Capítulo 26
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 26. Corazón de diamante
En el High School Elementary, Joon le dijo a Rayna que la esperaría en el párking de los profesores, justo después de las clases. A mediodía, los dos subieron en el mismo automóvil, poniéndose en dirección a la casa condal de Shadowfell.
—Así que su dieta consiste en un racionamiento —suspiró Rayna.
—Sí. Y te aviso, no estará de buen humor —le decía Joon—. Le he visto más ácido que de costumbre estos días.
—No te preocupes.
Joon le miró de soslayo, y después se centró en la carretera.
—¿Qué? —dudó Ray.
—Nada. Es sólo que, creía que eras más dura con los vampiros.
—Bueno, no me fío de Jungkook De Fiore. Y a Jimin, lo rechacé al principio. Pero creo que se ha preocupado por nosotros todo este tiempo. Y a pesar de que ahora no esté con Taehyung... le debemos que intentase protegernos la otra vez.
Joon pensó que estaba en lo cierto. Tardaron en llegar a la casa condal alrededor de unos quince minutos. Estacionaron frente a la entrada donde se encontraba un maravilloso Mustang y luego bajaron del vehículo. Joon se echó una mochila al hombro que sacó del maletero. Bloqueó el auto y luego caminaron hacia la puerta.
Rayna golpeó con la pesada aldaba en la puerta. Esperaron alrededor de un minuto, hasta que alguien abrió.
—El profesor de filosofía y la alumna brujita —les saludó Jungkook—. Aquí un humilde servidor. Pasad, por favor.
Rayna entró sin decir nada, Namjoon le saludó con el mentón.
—¿Cómo está? —preguntó el hombre.
—Con un humor de perros. ¿Alguien quiere ser su almuerzo? Le gustan más los humanos que las brujas amargas, sólo digo —chasqueó con la lengua.
Joon se rio un poco. Rayna estaba buscando la puerta que daba al sótano, pero la casa de los De Fiore era tan grande que no había forma de orientarse por ningún lado.
—Por ahí, brujita —indicó Jungkook.
—Llámame de nuevo así, y te freiré el cerebro —le arrojó Rayna.
—Wow —liberó Namjoon.
Jungkook puso cara de chico inocente.
—No por favor, lo que quieras menos esta cabecita que Dios me ha regalado —dijo con un tono agudo.
Rayna bajó la escalera, dándoles de lado. Joon y Jungkook se miraron desde el rellano superior.
—¿Está en esos días? —dudó Joon con un poco de humor.
—Te voy a decir que no. Podría olerlo de ser así —masculló Jungkook.
Joon arrugó la nariz. Nunca había pensado en que su olfato fuera tan bueno.
Abajo, en la planta subterránea de la casa, la temperatura descendía al menos cuatro o cinco grados. Rayna atravesó un largo pasillo de piedra, cuya única luz se derramaba de una fría bombilla que colgaba del techo. Se aproximó a una puerta cerrada y tras los barrotes de la pequeña ventana, no vio más que un banco metálico, una manta arrugada, y una mesa vacía a un lado.
—¿Hola? —formuló con un eco.
Jimin no parecía estar por ningún lado, pero cuando oyó su voz, supuso que se había sentado en el suelo, cerca de la puerta, fuera de su visión.
—¿Para qué has venido? —oyó una voz ronca.
—¿Jimin? Quería verte. ¿Te importaría levantarte?
Tras unos segundos de silencio, escuchó un ruido. Su rostro quedó a la altura de los barrotes, donde unos dedos blancos se apretaron. Rayna vislumbró su rostro, sus ojos eran de un tono carmín apagado. Sus facciones parecían demacradas, cansadas. Su cabello se encontraba desordenado.
—Joder. Sí que estás mal —dijo ella.
—No te haces una puta idea.
—Has dejado a Taehyung destrozado.
—Ayudas muchísimo con ese comentario, encanto.
Rayna se alejó de la puerta y exhaló su aliento.
—Está bien, lo siento... No he venido aquí para eso.
—¿Cómo está la cosa con los lobos?
—Bien. Dave y Alex aceptaron el trato. No habrá represalias, tampoco quieren rencores por vuestra parte.
—Maravilloso. Ahora todos podemos ser felices —Jimin sonó sarcástico.
Rayna se apoyó en la pared, contemplándole a través de la rejilla. Jimin soltó los barrotes y se relamió.
—Es mi culpa. Lo que te sucede.
—Si no lo hubieras hecho, me habrían matado esa noche. Y sin ofender, Ray, tu sangre no es lo que me ha estado obsesionando últimamente.
—Mnh... ¿Cuánto tiempo estuviste tratando de recuperarte la última vez que recaíste?
—Más de una década.
—¿Y eso es lo que va a tomarte ahora?
—No lo sé. Puede que más.
—Jimin, Taehyung es humano —tuvo una larga pausa—. Diez años es demasiado para él. No sé si... Si lo vuestro sobrevivirá después de...
—Ya es demasiado tarde. Casi le mato —decía Jimin muy lentamente—. Le dejé. Es mejor así. Prefiero que no espere nada de mí.
—Entonces, lucha por ti mismo. No por él. No por nadie.
—¿Por mí?
—¿No lo has hecho otras veces? No dejes que la sed te controle. Regresa al mundo real, Jim, donde las personas a las que les importas se encuentran. Nosotros estamos sujetos al tiempo, no como tú. Estamos sujetos a una línea temporal donde todo puede quedar atrás.
