Capítulo 11
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
Capítulo 11. Pecados nocturnos
Namjoon Kim tocó el timbre de la casa familiar de Everly. Se había librado de sus lentes esa noche, ahora vestía unos jeans oscuros con una sencilla camisa blanca y una chaqueta grisácea. Su cabello castaño se encontraba bien recortado por ambos lados, con el flequillo ligeramente picudo. Su vista se elevaba contemplando lo grande y bonita que era la casa de los Kim. El típico hogar americano, con perros, gatos, una casa del árbol y chiquillos correteando... Sólo que, no había mucho de eso.
Everly Kan abrió la puerta, llevaba un vestido rectangular de color negro, y una cola de caballo ondulada, con el flequillo peinado hacia un lado.
—Vaya. Has llegado temprano —comentó Eve.
—Espectacular —liberó Joon.
—Sí, la casa es preciosa. Es un problema tener que limpiarla yo sola, aunque Taehyung ayuda, pero...
—Me refería a ti.
Ella se quedó con la boca abierta, titubeante unos instantes.
—O-Oh, gracias. Tú tampoco estás nada mal —se hizo a un lado para dejarle pasar, sin dejar de parlotear como una cotorra—. ¿Te gusta el pavo asado? Todavía queda para acción de gracias, pero es lo único que se me da bien preparar.
Namjoon se quedó en el marco de la puerta, estático.
—Me encanta el pavo.
—Mnh.
Ella giró la cabeza, dudando de su posición. Sus ojos y los de Joon conectaron unos instantes, pero el hombre no dio ni un paso. Estaba allí, plantado, absolutamente paralizado. ¿Por qué no entraba? ¿Era un rasgo de timidez? ¿O sencillamente se había arrepentido de ir hasta allí?
—Uhm, ¿debería...? —dudó él—. No sé si esto está bien. Eres la tía de dos de mis alumnos, y técnicamente, soy el tutor del mayor, así que...
—Oh, no. No, no, no —repitió Everly, negándose inmediatamente—. No vas a irte ahora. Pasa, por favor.
Su insistencia fue suficiente para que Namjoon entrara. Lo hizo lentamente, casi como si rompiera una barrera moral. Lo cierto era que él jamás se había implicado demasiado, en sus años de docencia, con familiares de alumnos. Pero Everly era especial. Adulta, pero risueña. Con un toque juvenil y todavía encantador, que le hacía sentirse como si fuera una novia del instituto. Era agradable.
Durante la velada, conversaron, cenaron, tomaron varias copas de vino en la isla de la cocina, y compartieron algunas risitas más que agradables. Everly le hablaba de California, él de su paso por Centroamérica —evitando cualquier mención a su fallecida mujer—, y finalmente, se besaron. Fue algo breve, donde las mejillas de ella se encontraban sonrosadas y los ojos más brillantes. Namjoon mantenía mejor el tipo, pero le gustaba.
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Taehyung trató de retrasar su vuelta a casa todo lo posible. Quería ver a Jimin, pero él le estaba ignorando desde la mañana y sabía perfectamente que era por su estúpido tropezón en el bosque. Para colmo, la discusión con Rayna le había dejado muy ansioso. ¿Ella? ¿Una bruja? Shadowfell estaba volviéndose una locura.
El joven transitaba la calle, camino a casa, contemplando el pavimento mojado bajo las botas. Pensaba en todo y en nada. Esa noche, se dirigió al Bell's. Nada más empujar la puerta, tuvo una vista parcial de la cantidad de gente que había allí. Gente del instituto, Lex, Landon, Jessie, incluso Dave...
Tessa, la chica que le gustaba a su hermano, estaba sirviendo en la barra del bar. Y hubiera sido tan fácil acercarse, sentarse en la mesa de sus amigos, tomarse un tercio y divertirse con ellos. Los sábados por la noche servían para eso. Pero tan pronto Tae notó la calidez y bienestar del resto, sintió que no estaba a la altura. Había algo más inquieto y solitario en él.
¿Qué podía hacer, sino? ¿Hablarles de sus problemas sobre un novio que quería morderle, y el psicópata y asesino de su hermano mayor? A lo mejor podía explicarle a Lex que había discutido con Rayna, porque de repente era una bruja, y su abuela sabía misteriosamente sobre vampiros. Esa sensación había regresado: no encajaba. Y no era por lo de sus padres, era por todo, por todas las demás cosas que le impedían sentirse como alguien común.
Tomó la misma puerta y salió del Bell's mordiéndose el interior de la boca. Decidió volver a casa, pensando en meterse derechito en su habitación, evitando molestar a Everly y su cita con el profesor de filosofía.
De camino a casa, trató de vaciar su cabeza de todo. No había casi nadie por la calle a esa hora. En unos minutos, su visión periférica atisbó a una silueta que cruzaba la acera y luego caminaba tras él. Tae giró la cabeza en dos ocasiones, por puro acto reflejo. Pero no había nadie cuando lo hizo. No obstante, poco a poco, una sensación muy incómoda empezó a clavarle una taquicardia. Él aceleró el paso en lo que llegaba al barrio de casas; las calles se veían más lúgubres y frías de lo común.
Taehyung no sabía si era un factor del tiempo, o la paranoia le estaba acosando. «Estás en un pueblo de vampiros y brujas, por supuesto que la paranoia te acosa», se dijo a sí mismo.
Llegó a su casa con zancadas rápidas, y en lugar de tomar la puerta delantera, rodeó la casita para entrar por la de atrás, mientras rebuscaba las llaves en el bolsillo de la chaqueta de tela. Definitivamente, una nueva silueta le detuvo al subir los escalones de madera.
Alto, esbelto, vestido de negro y con el cabello largo y negro. Hubiera deseado que fuera Jimin con todas sus fuerzas. Una mirada confortable, una sonrisa en sus comisuras, alguien a quien echar a correr y saltar sobre él con los brazos abiertos mientras se reían. De ser así, le hubiera dicho cuánto le quería, se hubieran sentado juntos en la escalerita, agarrándose de las manos y hablando de su día.
Pero no era Jimin, era alguien a quien no esperaba, y por quien su subconsciente se agitó, susurrándole que él era el que le había seguido hasta casa: Jungkook.
