Capítulo 23

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 23. Delirium tremens

Jimin había estado de borrachera cientos de veces. Pero en esa ocasión, se sentía más excitado que nunca. Amaba con fuerza a alguien; amor de verdad. El sexo era magnífico, la comunicación, un dulce, y su aroma humano le excitaba como el que más. El lunes de esa semana, llegó a clases e irrumpió el saludo de su novio con un beso apasionado. Rayna puso cara de asco, pasó de largo (no le apetecía convertirse en la sujetavelas oficial del instituto), y vislumbró a Soobin junto a las taquillas. Él llevaba la capucha de la sudadera puesta, los cables de los auriculares colgaban de sus orejas.

Rayna se acercó para asegurarse sobre cómo se sentía.

—Hola.

Ante la falta de atención de Soobin, tiró del cable de una de sus orejas, y repitió su saludo con un poco más de énfasis.

—Hey, ¿qué tal?

—Eh, Ray —Soobin le saludó despreocupadamente.

—¿Todo bien?

—Supongo. He visto a Dave entrando. Ha venido.

—Lo sé. Yo también le he visto —Rayna cruzó los brazos.

—¿Es peligroso? —dudó el chico.

—¿A la luz del día? No. Pero creo que debería hablar con él.

—Espera, voy contigo.

Estaban acercándose al muchacho, mientras Taehyung y Jimin conversaban en el exterior.

—Vaya, hoy te has levantado emocionado —sonrió Tae.

Jimin ladeó la cabeza y le miró coquetamente.

—¿Por qué no vienes a casa? Después de las clases, podemos ir a algún sitio para comer algo, y, después...

Jimin le pasó un dedo sinuoso por el pecho. Taehyung se mordió el labio inferior con esa misma sonrisa. Inclinó la cabeza, rozando su nariz con la suya. Jimin estaba a punto de besarle, pero un aroma conocido le hizo abrir los ojos y giró la cabeza en otra dirección. Dave acababa de pasar detrás de Taehyung, sus ojos y los del vampiro se cruzaron. Jimin arrancó el paso con un brote de irascibilidad, no obstante, Taehyung le agarró por la muñeca.

—Chim, no —masculló el castaño—. Ya sabes lo que hablamos, deja que Rayna se encargue de esto.

Jimin cedió y los dos se fueron hacia el aula. Más tarde, Dave se cruzó con Soobin en el instituto. Rayna no le había perdido de vista en toda la mañana, y en unas horas, justo después de las clases, logró ubicarle junto al gimnasio, cargando una bolsa deportiva en un hombro.

Él advirtió que Rayna y Soobin iban tras él. Se dio la vuelta y les enfrentó rápidamente.

—¿Qué es lo que queréis? —exigió saber.

—Venimos en son de paz, Dave —Rayna levantó una mano—. Los hermanos De Fiore tienen otros asuntos, pero nosotros...

—Mirad, no me toquéis los cojones —les cortó David—. Esa cripta es un lugar distante a Shadowfell. Un sitio seguro, donde transformarse y pasar la noche sin perturbar a nadie. Vuestra presencia complicó las cosas. Mi tío Alex no es malvado, no me estaba haciendo nada, ¡él vino a Shadowfell para apoyarme!

—¿Él sabía de la maldición?

—Sí, sabía que lo que sucedió con Tess —Dave sintió como ese nombre comprimía sus cuerdas vocales—, que despertaría esa mierda en mí. Pero, si no hubierais estado ahí, nada de esto hubiera pasado.

Ellos se quedaron en silencio, Dave movió la cabeza y miró a Soobin. Sus iris castaños yacían sobre el muchacho con dureza.

—¿Y tú qué coño miras, Kim? —le arrojó al menor.

—No le hables así —intervino Rayna, y luego suspiró—. Escucha, Dave. Nada de esto, ni lo tuyo, ni los problemas personales de los hermanos De Fiore con tu tío, deben afectar a este pueblo. Cada luna llena, debéis estar lejos de aquí, por el bien de la gente ¿entendido?

—Espera, ¿yo debo estar lejos de aquí? ¿Y qué hay de ellos? Son chupasangres.

—Lo controlaré —resolvió la chica.

Dave parecía estar pensándoselo.

—No quiero volver a convertirme —reconoció—. Alex toma una sustancia difícil de conseguir, pero sus existencias están escaseando.

—¿Sustancia? ¿Es como una poción?

—Evitan que la luna llena le afecte, aunque sus sentidos y la excitación continúa ahí, no tiene por qué convertirse ni perder el control.

—Bien, ¿tú no tienes nada de eso?

—No —negó Dave, su tono se volvió menos tirante conforme conversaban—. Ray, yo no quiero joder a nadie en este pueblo, ¿vale? Mi familia ha pasado suficiente, perdí a mi hermana hace unas semanas, y...

Su voz se desvaneció. Rayna también sintió cómo su vello se erizaba.

—Está bien. Busca esa receta. La de la pócima —expresó Rayna con decisión—. Yo te la prepararé para que no te conviertas más. Y si tu tío Alex la necesita, también lo haré para él. Sin embargo, esto es un intercambio de favores: vosotros no podéis tener represalias contra ninguno de los De Fiore, ni tampoco con Joon Kim. ¿Queda claro?

Dave la contemplaba detenidamente. Tras unos instantes de silencio, pareció aceptar su oferta.

—Me parece una buena proposición —afirmó el muchacho—. Se lo plantearé a mi tío.

Dave se largó después de eso. Ella dio media vuelta y observó brevemente a Soobin. Se aproximó a él guardando las manos en los bolsillos de la chaqueta.

—Esto es todo cuanto puedo hacer...

—Le odio por lo que hizo con mi relación con Tess —dijo Soobin en voz baja—. Pero no por eso le deseo lo peor. Yo... te ayudaré. Si lo necesitas.

Rayna pestañeó sorprendida.

—¿Qué? ¿Cómo un pinche de cocina? —sonrió un poco.

Soobin también sonrió, aunque lo hizo con más hastío y desvió el rostro.

—Necesito mantenerme entretenido para olvidar.

