Capítulo 25

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 25. Resaca vampírica

Tae estaba tumbado en la cama de Rayna, con la mejilla hundida sobre el edredón. Su muñeca quedaba a la altura del rostro, y la pulsera de la que colgaba el diminuto corazón de diamante resplandecía bajo la tenue luz que entraba por la ventana.

—No tenía ni idea de que...

—Da igual —murmuró el chico.

—¿Ha sido mi culpa? —le preguntó ella.

—No.

—Tae...

—No estoy molesto contigo, Ray. Supongo que tenía que suceder. Si yo no hubiera entrado al bosque, si Jungkook hubiera estado ahí con él. Si dejara de ser un idiota, inmaduro y un temerario...

—Lo hiciste porque les querías proteger. Pero, ¿sabes qué? A veces, cuando queremos proteger a alguien terminamos fastidiándolo. Y es natural. Es como el efecto mariposa, la cadena de sucesos que se suceden pueden ser totalmente aleatorios.

Taehyung se quedó en silencio. Una silenciosa lágrima se deslizó desde el lagrimal de su ojo hasta el edredón de plumas. Luego sorbió la nariz y se pasó un dedo por el párpado inferior del ojo, eliminando el rastro. No podía llorar más. Llevaba una semana haciéndolo, desde su ruptura con Jimin.

Rayna posó una mano gentil sobre su hombro, y se lo frotó cálidamente.

—Ya le he entregado las pociones a los Trench. Fue ayer, quedamos cerca de la casa del alcalde. Mi abuela me acompañó para llevarles la mercancía. Alex estrechó la mano con ella. Él ha prometido que se harán responsables de tomárselo cada luna llena. Pueden quedarse en el pueblo, eso es lo bueno —le contaba la ojiverde—. Lo malo es que Alex dice que, si algún De Fiore mata a alguien, irá a por ellos.

Taehyung suspiró.

—Y, ¿mi hermano?

—Oh, no sé. Ha estado pasándose por aquí de vez en cuando.

El castaño le miró de soslayo.

—¿Has hablado con él? —preguntó.

—Bastante. Siente compasión por Dave a pesar de todo lo que ha sucedido —Ray encogió los hombros.

Taehyung permanecía en silencio, pero arqueó una ceja contemplando el semblante de Rayna.

—¿Qu-qué? Sólo somos amigos. Es tu hermano pequeño, todavía es un bebé.

—No es verdad, Soob ha crecido mucho —articuló.

—Se está implicando porque tiene una motivación.

—Será mejor que no le cuentes nada de lo que te he dicho.

—No, tranquilo.

—Y, ¿qué? ¿Tú le ves bien? Supongo que contigo habla más de lo que lo hace conmigo.

Rayna desvió la mirada con cierta timidez. Taehyung esbozó media sonrisa. ¿A qué venía esa espontánea modestia? ¿Se estaba perdiendo algo? El muchacho se volvió hacia la izquierda, y quedó bocarriba sobre la cama, mirando al techo.

—Me alegra saber que ha encontrado algo más con lo que distraerse —agregó el castaño—, en lugar de fumar porros y meterse en problemas con gente.

—Haber perdido a alguien que quería le ha cambiado.

—Mnh, ¿crees que eso puede... cambiarte?

Rayna bajó la cabeza.

—Sí, siempre lo hace.

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La música retumbaba en el salón, Jimin había preparado unas copas, unos aperitivos, y había invitado a unas cuantas compañías que pensaba merendarse. La sangre de bolsa no era suficiente, y cada noche que pasaba, se sentía más ansioso pensando en Taehyung. Quería ir a su casa, entrar por la ventana de su dormitorio y comérselo a besos así él temblase bajo sus manos. Quería recordarle a quién quería mientras los dientes se le afilaban; hacerle olvidar lo que le había dicho. No podía dejar de pensar en piel y en sangre. Sangre. Sangre. Estaba increíblemente excitado, así que necesitaba una distracción antes de volver a patinar sobre su propia tumba.

El timbre de la casa resonó en sus oídos. Jimin se levantó del sofá con paso desgarbado, salió de la sala y atravesó el amplio pasillo del hall de la casa. Cuando tiró de la puerta, esperó ver a un par de jóvenes tontos y un poco promiscuos. Pero no había nadie.

Pestañeó unos instantes, preguntándose qué podía haber hecho sonar el timbre.

Entonces, una rápida figura se abalanzó sobre él. Jungkook entró por la puerta y le desequilibró apropósito, le agarró tras los hombros con un brazo férreo. Joon fue el siguiente en aparecer, sacó una jeringuilla mientras Jimin se resistía, y velozmente, inyectó el líquido en su cuello. Jimin sintió como los músculos se le paralizaban, los sentidos se le dormían. Entraba en su vena como una sustancia helada, y después, sus párpados se cerraban.

