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Se podía decir que Hoseok al menos no había recaído en el mismo cliché que los transeúntes, ya sea turistas o locales de París, al caminar por la avenida de los Campos Elíseos (o como le decían ahí, los Champs-Élysées) sin sujetar la mano de alguien más. 

Hoseok estaba solo en la ciudad del amor.

Lo primero que hizo cuando llegó a París fue visitar el Louvre, y se tomó todo su tiempo en ello aunque hacerlo no estaba en el cronograma que había organizado todavía en Corea y con ella. Su prometida no quería "perder el tiempo" en un museo, quería caminar por las calles francesas tomados de la mano, comprar toda clase de vestidos y perfumes, sacarse fotos junto a la Torre Eiffel, tener una cena romántica en Le Fouquet's Paris antes de volver al hotel y probar un vino añejo y comer baguette en el balcón, contemplando la noche en la "hermosa" París (que poco tenía de hermosa para un corazón roto como el suyo). 

En honor a ella Hoseok partió una hogaza y bebió una copa de un Borgoña en la soledad de su cuarto de hotel, ignorando la copa extra que reposaba al otro lado de la cama matrimonial.

Luego de aquella primera noche melancólica, Hoseok se obligó a sí mismo a terminar con ese ridículo número de autocompasión y disfrutar de su viaje. Si había decidido ir a París a pesar de todo no podía quedarse tirado en la cama de hotel lamentándose por su mala suerte, tenía que salir y recorrer hasta el último metro cuadrado de esa maldita ciudad. Así que juntó valor, salió de la cama y se arregló para empezar, ahora sí, sus vacaciones. 

Pensó que sería una buena idea caminar sin rumbo fijo, confiando en que una de las ciudades más aclamadas del mundo tendría algo que ofrecer en cada esquina, pero por la avenida sólo veía tiendas y más tiendas. Después de un tiempo indefinido caminando terminó sentándose en una mesa al aire libre de una de las infinitas cafeterías con un croissant y un té helado, mirando a los demás turistas ir y venir. 

Se sintió molesto viendo a tantas parejas felices, ¿acaso ningún soltero viajaba a París? ¿Era una obligación ir de a dos? ¿Qué hacían los turistas que estaban solos como él? ¿Existía alguno? 

De repente sintió una mano posándose en su hombro, interrumpiendo sus pensamientos.

—Perdona, uh, ¿hablas coreano? —preguntó alguien con una voz suave, dulce. 

Antes de responder Hoseok se permitió darse la vuelta para examinar a su interlocutor, estaba más que sorprendido por escuchar su lengua materna después de dos días valiéndose con su pésima imitación de inglés. Primero vio la mano pequeña y regordeta con anillos adornando el meñique y el anular apoyada sobre su hombro, y luego levantó la vista. Se trataba de un chico que aparentaba tener más o menos su edad, cabello negro, nariz pequeña, labios gruesos, aros en ambas orejas, ojos bonitos. Lo primero que Hoseok pensó al verlo fue... petite

Do you speak eng-

—Sí, sí, disculpa —se apresuró a decir Hoseok, interrumpiendo al chico en su inglés roto—. Sí, hablo coreano. 

—¡Menos mal! —exclamó el chico con alivio, sonriendo, haciendo que sus ojos desaparecieran en dos tiernas medialunas—. Estoy algo así como perdido y lo único que sé decir en francés es oui y merci, no sé pedir indicaciones... 

—No creo ser de mucha ayuda, apenas llegué ayer y no conozco mucho... —respondió él, y el chico pareció desinflarse un poco—. Pero tal vez... Bueno, ¿a dónde quieres ir? 

Desde una habitación en el último piso del hotel Mercure Paris Centre Tour Eiffel la vista era algo fuera de la imaginación. Hoseok estaba apenas en el segundo piso del Pullman Paris Tour Eiffel, temeroso de tener un balcón a más altura que esa, pero Park Jimin no había puesto reparos a la hora de escoger una de las habitaciones más caras en el piso más alto, o al menos eso le pareció a él en cuanto entró a la suite. 

—Esto debe costar una fortuna, hombre —murmuró, acercándose a la máquina de Nespresso—. Quiero decir, mi habitación es lujosa pero esto...