—Este mundo es de locos, ¿eh?

—No te haces una idea...

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Taehyung estaba bajo un árbol, cerca de la entrada del High School Elementary. Había hablado con Rayna sobre el acuerdo al que llegó con Dave. Tras las clases, vio a Alex Trench saliendo de la oficina de la secretaría del instituto, y ahora, ahí estaba, conversando con una profesora como si nada.

Él se mordió el interior de la boca. Todo parecía tan normal. Desvió lentamente la cabeza y sus iris azules detectaron a alguien. Jungkook se encontraba en el otro extremo del campus, su mirada se clavaba sobre Alex como el de un león dándole caza a su presa. Podía leer las intenciones de Jungkook desde la distancia; estaba seguro de que quería enfrentarse al señor Trench, agarrarle en el párking, en algún lado solitario y hacérselas pagar por lo de la otra noche. Taehyung arrancó el paso y se fue rápidamente hacia Jungkook, estorbándole a propósito.

El azabache, se encontraba estático y silencioso, como un paciente felino. La llegada de Taehyung le hizo desear poder pulsar un botón para hacerle desaparecer de su vista.

—Kook.

—Noup.

—¿Cómo qué no? ¡Todavía no he dicho nada!

—No hace falta que lo digas, te veo venir a kilómetros, amor —dijo sin mirarle.

Taehyung se colocó justo delante, interrumpiéndole la visión.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —le preguntó.

—¿Sabes que la carne de burro no se transparenta?

Taehyung exhaló una sonrisa irónica. No era tan inmaduro como para dejarse irritar por esa frase.

—Olvida lo de tu venganza.

—¿Qué dices? A lo mejor he venido a ver... lo guapa que hoy está Jade Russo —improvisó Jungkook sobre la marcha.

—Ya. Claro —Tae sonó sarcástico—. No cuela. Te conozco.

—Ni remotamente.

—Deja a Alex, ¿vale? Rayna me ha dicho que ha llegado a un trato con los Trench.

—¿Qué coño? Intentó matar a Jimin.

—Pero no lo ha hecho. Jungkook, por favor —le imploró Tae, posando las manos en sus hombros—. Si te cargas a alguien, por peligroso que este sea, vas a romper la normalidad del pueblo. Todo se va a torcer.

Jungkook le miraba mal, fatal. Apretó los dientes y clavó los iris oscuros sobre Taehyung como si fuera la cosa más insoportable del mundo. Pero también tenía razón..., y sus ojos azules eran tan bonitos con ese tono casi índigo, que le apeteció agarrarle las mejillas con los pulgares y dejarle besitos por el rostro.

—Me gustaría no saber tu idioma para no entender ni una de las patrañas de las que hablas —gruñó

Taehyung chistó con la lengua.

—Qué se le va a hacer —entonces tiró de su brazo, llevándoselo con él—. Ven, vamos a hablar.

—¿Estoy obligado a escucharte parlotear, cosita?

—Somos amigos, así que, sí. Estás obligado.

—Mnh. Mal momento en el que acepté.

Taehyung y Jungkook atravesaron una zona de césped y doblaron el edificio. Estaban pasando junto al ladrillo visto lleno de ventanas de las aulas del instituto, alejándose de los estudiantes que paseaban por allí.

—Oye, escucha. Quería preguntarte algo —prosiguió el castaño.

—Dispara, pastelito —dijo Jungkook sin mirarle.

—Jimin me dijo el otro día que podía borrarle la memoria a Soobin. ¿Qué piensas de eso?

—Que pases de lo que Jimin diga —sentenció el pelinegro.

—¿Qué? ¿Por? —Tae parpadeó sorprendido.

—Porque ha roto su abstinencia y está exaltado ahora mismo. Está robándome el suministro de bolsas de sangre como si fuera el monstruo de las galletas. ¿Y sabes cuánta hambre tiene ese monstruito?

—Oh —exhaló Taehyung—. ¿Por eso se ha cambiado el pelo? Bueno, y el otro día, cuando me llevó a Richmond, estaba increíblemente...

Cerró la boca y omitió la parte del sexo. Se le hacía extraño que Jimin no le hubiera dicho nada sobre que había vuelto a beber sangre humana. ¿Se lo estaba ocultando?

—¿Debería preocuparme? No me ha contado nada —expresó Taehyung.

—No. Déjale. Ya me encargo yo de esto, tú métete en tus cosas —soltó Jungkook.

—Kookie, Jimin es mi pareja —expresó arrugando el ceño.

Jungkook se liberó de su brazo definitivamente.

—Número uno, no me llames Kookie —le prohibió, levantando un dedo—. Y número dos, los problemas vampíricos de mi hermano es algo de lo que me encargaré yo. Tú sólo, agh, actúa como siempre. Dale tu apoyo y esas cosas empalagosas que hacéis.

—¿Te he dicho que eres un tío muy brusco?

—Y, ¿Qué te encanto? Sí.

—Está bien, me comportaré como siempre —Tae se cruzó de brazos—. Pero no entiendo por qué no me dejas llamarte Kookie.

Jungkook se quedó con cara de póker.

—¿De verdad? ¿Ese es tu problema ahora?

Por la cara de Taehyung, supo que no iba a dejar de molestarle.

—¿Qué problema tienes tú? —le devolvió el humano.

Jungkook declaró algo en su cabeza; Taehyung tenía la capacidad de trastocarle.

—Tú me dijiste que no podía llamarte ni Tae, ni amor, ¿recuerdas? —le recriminó el vampiro.

—Porque me caías mal en ese momento —discutió Tae—. Y lo de amor continúas diciéndolo, de todos modos.

—Vale. Muy bien, Taehyung Kim. Puedes llamarme Kookie —bufó para su satisfacción—, pero nada de hacerlo delante de nadie.

—Okay, será nuestro secretito —le chinchó el humano, algo divertido.

Jungkook detuvo el paso, y apuntó hacia otro lado.

—Ahí le tienes. Haz tu magia —dijo señalando a Jimin.

Él estaba a unos cuantos metros, junto al Mustang. Debía estar esperándole.

—Ve con él o se va a poner como una moto —agregó Jungkook.

