Capítulo 40.
Aunque les emocione la idea de saber que pasó entre Murat y Aysel lamento decirles que esta es mi historia, no la de ellos. Pero les tengo un pequeño spoiler, los humanos no paran de revolcarse en su cama y jugar. Era interesante ver como los humanos se apareaban, no era tan diferente a los perros.
Había pasado un año entero desde que Aysel me tomó como suyo, solo estuvimos en ese lugar por cinco meses y luego los besos de Murat y Aysel se hicieron más intensos, tanto así que terminamos mudándonos a la casa principal.
Amaba la casa principal, Murat tenía una tina, así que Aysel me daba unos baños es-pec-ta-cu-la-res, obviamente antipulgas, aunque las condenadas por más que fueran eliminadas en poco tiempo volvían a aparecer, eso me hacía lloriquear algunas veces, por lo tanto Aysel tomaba medidas un poco más extremas. Tuve que usar un collar antipulgas durante seis meses y aunque era muy efectivo el color era horroroso, no iba con mi color de pelo.
Y hoy era uno de esos días que quería deshacerme de mi horrible collar antipulgas color crema. ¿No pudo ser rojo o azul? No, tenía que ser crema, era horrible y se ensuciaba con facilidad.
El teléfono de Aysel sonó con el espantoso estruendo de su alarma. Debo admitir que ya había masticado dos teléfonos de la humana. Siempre, al estar en mi sueño de belleza era interrumpido por aquel chillido endemoniado, era horrible. Pero peor era el de Murat, esa cosa... algún día iba a morir.
—¡Hoy es el día! —exclamó Aysel desde su mullida cama.
Su emoción me hizo mover la cola rápidamente y sin poder evitarlo ladré un poco de más, tanto que ocasioné que Murat se levantara un poco malhumorado.
—Tommy, por favor, cinco minutos más.
El siempre pedía lo mismo: Tommy, dame cinco minutos más. Tommy, ladra en unos minutos más. Tommy, te daré un donut si me despiertas en treinta minutos.
—¡Guau! — Despierta, bello durmiente, ¡Hoy es el día!
—Tommy, si haces silencio en un rato te daré un donut—masculló adormilado colocándose una almohada sobre la cabeza.
Les dije que aplicaba aquel truco, debo admitir que siempre funcionaba, pero esta vez un donut no sería suficiente.
—No le darás ningún donut, Murat Rashid—regañó cariñosamente la humana procediendo después a despertarlo con una lluvia de besos—. Amor, ¡hoy es el día!
Esas palabras me emocionaron mucho más, mi cola se movía de un lado al otro con fuerza y sin poder evitarlo me subí a la cama a pesar de que lo tenía un poco prohibido.
Digo un poco porque a pesar de que me ordenaban que no lo hiciera siempre terminaba a los pies de ambos. Era mi parte favorita de la noche, dormir junto a mis humanos.
Aysel rio divertida al ver como mis patas se posaban sobre la espalda de Murat y como mi lengua buscaba algún hueco en la almohada para poder lamerlo como una paleta.
Me encantaba dar lengüetazos y a mis humanos les gustaba recibirlos, eso sí, Murat odiaba que lo hiciera por las mañanas. Se nota que no es para nada madrugador, ¿verdad?
—Yo sé que hoy es el día, pero por favor. Tengan piedad de mí.
—Tommy y yo siempre tenemos piedad de ti—respondió la humana divertida—. Pero debemos alistarnos, en hora y media debemos estar en la tienda.
Murat gimió por la desesperación. Pobre humano, él solo quería dormir. Finalmente se quitó la almohada de la cabeza por lo que aproveché la situación para darle una lamida a su mejilla.
—¡Guau! —¡Arriba, Murat, Arriba!
—Ya voy Tommy, ya voy... Solo deja que repose los ojos unos minutos más.
Oh rayos, pasamos a la segunda etapa de los "cinco minutos más" de Murat.
Seré sincero, aunque esto pase todos los días jamás podría aburrirme de ello.
Observé a mi humana quien depositaba un suave beso en la frente del humano, después se giró para mirarme y señalarme con un dedo.
