Capítulo 13

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 13. El Cazador

—Bienvenidos. Pasen, por favor.

Jungkook pudo atravesar el umbral de la puerta gracias a la invitación directa de Anna Trench. Se encontraban en la enorme casa del alcalde. La mansión de los Trench era el hogar de la pareja, y de sus dos hijos, Dave y Teressa.

—Un placer, señor Conte —Jungkook le ofreció una mano.

—Un De Fiore, qué maravilla —Jack Conte se la estrechó con firmeza.

—He preparado un té especial. Todos deben tomarlo —la señora Trench dejó una bandeja sobre la mesa—. Sólo es preventivo, por si realmente hay vampiros.

El olfato de Jungkook lo detectó inmediatamente. Té de verbena. La hierba anti-vampiros más peligrosa, capaz de intoxicar el organismo de vampiros, y en grandes dosis, paralizarlos.

—¿Funcionará? —dudó Edward Russo.

—Los escritos recogen que pueden introducirse en la mente de una persona para manipularla y sonsacar la información que necesitan. Ingerir té de verbena mantendrá nuestras mentes protegidas —contó la mujer de Trench.

Todos parecían de acuerdo, así que tomaron sus respectivas tazas hirvientes y comenzaron a ingerirlo con pequeños sorbos. A la agente Meester le sabía a té negro, ligeramente amargo y sin nada más.

Jungkook, por su parte, no tuvo más remedio que tomarlo. Sostuvo el asa de la tasa con los dedos y se la llevó a los labios. Dos tragos completos, e ingirió todo el contenido. Sentía cómo el líquido le quemaba por dentro, le abrasaba la boca, garganta y esófago, hasta llenarle los ojos de lágrimas que evaporó con unos pestañeos. Aguantó el dolor porque no era la primera vez que se enfrentaba a la verbena, y afortunadamente, su alimentación de sangre era bastante buena como para soportar una taza de té. No obstante, la sensación abrasiva le clavaba punzadas dolorosas, mientras trataba de mantener un rostro neutro y un aspecto aparentemente sereno. Le dejó sin habla durante un rato, sintiendo las cuerdas vocales apiñadas y contraídas.

Los miembros del cabildo estuvieron hablando sobre cómo podían reconocer a los vampiros, y lo que más le gustó saber a Jungkook, era que pensaba que eran absolutamente nocturnos. Desconocían la existencia de los anillos de sol, así que, por lo pronto, nadie apuntaría hacia él y su hermano. Estaban a salvo.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.


La noche de Halloween, se habilitó un pub del pueblo para celebrar una fiesta donde asistían todos los jóvenes de Shadowfell. Taehyung llegó a la fiesta, y vio a varios amigos. Landon Conte conversaba con Dave, Jessie estaba bailando con un chico, y Lexa caminaba con un ejército de animadoras tras ella. La mayoría iban vestidos con trajes de temática monstruosa, sexy y divertida. Caretas monstruosas y maquillajes llamativos, lentes de contacto de colores, ropas rotas y otras ensangrentadas. La música resonaba con fuerza, mientras Taehyung iba directamente hacia la barra para pedirse algo.

Con un vaso de plástico en la mano, vio a Rayna y fue directamente hacia ella. La joven vestía una falda púrpura, un top verde anudado a la cintura, y llevaba una bandana en la cabeza, que echaba el pelo rizado hacia atrás.

—¿Tarotista? ¿O es que eres la bruja de Blair?

—Y tú, ¿médico loco? —le devolvió ella.

—Cirujano psicópata —concretó Taehyung.

Rayna se rio levemente. Él la miraba con cierta nostalgia.

—¿Va todo bien? —preguntó la chica, con más timidez.

—Supongo, ¿Cómo te va a ti?

—Pues... No voy mal, pero...

—Te echo de menos —dijo Taehyung.

Ella bajó la cabeza.

—Yo también —reconoció—. Estuve pensando en lo que hablé el otro día con Jimin y contigo —continuaba—. No quería alejarme de ti por esto. Sé que le quieres, y...

—Rayna, está bien. Somos amigos, ¿no? —la detuvo Taehyung—. Estas semanas han pasado un montón de cosas, y quiero contarte cada una de ellas.

—Yo también quiero...

—Y, ¿Por qué no lo hacemos?

Rayna sonrió con cierta lástima. La música sonaba con fuerza en sus oídos, retumbaba en su pecho. El pub estaba en penumbra, pero la pista se iluminaba por montones de luces parpadeantes. Y junto a la barra, había una gran cortina de bombillas resplandecientes y de colores.

—Creo que este no es el mejor lugar —consideró Rayna.

—No, ahora no —sonrió Taehyung—. ¿Mañana?

—Vale. Mañana.

Ella le ofreció una mano, pero Taehyung le agarró las dos, acariciándole los dorsos con los pulgares. Era su mejor amiga, después de todo.

—¿Ese de ahí es Jimin?

—Oh...

Taehyung giró la cabeza y le vio. Era imposible que pasara por alto; Jimin vestía de blanco y estaba increíble, sublime. Llevaba una blusa blanca sin mangas, con un par de mitones de tela que cubrían desde la muñeca hasta los codos, dejando a la vista sus suaves y musculosos bíceps. El pantalón era del mismo tono, y tras la espalda llevaba una capa que era como un velo traslúcido, acabado en plumas blancas. Su maquillaje le hacía verse como un ángel.

Taehyung estaba embobado con él, no tenía ni idea de qué iba vestido, pero sin duda se encontraba sin aliento pensando en que aquel muchacho era su chico... Él levantó la mano para llamar su atención bajo las luces, y Jimin le ubicó velozmente. Comenzó a caminar hacia su posición, robándole los suspiros a todas las personas que se cruzaban con él.

—¡Hola! —le sonrió, derramando un chorro de calor en Taehyung. Y de paso, miró a Rayna—. Hola, Ray.

—Hola. Bonito disfraz —Rayna no sonó tan fría ni distante como la última vez.

—Ho-Hola —titubeó el castaño, escudriñándole de cerca—. ¿De qué vas?

—Cisne blanco, ¿te gusta? —Jimin dio una vuelta sobre sí mismo.

Y bien, Taehyung se mordió el labio. Jamás había creído que el blanco fuera un color tan perfecto para Jimin, quien usualmente solía vestir de negro. Le hacía buena figura y se veía exquisito, como un postre tan dulce con un toque picante. Sino fuera porque Rayna estaba allí y acababan de reconciliarse, le hubiera agarrado de la muñeca para llevárselo a otro lado y ocupar rápidamente sus labios.

—Doctor Kim, se me ha partido un ala —jugueteó Jimin—. ¿Podría curarme?

Taehyung liberó una risita más tímida, captando su flirteo. Rayna no pareció escucharles entre la música, sus ojos ya se encontraban en otro lado puesto que un grupo de personas se acercaban a ellos. Landon vestía de jugador de fútbol zombie, Jessie y Lexa de gemelas fantasmas, y los tres se unieron a la charla, cumplimentando el traje de Jimin.

—Estás buenísi- guapísimo —se corrió Jessie.

Lexa le dio un codazo.

—¿Quieres que te limpie la baba? Disimula un poco —masculló.

—Vuestro disfraz es una monada —dijo Rayna.

—¿Eres una reina mora? —dudó Jessie como una tonta.

—Eh, a mí me gusta el tuyo —le dijo Lexa a Taehyung.

—No os ilusionéis. El mío es el mejor —Landon levantó los brazos, flexionándolos teatralmente.

—¿Eso es sangre falsa? —dudó Taehyung.