—¿Por qué? Creía que ya lo había aclarado.

—Espera, ¿habéis hablado de mí?

Tae se mordió la lengua.

—Hace un tiempo. Después de mi secuestro.

—Ah. ¿Quieres decir, después de haberte llevado a Nueva York y tratarte como un rey? Qué secuestrador más sexy tienes.

—Jungkook, se te llena la boca cuando hablas de ti mismo —bromeó Tae.

Los párpados del pelinegro se afinaron.

—Bueno, y, ¿qué le dijiste, si se puede saber?

—Nada —Tae desvió la mirada.

—¿Nada? —repitió el otro.

—No. No tengo nada que decirle, ¿qué quieres que haga?

Jungkook entendió a lo que se refería. Tae no le había hablado de lo que vio en su cabeza. Y por lo visto, tampoco del segundo beso que le dio su noche de resaca vampírica. En parte, era lo más sensato. Pues, de todos modos, no pensaba volver a hacerlo, y se sentía más o menos cómodo con que Tae no hubiera hecho un mundo de ello, sino todo lo contrario. Era bastante maduro para esas cosas.

Tae estaba a punto de separarse de él, cuando vislumbró al señor Trench dirigiéndose a su coche. Sabía que él también le había visto, y si se separaba, estaba dejando a la fiera totalmente libre y a sus anchas. El muchacho extendió una mano y agarró a Jungkook por la muñeca antes de que se separaran. Sus dedos alcanzaron bajo la manga, rozando parte de la piel de la muñeca y de la palma. Una sutil corriente eléctrica les atravesaba.

—No hagas nada, ¿vale? Deja que Rayna se encargue de esto —le pidió Tae en voz baja.

Jungkook se acercó a su rostro brevemente.

—Te permito que me llames Kookie. Pero lo de tocarme, son derechos reservados para otros —murmuró.

Tae le soltó y apretó los nudillos.

—Hmh, hasta luego —se despidió sin agregar nada más.

En unos instantes, atravesó el párking y llegó hasta Jimin. Él se encontraba reclinado cómodamente sobre la puerta del coche.

—¿Qué te decía Jungkook? —preguntó con media sonrisa.

—Eh... —Tae bajó la cabeza—. Nada, es que, ha visto a Alex Trench.

—Yo también —dijo Jimin—. Pero respetaré la decisión de una Rey. Si Rayna y su abuela creen que puede mantener este pueblo a salvo...

Tae agradeció mentalmente escuchar esas palabras. A continuación, Jimin desbloqueó el vehículo y le indicó que entrara con la cabeza. A mediodía comieron juntos en un diminuto restaurante casero de Shadowfell, y por la tarde estuvieron comprando algunas baratijas por el pueblo. La decoración navideña se había hecho presente en esos días. Había abetos a la venta, luces, bolas de navidad, figuras navideñas y espumillones.

Taehyung se hizo con una bata de piel de borrego, y unas zapatillas nuevas. Tomaron el vehículo para ir finalmente a la casa condal del pueblo. En el interior, Taehyung se preparó una bebida caliente en la cocina, y Jimin se sirvió un Bourbon para saciar la ansiedad. Se metieron en el dormitorio del pelinegro con el plan de estudiar, no obstante, los apuntes y las mochilas quedaron a un lado, y Tae y Jimin se diluyeron tan solo besuqueándose junto al escritorio céntrico del dormitorio.

—No deberíamos tener problemas con los licántropos —hablaba Jimin.

—Siento lo que ocurrió allí —se disculpó Tae.

—Está bien. Ya ha pasado —suspiró Jimin.

—¿No vas a... regañarme por lo que hice?

—¿Por qué te pedí que te quedaras en el coche y no lo hiciste? —formuló Jimin, arqueando una ceja.

—Jungkook se quedó conmigo por eso —dijo admitiendo su error—. Pero debía haber estado contigo. En sus ojos, podía ver que quería hacerlo. Quería volver a por ti. Siento lo que ocurrió... Y lo de la sangre. Dime, ¿has vuelto a...?

—No —le interrumpió—. Y lo demás, da igual. Eres valiente, Tae —Jimin se acercó a él, posando una mano en el costado de su cuello. Con el pulgar, le levantó el mentón para que le devolviera la mirada—. Eso es lo que me gusta de ti. Eso, y... esto.

Jimin se inclinó lentamente para besarle. Sus labios eran dulces y sedosos al principio, el humano notó como sus rodillas se volvían frágiles. Le sujetó la nuca y abrió la boca, permitiendo la entrada de su ardiente lengua mientras su corazón se disparaba contra el tórax. Se sentía encogido por la espontánea pasión del muchacho, pero así habían funcionado las cosas desde que se conocieron; la atracción era fuerte, y las chispas saltaban con facilidad. Las manos de Jimin trazaron el contorno de su cintura y bajaron hasta el trasero de Taehyung, moldeándolo. El humano jadeó en su boca, y acto seguido, él le levantó sobre sus caderas y lo cargó hasta la cama del dormitorio.

Tae supuso que su conversación había terminado. Jimin le dejó sobre el colchón con hambre, mordiéndole el labio inferior con descaro. El humano advirtió que su pareja estaba más agresiva de lo normal, pero la excitación le nubló la mente. La respiración de Tae era errática, sus manos levantaron la camiseta de Jimin por el perfecto abdomen, acariciándolo con las yemas. El mayor se lo tomó como una petición para desnudarse, se sacó la camiseta por encima de la cabeza y le miró relamiéndose, con las pupilas dilatadas, los iris incandescentes y el cabello desordenado previamente por sus manos.

Su torso era perfecto, delgado y musculoso, con los pectorales suaves y definidos. Él le acarició el torso, pasando los dedos suavemente por encima de los pezones erizados, por los abdominales que rodeaban un ombligo suave y delineado. No había ni un rastro de vello, ni en el pecho, ni en sus brazos. Los bíceps eran suaves y musculosos, con el contorno de los hombros redondeados. Taehyung ya lo había visto otras veces, disfrutaba de besar por encima de sus clavículas, trazando una línea de besos por el tronco en dirección a su ombligo. Jimin era demasiado desalentador si quería compararse, pues sus muslos estaban maravillosamente definidos, como el de un bailarín de danza lírica.

