Capítulo 24

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 24. El borde del precipicio

Taehyung se despertó tras una terrible pesadilla. Se llevó la mano al cuello, justo donde Jimin había mordido. Todavía tenía esa sensación, el firme agarre de sus dedos en la nuca, tirando de ella, sujetándole el cogote para que su cuello quedara a su merced. Su vida siendo absorbida por él, enfriándole el cuerpo como el primer mordisco que recibió de Jungkook. No obstante, mientras que ese terminó rápido, el de Jimin se había convertido en el infierno más temible. El de un depredador invadido por el frenesí.

Cuando abrió los ojos, tenía miedo. Desnudo, bajo el agua de la ducha, Tae volvió a sentirse vulnerable. Tenía ganas de llorar por la mañana y sus ojos se desbordaron de lágrimas luego de cepillarse los dientes frente al espejo. Si se había esforzado por dormir era porque tenía clases, y porque Jungkook estuvo un rato más con él, distrayéndole, hablándole en voz baja y tranquilizándole.

Esa mañana, estaba preparándose para ir al instituto, salió de la habitación y pasó junto a la de Soobin para ofrecerle ir juntos. Pero su hermano menor ya se había marchado.

En el High School Elementary, no vio a Jimin por ningún lado. La plaza del párking donde normalmente estacionaba el vehículo se encontraba vacía. El día estaba nublado, tenía una luz mortecina y hacía frío. El asiento del pupitre de Jimin también estaba vacío. Taehyung apoyó el mentón en la mano y trató de concentrarse en la clase del profesor Joon Kim. Él le miró de soslayo, casi como si compartiera la duda de por qué Jimin Park había faltado. Joon no podía imaginárselo. Y Tae se había prometido no llorar y concentrarse en su mañana, tal y como Jungkook le había pedido.

Esperaba que todo pudiera arreglarse.

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Horas antes

Jungkook pasó al salón, los ojos de Jimin se toparon con los suyos. Eran tan rojos como el carmín. Se encontraba junto a la chimenea, con una rodilla clavada en el suelo mientras removía el carbón. Dejó el atizador en su lugar y se incorporó con un semblante indescifrable. Jungkook guardaba las manos en los bolsillos del pantalón, su rostro no dejaba pasar la información, pero el aura que le rodeaba era distinta. Menos oscura y fría de lo normal. Como si llevara a Taehyung impregnado tras haberle tenido a su alrededor.

—¿Está bien? —preguntó Jimin.

—Le he tenido que dar mi sangre —respondió Jungkook.

Se sentó en el sofá, cruzando las piernas elegantemente. Jimin apretaba la mandíbula, desviando su afilado rostro.

—Casi le mato —murmuró con un timbre siniestramente neutral.

—¿Cómo te sientes al respecto? —indagó al mayor.

—No quería parar —expuso Jimin lenta e inexpresivamente.

—Sabes lo que pasó la última vez, Chim —dijo Jungkook.

—¿Maté a un montón de gente?

—Te arrepentiste durante años.

Jimin se desplazó hacia el mueble donde se encontraban las botellas de licor. Agarró una de cristal a la que le quitó el tapón y se sirvió un par de dedos de Bourbon.

—En la cuenta de asesinatos, ¿quién crees que va ganando? —formuló mientras tanto.

—Yo no me como a la gente —Jungkook ladeó la cabeza—. Por lo general.

—Mnh. Así que ahora tú eres el hermano bueno.

—Vaya, la recaída te ha sentado fatal —contempló Jungkook—. Jimin, sabes que hay un cabildo detrás de nuestro culo. Sabes que está Rayna y su abuela, dos brujas. Por no mencionar a los dos lobos que nos quieren matar. Estamos andando por el filo del barranco, y te encanta saltar, aunque no haya agua en el fondo.

Jimin se llevó la copa a los labios, tomó un pequeño sorbo y le miró relamiéndose.

—Tú me conoces bien —dijo con una sonrisita.

—Ya lo creo. Tae te quiere demasiado —mencionó Jungkook, tensando a su hermano—. Es un chico insistente, de los que no se rinden, así les golpeen la cara una y otra vez...

—No necesito que me digas lo que debo hacer —agregó Jimin más serio.

—Ah, ¿no? ¿Vas a hacer lo correcto? ¿Por qué? ¿Por amor?

—Sí, Jungkook. Por amor —suspiró, dejó la copa en el mueble y se desplazó hacia él con los mismos iris candentes—. Allí arriba, cuando le tenía para mí, ¿sabes qué es lo único que podía oír? El bombeo de su corazón, rozándole la arteria. La sangre fluyendo a través de su cuerpo mientras se retorcía contra mí. Me gustaba que se resistiera, que sollozara mi nombre y que gimiera —exhaló con lascivia—. Eso soy yo, Jungkook. Pura maldad. Placer. Frenesí. El que no tiene tiempo para recordar ni para sentir, hasta que es demasiado tarde. El que lo quiere todo. Todo. Aunque después nunca más pueda volver a haber algo.

—Mnh —Jungkook actuó con pasividad—. Y, ¿Qué vas a hacer?

—Dejarle. Antes de que sea demasiado tarde.

—Le vas a destrozar.

—Pero estará vivo.

—¿De verdad es lo que quieres?

—Lo que quiero ahora no es importante —respondió con tirantez.

Jungkook levantó el mentón, le observaba desde el sofá con su habitual tranquilidad. Y en lugar de darle el sermón, parecía bastante tranquilo. Tenía toda paz de su parte, ni siquiera parecía que fuera a recriminarle.