Jimin no contestó. Sus iris se habían perdido en algún lado. Rayna se acercó a la puerta y le murmuró algo más:
—Confío en ti.
Luego se marchó de allí y la oyó subir la escalera. No mucho después, Joon se presentó por allí.
—Oh, ¿tú también?
—No. Yo no voy a hablar como si fuera tu padre —Joon levantó una botella de plástico que estaba llena de sangre, justo por la mitad—. Esto es para ti. Feliz navidad, Jimin.
Lo colocó sobre la estrecha ventana, deslizándolo entre los barrotes.
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Días más tarde
El Bell's estaba lleno de gente. A rebosar de ellos, grupos de amigos, gente joven, algunos niños y otros adultos, junto a la barra, en las mesas, próximos a las mesas de billar, y entrando y saliendo por la puerta principal. El personal se encontraba trabajando a pleno rendimiento. Olía a comida, a chocolate caliente y a dulces. La decoración navideña estaba colgando del techo y de las paredes, con espumillón de colores y vegetación de plástico de color verde. Había un gran abeto en el fondo, adornado con algunas piezas rojizas y doradas.
Taehyung vio a Lexa, a Jessie, a Landon con un par de colegas, y a Dave, uniéndose a ellos. Cuando pasó por el lado, les saludó levantando la bebida caliente que sostenía en la mano. Dave afinó los párpados, si bien le devolvió el saludo con un movimiento de cabeza. Los dos sabían cosas del otro que el resto jamás podría imaginarse. Y era mejor así. Más justo y más seguro, teniendo en cuenta los meses de locura que habían pasado.
El castaño se apoyó en la barra con un suspiro. Y ahí estaba esa sensación de nuevo; no encajaba ni iba a volver a encajar nunca más. No quería hacerle el feo a nadie, pero tampoco le apetecía estar en compañía. Es más, ni siquiera sabía por qué estaba allí.
¿A quién diablos buscaba? En casa no quedaba nadie, Soobin y él apenas se hablaban. Everly iba a cenar con su pareja, y para él, en el Bell's solo quedaban los restos de una vida humana que ni siquiera sabía si podría disfrutar.
En el momento, vio el corazón de diamante de su pulsera asomar bajo la manga. Él perdió el aliento; ese bonito, precioso, y helado corazón que jamás volvería a palpitar. Taehyung sintió como una punzada de dolor y frustración le atravesaba. Abandonó su bebida sobre la barra, se subió la cremallera del abrigo y salió de allí, notando como el frío le abofeteaba las mejillas.
Caminó hacia el río de Shadowfell, el cielo era índigo y se encontraba cubierto por nubes que amenazaban en esas fechas con un frío temporal. Él continuó desplazándose hasta el puente donde pasaban dos carreteras. La acera era muy estrecha, apenas había luz allí, más que la de los faros de algunos coches que cruzaban el lugar.
Taehyung se quitó la pulsera precipitadamente, y con un brote de impulsividad, la apretó en el puño y levantó el brazo para cobrar impulso y lanzarla. La vio volar y sumergirse en la distancia, a unos cuantos metros.
Después apretó los dedos sobre la barandilla del puente y contempló al paisaje con aflicción. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, como si el frío, la tensión, el susurro de los neumáticos yendo y viniendo tras él, y la desolación de aquel paisaje solitario y oscuro, le abrasara por dentro. ¿Por qué coño había hecho eso? Era el regalo de Jimin. De su Jimin. Puede que le hubiera dejado, y todo hubiera salido mal. Pero seguía siendo un recuerdo.
—Mierda —masculló inmediatamente.
Se pasó el dorso de la mano por los párpados inferiores, barriendo rápidamente las lágrimas que se deslizaban fuera de sus ojos. No tardó ni un segundo más en salir corriendo. Rodeó la periferia del río, sin apartar la visión del lugar donde creía que se había hundido la pulsera. Sus botas se hundían en la tierra húmeda, se quitó el abrigo para dejarlo a un lado y entonces exhaló profundamente antes de hacer lo que estaba a punto de hacer.
Cuando se metió en el agua, el frío se clavó en su cuerpo como cuchillas. Metió la cabeza y abrió los ojos, advirtiendo que no podía ver nada. Se desplazó en el agua moviendo brazos y piernas enérgicamente, creyendo que el frío se volvería menos despiadado con él. Al cabo de unos minutos, Taehyung no tuvo más remedio que salir del agua. Estaba a punto de sufrir una hipotermia, y lo sabía por las náuseas que comenzaban a atosigarle, por cómo se le engarrotaban los músculos, se le dormían las manos, y la forma en la que su estómago se encogía como si fuera a escapar de su cuerpo.
Salió del río tembloroso, buscando el abrigo que había dejado cerca de la orilla. Tenía el pelo pegado a la nuca y sienes, la ropa totalmente calada y la piel fría. Se lo colocó temblando y luego miró al agua con la misma frustración, y con ganas de romper a llorar por haber perdido la pulsera.
Taehyung se movió rápidamente atravesando una carretera. El coche que se acercaba por la izquierda no alcanzó a verle a tiempo, dio un frenazo y el conductor lo giró unos cuantos grados cuando vio caer al muchacho al suelo. A continuación, salió velozmente del vehículo, llevándose el teléfono a la oreja para llamar a emergencias.