—Te voy a comer —murmuró Jimin con una inusual voz ronca.

Taehyung parpadeó con una leve docilidad, sus labios entreabiertos, más rosados, apenas podían contener el aire de sus pulmones.

—¿Cómo...?

Jimin le llevó las muñecas por encima de la cabeza.

—No las bajes —le ordenó con un timbre más oscuro.

El juego comenzó a partir de ahí, Tae jamás pensó que podría sufrir tanto por su forma de desnudarle. Jimin desabrochó su pantalón de pana y tiró de la tela hacia abajo, llevándose el bóxer al mismo tiempo. Él levantó las piernas para que pudiera sacarle la prenda. Inclinándose, Jimin besó el hueso de su tobillo, y después lo colocó sobre su hombro para tener un mejor acceso a él. Deslizó las manos tanto por el exterior como interior del muslo, y sus gruesos y suavísimos labios, como dos almohadas de plumas, trazaron un camino desde el gemelo hasta la rodilla del humano como si fuera terciopelo.

Y todo en lo que podía pensar era en él, en su calidez, en el sabor ligeramente salado, con aroma a jabón, de una piel tersa y suave bajo sus yemas. El pulso era tentador, pero la excitación y los fuertes sentimientos le llevaban más allá. Jimin mordió suavemente por encima de su rodilla, Taehyung podía ver los finos colmillos que asomaban bajo sus labios. Los ojos de Jimin parecían ascuas, pero él desvió el rostro concentrándose en besar el interior de su muslo, subiendo un poco más hasta la ingle. Trazó un camino con la punta de la lengua hasta su miembro y a continuación se lo introdujo en la boca. Mientras lo hacía, salivó y lo masajeó con una mano, liberándolo eventualmente para levantar el jersey de Taehyung por encima del pecho y tener una mejor vista de su forma física.

Taehyung hundió los dedos en su cabeza mientras Jimin se concentraba en su miembro, chupándolo dulcemente, y otras veces, con más energía. Una de las piernas de Tae se encontraba por encima del hombro del vampiro, el más joven jadeaba todo su aliento, espiraba su nombre y le acariciaba los mechones de pelo deleitándose.

Cuando lo dejó ir, Jimin parecía muy excitado, él se liberó del cinturón con aquel rostro lascivo y le apuntó con los párpados tan bajos como los de un felino.

—Te dije que no bajaras las manos —murmuró en tono grave—. ¿Debería enseñarte un poco de disciplina?

Tae sonrió, pero no tuvo tiempo para responder, pues el compañero ocupó el espacio perfecto entre sus muslos, hundiendo sus caderas en el joven y posicionándose sobre él hasta que sus rostros se encontraron con un beso pasional. Su primera embestida fue rápida y tensó a Taehyung. Sin embargo, posteriormente, Jimin le cedió unos instantes para que se acostumbrara a unos empujes más suaves, hasta que el joven se amoldó a ello con un rostro más placentero. Estaban haciéndolo y Taehyung sentía como las llamas devoraban su piel. Jimin conocía el ritmo que le gustaba, donde la suavidad abandonaba las rítmicas y profundas embestidas, convirtiéndose en algo más intenso y frenético, que les sumergía en un vaivén.

El vampiro ocupó su boca con un buen beso, uniendo los gemidos ahogados de ambos. Se detuvo súbitamente tras aquello, y Taehyung, todavía relamiéndose, se preguntó si había algo mal.

—¿Jimin? —exhaló, mientras el otro se incorporaba.

—Ven.

Jimin salió de entre sus piernas y masajeándose el miembro, le ayudó a desplazarse hacia un lado para que cambiara de posición. Taehyung clavó las rodillas sobre el colchón y arrastró la almohada de plumas para apoyarse mejor. El otro dejó que sus manos navegaran por la curva de su espalda, contemplando la hermosa vista del cuerpo canela de Taehyung. Delgado y estilizado, más de lo que su ropa habitualmente ancha dejaba ver, con bonitos muslos, cintura estrecha y hombros delgados pero estilosos.

Sus instintos básicos estaban muy estimulados, Jimin le apretó las caderas con las manos y empujó en su interior, sintiéndose fascinado. Su fuerza se salió un poco de los límites que hasta entonces se había puesto con él. En ese momento tan sólo era sexo, se dejaba llevar por el impulso en busca del placer y la satisfacción.

Taehyung se mordió el labio inferior con tanta fuerza, que se dejó una marca oscura en él. Apretó los párpados y se sumergió en la sensación física de sus embestidas, de su jadeó tras la nuca, sus yemas hundiéndose tras las caderas, y en ocasiones, inclinándose para abrazarle la cintura. El orgasmo les golpeó con tanta fuerza, que Taehyung se quedó sin energía. Jimin echó la cabeza hacia atrás, manteniéndose en su posición, jadeando rápidamente y notando el pulso del compañero bajo los dedos.

Cuando salió de él, se dejó caer a un lado. La garganta le ardía, notaba la lengua seca y los colmillos dolorosamente afilados. El suave olor a sudor humano, la manera en la que él todavía jadeaba débilmente, con el cuerpo lánguido, le provocaba un repetitivo pálpito en las encías. Jimin se inclinó junto a Taehyung, haciéndose cargo de él para tomarlo entre sus brazos. La visión de sus clavículas, de su cuello expuesto y palpitante, provocó que sus pupilas se dilataran como las de un depredador. Sangre. Sangre. Quería sangre. Taehyung dijo algo, pero Jimin únicamente podía escuchar el flujo de su sangre fluyendo a través de sus cuerdas vocales, de su garganta fácilmente destrozable. Tenía un cuello tan perfecto, la nuez de adán suave y mordisqueable. Y estaba seguro, segurísimo, que la sangre de Tae no sabía tan amarga como la de Rayna. Por su aroma, él debía saber a licor de caramelo, de avellanas. A bombón relleno de whiskey con cerezas. Debía ser como sorber del Santo Grial.