Ellos dos apenas habían hablado, eran prácticamente desconocidos excepto por un par de encuentros. Taehyung no estaba acostumbrado a los ojos del vampiro, mientras que los de Jimin eran como la valiosa y preciada madera de roble, los suyos eran sencillamente negros, como si la separación entre pupila e iris nunca hubiera existido.
—¿No te han contado que caminar por las noches en Shadowfell es peligroso? —formuló Jungkook.
Cuando le vio desplazarse directamente hacia él, Taehyung sintió el latigazo del miedo golpeando contra su sistema nervioso. Retrocedió unos pasos, asustado, casi sin aliento y contradictoriamente sintiéndose como incapaz de pedir auxilio o simplemente echar a correr. Lo que Rayna, Jimin, y su entorno le había traído sobre Jungkook era excepcionalmente peligroso, y Tae no pudo evitar verbalizar algo:
—No me hagas daño —sonó como súplica.
Jungkook le agarró las muñecas, de una forma menos brusca de lo esperado. Sus pasos se detenían sobre el césped, sus ojos le contemplaban a una escasa distancia que tanto le helaba como abrasaba.
—¿Y si lo hago? —formuló Jungkook.
Taehyung no sabía que decirle. Él vio a Jungkook relamiéndose, pero no parecía ni lo más mínimamente divertido. Su rostro parecía más pesaroso, ensombrecido, pero no del todo mordaz o lúcido. Era... Como si estuviera triste... Aunque claro, Taehyung no le conocía y no estaba del todo seguro si él tenía motivos para hacerlo.
—¿Vas a...? ¿Vas a matarme? —preguntó Tae con un hilo de voz.
—Tal vez —murmuró Jungkook.
El humano se quedó sin palabras. La simple afirmación, le inyectó el terror que esperaba. Él tiró de las muñecas que le sujetaba, tratando de librarse del pelinegro. Pero Jungkook hizo algo aún más inesperado; se inclinó, sus narices se rozaron con suavidad, sus labios se tocaron tímidamente por unas décimas de segundo, provocando una reacción más agresiva de Taehyung.
—¿Q-Qué haces? Mhmg-
De repente, Jungkook le estaba besando. Le sostenía la nuca con una mano y mantenía una de sus muñecas atrapadas entre dedos férreos. Sus labios presionaban con fuerza sobre los suyos, y el sistema nervioso de Taehyung estaba totalmente conmocionado.
Él logró apartarse un instante, sin ni siquiera permitirse pensar en aquel acto. Le soltó a Jungkook un improperio y con la mano libre, golpeó su mejilla con una rápida bofetada.
Jungkook no reaccionó al golpe, tan sólo entrecerró los párpados, volvió a agarrarle, y volvió a besarle como si nada importara. La segunda vez fue más penetrante; sus labios abrieron los suyos, mientras Taehyung se quejaba por el movimiento y luchaba por resistirse. La punta de su lengua trazó la suya, posteriormente pasando sus paletas y el labio superior con una suave pincelada de la misma.
Todo su organismo comenzaba a marearse, jamás esperó descubrir un hecho tan desconcertante como el suave contacto de su boca. No era realmente agresivo, ni lascivo; primero le rozaba con los labios exquisitamente, y después profundizaba en él, sin llegar a babear o atosigarle.
Jungkook se detuvo unos segundos, permitiéndole respirar tras los labios. A continuación, volvió a reproducir el proceso, provocándole un extraño fanatismo a Taehyung. Él se sintió muy mal, desconocido y asustado, por la distracción. Estaba acalorado, agitado, entre la incertidumbre y la adrenalina. Afortunadamente, recuperó unas cuantas neuronas cuando Jungkook abandonó sus labios ahora más rosas, decantándose por la comisura de estos, y posteriormente, por la parte baja de su mejilla, a la que le regaló unos cuantos besos. Aquel gesto le mostró un afecto que era imposible que sintiera por él.
—No, no. Para. Por favor, detente —solicitó Taehyung, esperando que se detuviera—. Jungkook.
El pelinegro comenzó a ralentizar sus movimientos, como si abriera los párpados a una nueva realidad. Taehyung advirtió lo asustado, lo tenso que se sentía frente a él. Irónico, pues esas manos parecían terciopelo encima de su ropa, a pesar de la firmeza de sus agarres. Sus labios se mostraban como dos suaves almohadas de plumas, indescriptiblemente tiernas. Y su perfume, le recordaba al bosque, donde el musgo y la hierba de menta se encontraban con un sutil suspiro de brisa nocturna.
Taehyung se habría permitido apreciarlo, sino hubiera estado tan asustado por lo que pensaba que podía hacerle. Y definitivamente, si él no fuera el maldito hermano de Jimin.
En unos segundos, Jungkook y él se miraron de cerca, y esta vez, al castaño sí que le apeteció echar a correr. Huir, llorar y gritar, deseando olvidar lo que había hecho.
—Sui... ¿Por qué me dejaste solo en este mundo...?
—N-No soy Sui. Soy Taehyung —murmuró Tae, tembloroso.
Jungkook le observaba muy de cerca, con los globos oculares brillantes. ¿Estaba borracho? ¿Drogado? ¿O jugaba a algo? Un pulgar se deslizó por su mejilla como si él fuera la cosa más frágil que existía.
—Pero eres como él. Su viva imagen, ¿Por qué? ¿Regresaste para torturarme?
—N-No sé de qué hablas —titubeó el humano.
—Mhn —Jungkook ladeó la cabeza, su nariz le rozó una sien, respirándole—. Hueles diferente. Humano.
—Soy humano —se defendió.
—¿Dónde está? —cuestionó Jungkook, con un nuevo tono. Él empezó a comprobarle, como si fuera una pieza de exposición. Su pulgar le levantó el mentón, con la mirada deslizándose por el hueco de su mandíbula y después el cuello expuesto. Incluso le abrió la chaqueta como si tuviera rayos láseres con los que ver a través de su jersey. Taehyung se sintió inexplicablemente desnudo, y volvió a cerrársela acongojado.
—Dónde está, ¿qué? ¿Qué buscas?