—Un riñón y medio, más o menos —comentó Jimin, encogiéndose de hombros mientras abría el minibar—. ¿Pero no dijiste que estabas en el Pullman? Probablemente una habitación normal de ahí salga lo mismo que esta suite aquí, hombre, el Pullman vale el doble que el Mercure

—Ah, bueno, yo qué sé, yo sólo tenía que poner el dinero para todo lo que quisiera Han- —inició, pero al darse cuenta de lo que estaba por decir se interrumpió y se aclaró la garganta—. Quiero decir... lo que sea. Tu habitación es increíble, eso decía. 

—De acuerdo... —murmuró el moreno, y luego le ofreció una cerveza—. ¿Gustas?

—Me vendría bien una, sí, gracias —aceptó Hoseok, tomando la pequeña botella que el chico le ofrecía—. Así que, Park Jimin... ¿qué te trae a París? 

—Pues verás, Hoseok, estoy en algo así como un viaje de autodescubrimiento personal después una experiencia traumática —contestó Jimin tras pensárselo por unos segundos—, o al menos eso le dije a mi padre para que me diera el dinero. 

—Eso suena como una mentira que funcionó muy bien.

—Eh, bueno, como estudiante de psicología puedo decir palabras como esas y hacerle creer a mi padre que realmente significan algo —dijo el chico con simpleza, sonriendo—. Es fácil engañar a un hombre de negocios cuando lo sacas de los números. 

—Impresionante. 

Jimin rió complacido, ahogando su risa melodiosa en la botella de cerveza que bebía. Hoseok seguía recorriendo la habitación, curioseando y dándole vueltas a una duda que lo perseguía desde la cafetería en la que estaba cuando se topó con Jimin. Era algo evidente que Park Jimin estaba solo, bastaba con haberlo encontrado deambulando por las calles de París preguntando a un turista al azar si hablaba coreano, pero ahora que Hoseok veía su habitación con sólo una maleta y un bolso lo confirmaba. 

No era el único turista solitario, y por alguna extraña razón eso lo hacía sentir un poquito menos fatal. 

Resultó ser que sí podía darle una indicación a Jimin de cómo llegar a su destino, el lujoso hotel en el que se encontraban ahora mismo, porque quedaba cerca del lujoso hotel en el que estaba Hoseok. Y cuando se dio cuenta de ello pensó, ¿por qué no acompañarlo? Aunque había hecho ese viaje para despejarse y pasar un tiempo a solas recuperándose, luego de dos días sumido en una soledad que no debía ser tal se sintió emocionado al estar con alguien más de Corea. Para su suerte, el chico aceptó y así fue que terminó entrando en la suite de Park Jimin. 

Conversaron en el camino, se conocieron un poco. Se dijeron sus nombres y edades, de dónde venían y cuánto tiempo pasarían en la ciudad. Jimin era un año menor que él, vivía en Busan, y se quedaría en París durante dos semanas, igual que Hoseok. No se atrevió a preguntar su razón para estar ahí, Jimin no lo había hecho y Hoseok no quería ser el que sacara ese tema; no quería tener que decirle por qué estaba ahí y arruinar el ambiente que se había creado. 

Le agradaba Park Jimin.

—¿Y tú, Hoseok? —preguntó de repente Jimin, sacándolo de su burbuja—. ¿Qué te trajo a París a ti? 

—Sanación, creo —murmuró Hoseok, suspirando—. Supongo que también autodescubrimiento personal después de... ah, ya me olvidé de lo que seguía.

—Autodescubrimiento personal después de una experiencia traumática —le recordó el chico.

—Eso, podría decirse que tiene un poco de eso. Se suponía que iba a venir con alguien más pero me cancelaron a último minuto —agregó aunque no hacía falta que Park Jimin supiera más que eso—. El hotel y los boletos ya estaban pagos, así que... 

Park Jimin asintió, parecía ser que sin necesidad de una gran explicación comprendió, al menos un poco, de qué hablaba Hoseok. Después de eso se sumieron en un silencio que aprovecharon para seguir bebiendo un poco de sus respectivas botellas, Jimin caminó hasta el balcón con la cerveza en mano mientras que Hoseok se quedó sentado en la cama del chico. Cuando Hoseok estaba dando el último sorbo, Jimin se dio la vuelta y lo miró con una expresión indescifrable. 

—¿Quieres echar un vistazo en el balcón? —propuso entonces—. Cuando se haga de noche por completo la vista será en serio increíble. 

