Capítulo 12


*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

Capítulo 12. Rasgos del pasado

—Entonces, ¿Sui huyó?

—La noche que morimos, no —contestó Jimin—. Cuando despertamos, nos encontramos tirados en mitad del bosque, sucios, ensangrentados... Nadie sabía que habíamos muerto tratando de liberarle. Aún estábamos en transición cuando llegamos a Shadowfell. Los rumores que corrían eran fundados por el cazador; había capturado y matado finalmente a sangre fría a Sui, y también, a los vampiros que atraparon por Virginia.

—Pero no llegasteis a verlo —Taehyung se pasaba una mano por la mandíbula—. Ninguno de vosotros vio a Sui morir, ¿cómo sabes que no escapó de él?

—Taehyung —Jimin suspiró lentamente—. Han pasado 168 años. No he vuelto a ver a Sui. Jamás.

—¿Hubo algún tiempo donde le esperases?

—No. Yo le odiaba. Era mejor que desapareciera para siempre.

—Y, ¿Jungkook...?

—Jungkook nunca dejó de amarle, pero él focalizó toda su pasión en la venganza, mientras que yo, traté de... empezar de nuevo.

Taehyung caminó hacia él lentamente, se inclinó junto a Jimin, acariciándole la mullida cabeza con una mano cálida.

—Y lo has hecho. Me tienes aquí, contigo. No te preocupes por eso.

—Tae —Jimin le miraba con lástima—. Hay algo más, que debes saber.

—¿Mnh? ¿Es por lo que... m-me parezco a él? ¿Estamos emparentados o algo así?

—Lo dudo. Sui era un vampiro puro, es improbable que seas su descendiente. Desconozco los motivos de vuestro parecido, pero cuando llegué a este pueblo, y te vi, creí que eras él. Así que, antes de cometer una locura, como asesinarte —le explicaba con pesar, mientras el compañero se sentaba a su lado—, investigué sobre ti. Tu familia, tu árbol genealógico...

—¿Y bien?

Taehyung permanecía muy atento, con los ojos abiertos y azules, con unas facciones ingenuas.

—Fuiste adoptado cuando eras un bebé.

El más joven se quedó en silencio, padeciendo el impacto de la noticia.

—E-Espera, ¿no soy hermano de Soobin? ¿Estás diciendo, que...?

—Tu familia humana tuvo a Soobin dos años después de tu nacimiento y adopción. Es imposible rastrear los datos de la persona que te dejó con tus padres. Me dijiste que tu padre trabajaba en el hospital de Shadowfell, así que, él se encargó de firmar el parte y de quedarse contigo.

—¿Sabes quiénes son mis padres biológicos?

—No —Jimin sacudió la cabeza—. Pero hay algo más, que recientemente descubrí sobre ti.

El corazón de Taehyung se zarandeaba en el pecho. Estaban allí, hablando en el dormitorio, cuando la puerta de madera chirrió suavemente, dando paso a una nueva figura. Jungkook. Fue extraña la manera en la que el corazón de Tae le golpeó el pecho cuando se miraron.

—¿Por qué no se lo dices de una vez? Le has contado la historia entera —intervino el hermano mayor—. Aunque diría que te has saltado unos 168 años posteriores en los que te fuiste de juerga.

—Tú también estuviste de juerga, Jungkook. Es más, diría que todavía lo estás —dijo Jimin.

—Y, aun así, me pregunto, por qué nunca coincidimos, hermanito —sonrió Jungkook.

Él era algo surrealista, siempre de negro, con estrecha cintura, y esa aura que le hacía que se le engarrotasen los dedos por no poder estar cerca. ¿Por no poder estar cerca? Taehyung tragó saliva y bajó la cabeza. Ese era el problema, la cabeza le dolía una barbaridad.

—Decidlo de una vez. ¿Tiene que ver con mi marca? —Tae fue directamente al grano—. ¿Eso explica por qué me parezco, o...?

—No. Significa que eres el último cazador de raza —dijo Jungkook—. El último descendiente de la facción de cazadores bendecidos por los poderes de la piedra alma.

—¿Qué? ¿Jimin?

Jimin se había levantado y ahora guardaba las manos en los bolsillos del pantalón. Miró a Taehyung a unos metros, y sin la necesidad de responder, el joven supo que Jungkook había dicho la verdad.

—Jungkook los ha matado a todos —dijo Jimin, y posó la vista sobre su hermano—, gracias a su insufrible sed de venganza. ¿Cuándo vas a entender que a Sui no le importabas? Te has ganado unos pocos enemigos después de eso.

Jungkook ignoró su pregunta.

—Pero, yo, no tengo... No soy una amenaza para los vampiros —titubeó Taehyung.

—Oh, claro que lo eres, amor —canturreó Jungkook—. En tu décimo octavo cumpleaños morirás de ganas por clavarle una estaca a tu novio. Y tus sentimientos de amor por él, se convertirán en odio. Serás súper fuerte, te volverás longevo, y tu instinto sobrenatural te alertará sobre la cercanía de vampiros. Eso, si no inicias un viaje en búsqueda de la familia pura, los Leone. A la que, desafortunadamente, ya asesinó Jung Hoseok. Al cual, por cierto, intenté matarlo yo mismo —relataba—. Pero el muy desgraciado agarró una enfermedad en 1900, y falleció de gripe española. Supongo que ser un cazador de raza no te salva de las enfermedades comunes.

Taehyung se hallaba impactado. Eran demasiadas cosas, demasiada información. Y todo cuanto sabía, es que, en realidad, no sabía nada de sí mismo. La historia de los De Fiore, Sui, los cazadores de raza asesinados por Jungkook, y ahora, su instinto sobrenatural.

El joven se levantó y fue hacia Jungkook clavando los iris azules en él.

—¿Mataste a mi familia biológica? ¿A mis padres?

Jungkook no dijo nada. Le contemplaba con una mirada fría e indescifrable. Entonces, Taehyung se acercó tanto que sus narices casi se rozaron.

—No me das miedo, Jungkook. Ya no —masculló peligrosamente.

A continuación, Taehyung agarró su bolso y la chaqueta, y abandonó el dormitorio para posteriormente salir de la casa condal. Jungkook todavía se pasaba la lengua por los dientes, pensando en que tal vez, se merecía que en parte le odiara.

Jimin fue el siguiente en ir hasta él. Levantó la mano derecha en forma de puño e inesperadamente, le golpeó la nariz. Jungkook no se tambaleó, pero se inclinó y respiró sangre hasta que pudo recolocársela con un movimiento. El hueso soldó en apenas unos segundos, la sangre se deslizaba por encima de sus labios.

—¿Me pegas por decirle la verdad? —chistó Jungkook.

—No. Esto es por besarle —le dedicó Jimin—. Es mi novio, Jungkook. No intentes convertirle en Sui.

Jungkook arqueó una ceja.

—Estás bien jodido por él —agregó el mayor.

—Dime una cosa. ¿Por qué no le mataste? ¿A caso sigues creyendo que es la reencarnación de la criatura que nos destrozó la vida? —preguntó con desprecio.

—No le maté, porque será divertido ver qué haces ahora que sabes que tu precioso novio nos dará caza tras su décimo octavo cumpleaños. Suerte con eso, Jimin. Porque cuando suceda, yo me sentaré con un cubo de palomitas.

—Pues espero que no olvides que, si termina matándome a mí, también irá a por ti.

Y entonces, Jimin también salió del dormitorio.



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Taehyung salió de la ducha y se detuvo frente al espejo. De un mueble, sacó un pequeño espejito de mano, y con la ayuda del reflejo, logró enfocar parte de la marca de nacimiento que yacía tras su oreja. Era más oscura de lo normal, una media luna bocabajo, con los bordes picudos y una especie de gota afilada justo en el centro. Él tenía esa sensación en el pecho; su vida no era como imaginaba que sería.

