de que sus ojos eran más azules que los suyos, que sus facciones se veía más rasgadas y exóticas, si bien parecían ser de la misma altura.

—Es increíble, ¿verdad? —Sui ladeó el rostro, observándole en detalle—. La magia, la naturaleza, como quieras llamarlo. ¿Cómo ha podido crear una copia tan perfecta? Aunque diría que tu pelo necesita un buen acondicionador, y que, probablemente, todavía eres demasiado joven para que seamos dos gotas de agua. Mírate, si todavía eres un bebé. ¿Cuántos años se supone que tienes? ¿Doce?

—¿S-Sui? —jadeó Taehyung.

—El placer es mío, bomboncito —sonrió.

Taehyung le miró de arriba abajo, sintiéndose mareado.

—¿Tú...?

—Por cierto, ¿has visto a mi Jimin? —formuló Sui, rodeándole mientras pasaba un dedo índice alrededor de sus hombros, extendiéndole una desagradable sensación en el cuerpo—. Ya me he cruzado con la estúpida de tu tía y con Jungkook De Fiore —dijo asomándose sobre su hombro—. ¿Sabes lo caliente que se puso cuando me hice pasar por ti? —emitió ladinamente—. Es irónico que los dos estén tan colados. ¿No te parece que eso habla un poquito de lo obsesionados que estuvieron conmigo? A eso no se le puede llamar «pasar página», hasta un psicólogo podría decirlo.

—M-Mi tía... Mi tía Everly... ¿L-La has...?

—Oh, sí. La maté —Sui se comprobó las uñas y luego le dedicó un gesto burlón—. Me puso un poco celoso que mencionara si te apetecía invitar a cenar a mi Jimin. ¿Crees que ha sido una reacción un poquito exagerada?

Los ojos de Taehyung se colmaron de lágrimas.

—¡Taehyung! ¡Taehyung, corre! —escuchó desde la línea abierta del teléfono.

Sin embargo, el humano no podía moverse. Sentía los músculos engarrotados, el corazón le palpitaba bajo la garganta y su estómago se encogía para hacerle vomitar. Taehyung se llevó una mano temblorosa a la boca.

—Le saqué el corazón, y aun así la vida continuó resplandeciendo en sus ojos durante unos segundos. Creo que no podía entender cómo podías estar haciéndole eso, Taehyung. Murió con la duda, con la incomprensión acerca de cómo es que su sobrino podía ser así.

—C-Cállate —jadeó Taehyung con un timbre agudo—. Cállate, por favor.

—Oh, criatura —Sui posó una mano en su cabeza, su leve sonrisa le mostró unos agudos colmillos del color marfil.

Taehyung pasó bajo su brazo y mano, y trató de huir. Pero Sui le detuvo por el codo con un sencillo y firme movimiento que le impidió avanzar ni un centímetro más. Él quería gritar, quería llorar, sentía que podía deshacerse ahí, bajo el frío tacto de su mano reteniéndole. Su espina dorsal percibió un terrible estremecimiento que descendió desde la nuca hasta la parte baja de la espalda.

—Uy, ¿a dónde vas? —formuló con curiosidad.

—D-Déjame, Sui —jadeó Taehyung—. Jimin no te lo perdonará.

—En eso tienes razón, muñequito. Podría matarte. Podría aplastarte ahora mismo antes de que tu garganta lograra emitir un solo sonido —musitó Sui amenazadoramente—. Pero, ¿sabes? Me da repelús pensar en la existencia de alguna maldición que pudiera recaer sobre mí por matar a mi copia. Quién sabe qué tipo de repercusiones habría. Así que, vete, corre. Lárgate. Te daré el beneficio por hoy, hasta que conozca de dónde diablos ha salido esa cara de impostor que tienes. Mientras tanto, escóndete en tu madriguera como un ratoncito, Taehyung Kim.

Sui le soltó y levantó las manos en son de paz. Taehyung retrocedió un paso, con la respiración entrecortada, se tropezó brevemente y luego echó a correr a toda velocidad. El infierno se había hecho con Shadowfell.


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