A pesar de su fobia a las alturas, Hoseok se encontró a sí mismo sonriendo mientras asentía con la cabeza, aceptando aquella invitación. Lo siguiente que supo fue que estaba caminando hacia donde Park Jimin se encontraba parado, vaciando la botella para apoyarla en la mesita antes de salir. No faltaba mucho para que el cielo estuviera completamente negro, las luces nocturnas de la ciudad ya estaban siendo encendidas, y Hoseok decidió permitirse ver la belleza de París sin aquel sentimiento amargo de resentimiento que tuvo los pasados dos días.

Y tal como Jimin había predicho, cuando la noche los envolvió a ellos, al hotel, a la torre y a toda la ciudad, Hoseok contuvo el aliento. La vista era magnífica, algo indescriptible que Hoseok no podía tan siquiera intentar definir con palabras. Pensó que Jimin se encontraría bajo el mismo hechizo que él, ¡era imposible que no lo estuviera!, pero cuando se giró a mirarlo se encontró con aquellos ojos pequeños y brillantes mirándolo fijamente con intensidad, y de repente eran sus ojos ahora los que lo tenían hechizado. No podía dejar de mirarlo, tampoco quería. 

Bajo las luces nocturnas de la Torre Eiffel en conjunto con las estrellas y la luna, junto a la brisa fresca que hacía que el cabello negro se moviera libremente, Park Jimin era más deslumbrante que toda la ciudad entera. Era imposible apartar la vista de una imagen así.

—Es una ciudad hermosa —soltó Jimin sin despegar la vista de sus ojos—. Es una pena que esté tan sobrevalorada y llena de clichés, ¿verdad?

—Bueno, es que hasta los tontos saben apreciar la belleza de esta ciudad —respondió Hoseok, sosteniéndole la mirada y acercándose lentamente hacia él—. Con los perfumes, la comida, los paseos, las luces...

—Pero tú no eres ningún tonto, ¿verdad? —preguntó entonces Jimin, terminando de acortar la distancia—. Somos demasiado inteligentes para dejarnos engañar por las luces, ¿verdad? 

Hoseok cerró los ojos cuando la mano de Jimin se posó en su mejilla, y no tardó en llevar la suya propia a la cintura del chico, suspirando. Sentía el aliento cálido de Jimin sobre los labios, tenía que acercarse apenas un centímetro más y podría saber si sabían tan dulces como lucían.

—Entonces... entonces apaguemos las luces, Jimin —murmuró, al hablar sus labios se rozaban con los ajenos—. ¿Qué dices? 

El beso que recibió de parte del chico fue respuesta suficiente.

Montmartre sonaba como magia cuando eran los labios de Park Jimin los que pronunciaban ese nombre. Luego de la noche que habían compartido con las luces apagadas Hoseok no se sentía en condiciones de decirle que no a cualquier cosa que ese chiquillo con sonrisa dulce de paletas torcidas y ojos oscuros y brillantes pudiera pedirle, y así fue que terminaron en el Barrio de los Pintores camino a la bohemia Place du Tertre

Los artistas independientes y las pequeñas e intrincadas callejuelas por un lado, la cantidad exorbitante de turistas y las sex-shops por el otro, Montmartre era increíble si Hoseok veía a través de la voz melodiosa de Jimin explicándole cada detalle sobre el barrio. Monet, Picasso, Dalí, Van Gogh... Park. Estaba siendo cursi, estaba dejándose llevar por aquella ridícula esencia cursi que tenía París, pero luego de ver el cuerpo desnudo de aquel chico Hoseok estaba más que convencido de que él era en sí mismo una obra de arte mejor que cualquiera otra. 

Reían y bromeaban, se empujaban suavemente, sus brazos se rozaban "por accidente" al igual que sus manos, y se sentía bien. Por primera vez en días Hoseok no estaba pensando en su ex prometida, ni en el rencor, ni en el despecho, ni en nada que no fuera su bello acompañante de ojitos pequeñitos que desaparecían detrás de su sonrisa enorme. Estaba contagiándose de esa fiebre parisina tan pasional, dejándose llevar como un loco de remate, y quien los viera a ambos desde afuera podría pensar tranquilamente que eran dos amantes. 