Jungkook se hizo cargo del cuerpo de su hermano, sujetándolo con facilidad.

—Buen trabajo —dijo Jungkook.

—¿Era necesario que entráramos tras un timbrazo? —dudó Joon.

—Es una entrada escénica. Algún día lo entenderás —agregó con humor.

—Oh, el arte del teatro. Cómo iba a negarme.

—Bien, vamos a encargarnos de la bestia antes de que le dé por despertar —sugirió Jungkook.

Jimin despertó más tarde en un lugar distinto. Era rectangular. El suelo era de roca, había un banco metálico a un lado y una pequeña mesa del mismo material. No había ventanas, sólo una pesada puerta con una diminuta rejilla de barrotes en el centro.

Solo le tomó unos instantes averiguar dónde se encontraban. El sótano de la casa, donde tenían unas viejas mazmorras separadas por varias celdas. Tras la guerra civil, le habían servido a la familia desde almacenes a bodegas. Ahora estaban vacías, y no habían retenido a ningún prisionero desde el siglo pasado.

Jimin se encontraba sentado en el suelo, con las piernas extendidas sobre la fría superficie. Alzó la cabeza, los mechones de pelo salpicaban sus ojos, se sentía increíblemente débil y algo sudoroso. Por el dolor de cuello, suponía que debían haberle inyectado una dosis concentrada de verbena.

Él exhaló una sonrisa tétrica.

—Buen giro argumental. Lo habéis hecho de puta madre —soltó.

En unos instantes, Joon se asomó por la rejilla de la puerta.

—Es lo mejor, Jim. Llevas demasiados días abusando de la sangre —dijo el hombre.

—¿Y a ti qué coño te importa lo que haga ahora? —formuló molesto.

—No habla él —intervino Jungkook al otro lado de la puerta—. Si no el hambre.

—Oh, vaya. El bueno de mi hermano ha hecho su intervención. Aplaudamos todos ahora mismo —Jimin empezó a aplaudir sarcásticamente—. Gracias, Jungkook De Fiore. El mundo es un lugar mejor gracias a ti. ¡Entréguenle el premio nobel de la paz!

Joon y Jungkook se miraron tras la puerta.

—¿Ves? Es imbécil, pero cuando está de resaca lo es más —apuntó Jungkook.

—Qué dramático —murmuró Joon.

—Y, ¿qué vais a hacer ahora? ¿Me vais a mantener aquí hasta que me disculpe por mis pecados? —inquirió Jimin desde el interior.

—Vas a quedarte ahí hasta que la sangre humana que te has tomado salga de tu organismo —le avisó Jungkook—. Y cuando empieces a tener hambre, te daré algo. No obstante, de forma controlada, para que así entiendas que es como deberías haber estado haciéndolo. Y, sí, te vas a volver totalmente loco, pero vas a lidiar con ello.

—¿Para qué mierda quiero un terapeuta si te tengo a ti? —ironizó—. ¡Bésame, Jungkook! ¡Así fue cómo todo este infierno comenzó!

Joon arqueó una ceja, mientras Jungkook se masajeaba una sien.

—Es una larga historia, no nos juzgues —le dijo al humano, y luego se dirigió a la celda con un tono mucho más duro—. Jimin, has recaído y te recuerdo que estás en Shadowfell; aquí hay brujas, hombres lobo, y la Sheriff Meester es miembro de un cabildo que conoce la existencia de vampiros y toman verbena. Saben cómo acabar con nosotros. ¿Quieres que aumente la apuesta? Porque tienes una enorme diana en tu culo, ¡y si la cagas, todo el mundo irá a por tu cabeza!

Jimin puso los ojos en blanco.

—Que sí. Que lo he pillado —exhaló desganado, y rebuscó en su bolsillo—. ¿Puedes, al menos, devolverme mi teléfono?

—No te preocupes por tus invitados, los mensajes jamás llegaron.

—Oh, gracias, J. De Fiore.

—Sobre las chicas a las que invité el otro día, intenté demostrarte que podías pasártelo bien sin cargarte a nadie. Pero tuve que estar encima de ti toda la noche —dijo Jungkook fastidiado.

—¡Bingo! Y, de paso, le dijiste a Taehyung lo que habíamos estado haciendo. Qué amable por tu parte, gracias por hacerle daño.

—No lo hago, le digo la verdad.