—Claro que sí, ¿te gusta? ¡El maquillaje me lo hizo Tess! —presumió Landon.

—¿Tess? ¿Tess Trench? ¿La hermana de Dave? —Jessie se comportó como una cotorra—. Esa tía es una rarita.

—Pero sale con el tío más bueno de Shadowfell —dijo otra joven, que se asomó tras sus hombros.

Jimin tensó la mandíbula, mientras las chicas soltaban una risita. Jessie pensaba todo lo contrario; para ella, Jimin era el más guapo.

—Hablando de la reina de Roma —dijo Jessie.

Y todos estaban allí, compartiendo bebidas cerca de la barra y conversando animadamente, cuando el silencio se volvió sepulcral, dejando paso a la resonante música. Jade Russo y Jungkook acababan de entrar en el pub.

Jimin no esperaba que Jungkook pasara por allí —él había dicho cientos de veces que Shadowfell le aburría—, pero últimamente parecía estar dejándose caer por todos los lugares donde él estaba casi como si lo hiciera apropósito. ¿O es que Shadowfell era demasiado pequeña?

Taehyung llevaba unos días evitando cualquier pensamiento o visión que tuviera relación con Jungkook. Pero esta vez, cuando le miró, notó la absurda simetría que había logrado con Jimin. Mientras que su novio iba de blanco como un pulcro cisne, él había adoptado el negro para siempre. Jungkook vestía un fino jersey negro de cuello alto con un corsé y una blazer con hombreras de plumas. El pantalón era oscuro, y llevaba el cabello peinado hacia atrás. Sus párpados rasgados tenían un bonito sombreado.

Y Jade, por su lado, vestía como una pequeña diablesa que iba de su brazo. El castaño apartó la mirada, en cuanto Jade y Jungkook comenzaron a acercarse a ellos.

—Hermanito.

—Hombre, Jungkook —sonrió Jimin.

—Hola, chicos —saludó Lexa.

—Hola, Jade. Un traje muy favorecedor —le dijo Jessie con un tono falsísimo.

—Voy a saludar a un colega —Landon se quitó de en medio.

Rayna miró a Jungkook con una secreta rivalidad, mientras el otro clavaba sus iris sobre Taehyung.

—Doctor Kim —pronunció Jungkook—. ¿Siguiendo la costumbre familiar, Taehyung?

Taehyung abrió la boca. ¿Cómo diablos se atrevía él a mencionar a su familia? Le había amenazado de muerte. Había matado a su familia biológica por lo de su marca.

—Y tú, ¿de qué vas? ¿De mafioso italiano? —dijo Taehyung.

Rayna soltó una carcajada exagerada.

—Prefiero dejarlo abierto a interpretación, Doctor —contestó el vampiro.

—Me recuerda al Lago de los Cisnes. Odette es el cisne blanco, y Odile, el negro —apuntó Jade.

—¿En qué momento accedí a ir a juego? —dudó Jimin.

—No lo vamos. Ha sido casualidad —contestó Jungkook—. ¿No es maravilloso?

—¿No son las casualidades súper divertidas? —dijo Lexa, y luego soltó una risita.

Nadie más se rio ahí en medio. La ironía era desoladora, por lo que Jimin agarró la mano de Taehyung y tiró de él, llevándoselo a la pista de baile.

—Uh, ¿a dónde vamos?

—A bailar. Pasemos de ellos.

Taehyung se sintió mucho mejor cuando se alejaron del grupo. La música era movida, y al principio le costó pillar el ritmo y relajarse, pero Jimin lo hizo mucho más fácil. En unos instantes más, estaban disfrutándolo.

—Rayna quiere que volvamos a pasar tiempo juntos. Por fin parece más calmada —exclamó Taehyung por encima del volumen de la música.

—Eso es fantástico.

La canción finalizó, y de repente, el ritmo que comenzó a sonar era mucho más calmado. Jimin le tomó por la cintura, y Taehyung apoyó ambos brazos sobre sus hombros, para posteriormente envolver su cuello con estos.

—¿Te he dicho ya lo sexy que estás de blanco? —formuló el humano.

—¿Y yo te he dicho lo bueno que estás con esa bata?

Taehyung se mordió la lengua juguetonamente. Jimin ladeó la cabeza, rozándole los labios. Los párpados de Taehyung se volvían pesados mientras las manos del compañero descendían por su cintura, pasando por la curva de sus caderas, tras la fina bata médica.

Él presenció cómo los iris de Jimin se salpicaban por el color ámbar, el cobrizo caliente y después un tono rojizo. Taehyung no podía más, se distanció de él, agarrándole de la muñeca, y tiró del muchacho en dirección a un rincón cualquiera de aquel pub.

Ellos atravesaron una marea de gente, parejas y amistades bailando, otros bebiendo y arremolinándose en grupos. Pasaron junto a los cuartos de baños públicos, y un poco más allá, encontraron el resquicio en penumbra, que daba a una puerta bloqueada del personal.

Taehyung empujó a Jimin contra una pared y le besó con fuerza. Llevaba unos días sintiéndolo de esa forma; la ansiedad por ahogar su amor por él, y todas las demás sensaciones que le inundaban a su alrededor. Quería simplemente embriagarse en Jimin De Fiore.

Jimin abrió la boca y se dejó inundar por sus ganas. Taehyung trazó su lengua con la suya, fundiéndose en esos labios carnosos que esa noche sabían a fresa. Las manos de Jimin iban desde su nuca hasta su trasero, acariciándole, pellizcándole, atrayéndole hacia él con excitación. Notó cómo un par de colmillos crecían en su boca, pidiéndole escarbar en la piel de su pareja humana.

Se arrancó de sus labios con los ojos ensombreciéndose por el hambre. Taehyung se encaramaba a él de todos modos, utilizaba las manos y una rodilla apretaba su cadera.

—E-Espera, Taehyung —jadeó Jimin.

—No pasa nada —respiró el otro, volviendo a besarle.

Jimin notó la excitación de Taehyung. Su lado vampírico le entusiasmaba, pero él le apartó más bruscamente, empujándole esta vez contra la pared y padeciendo la vehemencia de sus instintos.

—Sí que pasa —gruñó Jimin.

Taehyung tragó saliva, mientras se relamía.

—¿Estás bien?

Jimin inspiró profundamente, y después de sacudir la cabeza, apretó la mandíbula.

—Voy a salir a tomar el aire. Luego hablamos.

El castaño se quedó plantado, con el corazón rítmico soportando la desilusión. En ocasiones, le costaba entender cuáles eran los límites de Jimin. Por qué a veces dejaba que la oscuridad le dominase, y otras tantas parecía mucho más seguro de sí mismo.

El ambiente de la fiesta era denso, con música sonando por todo lo alto y luces LEDs que cambiaban de colores en el techo de la pista. Taehyung dejó los ojos perdidos sobre la multitud danzante, gente vestida de zombies, vampiros, fantasmas, cadáveres. Cuanto más miraba, era como si el tiempo se ralentizase. Entre la multitud y los cuerpos rechinando, vio un flash de luz que le hizo fijar la vista sobre Jungkook De Fiore. Todo el mundo se movía sobre la plataforma brillante, pero él no. Los ojos de Jungkook eran negros y se encontraban sobre él, como si fuera a devorarle. Su mandíbula era afilada, con un par de labios rojizos como la sangre.

Taehyung sintió cómo una sensación de congoja subía por su esófago hasta la garganta. Él parpadeó, y no volvió a encontrar a nadie en el centro de la pista. Se movió rápidamente después de eso, tratando de sortear a la gente, sin poder evitar unos cuantos empujones de hombros descuidados.