—Oh, Dios. No puede ser cierto —sonó la voz de una mujer—. Es como él.
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Rayna salió del Bell's detrás de Soobin. Ella había llegado tarde, después de una cena con su abuela. Una vez allí, había estado buscando a Taehyung. A Soobin le había visto sentarse en un rincón del local, ajeno a todos, mientras se tomaba una bebida caliente.
—Eh, Soob —le llamó unos pasos por detrás, acomodándose el poncho para protegerse del frío.
Soobin se volvió y se detuvo.
—Vaya. Has venido —dijo más o menos agradecido.
—Sí. ¿Has visto a Tae?
—Se largó hace un rato. Iba a buscarle.
—Entonces, déjale en paz. Él necesita su espacio.
—Últimamente, nunca hablamos.
—Está pasándolo mal por su ruptura...
—Ese imbécil —gruñó.
—Pensé que querías que sucediera.
—Lo quería. Quiero a esos tipos lejos de mi hermano, pero...
Su voz se desvaneció, y pareció terminar la frase tan solo en su cabeza. Rayna le hizo un gesto con el dedo para que se sentaran en la parte exterior del local, en el poyete de uno de los ventanales. Ella se abrazaba los brazos y él se frotaba las manos enguantadas.
Estaban hablando de esas semanas, de su acercamiento con Dave (ahora eran amigos), de que ya había pasado otra luna llena y la poción había funcionado. Esos días festivos estaban siendo tan tranquilos que apenas podían contarlo como algo real. Soobin expresó que temía estar distanciándose de su hermano, y Rayna le dijo que tal vez Taehyung necesitaba más apoyo de lo que creía.
—Todo el mundo con mi edad se dedica a jugar a videojuegos, ir al instituto y ligar con chicas —dijo Soobin.
—¿Y no haces todo eso? Sólo que, también sales con hombres lobo —sonrió un poco.
—No estoy en la otra acera, como mi hermano —Soobin sonrió más tímidamente.
—¿Y? ¿Eso no te permite disfrutar de la vida?
—No lo sé, Ray... Recientemente, he estado pensando en alguien más —expresó mucho más serio.
Rayna parpadeó cuando él la miró de medio lado. Soobin posó una mano sobre el dorso de la suya y después inclinó la cabeza. Sus labios se posaron sobre los de la ojiverde unos instantes. Ray notó como sus mejillas recibían un latigazo de calor. Soobin se apartó y metió las manos en los bolsillos justo después. Él también estaba ruborizado.
La joven no sabía cómo reaccionar. ¿El hermano pequeño de Taehyung le había besado? Sí, últimamente se habían visto un montón. A veces hablaban fuera de clases, se saludaban en los pasillos, Soobin había ido a su casa varias veces y se había convertido en una especie de intermediario entre los licántropos y ella y su abuela. Pero, seguía siendo el hermano pequeño de Taehyung. ¿O no? Siempre le había conocido así. Siempre.
Rayna bajó la cabeza, relamiéndose levemente. El silencio persistía en el ambiente, mientras oían desde el exterior la agradable música del Bell's, las voces de la gente conversando, riéndose, y los neumáticos de algún coche esporádico que pasaba de largo frente al local más popular de Shadowfell.
—No te hagas ilusiones —oyó decir a Soobin—. Es porque hay muérdago sobre nosotros.
Rayna levantó la cabeza, vislumbró la larga y verdosa tira de muérdago que colgaba del escaparate del local, como adorno navideño sobre un par de adhesivos rojizos y dorados con la misma temática festiva. Ella soltó un par de carcajadas y se frotó la nariz adorablemente.
—Será mejor que entremos...
—Ya, sí...
Ambos se incorporaron con la intención de volver al interior. Rayna pensaba llevárselo con él, nada de dejarle ahí afuera, a solas. Y así sus amigos y amigas le mirasen un poco raro por llevarse a alguien un poco más joven con ella, ni de broma iba a dejar a un lado a Soobin.
El sonido de una ambulancia les alertó justo en ese momento. El vehículo pasó zumbando frente a ellos, dirigiéndose hacia la zona del río.
—¿Habrá pasado algo? —formuló Soobin.
—A lo mejor alguien ha bebido demasiado —resolvió Ray con sencillez.
Pero en ese instante, notó un pálpito especial. Un susurro detrás de su oreja, una punzada familiar. Rayna tuvo una corazonada.
—Taehyung —respiró.
Soobin la contempló con los ojos muy abiertos, deseando que estuviera equivocada. Ella agarró la mano del chico y los dos salieron corriendo.
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Al abrir los ojos, las pupilas de Taehyung se contrajeron mientras trataba de enfocarse en su entorno. Al principio, oía las voces distorsionadas, pero poco a poco todo comenzó a cobrar sentido. La habitación era cuadrada y blanquecina, había unas cuantas caras familiares hablándole.
—¿Estás bien, Taehyung? Menudo susto nos has dado —Everly se encontraba sentada en el borde de la cama, con una mano sobre el antebrazo del muchacho.
Taehyung pestañeó varias veces, sus ojos fueron desde su rostro al de Joon, quien se encontraba tras ella con los brazos cruzados y un gesto paternal.
—¿Te encuentras bien? —repitió Namjoon.