—Vale. Pues díselo.

—Lo haré. Dile que espere unos días, y... —Jimin se dio la vuelta y recuperó su copa. De un trago, vació el resto del contenido—. Hablaré con él —finalizó.

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Aramintha echó las especias en el cazo caliente, lo removió durante un buen rato hasta que el ardiente líquido comenzó a burbujear. Rayna le echó unos pétalos, y un par de raíces cortadas en pequeñas fibras. Olía a romero, a piñas de pino y tenía un toque ligeramente ácido como la lima.

—¿Estas estarán bien? —preguntó Rayna.

La abuela se volvió, echándole un vistazo a los pequeños frascos que la chica sostenía.

—Será suficiente. Hay más en ese cajón.

Rayna sacó más de media docena. En un rato, rellenaron los frascos y los guardaron en una pequeña caja de madera que contenía unos diminutos compartimentos perfectos para colocarlos. El timbre de la casa sonó a las cinco y media.

La ojiverde le abrió la puerta a Soobin. Vestía una sudadera y una cazadora vaquera, y le miraba con ese par de ojos enormes y castaños que siempre había conocido.

—Hola.

—Hey, ¡hola! —Ray le saludó con una gran sonrisa—. No te quedes ahí. Pasa, por favor.

Era la primera vez que Soobin estaba en casa de Rayna. Le sorprendió la estructura de la casa, más oscura y antigua, con altos tabiques y decoración del siglo pasado. Por los tapetes, las cortinas púrpuras y la cantidad de plantas que había en cada rincón, sabía que las Rey eran una familia creativa.

—Oh —Aramintha parecía sorprendida.

—Ella es mi abuela, Soob —le dijo Rayna.

—Buenas, señora —contestó Soobin.

—Dios mío, ¿cómo has podido crecer tanto? —expresaba con la boca abierta—. Casi eres un hombre, chico. ¡Y pensar que te pareces tanto a tu hermano!

Soobin comenzó a ruborizarse, y definitivamente lo hizo cuando ella agarró una palma con ambas manos.

—Veo dolor, y también una larga búsqueda. Un gran viaje prepara el destino para ti, muchacho. Pero qué es lo que estás buscando, ¿tu pobre corazón molido o ese lazo de sangre que crees haber perdido?

Rayna le quitó a Soobin de en medio antes de que a Aramintha se le fuera la boca. Su abuela lo captó de inmediato: no debía meter las narices de más, aunque ella siempre acostumbraba a hacerlo.

—No le hagas caso —carraspeó Ray.

—¿Qué es eso de ahí? —dudó Soobin, señalaba la caja de madera que había sobre la mesa de la cocina.

—Pociones para licántropos —Ray agarró una y lo sostuvo en el aire, el líquido tenía un tono ligeramente verdoso—. Bloquean los efectos de la luna llena. Si ha salido bien (mi abuela está totalmente segura de que es así), debería contener el organismo de un licántropo y evitar su conversión en lobo. Alex me dio ayer por la tarde la receta. Él lleva seis años pagándole a una bruja, en California —esbozó una leve sonrisa mientras arqueaba las cejas—. Nosotras se las hemos hecho gratis. A cambio, mantendrán su rabo entre las patas.

—¿En serio? Wow —Soobin contempló los frascos, sacó uno con los dedos y después volvió a colocarlo en su lugar.

—¿Qué te parece?

—¿Puedo quedarme yo con uno?

—¿Uh?

—Es para... Para Dave. Quiero hablar con él. ¿Podría entregarle el primero? —ofreció Soobin—. Lo haré de buenas, en serio. Jamás jugaría con esto.

Rayna parpadeó varias veces. Sabía que su relación y la del chico no era la mejor, pero a fin de cuentas lo importante era su intención.

—Está bien. Todo tuyo —le hundió un pequeño botecito en el pecho, y Soobin lo tomó—. ¿De verdad? ¿No vas a...? ¿Tratarme como un inútil? ¿Cómo un imbécil? —ironizó el muchacho— ¿A decirme que soy demasiado joven, y debería meterme en mi habitación y cerrar la boca?

La ojiverde se quedó unos instantes en silencio. Apoyó las caderas en la mesa y lentamente, sus comisuras comenzaron a curvarse.

—Confío en ti —le dijo con más afecto.

Soobin bajó la cabeza con cierta timidez y apretó el frasco entre los dedos. Se sentía bien que alguien en aquel maldito pueblo dejara de tratarle como un crío. Él quería demostrar que era más que eso.

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No había hablado con Rayna ni con nadie. Es más, en toda esa semana, se había dedicado a ir a clase, volver justo después del instituto a casa y meterse en su dormitorio para no ver a nadie. Everly había tocado varias veces en su puerta. Una vez le preguntó si quería acompañarla para ir de compras, y en otra ocasión, sólo le preguntó si había cogido sin permiso su cargador. Tae notaba la suspicacia que había en su mirada; dudaba de él, sobre si había algo más, si tenía problemas, o le estaba ocultando algo. Era su tía, estaba preocupada. Afortunadamente, veía casi a diario a Namjoon (las tardes o noches en las que no salía muy tarde de la recepción del hospital), y se habían convertido en una bonita pareja. Tae se sentía bien con eso, sabiendo que su tía estaba bien acompañada y que Namjoon era alguien de total confianza.