Se había acercado a la barra, buscando a cualquiera de sus amigos. Pero su visión se topó con Soobin, su hermano menor. Vio a Tess tirando de su mano, en dirección a una puerta trasera del local, y los perdió de vista cuando salieron. Justo entonces, vislumbró a Dave dirigiéndose hacia la misma puerta.

Taehyung intuyó que se acercaban problemas. Fue hacia allá con unas largas zancadas y finalmente empujó la pesada puerta trasera, encontrando la parte oculta del local que daba a un callejón de ladrillo y contenedores de basura.

—¿¡A ti que te importa!? —oyó exclamar a Soobin.

—Sólo íbamos a fumar —Tess parecía más tranquila—. Corta el rollo, Dave.

—¡Te he dicho que te alejes de mi hermana! ¡Y tú, cállate! —gritó Dave.

—¡No le hables así! —replicó Soobin.

Los chicos empezaron a zarandearse, y Taehyung salió corriendo hacia ellos para detener el enfrentamiento.

—¡Eh, basta!

Dave le pegó un puñetazo a Soobin en la nariz, que le tumbó en el suelo. Tessa le gritó a su hermano un montón de improperios, Taehyung empujó a Dave para apartarle de su hermano, y este reaccionó violentamente.

—¡No toques a mi hermano! —exclamó Taehyung.

—¡Tú no te metas en esto! —bramó Dave.

—¡¿O qué!? ¡Se lo diré a tu padre! ¡Se lo diré a todo el mundo!

La rabia de Dave rebasaba los límites de la normalidad. Respiraba frenéticamente, entre dientes, con la ira asomando por la vena que se marcaba en su frente. De repente, Taehyung vio cómo sus ojos se encendieron de color amarillo. Él retrocedió unos pasos, asustándose. ¿Ojos cambiando de color? ¿Cómo Jimin?

Su hermano menor se levantó del suelo, pasándose la manga de la sudadera por la nariz ensangrentada. Taehyung le miró de soslayo, descubriendo un montón de sangre.

—Dios, Soobin. ¿Estás bien? —formuló muy preocupado.

Luego volvió a mirar a Dave con pavor, pero este ya estaba siendo atosigado por su hermana, y no parecían quedar rastro del amarillo brillante que previamente había cubierto sus iris.

—¡No puedes hacer esto! ¡No puedes ser así! —le gritó Tess.

—Cállate de una vez —gruñó el muchacho.

—Vamos —Taehyung tiró del brazo de su hermano—. Vámonos de aquí.

Soobin se dejó arrastrar por él, en dirección al pub. Entraron en el apiñado y angustioso ambiente, y Taehyung se lo llevó directamente al cuarto de baño de hombres. No había nadie allí dentro, el castaño pulsó un grifo del que brotó un chorro de agua e indicó a Soobin que se lavara las manos.

—Quítate la sangre. Tienes un montón —le pidió.

Soobin se inclinó para limpiarse las manos, se echó agua en el rostro y Taehyung apareció rápidamente ofreciéndole un montón de papel higiénico para que se lo colocase en la nariz. Había varios motivos por los que le preocupaba esa sangre que se escurría por el lavabo; hacer sentir mal a Jimin, y lo muchísimo que desconfiaba de Jungkook. En lo que Soobin se limpiaba, no podía evitar pensar en Dave. Lo que había visto no era normal, así como ese brote repentino de violencia.

—¿Te ha partido la nariz? —preguntó Taehyung.

—Estoy bien, no creo que haya hueso roto —contestó el menor.

—Te dije que Dave era peligroso.

—Que le jodan a ese idiota.

—Es por Tess. ¿Te ha amenazado? —Taehyung se apoyó en el lavabo, contemplando a Soobin taponarse la nariz.

—No, déjalo.

—¡Te dije que ese tipo está mal de la cabeza!

—¡Taehyung, no quiero que te metas en problemas por mi culpa!

—¿Perdona? ¡Eres mi hermano!

—¡O tal vez, no lo soy! —escupió finalmente Soobin.

Taehyung abrió la boca por el impacto. El silencio le erizaba la piel de los brazos, mientras la música del pub retumbaba tras la puerta de los baños.

—¿Cómo dices? —exhaló Taehyung.

—Te escuché. Oí tu conversación con la tía Eve —reveló Soobin—. ¿Por qué no me lo dijiste a mí? ¿Crees que soy idiota?

Taehyung tragó saliva, desvió el rostro y suspiró apretando los párpados.

—Soob, yo...

—Mira, da igual. Yo siempre soy el último que se entera de todo, ¿no? —dijo amargamente.

Soobin salió del cuarto de baño y dejó a Tae a solas. Se sentía destrozado. Notaba como un puñado de lágrimas se clavaban en sus cuerdas vocales, como una gargantilla de espinas. Decidió salir de allí, y cuando empujó la puerta del cuarto de baño, la atmósfera del pub le agobió definitivamente. Estaba pensando en volver a casa, cuando alguien le agarró con fuerza del brazo y tiró hacia otro lado. Sus pies se vieron obligados a tomar otra dirección, dando unos cuantos traspiés mientras trataba de averiguar qué diablos estaba pasando.

Él levantó la cabeza, pero el pub se quedó a oscuras. Su silueta era alta, fornida, un hombre. «Es Jungkook», se dijo, entrando en pánico. «Debe ser Jungkook». E iba a hacerle daño, necesitaba a Jimin, él quería matarle... ¡Necesitaba a Jimin!

—J-Jungkook no. ¡Jungkook! ¡Detente!

De repente, la figura le empujó contra una pared, y presionó un pañuelo contra su boca.

—N-No me hagas nada. Deten... Detente...

Taehyung forcejeó todo lo que pudo, pero sus pulmones respiraron del pañuelo y pronto, notó cómo las rodillas le flaqueaban y su fuerza cedía a merced del captor.

Ssshhh —le oyó sisear en su oreja—. Tranquilo. No te haré daño.

Él abrió más los párpados en el último segundo, antes de que sus sentidos se nublaran por completo. Aquel murmullo no era de Jungkook; sonaba distinto, y sus ojos, tras el primer y único flash de luces que alcanzó a ver, no eran oscuros. Pero conocía a ese rostro.

Joon Kim sujetó el cuerpo dormido de Taehyung, lo cargó entre los brazos y se lo llevó de allí.


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—Diría que soy un hombre de cuellos —decía Jungkook en mitad grupo—. Aunque hubo una época en la que me volvían loco las clavículas.

Jimin llegó por la izquierda con un suspiro. El grupito de jóvenes le saludaron amistosamente.

—Hey, Jimin —saludó Jessie—. Tú qué dirías que prefieres. ¿Cuellos o clavículas?

Jimin miró de soslayo a Jungkook, y carraspeó.

—Clavículas —contestó a regañadientes, provocando que el hermano mayor esbozara una sonrisa de labios que parecía burlona.

—¿Ves? Por eso se nos da bien compartir —agregó Jungkook sarcásticamente.

El grupo comenzó a desplazarse hacia la barra para hacerse con más bebidas. Jimin y Jungkook se quedaron unos instantes apartados.

—¿Ahora eres humorista? —preguntó Jimin.

—Reconócelo, tiene su gracia que no se enteren de nada —dijo Jungkook.

Rayna se acercó precipitadamente a ellos. Sus ojos estaban muy abiertos, y parecía dudosa.

—¿Dónde está Taehyung? —formuló.

—Pensaba que estaba contigo —respondió Jimin.

—Y yo contigo —Rayna negó con la cabeza.