Entonces, los dedos del vampiro se hundieron en su nuca y tiraron de los mechones del cabello castaño oscuro hacia atrás. No era un tirón de pelo, pues lo hizo de forma genuinamente suave, si bien sin abandonar su firmeza. Jungkook casi parecía que le estaba auscultando. Taehyung se sentía pequeño ante los insondables ojos negros de aquel vampiro, los cuales se detuvieron sobre algo, tras su oreja.
—Ahí está. Bonito lugar para presumir —soltó con sarcasmo.
—¿Hablas de mi marca de nacimiento? —Taehyung le apartó la mano, los dedos del otro se deslizaron por su pelo con naturalidad—. Eso siempre ha estado ahí. Tiene forma de plátano —se defendió el castaño.
—¿Plátano? ¿Eso te parece un plátano? —Jungkook ahogó una carcajada—. Qué ocurrente.
—N-No entiendo, ¿qué pasa?
Él le soltó, y de repente, Taehyung se sintió helado, como si la calidez de un sol de medianoche se apagase.
—Da igual.
Jungkook se dio la espalda y se distanció unos metros, valorando una idea que él desconocía. Taehyung le seguía con la mirada. Tenía demasiadas preguntas, demasiadas dudas, pero sólo le preguntó una cosa:
—¿Mataste tú a los que han desaparecido?
—No.
—¿Seguro?
—El único al que tendría que matar es a ti —Jungkook se volvió con el ceño fruncido—. Y debería hacerlo.
—Yo no voy a hacerle daño. Sé lo que él...
Súbitamente, Jungkook esprintó hacia él. Taehyung soltó un gemido ahogado cuando le alcanzó de nuevo. Su empujón le llevó hasta la tosca pared de revestimiento de la casa. Jungkook le agarraba el cuello con suavidad, hundiendo levemente un pulgar en su garganta. El pulso de Taehyung era rápido, y sus ojos azules y excepcionalmente grandes, como los de un cachorro asustado. Él le miraba con duda, con cierto temor y docilidad. ¿Estaba asustado? Podía oler su miedo, la adrenalina en sangre, y una secreta y desconocida curiosidad sobre por qué estaba pensándose si matarle.
—Joder, no me mires así —bufó el vampiro—. No utilices ese truco.
—Durante todo el último año quise morir —dijo Taehyung—. Hasta que conocí a Jimin.
—Ah, ¿ahora no querías salir de ese coche vivo?
—¿Coche? ¿Cómo lo sabes?
—Todo el pueblo lo sabe, salió en los periódicos —gruñó Jungkook.
Taehyung le miraba confuso.
—¿Por qué odias a Jimin? —cuestionó.
—El odio es una emoción simple. Lo nuestro es más complejo.
—Entonces, ¿primero me besas y ahora te planteas estrangularme?
—¿Prefieres una muerte más dulce, amor?
—No lo entiendo —Taehyung frunció el ceño—. Si no le odias, y tampoco has matado a esa gente, ¿por qué me amenazas a mí? ¿Por qué matarme?
Jungkook parpadeó, unos centímetros por encima de su rostro. ¿Por qué? ¿Diablos? ¿Intentaba? ¿Entenderle? Él apartó la mano de su cuello como si el contacto de las yemas con su piel acabara de electrificarle. Miraba a Taehyung de una forma caótica. Que fuera la viva imagen de Sui era una tortura, pero su forma de hablar, su olor, y la manera en la que le miraba..., se lo estaba poniendo difícil.
—Debería matarte para protegerle.
—¿A quién? ¿A Jimin?
—Pero sabes qué, ¿encanto? Si te dejo vivir, él tendrá lo que se merece. Juguemos con eso —dijo, y seguidamente se mordisqueó la punta de la lengua, mostrando ligeramente los colmillos—. Al menos, hasta que me canse.
Taehyung se quedó con la palabra en la boca, cuando Jungkook desapareció. Había salido disparado muy rápido, y apenas supo por dónde escapó su sombra. Sólo sabía que tenía que ver a Jimin. Y cuanto antes.
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El domingo lo pasó metido en casa, cerciorándose de que Soobin, Everly y su entorno se encontraba bien. Pero el lunes por la mañana, asistió a clases, y Taehyung no podía estar más enfadado con la situación. Jimin se había distanciado por una estupidez, su hermano psicópata le había besado —además de intentado matar—, y su mejor amiga Rayna no le hablaba por el tema de los vampiros.
—Te he llamado todo el fin de semana —le dijo junto a las taquillas.
—Necesitaba tiempo, Taehyung. Sólo han sido dos días —contestó Jimin.
—¡Dos días! —replicó el castaño—. Llevo dos días intentando hablar contigo, ¿y tú te permites ignorar todas mis llamadas? ¿Qué tal si pensaras que podía haberme pasado algo? ¡¿O que yo te necesitaba?!
Jimin miró hacia ambos lados. Antes de montar un número en mitad del instituto, le agarró del brazo y le señaló la puerta de salida. Los dos abandonaron el edificio, buscando un lugar donde conversar mientras en el interior del aula A21 daba lugar el comienzo de la clase de física.
—No lo he hecho por ti. Entiendo que estuvieras preocupado, pero, Taehyung, he estado mentalizándome. Pensando en nosotros. En ti. ¿Sabes la vergüenza que siento por tener que haberte dejado ahí?
—¡Te he dicho que daba igual! ¡Me da igual! ¡Yo te pedí que te marcharas!
—¡No lo da! Tú no tienes ni idea de lo que es sentir que...
—¡Jungkook me besó! —interrumpió Taehyung.
Jimin se vio cortado abruptamente. Le miraba con los ojos muy abiertos.
—Y no sólo eso. Dijo cosas sobre Sui que no podía entender. Qu-Que yo me parecía a él, o no sé. El otro día, amenazó a Rayna. Luego quería matarme a mí, y dijo que era para protegerte. Hablaba de una marca de nacimiento que tengo tras la oreja.
—¿Jungkook te ha besado? —repitió Jimin.
Taehyung se llevó las manos a la cabeza.
—¡¿Eso es lo único que has escuchado, de todo lo que he dicho?!