«¿Él? ¿Un cazador de vampiros? ¿Sus adorables padres nunca habían sido sus padres? ¿Su hermano, no era realmente... su hermano? Ni siquiera la tía Eve, era realmente su tía», se dijo mentalmente.

Guardó el espejito en el mueble y a continuación se reacomodó los mechones de cabello húmedo tras la oreja, deseando que aquella marca no existiera. Todo había cambiado, pese a que las cosas parecieran ser exactamente igual que ayer. Quedaban seis meses exactos para su cumpleaños, lo que quería decir que tal vez podría terminar el instituto. Pero, ¿qué pasaría después? ¿Querría matar a Jimin? ¿Y si Jungkook le asesinaba antes?

Taehyung tenía miedo a morir, si bien había querido hacerlo durante un periodo de su vida tras el fallecimiento de sus padres. No obstante, desde que estaba con Jimin había querido vivir. Vivir. Su corazón se llenaba de espinas pensando en qué tipo de instintos despertaría una marca que no desearía tener.

Con una toalla sobre los hombros, Taehyung salió del cuarto de baño. Caminaba por el pasillo de la planta superior, escuchando a Everly en el comedor, posiblemente encaramada al teléfono fijo de la casa mientras hablaba con su nuevo romance, Joon Kim. La puerta de Soobin estaba entreabierta, olía a tabaco y él se encontraba en penumbra mientras jugaba a videojuegos. La sensación de pesar inundaba a Taehyung.

El chico se fue hacia su dormitorio y cerró la puerta, posando la espalda en la puerta. De brazos cruzados, se preguntó si debía hablar con ellos. Estaba seguro de que Soobin no tenía ni idea, pero, ¿Everly lo sabía? ¿Por qué no se lo había contado en todo ese tiempo?

Taehyung escuchó el pequeño clic de la ventana cerrándose. Levantó la mirada, descubriendo a su nuevo visitante, Jimin. Él se volvía para mirarle. Había entrado tan ágil y silenciosamente que Tae no lo había notado.

—Hola. Te estaba llamando, pero... No me cogías el teléfono, y...

A pesar de los problemas que habían tenido esos días, Taehyung espiró el aire de sus pulmones y se fue para él. Le abrazó con fuerza, hundiendo la cabeza en su hombro.

—Eh, ¿estás bien? —murmuró Jimin. Levantó las manos y las posó en su espalda, todavía preocupado—. Taehyung...

—Tengo miedo.

—Oh, no. No, Tae.

—No quiero... No quiero que suceda lo que Jungkook dijo de mí...

—Nada de eso va a pasar, ¿de acuerdo? Buscaremos una forma de solucionarlo.

Los ojos de Taehyung se llenaron de lágrimas, inspirando sobre su hombro. Jimin le notó sollozar levemente, pero Taehyung era fuerte y se recuperó rápido. En los siguientes minutos, se sentaron en la cama cruzando las piernas y estuvieron hablando. Jimin trató de diluir el tema con cosas más cotidianas, como el instituto, la nueva apertura de un negocio de ocio en Shadowfell, etc. Tranquilizó a Taehyung poco a poco, sin soltar su mano. Jimin le tocó una mejilla con el pulgar, barriendo un rastro de humedad bajo los párpados inferiores de sus ojos.

—Y Everly está enrollándose con mi profesor —Tae rodó los ojos—. No puedo pedir más esta semana.

Jimin exhaló una sonrisa.

—¿Te preocupa Joon?

—En realidad, sólo espero que no sea otro vampiro —dijo sarcásticamente, y después miró a Jimin como si hubiera podido ofenderle—. N-No lo digo por ti, es que, últimamente, esas cosas no paran de pasar. Rayna es bruja, yo soy un descendiente perdido de no sé qué facción de cazadores... Todo es una locura.

—Ah, está bien. Tengo mis dudas sobre si es vampiro —dijo con un toque coqueto, y posó las manos sobre las rodillas, deslizándolas hacia los muslos.

—¿Por qué? —dudó Taehyung.

—Te cae demasiado bien. Tienes buen ojo con la gente.

Taehyung parpadeó con curiosidad.

—Es verdad —liberó el humano, atónito—. Ahora lo entiendo.

—¿Mhn?

—Lo que sentí cuando te conocí. Fue... fascinante, pero también me asustó. Como si supiese antes de tiempo que había algo que no era normal.

—El instinto sobrenatural del cazador —murmuró Jimin, concordando con su idea.

—P-Pero, yo... Yo no quiero hacerte daño, no voy a...

—Ya. Ya lo sé, Tae —Jimin le agarró las dos manos, hablándole con mucha suavidad—. No te preocupes por eso ahora. Creo que tu instinto por reconocer a seres sobrenaturales se volverá más fuerte con el tiempo. Por eso quiero, que, si sientes algo, me lo digas inmediatamente.

—Rayna tiene algo similar. Cuando estrechó la mano de Jungkook, en la feria del instituto, me dijo que había sentido algo muy fuerte.

—¿Quieres que hable con ella? —formuló Jimin—. Creo que será lo más correcto.

—Tal vez te rechace. La vi muy distinta. Muy crispada.

—Eso es porque su abuela debe haberle hablado mal de los vampiros. No la culpo. Nuestra especie no tiene buena fama...

Taehyung asentía con la cabeza. Jimin tiró de sus manos levemente, acercándoselo a su rostro para besarle. Sus labios presionaron por encima de los suyos con muchísima dulzura, ocasionando que los demás pensamientos se evaporasen.

—Perdóname por lo de este fin de semana.

—Jimin, no tienes que disculparte más. Te he dicho mil veces que...

—No, no es por eso. Es por lo que hice después. Distanciarme, volver a poner en cuestión si debería estar cerca de ti —expresaba el pelinegro—. Lo cierto es, que eso te ha hecho daño, y no puedo permitirme hacerte sentir así. Tú siempre estás ahí. Desearía que entendieras que eres un sol para mí. Demasiado bueno, demasiado brillante, tras años de oscuridad —bajó la cabeza—. Me has aceptado tal y como soy, y eso también me asusta, ¿sabes? Cada vez que he dado un paso hacia ti, he temido destrozar lo vivo que me hacía sentir. Pero no por eso quiero alejarte. Todo lo contrario.

Taehyung ladeó la cabeza y le besó con ganas. Le besaba, haciéndole entender lo que sentía por él. Adoraba a Jimin con toda su alma y las palabras no eran necesarias. Poco después se recostaron juntos, besuqueándose, Taehyung con la cabeza sobre la almohada, y Jimin por encima de su regazo, con una pierna entre las suyas y una mano redirigiéndole el mentón para tomar más de su boca. Las manos de Taehyung subían por las caderas, deslizándolas bajo la blusa negra del muchacho, deteniéndose sobre la piel de su cintura.

Los labios de Jimin siempre sabían a cielo, gruesos, suaves y tersos. Tibios y seguros, a veces más juguetones y ladinos. Él solo se detuvo cuando sus colmillos habían crecido, rozando la húmeda lengua de Taehyung. Y entonces, le miró detenidamente a unos centímetros por encima de su rostro con iris salpicados por colores cálidos, desde el ocre caliente hasta el anaranjado.

—Quiero intentar algo —murmuró Jimin.

—¿El qué? —le devolvió el compañero con otro murmullo.

Jimin posó los dedos sobre sus antebrazos, apartando las manos de Taehyung de él. Aprisionó una de sus muñecas, llevándola por encima de su cabeza, hasta que topara contra el cabecero de la cama.

—¿Puedes confiar en mí?

En sus iris azules leyó su consentimiento, y a continuación, Jimin se inclinó junto a su rostro y besó el borde de su mandíbula, descendiendo seguidamente por su cuello. Taehyung cerró los párpados, el aliento húmedo y los labios tibios le erizaban la piel, a la vez que los pequeños toques de sus besos agitaban su sistema nervioso.