Entonces, Jimin giró la cabeza hacia la pista y estiró el cuello para tratar de ver más allá. Fue inevitable que también mirase a Jungkook de soslayo, como si él hubiera podido robárselo mientras tomaba aire en el exterior.

—¿Le has visto? —dudó Jimin.

—¿De verdad me preguntas a mí por tu novio? —Jungkook frunció el ceño.

—¿¡Le has visto o no!?

—Le vi hace un buen rato, pero salió corriendo como su hubiera visto pasar a un fantasma.

De repente, Rayna se dirigió a él y le clavó un dedo en el pecho.

—¡Si tienes algo que ver, créeme, que te enterarás de esto! —le amenazó la chica.

Jungkook arqueó una ceja.

—Tenéis que estar de coña. ¿Por qué no dejáis de comportaros como unos paranoicos y os centráis en los hechos? —articuló Jungkook—. Llámale por teléfono, brujita. O utiliza uno de sus hechizos, si es que ya te han enseñado alguno.

Rayna le miraba con rabia. Jimin tenía el teléfono en la mano, cuando dijo algo.

—No vamos a necesitar nada de eso —su timbre sonó bajo, mientras la música retumbaba en sus oídos.

Él giró la pantalla del teléfono para mostrárselo a Rayna.

Número desconocido (23.54pm): «Capri, Italia. Verano de 2001. Un cuerpo arrojado al agua y desaparecido. Rastros de sangre por toda la habitación. ¿Os suena? Si queréis volver a verle, ala izquierda del instituto. Aula A3».

—¿Qué diablos...? —jadeó Rayna—. ¿¡A qué se refiere con un cuerpo arrojado al agua!? ¿¡Qué está pasando!?

—Mantén la calma, R. Vamos a solucionar esto, ¿verdad, hermanito? —dijo Jungkook con altivez.

Jimin y él se miraron. El hermano menor se guardó el teléfono, parecía muy tenso.

—Esto es tu culpa —rechistó.

—Ah, ¿sí?

—¿Atacaste a ese hombre?

—Era 2001, hace veinte años, él debía ser un crío —le hizo razonar Jungkook.

—¿¡Mataste a su madre!?

Jungkook hizo una mueca.

—¿Por qué tienes tan mala impresión sobre mí?

—¡Porque mataste a todo el linaje de Taehyung!

—¿¡Qué!? —Rayna casi se atragantaba.

—Ray, quédate aquí —le pidió Jimin.

—No, ¡no! —negó la chica.

—Sí. No sabemos quién se lo ha llevado, y es mejor que estés segura —razonó el vampiro—. Taehyung no me lo perdonará si te pasa algo.

Rayna parpadeó bajo su mirada, deslizó la vista entre él y el inexpresivo rostro de Jungkook, y finalmente aceptó a regañadientes. La voz de su abuela Aramintha permanecía en su cabeza: «No te metas en asuntos de vampiros». Poco después, los tres salieron del pub, antes de separarse. Una vez se alejaron de la vista de la gente, Rayna contempló a Jungkook y a Jimin esprintar a una velocidad sobrenatural. Les perdió de vista en apenas unas décimas de segundos, y ella apretó el colgante de la piedra ámbar que colgaba de su cuello, prometiéndose que no volvería a darle de lado a Taehyung.

Se habían distanciado como unos tontos, y no podía volver a permitírselo. ¿Y si perdía a su mejor amigo? ¿Y si era su culpa, por no haber estado ahí antes?

Lejos del pub, los hermanos De Fiore llegaron al enorme edificio del High School Elementary, el cual se encontraba en la tenebrosa penumbra de la medianoche.

—¿Misión, hermanito? —dijo Jungkook.

—Sacarle con vida —contestó Jimin.

—Voy a tener que cobrarte una comisión extra por esto.

—¿Por qué no le pides un sueldo al cabildo para el que ahora trabajas?

Jungkook se mordió la lengua.

—Sabes que sólo me he infiltrado para saber qué hay en la ciudad, ¿no?

—Pues no ha funcionado. Alguien tiene a Taehyung, y quiere vengarse.

—Eso ya lo veremos —dijo Jungkook con una esporádica seguridad.

—Asume tus pecados, Jungkook.

—O asúmelos tú, recordando dónde estuviste en el maldito 2001 —le devolvió el mayor.

Jimin le miró de medio lado. ¿2001? Era cierto que había estado en Italia, pero, los recuerdos previos a su abstinencia en ocasiones iban y venían, como si su mente fuera incapaz de salvaguardarlos. Necesitaba más datos.


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Taehyung abrió los ojos en el aula de historia del arte. Sólo había una bombilla prendida sobre la mesa del profesor, la cual arrojaba una escasa luz mortecina, que ensombrecía y parecía hacer ver más grande el aula de arte. Sus ojos se posaron en primer lugar sobre las réplicas de los bustos de Diana y Apollo, los cuales se miraban uno al otro de manera eterna y sin poder tocarse. Después, Taehyung exhaló lentamente notando que los pulmones todavía le hormigueaban. Se sentía flojo y lánguido, y se encontraba sentado y reclinado sobre la silla, frente a un pupitre donde posó los codos.

Entonces pudo ver esa silueta. Alto y esbelto, ligeramente musculado. Joon Kim vestía un pantalón de cuero negro, con una camiseta de canalé, dos correas pasaban por sus hombros y espalda. No llevaba lentes, y su aspecto parecía mucho más peligroso.

—¿Namjoon? ¿Qu-Qué...? —pronunció Taehyung, atrapando su mirada.

Él levantó el mentón, contemplándole a unos metros. Taehyung empezó a ponerse nervioso mientras se acercaba con una afilada estaca de madera en la mano.

—Eh, no te preocupes, muchacho —le dijo con más énfasis—. No voy a herirte. Tu tía me gusta, y no quisiera arruinarlo.

—E-Entonces, ¿por qué me has traído aquí?

Namjoon lanzó la estaca hacia arriba y la atrapó en el aire. Le miró con un toque mucho más serio y oscuro.

—Los hermanos De Fiore se han fijado en ti —declaró el hombre—. Reconozco que al principio iba a por el mayor, sabía que tarde o temprano aparecería en Shadowfell. Pagué por la información, por lo que alguien me dijo que pasó por aquí el año pasado.

—¿El año pasado?

—Curiosamente, Jimin me lo puso más fácil: el otro día, en tu cocina —prosiguió—. Sabía que después de eso debía actuar rápido. Él tiene esa cara de ángel, aunque después va de listillo y se salta las clases...

—N-No entiendo nada. ¿De qué estás hablando? —Taehyung parecía muy nervioso.

—Uno de los dos mató a mi mujer —dijo con un timbre grave.

Taehyung se quedó paralizado. ¿La mujer de Namjoon? ¿Los hermanos tenían que ver con eso?

—Sarah Ben. La conocí en el 99, en un viaje por Europa. Yo adoraba los yacimientos arquitectónicos, el arte, la filosofía... Ella era una soñadora —le contó Namjoon—. Estaba obsesionada con las historias, los pergaminos que encontraba, con los símbolos aztecas y las explicaciones místicas. Bueno, yo era más científico y racional. A ella se le daba mejor eso de volar —tuvo una pausa—. En 2001, cedió finalmente a casarse conmigo. Nos casamos en Roma. Pasábamos nuestra luna de miel en Capri, un pueblo diminuto y encantador en una costa de Italia. Nosotros éramos felices, pero Sarah, en ocasiones, parecía inquieta. Hablaba de cosas que yo no podía entender. Discutimos, y esa noche, salí a tomar algo. Regresé tarde, y entonces entré en la casa que habíamos alquilado. No estaba por ningún lado, ni el dormitorio, ni la cocina, ni el baño... La encontré tras una cortina, en la terraza que daba al mar.