—Una mujer llamó a la ambulancia —prosiguió Everly—. Pensaba que te había dado un rozón con el coche, porque te habías desmayado. Al final, resulta que solo tenías una hipotermia. Estabas empapado. ¿Te habías caído al río, amor?
«Amor», repitió Taehyung en su cabeza. La palabra formó un eco susurrante que le trajo a la mente un montón de escenas sofocantes; Jungkook abrazándole la espalda, Jungkook tumbado sobre su cama con una sonrisa burlona, Jungkook cogiéndole del cuello mientras le amenazaba, mucho después besándole, abandonándole, diciéndole que no podía ser su amigo. Jimin tan sólo le salpicó la cabeza con una esporádica sonrisa capaz de iluminar su mundo, y después, la escena se tintó de negro y gruñó en su cuello, sujetándole cruelmente mientras le chupaba la sangre dispuesto a ahogarle.
Él rompió a llorar inmediatamente. La ansiedad comenzó a asolarle, su respiración se entrecortó y sus lágrimas se deslizaron muy rápido de sus ojos, cayendo a borbotones desde su barbilla al camisón blanco del hospital.
Everly se sintió increíblemente perturbada viendo cómo su rostro se deformaba.
—Mi pulsera —sollozó Taehyung, hundiendo la cabeza entre las dos manos.
Y no estaba del todo segura a qué se refería, pero Joon creyó saber qué era.
—¿Pulsera? ¿Te has metido en el agua por una tonta pulsera? —sonó enfadada—. Tae, estábamos cenando, fuera de casa. No me puedo creer que no pueda estar tranquila ni una sola noche.
—Eve, déjale. Todavía es un crío —Joon trató de cubrirle un poco.
Ella bajó la cabeza, sintiéndose realmente mal. Un poco después, Rayna entró en la habitación seguida de Soobin. Ella se aproximó a la cama y se inclinó, tocándole el antebrazo sin decir nada.
—TaeTae. Menuda noche buena, ¿eh? —le dijo en voz baja.
Taehyung no le dijo nada, se frotó los ojos sin mirarles, ni a ella, ni a Soobin. Pero Ray podía sentir lo profundamente triste, desconcertado, y deprimido que estaba.
Joon miró de medio lado a través del cristal de la habitación, que daba a la parte exterior de la planta. Creyó ver a alguien conocido, por lo que descruzó los brazos.
—Voy a salir un momento —dijo retirándose.
Joon abandonó la habitación, estiró el cuello fijándose en aquella persona. Vestía de negro, su cabello tenía mechones largos y ligeramente ondulados, con pendientes plateados en las orejas. Jungkook De Fiore, por supuesto.
Él se encontraba frente a una mujer de cabello castaño con mechones salpicados por mechas rubias. Llevaba una cazadora de cuero negra, sus ojos eran azules, sus facciones completamente occidentales, con tez bronceada. Era bastante atractiva. Joon estaba seguro de que no la había visto en su vida.
—Entonces, ¿el muchacho está bien? —preguntaba ella—. Le vi salir del agua tan rápido, apenas me dio tiempo a reaccionar.
—Sí —contestó el doctor—, no se preocupe. No había contusiones. Solamente una hipotermia. Puede marcharse, si lo desea. La familia ya está con él.
Jungkook se encontraba justo al lado. El doctor le miró de soslayo, pero el vampiro parecía más interesado en la mujer por su forma de escudriñarle con la mirada.
—Disculpe, nunca la he visto por Shadowfell, ¿ha venido a ver a algún familiar en estas fiestas? —formuló Jungkook.
—Más bien, a mi pareja —indicó orgullosamente ella.
—Oh, ¿así que está en pareja? Una lástima —flirteó Jungkook descaradamente—. ¿Quién es el afortunado, si se puede saber?
Ella esbozó una sonrisa muy amplia.
—No creo que le conozca —le evadió.
—Le sorprendería saber que conozco a todo el mundo en este lugar.
—Alex Trench.
Jungkook abrió la boca con una leve sorpresa. «¿Alex Trench tenía novia? Curioso, muy curioso».
—Vaya, el hermano menor del alcalde —reprodujo Jungkook.
—¿Le conoce? —la mujer afinó los párpados.
—Por supuesto, podría decirse que hemos tomado algo juntos... en más de una ocasión —se mofó el pelinegro.
—Oh, ¿cuál es su nombre?
—Jungkook De Fiore, un placer —le ofreció una mano.
Ella la estrechó cortésmente, pero su gesto se mostró algo tenso justo entonces.
—Lilya Baker —le devolvió con una aparente normalidad—. Es un placer conocerle, señor De Fiore.
—El placer es mío —continuó el vampiro.
Ella suspiró levemente, comprobó el teléfono que sacó del bolsillo y después miró al Doctor Kim.
—Bueno, si eso es todo, voy a marcharme. Espero que el chico esté bien.
El Doctor levantó la cabeza del informe que estaba firmando con un bolígrafo negro.
—Lo estará, no se preocupe.
—Buenas noches —se despidió Lilya.
—Buenas noches. Salude a Alex de mi parte —agregó Jungkook con un poco de humor negro—. Somos grandes amigos.
—Claro, se lo diré —sonrió, y después se dio media vuelta para cruzar aquel pasillo y desaparecer de sus vistas.
Jungkook y el Doctor Kim se contemplaron de soslayo.
—¿Te interesa?