Era la primera vez que Jimin se permitía besarle el cuello, podía notar el rítmico pálpito de Taehyung bajo la piel, el pulso bombeando y llamándole, y el olor que caracterizaba su dulce esencia y le envolvía de esa forma tan especial. Los dedos del ojiazul se afianzaban al borde del cuello de la camisa, tras la nuca. Jimin se esforzó en un beso húmedo, y luego su lengua reptó sobre la piel hacia la parte baja de la oreja.

Taehyung liberó un jadeo ahogado por la excitación, pero Jimin le devolvió los centímetros con las cuencas de los ojos oscurecidas. Unas sombrías venas corrían por los párpados rasgados superiores e inferiores, y sus labios se tensaban hacia atrás, mostrándole unos largos colmillos blancos que sin duda eran imponentes.

Jimin se recompuso y cerró la boca, también soltó su muñeca e inspiró profundamente, apretando los párpados para después abrirlos con un rostro mucho más humano. Taehyung todavía se sentía impactado por sus cambios faciales entre depredador, y su adorable y coqueto novio. Pero apreciaba presenciar el esfuerzo que ponía en ello, casi como si fuera un trabajo diario, un león domesticándose para no despedazar a su esponjosa ovejita.

—¿Qué tan duro es para ti? —preguntó Tae.

—Muy duro.

El humano se mordisqueó el labio mientras el otro se dejaba caer a su lado con un aspecto mucho más relajado. Sus iris se iban apagando, dejando paso a un castaño más familiar. Taehyung enlazó una mano con él, le miraba de medio lado, estirando unos dedos para retirar unos cuantos molestos mechones negros de su frente.

—¿Cuánto tiempo llevas privándote de la sangre humana?

—Dos décadas.

—Tu dieta es estricta —opinó el castaño.

—Digamos que ya superé la abstinencia. No se está tan mal —expresó Jimin.

—Quizá, uhm, deberías probar a consumir pequeñas cantidades, ¿no lo has pensado? Tal vez de bolsas de sangre, o, quizá —dijo lentamente—, yo podría dártela.

—¿Tú? —Jimin parpadeaba sorprendido—. Tae, te desmayaste en el instituto cuando te sacaron sangre en el pabellón de gimnasia. No creo que sea buena idea.

—Ya. En eso tienes razón —Taehyung suspiró profundamente—. Pero lo haría. Lo haría para ayudarte. Quizá te vendría bien probarla para descartar tu apetito por mí.

Jimin soltó una carcajada leve, y Tae frunció el ceño.

—¿Qué?

—Ah, nada —Jimin se relamió los labios—. Dudo que probarte me hiciera descartar lo más mínimo. Sólo crearía problemas —su sonrisa comenzó a extinguirse lentamente—. Soy como un alcohólico. No puedo permitirme ni un solo trago. Hacerlo me convierte en otra persona. Enciende una parte de mí... más libertina e impredecible.

Taehyung se irguió ligeramente junto a su regazo, tomando el costado de su cuello con una mano cuyos dedos se introducían en su suave nuca.

—Dijiste que no podías besarme, y lo hiciste. Pensabas que tendríamos problemas para acostarnos, pero lo hemos hecho de todos modos —dijo el humano—. ¿Por qué crees que no podrías continuar superándote?

Jimin se tomó unos instantes para armar su respuesta. Parpadeaba observándole con ese aprecio característico, la sinceridad y el cariño relucían en sus ojos.

—Quizá, a tu lado, pueda hacer de todo, mi amor. Pero mis instintos, como vampiro, son fuertes. Más que el amor.

—Eso es imposible —negó Taehyung.

—¿Cómo estás tan seguro? —formuló el segundo.

—No hay nada más fuerte que el amor, Jimin —le contó con firmeza—. Dijiste que los sentidos se multiplicaban al convertirte; tu personalidad, tus gustos, tus puntos fuertes y debilidades. ¿Nunca lo has pensado? Estoy seguro de que el amor que sientes es mucho más fuerte de lo que cualquier otra criatura podría llegar a sentir. Y un foco de luz siempre brilla en la oscuridad, sin importar que densa es la sombra. Puedes ponerlo por encima de la sangre.

—Eres inspirador —murmuró Jimin con cierta lástima—. Pero cuando eres vampiro, nada es más importante que la sangre.

Taehyung se inclinó y besó por encima de su frente, para después mirarle de cerca.

—Creo que ahí te equivocas —murmuró con afecto. Después se levantó de la cama, rascándose la panza—. Necesito cenar algo. ¿Te importa si bajo a la cocina? Tardo diez minutos. Espérame, ¿vale?

—Síp —contestó su pareja.

El muchacho salió del dormitorio velozmente. Jimin se quedó mirando al techo unos instantes. Las palabras de Taehyung sonaban tan bien, que deseó que fuera cierto. Pero tenía traumas, cicatrices del pasado, y una sombra demasiado oscura y densa para pensar en que podía aceptar esa parte de sí mismo sin volverse loco. Si bien tal vez... tenía razón... Taehyung era ese pequeño foco, brillante y alentador. No pensaba perderle por nada del mundo. Lo necesitaba.


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Los días de la semana transcurrieron con parsimonia. Jimin apenas se cruzó a Jungkook por la casa. Iban y venían, y cada uno se preocupaba de sus asuntos sin coincidir. El hermano más joven estaba al tanto de sus movimientos; no había vuelto a acercarse a Taehyung, pero le había visto pasearse con su descapotable negro cerca del High School Elementary, llevando a Jade Russo en el asiento de copiloto, para así coronarla como la nueva reina del instituto. Y técnicamente, ya lo era. Todo el mundo hablaba de ella y contaba cosas de Jungkook De Fiore que no se asemejaban a la realidad. Por ejemplo, que él era un empresario muy ocupado que apenas pasaba por el pueblo. Que había estado comprometido y ahora salía con una joven que recientemente había cumplido los dieciocho. Jimin estaba seguro de que a Jungkook le encantaban esos rumores.

En la siguiente semana, la policía encontró los cadáveres de los dos jóvenes desaparecidos fuera de la periferia de Shadowfell, al final de un escarpado barranco rebosante de coníferas y animales salvajes. La noticia estaba rulando por Shadowfell como la pólvora. La prensa se había reunido frente al cuartel de policía, mientras la sheriff Alicia Meester relataba el informe detallado. No hubo apenas preguntas por parte de los periodistas, ni gente que apareciera por los alrededores, más que un puñado de interesados. Pero Jungkook también estaba ahí. Él ya le había echado el ojo a la sheriff, la madre de Lexa Meester, una tonta y superficial chica de instituto que le caía fatal a Jade.

—La caída y los días que han pasado a la intemperie estropeó más los cuerpos. Pero la autopsia reveló que habían sido desangrados —dijo la sheriff—. Es la segunda vez que sucede en tan poco tiempo. Le pedimos a la ciudadanía de Shadowfell que no hagan excursionismo, botellones, o cualquier otro tipo de actividad clandestina en horas nocturnas. Gracias por asistir a esta rueda de prensa.

Todo el mundo se estaba dispersando, pero Jungkook se aproximó a la sheriff mientras el cuerpo de policía comenzaba a retirar el atril y las sillas.

—Está haciendo un trabajo excelente, agente Meester. Es digno de admirar —la cumplimentó Jungkook.

Alicia giró la cabeza, y se vio sorprendida por la aparición de aquel hombre. Si le hubieran preguntando, no sabría ubicar exactamente su edad, puesto que Jungkook parecía adulto debido a su porte y la elegancia del negro, así como lo suficientemente joven para no tener más de la veintena, lo cual no parecía del todo normal.