Jimin salió disparado del suelo a la puerta, se agarró a los barrotes helados y acercó el rostro a estos. Desde allí, vio a Jungkook de cara. Joon estaba a un lado, apoyando en la pared del pasillo de piedra, con ambos brazos cruzados.

—¡Tú qué coño sabes lo que él se merece! —exclamó Jimin.

—Jimin, relájate. No estoy manipulando a nadie.

—Si le tocas, te juro, te prometo, que yo mismo te arrancaré el corazón.

El silencio se extendió entre ellos durante unos segundos.

—No le haría daño —dijo Jungkook.

Y fue una frase muy simple, pero sonó realmente honesta. Jimin alejó el rostro de los barrotes con una nueva expresión, la ambivalencia del desconcierto, la vergüenza, y en parte, tristeza.

Tragó saliva y se percató de su situación. De por qué estaba allí, y de lo que estaba sucediendo. Quería parar, pero en el último momento, quiso devolverle todo ese dolor a Jungkook. Miró de soslayo a Namjoon y liberó algo:

—¿Cuándo vas a volver a Nueva York para ver a Sarah?

La incomodidad invadió el pasillo frente a la celda. Jimin pasó de largo y se dejó caer en el banco, cruzó las piernas y cerró los ojos, dispuesto a echarse una siestecita. En cuanto a Joon, Jungkook giró la cabeza y Joon encontró sus ojos castaños con los más oscuros. Él se pasó la punta de la lengua por el labio inferior.

—¿Tienes algo que decirme? —formuló Joon.

—No aquí —indicó Jungkook.

Poco después, subieron la escalera y se detuvieron en el pasillo de la casa.

—¿Sarah está en Nueva York? ¿La has visto? —exigió saber Namjoon—. ¿Hace cuánto?

—Unas semanas —contestó el vampiro—. Tuve un affair con ella hace muchos años. Cuando dijisteis su nombre, tan sólo até cabos. Y, voilà. ¿No te parece que el mundo es un pañuelo?

—Podías habérmelo contado. Me has hecho pensar que no tenías ni idea de esto, ¿mientras sabías que estaba en Nueva York?

—Joon, yo no te he hecho creer que...

—Mira, déjalo —le cortó el humano, agarrando enérgicamente su cazadora—. Necesito tomar el aire. Adiós.

Jungkook aceptó su marcha sin réplicas. Sabía que Jimin lo había hecho a propósito, pero, al fin y al cabo, Namjoon también debía saber la verdad tarde o temprano.

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Esa tarde, Soobin y Dave se cruzaron en el instituto.

—¿Vuelves a casa?

—No tengo nada más que hacer.

—Quiero enseñarte algo —le sorprendió Dave.

—¿A mí? —dudó el menor.

—Si quieres.

Soobin le siguió y se montó en su vehículo. Dave condujo hacia otro lugar, cerca de la periferia de un bosque y lejos del pueblo. Llevaba un rifle de caza en el maletero, varias botellas de cerveza y algunos aperitivos secos. Estacionaron por ahí, y después dieron una vuelta. Dave estuvo practicando tiro mientras conversaban sobre lo que ahora sabía acerca de los licántropos.

—Mi tío dice que los bosques de Virginia están protegidos por algunas manadas. Es un espacio natural, más salvaje y peligroso de lo que creemos. Pero los vampiros no están aquí, la mayoría emigraron hace tiempo a ciudades grandes, donde la vida nocturna es común, y pueden entremezclarse entre la gente sin ser detectados.

Soobin se tomó un trago del botellín de cerveza y lo colocó sobre una roca.

—¿Puedo? —extendió una mano, esperando que le prestara el rifle.

Él probó a disparar. Le dio a la botella a la primera y sonrió orgulloso.

—No está nada mal —dijo David.

Y parecía increíble que estuvieran pasando un rato agradable. Estaban acompañados de la última persona que habían esperado en todo Shadowfell.

—Pero yo puedo hacer algo mejor —agregó el mayor.

Dave salió corriendo hacia aquel lugar y se acuclilló velozmente, pegando un salto impresionante. Su cuerpo se desplazó unos metros por encima del aire, y seguidamente se posó sobre una roca alta con una gran agilidad.

Soobin estaba sorprendido, tenía la boca abierta.

—Joder, ¿puedes hacer eso siempre que quieras?

—Casi siempre.

—Pues será mejor que los del equipo de fútbol no se enteren. Te expulsarán.

Dave soltó una risita burlona.

—Tú, pequeño Kim. Eres más listo de lo que esperaba. ¿Por qué lo intentas?

Soobin se sentó en otra superficie, clavando los codos en las rodillas.

—Sólo trato de entenderte.

—Y, ¿lo haces?