—Ni un poco. Huele a chucho mojado. Algo me dice que tenemos a un nuevo licántropo por aquí.
—Me da igual —afirmó el doctor. Luego arrancó la hoja que había escrito y le echó un último vistazo.
—¿Le has inyectado mi sangre?
—No.
—¿Seguro?
—Era una hipotermia leve, Jungkook. Si hubiera estado cerca de la congelación, lo hubiera hecho —expresó el médico—. Pero es joven, y está sano. Lo único que tiene es una leve contusión por la caída. He revisado su historial médico; estuvo en el psicólogo el año pasado. El chico tiene un trastorno de ansiedad crónica tras la muerte de sus padres. Creo que se ha intentado suicidar. Se lo diré a su tutora. Es su tía materna, ¿verdad?
—No se ha intentado suicidar —intervino Namjoon, apareciendo tras ellos—. Dijo algo sobre una pulsera.
El doctor miró a Jungkook como si algo estuviera mal.
—Joon, este el Doctor Kim —le presentó Jungkook formalmente—. Un amigo. No te preocupes por él, no dirá nada.
—Doctor Seokjin, a ser posible —Seokjin se tocó la montura de las gafas.
Joon inclinó la cabeza de manera muy breve.
—¿Una pulsera? —repitió Jungkook.
—Creo que se metió en el río a por ella —declaró Joon.
Jungkook exhaló su aliento. «¿En serio? ¿La pulsera que Jimin le había regalado?», pensó. «No podía ser más estúpido».
—Eso suena muy Taehyung —dijo Jungkook, apretando la mandíbula—. Una Taehyungiada clásica.
—Está bien, pero así mismo, le voy a recetar algunas pastillas de su previo tratamiento —dijo Seokjin—. Estoy seguro de que le vendrá bien sentirse más tranquilo.
El doctor pasó de largo y se introdujo en la habitación. Jungkook se quedó afuera, junto a Joon. Su atención estaba apuesta a través del cristal, Tae ya le había visto. Sus iris azules y enrojecidos fueron a él varias veces, regalándole una bofetada de repudio.
«Ha vuelto a mirarme así», se dijo el pelinegro. Pero, ¿qué carajos importaba? No le importaba. No. Nada. Era mejor que Taehyung le detestara a que fuera detrás de él como un cachorrito al que quería besar, achuchar y robar en las narices de su hermano. No podía permitirse actuar así...
—¿Ese tal Seokjin Kim es tu amigo? —preguntó Joon a su lado.
—No. Amigo, no —dijo Jungkook—. Yo le llamaría, socio. Llevamos un tiempo haciendo negocios.
—¿Negocios, de qué calibre? —ahondó el hombre.
—Sangre —resumió Jungkook, con la vista fija en la ventana—. Él me provee media docena de bolsas de sangre semanales, y yo, a cambio, permito que me extraiga un vial de vez en cuando
—Espera, ¿le das tu sangre? ¿Para qué?
Jungkook giró la cabeza, contemplándole de medio lado.
—Mi sangre es curativa, Joon. Digamos que, encontré a un médico al que le gusta salvar a todos sus pacientes. Le concedí el privilegio el día que conocí a su hija. Una niña, con seis años y... leucemia —le contó Jungkook lentamente—. Generalmente, la gente me da igual, pero... no sé por qué lo hice, si te soy sincero...
—Vaya, ¿alguien descongeló tu corazón de hielo?
—Bah —Jungkook desvió la mirada—. Él lo hace con fines altruistas, por supuesto. Si hubiera creído que lo querría para convertir a alguien, jamás hubiera cedido. No obstante, le conozco desde hace años, antes de regresar a Shadowfell. En California, buscaba vampiros para sus ensayos clínicos; curar males y enfermedades. Cualquier otro vampiro que hubiera dado con él, le hubiera partido el cuello por ingenuo. Reconozco que yo estuve a punto de hacerlo, pero... Ya sabes lo que dicen. Ten contactos hasta en el infierno. Bien, él terminó trabajando en Shadowfell, y se convirtió en mi único contacto. Ahora también es mi proveedor.
—Un héroe sin capa —lo nombró Namjoon.
—Podría decirse así.
En el interior de la habitación, Seokjin les saludó. Everly conocía a Seokjin levemente, puesto que ella trabajaba en la recepción y conocía a casi todo el personal de vista. El hombre le ofreció una hoja de papel a Everly y le recomendó que siguiera la receta; tan sólo le había recomendado unos ansiolíticos para el muchacho.
—¿Esto es todo? —dudó ella.
—Sí. No necesitará mucho más —afirmó el hombre, y luego miró al chico—. Hola, Taehyung.
—Hola —sonó directo—. ¿Cuándo puedo largarme?
—Cuando quieras —Seokjin comprobó el reloj de su muñeca—. Es un poco tarde, puedes quedarte aquí, si quieres. No hace falta que pidas el alta, yo mismo lo acabo de hacer.
—Está bien, gracias.
Seokjin inclinó la cabeza, le dirigió una leve sonrisa también a su tía, y se despidió de ellos antes de abandonar la habitación.
—Voy a cambiarme. Quiero ir a casa.
—Vale, voy a por un café —dijo Everly, agarró su bolso para guardar el parte médico, y después se puso la chaqueta—. ¿Venís conmigo, chicos?
Rayna y Soobin se miraron de soslayo.