—Gracias, caballero —Alicia parecía confundida—. Me suena su rostro, ¿de qué le conozco?

—Soy un De Fiore. Jungkook De Fiore —se presentó—. La casa condal del pueblo me pertenece.

—Oh, sí. Conozco a Gregory —contestó Alicia—, pero pensé que vivía solo desde hace años. Hace unas semanas que no le veo por aquí.

—Gregory se ha marchado de viaje —utilizó Jungkook como excusa—. Ahora, yo le he tomado el relevo. Me encargo de la casa familiar y de mi hermano pequeño.

—Jimin Park es su familiar, ¿Verdad?

—Qué rápido corre la voz —sonrió Jungkook.

—Bueno, un pueblo de cuatro mil habitantes no podría pasar por alto a nadie nuevo. Y aún menos, si lleva el apellido de una de las cuatro familias fundadoras.

—Eso es magnífico. No se ha perdido el respeto por los antepasados —Jungkook parecía ladino y persuasivo—. Ahora dígame algo, agente Meester. ¿Qué más saben sobre los cuerpos encontrados sin vida?

—Lo que hemos contado es cuanto sabemos —ella opuso resistencia.

—¿Quién los ha matado? —formuló Jungkook más serio, ejerciendo su poder de compulsión.

—Es un secreto del cabildo.

—¿Quién forma parte de ese cabildo?

—La mujer del alcalde Trench, yo, como sheriff, y las cabezas de familia de los fundadores, Jack Conte y Edward Russo.

—Háblame de sus secretos —continuó el vampiro.

—El protocolo de prevención se activó ayer, tras los resultados de la autopsia. Los escritos guardados en la casa de Trench mencionaban que en el pueblo hubo una época de desapariciones y muertes progresivas. Se menciona la existencia de brujas y criaturas carnívoras a finales del siglo IX —le contó sin ningún tipo de resquemor—. Reconozco que me reí al principio, pero cuando mi equipo encontró los cadáveres, los mordiscos eran demasiado similares a los de los cuerpos encontrados hace semanas.

—¿Qué criaturas creéis que son?

—Vampiros —contestó ella de forma automática.

Jungkook la liberó del hipnotismo en cuanto escuchó aquella palabra. Chasqueó con la lengua y sorbió entre dientes.

«Vaya. Así que Shadowfell no es tan olvidadiza como esperaba», pensó. «Puede que la gente más joven lo sea. Pero todavía quedan documentos que corroboran la existencia de vampiros. Vampiros en el siglo XXI. ¿Quién lo diría?».

—Olvida lo que hemos hablado —ordenó Jungkook.

—¿De qué hemos hablado? —preguntó Alicia instantáneamente.

—Agente Meester —empezó de nuevo, con un tono mucho más amable—. Soy un fundador. Tengo nociones sobre el secreto del cabildo en Shadowfell, y no he podido pasar por alto lo sospechosas que han sido esas muertes.

El rostro de la sheriff vaciló entre el asombro por su mención y el interés. Ella se desplazó junto a Jungkook a un lugar un poco más privado, donde no pudieran oírles.

—¿Lo conoce? ¿Cómo es posible?

—Bueno, soy un hombre con mucho tiempo libre. Hay una gran biblioteca en la casa condal, y nunca dejé de llevarme libros mientras viajaba. Algunos podrían caracterizarlo de ficción, pero... Yo creo que hay algo más...

—Creo que vendría bien que un De Fiore se uniera. La ley del cabildo une a las cuatro familias fundadoras, y a la policía, por el bien común de Shadowfell, y para proteger a la ciudadanía.

—¿Es una invitación directa, agente?

—Por supuesto.

Jungkook ya tenía lo que quería. Un pase de primera categoría en los mandos del pueblo. Y así, terminaría descubriendo quién diablos había matado a esos niñatos, y si había otro vampiro en el pueblo.


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Taehyung todavía tenía todas esas cosas en la cabeza; era como una sopa de letras. Y cada vez que veía a Soobin o a Everly, se sentía como un desconocido en su propia casa. Dudaba de hasta que su propio perro fuera su perro. Y se sentía tan dudoso sobre sus orígenes, sobre sus raíces, que se sentía hasta un desconocido frente al espejo.

Echaba muchísimo de menos a Rayna, y últimamente, Jimin era su único refugio. Abrazarle y besarle. Escuchar sus susurros, y presenciar cómo sus dedos se entrelazaban mientras él hacía que su corazón se sintiera vivo por algo. Jimin Park, Jimin De Fiore, o simplemente Jimin, era lo único que le estaba sosteniendo esos días.

Una tarde lluviosa, Taehyung bajó la escalera y encontró a su tía Everly en la puerta de casa. Acababa de volver de compras, dejó una bolsa de Zara en el suelo y colgó el bolso en el perchero, mientras se descalzaba.

—¿Lo sabías? —preguntó Taehyung desde la escalera.

Everly le miró de soslayo.

—¿Uh? ¿El qué? —formuló ella desinteresadamente.

—Quién soy —fue directo al grano—. Que mis padres no son mis padres, y que Soob no es mi...

—Eh. Taehyung —Everly fue hacia él rápidamente, y le agarró por los hombros—. ¿Qué dices?

—Soy adoptado. Lo sé, Everly. ¿Por qué nunca me lo habías dicho? —replicó el joven—. No te hagas la tonta, es imposible que tú no lo sepas...

Everly le soltó y suspiró profundamente. El corazón de Taehyung palpitaba con fuerza, los dedos le temblaban y sentía cómo la garganta se le comprimía.

—Porque... Porque no lo creía necesario. Eso era cosa de ellos, de tus padres...

—Pero soy mayor. Debería haberlo sabido.

—Y, ¿qué más da? —inquirió Everly.

Taehyung exhaló una sonrisa ácida.

—Joder, claro que da, Eve. Es mi vida —replicó el muchacho.

—Bien, ¿Quieres conocer a la persona que te dio a luz? —dijo ella—. Taehyung, yo te apoyaré si es así, pero nosotros seguimos siendo tu familia. Yo te quiero. Y eres lo único que tiene Soobin, ¿vale? Por eso jamás le di importancia.

—Pero la tiene. Tiene importancia.

—¡Soy tu familia! Me da igual lo que diga un papel, ¡me da igual que no compartas mi sangre! ¡Soy tu tía!

Taehyung parpadeó, sorprendido por su decisión, si bien, sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Aun así, no es justo que no me lo dijeras.

—¿Cómo lo supiste?

Taehyung suspiró lentamente y trazó una mentira:

—Un trabajo del instituto sobre ascendencia. Ehm, encontré un documento, y, bueno... Ha sido desagradable.

—Se me da mal, ¿de acuerdo? —Everly frunció el ceño—. Se me da fatal ser la mayor, se me da terrible cuidaros, y por eso no sabía cómo decírtelo... Taehyung... Yo no quiero lastimarte. Cada vez que te miro, me recuerdas a ella —sus ojos relucían por las lágrimas sin derramar—. Y no es por tu físico, sino por tu forma de hablar, de comportarte. También tienes la valentía de tu padre. Esa forma de, afrontar las cosas, de guardar tu entereza. Dios, y puede que no fueras su hijo biológico, pero ellos te amaban. Te amaban más que a nada, y cuando tuvieron a Soobin, te aseguro que jamás dejaron de quererte tanto como a él. ¿Recuerdas ese verano, en California?

—¿Cuándo viniste con el idiota de ese novio universitario que tenías?

Everly rodó los ojos.

—Sí. Ese idiota.

Las lágrimas se desbordaron de los ojos de Taehyung, recordando lo felices que habían sido hacía tiempo. Estuvieron quince días en California, en una casa rural junto a la playa; él, Soobin, sus padres, acompañados de la breve visita de Eve con una pareja que tuvo por esas fechas. Parecía mentira que hubieran pasado algunos años.