Una noche, salió a hacer footing tras pasear a Mike, y después se pasó por el Bell's para comprar una bebida. Creyó ver a Jungkook sentado en la barra, en la compañía de Namjoon. No estaba al tanto de la relación que tenían, pero Tae se mantuvo detrás de una pared, les echó un ojo y contempló al vampiro hablando con él. Si eran amigos o no, no era su asunto. Pero de alguna forma, se sintió muy curioso con aquello. ¿Joon hablaba con Jungkook? ¿Cuáles eran sus temas de conversación? No creía que Jungkook fuera una persona especialmente amigable; su humor, su manera de ser y sus tonos habitualmente sarcásticos dejaban un poco que desear. Aunque a él le gustaba un montón que fuera algo difícil (quitando la parte de cuando amenazaba con matar a alguien). Jungkook era muy noble. La noche en la que le sacó de la ducha, desnudo, vulnerable, le dio su sangre y le dijo que todo estaría bien, le había hecho abrir definitivamente los ojos con él.

Y le daba igual si lo hacía por él o por su hermano Jimin. En el fondo, Jungkook era bueno. Así ese fondo estuviera a varios kilómetros de la superficie.

Tae se encontró a sí mismo pensando en ese tipo de ideas mientras apretaba el tapón de la bebida entre los dedos. Sacudió la cabeza para quitárselo de encima. Babear con Jungkook no era su plan (Dios le librara). Todavía le dolía el corazón por Jimin, y los días se estaban volviendo increíblemente largos sin él. Sin que apareciera en clase, o siquiera le escribiese un mensaje. Le echaba de menos.

El muchacho salió por la puerta del Bell's manteniendo un perfil bajo. Jungkook giró la cabeza en cuanto salió del local. Le había olido. Sabía que había estado allí alrededor de diez horas. Oler su ropa unas semanas antes, tener un abrigo que había estado húmedo por su piel desnuda, y que le hubiera abrazado las noches previas, había vuelto a su olfato más sensible a él. Lavanda, pomelo, y madera de sándalo, con un toque de vainilla en el pelo. Le reconocería en cualquier lado, y hubiera ido a por él, si mantenerse distanciados no fuera estrictamente necesario. No quería acercarse más a Taehyung, encariñarse con él, quererle, era un tipo de verbos que no se podía permitir.

Mucho más tarde, después de que Namjoon se marchara del Bell's, Jungkook tomó su vehículo. Jimin se encontraba en casa. Esos días, había estado tratando de lidiar con la ansiedad de la sangre, entre bolsas que le daban náuseas (su cuerpo estaba rechazando la sangre a temperatura fría), copas de whiskey, y los terribles recuerdos de él hiriendo a su delicioso y tierno amado.

Escuchó el tintineo de la puerta abrirse y giró la cabeza tras escuchar el sonido de unos zapatos de tacón. No sólo eran un par, sino dos. Jungkook apareció con dos señoritas. Dos mujeres jóvenes, una vestida de rosa y otra de azul. Parecían tener ganas de divertirse, y, sin duda, Jungkook las habías traído con un poco de compulsión vampírica.

—Y, amores, este es mi magnífico hermano. J. De Fiore —le señaló con una mano.

La primera sonrió como si acabara de conocer a un ángel. Jimin se sintió un poco tenso al principio. Jungkook pasó un brazo por encima de la segunda y le acarició el mentón con los dedos.

—Cielo, disfruta de la noche. Ofrécele tu cuello y no sientas miedo. Todo irá bien —murmuró maliciosamente.

Jimin la vio acercarse con ese rostro que pedía caricias y mimos. Posó una mano en su pecho y él le envolvió la cintura con un brazo.

—Mi nombre es Annie —le dijo la de azul.

Jimin podía sentir cómo le ardía la lengua.

—¿Annie? ¿Cuál es tu tipo de sangre? —formuló sediento.

—Es A positivo, me han dicho que es dulce —coqueteó.

—Eso tendré que comprobarlo —jadeó, y seguidamente, hincó los dientes en su cuello.

Annie se quedó lánguida en sus brazos. Jungkook ya se había sentado en el sofá con la segunda muchacha, la cual estaba acomodándose bajo su brazo.

—Entonces, ¿tienes 170 años?

—171.

—Vaya, ¿y cómo te conservas tan bien?

—Duermo en formol —satirizó.

—¿En serio?

—No. Estoy siendo sarcástico.

—¡Oh! ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Qué gracioso eres!

Su risa hizo descartar a Jungkook definitivamente a la chica. A él no le gustaba la gente con menos neuronas que una fregona. Y, de todos modos, también prefería al género opuesto desde hacía un buen tiempo.

A todo esto, Jungkook se levantó a gran velocidad y se colocó tras Annie, desenlazando lentamente los brazos de Jimin, que rodeaban a la muchacha.

—Querido J., ¿qué tal si la dejas respirar un poco? No te tomes toda la botella de vino de un trago —le recomendó.

Jimin la soltó a regañadientes. Tenía la boca llena de sangre, se relamió el labio inferior con soberbia. Jungkook se encargó de llevarse a Annie hasta un asiento, después encendió el reproductor de música y puso algo más animado mientras servía unas cuantas copas para sus nuevas compañías. Mientras tanto, Jimin no perdió el tiempo con la segunda. Empezó a coquetear con ella en el asiento, le preguntó su tipo de sangre, y le pasó un dedo sensual por el cuello. Ella levantó el mentón para mostrárselo y él cedió a la curiosidad, ladeando la cabeza y hundiendo los dientes en un nuevo cuello.