Y él se encontraba desnudo entre sus brazos, frágil, débil, vulnerable. Eso era lo que le gritaba su instinto vampírico; debía tomar lo que era suyo, agarrarlo, sin permiso, pues así funcionaba la cadena alimenticia cuya corona recaía sobre su cabeza.

Jimin jadeó por la sed, tensó los labios hacia atrás, mostrándole los colmillos a la dulce criatura que era su pareja. Y en el último segundo, miró a su rostro con un gesto de soberbia como un león contemplaba el último instante de fulgor de una gacela; el precioso rostro de Taehyung, de cabello castaño y revuelto, de mejillas más rosas por la actividad física, y labios rosas y brillantes por los besos, le trajo de nuevo a la tierra. Su voz se distorsionaba como si lo escuchara a través de una pared de cristal. Jimin parpadeó varias veces, y de pronto, advirtió lo que había estado a punto de hacer.

—¿Estás bien? —oyó a Taehyung repetirle—. ¿Jimin?

Jimin apartó los brazos y se separó de él, se llevó una mano a la boca y desvió el rostro. Se sentía horrorizado. ¿Había estado a punto de morderle? ¿De hacerle daño?

—Jimin —Taehyung le tocó un hombro.

Jimin negó con la cabeza, y no volvió a mirarle.

—Necesito un momento —solicitó, deslizándose hacia el borde de la cama—. ¿Te...? ¿Te he hecho daño?

—Hmnh. No. Eso ha sido...

Giró la cabeza y le contempló de soslayo, con un rostro circunspecto.

—Intenso —prosiguió Taehyung—. Pero estoy bien —alegó—. Ha sido increíble. Últimamente, estás, uhm... un poco... excitado.

Jimin se incorporó desnudo, se peinaba el cabello oscuro hacia atrás, con una mano.

—Me siento bien —expresó.

—Lo he notado —Tae le siguió con la mirada—. ¿Te ha gustado a ti?

Jimin apretó la mandíbula, asintió con la cabeza. ¿Qué si le había gustado? Se había comportado como un animal y eso era lo que más le preocupaba. Taehyung, por supuesto, no iba a recriminarle nada. Él era demasiado bueno, siempre lo había sido.

El humano se levantó de la cama, llevándose la sábana con él y se posicionó frente a un Jimin desnudo que parecía algo pensativo.

—Eh, ¿Qué ocurre? Mírame —Tae le tocó el rostro con una suave mano—. No puedes seguir teniendo miedo cuando estás conmigo.

Los párpados de Jimin cayeron más bajos, sus iris se volvían calientes cuando se miraban, y su aspecto pálido y de cabello oscuro y desordenado, le hacía parecer más salvaje. Jimin no respondió a eso, pero tiró de la sábana que sujetaba, la cual cayó al suelo, y le acercó con un brazo a su cuerpo desnudo, notando la tibieza de su piel.

—¿Alguna vez te he dicho lo hermoso que eres? —formuló Jimin.

Taehyung se sentía confundido con su actitud; él pasaba del flirteo y la intensidad, al pavor, y después regresaba al mismo lugar como si un ser distinto volviera a hablarle. Taehyung aplicó otra técnica, deslizó una yema suave por su pecho y le miró con más dulzura.

—Tengo una idea. ¿Por qué no vamos a la ducha juntos? —le ofreció Tae.

Jimin se mordió la punta de la lengua sutilmente. Sin contestarle, deslizó la mano de su muñeca hasta sus dedos, llevándoselo sosegadamente con él. El cuarto de baño del dormitorio era grande, con suelo de madera oscura, un gran lavabo con un bonito espejo rectangular, una bañera de hidromasaje, y a un lado, una espaciosa mampara con una ducha. Taehyung nunca había compartido un momento de tanta intimidad con alguien, pero creía que Jimin era la persona indicada.

El pelinegro abrió el grifo de la ducha y en unos segundos, la lluvia fría comenzó a tornarse en una cálida. Él entró primero y después se unió el castaño. Jimin tiró de sus manos, acercándoselo para tomar un dulce beso bajo el agua a temperatura. Sus facciones parecían más afiladas mientras la lluvia se deslizaba sobre su piel nívea, los labios rosas y esponjosos, con pómulos angulosos y párpados rasgados.

Taehyung estaba en el cielo, mientras se acariciaban bajo el agua. Él se dio la vuelta y Jimin le abrazó la espalda.

—Nunca he querido a nadie como a ti, Jimin. Y siento que jamás lo haré —prosiguió el humano—. Quiero estar contigo, así, siempre. Quiero permanecer a tu lado, y...

Era precioso, no obstante, Jimin no podía enfocarse en sus palabras y su razonamiento ya quedaba lejos de su persona. En ese momento, solamente podía ver su hombro y su cuello, salpicado por el agua, desnudo, con la piel suave y tostada a su disposición. Él hundió los dientes sin permiso y su primer mordisco no acertó en la arteria que buscaba. Seguidamente, agarró a Tae por nuca con los dedos, ladeándole la cabeza para exponer mejor su cuello y volver a morder. La explosión de sangre en su boca le empujó hacia una sensación similar al nirvana. Sabía delicioso, quería más de él. Jimin sorbió con fuerza y continuó haciéndolo con un gruñido gutural, mientras el compañero se quejaba y sus sentidos distorsionaban cualquiera de sus lamentos.

Sin que su instinto le permitiera sentir ni el más mínimo recelo por sus actos, Taehyung estaba retorciéndose contra él, había gritado y le pedía que se detuviera acercándose al sollozo, pero Jimin se encontraba lejos de escucharlo. La sangre se deslizaba bajo el agua y se aclaraba en el suelo de brillante mármol de la ducha, a sus pies.

Su cuello se enfriaba con un punzante hormigueo mientras el vampiro tensaba los férreos dedos que le agarraban la nuca sin piedad, provocándole una helada sensación allá donde los colmillos ahondaban bajo la dermis. Taehyung pensó que iba a morir, el agua se le metía en los ojos y en la boca, el dolor le atacaba si intentaba moverse y creía que lo único que podía hacer era esperar hasta que la tortura terminara, notando como la esencia de su vida le abandonaba con un cuentagotas.

