Capítulo 9.
Había aprendido mucho siendo perro callejero. Entre mis aprendizajes estaba el que nunca debía comer un pajarito aún vivo—No se los recomiendo, da mala indigestión—, el cómo no debes orinar la bota un indigente—Tienden a arrojarse cosas, eso es muy doloroso—, y en como debes tratar de evitar el canto macabro—¡Huye!—.
Cuando descubrí que la perrera no era un club para perros mi corazón se partió en mil pedazos. Mi familia pudo haber tenido muchas opciones:
a) Aún permanecían ahí.
b) Habían sido adoptados por alguien bueno.
c) Habían sido adoptados por alguien malo.
d) Habían sido sacrificados.
—En las perreras hay muchos animales, cachorro—me había contado Zeus un noche—. A veces los humanos ven como mejor opción deshacerse de nosotros.
—¿Y cómo lo hacen? ¿Los arrojan nuevamente a las calles?—pregunté yo con inocencia.
—No, cachorro, los sacrifican.
Sabía el significado de sacrificio: Es un esfuerzo o acción por conseguir algo o tratar de beneficiar a alguien.
—No lo entiendo—le había dicho a Zeus.
—Los matan, son menos bocas a quienes darles de comer y más espacio para nuevos perros. Pocos han podido escapar de ahí, yo fui uno de esos pocos.
Fue ese día que le había encontrado un nuevo significado al sacrificio: Matar a un animal para darle el lugar a otro, una reacción en cadena.
¿Realmente se beneficiaban los humanos con esta opción?
—A los humanos no les gusta vernos en las calles. Damos mal aspecto, algunos son agresivos y muerden a los niños, rompemos las bolsas de basura cuando buscamos alimento pero para los humanos solo significa que estamos ensuciando. Al igual que cuando hacemos nuestras necesidades. Tenemos pulgas, olemos mal, la realidad es que somos feos para ellos.
¿Era feo? Pero si yo era un galán.
Mi cabeza solo buscaba diferentes opciones, había algo más, los humanos no podían detestar tanto a los perros callejeros. La mañana siguiente me había despertado antes que Zeus, toda la noche había llovido pero afortunadamente habíamos conseguido un lugar acogedor para evitar la lluvia y el frío.
Fue en ese momento cuando la olí. Conocía ese olor a la perfección, empecé a perseguirlo con rapidez, mis patas se movían totalmente coordinadas y por la rapidez caía en algunos charcos de agua, pero el olor seguía ahí y yo no lo podía dejar ir.
Fue cuando la vi, a lo lejos. ¡Era Audrey! ¡Era Audrey!
Estuve a punto de cruzar la calle pero un auto pasó tan rápido que estuvo por arrollarme. Cuando volví a levantar la mirada vi nuevamente a Audrey, pero no estaba sola. No sólo el señor de la casa estaba con ella, si no que otro cachorro estaba en los brazos de la pequeña.
Mis orejas se bajan por la tristeza que me llena poco a poco.
Sin poder evitarlo empiezo a llorar. Ella ya me había remplazado y a pesar de como su padre nos había tratado ella estaba como si nada junto a él.
El nuevo cachorro era hermoso, de color blanco, tan brillante y sedoso.
Cuando suben al auto solo puedo observar entristecido como este se aleja hasta que no puedo verlo más. En el suelo, un charco de agua muestra mi rostro. Mi pelaje dorado estaba lleno de barro y empapado por mi carrera. Mis manchas negras también tenían algunos chicles pegados. Y en mis orejas vi a las pulgas caminar.
¿Quién querría tener un perro pulgoso como yo?
Doy media vuelta y camino hacia mi lugar con Zeus mientras pienso que antes de que Audrey y su padre se fueran pude ver las manchas negras de sus almas a su alrededor.
Tal vez fingían ser felices a los ojos de los demás. Ellos poco a poco descubrirían lo difícil que era el fingir algo que no eras, eso siempre traía problemas.