Jimin le cogió de la mano y tiró de él. Los pasos de Taehyung iban tras los de Jimin, él tenía los ojos más anchos y las cejas levantadas.
—Qué. ¿A dónde vamos?
—A mi casa.
—Pero, Jungkook...
—Jungkook no vuelve a casa desde hace días. Vamos. Te contaré algo.
Tomaron el coche de Jimin, y, en cuestión de un cuarto de hora, se encontraban en la casa condal de Shadowfell. Los dos entraron por la puerta, dejando atrás la nubladísima mañana. Por el camino, Tae le dijo a Jimin que Jungkook le había afirmado que él no tenía nada que ver con los últimos dos desaparecidos. Pero Jimin se negaba a creerle.
—Jungkook mató a Gregory —le contó el pelinegro—. Era el cuidador de la casa, y no sólo eso, también un descendiente de la familia De Fiore. Ya no confío en él. Dices que ha ido a por ti, a por Rayna...
Taehyung se sentía extraño. Por inercia, él tampoco debía confiar en Jungkook, pero algo le decía que él le había dicho la verdad. ¿Por qué iba a mentirle a él, sino? ¿Para qué decirle algo que no era verdad, si igualmente le había soltado que le quería matar? Mentir no tenía sentido.
—¿Mató a alguien de vuestra familia...?
—He de decir, que él le atacó primero —resolvió el vampiro—Ven —dijo tomando la escalera.
Taehyung subió tras él, los dos fueron hasta el dormitorio, donde el castaño dejó la bandolera del instituto y la chaqueta. Jimin estaba rebuscando entre sus cosas algo. Finalmente se aproximó al muchacho, ofreciéndole un medallón muy pesado y grueso. Taehyung lo tomó entre los dedos, toqueteándolo.
—¿Es tuyo?
—Es lo único que he conservado de él. Ábrelo —sugirió Jimin.
El humano advirtió el pequeño broche de apertura. Lo presionó con el pulgar y el guardapelo se abrió en dos mitades. En la primera había una inscripción en la plata: SL x JF. Y en la segunda, había un perfecto retrato, casi fotográfico, de un hermoso rostro de ojos claros, pelo negro y rizado.
Taehyung se quedó en shock de momento. ¿Era ese su rostro? Era como si se mirase en un espejo, sólo que parecía más maduro, más altivo y soberbio. Su cabello era definitivamente más oscuro de lo que lo tenía, pero tal vez se trataba de la plata ennegrecida. Pero los pómulos, las cejas, la barbilla, y la forma cincelada de los labios era extraordinariamente similar. Tanto, que le costó tragar saliva.
Cuando levantó la cabeza, Jimin leyó en sus ojos ese leve titubeo. Entre miedo y confusión.
—¿Este es Sui? ¿S-Soy yo, o...?
—No, Tae —Jimin posó una mano encima de las suyas—. Escúchame. Cuando te vi, yo también creí que eras él. Aún no he encontrado la explicación, pero sois increíblemente parecidos en el físico. Sin embargo, tú no tienes nada que ver con él.
—Es demasiado raro...
—Taehyung, tú eres bueno y sabes escuchar. Eres cariñoso y atento. Honesto, leal. Te preocupas por tus amigos y familia —le decía Jimin—. Sui no tenía a nadie. Jugaba conmigo, y con Jungkook. Con todo el pueblo. Durante un tiempo, creía amarle, pero él manipuló mi mente. Me obligó a quererle, a mantener el secreto, y a aceptar cosas que odiaba profundamente —tuvo una pausa—. Durante un tiempo, me dio de beber su sangre. Supongo que era una manera de mantenerme seguro, y atado a él. Después, una peligrosa facción de cazadores apareció tras él, y...
—¿Cómo te convertiste?
Jimin desvió la mirada.
—No te gustará saberlo.
Flashback. 1871
Sui levantó la cabeza con la boca abierta y llena de sangre. Jimin yacía bajo él, en la cama de su recámara, sin camiseta y con el hombro cubierto de sangre. Llevaban horas en la habitación haciendo el amor, susurrándose, rozándose, y cada vez que Sui no podía soportar más todos sus sentimientos y sensaciones, volvía a morderle.
En ese momento, el vampiro se relamió, y acto seguido se inclinó para besarle. Jimin probaba su propia sangre de los labios de Sui, espesa, pegajosa y con un intenso sabor metálico que le provocaba un intenso asco. Él ni siquiera era consciente, Sui había eliminado el miedo, apartado el desagrado, y definitivamente le había hecho conocer el placer endemoniado de pertenecer a un depredador como él.
—¿Esto me convertirá?
—No, mi pequeño príncipe. No funciona así —musitó Sui, pasándole un pulgar por el rosado labio inferior—. Para convertirte, primero debes tomar mi sangre.
Sui se mordió la muñeca y después la presionó por encima de los labios de Jimin. Él se agarró a ella, apretando los párpados y chupando el contenido de su piel y venas que rápidamente cicatrizaron.
—La sangre de vampiro cura. Pero después, debes morir. Y, ¿Sabes lo bueno de ser humano? Podrías hacerlo de cualquier forma. Desde la ventana, en la bañera, con un simple corte en el cuello —le decía juguetonamente, inclinándose para besar su abdomen—. Un poco de veneno y listo. Tu corazón se parará, y mi sangre te revivirá.
—¿Y ya está?
—Despertarías en transición. La transición al vampirismo sólo se sellará si tomas sangre humana —musitó sobre su piel.
Jimin se sentía fascinado por aquel cuento. Los labios de Sui trepaban ladinamente desde el ombligo hasta el pecho, después, se detuvo sobre una clavícula a la que besó con mimo, y finalmente pasó una lengua viperina por encima de los mordiscos abiertos que sanaban a causa de la ingesta de sangre vampírica.
—Pero debes saber, que, en veinticuatro horas, una pequeña ingesta puede ser eliminada por tu cuerpo. Por lo que debes tomar todos los días de mí —Sui sujetaba su mentón, para que le mirara atentamente—. Todos, y cada uno de nuestros días, para que así, estés protegido. ¿De acuerdo, Jimin?
—¿Protegido? ¿De qué?