Everly le abrazó precipitadamente, compartiendo aquel silencio lacrimógeno con el muchacho.

—No llores, tonto —le dijo en voz baja.

Taehyung negó con la cabeza. Cuando se separaron, le pidió disculpas a Everly por haberle hablado así. Ella tenía razón; nada cambiaba entre ellos. Y a pesar de todo, no podía contarle que sabía algo muy comprometedor de su ascendencia. Debía mantenerlo en secreto.

—¿Sabe Soobin algo de esto?

—No. Nada.

—Ya hablaré yo con él, en otro momento —dijo Taehyung, limpiándose las lágrimas con una manga.

—Anda, ven. Tengo un tarro de helado en el frigorífico.

Taehyung se sorbió la nariz, y se dejó arrastrar por Everly, quien se lo llevó hasta la cocina. Después se sentaron en el sofá y estuvieron hablando un rato sobre cosas más agradables; Tae se sintió muy reconfortado esa tarde.


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Finales de octubre había llenado el instituto de pancartas sobre el día de Halloween. Era irónico la cantidad de carteles que había por el instituto, así como decoraciones de telarañas y referencias a películas de terror populares. Junto a la entrada del comedor habían colocado un mostrador con vísceras de gominolas —todo el que pasara, se encontraba obligado a meter la mano y sacar un puñado—, y unos pequeños frascos de sangre falsa con sabor a regaliz.

La semana de Halloween siempre había sido una de las favoritas de Taehyung, pero ese año todo estaba siendo demasiado paranormal para tomárselo como algo gracioso. Nada más entrar, le dieron un pequeño frasco con pajita, unos compañeros le saludaron con la mano, y poco después, se detuvo frente a la taquilla buscando a Jimin con la mirada.

—¡Tadá! —Lexa saltó frente a él, sorprendiéndole.

Llevaba una capa negra y unos colmillos de plástico que daban pena. Si bien, Taehyung se encontraba atónito por su aspecto.

—¿Qué? ¿Qué haces? —dudó, algo tenso.

—¡Soy un vampiro! ¡Ja, ja, ja! Solo es una broma, ¿no te gusta mi capa? —dio una vuelta sobre sí misma—. En realidad, es para un disfraz —se quitó los colmillos falsos con una sonrisita—. ¿Vas a venir?

—Uhm, pues, no lo sé...

La mirada de Taehyung acababa de posarse en Jimin. Él se despidió desinteresadamente de Lexa, y fue directamente hacia él, sosteniendo la sangre salda entre los dedos.

—Buenos días —saludó Jimin, y luego sus ojos fueron a parar al frasco—. Uh, vaya.

—Háblame de las ironías de la vida.

—Ya te digo. Pero es gracioso —sonrió.

—¿De verdad? ¿Esto te hace gracia?

Jimin se mordió la lengua con un gesto coqueto. Pasó por su lado, llevándoselo del brazo a un paso tranquilo.

—Vamos, Tae. Solo es un juego —le decía—. Por cierto, ¿cómo has dormido?

—Bien. Aunque anoche, Joon estuvo en mi casa.

—¿Joon? Oh, así que el profesor Kim ahora es sólo Joon —reprodujo Jimin con voz aguda—. Y ahora se queda a cenar con vosotros. ¡Pronto se convertirá en papi!

Taehyung le dio un manotazo, aunque Jimin se rio de todas formas, y a él le provocó una sonrisita vergonzosa.

—Sí, se quedó a cenar. Pero para no hacerlo más incómodo, tía Eve cenó con él por su cuenta, así que yo me quedé en mi dormitorio.

—Menos mal. Mi niño es vergonzoso.

El humano le miró de medio lado tras su cariñoso apelativo.

—¿Cómo has dicho?

—¿Qué? ¿P-Prefieres que utilice tu nombre? —Jimin empezó a titubear—. Pensé que a lo mejor...

Tae negó velozmente con la cabeza, sintiéndose un poco tímido. Rayna pasó frente a ellos, despistándoles. Les echó una mirada juzgadora, e increíblemente dolorida.

—R-Ray —masculló el castaño.

—Hablaré con ella —dijo Jimin.

—Sí. Yo también —Tae se mordió el labio—. Intentaré atraparla al final de clases.

El timbre del comienzo de hora comenzó a resonar con fuerza sobre sus cabezas. La gente se arremolinaba a sus alrededores, buscando sus respectivas aulas.

—Me toca latín —dijo Taehyung, y estirando el cuello le dejó un beso sobre los labios—. Nos vemos después, ¿vale?

—Okay, ¡chao!

—¡Adiós!

Taehyung y Jimin se separaron para asistir sus diferentes optativas. El resto del día, se cruzaron en dos asignaturas, y Taehyung logró convencer a Rayna para que hablaran al finalizar las clases. La encontró junto a las taquillas a las dos y media, cuando todo el mundo salía. Los dos compartieron una mirada, y sin mediar palabra, salieron del instituto, dirigiéndose hacia una de las mesas de merienda que había por el campus. Rayna soltó su bolso allí, miró a Taehyung de soslayo, mientras él se sentaba con un suspiro.

—¿Sigues enfadada conmigo?

—No estoy enfadada contigo, Tae.

—Pues actúas como tal —replicó.

—Sólo estoy preocupada.

—¡¿Preocupada por qué?! ¡Estoy bien!

—Por las cosas que han sucedido en el pueblo, cuatro muertos en apenas un par de meses, y...

—No tengo nada que ver con eso —Jimin se introdujo en la conversación de repente.

Ray y Tae giraron la cabeza, encontrándose con el muchacho. Llegaba con las manos en los bolsillos, la bandolera de cuero negro colgando de un hombro, acompañado de su singular aspecto de gato elegante y esbelto.

—Rayna. Te estoy dando mi palabra.

—¿Y de qué vale tu palabra? ¿Cómo puedo confiar en ti? —formuló con hastío.

—Porque yo confío en él —le defendió Tae.

Rayna le miró mal, descartando aquello como una buena excusa.

—No he atacado a ningún humano. Mantengo mi dieta desde hace dos décadas —le aseguró Jimin—. Sé lo que te ha dicho Aramintha. Las brujas sois desconfiadas, pero ella es una Rey, al igual que tú, y las Rey siempre habéis visto más allá de la piel.

—¿Qué sabes tú de la familia Rey?

—He vivido 168 años, Rayna. He conocido a brujas de tu linaje. ¿Sabes quién hizo mi anillo de luz? —Jimin levantó una mano, mostrándole el anillo.

Rayna se fijó en la pieza de su mano, un anillo masculino, de plata envejecida, con una enorme piedra lunar en el centro.

—¿Por qué no me habías dicho eso? —preguntó Taehyung.

Jimin resumió todo lo que pudo:

—Cuando desperté, pasé unos días en la oscuridad junto a Jungkook —relató Jimin detenidamente—. Sólo nos alimentábamos y desplazábamos de noche, temíamos a la luz del sol. Un día, una bruja, Irina Rey, nos entregó estos anillos. Nos dijo que Sui los había pedido para nosotros. Ella trabajó durante gran parte de su vida para la familia pura de los Leone, hasta que tuvo que huir. Sin embargo, Sui le hizo un pago para que nos los entregara, incluso después de su huida. Él quería que los tuviéramos nosotros, como una promesa de que algún día seríamos inmortales.

—Espera... ¿Una antepasada de Rayna, trabajó para los Leone? —Taehyung parecía muy sorprendido.

—Los Leone tenían riquezas, sabiduría, a las mejores brujas, y un gran poder de persuasión de su parte. Por eso pasaron desapercibidos durante siglos. Sus relaciones eran tan comerciales como íntimas con ellas, hasta que finalmente el linaje de las Rey abandonó Italia.

Jimin volvió a mirar a Rayna, la joven trataba de mostrarse aparentemente inexpresiva, pero él podía leer su asombro.