—Nada de lo que has hecho está justificado, Dave. Pero, la echo de menos —dijo bajando la voz.

Dave bajó de la roca de un salto, sus facciones expresaron un leve tormento. La desdicha de recordar a su hermana.

—Tienen razón. Es mi culpa —expresaba el licántropo—. Nos peleamos, y se me fue de las manos. Si no la hubiera matado a ella, te hubiera matado a ti.

Soobin bajó la cabeza sintiendo la boca amarga.

—Sí, es tu culpa. Lo es. Pero la maldición que llevas ahora también es un pago por lo que hiciste. Fue un accidente, puedo entenderlo, así se llevara a alguien a quien todavía quiero —declaró Soobin lentamente—. Por eso, te perdono, Dave.

Dave le contemplaba con pesar, no obstante, entendía sus palabras y se sentía muy consolado por lo que decía. De alguna forma, necesitaban pasar páginas. Quizá, empezando una inesperada amistad, podían convertirse en otro tipo de personas, dejando atrás sus diferencias.

—Vámonos —Dave guardó las manos en los bolsillos—. Quiero comer algo en el Bell's.

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En el Bell's, Jungkook encontró a Namjoon junto a la barra, en el lugar donde habitualmente se sentaba. Él se aproximó silenciosamente y tomó el taburete de su lado. Advirtió que no le miraba a propósito, a pesar de saber perfectamente que la persona que se había sentado a su lado era Jungkook. Así que, esperó a que simplemente se dignase a hablarle mientras pedía y recibía su copa sobre la barra.

—¿Por qué fuiste? ¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó Namjoon en un rato.

Ahí estaba. Jungkook estaba dispuesto a darle las respuestas que requería, sin la necesidad de presión.

—Primero, Sarah tiene el control de su propia vida, Joon. Siento decírtelo, pero no quiere verte.

—Entonces, ¿qué fue? ¿Querías divertirte un rato?

—No. El símbolo de tu anillo, el de las dos espadas cruzadas... Sabía que lo había visto en algún lado —le contó con sinceridad—. Quería saber de dónde salió ese anillo. Es de la familia Ben. Una reliquia que heredó y que después te cedió para protegerte. Ella ya había decidido convertirse en un vampiro.

—Sabía que me protegería...

—Ese fue su último suspiro humano, Joon. Pero ya no lo es —declaró Jungkook.

—¿Cómo lo sabes? —Namjoon le miró de medio lado, sosteniendo el vaso de cristal en su mano—. Tu no la conociste cuando lo era.

—No siente lo mismo. Ha renacido como otra persona. Lo entiendas o no, la muerte nos cambia. El vampirismo te hace evolucionar. Su sueño era el de ser inmortal, poderosa, libre. Ahora tiene todo eso.

Joon bajó la cabeza, se toqueteaba el pesado anillo que llevaba en el dedo.

—Hablas como si nuestra relación hubiera sido una cárcel.

—No creo que lo fuera, pero hay amores que... simplemente se van, sin explicación... Así te obliguen a preguntarte el resto de tus días qué fue lo que hiciste mal.

El timbre de Jungkook había cambiado. Casi sonaba como si se guardase un gran dolor. Algo que no tenía que ver con él ni con Sarah. Joon se tragó sus palabras con otro trago, luego giró la cabeza conteniéndose las lágrimas. Por la puerta del Bell's vio entrar a Soobin y a Dave. Se separaron en el interior, uno se fue hacia la mesa de billar y otro a pedir algo en la misma barra donde se encontraban.

Un poco después, casualmente, llegaron Rayna y Taehyung. Jungkook supo que había llegado porque podía olerle. Se pidió a sí mismo concentrarse en su bebida, pero el último hilo de alcohol que quedaba en el fondo del vaso ya lo había recibido su lengua hacía un buen rato.

—Me largo. Quiero dormir temprano hoy —Joon dejó unos dólares sobre la barra y se levantó, colocándose la chaqueta—. ¿Mañana, a primera hora?

—¿Mnh?

—Que si me paso a ver a Jimin. No quiero dejarte más días con él.

—Está bien. Me insulta de vez en cuando, pero le estoy dando un vaso de sangre al día. Creo que tarde o temprano, su verdadero ser saldrá a la luz —comentó Jungkook.

—Maravilloso. Mañana te veo —Joon se marchó justo después.

Jungkook abandonó el vaso sobre la barra. Se levantó, recolocándose la chaqueta y miró a su alrededor. Rayna se había acercado a ver a Soobin, mientras Dave se metía en el cuarto de baño. Y en cuanto a la cosita preciosa de ojos azules que ahora le ignoraba, él estaba siendo interceptado por la rubia de su ex, Lexa, la hija animadora de la Sheriff.

