Capítulo 24.
Afortunadamente había reaccionado después de entrar al auto, rasguñaba las puertas para intentar salir de ahí pero todo había sido inútil. Las estrellas no me ayudaron esta vez. Aunque siendo sinceros, ¿cuántas veces ellas habían sido de ayuda? Muy pocas, la verdad.
La casa de Jack el destripador podría considerarse como... ¿Normal?
Era modesta pero bonita, no había indicios de que esta fuera la mismísima casa del terror en dónde inocentes perritos eran destripados por ese ser y su pareja.
—Mira lo que has hecho—dijo bajo mirando las marcas de mis uñas en la puerta de su auto. Estaba enojado, pero su exterior solo mostraba tranquilidad, como si no sintiera nada, como si fuera un cuerpo sin vida—. Después tendrás tu castigo.
Me encrespé, sin embargo no hice movimiento alguno y lo seguí. Tal vez si me portaba bien él no me haría daño, tal vez detrás de toda esa espesa alma negra había un pequeño corazón latiendo de ternura.
Si, estaba pidiendo con todas mis fuerzas que este hombre cambiara de un día para otro, sabía que eso era totalmente imposible.
Por dentro, la casa tenía el aspecto de otro hogar feliz. Había portarretratos sobre las paredes en dónde los destripadores sonreían felizmente cuando eran algo más jóvenes. Alrededor de ellos habían seis canes, como si fuera posible todos miraban hacia la cámara. Era un poco aterrador debo decir, se veía que estaban muy bien entrenados.
Pero pasé de alto lo más escalofriante de la foto. Un hombre se posaba detrás de los destripadores, pero no podía ver su rostro porque este había sido cortado de alguna manera. En este momento me di cuenta que la sonrisa de los destripadores era falsa y que los animales eran los que se llevaban la gloria de la fotografía, como si estuvieran orgullosos de estar ahí.
Mirando rápidamente a las demás fotografías iba una tras otra, tras otra, tras otra, todas con las mismas características. Los destripadores sonriendo falsamente, perros y más perros, todos diferentes, nunca eran los mismos y, el rostro desaparecido de aquel hombre.
—¡Llegué!
Escuché unos pasos viniendo desde la izquierda, poco después la figura femenina de la destripadora se presentó debajo del umbral que supongo llevaba a la cocina por el cuchillo que esta mantenía sujeto en su mano.
Estaba seria hasta que me vio y una sonrisa más espeluznantemente que angelical se posó en sus labios. Realmente me aterraba como alguien que podía parecer tan dulce tenía un alma tan pero tan negra.
—¡Pero si trajiste a nuestro nuevo amigo!
—Es el último de esta ciudad. Cuando acabemos con él tendremos que irnos, no podemos volver.
—Me gusta esta ciudad.
—Es demasiado arriesgado, Bee—dijo tenso el destripador—. No puedo seguir complaciendo tus caprichos. ¿Quieres seguir haciendo esto? Está bien, lo haremos, pero será a mi modo y a mis reglas.
—Ya suenas como papá.
Como si fuera posible el rostro del destripador se transformó en un horrible monstruo. Soltó mi correa y se acercó a la chica colocando sus manos en su cuello. La chica empezó a hacer sonidos extraños con su boca, estaba buscando aire, el destripador la estaba asfixiando.
—Vuelves a decir esas palabras y la próxima que recibirá una descarga eléctrica de mi parte serás tú—La destripadora estaba a punto de quedarse sin aire, su rostro ya se encontraba un poco rojo por el esfuerzo—. Hay una sola cosa que jamás pasaría por alto a parte de la traición y esa es que me compares con ese hombre, ¿estamos claros?
La soltó y la chica jadeó tratando de que el aire llegara a sus pulmones.
—Pregunté si estaba claro lo que acabe de decirte.
—Si.
—Muy bien.
El destripador tomó nuevamente la correa y me haló adentrándonos más a la casa. Pasamos por un lado unas escaleras que se dirigían verticalmente hacia arriba, no sabía a dónde me estaba llevando, pero por las venas que se estaban marcando en el cuello del hombre sabía que mi final no sería muy bonito.
Una puertita al final del pasillo fue abierta y por dentro solo estaban otras escaleras que esta vez se dirigían a lo que supongo era el sótano de la casa.
Me dio miedo por lo que reuní todas las fuerzas que tenía en mis piernas y traté de detenerlo. Eso lo enojo más, me dio una patada y caí dolorosamente por la escaleras. Chillé del dolor, mis costillas dolían, pero sabía que ese dolor era el principio de mi tortura.
—No tientes a tu suerte, perro.
Haló nuevamente mi correa y poco después me estaba encerrando en una jaula, junto a alguien más. Mis ojos se cristalizaron mientras me acercaba lentamente a ella.
—¿Eres... tu?
—¿Qué te pasó?—pregunté muy aterrado y confundido.
El destripador subió nuevamente las escaleras y cerró la puerta con fuerza.
—Tu no... tienes... que estar aquí—masculló ella con la voz rota.
—Cleo...
—Nos van a matar Firulais, ellos nos van a matar.
Ya lo sabía, pero me obligué a mantenerme tranquilo, al menos frente a Cleo.
La perrita estaba muy golpeada, incluso su pata trasera tenía una inclinación un tanto extraña. Sabía que era una pata rota, había visto a más de un perro callejero con la misma condición.
—¿Quién te hizo esto?
—Ella—susurró y soltó un gemido de dolor—. Es tan mala, Firulais. Le encanta... golpear. Es... muy sádica, más que él.
—¿De qué hablas?
—A Bee le gusta su bate, a Lee le gusta su picana eléctrica.
¿Bate? ¿Picana eléctrica?
—Muy pocas veces comparten... Pero cuando lo hacen el dolor se incrementa.
—¿Ambos te hicieron daño?
—Bee lo hace todo el tiempo, Lee solo me ha tocado en dos ocasiones—Trata de levantarse pero no pudo hacerlo. Cleo no es ni la cuarta parte de lo que era cuando estaba en la perrera—. Ella trata de controlarse pero no puede, muchas veces Lee tiene que estar aquí para que no me mate.
—Tenemos que escapar.
—¡No!—exclamó espantada—. El anterior perro a ti lo intentó y ahora tú estás aquí. Su muerte fue dolorosamente lenta, no podemos arriesgarnos, Firulais.
—Pero si nos quedamos sin hacer nada igual vamos a morir.
—Todavía tengo fe de salir de aquí, Firulais.
Iba a responderle cuando la puerta se abrió nuevamente. Cleo se tensó al igual que yo. Los pasos livianos nos indicaron que era Bee la que bajaba. Una sonrisa macabra se deslizó en sus labios cuando nos vio juntos.
—Eres tan lindo, pronto le pediré a mi hermano que me deje jugar un rato contigo.
Yo no quería jugar con ella, yo solo quería irme de allí.
—Mientras tanto, jugaré un rato con esta belleza—Sacó a Cleo arrastrándola en su pata rota. Cleo chilló haciéndome ladrar de la impotencia—. ¡Silencio!
—Hazle caso Firulais o será peor para mí.
Me quedé en silencio, queriendo clavar mis dientes en la chica.
Bee amarró a Cleo en una correa sucia, le puso un bozal, tomó el bate de madera y con fuerza dio el primer golpe.
Sabía que si salía de esta los chillidos de Cleo me atormentarían por siempre.
Esta es quizás una de las escenas más dolorosas que me han tocado escribir :( Vienen las peores, prepárense.
No dedicaré estos capítulos porque van a ser medio feos y no quiero que se queden con eso :(
Asi que... Esperen el próximo capítulo.
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