Jimin entrelazó sus manos, Hoseok no se resistió. Hoseok se giró a mirarlo, Jimin le dedicó una sonrisa radiante cuando sus miradas se encontraron. Jimin era precioso y no rechazó el beso de Hoseok cuando se lo robó por un impulso. Era un juego de los dos, incluso si sabían que apenas se conocían y que no estaban enamorados, la vieja ciudad romántica no. Podían seguir con ese juego, podían engañar a París y hacerle creen que se amaban con aquella imagen que daban de un "nosotros" entre los dos. 

—¿Sabes, Hoseok? —preguntó Jimin mientras contemplaban a un pintor hacer un retrato de una niña—. Esto es lo que cualquier turista solitario podría desear. 

—Esto es lo que cualquier turista solitario podría desear —repitió él, asintiendo antes de llevarse la pequeña mano de Jimin a los labios para besarla. 

Los días se pasaban en un suspiro en compañía de Jimin, y aunque Hoseok había ido guardando un infinito rencor contra París, luego de una semana de recorrer cada rincón sujetando la mano del pelinegro podía decir que casi había cambiado de opinión, que casi se había enamorado de aquella ciudad, pero sabía que no era mérito de un montón de edificios y parques bonitos, sino de cierto moreno bajito que arrugaba la nariz y escondía los ojos cada vez que sonreía. Casi

Jimin había cancelado los días que le restaban a su reserva en el hotel para trasladarse hasta la habitación de Hoseok, considerando que él tenía todo pedido para dos. Sin embargo apenas pasaban tiempo en la habitación, sólo la usaban para dormir después de amarse con las luces apagadas. La mayor parte del día la pasaban caminando por la ciudad, conociendo cada punto turístico, probando la comida de cada restaurante y cafetería, besándose en cada parque y en cada esquina, siempre entrelazando las manos. La mano pequeña y regordeta de Jimin parecía encajar a la perfección en la mano delgada y grande de Hoseok. 

Para el inicio de la segunda semana Hoseok sentía que conocía a ese chico de toda una vida y no sólo hacía ocho días. En esos días había descubierto más sobre Park Jimin que todo lo que llegó a saber de su prometida en dos años de relación, así mismo como le había contado cada detalle sobre sí mismo, hasta sus más profundos secretos. En ese momento Jimin lo conocía más que cualquier otra persona, y no sabía ni siquiera por qué. Realmente esa ciudad tenía algo mágico, no había otra explicación.

La novena noche decidieron cenar en el pequeño restaurante del hotel, ese que tenía una vista "privilegiada" hacia la Torre Eiffel. La vista de privilegiada poco tenía, desde el anterior balcón de Park Jimin se veía mejor, pero en ese momento no les importaba mucho el paisaje. A Hoseok por lo menos no, pues con la compañía que tenía, ¿qué más daba si de fondo tenía al símbolo de Francia o un pantano? 

—La Torre Eiffel en verdad es una broma, ¿no crees? —soltó Jimin tras la segunda copa de vino, mirando la edificación con un leve puchero—. Todos vienen aquí y se enamoran de la ciudad, de sus calles, de la arquitectura...

—¿No te enamoraste de las calles de París, Jimin? —cuestionó Hoseok con tono burlón, a lo que el menor negó mientras sonreía—. Yo tampoco. 

—Podríamos enamorarnos de las calles de París —comentó Jimin encogiéndose de hombros—, pero ya lo dije, la Torre Eiffel es una broma. 

—Y nosotros, los turistas solitarios que no se enamoraron de Paris —agregó Hoseok—, somos el remate del peor chiste. 

—Un chiste que ni siquiera es gracioso —finalizó Jimin. 

Y luego de eso ambos se miraron por unos escasos segundos antes de estallar en carcajadas, y se rieron tanto que se volvió realmente gracioso. Al menos para ellos dos lo era, y eso era lo que importaba en ese momento en el que eran ellos dos, sólo ellos dos, los turistas solitarios.

Finalmente su última noche juntos llegó, y con eso el jueguito del amor se terminaba. Hoseok se permitió olvidarse de eso para poder disfrutar el estar entre los brazos de Park Jimin, su querido turista solitario. Se besaron, se abrazaron, se amaron con lentitud y calma, con dedicación, con adoración, con la pasión de lo que una última vez juntos significaba. 