—Hola, Tae. ¿Qué tal?

—Hey, bien —mintió.

—Oye, ¿sabes algo de Dave? Últimamente, no le veo demasiado con los chicos. Landon está preocupado por él.

—No, nada. ¿Debería?

—Bueno, le he visto con tu hermano. Pensaba que se llevaban a matar, pero hoy les vi largarse juntos del instituto.

Taehyung pestañeó repetidas veces. No estaba al tanto de la relación que Soobin tenía con Dave, ¿ahora se llevaban bien? Eso era imposible.

—Ah, pues, no tenía ni idea —suspiró Tae, un poco abrumado.

—Está bien. No te preocupes —Lexa le tocó el brazo—. Oye, ¿Estás bien? Te he visto un poco apagado estos días.

—Deben ser los exámenes.

—Ya, y los trabajos —ella concordó con el chico—. Bueno, ya se ha terminado. Espero que podamos descansar los próximos días. ¿Vendrás a la fiesta de año nuevo que habrá en el Bell's? Va a estar casi todo el mundo.

Tae asintió con la cabeza y se mordió levemente el labio.

—Por supuesto.

—Genial —Lexa sonrió—. Hasta luego, Tae.

—Adiós.

Taehyung giró la cabeza y vio a Rayna con su hermano, junto a una distante mesa de billar. Dave salía del cuarto de baño de los hombres, y se aproximaba al mismo lugar.

«Es cierto», se dijo Tae. «¿Han venido juntos? ¿Se han estado acercando?».

Él se percató de lo perdida que había tenido la cabeza esos días. No había estado al tanto de casi nada, se había enfocado en estudiar y en quitarse de la cabeza el pupitre eternamente vacío de Jimin Park. Llevaba algo más de una semana sin hablar con Jungkook, ni si quiera a Joon lo saludaba cuando se lo cruzaba en compañía de su tía Everly.

Ahora bien, Rayna se quitó de en medio, y en lo que regresaba hacia Taehyung, Jungkook se colocó justo en su camino. Sus ojos eran de un negro críptico, pero su rostro parecía, como casi siempre, increíblemente ladino. Con mechones negros y largos, párpados rasgados y un rostro níveo.

—Hola, señora de la paz.

—¿Dónde está Jimin? —preguntó Rayna.

—En casa, en una celda del sótano —su sinceridad abofeteó a la chica—. Ve a verle, brujita. Necesita a alguien racional. Le vendrá bien ver una cara conocida mientras supera la resaca.

Ella se había quedado sin palabras.

—Vale, ¿Cuándo puedo ir?

—Mañana. Díselo a tu profesor de filosofía, te llevará —sugirió Jungkook con fluidez.

Rayna asintió con la cabeza, pasó junto al hombro de Jungkook, en dirección a Taehyung. Jungkook miró por encima de su propio hombro unos segundos, pero fue suficiente para que sus iris se toparan con los más azules, al otro lado del local.

—Me voy a casa, ¿has comprado lo que querías?

Taehyung negó levemente. Rayna miró de soslayo hacia atrás.

—Oh, no me digas. Así que querías venir aquí para verle —murmuró, chocando su hombro con el suyo.

Taehyung simuló una leve tos.

—¿Q-Qué dices? No. ¿A él? —masculló, señalando sutilmente a Jungkook—. No. Nada de eso. Quería comprobar si mi hermano estaba por aquí. Bonita compañía.

Rayna encogió los hombros.

—Oye, me voy a casa. ¿Nos vemos mañana?

—Claro —afirmó Tae.

Rayna le dio un breve abrazo, y luego se marchó. Se guardó la información que tenía sobre Jimin para no hacerle más daño. Taehyung ya estaba lo suficientemente disperso como para empeorarlo.

El muchacho quería comprar sándwiches para llevar, pero se quedó ligeramente atontado con la visión de Soobin jugando al billar con Dave. Y en cuanto bajó la guardia, advirtió que había alguien junto a él.

Tae dio un respingo cuando sus ojos volvieron a cruzarse con los de Jungkook. Pero esta vez no estaba al otro lado del local, se encontraba a unos centímetros de él, apoyándose en la pared. Había llegado silenciosamente y se había hecho con el espacio de su izquierda. Y su corazón le palpitó en la tráquea mientras tragaba saliva intentando formular alguna frase si es que Jungkook no lo hacía.

—Hola, amor.

—Hey —soltó con neutralidad.

—Entonces, ¿vienes a verme a mí? Te he visto toda la semana.