Posteriormente se relamió y le sujetó el rostro dulcemente.

—¿Cuál es tu nombre, encanto?

—Emma.

—¿Tipo AB, Emma? Reconocería tu sabor en cualquier lado.

Ella sonrió y asintió con la cabecita. Su hermano pequeño iba a pasárselo de muerte esa noche.

Durante las siguientes horas, Jungkook se implicó en la diversión. Bailaron, bebieron, las chicas se emborracharon, y de repente, Jimin estaba besando a una y a otra, alternando algunos besos con mordiscos. Jungkook también mordió, aunque lo hizo por catar el vino. A él no le interesaba alimentarse, ellas eran para su hermano. Pero igualmente, pensó en que no eran tan distintos. No, después de todo.

Si las había llevado allí, era para distraer a Jimin. Él era un destripador, el peor tipo de vampiro cuando recaía en el frenesí de la sangre. Podía matar sin control, desactivar su humanidad y emborracharse como un loco antes de despertar de aquel trance. Lo que venía después, era sumergirse en una vorágine de terror, culpa y autocompasión. Tantas emociones de golpe podían matar a alguien. Y para un vampiro, sentir todas esas cosas multiplicadas por diez, era todavía más duro.

Por irónico que fuera, estaba intentando ayudar a Jimin. Primero iba a saciarle y permitir que su yo más instintivo se sintiera satisfecho y relajado. Después, cuando encontrara un momento de claridad, le empujaría para que viera a Taehyung de manera controlada y cerrara ese lazo que le estaba torturando. El último paso era el más circunstancial, pero no había decidido del todo cómo hacerlo y aún se lo estaba planteando. Todo dependía de qué tan fuerte pudiera ser la recaída de Jimin en aquel pozo de sed y vacío infinito.

El amanecer había llegado horas más tarde. Annie se encontraba tumbada sobre la mesa, borracha y dormida. Emma estaba en el sofá junto Jimin, después de una buena sesión de susurros subidos de tono y roces calentorros, ella había perdido toda su fuerza y ahora se encontraba desfalleciendo en los brazos del vampiro.

Jungkook se apoyó en el respaldo y murmuró algo para cortarle el rollo al menor:

—¿Quieres que se vaya a dormir o directamente a su funeral?

Jimin captó la indirecta al cabo de unos segundos. Apartó los colmillos de ella sólo porque se sentía extasiado y había bebido tanto que, de momento, se encontraba satisfecho. En cuanto el menor dejó a Emma en paz, Jungkook se mordió la muñeca, pasó el antebrazo desde atrás y la colocó entre sus labios, obligándole a tomar un poco de su sangre para que se recuperase de la probable anemia que Jimin le habría causado.

No le apetecía tener al cabildo pegado al culo por culpa de su hermano. Después se encargó de sujetar el rostro de Emma, y posteriormente de Annie, recordándoles con un poco de manipulación mental que debían dormir muy tranquilitas, y, cuando se despertasen, se marcharían a casa y no recordarían nada más que el pedazo de fiesta universitaria que se pegaron con una hermandad de jóvenes salidos.

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El viernes, Taehyung salió a correr. Necesitaba ejercitar, quemarse, notar que los músculos le dolían y jadear hasta que se le quemasen los pulmones. Lo que fuera con tal de dejar su dolor de lado. Le había enviado un solo mensaje a Jungkook, y ese había sido el de quedar junto a la arboleda Pinewood. Era un vasto y largo paraje, considerado como un parque natural por mucha gente del pueblo, por el que la gente salía a hacer ejercicio y a sacar a sus mascotas. Pensaba que Jungkook le ignoraría como llevaba días haciendo, pero luego de darse una vuelta por allí y echar un trago de agua en una fuente, le vio aparecer reclinado en el tronco de un árbol, en la zona más sombría de aquellos terrenos.

Taehyung suspiró, caminó hacia él con un paso rezagado. Los ojos negros de Jungkook yacían sobre él, con esa cautivadora mirada y cruce de brazos despreocupado.

—¿Quería el príncipe verme? —le llamó.

—¿Todavía no puedo hablar con él? —Tae fue directo al grano.

Los párpados de Jungkook se volvieron pesados, a Tae se le erizó la piel por el vistazo que él le echó por encima, escudriñándole de arriba abajo, como si valorase que era una pieza comestible.

—¿Tantas ganas tienes, amor?

—Tengo miedo —reconoció Tae.

—¿De...?

—De que... No sé... Jungkook —Tae parecía perdido en una nube de preocupaciones, se pasó una mano por el cabello—. Tengo una mala sensación. ¿Tú...? ¿Tú que crees?

Jungkook desvió la mirada. El humano tenía buena intuición, ese era el problema de aquel monstruito de ojos azules. Le apetecía evadirle y cambiar de conversación. Pero, ¿y si hacía justamente lo contrario?

—La otra noche, se lo pasó de escándalo —soltó el pelinegro.

—¿Cómo?

—Le llevé a dos bombones universitarios. ¿Sabes cómo están esas de locas? Lo dan todo por un tío bueno, se suben al primer coche que ven y ni siquiera se preocupan si ven una cartera llena de dinero.

—Espera, ¿Qué? —Tae frunció el ceño.

—Debes entenderlo —expresó Jungkook—. Lo necesita.

—Qué necesita, ¿qué? ¿Chicas? No lo pillo.