—De cualquiera que ose intentar matarte para separarnos, mi amor.
—¿Hablas de Jungkook? —formuló con los ojos muy abiertos.
—No. Jungkook no —se inclinó, posando sus labios brevemente sobre los suyos.
—Él estará con nosotros, ¿no? —Jimin sonó receloso—. Siempre le has querido a él, más que a mí. Te he visto enviarle a sitios secretos. Sales con él frente a todos, y últimamente, pasáis más tiempo juntos. ¿Por qué? Dame un motivo, Sui.
—Eh, eh —Sui le habló con muchísima suavidad, abandonando cualquier tipo de orgullo—. Jimin. Yo sólo estoy protegiéndote. Y al final, cuando todos los obstáculos desaparezcan para nosotros, estaremos juntos por fin. Tú y yo. Solos. Te lo prometo.
No podía creerle, aunque su efecto persuasivo le hizo contentarse con una promesa tan estúpida. Sui volvió a besarle, bajando de sus caderas, se deslizó a su lado y le abrazó el cuello con un excepcional cuidado. Mientras él cerraba los párpados, le susurró lo último:
—Confía en mí, mi príncipe.
Fin del Flashback.
—Es gracioso, ¿no? —articuló Jimin—. Ese guardapelo era una espada de doble filo. SL x JF. Sui Leone y Jimin De Fiore. Pero la J también podía ser por mi hermano, Jungkook De Fiore...
—¿Sui te obligaba a beber su sangre?
—Sí. Todos los días, desde ese día. Y sabía que a Jungkook también. Pero a él no le obligaba. Él lo hacía voluntariamente.
Taehyung bajó la cabeza. Volver a fijarse en un rostro exactamente idéntico al suyo, e identificarlo con Sui, se le hacía realmente extraño. Era como observar a un clon malvado, a una representación física de él, totalmente opuesta.
—¿Quién te...? Me dijiste que habías muerto de un disparo —espiraba Taehyung—. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Flashback. 1871
Sui se encontraba frente a un bonito puesto de flores en el mercadillo público del pueblo. La encargada le ofreció un ramo de orquídeas azules, sus favoritas. Él se tocó el sombrero de copa con los dedos y le ofreció una sonrisa. Volvía a la finca De Fiore, situada cerca del ayuntamiento del pueblo en esa época. Se desplazaba tranquilamente por la calle, saludando a varios conocidos con la cabeza, dándole los buenos días a la panadera, y recibiendo con orgullo la mirada de varias damas que caían por él.
Vivir en Shadowfell era divertido; llevaba casi tres años, y habían sido los mejores de su larga vida. Un juego. Un pequeño pueblo de muñecas, donde la familia De Fiore le habían cuidado, dado un refugio y trabajo, y de paso, a sus más jóvenes romances. Lo tenía todo bajo control, una vida idílica.
Un carro tirado por caballos pasó como de costumbre por la calzada, mientras Sui pensaba en la noche que había tenido con Jimin; nadie pensaría de un caballero como él que era un vampiro, una criatura de placer y caprichos. Entonces, vio aparecer un simple y majestuoso caballo negro, cuyo jinete atrapó su atención. Vestía con cuero y pieles oscuras, ropa apretada y botas hasta las rodillas. Llevaba capa y un sombrero de ala, una magnífica espada enfundada. Todo el mundo le miraba.
Shadowfell no era un lugar de paso, por lo que cualquier forastero era rápidamente detectado y la gente volcaba su interés en él. Pero Sui sólo se sintió encoger cuando le vio la cara. Un rostro altivo, los ojos castaños oscuros y la faz, como la de un lince. Él se metió por un callejón, y pegó la espalda a la pared. Su corazón no latía, pero podía sentir cómo la adrenalina y el pavor se atragantaba en sus venas.
¿Él? ¿Otra vez? ¿Por qué?
Horas más tarde, estaba con Jimin en el jardín. Habían jugado al minigolf, y ahora, acompañaba al muchacho hacia los establos para ver a su caballo favorito, en lo que le contaba lo perturbado que se sentía.
—Mató a mi hermano.
—¿Qué? ¿Tenías un hermano? —Jimin le observó estupefacto.
—No era el único —Sui parecía inquieto—. Pero mi hermano menor era un bastardo. Agresivo, cruel, caprichoso y mimado. Nació vampiro, el más joven de todos los hermanos. Sin embargo, mi madre le fue infiel a mi padre con otro hombre, perteneciente a una facción enemiga de los vampiros. Cuando lo tuvo, era como si él supiera que aquel hijo no era suyo. Nos enfrentaba continuamente. Nos maltrataba...
El timbre de Sui se desvaneció.
—Cuando él murió, a ninguno pareció importarle. Francamente, nos habían hecho un favor. Sin su presencia, mi padre dejó de ser cruel —sonrió amargamente—. Pero sólo durante un tiempo. Su locura regresó y fue más fuerte sobre nosotros, y mi madre.
—Entonces, ¿quién era ese hombre? ¿Y por qué mató a tu hermano? —preguntó Jimin.
Sui le miró de medio lado.
—No sólo lo mató a él, sino a toda la familia, Jimin. Primero a mi madre, después a mi padre... Huimos, pero de uno en uno, todos fueron cayendo durante años —narraba Sui en voz baja—. Desde entonces, nunca pude descansar. Siempre viajé por el mundo, tratando de evitarle. Durante años, durante décadas, durante siglos. Siempre con miedo. Yo soy el último de los Leone, el que mejor se ha escondido.
—Sui. Eso es muy grave, ¿por qué nunca me lo habías contado?
—¿Por qué iba a cargarte con mis pesares, amor?
—N-No lo sé, Sui. Pero si ha llegado hasta aquí, deberíamos huir. Tenemos que irnos, antes de que te haga daño.
Sui extendió una mano, tocándole la mejilla.
—Oh, Jimin De Fiore. Eres lo único que me ha hecho feliz después de todo este tiempo. Contigo, sentí que tenía un hogar.
—¿Por qué hablas así? Podemos matarle —insistió con vehemencia—. Sólo es un hombre, ¿no? Sabrá de vampiros, pero nosotros podemos preparar una emboscada para...