Lo que más me entristecía no era que Audrey me había olvidado en tan poco tiempo, me dolía muchísimo es cierto, pero más me lastimada saber que otro cachorro inocente sufriría lo mismo que yo. Y era triste, por más baños de pulgas, paticure y sabana persa que te dieran.
—¿En dónde estabas?—dijo Zeus apenas me vio.
—Reconocí un olor y quise investigar un poco.
—¿Y qué conseguiste?
—Nada—Audrey había sido mi primera experiencia real como perro, debía dejarla ir, era hora de seguir con mi misión. Miré con atención a Zeus y decidí contarle mi historia real—. ¿Crees en las estrellas Zeus?
Zeus ríe mientras se sienta sobre su cola—. Claro cachorro, las veo en las noches más cálidas. Sus luces junto a la de la Luna nos ayudan a conseguir un lugar en toda la oscuridad.
—No hice la pregunta adecuada, ¿crees que las estrellas cumplen deseos?
Zeus dobló un poco su cabeza y pensó.
—Una vez pedí que me cruzara con una linda perrita chihuahua pero solo me pude conformar con ver la película de Una Chihuahua de Beverly Hills en una tienda de televisores a unas cuadras de aquí.
Se estaba burlando de mí, pero él era el único en quien confiaba.
—Hace... años, le pedí a una estrella encontrar a un humano de alma pura.
—No hay tal cosa como eso, Firulais.
—¿Qué?
—Todos los humanos tienen hasta un mínimo de maldad en sus cuerpos. Todos, sin excepción. Puede que no con los animales, pero tal vez si con otras cosas.
—¿Qué quieres decir?—Subí mis orejas interesado, Zeus siempre es un gran guía en humanos.
—Hay humanos que aman a los animales, pero puede que constantemente contaminen el planeta en el que vivimos. Hay humanos que aman los animales, pero que tienden a tratar mal a sus familiares. Hay humanos que aman a los animales, pero solo porque estos les traen dinero. Puedo seguir con la lista—Zeus se recostó sobre el suelo y lo imité, escuchándolo con atención—. Nadie es completamente puro.
—Las almas puras son blancas, Zeus. Las he visto, son pocas pero existen.
—¿Las has visto? Cada vez que te conozco más pienso que eres muy raro, Firulais.
Decidí no seguir mi historia, Zeus era un perro viejo y solo pensaba que le estaba tomando el pelo.
De repente, ambos escuchamos el canto diabólico, ese que tanto nos volvía locos. Zeus levantó sus orejas, yo también lo hice pero emocionado, quería ir hacia el canto.
—¡No, Firulais! ¡A correr!—Los ladridos de Zeus me despertaron y empecé a correr detrás de él.
La perrera venia por nosotros y con el canto diabólico solo sería más fácil ir hacia ellos.
Recordé las palabras que Zeus me dijo la vez que hablamos sobre la perreras.
—Cuando lo escuches, trata de pensar en otras cosas y corre.
Fue así que mientras corría recordé otra de mis vidas.
NOTA: El canto diabólico del que habla Firulais simboliza al silbato para perros o silbato silencioso, para quienes no lo conocen es un tipo de silbato que emite un sonido en el rango ultrasónico que las personas no pueden oír pero algunos animales sí, incluidos los perros y gatos domésticos y se utiliza para su entrenamiento. Los entrenadores pueden usar el silbato simplemente para llamar la atención de un perro o para infligir dolor con el propósito de modificar su conducta.
Y como soy la más bella del mundo-Re humilde yo-, tendrán otro capítulo dentro de un rato. Leeremos una de las vidas del Firu Firu.
¿Qué piensan de Audrey y su padre? ¿Han conocido a alguna persona que haya reemplazado un perrito perdido tan rápido? ¿Han conocido a personas que hayan botado o abandonado en las calles a algún perrito o gatito?
Este capítulo está dedicado a gatitacuriosa23, espero te haya gustado ❤
Esperen el siguiente capítulo :)
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