—Tae, es un vampiro. Vam. Pi. Ro —especificó—. Le he ayudado a desestresarse. ¿Conoces cuáles son los instintos básicos? Hambre, sexo, supervivencia.

—Jungkook, estamos en una relación —dijo molestándose—. ¿Crees que me hace gracia saber que os habéis estado comportando de forma promiscua?

—Mnh —Jungkook frunció el ceño—. ¿Por qué diablos entro yo en esa frase?

—N-No lo decía por ti —Tae se ruborizó inesperadamente.

Jungkook advirtió la leve aparición de rubor en sus mejillas canelas; y comprobarlo le encaprichó del todo. Con un brote impulsivo, le agarró las manos, acercándoselo antes de que su enfurruñamiento se lo llevara muy lejos, y le miró a unos centímetros.

—Amor, sé que te cuesta entenderlo —dijo con más suavidad—. Sé que duele, pero Jimin tiene traumas por su pasado. No es él. Y te aseguro que, a pesar de lo que pasó la otra noche, sus sentimientos continúan intactos por ti. Pero no es seguro si no se sacia primero.

Taehyung tiró de las manos y se libró de su molesto contacto. No estaba exactamente frío, sino tibio, y su aroma a hierba de menta, a bosque fresco y lejano incienso.

—No me pidas que lo entienda, Jungkook. No voy a soportar esto —dijo visiblemente enfadado.

Acto seguido, se marchó. Jungkook le contempló con un leve recelo, ¿por qué diablos le importaba si Taehyung estaba bien o no? Él no era su problema, ¡no era su relación!

Taehyung llegó a casa un rato después. Se quitó la sudadera, y en camisa corta se dejó caer sobre la almohada y hundió la cabeza. Sentía como si alguien estuviera moliéndole el corazón con un bate de béisbol, un golpe tras otro, era insoportable. Sin poder evitarlo, empezó a llorar y abrazó un cojín deseando que aquel dolor parase. No cenó, tampoco se cambió de ropa, pero pasado un buen rato, las lágrimas y el cansancio de la semana le hicieron quedarse dormido.

En su sueño, el agua de la ducha se le colaba en la boca y en los ojos. Alguien le sujetaba la nuca, y cuando lograba zafarse de aquel doloroso agarre, un demonio que tenía la cara de Jimin le miraba con globos oculares negros, a punto de lanzarse hacia él. Tae le pedía, le suplicaba que no le hiciera daño. Salió corriendo por el dormitorio y se escondió debajo de la mesa de su escritorio. Al cabo de unos minutos, Jimin se agachó y logró encontrarle. Su bufido y gruñido gutural Taehyung se despertó de un sobresalto.

Estaba jadeando. La lamparita de la mesita de noche se encontraba encendida y el despertador marcaba las cuatro y media de la mañana. Tae se removió sobre la cama, tenía frío, puesto que había olvidado taparse y cambiarse para ponerse el pijama.

En ese momento, se incorporó sobre la cama y se abrazó sus propios brazos. La idea de moverse por el dormitorio le aterró como nunca antes. Él fue a tomar el teléfono, pero la sombra de su mano en la mesita de noche le heló los huesos. Después miró al rincón que había junto a su escritorio, y al otro lado, junto al armario empotrado.

Era la primera vez que tenía aquel terror nocturno. La primera vez que pensar en Jimin le hizo sentir terror y dolor, en lugar de un apoyo.

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Días más tarde

Soobin paseaba por el cementerio bajo el abrigo polar y una cálida bufanda. Dentro del bolsillo, en su mano, agarraba entre varios dedos el pequeño frasco de cristal de la poción de Rayna. Dave se hallaba a unos metros. Estaba frente a la tumba de Tessa, su fallecida hermana. La lápida tenía un montón de flores que la familia y conocidos habían dejado, algunas ya estaban secas mientras que otras, como las que acababa de posar su hermano, seguían tan frescas como la primavera.

Dave le vio de soslayo, guardó las manos en los bolsillos y bajó la cabeza para contemplar una última vez la tumba de Tessa. No pensaba hablar con Soobin, ni siquiera podía entender por qué él tenía que estar allí.

—He visto cómo lo has pasado estas semanas. Esos hijos de puta, burlándose de ti, escribiendo cosas por el instituto —comenzó a decir Soobin—. No me caes bien. Francamente, me pareces un tipo estúpido. Pero nadie se merece eso.

—No necesito tu compasión, pequeño Kim. Métetela por el culo —rivalizó Dave—. Y ahora ve corriendo, junto a tus amiguitos chupasangres.

Soobin agarró por el brazo a David cuando el muchacho pasó por su saldo.

—Yo también he perdido a alguien que quería, Dave. Abre los putos ojos.

—¿Acostarte con mi hermana es quererla?

—Mis padres murieron hace un año y medio —le recordó firmemente—. Y sí, quería a tu hermana, quieras aceptarlo o no.

A continuación, Soobin le ofreció el diminuto frasco. Dave posó los ojos sobre él.

—¿Es fiable? —dudó.

—Rayna y su abuela Aramintha han trabajo en la poción.

David tomó el frasco y se lo guardó en el bolsillo. Después le miró con un leve recelo. Pero esta vez no parecía tan hiriente y arrogante, sus ojos oscuros le contemplaron cierto hastío, casi como si le doliera.

—¿Ella te hablaba de mí? —preguntó Dave.

Soobin se quedó helado.

—¿Tessa?