—Mi abuela me contó algo similar, pero... Dijo que los vampiros nunca hacen tratos realmente equitativos. Sólo buscan su beneficio.

—Y, ¿qué es lo que crees que quiero hacer yo, Rayna? —formuló Jimin—. ¿Crees que quiero haceros daño?

Jimin se fue hacia ella, y Rayna retrocedió un paso.

—Quédate ahí. No te acerques.

—Tócame —le ofreció una mano—. Lee lo que hay en mí. Dime si realmente soy digno de tu desconfianza.

Rayna le miraba fijamente, sin moverse. Sus párpados descendieron poco a poco, y al final, dio un paso hacia Jimin y envolvió su mano con ambas. Ella apretó los párpados, bajo la luz del sol que se fracturaba a través de las ramas de los árboles. Taehyung pasó las piernas por encima del banco y se levantó, contemplándoles.

Tras unos segundos de silencio, la ojiverde abrió los ojos. Lo cierto era que no percibía malas intenciones en Jimin, sino todo lo contrario. Había una emoción muy fuerte en su interior, y tenía nombre y apellido; Taehyung Kim.

—Si le haces daño, yo misma te mataré —le avisó Rayna.

—Rayna —dijo Taehyung con voz aguda.

—Entendido —aceptó Jimin.

—Y controla a tu hermano —agregó la chica.

—Haré... lo posible.

Luego miró a Taehyung, tomó su bolso y se marchó. El castaño le siguió con la mirada, hasta perderla de vista. Jimin suspiró, se mordía el labio.

—Lo lamento, no sé si...

—Gracias por hablar así con ella —Taehyung—. Ven aquí —le abrazó y cerró los ojos sobre su hombro, hundiendo la mejilla—. Entrará en razón, lo sé.

Esa tarde, Jimin y Taehyung pasaron unas horas en la biblioteca estudiando juntos. Sobre las siete y media fueron al Bell's y jugaron unas partidas de billar. Después, se tomaron algo en una mesita, en un rincón del local. La música resonaba de fondo mientras los clientes iban y venían de la bonita estancia, la cual ahora tenía una atractiva decoración de Halloween. Estaban hablando del examen de historia, y de varias cosas más del instituto.

—Este fin de semana, te gustaría, uhm, ¿ir a Richmond? —sugirió Taehyung.

—¿Tú y yo?

—Podríamos ir al centro comercial. Quiero comprar algo por allí, y, por la noche, uh, podríamos, ¿dormir en un hotel?

—Tú lo que quieres es pasar la noche conmigo —sonrió Jimin—. ¿Qué? ¿No te gusta mi casa? Supongo que tener un hermano psicópata no te hace ilusión.

Taehyung desvió la mirada con una notable timidez.

—No es eso. Muero por pasar la noche contigo —agregó en voz baja.

—¿Sí? Y, ¿qué te gustaría hacer? —preguntó el pelinegro coquetamente.

—¿En el centro comercial? —Tae titubeó—. P-Pues, quiero comprar un regalo para Soobin. Pronto es su cumpleaños, y tía Eve es penosa para los regalos.

—No. En el hotel —flirteó directamente.

Taehyung le miró de medio lado, con los párpados bajos y un claro rubor en sus mejillas. El dedo índice de Jimin reptaba por su antebrazo, deslizándose sinuosamente.

—Desnudarte —liberó el humano.

—¿Cómo? —murmuró Jimin.

Unos segundos de silencio, y Taehyung explotó con una voz ronca.

—Quiero arrancarte la ropa.

—Y yo quiero que lo hagas —le provocó Jimin.

—Sólo quiero pensar en un fin de semana sin nadie más. Tú y yo, y...

Sus rostros se aproximaban, y sus narices toparon con suavidad. Estaban a punto de besarse, sus labios anhelantes se rozaron levemente, mientras el corazón de Taehyung cabalgaba a toda velocidad. Una pareja conocida entró por la puerta del Bell's, y perdió la atención de Jimin de momento.

Él giró la cabeza, y mientras tanto, Taehyung escurría un brazo por encima de sus hombros, atrayéndolo más hacia su regazo.

—Entonces, ¿te parece bien? —formuló.

Pero los iris castaños de Jimin ya estaban en otro lado, su precioso perfil quedaba ante su visión, en lo que Tae cedía finalmente a seguir la dirección de su mirada para comprobar qué estaba pasando. Jade Russo y Jungkook De Fiore acababan de llegar al Bell's. Ahora se encontraban junto a la barra, con Jungkook apoyando un codo cómodamente en esta mientras la joven pedía algo. Él se volvió sutilmente, conectando la mirada con la de la parejita feliz.

Jimin parecía tenso, ligeramente molesto por su aparición. Taehyung encontró los ojos de Jungkook un par de segundos, y notó cómo de repente le costaba tragar saliva. Después, el vampiro volvió a mirar a su chica y le dedicó una falsa sonrisa. Desde aquella distancia, Taehyung se preguntaba por qué tenía esa sensación; era como una onda expansiva, cuyo epicentro partía de Jungkook. Se resumía con la secuencia de un carrete de fotos de película en blanco y negro; él agarrándole la muñeca en lo alto, la primera vez que se vieron en el umbral de la casa De Fiore. Él apareciendo en aquella fiesta y robándole el aliento a todo el mundo. Y días más tarde, en el porche de su casa, agarrándole del cuello con una amenaza de muerte, y entonces besándole sin ningún tipo de sentido, mientras gemía un nombre que no era el suyo.

Taehyung bajó la cabeza, sintiendo un fuerte desagrado. Quería olvidarlo. Y también necesitaba olvidar que era el hermano de Jimin, que sabía lo de su marca de nacimiento desde el principio y había ido a aquel pueblo a matarle.

—Vaya. El diablo haciendo de las suyas —murmuró Jimin.

—Mnh. Creía que se alejaría de Jade —agregó Taehyung con una especial rabia—. Qué cerdo.

—SSsssh —chistó el otro—. Puede escucharte.

—¿Qué? —Tae frunció levemente el ceño.

Y desde la barra, Jungkook volvió a girar la cabeza con diversión. Taehyung se quedó atónito, con la boca abierta. Desvió nuevamente la mirada, sintiéndose incómodo.

—Oído vampírico, ¿recuerdas? —masculló Jimin, señalándose al oído.

—Ah, ya. Pues es un despótico cerdo desconsiderado —soltó apropósito—. Además, de un chupasangre.

Eso sí que debía haberlo escuchado. Jimin arqueó una ceja, contemplando la espontánea frialdad y rudeza de Taehyung.

—Tae... —bufó divertido.

Pero él no sonrió. Y Jungkook, desde la barra, le dio un trago a su copa, rodando los ojos levemente. «Alguien parece molesto conmigo», se dijo. «Ojalá me importara lo más mínimo».

—Jade, amor —dijo Jungkook.

Ella soltó su copa y le miró encantada.

—¿Sí?

Llevaba un bonito fular en el cuello que ocultaba las marcas de los mordiscos, y Jungkook se lo recolocó cuidadosamente, con un toque sibilino.

—Así mejor.

—¿Te gusta?

—Te queda magnífico —le cumplimentó.

Estiró los talones para darle un beso, y a continuación, Jungkook le devolvió unos cuantos más que cariñoso, esperando chinchar a alguien que se encontraba a unas cuantas mesas. Taehyung desde su asiento, estaba mareándose entre la rabia y asco. Rayna tuvo razón en una de las cosas que le dijo; debían proteger a Jade de Jungkook. Pero no sabía cómo hacerlo, y cuanto más lo miraba, más sensaciones contrapuestas le invadían.

—Voy a vomitar —chasqueó Taehyung.

—Ni caso —Jimin acababa de comprobar desinteresadamente el teléfono—. Vamos, te llevo a casa.