—Cinco minutos, Tommy, sino despiértalo con una lluvia de besos—La chica se levantó y desapareció detrás de la puerta del baño.
Observé maliciosamente al humano quien roncaba bajito sobre su almohada. Si Aysel era una especialista en la lluvia de besos yo lo era el triple. Solo que cuando ella me daba esa orden, yo nunca esperaba los cinco minutos.
Miré el reloj en la mesita de noche, y esperé paciente a que pasaran solo dos minutos, tenía que darle una falsa seguridad de sueño al humano.
Cinco.
Cuatro.
Tres.
Dos.
Uno.
—¡Guau! ¡Guau! —¡Despierta que hoy es el día!
Empecé lamiendo fuertemente su mejilla, Murat lloriqueó pero a los segundos ya estaba sentado tratando de detenerme. ¿Ya les había dicho que me encantaba la lluvia de besos?
—¡Ya desperté, Tommy! —Me detuve y lo miré, a pesar de su brusco despertar me ofrecía una pequeña sonrisa mientras rascaba detrás de mis orejas—. Hoy es el día, amigo. ¿Estás listo para lo que ensayamos hace días?
Oh, también sucedería eso. La verdad es que no entendía por que Murat le quería regalar una piedra a Aysel. Era un regalo tonto, pero el dijo que le pediría matrimonio o algo así con la piedra. Era una piedra bonita pero, ¿en serio? Yo le regalaría unas croquetas con caldo de pollo, yo diría que si a lo que me estuvieran pidiendo.
Ambos humanos se prepararon y se vistieron muy bonitos. Aysel parecía un ángel en su vestido blanco, la humana era quizás la más hermosa que mis ojos habían visto durante mis diez vidas.
Terminó de aplicarse la cosa de los labios que odiaba, siempre que lo llevaba puesto y me daba un beso, la cosa se quedaba pegada en mi pelo, casi nunca lograba quitármelo por completo y siempre arruinaba mi look. Aysel tomó algo de la isla de la cocina para después llamarme. Troté en su dirección, ella se colocó a mi altura y procedió a colocarme algo en el cuello.
—Ahora si te ves guapo.
—¿Cuándo compraste ese moño?—Murat rio al acercarse a nosotros.
—Hayashi lo consiguió para Tommy, ¿no es lindo?
Cuidado perritas, ahí va su Tommy Clark. Debemos admitir que el moño se me veía di-vi-no y el que dijera lo contrario era un envidioso.
Cuando ya estábamos todos listos, nos dirigimos al auto de Murat. También amaba el auto de Murat, el asiento trasero era solo para mí y eso me encantaba.
—¡Arriba chico!
Ambos se adentraron a sus asientos, Murat encendió el auto y bajó un poco mi ventanilla, ya no se confiaban conmigo. Hace unos meses vi una ardilla mientras estábamos frente a un semáforo en rojo, les juro que la ardilla me dijo una palabrota, por eso me salí por la ventanilla del auto y casi hago que me atropellen. Murat estaba furioso y Aysel no paraba de llorar por el susto que se llevó, me prometí que más nunca haría una locura de esas, por más que mil ardillas se vieran jugosas... perdón, por más que mil ardillas me dijeran palabrotas.
Estar en la ventanilla del auto era genial y cuando mis humanos ponían mis canciones favoritas no podía evitar cantar con ellos mientras la brisa chocaba contra mi pelo, estaba cercano a ser la primera estrella cantante perruna en la historia. Amaba cantar.
Si, amaba mi vida, humano y lo más increíble es que se pondría aún mejor.
Cuando llegamos a Happy Animals ya casi todos estaban ahí. Los presentes nos saludaron con emoción, obviamente todos estaban encantados con mi moño, menos aquella belleza rubia que me miraba sentada entre las piernas de su humana. Su nombre era Lila y podría haberse convertido en el amor de mi vida, pero a ella no le gustaba, así de simple.
Sin embargo, me alejé de los humanos que hablaban sobre cualquier cosa para acercarme a Lila. En ese momento su humana me saludó cariñosamente, la señora Baker era encantadora y gracias a ella Aysel hoy estaba resplandeciente de la felicidad.