Namjoon le ofreció la espalda mientras hablaba.

—Tenía a un vampiro enganchado a su cuello, sorbiendo su vida hasta matarla. No recuerdo su rostro, me hizo olvidar —agregó lentamente—. Así que yo encontré el cuerpo de mi mujer en el agua y me horroricé. Pensé que la policía me culparía por su muerte, que me señalarían a mí como el asesino. Así que, hui...

Taehyung se sentía horrorizado por su historia.

—Pero semanas después, mientras rebuscaba entre sus cosas, encontré un libro. Un pequeño diario donde ella escribía sus cosas. Sus escritos en el último año eran perturbadores; hablaba sobre la inmortalidad, sobre la libertad y el poder, y sobre lo angustiada y estancada que se sentía en su vida. Reconozco que me dolió, porque apenas me mencionaba a mí. Al principio sólo parecían cosas de trabajo, del pesar de su familia, y de una angustia que la carcomía. Y estaba obsesionada con un anillo que había en su familia. El mismo anillo que me ofreció como regalo de bodas —Namjoon levantó la mano, y Taehyung pudo observar el tosco y pesado anillo con una gema negra en el centro, que llevaba en el dedo corazón—. Desconozco su importancia, pero en sus escritos mencionaba historias antiguas, y hablaba de criaturas nocturnas y poderosas. En los últimos meses, sólo escribía sobre él: J. De Fiore. Había conocido a alguien, y deseaba persuadirle para conseguir algo que llevaba buscando toda su vida.

—¿El qué...?

—No lo sé. No lo ponía.

Taehyung parpadeaba repetidamente.

—¿Crees que fue Jungkook?

—Por eso vine a este pueblo. Era casi imposible seguir el rastro de Jungkook De Fiore, tardé bastante en dar con su paradero. Verás, él es —sonrió ácidamente—, exquisitamente escurridizo. Mide bien sus pasos y sabe por dónde moverse. Así que, durante años, estudié sobre los vampiros. Me preparé para matar a uno, y practiqué cuanto pude por allá donde iba. Te agradaría saber que he matado a siete —dijo Namjoon con orgullo—. Cuando por fin supe de dónde provenía el apellido De Fiore, llegué aquí. Mi sorpresa fue ver que J. De Fiore podía ser cualquiera de los dos.

Taehyung sacudió la cabeza. Apenas podía tragar saliva; anillos mágicos, vampiros, cazadores, familias puras... ¿Por qué sonaba a locura?

—Jimin nunca haría algo así. Te lo aseguro.

—No estoy tan seguro, Taehyung —sus comisuras se curvaban—. Después de ver cómo se ha abalanzado sobre ti... Como un depredador sediento de reclamar su terreno... Reconozco que me hizo dudar.

—No. No, eso es imposible —sostuvo Taehyung con firmeza.

—No te preocupes, en seguida lo averiguaremos.

Namjoon se enfundó la estaca en el cinturón y agarró la ballesta que se encontraba sobre la mesa del profesor. Regresó a Taehyung, mientras él se inquietaba.

—Levanta —le ordenó Joon—. Contacté con ellos. Deben estar a punto de llegar.

Taehyung se levantó del pupitre, sintiéndose débil y mareado. Namjoon le agarró por un brazo y lo ciñó a él. Su cuerpo parecía duro bajo la fina ropa, y podía notar el músculo tenso. ¿Quién hubiera dicho que su profesor de filosofía —y casi tío político—, era un cazador de vampiros, obsesionado con vengarse de un De Fiore?

El más joven exhaló su aliento cuando vio aparecer a alguien por la puerta. Jimin, de blanco, entró como un hermoso y afilado cisne. Sus ojos rivalizaron con los de Namjoon, quien apuntó a Taehyung, sujetando la ballesta.

—Quieto —sonó muy grave—. Mira a quién tenemos aquí.

El vello de Taehyung se erizó, notando la punta de la estaca de la ballesta, rozándole el cuello. Sin embargo, sus ojos yacían en Jimin, quien se desplazó como un felino y detuvo sus pasos precavidamente a unos metros.

—No le hagas daño. Él no tiene culpa de nada.

—Sé que no. Y no quiero lastimarle —prosiguió Namjoon—, sólo quiero que levante la mano el culpable. Y después, para ser justos, yo me encargaré de decidir qué sucederá esta noche.

Jungkook entró en el aula con un paso ridículamente tranquilo. Taehyung le atisbó por la periferia de su vista, y luego giró la cabeza, posando los ojos sobre él. El vampiro mantenía las manos guardadas en los bolsillos del pantalón negro. Su cabello largo y oscuro, peinado hacia atrás, le hacía verse tan atractivo como peligroso. Sus párpados bajos e iris oscuros iban hacia Joon Kim.

—Bien. Ya está reunida toda la familia —sonrió el hombre.

—Resume, Joon. Hemos escuchado tu historia desde fuera —habló Jungkook—. Apuesto a que Netflix te la compra, pero yo no.

—¿¡Mataste a Sarah!? —exigió saber Namjoon.

Jungkook rodó los ojos.

—No recuerdo haber estado en 2001 en Italia.

—Sí que lo estuviste —continuó el profesor, mientras sujetaba a Taehyung de forma amenazante—. Rastreé todas las huellas, y encontré el registro de tu pasaporte en el aeropuerto de Milán.

—Joder. Pues debió ser muy aburrido para olvidarlo —soltó Jungkook.

—¡La vida de Sarah no es olvidable! —bramó Namjoon.

—Joon —le avisó Jimin, lentamente—. Suelta a Taehyung. Ahora.

Namjoon retrocedió un par de pasos, apartó la ballesta de su cuello y apuntó primero a Jungkook y después a Jimin.

—¡Quietos! ¡No deis ni un solo paso o lo mato! —dijo nervioso.

—Jungkook —le llamó Taehyung—. ¡Confiésalo de una vez! ¡Para esto!

Jungkook frunció el ceño rápidamente.

—¿En serio? ¿Es que eres tonto? —dijo a unos metros—. Puedo ser muchas cosas, pero no un mentiroso.

Taehyung le miraba con rabia y desconfianza.

—¿Vas a dejar que Jimin cargue con la culpa de tus actos? —le provocó.

Jungkook le contemplaba con desdén, pero su rostro se iluminó por una sonrisa mientras liberaba un par de carcajadas sarcásticas.

—Dios. Creo que no le conoces para nada —dijo tras una risita oscura.

Y Taehyung estaba desconcertándose. ¿Por qué Jimin estaba tan callado? ¿Por qué permitía que Jungkook escurriera el bulto de esa forma? El ambiente era tenso y el silencio casi estremecedor, cuando Jimin abrió la boca:

—Fui yo.

—¿Qué? —jadeó Taehyung—. ¡Jimin, no...!

—Fui yo, Taehyung. Déjalo estar —confesó Jimin. A continuación, se cruzó de brazos y contempló a Namjoon detenidamente—. Sé que la vida de tu esposa fallecida no es una cosa olvidable, pero las pérdidas de memoria me afectan desde mi abstinencia. Creo que estuve en Capri, no estoy seguro de la fecha, pero...

Namjoon afinó su mirada, volvió a apuntar a Taehyung con un rictus impertérrito. Mientras tanto, el castaño apenas podía respirar.

—¿Esa es tu excusa? ¿Síndrome de abstinencia? —formuló herido.