Se sentía extraño saber que era la despedida. Luego de quince días metidos en un juego, ¿cómo iba a convencer a su cuerpo, no, a su corazón, de que sólo había sido eso? ¿Cómo iba a regresar a lo de antes, al rencor y al despecho por haber encontrado a su prometida follando con el que se suponía sería el padrino de su boda dos días antes del viaje de "pre-luna de miel"? Luego de dos semanas jugando a los amantes con Park Jimin era un poco difícil regresar a la realidad.

Pero en el fondo, Hoseok lo sabía. Sabía que había intentando sobrevivir en aquella mentira que ahora no podía enfrentar como tal porque lo necesitaba para sanar su corazón. Sabía que había estado engañándose a sí mismo y engañando a su corazón al querer creer que no estaba solo en la ciudad del amor, que estaba enamorado de aquel chico. Después de todo, lo que había vivido con Park Jimin esas dos semanas no eran más que uno de los tantos pensamientos de un turista solitario, el deseo de no estar solo en París, imaginándose enamorado de alguien más.

Enamorado de Park Jimin. 

Jimin parecía decidido a mantener el juego hasta el último minuto y se ofreció a acompañarlo al aeropuerto, Hoseok no podía decirle que no. De alguna forma, su tonto corazón quería aferrarse a aquel tonto juego hasta el final. De modo que al día siguiente luego de ducharse juntos, ambos partieron hasta la terminal con las manos aún entrelazadas y sus labios aún encontrándose en juguetones besos robados. 

Cuando iba rumbo a los últimos chequeos, Hoseok realmente sintió que su cuerpo pesaba más de lo normal. Había algo dentro suyo que no quería irse, simplemente quería quedarse y seguir con esa mentira, seguir fingiendo un amor desmedido que en realidad no sentía por ese chico al que realmente no conocía.

—Será mejor que me vaya o perderé el avión —pronunció, acercándose a Jimin para besarlo una vez más—. Fue un placer conocerte, Jiminie. 

—Hoseok... —suspiró el menor sobre sus labios, sosteniéndolo suavemente del cuello—. ¿Puedo decirte algo antes de que te vayas? Un pensamiento...

—¿Qué es un pensamiento más de mi turista solitario? —murmuró con una pequeña sonrisa en los labios—. Anda, dime lo que sea. 

—Estaba pensando en esto... estaba imaginando algo —comenzó Jimin, relamiéndose los labios al hablar—. Estaba tratando de imaginarnos a los dos solos. Yo en Busan, tú en Gwangju... y no pude hacerlo así.

—¿Ah, no? 

—No, no pude. Pero sí pude imaginarnos... a los dos, ¿sabes? —agregó el pelinegro, acariciando la mejilla de Hoseok—. Y estábamos solos como lo estuvimos dos semanas, juntos. ¿Entiendes lo que digo? Porque no tiene sentido. 

—Lo entiendo a la perfección, Jiminie —corroboró Hoseok, inclinando la cabeza para disfrutar de la caricia de Jimin—. Esto es lo que piensan los turistas cuando están solos...

—Ya no quiero estar solo, Hoseok —dijo Jimin suplicante, parecía a punto de llorar—. Sé que no estamos enamorados, pero podríamos... No sé si es la ciudad que tiene algo en el aire, no sé si es el vino, la comida o la maldita Torre Eiffel —agregó, tensando la mandíbula—. Creía que estábamos engañando a esta tonta ciudad, pero parece que el único que se creyó todo esto fui yo.

—Parece que la ciudad fue la que nos engañó a nosotros, Jiminie...

—No somos muy convincentes, ¿verdad? —preguntó Jimin, sonriendo—. Nunca nos creyó que estábamos solos...

—Tal vez nunca lo estuvimos.

El anuncio para abordar al avión resonó en el aeropuerto, pero a Hoseok no le importó cuando se perdió una vez más en los labios de Park Jimin. La despedida no era tal, y esos eran ahora los pensamientos de un turista que ya no estaba solo.

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¡Feliz cumple, querida Glowkim!❤ Escribí esto con mucho amor de parte mía y de todo el squad, te queremos un montón y te deseamos un muuuy feliz cumpleaños, ¡ojalá te guste! Y obvio, ojalá la pases muuuuuy bien hoy. 

Ya sé que tu cumple es mañana pero 1) estoy lejos y no sé si mañana podré subirlo a tiempo y 2) por esa misma razón escribí esto el miércoles y me moría de ganas de subirlo, no aguantaba más 😂 así que debería corregirme, feliz casi cumpleaños, Gloy❤

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