—No me has visto. Nunca has girado la cabeza.

—Tienes razón. Te he olido.

Los dos se quedaron en silencio. El sonido del Bell's era lejanamente tranquilizador, con el tintineo de cubiertos, el palo de billar y las bolas golpeando, y la gente conversando en algunas mesas y en la barra.

—¿Me estás evitando? —preguntó Taehyung tras unos instantes.

—Ligeramente —reconoció Jungkook.

—Yo a ti, también —se sinceró.

—¿Todavía estás enfadado? —le preguntó Jungkook de medio lado.

—¿Debería estarlo, Jungkook? —Tae se cruzó de brazos y le miró.

—Okay, entiendo tu punto de vista humano —gesticuló el vampiro—. Pero, ¿qué es lo que quieres? ¿Cambiar mi forma de ser? ¿Qué Jimin elimine sus instintos? Somos lo que somos, Taehyung. Y si no lo aceptas, jamás funcionará.

—Lo acepto —repitió a pesar de su dolor—. Pero, a-apenas puedo dormir estos días. Tengo m-mucha presión encima, y la única vez que le he visto fue porque él vino a mi casa para cortar conmigo. No sabes lo que duele que te empujen así, Jungkook. ¿Alguna vez has sentido cómo te arrancan el corazón...? —sus ojos se humedecieron—. Que alguien a quien quieres es capaz de hacerte daño, y que ninguno de tus esfuerzos ha valido la pena.

Taehyung apretó los labios tras haberlo pronunciado. Por supuesto que él lo había sentido, podía hacerse a una idea a pesar de que Jungkook no fuera muy humano. Y él, se mantuvo en silencio en lugar de ofrecerle una respuesta. El castaño parpadeó, esperando a que sus lágrimas se evaporaran. Estaba enfadado, se sentía frustrado, impotente, y muy, muy triste.

—¿J-Jimin está...? ¿Está bien? —preguntó ante el silencio del otro.

—Lo estará —afirmó Jungkook.

El muchacho sorbió la nariz y se tragó el puñado de lágrimas que le estrangulaban las cuerdas vocales. Jungkook posó una mano en su codo, por encima de la chaqueta, y el contacto le agitó.

—¿Te encuentras bien?

—Francamente, no. Necesito tomar el aire. Este lugar, ¿sabes...? —expresaba Taehyung— A veces se me hace muy pequeño. No sé a dónde ir. Y últimamente, ni siquiera el cementerio es el lugar más tranquilo.

Jungkook tiró de su codo levemente.

—Ya. Vamos a dar una vuelta —insistió Jungkook.

Taehyung le miró un poco extrañado.

—¿Qué? ¿No quieres respirar aire fresco?

—S-Sí.

Los dos salieron del Bell's en compañía. Todavía era por la tarde, por lo que Jungkook sugirió caminar un poco más allá del pueblo, pasando junto a unos campos de cultivo. Las rutas incluían algunas carreteras en la distancia. El sol era una bola de fuego anaranjado posándose en el horizonte, previo al atardecer.

—Entonces, tuve que repetir el examen. Fue mi culpa, no pude estudiar esa noche, y al final... —le contaba Taehyung.

Él se calló advirtiendo que tal vez estaba siendo muy pesado. Con Jimin, tenía sentido que hablasen de todas esas cosas. De cómo había ido su día, el instituto, su familia. Su relación había sido orgánica e increíblemente fluida. Pero, con Jungkook, a veces le costaba imaginarse qué estaba pasando por su cabeza. Él no parecía muy preocupado por los eventos cotidianos, era alguien más silencioso y serio que la alegría que Jimin había traído al principio a su vida.

—Te estoy aburriendo, ¿no? —Tae sonrió con un poco de lástima.

—No es eso —dijo Jungkook en voz baja.

—Hmnh. ¿Has visto a Soobin con Dave? ¿Crees que...? ¿Crees que estará bien?

—¿Con el lobito ese? No sé. Déjale, de momento. No pongas la olla más a presión.

—Por cierto, ¿a dónde vamos? —dudó Taehyung.

Estaban caminando más allá de las hectáreas de cultivos de la zona oeste. Por ahí había otro bosque, otra zona natural completamente alejada de la mano del hombre. El atardecer se veía al final de la montaña, por la pequeña pendiente que descendía la colina, sumergiéndose en una témpera de árboles de hoja perenne.

—Aquí —indicó Jungkook, deteniéndose sobre las hierbas.

Taehyung le contemplaba, con las manos guardadas en los bolsillos de la chaqueta. Hacía fresco, pero los últimos rastros del sol eran cálidos y agradables. La brisa era pura y fresca, no había contaminación, ni vehículos cercanos, ni siquiera el aroma enclaustrado de los bosques más apiñados donde había estado.