—Hola Lila—saludé a la perrita la cual me miraba un poco altiva—. ¿Te gusta mi moño?
—Te ves tonto, Tommy.
¿Ven? Les dije que no le gustaba.
—¿Te gustaría compartir un hueso más tarde? —dije ignorando su comentario.
—Antes prefiero comer una rata de la basura.
Esto es todo, me rindo. Por más linda que fuera la perrita la iba a poner en su lugar, pero noté que todos los humanos se reunían en la entrada de Happy Animals, por lo que me alejé de la perrita sin decir más nada y me acerqué a mi humana quien sostenía en sus manos unas tijeras filosas para poder cortar la cinta frente la puerta del local.
—Antes de darles la bienvenida a todos, quiero aprovechar de darle las gracias a la señora Baker por esta oportunidad. Este siempre ha sido mi sueño y gracias a usted puedo cumplirlo—La nombrada la miró con orgullo, la señora Baker realmente quería mucho a Aysel—. Y gracias a todos aquellos que pusieron su granito de arena para ayudarme, no pude hacer esto sin ustedes.
—Oye, hay algo que me gustaría darte antes de que cortes la cinta—interrumpió un Murat un poco sudoroso, puso los dedos en sus labios e hizo el sonido que representaba la señal que tanto habíamos practicado—. Lo siento, sé que todos quieren entrar para ver la remodelación de la tienda pero... hoy es el día, ¿no?
Aysel lo miro confundida y su ceño se pronunció más cuando me detuve a un lado del humano. Sacó la caja con la piedra para Aysel, me la extendió y la mordí con fuerza para que no se me cayera, luego me acerqué a mi humana. Sus ojos estaban cristalizados, podía oler todas las emociones que estaba sintiendo, ella no lo podía creer. Tomo la caja de mi hocico y la abrió soltando un jadeo al ver la piedra dentro.
Otra vez los humanos me demostraban que eran raros, ¿Quién quería una piedra de regalo?
Pero cuando Aysel corrió a los brazos de Murat me di cuenta que la piedra era muy importante para ella, todos a nuestro alrededor aplaudían emocionados. Por otro lado, yo no entendía tal emoción.
—Le pidió matrimonio—dijo una voz a mi lado, cuando miré era Lila quien me hablaba.
—Eso ya lo sé, solo que... no sé lo que significa.
—Agh, que tonto eres Tommy—me insultó de nuevo, ella siempre aprovechaba la oportunidad para hacerlo—. Ahora ellos vivirán juntos y tendrán muchos hijos.
Cachorros de Aysel y Murat, empecé a mover mi cola, siempre he querido proteger a uno de esos cachorros humanos y por fin llegaría mi oportunidad.
Dejando a Lila atrás, caminé hasta mis felices humanos, cuando ellos me vieron Murat me cargó en sus brazos a pesar de mi tamaño y me puso entre ellos.
—¿Qué te parece, Tommy? Ahora Murat va a ser tu papá legalmente.
Eso significaba que podría pedirle mas donuts y el tendría que dármelas o sino sería un papá muy malo. Era hora de que me consagrara como ganador de un Perroscar.
—¡Guau! —Soy tan feliz.
No podía pedirle más nada a las estrellas, tenía agua, comida, amor y una familia. Era feliz, finalmente un perrito como yo, uno que tuvo unas largas diez vidas había encontrado todo lo que siempre quiso y, para mi fortuna, las estrellas me premiaron con mucho más.
Nunca debes rendirte, humano, si yo pude lograr lo que quería entonces tú también puedes hacerlo, solo... sigue adelante y levántate cada vez que alguien te golpee. Tu más que nadie sabes todas las veces que fui derrotado, pero no me rendí, por mí, por Zeus, por Cleo, por aquella araña que me enseñó sobre los humanos, por todos los Firulais que hay en el mundo.
Nosotros no nos rendimos humanos, pero tú tampoco nos hagas perder las esperanzas. Ayúdanos y créeme, una vez que lo hagas habrás ganado un amigo para toda la vida.
Fin.
El final feliz que Tommy se merecía :)
En un ratito les subo el epílogo.
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