—Sí. ¿Te decía algo de mí? ¿De mi familia?

—Vuestro padre era una roca.

—Y lo sigue siendo. No ha pasado por aquí ni una sola vez. Ni una. Apenas le veo, y... agh —exhaló Dave—. Da igual.

Soobin le contemplaba con cierta lástima. Empatizar con Dave no estaba ni remotamente entre sus planes. Pero él sabía lo que dolía tener una familia ausente, comportarse como el perfecto idiota mientras todo el mundo le decía que era una decepción. Todos se habían encargado de eso.

—¿Por qué no vamos a dar una vuelta? —sugirió Soobin. Dave parecía estar a punto de negarse, así que el muchacho agregó algo más—. ¿Qué? ¿Hoy también hay luna llena?

Dave bufó una carcajada sarcástica. No obstante, comenzó a caminar junto al muchacho y compartieron un rato mucho más tranquilo de lo esperado. Caminar por el cementerio de Shadowfell no era el mejor plan, no obstante, para dos personas perdidas, aquel paisaje de tierra y lápidas, de flores y bonitos árboles, con el tímido cantar de algunos pájaros, era el más terapéutico de todos.

David le contó que su tío le había estado ayudando. Cuando llegó a casa, le explicó de dónde venía su mal carácter, un gen que generalmente heredaban los hombres de su familia. Su madre Anna, y el alcalde Trench no sabían nada al respecto. Alex incluso le había ofrecido mudarse a California después de que acabara el instituto; según su tío, él podía ayudarle. Los licántropos necesitaban estar en manada, juntarse con otros para sentirse menos aislados. Era cuestión de instinto. Alex había estado solo durante los últimos dos años, había dejado a su novia (antes de hacerle daño), y había encontrado una manada con la que estuvo durante un tiempo. Él prefería estar solo, no lo llevaba mal, pero su yo lobo necesitaba confraternizar, por lo que siempre había sido un tira y afloja.

—Sabes, no está tan mal tener a alguien que te entienda. Cuando mi tío vino a por mí, sentí que por fin alguien podía entenderme.

—Hablas como si todo hubiera sido un infierno.

—Bueno, ser el líder del equipo de fútbol, el popular del instituto, y el que está metido en todo no siempre es fácil.

—Oh, pobre de ti —ironizó Soobin—. Demasiada presión.

Dave chasqueó con la lengua.

—Invertía mi energía en embestir a los contrincantes. Ahora sé que mi humor de perros tiene un origen real. No soy un... gilipollas —dijo con más tolerancia—, a secas.

—Ya —agregó el más joven caminando a su lado.

—¿Qué hay de los De Fiore? Así que hermanos, y vampiros. Se llevan el premio gordo a criaturas raras que hay en este pueblo —expresó Dave—. No soportaba a Park cuando apareció. Con esa sonrisa de ángel, y esas pintas de que nunca ha roto un plato.

—Es el novio de mi hermano —especificó Soobin.

—Lo sé, ¿y?

—Quiero decir, es mejor que no me meta. Pero él no me gusta ni un pelo.

—Jungkook es peor. Alex me ha dicho que es peligroso —comentó Dave con él.

—Y creo que lo es. Ninguno de los De Fiore son de fiar —murmuró el otro.

Los dos se detuvieron frente al lago que colindaba con una zona montañosa ocupada por miles de coníferas. Allí, el fresco de la mañana parecía más intenso. Soobin se agachó y tomó una piedra más o menos ovalada. Con un giro de muñeca, la lanzó y esta rebotó sobre el agua varias veces, hasta que se hundió a unos cuantos metros de distancia.

—Mi tío ha aceptado la tregua. Cuando vea esta cosa, se mantendrá al margen de todo —Dave sostuvo el pequeño frasco entre los dedos, en el aire. El brillo del sol de esa fría mañana se reflejaba en el agua, y en el contenido ligeramente verdoso que se hallaba tras el cristal—. Pero no si matan a alguien. Si hay una muerte provocada por otro vampiro, todos saltará por los aires.

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Taehyung se hallaba en la parte trasera de su casa. El sol se ponía en el horizonte, él estaba guardando la escoba en el cuartillo trasero tras apartar unas cuantas hojas muertas de árboles del césped. Tras cerrar el cuartillo con llave, paseó por el porche trasero y no tardó en notar una presencia. De alguna manera, llevaba días esperándole, pero la punzada que le atravesó fue demasiado fuerte como para no encogerse.

Al levantar la mirada, vio a Jimin. Notó cómo su corazón se lanzaba contra el tórax. Había pasado una semana, y era como un sueño, como un espejismo. Él parecía igual que siempre, ni más delgado, ni demacrado. Guapo, chispeante y fresco como una rosa negra en mitad del bosque. A Tae le dolía mirarle. Habían pasado tantos días... Lo había pasado tan mal, preguntándose qué pasaría con ellos...

—Hola —empezó Jimin.

—Hola —respondió Tae en un timbre más bajo.

Taehyung pensaba que huiría. Que tendría miedo, desprecio, o estaría enfadado por lo que Jungkook le había contado. Sin embargo, en ese momento, fue hasta él y quiso abrazarle. Jimin le rechazó en el último momento, le apartó con la mano y le pidió que no le tocara.

—Jimin...

—No estoy aquí para eso, Tae.

—Escucha.

—No, escucha tú —interrumpió el pelinegro—. No podemos estar juntos. Ahora, no.