—Buenas vistas —indicó Tae con el mentón, colina abajo.

—¿Sabes lo que puedo sentir? —formuló el vampiro.

—¿El piar de los pájaros?

—No, más agudo...

—El crujir de las ramas —nombró Tae, levantando la cabeza hacia la copa de algunos de los árboles que les rodeaban.

—Más...

Taehyung se lo pensó por un momento.

—¿Insectos? —dudó como un tonto.

—Es el viento —Jungkook le rodeó como un felino—. Tiene un tono, un color, una vibración reconocible. En ocasiones, también ritmos distintos. Unas veces es dulce y sosegado, y otras sopla con fuerza, con furia, como si quisiera empujar algo.

—Es como un poema —declaró Tae en un tono más bajo.

Entonces, Jungkook le rodeó con los brazos desde atrás. Sus labios quedaban justo a la altura de la oreja. El abrazo se le hizo extraño, entre cálido y frío. Por un lado, Tae se sintió encogido y algo asustado, y por otro, denotó que era algo de timidez.

Tae levantó las manos y las posó suavemente sobre sus antebrazos.

—¿Qué haces?

—¿Yo no puedo abrazarte?

Taehyung tragó saliva pesada. Se mantuvo en silencio unos minutos, contemplando aquel bonito paisaje que se oscurecía con los tonos grises y celestes que precedían al crepúsculo.

—No le dejes solo, ¿vale? —dijo Tae en referencia a Jimin.

—No lo haré —le devolvió Jungkook—. Pero, ¿vas a dejar de estar enfadado conmigo?

—Mnh, no...

—Oh, bien. Por fin voy a poder recuperar a mi amigo.

—¿A caso me has echado de menos? —dudó Tae.

—¿Qué tan mala impresión tienes sobre mí? ¿Desde qué no te secuestro, crees que no me interesas? —formuló con un poco de humor.

—Tengo mis dudas acerca de eso.

—No es una farsa, amor —murmuró, y luego recuperó su tono—. Aunque Joon no lo hace mal. Me cae bien, pero es mucho menos achuchable que tú.

Tae se quedó callado unos instantes, el pecho de Jungkook presionaba contra su espalda sin ningún pálpito, sin embargo, su calidez era más apreciable. Los brazos que le rodeaban le estrecharon levemente. ¿Estaba siendo afectuoso con él? Tiempo atrás, habría sentido pánico por tenerle encima o siquiera verle acercarse. Ahora todo era muy diferente.

Jungkook apoyó su sien contra la suya, y Taehyung notó un leve empujón mental.

—Kookie.

—¿Mnh?

—No me leas la mente.

—Ya sé que te duele el corazón. Pero llorar no sirve de nada.

El castaño desenlazó los brazos que le rodeaban y se volvió para mirarle. Sus iris negros parecían menos duros y más suaves de lo que esperaba, con los párpados bajos y las pestañas gruesas.

—¿Tú llorabas por él? —preguntó Tae.

—¿Por Sui? Lo hice, al principio. Hasta que me quedé sin lágrimas —resumió.

—Y, ¿cómo se vive después de eso?

—No se vive. Se sobrevive —murmuró Jungkook.

Taehyung le contemplaba con una mirada fija. Jungkook le pasó una mano por la mejilla y el costado del cuello, en una inesperada caricia. Tae no lo apartó, le miraba con ojos curiosos y una mejilla caliente bajo el pulgar tibio que Jungkook delineó como un pincel. Luego le apartó los mechones que se ondulaban tras la oreja suavemente. Con el pulgar, rozó la marca que había tras esta; esa media luna negra e invertida de la que caía una gota de sangre. El humano agarró su muñeca con la misma suavidad, entrecerrando los párpados mientras lo hacía. No se sentía incómodo, sino fielmente cautivado por su tacto.

—¿Ha continuado Rayna investigando sobre esto? —formuló Jungkook.

—No —le costó un poco responder—. Ha estado ocupada con los Trench.

—Esos capullos —chistó el pelinegro—. Pues dile a tu amiga brujita que el tiempo apremia. Se acerca tu cumpleaños.

—Es en primavera. Para esa fecha, habré terminado los exámenes para entonces y estaré a punto de graduarme.

—Ya.

Taehyung se quedó en silencio, perdiéndose en los iris oscuros del compañero. Él ladeaba la cabeza, contemplándole con detenimiento. Y había un toque dulce, casi etéreo en su tacto, en la forma que tenía de mirarle a esa distancia media.