—Jimin —le detuvo, apretándole una mano enguantada cariñosamente—. Es un cazador de raza. No hay nada, nada, que pueda detenerle. Debo marcharme de Shadowfell si quiero manteneros con vida.
—¿¡Qué!? ¡No! ¡No puedes marcharte!
—Tranquilo. Volveré a por ti. Dejaré a Jungkook cuidándote —expresó rápidamente.
—¿Jungkook? ¡No!
—¿Recuerdas mi promesa? Vamos a estar juntos, no importa qué.
Fin del Flashback.
—¿Qué es un cazador de raza? —le preguntó Taehyung, a su lado.
Jimin se sentó en el borde de la cama, sonriendo tristemente y negando con la cabeza.
—A lo que más miedo le teme un vampiro —reveló el pelinegro—. Los Leone eran una familia de vampiros puros, que instauraron su propio imperio en la Europa del siglo XIV. No podían morir, Taehyung. Ni una estaca de madera, ni el fuego... Podían controlarlos a todos, incluso a los vampiros de segunda categoría que ellos mismos crearon. Vampiros como yo.
—¿No utilizaban anillos solares? ¿Es que el sol no puede matarlos?
—Puede quemarles, ralentizarles, debilitarles. Pero tenían brujas, como el que tenía a un gato de mascota. Tenían a voluntarios, a humanos, enamorados de ellos, que les ofrecían su sangre, sólo por puro fanatismo.
—Dios...
—Y un vampiro puro sólo puede morir de una forma. Los cazadores de raza lo saben, yo no —expresó Jimin—. Hace muchísimos años, estuve buscando respuestas. Pero no obtuve ni una, un solo dato. Sólo conocí el símbolo que representaba al clan de cazadores de raza que acabó con la familia de Sui.
—¿Y era?
—Media luna invertida, con una gota de sangre.
El silencio se hizo entre ellos. Se volvió espeso en el dormitorio, mientras la mente de Jimin discurría en la marca de nacimiento de Taehyung. Por la expresión neutral de su rostro, advirtió que estaba en lo cierto; él no tenía ni idea...
—Pero todavía no me lo has dicho —agregó Taehyung—. El cómo sucedió.
Jimin liberó un profundo suspiro.
—Voy a eso.
Flashback. 1871
Sui besó a Jungkook, sujetaba su rostro con ambas manos. Jimin, Jungkook y él se encontraban en el establo trasero de la finca, tan sólo iluminado por la dorada antorcha que colgaba de una pared. Cuando volvieron a mirarse, Jungkook le expresó su disconformidad acerca de su partida.
—Llévame contigo. No me importa Shadowfell, sólo quiero estar a tu lado —dijo Jungkook.
—No puedes venir —murmuró Sui, y luego giró la cabeza, mirando a Jimin de soslayo—. Él es el pequeño. Debes cuidar de él.
—Pero, si no estás tú, ¿quién cuidará de mí?
—Debes ser fuerte, Jungkook —dijo el vampiro, distanciándose—. Eso se te da bien. Volveré a por los dos.
Jimin mantenía la cabeza bajaba. Sui fue hacia él y le acarició el pómulo con los dedos desnudos, después levantó su mentón delicadamente y posó sus labios sobre los de él.
Jungkook no se perdió detalle, odiaba que lo hiciera, y siempre se obligaba a sí mismo a no perder detalle. Detestaba conocer que quería a su hermano tanto como a él, mientras que a veces, sus celos, le hacían pensar que Jimin, a pesar de todo lo que él había sacrificado para gustarle, era más importante para Sui.
—Todavía tengo tiempo hasta el amanecer —murmuró Sui, abrazándose al cuello de Jimin. Seguidamente, contempló de medio lado a Jungkook—. ¿No vais a despediros de mí, como lo merezco?
El ambiente se volvía denso, mientras sus ojos azules se manchaban por el rojo oscuro del vino tinto. Jungkook caminó lentamente hacia él, abrazando su cintura desde atrás. Los brazos de Jimin compartían un espacio similar, los dos casi de forma posesiva, como si se negaran a aceptar el hecho de que Sui les pertenecía de misma forma.
Jimin parecía extremadamente dócil, no obstante, y Jungkook adivinó que debía ser por el control mental. Entonces, Sui unió sus labios con los de Jimin en un delicioso beso, que él se vio obligado a presenciar. Le sujetaba la nuca con las manos, para después morder el labio inferior más grueso y tirar de él exquisitamente.
Cuando el ojiazul abandonó esa boca, dejó caer hacia atrás la cabeza con una sonrisa, mirando por encima de su hombro a Jungkook con apetito. El mayor inclinó el rostro para probar sus labios ya húmedos por su hermano. Sui le recibió encantado, pero Jungkook era más consciente de todo, y él notó el resquemor en sus movimientos. Sus ojos más oscuros y recelosos le contemplaron tras un beso. Sui se volvió entre sus brazos para solucionarlo, comenzando a encargarse de los botones de su camisa mientras el besaba de manera descendiente desde la mandíbula hasta la base del cuello.
Jimin era el que le abrazaba ahora la espalda, ciñéndose a las curvas de su cuerpo, besándole el cuello e introduciendo las manos bajo la ropa del ojiazul, mientras él se encargaba del hermano mayor. La excitación era latente, cada vez más densa y asfixiante. Las ropas de los chicos comenzaron a correr entre las yemas de sus dedos; Jungkook besaba a Sui desordenadamente, Jimin le acariciaba el cuerpo y esperaba su turno, pero jamás se miraban entre ellos, manteniendo aquella difícil brecha y disentimiento familiar.
Primero, Sui de arrodilló frente a Jimin, deshaciéndose de los botones y del pantalón. Sacó su miembro y lo besó delicadamente, para seguidamente introducírselo en la boca y chuparlo con gusto. Jungkook se unió poco después, tan exacerbado como excitado, se bajó el pantalón y ofreció su miembro. Sui parecía encantado de hacerse cargo de los dos; sus ojos se prendían como las brasas y sus colmillos asomaban bajo los labios mientras chupaba y masturbaba a uno, para después encargarse del otro.