Ya no podía gritar, ni llorar, ni siquiera notaba la lluvia cálida, pues el terror le había inundado y electrificado toda la piel. Podía oír el errático ritmo de su corazón bombeándole en los oídos, tenía ganas de vomitar y sus rodillas cedían bajo su peso.

No podía escapar de Jimin De Fiore.

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Jungkook y Namjoon se tomaron la última copa a las diez y media de la noche. Ahora, los dos acostumbraban a verse sobre esa hora en el Bell's. Nunca lo habían verbalizado, pero coincidían con regularidad y siempre terminaban tomándose algo en compañía. Namjoon salía del trabajo, compartía una charla superficial con él, vaciaba su copa de whiskey, y volvía a casa para cenar y acostarse, y al día siguiente, volver al trabajo. Así funcionaba.

Los dos estuvieron hablando, y después de que se despidieran, Jungkook se encontró a Alex Trench junto a una mesa de billar. Él se acercó para hablar con el hombre.

—Vaya, los lobos salen tarde.

—También los pieles frías, De Fiore —le devolvió el hombre.

Él jugó con el palo de madera que sujetaba, como si se le hiciera divertido pensar que era un arma.

—Reconozco que quería arrancarte la cabeza. Sin embargo, me mantendré al margen si vosotros también os mantenéis —dijo Jungkook—. Pero, ¿sabes qué? Me da igual el trato de esa brujita contigo y tu sobrino. Yo hago lo que quiero. Siempre.

Alex afinó su mirada.

—Llegué para ayudar a mi sobrino, Jungkook —comentó Alex—. No permitiré que pierda el control. Sí, le encerré en la cripta de nuestra familia; antiguamente era un santuario para los hombres lobos. Cuando no existían pócimas, se encadenaban allí hasta el amanecer. Los grilletes estaban envejecidos y cedieron a su fuerza. Sin embargo, si no hubierais estado en aquel maldito bosque, Dave no se hubiera excitado tanto.

—Estábamos en el lugar incorrecto.

—¿Sabes? Los lobos siempre hemos sido los guardianes de los pueblos mortales. Yo también me mantendré al margen, pero si volvéis a matar en este pueblo...

—No fuimos nosotros.

—Ya.

La expresión de Jungkook parecía determinante, por lo que optó por no cuestionarle nada más. Alex se largó del Bell's más tarde.

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Jungkook llegó tarde a casa. Se imaginaba que Jimin debía estar por allí, revolcándose con su humano, y lo último que le apetecía era presenciar lo empalagosos que podían volverse. Sin embargo, al bajar del coche frente a la fachada de la enorme casa condal, escuchó un gemido ahogado y un desgarro gutural. Él levantó las cejas y afinó el oído. Si era sexo, pensaba largarse para no vomitar. Pero su fino oído detectó el golpeteo de la lluvia, el agua deslizándose en una ducha y el jadeo ahogado, algo enfermizo, de alguien. Entró en la casa con los sentidos expandiéndose, el olor a sangre diluida llegó a su olfato.

Jungkook lo tomó como una señal de peligro. En cuestión de unos segundos, llegó hasta la planta con velocidad. Empujó la puerta del dormitorio: la cama estaba deshecha y había ropa tirada por todos lados. El aura sí que estaba impregnada por algo más fuerte que un revolcón, el sonido de la ducha le llevó al cuarto de baño.

Allí, tras la mampara, vislumbró la silueta de dos cuerpos. Jungkook ni siquiera tuvo que comprobarlo, pasó zumbando y empujó a su hermano. Lo agarró del pelo húmedo con una mano, y con la otra tiró de su mandíbula para que abriera la llave cuyos dientes se clavaban en el humano.

—¡Jimin! ¡Vas a matarle! —gruñó Jungkook.

Tae se escurrió sobre el mármol y cayó al suelo estrepitosamente. Jungkook empujó a Jimin fuera de la ducha, él también impactó en el suelo, pero le miró con los ojos inyectados en sangre y los colmillos amenazantes, devolviéndose un bufido como respuesta. Volvió a intentar lanzarse hacia Tae, pero Jungkook rivalizó contra él. El agua había salpicado su largo abrigo negro y parte de su cabello. Jungkook le empujó el pecho, y sin sacar los colmillos, volvió a repetírselo.

—¡Jimin! ¡Reacciona, joder! —bramó—. ¡Este no eres tú! ¡Estás fuera de sí!

Jimin retrocedió aún jadeante, sus globos oculares se aclaraban muy despacio, no obstante, todavía se sentía lascivo, hambriento, cegado por la sed.

Jungkook giró la cabeza y vislumbró a Taehyung, él tenía los ojos llenos de lágrimas, se hallaba temblando, desnudo y débil en el suelo de la ducha. Se acercó a él y se acuclilló, agarrándole por los brazos para ayudarle a levantarse. Tenía dos mordiscos sangrantes en el cuello, uno por la mitad y otro más abajo. Tae le miró con el mismo rostro compungido y lloroso, fijándose en cómo el vampiro ladeaba el rostro y escudriñaba el par de heridas abiertas. No obstante, sus ojos no se oscurecieron ni por un segundo, a pesar de que sus iris se volvieran de un color rojizo oscuro.

Jungkook se quitó el abrigo y se lo pasó por encima de los hombros.

—Salgamos de aquí —le ayudó a moverse, pasando un brazo seguro tras los hombros.

Jimin le miró y luego bajó la cabeza, no podía razonar sobre lo que había ocurrido. Era terrible. Los otros dos salieron del dormitorio, Tae estaba empapado y la fina tela del abrigo de Jungkook no era suficiente, se encontraba temblando y helado. Se sentía tan mareado, que cuando Jungkook le pidió que esperara un momento, se vio obligado a agarrarse a la barandilla de la planta superior. Sus nudillos estaban blancos, el pelo se le pegaba a la frente y a la nuca. Le ardía el cuello.

—¡Ah! —liberó un grito agudo cuando alguien le tocó el codo.