—Está bien —aceptó la muchacha—. Tae, te esperamos afuera.
Taehyung se metió en el cuarto de baño sin decir nada. Rayna posó una mano en el codo de Soobin, quien clavaba los ojos en la puerta que acababa de cerrar su hermano.
—Vamos. No creo que sea buen momento para hablar con él —insistió Ray.
Los dos salieron de allí tras Everly, quien fue directamente hacia Namjoon. Se dieron un abrazo afectuoso, Rayna y Soobin tan sólo guardaron las manos en los bolsillos. Todos le dirigieron una breve mirada a Jungkook De Fiore, quien se había apoyado en una pared como si nada fuera con él. Técnicamente, así era. Él solo estaba allí porque tenía pendiente una conversación con Seokjin. Y, porque, cuando supo que Taehyung había acabado la noche buena en el hospital, no pudo evitar sentir una brevísima punzada de terror, preguntándose si alguien le había hecho algo.
Taehyung salió del cuarto de baño, echándose al hombro el bolso con ropa que Eve había traído para él. Tiró de la cremallera del abrigo ascendentemente y salió de la habitación. Joon, Eve, Soobin y Rayna estaban a unos cuantos metros, esperándole al final del pasillo. Justo a su izquierda, se encontraba Jungkook.
—Mal momento para saltar a un río, bombón —le dijo el vampiro.
El castaño ni siquiera se dignó a dirigirle la palabra. Pasó de largo, y se marchó sin regalarle más que una fría mirada. Jungkook le vio unirse a sus familiares al final del pasillo, mientras hundía la punta de la lengua en el interior de la mejilla. Sabía que no iba a volver a hablarle. No lo había hecho desde que él le dijo que no podían ser amigos. Y de alguna forma, a Jungkook le fastidiaba muchísimo comprobar que, en efecto, Taehyung le estaba haciendo pupa. A él nunca le había importado lo que un humano hiciera. Pero él... él le estaba dando de su propia medicina, como si se lo mereciera, y eso era lo que más le jodía. ¿Tanto le había herido que le dijera la verdad? Dios, cómo lo detestaba.
Cómo detestaba a ese estúpido, inmaduro, niñato, e infantil humano. Le detestaba tanto, que quería besarle hasta hacerle gritar. Hasta que le diera una bofetada y reconociera que la palabra amistad no podía existir entre dos personas que se atraían.
«Porque a él también le atraía por mucho que fuera a negarse a reconocerlo», se dijo Jungkook irritado. Una realidad como esa, seguían siendo real a pesar de que no quisiera expresarla en voz alta.
Seokjin regresó a su lado en ese momento. Llevaba la misma bata blanca, su credencial de Doctor Seokjin colgando del pecho.
—Menos mal que estoy en el turno de la noche —comentó Seokjin despreocupadamente.
—Siempre es cuando suceden más emergencias.
—Ya. Bien, y, ¿en qué puedo ayudarte?
—¿Puedes adelantar mi pedido?
Seokjin negaba lentamente con la cabeza.
—Jungkook, no puedo conseguirte más sangre. Alertaremos a los de inspección. La Sheriff estuvo por aquí el otro día. Creo que el cabildo ha estado revisando el banco de sangre del hospital. Vas a tener que arreglártelas solo a partir de ahora.
—¿Arreglármelas solo? ¿Qué coño quieres que haga?
—Reducir el consumo. Haceros vegetarianos o algo así.
El vampiro rodó los ojos.
—Jin, te lo digo de buen rollo —insistió Jungkook—. Mi hermano abandonó su dieta animal y hace unas semanas, casi le saca la arteria a su novio. Estamos sin provisiones. Yo puedo consumir de manera controlada, pero él...
—No puedo hacer más —Seokjin sonó muy firme.
Jungkook afinó la mirada. Exhaló su aliento, y se marchó sin decirle nada más. Estaba hasta las narices de que todo fueran complicaciones.
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La mañana siguiente, Joon llegó a la casa a mediodía. Jungkook le abrió la puerta y se dio media vuelta desganado. Ni siquiera le ofreció un saludo consistente.
—Encima que vengo dispuesto a echar una mano...
—No sé si deberías —reconoció Jungkook.
—Vamos, saca esa jeringuilla —Joon le siguió de camino al salón—. Te permito que me drenes, si después me haces un bocadillo.
Jungkook agarró una botella de la mejor cosecha que guardaban. Se dio la vuelta, mostrándole aquel delicioso tesoro.
—¿Te gusta esta?
Joon se dejó caer en el sofá rezagado, y cruzó las piernas con un gesto divertido.
—¿Me la das entera? —negoció.
—Al menos, concédeme un trago —le regateó Jungkook.
Al final, el vampiro pidió comida para llevar, sirvió una copa para Namjoon y otra para él, y sacó todo el material médico para la extracción de sangre. Jungkook montó la bolsa de sangre con el tubo, y después le apretó el brazo a Joon con una banda elástica. El humano se encargó de clavarse la aguja a sí mismo. Apretó el puño para que la extracción fuera más eficiente, y Jungkook contempló el goteo sentándose a su lado tranquilamente. Sus ojos se fijaban en cómo su sangre rellenaba la bolsa lentamente; rojiza, densa y espesa, típica de alguien saludable como Namjoon.
Sus iris ardieron levemente, aunque él desvaneció el hambre tan sólo con un parpadeo.