No mucho después, se tumbó sobre la manta en aquel mullido espacio, con los dos hermanos encargándose de su cuerpo. Él abrazó a Jungkook mientras recibía las embestidas de Jimin en los cuartos traseros, rápidas y frenéticas, lascivas y erráticas. Sui cerró los párpados, sintiéndose en el cielo. Cuando no pudo más mordió el hombro de Jungkook con fuerza, probando el estallido de sangre en sus papilas gustativas. Jimin alcanzó el clímax en su interior, y él se colmó de placer. A continuación, el más joven de los hermanos contempló a Sui cabalgar sobre Jungkook mientras las caricias se volvían más lascivas sobre su piel.
—Ven, amor —jadeó, atrayendo a Jimin hasta su boca.
Sus labios se unieron mientras el hermano mayor se centraba en las rítmicas embestidas desde abajo. Sui besó a Jimin de esa forma; más lenta y caliente, casi sin respiración por la actividad física, pero igualmente cálida. En sus iris rojos, vio unas pinceladas azules de cariño por él. Se agarraba a su cuello, acercándose al clímax, un fuerte e intenso orgasmo, que descargó con otro mordisco en el cuello de Jimin.
Él hundió los dientes con fuerza, haciéndole daño, y acto seguido levantando la cabeza mientras su interior se sacudía por la ola de placer. Todavía tenía a Jungkook dentro de él, cuando deslizaba la lengua desde la base del cuello de Jimin, hasta la parte baja de su oreja. Sobre una manta tendida por encima de un montón de paja, y junto a la calidez de una simple antorcha, Sui los tuvo a ambos, disfrutando primero de uno, para después ir a por el otro, y de nuevo regresar a por el primero de los dos.
Ese era el tipo de paraíso que siempre estuvo esperando desde que conoció a los hermanos De Fiore. Dos hombres. Dos mortales, para una criatura inmortal y caprichosa como él. El roce de los cuerpos era ardiente y húmedo, algo sanguinolento, pero muy íntimo. Cuando la actividad sexual cesó, Sui miraba profundamente a los ojos de Jimin, mientras Jungkook le abrazaba la cintura.
—Los dos me esperaréis, ¿verdad? —preguntó, deseando escuchar.
—Por supuesto —dijo Jimin de manera automática, casi falsa y superficial.
—Siempre —murmuró Jungkook, con más emoción que él.
—Besaos —susurró Sui no mucho después—. Y así sellaréis vuestra promesa. Nuestra promesa.
Jimin veía el recelo de Jungkook en sus ojos. Pero para él, era incluso peor. Sin embargo, el más joven estiró el cuello, y Jungkook inclinó el rostro para encontrar sus labios en un dulce beso. Se extendió durante unos segundos, y después se distanciaron muy despacio.
Fin del Flashback.
—O-Oh, os montasteis un trío. Interesante —ironizó Taehyung, mordiéndose una uña.
—Fue la primera y la única vez que sucedió —decía Jimin, con la vista perdida—. La verdad, yo no era consciente del todo. Casi siempre estuve manipulado por su persuasión vampírica, puesto que, cada vez que le expresaba a Sui que no me sentía bien con algo, él volvía a modificar mis emociones, haciéndome creer que sí.
El humano se abrazó los brazos, sintiéndose encogido.
—Debió haber sido una tortura —dijo con lástima.
—Lo era. Jungkook era consciente de todo, sin embargo.
—Me pregunto por qué...
—Él sí que estaba enamorado —suspiró Jimin, retomando la historia—, a pesar de lo egoísta que era con nosotros. La madrugada en la que todavía dormíamos en aquel establo, alguien empujó la puerta...
Flashback. 1871
Sui abrió los ojos demasiado tarde. Una aguja se clavó en su cuello, inyectándole verbena líquida. La sustancia le paralizó el cuerpo, y cuando giró la cabeza, pudo verle. Jung Hoseok, con el cabello rojo oscuro como la sangre. La línea de sus párpados se encontraba dibujada por una fina línea de tinta, vestía de cuero negro, un colgante con una cruz plateada con rubíes colgaba de su cuello. Llevaba un pantalón ceñido, un par de guantes con los dedos al aire, y la punta metálica de la bota le pisaba el cuello.
—¡No! ¡Sui, no! —gritó Jimin.
—¡Dejadle en paz! ¡No le toquéis! —exclamó Jungkook.
Varios hombres agarraban a los hermanos De Fiore, apartándolos. Sui ni siquiera tenía capacidad para moverse, sólo podía mover los ojos. Su rostro se mostraba aterrorizado, iracundo.
—Ponedle los grilletes, y también el bozal. Todavía puede morder —Hoseok se desplazó hacia ellos, sosteniendo la ballesta sobre el hombro—. ¿Ha entrado en vuestra cabeza?
—¡No estamos controlados! ¡Si le hacéis daño, os mataré! —les gritó Jungkook.
—¿Q-Qué vais a hacer? —Jimin vio cómo encadenaban a Sui, y lo cargaban sobre una carretilla metálica—. ¡¿Qué vais a hacer con él?!
—Sacrificarle, por supuesto —dijo Hoseok. Él advirtió sus faltas de ropas, a pesar de que llevaban prendas inferiores. Tenían rastros de sangre seca en el cuello y hombros, pero no había heridas ni mordiscos—. Y a estos dos, encerradlos cuarenta y ocho horas. Deben tener sangre de vampiro en su organismo. Además, la criatura está controlándoles.
—¡No! ¡No! —Jungkook se lanzó contra él.
—¡Sui!
Jungkook y Jimin fueron encerrados en el sótano de la casa De Fiore. Su padre, Joseph De Fiore, se encontraba avergonzado tras el descubrimiento.
—Esa criatura ha estado en nuestra casa, con nuestra gente —decía con desprecio—. Corrompiendo las mentes de mis hijos. ¡Sois débiles! ¡Avergonzáis a nuestra familia!
—Papá, ¡no puedes entenderlo! ¡Jamás lo entenderás! —exclamó Jungkook enfurecido—. ¡Nuestra familia murió por tu culpa!
Jimin no abrió la boca frente a su padre. Joseph subió la escalera y cerró la puerta del sótano. Y allí estaban ellos, esposados, en un sótano oscuro y mohoso.