—Vamos, tengo tu ropa. Te llevaré a casa —dijo Jungkook, con el montón de su ropa bajo el brazo.

En un minuto, Tae metió las manos en las mangas del largo abrigo, se lo abotonó y se colocó las botas. Salieron de la casa, introduciéndose rápidamente en el vehículo de Jungkook. Él estaba totalmente helado, en el asiento trasero se abrazó las piernas y hundió la cabeza entre las rodillas. Empezó a llorar mientras su memoria le lanzaba las escenas y sensaciones que casi le habían ahogado. Jimin le había atacado. No había podido pararle. Había sido traumático.

Jungkook condujo hacia la casa del muchacho. Podía escuchar su silencioso sollozo desde el asiento delantero. Una vez que aparcó el coche, le sacó tirando del brazo. No habían intercambiado ni media palabra durante el trayecto.

Taehyung se frotó los ojos azules, enrojecidos y llorosos. Jungkook le puso la llave de su casa en la mano y le orientó para que se moviera.

—Te espero arriba —le dijo el vampiro.

Se habían separado cuando Tae atravesó el umbral de la casa. Él cerró la puerta y tomó la escalera, no paraba de temblar. Estaba desnudo y húmedo bajo el abrigo negro de Jungkook. Había llorado tanto que todavía no podía asimilar la realidad. Cuando entró en el dormitorio, cerró la puerta tras él y vio a Jungkook cerrando la ventana, por donde había entrado. Su ropa la dejó sobre la cama, y sus ojos se encontraron.

Jungkook caminó hacia él, se arremangaba una manga de la camisa por encima de la muñeca. Extendió unos dedos y levantó el mentón de Tae cuidadosamente, mientras con la otra mano abría la tela del abrigo para comprobarle mejor el cuello.

—Hueles a sangre.

—N-No...

—No voy a hacerte nada —manifestó Jungkook—. Pero has perdido bastante, y vas a tener un par de marcas horribles si no te curas. ¿Qué prefieres, puntos o beber mi sangre?

Tae le miraba como un cordero degollado. Asintió con la cabeza sin saber muy bien qué estaba aceptando.

—Ve al baño, vístete y cúbrete bien eso. Tienes dos minutos.

Taehyung alcanzó a agarrar un pijama, después se metió en el cuarto de baño. El calefactor de aire caliente le ayudó a dejar de temblar. Se quitó el abrigo húmedo y lo colgó de una percha para que se secara, y mientras se vestía con ropa seca, se miró en el espejo. Tenía el rostro más pálido y hundido, las marcas de los dos mordiscos todavía sangraban, como si un animal le hubiera desgarrado.

Él se dejó la camisa del pijama de cuadros abotonado hasta la mitad del torso. Luego se cubrió el lado del cuello y la parte superior del hombro con una toalla pequeña y presionó sobre las heridas. Tenía la piel enrojecida y tirante, le dolía bastante, pero la hemorragia se había reducido.

Cuando salió del cuarto de baño, encontró a Jungkook sentado en el borde de la cama, con las piernas cruzadas. Sus iris negros se posaron sobre Taehyung.

—Bonito pijama —le dedicó con cierto humor.

Pero su sonrisa se borró lentamente, conforme Tae se aproximaba.

—¿Tienes una navaja? —preguntó Jungkook.

—¿Navaja?

—O cuchillo. Algo con lo que cortar.

Taehyung rebuscó en el último cajón de su escritorio. Sacó una navaja de Boy Scout. No era muy afilada, pero se la ofreció a Jungkook sin saber muy bien para qué la quería. El pelinegro se levantó y agarró un vaso vacío que había sobre el escritorio, a continuación, se metió la navaja en la palma, apretó los dedos y los hundió sobre esta, cortándose a sí mismo. En cuanto Taehyung vio cómo un hilo de sangre corría desde su mano hasta el vaso, quiso vomitar.

—¿Qu-qué estás haciendo? —jadeó, y se sentó en la cama notando un sudor frío.

Jungkook apartó la navaja y mantuvo la mano cerrada por encima del vaso, mientras goteaba. Taehyung no podía mirar, estaba mareado, débil. Quería llorar. El compañero volvió a acercarse a él, y esta vez posó una mano por encima de la suya, la cual que sujetaba la toalla con la que presionaba la herida.

—Darte mi sangre. Tómala.

—No sé si puedo. En el instituto, me desmayé cuando me sacaron sangre.

—¿En serio? Qué mocoso estás hecho.

—Odio ser así.

Jungkook le miró de soslayo.

—No quiero que eso me controle —añadió Tae.

—Puedes controlarlo, es psicológico. Tu piel cicatrizará y la marca se eliminará. De otro modo, se quedará contigo para siempre. No quieres eso, ¿verdad?

Taehyung le miró con los ojos lagrimosos. Por supuesto que no quería un par de marcas tan horribles. Jungkook le pasó el vaso de cristal cuidadosamente y él lo sostuvo en la mano. Mirar el contenido le provocaba náuseas.

—No puedo.

—No lo mires. Ni siquiera tienes que olerlo.

—No... sé... —volvió a jadear.

—Eh, mírame a mí —Jungkook le sujetó el rostro con una mano—. Tómatelo. Sólo es un trago, y todo habrá pasado. Confía en mí.

Taehyung estaba muy nervioso. Apretó los párpados unos instantes, y entonces se acercó el vaso a los labios para tomarse el contenido de un corto trago. En unos cuantos segundos, la sangre llegó a su boca y se la tragó con una gran incomodidad. Jungkook le apartó el vaso de la mano cuando terminó, después se hizo cargo de la toalla que él había estado sujetado. La apartó de su cuello y la deslizó suavemente, limpiándole algunos restos. Taehyung todavía estaba relamiéndose. Con los ojos llenos de lágrimas, contempló brevemente cómo Jungkook dejaba a un lado la toalla y le echaba un vistazo a su rápida sanación. Tae se llevó una mano al cuello, notaba un hormigueo muy especial. La irritación y la tirantez desaparecieron.

—¿Quieres agua? —preguntó el vampiro.