—Hace veinte años que dejé la sangre humana... Y, a pesar de mis lagunas, creo recordar a una tal Sarah. Era arqueóloga —reveló Jimin—. Una humana fascinante y excesivamente curiosa, si me permites decir. Digamos que, atravesó la línea numerosas veces. A ella le gustaba investigar. Sabía muchas cosas sobrenaturales.

—Oh, no me digas que te la comiste en uno de tus atracones —dijo Jungkook con un tono aburrido.

—No fue por eso —Jimin bajó la cabeza, recordando leves flashbacks del pasado—. Sarah perseguía a la especie vampírica desde hacía años. La conocí en un club nocturno, ella misma me provocó para que bebiera su sangre. Yo no tenía límites, por aquel entonces —relataba—, mi ansiedad por la sangre humana iba y venía. Así que cuando nos conocimos, después me pidió que la convirtiera a cambio de darme su sangre. Ella quería ser inmortal. Estaba obsesionada con la idea.

—¿¡Qué!? —Namjoon no podía creérselo—. Eso es imposible.

—Es así. Yo intentaba, bueno, digamos que deseaba con todas mis fuerzas comérmela. Una noche, ella me atacó, me inyectó verbena y después me sacó dos viales de sangre. Quería convertirse por su propia cuenta. Días después..., creo recordar que perdí el control. La rastreé hasta la casa rural donde pasaba su viaje de bodas, en Capri. Y como venganza, me bebí toda su sangre.

—Mientes —declaró Namjoon.

Taehyung no podía imaginarse un Jimin como ese, pero todos se quedaron atónitos tras la negación del profesor Kim.

—Me ha costado recordarlo, Namjoon —Jimin sonaba sincero—. Es más, sabía que tu rostro me sonaba de algo, pero...

—No. Es mentira —repitió el hombre—. Sarah jamás me hubiera abandonado.

—A ver, no digo que ella no te quisiera, pero estaba obsesionada con ser vampiro. Al principio intentó tener un romance conmigo, yo no tenía interés en ella, pero como me dejaba morderla, pues...

La voz de Jimin se desvaneció. Taehyung bajó la cabeza, sintiéndose angustiado. Cuando Jimin hablaba así, recordaba que no sabía casi nada de su pasado. De repente, Namjoon volvió a tirar con fuerza del brazo de Taehyung. Taehyung notaba cómo los dedos de Namjoon se clavaban con fuerza en él, provocándole un doloroso hormigueo.

—¡La mataste!

—Sí, la maté. ¡La maté! ¡Traicionó a un vampiro, y eso es lo que sucede! Pero debes saber algo —Jimin chasqueó con la lengua—. La policía no encontró el cuerpo, ¿verdad? Tú lo viste sobre el agua, y huiste. ¿Sabes lo que supe de ella? Que esa misma noche, Sarah se inyectó mi sangre. Cuando tú entraste en la casa, la dejé en el agua, sin terminar de succionar toda su esencia. Siento decírtelo, Namjoon, pero ella despertó como vampiro en el agua, y se largó.

Los ojos de Namjoon casi escapaban de sus cuencas.

—¿Dices que Sarah está viva?

—Si a eso se le puede llamar estar viva —ironizó Jungkook, de fondo.

—Supe de ella un tiempo después, pero afortunadamente me dejó en paz —expresó Jimin—. Con el tiempo, yo volví a luchar para rehabilitarme como vampiro, y desde hace dos décadas, no he vuelto a probar la sangre humana. Ya no soy el mismo.

—¡Es tu culpa! ¡Los vampiros no cambiáis, sois criaturas despreciables! —exclamó Namjoon.

—No es verdad. Yo no quería ser así. Ella se metió donde no debía —dijo Jimin sin compasión—, ¿crees que no pasaría? Si no hubiera sido conmigo, cualquier otro la hubiera matado, Joon. Su curiosidad y sed insaciable por lograr la inmortalidad, la llevó a eso.

Namjoon soltó una risita histérica, que puso a Taehyung los vellos de punta. De repente, le parecía divertidísimo.

—Tú mataste a mi esposa, y para ser justos, yo debería acabar con la tuya —propuso el hombre— ¿Qué te parece el intercambio?

Jimin estaba inmóvil.

—No le hagas pagar mis errores a él. Por favor —dijo firmemente.

Taehyung miró de soslayo a Namjoon, y luego volvió a mirar a Jimin. Su corazón zumbaba con tanta fuerza que podía oír el flujo de sangre en los oídos.

—Me tienes aquí. Házmelo pagar a mí —le ofreció Jimin—. Estoy dispuesto a darte lo que quieres, pero déjale marcharse...

Namjoon parecía estar perdiendo los nervios. Jimin miró a Jungkook de soslayo, y el mayor pareció entender algo: «sácale de aquí». Entonces, todo sucedió muy rápido. Taehyung no supo qué diablos estaban planeando, pero súbitamente, los dos hermanos se lanzaron hacia ellos. Namjoon tiró de Taehyung con tanta fuerza, que cayó al suelo. Jimin saltó sobre el hombre, quien disparó la ballesta, liberando una estaca voladora que se clavó en una viga del techo. Taehyung golpeó el suelo con los codos dolorosamente. Giró la cabeza, gritando el nombre de Jimin, pero de pronto, otra fuerza superpuesta tiró de él, arrastrándolo hacia algún otro lado.

En unos instantes, Taehyung se encontraba fuera del aula, caminando por un pasillo lúgubre a gran velocidad, mientras Jungkook tiraba de su muñeca. Sus pasos repiqueteaban formando un eco siniestro. Tae no entendía por qué diablos le estaba alejando de allí, pero le apetecía llorar y estaba asustado.

—N-No, no, no... Jimin está allí... Jimin está...

—Tiene algo gordo que resolver, ya se las apañará.

—Es tu hermano, ¿es que no vas a ayudarle? ¡¿Vas a dejarle con él?!

Jungkook le miró como si fuera la cosa más chillona y molesta del mundo.

—Tranquilízate, amor. Tiene 168 años, ya no es un bebé. Además, un tío como él no puede hacerle daño —expresó Jungkook con una pasmosa tranquilidad—. Jimin habrá perdido reflejos por su alimentación vegetariana, pero ese tipo sigue siendo un humano, así que...

—No puedo creerme que Jimin hiciera eso.

—A veces, la gente, no es siempre como creemos. O como esperamos.

Jungkook empujó la puerta con un hombro y los dos salieron al fresco exterior. Un grupo de jóvenes borrachos pasaba muy cerca. Fugazmente, Jungkook le empujó bajo un árbol sombrío, tapándole la boca con una mano. Taehyung pestañeaba, vislumbrando su rostro a unos centímetros del suyo. Sus ojos parecían dos pozos negros, insondables. Pero su mano era inesperadamente cálida mientras le sellaba su boca sin más remedio.

—Sssshh... Espera un segundo —susurró el vampiro.

Inmóvil, los iris azules de Taehyung se desplazaron hacia la carretera. Un coche de policía pasó zumbando tras los arbustos. Jungkook apartó la mano y le devolvió los centímetros unos instantes después.

Taehyung pudo volver a concentrarse en respirar lejos de su aura. Se recolocó la bata con nerviosismo, tratando de no coincidir con su mirada.

—¿Estará bien Jimin?

—Sí. Él quería que te sacase —resumió Jungkook—. Me ha tocado el trabajo de niñera.