—¿Es que no vas a decir nada? ¿Absolutamente nada? —soltó Jungkook.
El menor levantó una muñeca libre, y se quitó la otra esposa. Le pasó la llave a Jungkook, con un rostro neutral. El mayor se quedó inicialmente paralizado, hasta que comenzó a desesposarse.
—Sabía dónde la guardaba —murmuró Jimin.
—¿Qué haremos ahora?
—Podemos salir desde aquí abajo.
Jimin agarró una chaqueta vieja y raída, y se la puso. Le lanzó la segunda a su hermano, y después se acercó a uno de los tabiques y golpeó con los nudillos. A continuación, tiró de un perchero metálico, y el tabique de madera se deslizó lenta y toscamente hacia un lado.
—¿Cómo sabías que eso estaba ahí? —Jungkook parecía consternado.
—Sui me lo mostró una vez. Lo usamos para escapar una noche de aquí, juntos. Son pasadizos antiguos —explicó su hermano—. Vamos.
Llevándose una de los candelabros en la mano, atravesaron un oscuro pasillo durante metros y metros, donde el único ruido que se escuchaba era el de sus pasos sobre la roca, y sus alientos. Una vez afuera, estuvieron todo el día buscando la manera de rescatar a Sui. Gracias a unos cuantos contactos, los hermanos averiguaron la hora y el lugar por donde pasaba el carruaje. Había dos y eran metálicos, con barrotes y una ventilación especial que supuraba verbena para debilitar a los vampiros.
En el primero debían estar los vampiros que habían atrapado por el pueblo, y que se llevaban para hacer un ritual de exposición y sacrificio ante los humanos. Eso era lo que ellos hacían; avisar a los mortales de que los demonios de sangre continuaban con vida en aquel mundo. En cuanto al segundo carro, allí estaba Sui, solo, aislado. Si el cazador Jung Hoseok no lo había ejecutado en el momento, fue porque lo querían para algo que todavía no sabían.
Fueron más de doce horas de espera en el bosque. Hasta que, al anochecer, armados y preparados para asaltar a aquellos hombres, escucharon el sonido de los caballos y las ruedas del carruaje. Con unos disparos de arpones, asaltaron al piloto, y después cortaron las riendas de los caballos, liberando el vehículo. Finalmente, Jimin se las arregló para desbloquear el portón metálico, tras robar las llaves del chaleco del piloto al que noquearon.
—¿Está ahí? —jadeaba Jungkook.
—Sí. Parece dormido.
Jimin tiró de la puerta, la cual se abrió con un chirrido. Jungkook entró rápidamente y tiró de su cuerpo, arrastrándolo hacia el exterior. Sui estaba envuelto en sudor, más sucio y pálido de lo normal, como si estuviera hambriento. El hermano mayor le retiró el pañuelo que cubría su boca, el cual parecía húmedo de verbena.
—Le han estado envenenando. Sui, ¿estás bien? —Jungkook se arrodilló, arremangándose una mano—. Ten. Toma mi muñeca.
—J-Jimin —masculló, girando la cabeza con los ojos llenos de lágrimas—. C-Corre.
—Sui —reprodujo el otro muchacho—. ¿Qué...?
—Corre —repitió casi sin voz.
Lo que sucedió, fue rápido y apenas impredecible. Un disparo alcanzó a Jimin por la espalda y salió por su pecho, llenándole la chaqueta de sangre. Él cayó al suelo, hundiendo los dedos entre la tierra y hojas muertas. Jungkook sujetaba a Sui, pero el impacto de su hermano le hizo levantarse y correr hacia él. Justo entonces, le dispararon y cayó de medio lado.
Todo lo demás ocurrió a cámara lenta, el bosque oscuro y húmedo, el cazador llegando en su caballo negro. Jungkook miró a Sui desde el suelo, a unos metros. El ojiazul apenas se estaba levantando, con el rostro aterrorizado. Y esa fue la última vez en la que pudo ver al amor de su vida.
—Vete —dijo Jungkook sin aliento—. S-Sálvate...
Pero los ojos de Sui se encontraban sobre su hermano, Jimin.
—Te quiero —Sui movió los labios, sin llegar a pronunciarlo.
Y se lo decía a Jimin, no a él. Sui se incorporó, liberándose de las ataduras, y una vez libre, esquivó el lanzamiento de daga que Jung Hoseok hizo desde su montura. El tiro era certero, perfecto y veloz, pero Sui se torció en el aire, eludiéndolo. A continuación, echó a correr por el bosque, y Hoseok le vio perderse entre los árboles más lejanos.
—¡Maldición! —bramó el cazador.
Jimin apenas podía moverse, él solo veía las hojas secas, percibía el aroma a bosque y hojas, y escuchaba los cascos del caballo pasar junto a él. Poco a poco, la oscuridad le tragaba. Sus ojos se cerraban, mientras la vida se marchaba de su cuerpo, liberándole.
«Por fin sería libre», se dijo. «Por fin».
Y Jungkook, cerca de él, también perdía la vida sin más remedio. Ninguno de los dos sabía si despertarían, mientras se desplazaban hacia un espacio oscuro e infinito. Desconocían si revivirían o siquiera si podrían volver a ver a Sui. Pero las retinas de Jungkook se clavaban exclusivamente sobre un objeto, mientras su mente hacía ascos al resto de las evidencias que su conciencia le clavaba sobre los verdaderos sentimientos de Sui en esos últimos instantes de vida.
Una daga. Era plateada, tan larga como su antebrazo. Su punta se había clavado en el suelo, junto a Jungkook. La empuñadura de plata tenía el símbolo de la media luna invertida con una gota de sangre. Y justo por encima de esta, llevaba engarzada una piedra redonda, roja y brillante, que se iluminaba como si ardiera en ascuas.
Jungkook quería vengarse. «Vengarse». Eso era todo lo que pudo sentir antes de morir.
*Historia creada/escrita por Chispasrojas [Beatriz Ruiz Sánchez]. Si quieres apoyar a la autora, puedes encontrar contenido exclusivo y los capítulos anticipados en Patreon.com/chispasrojas.
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