Capítulo 36

Pero todo se volvió más complicado y debo decir que gran parte es mi culpa. Realmente no puedo evitar ladrar cuando Aysel me ofrece una jugosa golosina, se me es irresistible, más si son de pollo. ¿Han probado las galletas de pollo? Son de-li-cio-sas, se las recomiendo, no hay mejor recomendación que la de tu mejor amigo a cuatro patas Tommy.

Aysel se molestaba cada vez que lo hacía, también me abrazaba cariñosamente mientras me suplicaba que dejara de hacer ruido.

La Señora Cuatro Ojos vino tantas veces al apartamento que ya me apetecía darle un mordisco por ser una persona tan molesta. Pero Aysel sabía como quitársela de encima, vivían en una guerra constante en donde mi humana siempre era la ganadora.

Hasta que una noche, después de un día duro de trabajo para Aysel la puerta sonó con tres ligeros toques. Ella me miró por lo que ya sabía lo que tenía que hacer, fui hasta su habitación y me escondí debajo de la cama. Me gustaba ese lugar, era frio y mis patas estaban cómodas, además, mi pata recién estrenada luego de que fuera retirado mi yeso me lo agradecía, le gustaba sentir aquel frio y me sentía más cómodo estando estirado por completo.

Prestando total atención fuera de la habitación me di cuenta de que la Señora Cuatro Ojos no era quien tocaba previamente la puerta, por lo que paré una oreja para poder escuchar mejor.

—Señor Decker, que sorpresa, ¿cómo se encuentra?

—Buenas noches Aysel, de salud física estoy muy bien. ¿La mental? No tanto. Y me apena decirte que es en parte un poco por tu culpa.

—¿Disculpe?

—¿Crees que pueda pasar y charlar un poco contigo?

Los pelos en mi lomo se erizaron, sabía que Aysel estaba en problemas. Sin embargo me mantuve dentro de la habitación, por otro lado, tuve que salir de mi rincón debajo de la cama por si debía salir a defender a mi humana.

—Señor Decker, no lo entiendo...

—Mi esposa me está volviendo loco, Aysel, no para de decir que has roto las reglas del edificio.

—Señor Decker...

—Así que por favor, por mi paz mental—la interrumpió el otro humano con voz suplicante—, dime que has seguido las reglas que te di cuando firmamos el contarto para que te quedaras aquí.

Hubo silencio por parte de ambos, pero sabía que pronto Aysel confesaría, a ella no le gustaba mentir y realmente se sentía muy incómoda con el trabajo que conllevaba mantenerme oculto aquí.

—He seguido las reglas—escuché decir de Aysel mientras que el señor Decker soltaba un suspiro—, pero seguí las reglas hasta hace tres meses, Señor Decker. Lo lamento mucho, sé que no debí hacerlo pero me vi en la obligación de....

—¿Por qué? —Preguntó el hombre—. En verdad pensé que mi esposa estaba equivocada, ella siempre lo está. Y tu Aysel, de todas mis inquilinas, eras la última que pensaba que podría romper las reglas.

—Porque Tommy me escogió y no podía dejarlo.

Mi corazón bombeó con tan fuerza, estaba emocionado, Aysel seguiría luchando por mí. De lejos podría ser el perro más afortunado de todo el planeta.

—¿Tommy?

—Tommy, ven aquí amiguito—llamó Aysel por lo que salí de mi escondite.

Caminé emocionado hasta mi humana hasta que estuve a un lado de ella. Miré al viejecito que a su vez me observaba horrorizado. Pero por más que olía no podía encontrar algo tan malo en él como en la señora Cuatro Ojos. Eso sí, tenía un alma gris, pero había sido provocado por personas en su entorno. No sentía odio hacia mí, pero de igual manera no estaba contento conmigo.

—Él es Tommy.

—¡Guau! — Mucho gusto, señor Decker.

—Sé que rompí una de sus reglas más importantes pero él realmente lo vale.

—Aysel, mi esposa odia a los animales, por eso está la regla de no mascotas.

—Lo sé, señor Decker. Y sé que debo irme pero solo le pido un poco más de tiempo, estoy a punto de llegar a la meta que establecí con mis ahorros. Una vez la obtenga podré irme y...

—Lo lamento Aysel, pero eran tres reglas importantes: No llegadas de madrugada, no hombres y no mascotas.

—Pero señor Decker, entiéndame.

—No, Aysel, entiéndeme tú. Amo a mi esposa, pero cuando a ella algo no le gusta me atormenta hasta que le doy la razón y la complazco. De verdad lo siento, pero esta vez no puedo ayudarte—El señor Decker se levantó del sofá mirándola apenado—. Te daré una semana para tomar una decisión.

—¿Una semana?

—Sí, de verdad lo siento, pero tienes dos opciones, se va el perro y olvidamos todo este asunto o se van los dos.

La mañana siguiente Aysel me llevó a la tienda con ella, esta vez no me ocultó para salir por lo que mis ojos se cruzaron con los de la señora Cuatro Ojos. La mujer me echó una mirada de repugnancia mientras que a Aysel solo podía regalarle una sonrisa de satisfacción. Realmente aquella viejesita era mala.

Aysel no le dijo ni una palabra a nadie, pero todos sabían que algo le sucedía, estaba muy distraída y no sonreía como usualmente lo hacía. Sin embargo nadie se acercó a preguntar, todos sabían también los demonios que tenía la humana, por lo que simplemente lo ignoraban. Aysel tampoco pedía ayuda, nunca lo hacía. En el tiempo que llevo con ella por más que necesitara hablar con alguien nunca lo hacía, sin embargo siempre se desahogaba conmigo, confirmándome que al igual que yo la necesitaba a ella pues Aysel también me necesitaba a mí.

Por la tarde, Aysel pidió retirarse más temprano, era la primera vez que veía que hiciera algo como eso, pero supongo que debía tomar una decisión.

No tenía miedo, por si te lo preguntas, sabía que ella no me dejaría, pero tendría que buscar un nuevo hogar. Supongo que algo de remordimiento vino a mí, lo más importante para Aysel era poder conseguir Happy Animals y yo estando en la ecuación no podía hacer nada para ayudarla, más bien le estaba complicando todos sus planes.

Caminamos por el parque hasta que Aysel me llevó hacia un banco de color verde para sentarse. Suspiró y me miró.

—Debemos conseguirnos un nuevo lugar, Tommy.

—¡Guau! ¡Guau! —Por favor, sé que pido mucho, pero que esté cerca de una peluquería. Necesito una paticure urgentemente.

—Lo sé, no será fácil pero conseguiremos un buen precio.

—¡Guau! —Está bien, no habrá paticure, pero, ¿tal vez un baño antipulgas?

Aysel se rió a su vez que acarició mi cabeza.

—Eres un buen perro, Tommy.

Lo sé, soy el mejor.

Nuestro momento humano-perro se vio interrumpido por la llamada de otro humano, uno que mi nariz conocía muy bien. Lo extraño de la situación es que no solo era uno sino dos.

—¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! —Aysel, ¿por qué hay dos Murat?

1/4

¿Han probado las galletas de pollo de Tommy? xD

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