Estaba seguro de que no era normal. Ese tipo de conexión, de gravedad, rompía los esquemas que había tenido con cualquier otra persona. Se parecía a lo de Jimin, pero al mismo tiempo le asolaba el alma.

—Cuando me mates, ¿podrías evitar que me duela? —le pidió Taehyung.

Sus ojos azules eran muy redondos y se encontraba recubriéndose por una película de lágrimas. Jungkook le rozó con el pulgar tras la oreja una última vez, y luego afianzó los dedos tras su nuca.

—Hablas demasiado —dijo Jungkook.

—¿Necesitas que te lo pida con un por favor?

—Cállate.

Tae frunció levemente el ceño. Sus pupilas fueron desde sus ojos hasta sus labios.

—Si te beso, ¿cuánto tardarías en apartarme? —formuló entonces Jungkook.

—No puedes hacer eso. Te dije que...

—No estoy haciendo nada. Pero, ¿quieres que lo haga?

Su corazón se lanzó contra la tráquea, y sus labios, de repente, se habían vuelto más secos.

—No —mintió inmediatamente.

—Mientes —advirtió Jungkook, contemplando el desvío de sus iris.

—No vayas por ahí.

—¿Un segundo? ¿O veinte? ¿Un minuto? ¿O varios?

Tae no dijo nada.

—Oh, te lo estás pensando —Jungkook se relamió—. Así me gusta.

El humano golpeó en su pecho suavemente.

—Jungkook, conmigo no vas a jugar. Déjalo ya —expresó más tirante.

Y estaba apartándose de él, sin embargo Jungkook encontró su boca con la suya. La suave presión sobre sus labios sorprende a Taehyung más de lo que debería, lo puso nervioso de muchas maneras, lo confundió enormemente. Había un calor que ardía en la parte baja del estómago, despertándose por dentro mientras sus pechos se topaban levemente. De repente, Taehyung le devolvía un beso apasionado, aunque un poco descuidado, pues la fatiga debilitó sus extremidades, pero era dulce y lento. Perfecto.

No había chispas, no había fuegos artificiales como con Jimin De Fiore, más había un tirón, un fuerte pulso, intenso, que casi podía romperlo. Taehyung sentía que se caía, más y más profundamente, hasta que sus labios se separaron para tomar aire, jadeando sin aliento.

Jungkook no parecía asustado, huidizo o ansioso, parecía tranquilo. Relajado. Juntó su frente con la suya, si bien no podía pensar con claridad, notando el rápido corazón del humano palpitando como el fugaz galope de un caballo. ¿Qué podía decir? Era demasiado, no obstante, tampoco suficiente. Quería más, pero sabía que necesitaba menos.

—Le debo lealtad a mi hermano —manifestó Jungkook—. No podemos ser amigos, Taehyung. Yo no quiero ser tu amigo. Así que..., esto es una despedida... Debe serlo.

Taehyung le miró horrorizado, pensó que era una broma pesada, si bien no tardó en discernir la cruda verdad que había en sus ojos negros.

—¿Me dejas?

—No me necesitas.

—N-No es verdad... Yo —jadeaba Taehyung, nervioso—. No puedes, no puedo...

—Tae. Tú no me quieres a mí, le quieres a él. Esto sólo es... Sólo es un juego...

—¿Un juego?

—Ha sido divertido.

—Me dijiste que me ayudarías —replicó desesperado.

—Y voy a hacerlo, pero Jimin está primero —le evadió.

—¿Jimin?

—También es el primero para ti.

—¿El primero? —repitió, mareándose.

—Ahora hay cosas más importantes que esto.

—¡Dejad de repetir eso! —gritó.

Jungkook levantó ambas cejas, y vio a Taehyung estallar definitivamente.

—¡Eres un manipulador! ¡Un cobarde!

—¿Qué dices? Ni siquiera hablas con fundamento —sonó sosegado.

—Venís aquí, os coláis en la vida de la gente y luego os creéis con el derecho a abandonarlo todo como si los demás no sintiéramos lo más mínimo. La gente de Shadowfell no somos vuestros muñecos.

Con los ojos colmados por la cólera y las lágrimas, Taehyung se dio media vuelta y se largó. Jungkook le contempló marcharse. Podía haber ido tras él, pero, si lo hacía, tan sólo iba a implicarse demasiado. Sí, apreciaba a Taehyung. Pero por encima de eso necesitaba apartar su distracción, y sus absurdos e irreflexivos sentimientos por él. No era bueno para ninguno de los dos. Él sabía que Taehyung jamás iba a amarle; Jungkook ya ni siquiera creía en que alguien pudiera hacerlo alguna vez.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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