En unos minutos salieron de allí, tomaron el vehículo de Jimin y el joven condujo hacia la casa del castaño. Poco después, Jimin estacionó frente a la casa, salieron del coche y le acompañó hasta la entrada.

—Podemos bailar en Richmond. Dijiste que te gustaba —decía Taehyung—. ¿Prefieres un antro nocturno, o lo tuyo es la música clásica?

Jimin soltó una risita.

—La verdad, es que bailo de todo. Te enseñaré algunos pasos —bromeaba.

Se detuvieron frente a la puerta, donde el pelinegro ladeó la cabeza percibiendo algo que provenía del interior.

—Creo que tienes compañía —agregó Jimin.

—¿En serio? ¿Puedes oírlo?

—Oh, sí. El profesor Kim está con tu tía.

—No, no. Por favor, no me digas que están haciéndolo —suplicó con un timbre agudo—. Quiero mantener mi psique intacta.

—Pues, la verdad...

La puerta se abrió súbitamente. Soobin estaba al otro lado, tirando de la cuerda de Mike.

—Uy. Hola.

—Ah, hola, Soob —exhaló Taehyung, ligeramente tenso.

—Buenas noches, Soobin.

—Yo iba a... uh... A sacar a Mike —salió de la casa, más bien como si estuviera escabulléndose de un circo.

—¿Joon está en casa?

—Sí, ya lo creo que está. Llegó con Everly hace media hora. No los aguanto —soltó con una voz neutral—. Me largo.

Jimin y Tae se miraron en la puerta, Everly pasó frente a esta y la sujetó con una nueva sonrisa.

—Hombre, ¡mirad quien ha llegado! ¡Mi dulce sobrinito y su guapísimo novio!

—Eve, por favor —carraspeó Taehyung.

—¡Jimin! ¡¿A qué vas a quedarte a cenar con nosotros?! —ofreció Everly, y más que una pregunta, había sonado como una afirmación—. Hay lasaña para cenar.

Jimin se mordió el labio y asintió con la cabeza, con el fin de contentar a la familiar de Taehyung. Tae, por su parte, parecía más tenso que una estatua de cerámica. Cuando entraron en la casa, dejaron las mochilas a un lado y se lavaron las manos en el cuarto de baño. Everly atrapó a Tae en el pasillo y empezó a preguntarle un montón de cosas en voz baja; que si le parecía bien cenar juntos —ella quería que la presencia de Joon se volviera más familiar para sus sobrinos—, si podían quedarse allí en lugar de subir al dormitorio, etc.

Jimin trató de concederles unos minutos a solas, así que pasó de largo y entró en el comedor, cuya cocina americana liberaba un olor delicioso. En la isla de la cocina, se encontraba sentado Joon Kim, quien se volvió sobre el taburete para dirigirle un saludo.

—Hola, muchacho —le saludó el hombre.

—Buenas noches, señor Kim —contestó educadamente.

—Un placer que vayas a cenar con nosotros —Joon apoyó los codos en la encimera, y el mentón en los nudillos entrelazados de sus manos—. Así que... Tú y Kim, eh.

Jimin parpadeó repetidamente. «¿Estaba refiriéndose a su relación? Qué directo, para un adulto», pensó. Él rodeó la encimera, contemplándole al detalle; Namjoon no llevaba corbata como esa mañana, ni tampoco su habitual blazer beige. Su montura de lentes plateadas reposaba en la mitad de su nariz, y él le devolvía la mirada por encima de estas, con unos párpados rasgados más suspicaces de lo esperado.

—Sí, yo y Kim —repitió Jimin con firmeza.

—Interesante. Muy interesante —dijo Namjoon con un timbre bajo—. Si me permites mencionar, el primer día de clase te vi llegar algo despistado, pero sin duda esperaba que te mezclases con tu entorno como pez en el agua. ¿No es eso un rasgo de admirar? Un joven de dieciocho años sin familia, sin tutores...

—No necesito tutor. Soy mayor de edad.

—Oh, claro. Por supuesto —continuó el mayor—. Pero no pude evitar fijarme en que también vino acompañado de su hermano.

Jimin empezaba a notar algo raro.

—¿Conoce a Jungkook?

—No tengo el placer de hacerlo —esbozó una sonrisa afilada que le erizó el vello—. Todavía. Aunque le he visto cerca de la comisaria y de la casa del alcalde Trench. Ser el representante de una familia fundadora no puede ser más ocupado...

«¿A qué diablos se refiere?», dudó Jimin. No tenía ni idea de lo que hablaba, pero Jungkook parecía usualmente tranquilo esos días y también se le había pasado por la cabeza que debía estar tramando algo.

—Sí. Él le ha tomado el relevo a nuestro tío Greg.

—¿Se fue de viaje? —formuló Namjoon apaciblemente.

—Así es —mintió.

—Y seguro que a los De Fiore os encanta viajar. ¿Cuál fue su último lugar de residencia? ¿Italia?

—Desconozco donde estuvo Jungkook.

—¿No se mudó hace poco?

—Sí, pero yo, uh, estuve con un familiar —Jimin armó una mentira más extensa—. Vivía con él.

En realidad, había estado muchísimo tiempo sin ver a Jungkook. Pero técnicamente él tenía dieciocho años en el mundo humano, y no podía medir el tiempo como si fuera algo tan extenso.

—¿No tiene buena relación con su hermano, Park? —continuó Namjoon.

Jimin se sentía muy raro. Detuvo la conversación, preguntándose a qué venía todo eso. ¿Acaso Namjoon estaba interrogándole? ¿Por qué quería saber dónde habían vivido, y cuál era su actual relación?

—Con todos mis respetos, señor Kim. Prefiero no hablar sobre mi pasado —dijo de forma educada—. Al fin y al cabo, el pasado no define nuestra vida actual.

—Oh, Jimin Park —Namjoon esbozó una extraña sonrisa—. Somos una suma de todo lo que hemos visto, apreciado y comprendido. Por supuesto que nos define.

Jimin bajó los párpados, observándole con detenimiento. Ya lo sabía, pero ahora estaba seguro; había algo raro en Joon Kim. Algo muy sospechoso. ¿Vampiro? ¿Otro tipo de criatura sobrenatural? No lograba ubicarle, pues en la distancia de unos metros, su olor parecía normalmente común. Lo único que le preocupaba era que tenía un pase abierto para entrar en casa de Taehyung, lo cual le clavaba un instinto protector muy fuerte sobre su pareja.

En los dedos del hombre, encontró un anillo grueso y enorme, con una piedra negra y pulida. Namjoon se levantó la montura de las gafas con un dedo y luego bajó las manos, apartándolo de su vista. Entonces, Jimin y él compartieron una mirada casi eléctrica.

—¿Qué es lo que buscas? —formuló Jimin directamente.

Y era lo más directo que podía ser, pues en los iris castaños oscuros de Namjoon vio relucir un resquicio de algo. Algo muy peligroso.

—¡Vamos a cenar, antes de que la lasaña se enfríe! —Everly entró en el comedor animadamente. Fue hacia la cocina, y se agachó para sacar la bandeja del horno.

Taehyung iba tras ella, mordisqueándose el labio.

—Hola, Joon —saludó al profesor.

—Buenas, Taehyung —su sonrisa fue más sincera con él—. ¿Qué tal?

—Genial. Aunque estaría mejor si no nos hubiera mandado dos redacciones sobre la filosofía de Epicuro para mañana —respondió Taehyung con una nueva picardía.

—¡Ja, ja, ja! Ese es mi sobrino, no pierde ni una —se rio Everly.

Namjoon se pasó una mano por la mandíbula, tratando de ocultar una sonrisa.

—Vaya. Me merezco esa respuesta —dijo con encanto.

