Capítulo 26.

Por favor abstenerse a leer si son de mentes sensibles.

La primera vez que conocí a la picana eléctrica de Lee fue tres días después de presenciar la peor escena que mis ojos habían visto en su vida. Fue impresionante de ver como Bee golpeaba una y otra vez a Cleo. Ella era fuerte, demasiado, yo no me creía tan fuerte como la perrita.

Pero lo pudimos comprobar poco después.

Lee había bajado tan relajado como siempre al sótano. Se acercó a nuestras jaulas y aún con mi gruñido él ni se inmutó, de hecho me ignoró por completo y se dirigió hacia Cleo.

—Ya pronto podrás descansar, chica. Estoy seguro de que será muy pronto—Acarició su cabeza y luego me miró—. ¿Quién se irá primero? ¿Ella o tú?

—¡Guau!—Ladré en respuesta. Una mirada de reconocimiento alumbró sus ojos, como si se sintiera orgulloso de que yo le respondiera.

—Aquella vez en la perrera no había sido mi turno, por lo que no podía traerte conmigo, perro—habló él alejándose de nosotros y yendo hacia una de las mesas—. Pero al fin estás aquí. Necesito descargarme un poco, el otro perro no duró demasiado.

Por primera vez quería que un humano me entendiera, que no solo escuchara ladridos sino palabras.

¿Por qué él hacía esto? ¿Por qué su hermana también? ¿Por qué se divertían al hacerlo? ¿Por qué tenían el alma tan negra?

Todo eso salía tras mis ladridos, pero él seguía sin entender. En realidad solo lo molestaba más por lo que de un momento a otro, me sacó de la jaula, me colocó contra el suelo impidiendo que me moviera y luego deslizó el grueso cuero de un bozal en mi hocico.

—Me gusta que los perros chillen, pero los ladridos me aturden, así que cállate.

Mi corazón latía a mil por hora. Sabía que iba a sufrir, que la electricidad en mi cuerpo dolería mucho. Yo no quería que me hicieran daño, yo solo quería cumplir mi misión. ¿Por qué era tan difícil hacerlo? ¿Por qué todo se me complicaba y solo conseguía personas malas?

—No te resistas, dolerá más si lo haces—susurró Cleo sin mirarme, busqué su mirada y por más que lo hiciera me evitaba—. No puedo seguir viendo lo que eras Firulais, a partir de hoy vas a cambiar.

No pude contestarle, el bozal estaba muy cerrado alrededor de mi hocico, incluso por un momento pude sentir que no podía tragar saliva, poco después sentía que no podía respirar.

—Si estás nervioso dolerá más, solo piensa en lo más bonito que te haya pasado en la vida, Firulais—Cleo aulló con dolor.

Lee de un momento a otro me amarró las patas, las delanteras y las traseras, dos y dos, con gruesas cuerdas que me lastimaban. Luego amarró mi cuello con otra de las cuerdas a uno de ellos tubos que sobresalían de la pared. Después volvió a la mesa y agarró la picana.

No pasó mucho tiempo cuando sentí la primera descarga.

Traté de aullar y no podía, tuve que tragarlo.

Otra descarga.

Me moví pero me causó más dolor, mi cuerpo recibía cantidades de electricidad atroces.

Otra descarga.

Seguí el consejo de Cleo y traté de pensar en cosas bonitas.

Otra descarga.

La adopción de Apolo puede que haya sido una de las cosas más bonitas en las que haya participado.

Otra descarga y se sintió peor. Al parecer ese recuerdo no fue suficiente.

Pensé cuando conocí a Zeus, uno de mis mejores amigos y como compartíamos los sándwiches que nos habían regalado.

Otra descarga, seguía doliendo.

Pensé en mis momentos más felices de mis múltiples vidas.

Seguía sin ser suficiente, otra descarga, duele.

Pensé en lo único que me quedaba, mi mejor amiga la muerte.

Lee se detuvo en ese momento por lo que no pude comprobar si ese pensamiento haría que doliera menos una descarga. Con el dolor de mi cuerpo no funcionaba, por lo que dejé de pensar en la muerte y me permití sentir el dolor.

—Así que es de los duros—escuché la voz femenina de Bee, pero no podía verla, a duras penas podía seguir respirando.

Sigue respirando Firulais, tú puedes.

—Unas cuántas descargas no es suficiente—siguió la chica—. Puedo prestarte mi bate.

—Sube y déjame tranquilo.

—Vamos hermanito, ¿por qué no me dejas jugar un poco con tu mascota?

—¿Por qué siquiera pensaría en dejarte algo que es mío?—le preguntó fríamente. Bee caminó hasta él y por fin pude verle la cara, ella estaba enojada.

—¡Este es mi plan! ¡Mi venganza! ¡Hacemos todo esto gracias a mí!

—Tienes razón, hacemos todo esto porque estás enferma.

—¡No lo estoy! ¡No lo estoy! ¡No lo estoy!

La chica entró en colapso y empezó a golpear el pecho de su hermano desesperadamente. Lee la detuvo, pero Bee todavía lloraba desesperada.

—Solo... solo quiero demostrarle que ya no tiene control en nosotros—Bee dijo en voz baja, mirando hacia el suelo y aún sus manos estando sujetadas por las de su hermano—. Puede que esté loca, pero todo es su culpa. Siempre ellos fueron más importante que nosotros.

—Lo sé.

—¿Recuerdas cuando nos obligó a actuar como perros en la cena? Incluso comimos comida para mascotas—se detuvo mirando desesperada a su hermano—. No quería comerlo, así que agarró el bate y...

—Lo recuerdo.

—A sus perros nunca les hizo eso. Tal vez ellos ya habían tomado nuestro lugar, eran sus hijos.

Lee no dijo nada, desvió su mirada deteniéndose en Cleo.

—Es hora que te deshagas de tu juguete. Y te advierto, es el último.

—Lee, no, por favor, yo necesito...

—No, cariño—la abrazó—, necesitamos ayuda. Matar perros por más que me divierta nos va a separar.

—Es una necesidad, necesito lastimarlos, yo no lo hago por diversión como tú, lo sabes—masculló desesperada—. Matar es mi droga.

Por un momento pude ver el terror en los ojos de Lee.

Ya entendía lo que decía Cleo, Lee estaba trastornado, amaba hacernos daño, le gustó hacerme daño, pero él quería cambiar, quería renunciar a sus impulsos. Pero su hermana, ella ya estaba perdida y tal vez no habría marcha atrás.

Había iniciado con animales porque era una venganza hacia su padre, pero, ¿Cuánto tardaría en pasar a personas porque ya los animales no le satisfacerían?

—Vuelve arriba, Lee—dijo Bee con voz robótica. Había detenido su llano y miraba a Cleo—. Necesito tranquilizarme un poco.

Él la observó fijamente, como si supiera lo que su hermana haría a continuación.

—Se rápida, no la hagas sufrir demasiado.

—Quiero hacerla sufrir—le sonrió a su hermano—. Si yo estoy sufriendo, ¿por qué ella no puede sufrir? Ella es como yo, así que tiene que sentir lo que yo estoy sintiendo.

Otro capítulo más de los destripadores. 

Meterse en la mente de psicópatas en difícil, pero trato de hacer mi mejor esfuerzo al construir la historia. Así que espero que les haya gustado a pesar de que sea un capítulo muy feo :(

Subo el capítulo hoy porque mañana no podré hacerlo jijiji

Saludos.

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