Taehyung frunció levemente el ceño. Acto seguido, Jungkook suspiró, le tomó la mano sin permiso y comenzó a caminar, llevándoselo de allí. El castaño seguía sus pasos, totalmente desconcertado. El hecho de que le agarrara de la mano le parecía casi una violación de su consentimiento, pero, ¿no le había besado ya sin su permiso? Además de amenazado de muerte, claro. No creía que fuera algo discutible, puesto que sus manos no se enlazaban de forma cálida y segura. Más bien, Taehyung dejaba los dedos inmóviles y abiertos, mientras el otro apretaba férreamente, como si fuera una pesadilla tener que asegurarse de que no se le escapara.

—¿A dónde vamos?

—A mi coche.

—N-No. No voy a subir a tu coche —negó rápidamente.

Jungkook presionó el borde de la lengua contra el interior de su propia mejilla.

—No voy a llevarte a Las Vegas. Vas a tu maldita casa.

—¿A mi casa?

—Si te dejo aquí, nos enfrentaríamos a dos variantes —expuso Jungkook con un toque de creatividad—. Número uno, el estúpido de mi hermano se subiría por las paredes por dejarte a solas en plena noche. Número dos, si hay algo más suelto por Shadowfell, podría usarte como palillo de dientes (y no me refiero a ese profe-cazador de pacotilla). Y número tres, si la uno y la dos se juntasen, el peso del mundo volvería a caer sobre mis hombros. ¿Sabes lo cansado que es?

—Habías dicho dos variantes, no tres —dijo Taehyung con retintín.

—Esa última la acabo de improvisar.

Jungkook le soltó la mano junto al coche, y se fue hacia el asiento de piloto mientras desbloqueaba el vehículo con la llave electrónica. La capota estaba echada, por lo que el automóvil había dejado de ser un descapotable, para convertirse en un encantador vehículo de un brillante negro.

Taehyung dudó sobre si subir o no; le dolía dejar a Jimin atrás, pero al mismo tiempo sentía que debía hacerlo para no convertirse en un estorbo. Al final, tiró de la puerta de copiloto y se sentó en el asiento, sintiéndose totalmente extraño por la compañía de Jungkook. Esa misma noche había sospechado, odiado, huido y culpado a ese chico como si él fuera el gran villano. Era raro pensar en que él acababa de sacarle de allí por su seguridad, si bien, tenía claro que lo hacía por su hermano Jimin, no por él.

Jungkook metió las llaves en el contacto y arrancó sin mirarle. El viaje hasta su casa era silencioso, tan sólo acompañado del suave ronroneo del motor, de los escasos coches con los que se cruzaron, y de los grupos de gente disfrazada a los que dejaron atrás.

En unos minutos, el pelinegro estacionó frente a la casa de Taehyung. El humano salió del auto sin demorarse ni un segundo. Todavía tenía la cabeza embotada. ¿Su profesor de historia era un cazador de vampiros? ¿Su novio había matado a la exmujer de Namjoon?

Taehyung rodeó la casa para entrar por la parte trasera, y no pudo evitar notar que Jungkook le seguía. Él giró la cabeza y luego se volvió, con ese habitual rostro de desconfianza.

—¿Qué haces?

—Asegurarme de que entras en casa —simplificó—. Hazlo.

Taehyung frunció el ceño. Si había algo bueno en todo eso, era saber que en el momento en el que atravesara el umbral de la casa, él no podría seguirle. No había invitado a Jungkook a entrar y jamás pensaba hacerlo. Le quería lejos.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —formuló de repente el ojiazul.

Jungkook arqueó una ceja, guardó las manos en los bolsillos del pantalón.

—¿Quieres entrar de una vez? No he venido para charlar contigo —le rechazó.

Pero Taehyung era como un hueso de roer, y en lugar de sacar las llaves de casa, dio un paso hacia él con un semblante totalmente distinto.

—Solo quiero saber una cosa —insistió el humano—. Hay algo que no para de darme vueltas por la cabeza.

—No, no voy a verme las películas de Crepúsculo contigo —ironizó Jungkook.

Taehyung suspiró desganado.

—¿Mataste a mis padres el año pasado? —fue directo al grano.

—No.

—Di la verdad —exigió Taehyung.

—No los maté.

Taehyung afinaba la mirada. Se acercó a él suspicazmente.

—¿Cómo puedo creerte?

—¿Crees que disfruto matando a gente? —le devolvió Jungkook, más tirante—. Si acabé con la familia Jung, los cazadores de raza, era por venganza. Y si voy a acabar contigo, también será por eso.

Taehyung exhaló una sonrisa.

—Entonces, sí que fue una muerte accidental —pensó en voz alta—. Estos días, estuve preguntándome si tú...

—No lo hice —repitió Jungkook, con seguridad—. ¿Por qué iba a negar una realidad?

Y sonaba muy sincero, pero Taehyung no sabía cómo diablos podía entregarle su confianza.

—Oye, ya sé que mi ascendencia acabó con Sui. Pero déjame decirte una cosa, Jungkook. Sui era cruel, artificial y una bestia. Se lo merecía.

—¿Tú que sabrás? No le conocías.

—Ya, pero Jimin me ha contado muchas cosas de él. Puede que tú eligieras amarle, pero él no lo hizo. Le hizo sufrir y le obligó a hacer cosas que —Tae le juzgó con una mueca de desagrado—, por lo visto, tú si aceptaste.

—Cuando amas a alguien, eres capaz de hacer cualquier cosa. Mírate a ti mismo.

Taehyung negó con la cabeza, a punto de replicarle

—Yo no quiero haceros daño. Entiendo toda esa mierda de tu venganza, por lo que Jung Hoseok le hizo a Sui, pero —trató de defenderse—, yo soy alguien normal.

—No lo entiendes. Tu marca se activará cuando cumplas la mayoría de edad —exhaló Jungkook. Continuó caminando por el jardín, y luego se volvió para mirarle—. Tu verdadero deseo de caza despertará. Y así te hayan entrenado o no, morirás por apuñalar a tu novio cada vez que te bese. Tu mayor excitación será la de clavarle un puñal, arrancarle el corazón o atravesarle con una estaca. Puede que incluso fantasees con quemarle vivo. ¿Quieres darte cuenta de una vez?

—V-Vale —tartamudeó Taehyung—. Y, ¿cómo lucho contra ese instinto?

—¿Mnh?

—¿Cómo puedo evitar que esa marca se active? ¿Cómo hago para renunciar a eso?

—No puedes renunciar a lo que eres; naciste para ser así.

—Eso no es justo —replicó el humano.

—La vida no es justa, amor.

—No me llames amor —discutió Taehyung.

—¿No, amor? —jugó Jungkook, seguidamente ladeó la cabeza dirigiéndole un timbre más suave—. No te preocupes por tu forma de morir. No te torturaré, ni nada de eso. Será dulce, como tú.

—Escucha, sé que puedo controlarlo. Jimin lo hace conmigo; él controla su instinto.

—Lo de Jimin es distinto, él viene derechito de Alcohólicos Anónimos.

—Cuando alguien te quiere, se preocupa por ti —continuaba Taehyung—. Eres su prioridad. ¿Alguna vez Sui te trató así?

Jungkook le miró como si fuera un cachorro molesto.

—¿Quieres dejar de mencionarle?

—Solo quiero que contemples la idea de que podemos hacer algo contra eso.

—Tienes diecisiete años, no intentes darme una lección, niñito —le llamó.

—Oh, ¡tiene que ser imposible! Puesto que debes haber perdido la capacidad auditiva, abuelo —contraatacó Taehyung.

—Eh, sabe más el diablo por viejo que por diablo —dijo Jungkook con arrogancia—. ¿Te suena esa frase, amor?