Taehyung miró a Jimin con un gesto de cejas —los tenía en el bote, él sabía actuar como nadie—. Jimin mantuvo a raya su tensión, tratando de no contagiar al muchacho. Durante la siguiente hora, cenaron, vieron la televisión y estuvieron escuchando las anécdotas universitarias de Everly. Era casi medianoche, cuando Jimin mencionó que debía marcharse a casa. A él le daba igual volver tarde, pero se suponía que era joven y debía «dormir pronto» y todas esas cosas.

Jimin y Tae fueron hasta la puerta, dejando a los adultos en el salón, y se despidieron.

—Mañana, ¿iremos a esa fiesta? —preguntó Taehyung.

—¿La de Halloween? —formuló Jimin con media sonrisa—. ¿De qué quieres disfrazarte?

—¿Es tan malo que quiera usar la bata de mi padre? Él era médico —dijo el muchacho—. Incluso tengo su antiguo fonendoscopio. Puedo imprimirme una tarjeta falsa para llevarla colgada del cuello.

—Vale, está bien —Jimin soltó una risita—. Iremos. Ya improvisaré yo algo.

—Okay, pero nada de ir de vampiro —bromeó Taehyung.

—Oh, ¡por quién me tomas! —Jimin le dio un beso en los labios, y seguidamente, su rostro se mostró más serio, mientras le sujetaba por la cintura—. Tae. Te escribo en un momento, ¿de acuerdo?

—Claro —el chico pestañeó ingenuamente.

—Buenas noches, guapo —se despidió Jimin, cariñosamente.

—Buenas noches —contestó Taehyung.

Cerró la puerta tras la marcha de Jimin, y se fue al cuarto de baño, mientras oía a Everly y Namjoon conversar. Soobin se había saltado la cena —prefería evitar al profesor—, y regresó justo cuando Taehyung salió de allí.

—Hey.

—Menuda forma de escaquearte, Soob.

Soobin se encogió de hombros. Taehyung arrugó la nariz, y tiró de la solapa de la sudadera de cremallera de su hermano.

—Espera, ¿hueles a tabaco?

—No empieces, mamá —gruñó el menor, tomando la escalera para evitar el salón.

Taehyung iba a decirle algo, pero el teléfono vibró en su bolsillo y él lo sacó del bolsillo con un tic nervioso. Era Jimin.

Jimin (0.12am): «Namjoon Kim esconde algo. Creo que sospecha de mí».

Taehyung (0.13am): «¿Qué? Jimin, eso es imposible».

Jimin (0.13am): «Créeme, Tae. Cuando estuvimos a solas, empezó a preguntarme unas cosas muy raras. No quería decírtelo en casa por si nos escuchaba».

Taehyung (0.13am): «Joder. Es que él es... tan amable conmigo. No sé».

Jimin (0.14am): «Temo por Eve. Mejor sube a tu dormitorio, y asegúrate de que no se acerque a ti. Mañana te llevaré verbena. Tu tía debería tomarla; mantendrá lejos de ella las influencias vampíricas que desconocemos».

Taehyung (0.14am): «Me dijiste que pensabas que él no era un vampiro».

Jimin (0.14am): «Y sigo sin estar seguro, pero, prefiero descartar los peligros antes de averiguarlo».

Taehyung (0.14am): «Está bien».

Taehyung bloqueó el teléfono y se lo guardó en el bolsillo. Pasó junto al arco del comedor y casi se dio de bruces con su tía.

—Uy —soltó ella—. ¿Vas a tu habitación?

—Ah. Sí, uh...

Ella le guiñó un ojo.

—No te preocupes, en seguida se va a casa. Ahora nos despedimos.

—Sí, eh, descuida —contestó Taehyung.

Vio a Everly pasar de largo, introduciéndose en el cuarto de baño. Taehyung estaba a punto de tomar la escalera, pero desde su posición, vio a Namjoon sentado y se preguntó si realmente él era peligroso. No sentía ni había notado nada raro en él, y Tae sabía a esas alturas que tenía una especie de instinto-sobrenatural-anti-vampírico por aquel rollo de su marca de nacimiento y futuro cazador de raza.

Con un acto de confianza, Taehyung entró en el salón y se aproximó a Namjoon guardando las manos en los bolsillos del pantalón.

—Taehyung —saludó Namjoon.

Sus facciones parecían serenas, él se encontraba sentado en el sofá, con un codo apoyado en el reposabrazos.

—Hola. ¿Te ha gustado la cena? —preguntó Tae con una aparente normalidad.

—Sí, la lasaña era maravillosa —sonrió.

—Mnh —Taehyung se sentó en la butaca que había a un lado.

El silencio duró medio minuto, pero a pesar de eso, Taehyung no se sentía incómodo. Su mirada permanecía sobre Namjoon, y no podía evitar notar el interés y la curiosidad que tenía por él. Nada como lo que Jungkook le transmitía, así se cruzaran en el Bell's, y este estuviera rebosar de gente. Jungkook le encogía, le hacía sentir que debía alejarse de él antes de que fuera demasiado tarde. Sin embargo, Namjoon le transmitía lo contrario, como una figura ligeramente paternal, sin dejar de parecer joven y jovial.

Taehyung declaró en su cabeza, que no podía ser un vampiro.

—Joon, ¿podría hacerle una pregunta? —habló Taehyung.

—¿Sí? —él le cedió la palabra, y descruzó las piernas para reclinarse sobre sus propios muslos.

—Todavía lleva esa alianza —señaló el más joven—. ¿Es por su reciente esposa fallecida? Everly me contó algo.

Namjoon bajó la vista, posándola sobre el anillo dorado que llevaba en un dedo. Apretó los dedos y luego se frotó las manos levemente.

—Sí. Sólo es un recuerdo. En su memoria.

—Entiendo —Taehyung asintió con la cabeza—. No lo decía por nada, uh, mi tía Eve parece muy ilusionada con usted. Pero ella nunca ha estado casada, y...

—Es maduro por tu parte que te preocupes por eso, Taehyung —dijo con sinceridad.

Taehyung levantó la cabeza y le miró fijamente.

—Gracias. Me preocupo por ella. Es mi familia, ¿sabe?

—No lo dudo. Al fin y al cabo, nuestros lazos son importantes, ¿no es así? —decía Namjoon—. Cuando llegué a Shadowfell, jamás pensé que encontraría a alguien como ella. Divertida, ocurrente. Es como si volviera a tener veinte años.

Taehyung sonrió.

—Sí. Ella es así.

Everly llegó al salón, mordiéndose el labio.

—Uh, ¿hablabais de mí?

Namjoon giró la cabeza, dirigiéndole una sonrisa más amplia. Taehyung los contempló brevemente, en lo que ella se acercaba tras el respaldo del sofá, y le frotaba un hombro con un gesto adorable. A Taehyung se le hizo encantador. Nunca había visto a Everly así, con una sonrisa tan sincera y natural tras todo aquel año que casi se había hecho como un luto para ellos.

No pudo evitar sentir que Jimin se equivocaba. Namjoon no podía ser peligroso. Y, sí, es verdad que era un tipo peculiar. Recién llegado, misterioso, encantador. Pero Namjoon no era... No podía ser un vampiro. Taehyung no sentía nada en relación.

—En fin, debo marcharme —Joon se levantó del asiento.

—Te acompaño a la puerta —dijo Eve.

—Buenas noches, Taehyung.

—Buenas noches —le devolvió el más joven.

Los dos salieron del salón, con Taehyung siguiéndoles. Después, el muchacho tomó la escalera para subir a su dormitorio, y dejó a Everly y Joon despedirse tranquilamente en la entrada (prefería no presenciar ningún besito). Cuando se sentó en la cama, volvió a sujetar el teléfono y le escribió un mensaje a su novio.

Taehyung (0.36am): «Jimin, confío en él. Namjoon no es peligroso».

*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.

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