Taehyung levantó las cejas, poco a poco se fruncieron por encima de sus ojos, con un rostro de enojo, de dolor, de incredulidad ante lo que estaba escuchando.

—Sé que no es fácil para ti. Pero podemos encontrar un método juntos. Podemos superar esto, como lo hemos hecho otras veces. Jimin, por favor —dijo abatido.

—Solo estaba contigo porque me hacías sentirme humano —disintió Jimin—. Pero no lo soy. No lo soy, Tae. Jungkook tenía razón, he estado jugando en una casa de muñecas —tuvo una breve pausa, y comenzó a caminar hacia otro lugar, dándole de lado—. Me he sentido como un chico de dieciocho años gracias a ti. Pero se ha acabado, Taehyung. No tengo dieciocho, y tampoco soy un joven estudiante a punto de matricularse en la universidad. Soy un vampiro, un depredador. Tengo 168 años. Mi pasado es demasiado oscuro y denso, como para poder navegar sobre él.

—¿¡Esa es tu maldita excusa!? ¡Tu pasado! —le recriminó Taehyung levantando la voz—. ¿¡Así es como vas a dejarme!?

—¡Casi te mato, estúpido! —exclamó exasperándose—. ¿¡Qué más quieres!?

—Puedo sobrellevarlo.

—¿Es que eres masoquista?

—¡A lo mejor lo soy!

—¡Taehyung, se acabó! ¡No quiero estar contigo, no quiero estar con un humano!

Taehyung se quedó sin aliento. Su respiración se entrecortaba, su garganta le dolía al tragar saliva.

—Pues haber empezado por ahí —dijo herido.

Jimin exhaló lentamente. No quería hacerle daño. Pero era la única forma de alejarle. La única.

—No soy lo que esperabas. Podrías, al menos, reconocerlo. Por una puta vez.

—Tienes razón —Taehyung sonrió con tristeza—. No eres para nada lo que esperaba. Por eso, deja que te trague, Jimin. Deja que la oscuridad de la que hablas te lleve. Y cuando estés ahí abajo..., cuando estés tan profundo que ni siquiera puedas oír la voz de los demás, piensa en quién eres de verdad. Sólo así, sobrevivirás.

Taehyung se dio media vuelta y entró en la casa. Se había terminado. Y esta vez podía sentirlo de verdad; era una ruptura. La persona a la que más había querido le había dicho que ya no deseaba estar con él. Tae empezó a llorar mientras subía la escalera. Se encerró en el dormitorio de un portazo.

Quería olvidarlo todo. Olvidarlos a todos. Vampiros, hombres lobo, brujas. Deseó que ojalá los De Fiore no hubieran llegado a su vida, que esa estúpida marca no se encontrase tras su oreja, y que sus padres todavía estuvieran vivos. Pero nada de eso podía eliminarse o revertirse. Por muy doloroso que fuera, Taehyung Kim se encontraba sujeto, navegando a través de los hilos del destino.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

La música de guitarra eléctrica sonaba alta. Namjoon se había vendado las muñecas y nudillos, golpeaba enérgicamente un saco de boxeo que colgaba de un tabique metálico de su apartamento. Pegaba una y otra vez, mientras que su respiración y corazón se disparaba, con la adrenalina y endorfinas fluyendo en sus venas. Le gustaba que el pelo se le pegase a la nuca, sentir cómo el músculo se esforzaba.

Él se mantenía en forma, siempre salía a correr, entrenaba, e intentaba llevar una dieta más o menos sana. Sus momentos de debilidad estaban con Eve, cuando pedían una pizza carbonara o cenaban en el mejor restaurante de comida casera del pueblo (tenían un pastel de mora delicioso). Sin contar ese maldito local de Shadowfell, el Bell's, en el que últimamente adoraba pillar una buena cogorza en compañía del silencioso y sarcástico Jungkook De Fiore.

Toc, toc, toc. El sonido de unos nudillos resonó en la puerta del apartamento. Joon exhaló su rápida respiración, se pasó un brazo por la frente apartándose el sudor y luego se dirigió a la minicadena para bajar el volumen. ¿Qué hora era? En el exterior había anochecido, pero apenas eran las nueve, por lo que dudaba si realmente la música que acompañaba a su sesión de entrenamiento hubiera estado molestando a algún vecino.

El hombre volvió a escuchar el golpeteo, y finalmente, agarró una toalla para secarse el sudor y fue hacia la puerta dejándosela sobre los hombros. Al tirar de la manija, pensó en varias excusas baratas. No obstante, no encontró a ningún vecino quejica en el umbral de la puerta, sino al mismísimo Jungkook De Fiore.

—¿Jungkook? —pestañeó con sorpresa.

—¿Joon? —le devolvió con un tono más irónico—. ¿Te he pillado creyéndote una estrella del rock?

—Del rock no, del rap. Si tuviera que actuar, preferiría rapear —dijo distanciándose de la puerta.

Lo lógico era que Jungkook entrara mientras él se desenvolvía las vendas que había usado para protegerse los nudillos. Pero apenas recordó que él no podía atravesar el umbral del apartamento sin una invitación directa. En unos segundos, Joon giró la cabeza y vio a Jungkook detenido en la puerta como un monigote inmóvil. Se le hizo gracioso.

—¿Qué? ¿Hace buen tiempo ahí?

—La gente viva dice que hace frío en estas fechas.

—Seguro que sí. Si te pido que bajes a por una cerveza, ¿me la traerás? —bromeó Namjoon desde el interior.