—¿Tomarás un trago?
—Es para mi hermano. Yo morderé al cartero —dijo con humor.
Namjoon bufó una risotada.
—Pues espero que le siente bien.
—También lo espero. Le he estado dando un vaso de sangre al día. Ahora no me insulta, tan sólo me ignora cuándo le hablo. Lleva demasiados días ahí abajo.
—Mnh. ¿Piensas dejarle ir?
—No hables muy alto. Seguro que nos está escuchando.
Namjoon chasqueó con la lengua y los dos se quedaron en silencio. No obstante, Jungkook volvió a hablarle como si nada:
—¿Sabes algo de Taehyung?
—Sí. Le he visto sacando a su perro. Su tía está preocupada por él —le contó Namjoon poco a poco—. Le he mentido demasiado, Kook. Hemos corrido una enorme cortina opaca frente a sus narices, y no hay día, ni noche, en la que no me sienta culpable por mantenerla fuera de todo esto.
—La quieres, ¿no es así? Entonces mantén su culo humano lejos. Le haces un maldito favor —insistió Jungkook—. Créeme.
Joon no dudaba de ello, la bolsa de sangre estaba a punto de llenarse, por lo que Jungkook decidió deliberadamente detener la extracción. Él selló la válvula, después agarró un algodón del botiquín y le quitó la aguja a Joon, tapándole el pinchazo con el algodón. Namjoon colocó sus dedos ahí, ejerciendo la presión necesaria sin que Jungkook tuviera que decírselo. El vampiro se encargó del resto; recoger las cosas, guardar el botiquín, etc.
La bolsa de sangre estaba tibia entre sus dedos, lo que aseguraba que debía estar deliciosa.
—Voy a dejarle salir —reveló Jungkook.
Namjoon pestañeó unos instantes.
—¿Seguro?
—Sí. Ya han pasado suficientes días —sonó muy seguro.
—Uhm, vale. Pues, si quieres...
—Quédate aquí. Yo lo haré.
Jungkook se perdió de su vista. Bajó la escalera y atravesó la parte subterránea de la casa, en dirección a las celdas. Él se detuvo en la primera puerta, tiró del pesado candado, el cual chirrió sonoramente. Después, la empujó y se detuvo en la entrada, contemplando a su hermano. Él estaba sentado en el banco, con los codos clavados en las rodillas.
Levantó la cabeza lentamente, sus iris habían vuelto a ser castaños, pero sus pupilas eran más grandes bajo la escasa luz de la sala.
—La estás cagando, hermanito —soltó Jimin con un timbre ronco.
Jungkook le lanzó la bolsa de sangre de Namjoon, y él la atrapó en el aire.
—No, Chim. No la cago. Ahora eres tú el que tiene el control —expresó—. Te mentiría si te dijera que confío en ti, pero...
—¿Entonces? ¿Por qué lo haces?
—Porque confío. Bueno, en un 33'3% —reprodujo Jungkook.
Jimin contempló la bolsa de sangre, el tacto tibio atravesó sus dedos y su garganta ardió inmediatamente.
—Joder —jadeó Jimin, odiando que sucediera aquello.
En un acto de rebeldía, dejó caer la bolsa al suelo. Esprintó velozmente y pasó junto a Jungkook, abandonando la celda. No tardó ni tres segundos en salir del sótano, cruzar la casa y abrir la puerta para escapar bien lejos.
El sol le rozó la piel y le abrasó inmediatamente. Jimin liberó un grito ahogado, retrocedió volviendo a introducirse en la casa, buscando el rincón más oscuro donde cayó al suelo tembloroso. Sus dedos estaban rojos y tirantes, la piel de su rostro se había tostado levemente. Y estaba recuperándose cuando Jungkook llego a su lado. Namjoon también llegó con un gesto sorprendido, y se detuvo a unos metros, al otro lado del pasillo.
—Te quité el anillo solar por si acaso. Mejor quédate en casa —sugirió Jungkook—. Por cierto. Esa bolsa de sangre será tu único almuerzo. Raciónate tú mismo.
Jimin tragó saliva pesada, desvió su mirada desde Jungkook a Namjoon. Apenas había notado que llevaba días sin él en el dedo. No obstante, era lo mejor. Jungkook sabía que él intentaría huir en el primer momento que le liberara.
Necesitaba que Jimin se tranquilizara, y recordara por qué estaba en Shadowfell. Si quería largarse por la noche, ese era su problema. Pero al menos habría usado antes la cabeza.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Varios días después
El timbre de la casa de los Kim sonó. Everly no se encontraba en casa, puesto que asumió su turno laboral los días justo después de año nuevo. Y Soobin, acababa de salir a pasear al Border Collie.
Taehyung tardó unos instantes en bajar la escalera con zapatillas de estar por casa. Abrió la puerta esperando que fuera su hermano o el repartidor, pero encontró a Jungkook al otro lado. Francamente, Taehyung no le había estado esperando. Le sorprendió su visita y lo primero que pensó fue que algo malo había pasado.
—¿Kook? —pronunció sin pensarlo.
—Esto es tuyo.
Taehyung abrió mucho los ojos. En la palma extendida de su mano se encontraba una pulsera plateada, con un diminuto y brillante corazón facetado que resplandecía.
—¿Qué...? ¿L-La has encontrado?