Tae asintió con la cabeza. Jungkook agarró el mismo vaso, fue al baño del dormitorio para limpiarlo y lo trajo con el agua del grifo transparente y a temperatura. Se lo ofreció sin decir nada, Tae lo tomó y dio varios sorbos más lentos y cortos, mientras se tranquilizaba.

—Si no hubieras llegado... —murmuró tembloroso.

—¿Qué ha pasado? —exigió saber.

—No lo sé. Estábamos juntos y... me atacó —contestó Taehyung.

Jungkook se pasó una mano por el pelo. El silencio se extendió durante un buen rato. Taehyung se levantó para dejar el vaso en la mesita de noche, se abotonó el resto de la camisa y volvió a tocarse la piel para comprobar que había funcionado. Desde su distancia, miró a Jungkook casi como si fuera un extraño. Quería darle las gracias, pero también quería llorar como un niño.

—Es mi culpa, ¿verdad?

—¿Mnh?

—Debí haberlo hablado con él, pero...

—No. Sabía que esto podía pasar, no sé por qué diablos no lo he remediado antes. Jimin ha roto su abstinencia, es cuestión de tiempo que explotara por algún lado.

—Pero él nunca había reaccionado así.

—No está en sus cabales.

Las lágrimas se deslizaban por el rostro de Taehyung. Él se las secó con los puños de las mangas y cruzó los brazos.

—Y, ahora, ¿qué hago? —formuló entre su sollozo.

—Hablaré con él —simplificó Jungkook con neutralidad—. No te acerques. Dale su espacio.

Un puño sonó en la puerta de la habitación. Los dos giraron la cabeza, la voz de la tía de Tae sonó tras ella.

—Eh, Tae. ¿Estás ahí? ¿Es que no vas a cenar?

Taehyung contuvo la respiración unos instantes, tragó saliva y se esforzó porque su tono sonara lo más normal posible.

—N-No, he cenado fuera. Me voy a la cama, tía Eve —exclamó.

Al otro lado de la puerta, Eve hizo una mueca.

—Como quieras —se largó, escalera abajo.

Los dos volvieron a quedarse a solas, el silencio les invadió durante algunos segundos más. Taehyung se sentó en la cama, cruzando las piernas.

—Eve sospecha de mí —dijo en voz baja.

—Ve a dormir —le eludió Jungkook—. La sangre que has tomado te recuperará.

—Espera.

Taehyung le agarró una manga cuando él hizo el amago de levantarse. De repente, tenía al chico casi encima. Él le estaba abrazando, y notaba los espasmos de su cuerpo mientras los brazos le rodeaban. Jungkook contestó al abrazo mucho más lentamente; él no estaba acostumbrado a ese tipo de confianza.

—J-Jungkook, él casi me mata. Nunca l-le había visto así. Nu-nunca pensé qué...

El pelinegro se quedó muy quieto mientras le escuchaba sollozar.

—Le estaba pidiendo que parara, pero no quería hacerlo —dijo entrecortadamente, y después se distanció de él—. Estaba tomando de mí. No podía casi respirar.

—Sales con una pantera negra, Tae. Esa es su naturaleza.

—¿Qué? ¿Dices que su naturaleza es matarme?

Jungkook desvió el rostro.

—No quería decir eso, pero...

Tae se frotó los ojos. Jungkook le agarró una mano y la apartó de su cara.

—No te refriegues más —sonó casi como una orden—. Vas a hacerte daño. Y ya has tenido suficiente hoy.

El castaño levantó la cabeza y volvió a mirarle.

—Voy a hablar con Jimin, ¿de acuerdo? Pero no le escribas y, por favor, déjamelo a mí. Con lo que ha sucedido hoy, él se torturará cuando vuelva a sí mismo.

—No seas cruel con él —le pidió Tae.

—No —contestó Jungkook, vislumbrando las brillantes lágrimas que asomaban en sus ojos. Su gesto casi fue inevitable, pues extendió los dedos y le rozó el pómulo con el dorso de estos suavemente—. Escucha, ahora has tomado mi sangre. Si murieses, despertarías en transición. E irónicamente, no habría nada más que desearas tomar que... sangre.

—Me convertiría en vampiro —asintió.

—Así es. Así que, ve a dormir —le tranquilizó Jungkook—. Con lo poco que te he dado, tu cuerpo habrá eliminado los restos de mi sangre mañana. A no ser que quieras convertirte en mi cachorrito chupasangre —coqueteó un poco.

Y bien, Taehyung no estaba para bromas. Él no podía dejar de llorar, pero igualmente volvió a extender los brazos y a inclinarse para abrazarle débilmente. Su frente se apoyó en su hombro y hundió la nariz por encima de la camisa negra.

Jungkook rodó los ojos, sin embargo, después le pasó un brazo tras los hombros y lo estrechó de vuelta. Se sentía raro notar el temblor de su cuerpo, no quería que Taehyung malinterpretara las cosas; él estaba profundamente preocupado por él y por Jimin. Tanto, que no sabía muy bien cómo reaccionar.

—¿Mi cachorrito matavampiros necesita abrazos?

Taehyung no le contestó, tan solo le abrazó más fuerte y Jungkook notó como una punzada de vulnerabilidad le atravesaba.

—Gracias —le escuchó murmurar.

—No tengo un corazón vivo, amor. Pero te prometo que me duele verte así.

El castaño se mantuvo quieto, abrazándole. A él le dolía el pecho una barbaridad. No tenía ni idea de por qué Jungkook estaba portándose tan bien. Le había llevado a casa, le había tranquilizado y dado su sangre. Y estaba siendo honesto con él.

—Tenías razón.

—¿En qué?

—Cuando dijiste que eras dulce, decías la verdad —dijo Taehyung en su hombro con suavidad—. Lo eres.

Jungkook le maldijo en su cabeza. Si pudiera ruborizarse, ya lo habría hecho. Y llevaba muchísimo tiempo sin notar ese leve picor en la cara. Tantos años, que se sintió desconcertado y deseó que Taehyung no estuviera haciéndole eso. Ahora tenía que preocuparse de cosas más importantes, no podía pensar de esa manera en él.

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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