Taehyung rodó los ojos, y espiró. Entonces, Jungkook empezó a caminar hacia él, mientras el ambiente se enrarecía. Taehyung le miró brevísimamente, ocultando la timidez e incomodidad que crecía en él. Hablar con Jungkook —o en su caso, llenarle de réplicas—, era relativamente fácil a una distancia media de seguridad de dos a seis metros. Pero que se acercara, sólo distorsionaba la realidad; le asustaba, notaba cómo el peso de la gravedad se hacía más pesado, y su corazón bombeaba a un ritmo distinto. Era una extraña mezcla de emociones que todavía estaban sin definir. Y lo peor de todo, era pensar que Jungkook podía escuchar el errático bombeo, detectar el pinchazo de adrenalina en su sangre y vislumbrar cómo sus hombros se volvían más tensos.

—Si no tuvieras la cara exacta de Sui, no serías tan adorable suplicándome una opción a morir —musitó Jungkook.

—No te lo estoy suplicando —dijo dignamente.

—Y tienes sus preciosos ojos. Los mismos que él...

Taehyung bajó aún más la cabeza. Aquel tono de voz acababa de rasgarle el alma. Sus células se encogían, en el corazón le dolía. ¿Por qué tenía que murmurarlo así?

«No era por sus ojos, sólo era porque se parecía a Sui», le dijo una voz en su conciencia.

—Corta con Jade —le ordenó Taehyung de repente.

—¿Eh?

Aquello fue una buena nueva para Jungkook.

—Me dijiste que tú no habías matado a esa gente... Bien, ayúdame a creerte —dijo Taehyung.

—¿Todavía sigues con eso? Mira, me da igual que Jimin ni tú confiéis en mí —Jungkook volvió actuar con frialdad—. Tengo más autoestima que eso.

—Te creo —le sorprendió Tae—. Pero, quiero que me lo demuestres, empezando por dejar en paz a una inocente —volvió a mirarle—. Déjala tranquila, Jungkook. No la utilices para tus beneficios.

Jungkook se quedó en silencio unos instantes. Se mordisqueó la punta de la lengua, valorándolo. Y después, encogió los hombros.

—De todas formas, ya me aburrí de ella. Lo único que le pedí es que mantuviera un ojo encima de Soobin y de ti, por si alguno de los dos mostraba comportamientos extraños —expresó Jungkook—. Reconozco que me preocupaba que el portador de la marca ya hubieradespertado.

—¿Eso excusa que la mordieras?

—Me gusta pasármelo bien en la cama —resolvió el vampiro.

Taehyung desvió la mirada, notando un leve calor en sus mejillas. Tan sólo esperaba que no salpicara su piel bajo su mirada.

—Guárdate los detalles —solicitó Taehyung—. ¿Te alejarás de ella o no?

—Si lo hago, ¿qué obtengo a cambio? —preguntó interesadamente.

Taehyung no sabía que decirle. Lo único que se le ocurrió utilizar fue una tonta excusa, que se le pasó por la cabeza:

—Mi confianza.

Jungkook soltó una carcajada histriónica.

—¿Y para qué quiero yo eso?

—Te doy la carta de la confianza, Jungkook —Taehyung no se permitió sentirse ridículo—: creeré en lo que dices. Que tú no mataste a esa gente, que no tuviste nada que ver en la muerte de esos dos chicos. Jimin y Rayna terminarán creyéndote si yo lo hago —enumeró—. Y, uh, Joon Kim..., supongo.

Jungkook cruzó los brazos y sorbió entre dientes, valorando su oferta. Lo cierto era que le daba muchísima pereza seguir evitando a Jade; las humanas eran demasiado normales y cotidianas, y a él le daba dolor de cabeza tener una relación humana. Además, ya tenía lo que quería en Shadowfell; la atención de Taehyung, el fastidio de Jimin... Así como la revelación del asunto de la marca de Taehyung, y esa fecha limitada de vida que acababa en su próximo cumpleaños.

—Está bien. Dejaré a Jade Russo —decidió.

—¿En serio? —Taehyung pestañeaba—. ¿De verdad?

—Sí —afirmó honorablemente.

—P-Pero, tienes que hacerlo en buenas condiciones —agregó rápidamente el humano—. No le hagas daño. Y nada de trucos.

Jungkook sonrió abiertamente, y a él se le clavó una punzada molesta en el tórax por esa bonita sonrisa.

—¿Por quién me tomas? —dudó Jungkook—. ¿Crees que la voy a devolver como un huesito de pollo mordisqueado?

—Yo que sé —Taehyung encogió los hombros—. Por si acaso.

Y quería desconfiar de él, pero había algo en su interior, ya fuera instinto o simplemente las ganas de dejar de luchar contra las contradicciones que le creaba Jungkook, que le hizo finalmente decidir en creerle.

—Pero si me volvéis a acusar de haber matado a alguien en Shadowfell —agregó el pelinegro—, dile a Jimin que iré a por ti. Así acabaremos más rápido.

—Ah. Qué agradable eres —soltó Taehyung con sarcasmo—. Me encanta tener a alguien en mi vida que me recuerde diariamente, que antes de cumplir los dieciocho, van a matarme.

—No es personal, Tae —contestó Jungkook.

Taehyung le dirigió un gesto fruncido.

—No me llames Tae. Para ti, soy Taehyung —sonó cortante.

—¿Ni amor, ni Tae? —Jungkook parecía despistado.

—Exacto. Sólo Taehyung —afirmó dignamente.

—Ahá. Taehyung —pronunció Jungkook.

E igualmente, Taehyung se sintió irritado por cómo decía su nombre completo. Había una mezcla de condescendencia y pereza en sus sílabas. ¿O es que Jungkook siempre tenía ese acento que le hacía querer cerrar los ojos y escucharlo pegado a su oído? El chico tragó saliva y apartó esa idea de la cabeza a puñetazos oníricos. Sintió miedo pensando en si podría meterse en su mente y sonsacarle alguna de las cosas que pasaban por ahí, sin que él pudiera remediarlo. Estaba esforzándose mucho en enterrarlo.

—Creo que me caes fatal —declaró Tae, finalmente.

—Taehyung, no quiero matarte —dijo Jungkook inesperadamente.

—¿Qué no? Pues no parecías tan seguro cuando el otro día me agarraste del cuello.

Jungkook ladeó la cabeza, contemplando su tensión.

—Siento eso. Verás, no me caes tan mal. Pero, debes comprenderlo —Jungkook hablaba con un tono pacífico—: le debo una venganza al amor de mi vida, así como debo proteger mi culo y el de mi hermano. ¿Crees que un cazador de raza no es potencialmente peligroso para mi especie?

—¿Y a mí qué coño me importa tu especie? Sólo me concierne Jimin.

—Wow. Y luego, yo soy el egoísta —añadió el pelinegro con humor.

—Perdón, ¿me convierte en egoísta el hecho de no querer morir? ¿El preguntarte si existe alguna forma de evitarlo? —discutía Taehyung.

Jungkook se acercó definitivamente a él, extendió una mano y le sujetó una mejilla con una mano increíblemente suave. Taehyung aguantó la respiración unos instantes, notando como su interior quería echarse a temblar.

—Ahí tienes razón, Taehyung —reconoció Jungkook con suavidad, mientras un pulgar trazaba su pómulo.—. Pero no te preocupes por mí, no volveré a tocarte hasta ese día. Te lo prometo. Mientras tanto, sé feliz con mi hermano. Quizá tenga razón, y seas lo mejor que le ha pasado.

Taehyung le apartó la mano. No quería oír más, tenía suficiente.

—Déjame en paz, Jungkook —escupió.


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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