—Casualidad. Me metí en el río para pescar una trucha —se las arregló para decir—. Me encantan esos bichos, ¿sabes? Cuando los agarras con la mano, se menean un montón.
Los ojos del castaño se llenaron de lágrimas.
—¿Por qué haces esto? —exhaló Taehyung, casi como si se estuviera ahogando.
Las facciones de Jungkook se volvieron más serias.
—Intento que el exnovio de mi hermano no se suicide por ser un necio.
Taehyung la garró entre los dedos y apretó el puño. La pulsera estaba fría. El corazón de diamante se clavó en su palma, como si volviera a casa.
—Eres un idiota —sorbió con la nariz, cabizbajo.
—No es lo peor que me han llamado —se burló.
El más joven atravesó el umbral de la casa y salió, impactando contra Jungkook en un abrazo. Él se sintió terriblemente incómodo, bajo los brazos del chico. Optó por no respirar, puesto que no lo necesitaba, evitando así su agradable aroma humano. Se esforzó en no enfocarse en los latidos del corazón que palpitaba contra su pecho, atravesándole el suyo, más inmóvil y silencioso. Pero nada de eso funcionaba. Jungkook se sentía encogido (y eso que él no era de los que se encogían fácilmente), y vulnerable.
—Realmente, no te entiendo, Jungkook —le oyó murmurar junto a su oreja—. Eres como él. Alejas a las personas a las que les importas, creyendo que así estarán bien.
—Tú tienes el corazón roto, Taehyung —dijo Jungkook muy despacio—. Yo, simplemente, no tengo.
—¿Qué sarta de mentiras es esa?
—Sui se encargó de hacerlo pedazos—prosiguió—, añicos. Polvo que el viento se llevó muy lejos.
Taehyung le soltó poco a poco y volvió a mirarle, pasándose los nudillos bajo los párpados inferiores. Sus globos oculares estaban algo enrojecidos, brillantes por las lágrimas sin derramar. El azul de sus iris parecía más intenso que nunca.
—¿Eso es lo que te dices a ti mismo? —le arrojó al vampiro.
Jungkook guardó silencio, tan sólo le contemplaba, con los iris de ese marrón oscuro, prácticamente negro, que se deslizaban sobre su rostro como si pensara en algo más que no pensaba expresar en voz alta. Taehyung ladeó el rostro y tomó aliento.
—¿Puedes felicitarle de mi parte? —pidió con más suavidad.
El pelinegro asintió con la cabeza, sin agregar nada más.
—Adiós, Jungkook —se despidió Tae.
—Adiós —contestó contenido.
El humano se dio media vuelta y entró en casa. Cerró la puerta tras él, apoyando la espalda en ella. Jungkook se quedó allí unos instantes, clavado en el suelo, ante una puerta blanca que realmente no les separaba para nada. Podía tirarla, podía entrar puesto que ya había sido invitado para hacerlo. No obstante, prefirió aceptar esa separación, mientras sus oídos percibían al muchacho respirando tras esta.
Taehyung bajó la cabeza y abrió la palma de la mano, observando la pulsera que él había sacado del río. Esa pequeña joya simbolizaba tanto; el amor que Jimin y él habían compartido. Una emoción de la que jamás podría deshacerse. Y contra todo pronóstico, Jungkook se la había traído de vuelta.
Desde ese día, Taehyung se volvió consciente de que también estaba enamorado de él.
*
Escena bonus
Lilya llegó al apartamento de Alex Trench, situado en el centro de Shadowfell. Cuando él le abrió la puerta, ella saltó en sus brazos y rodeó sus caderas con las piernas.
—¡No puedo creerme que hayas venido! —expresó Alex con una enorme sonrisa.
—No me has echado de menos ni un pelo —se rio ella.
Sus labios se unieron inmediatamente en un beso. Alex la dejó después en el suelo y cerró la puerta de su apartamento.
—Pero, ¿qué hay de tu manada?
—Jack me ha permitido venir a Virginia. Te dije que lo lograría —ella rozó su nariz con la del hombre.
Alex le dejó otro beso sobre los labios.
—Cariño, no sé si puedes estar aquí. Hay vampiros.
—¿Desde cuándo eso es un problema para nosotros?
—No digo que sea un problema, pero tenemos un trato con las brujas del pueblo. No podemos convertirnos dentro de la periferia de Shadowfell.
—Entonces, saldré afuera la noche de luna llena —aseguró ella—. Seguro que hay algún lugar donde pueda pasarla.
Él le apretó una mano.
—Te llevaré a la cripta subterránea de la familia.
Lylia le acarició el rostro y le sonrió con más dulzura.
—Dios, cómo te echaba de menos. Mhn, me muero de hambre. ¿Comemos algo?
—Por supuesto —él señaló a la cocina americana. Se fue en esa dirección, preguntándole qué era lo que le apetecía.
Todavía tenía que presentarle a su sobrino Dave, hablarle sobre quiénes eran los De Fiore, y explicarle que sus antepasados habían acordado proteger aquel pueblo de cualquier chupasangre. En ese momento, mientras Alex comenzaba a preparar un desayuno-almuerzo para ambos, Lylia fue en confianza a dejar su bolsa deportiva en el dormitorio. Antes de regresar con él, sacó el teléfono móvil del bolsillo y abrió una aplicación de mensajes de texto.
«Están aquí, los dos. Y no sólo eso. Vas a alucinar cuando veas al otro», escribió.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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