Jungkook se pasó la lengua por los dientes, presionando con la punta de esta en el interior de la mejilla.

—¿Crees que soy tu perrito? Invítame a entrar.

—No sé, ¿para qué has venido, exactamente?

—Me aburro.

Joon dejó las vendas de una mano sobre la mesa. Se apoyó en ella, apuntándole con una sonrisa burlona.

—Espera, ¿ahora soy al que vas a ver cuándo te aburres? Qué orgullo.

—Premio gordo, te ha tocado ser el menos aburrido de este pueblo de mala muerte —dijo Jungkook con dignidad.

Namjoon soltó una risita grave, y el vampiro advirtió que estaba riéndose de él.

—Oh, qué te den. Eres un capullo —le dedicó Jungkook desde la puerta.

—¿Sabes cuáles son las palabras mágicas? —jugueteó.

—No empieces con eso —gruñó el pelinegro—, porque me voy a largar por donde he venido.

—Vamos, sólo tienes que decirlo —le chinchó Namjoon—. Dos palabras, y te dejaré entrar.

Jungkook liberó un suspiro pesado. Quería estrangularle.

—Vale —detuvo su cháchara de forma áspera—. Está bien. ¿Podrías dejarme entrar? ¿P-Por favor? —agregó, deseando patearle el culo.

La sonrisa de Namjoon rozaba la satisfacción.

—Puedes entrar, J. De Fiore —disfrutó.

Jungkook atravesó el umbral del apartamento una vez que le concedió el permiso. Cerró la puerta tras él, en lo que Joon se libraba de las vendas de su otra mano y volvía a enrollarlas para meterlas bajo un mueble.

—Y bien, ¿a qué debo el placer de que me visites? —le preguntó de espaldas.

Jungkook paseó por el apartamento, era el típico lugar donde un hombre joven, soltero y con un trabajo más o menos mediocre, viviría de lujo. Perfecto para Joon Kim. Un salón grande con el dormitorio abierto, una cocina americana, y un diminuto balcón, y varias estanterías con libros, pesas, comics, y algunos elementos eléctricos.

—Necesito que me eches una mano —dijo el pelinegro, echándole un vistazo al lugar.

—¿En qué? —preguntó Joon.

—Asuntos filiales.

—¿Mnh?

—Si te digo que sólo me ayudes en algo, ¿me ayudarías en algo? —formuló Jungkook de manera redundante.

—¿Jungkook De Fiore pidiéndome ayuda? Carajo, casi diría que aquí hay una amistad.

—No lo digas muy alto, ya perdí la mitad de mi dignidad convirtiéndome en la amiga y niñera de ese mocoso —expresó con un leve desdén.

—¿Taehyung? Pensé que te gustaba.

—Verbo no reconocido en mi diccionario.

Namjoon esbozó una sonrisa torcida, sacó un botellín de cerveza de la nevera que abrió con un abrelatas, y luego se dejó caer en el sofá. Luego de un trago fresco y reconfortante, contempló a Jungkook pasear con las manos cruzadas tras su espalda.

—¿Para qué necesita mis servicios, señor De Fiore?

—Lo que voy a pedirte va a sonar un poquito bizarro —Jungkook hizo un gesto con un par de dedos, y le devolvió la pregunta con una leve diversión—. ¿Recuerdas la verbena líquida que dijiste que tenías? Bueno, debemos a atrapar a mi hermano. Necesita una buena desintoxicación. Llamémoslo, terapia de choque. Algo así como, una gran intervención —expresó teatralmente.

—Joder, nos ha tocado —sonó sarcástico.

—Síp —el otro se mordió el labio inferior.

—Hablemos del pago. ¿Qué me das a cambio?

—¿Eh?

—Vamos, te acompañé a ese bosque. Te salvé el culo, y también me puse en peligro con los hombres lobo. ¿Es que nada de lo que hago te parece útil?

—Vale, vale —Jungkook alzó las manos en son de paz—. ¿Qué te parece...? ¿Mi amistad?

Namjoon explotó en una carcajada.

—¿Qué coño dices? ¿Qué crees, que tengo cinco años? —soltó divertido.

Jungkook bufó con fastidio. ¿Qué tenía de malo? Tae se lo había ofrecido a él, y le pareció bien desde el principio. Aunque claro, Tae era un mocoso, un bebé. A él ni siquiera le gustaban los humanos, por qué, para empezar, ¿había aceptado aquel tonto trato, como si fuera un contrato legal sin desistimiento?

A todo esto, Jungkook se encontró a sí mismo volviendo a remover todo aquello en su cabeza. Apretó los párpados, forzándose a dejar a un lado a Taehyung. Llevaban días sin hablar. Se había convencido a sí mismo de que le daba igual. En comparación a sus 171 años, 17 años de crío era demasiado tonto para tomárselo en serio. ¿O no?

—Jungkook, no hace falta que bromees. Confío en ti y sé que, por algún motivo, tú también lo haces en mí —Namjoon trajo su mente de vuelta—. Si necesitas contarme algo, puedes hacerlo.

Los párpados de Jungkook cayeron. Y no iba a ponerse sentimental, ni ser demasiado específico. Él le dijo lo que debía saber; había recaído en la sangre desde lo del bosque, estaba alimentándose ansiosamente de su suministro de bolsas de sangre, había atacado a su pareja, e incluso parecía más diluido de lo natural esos días. No era cuestión de confianza: debían actuar ya.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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