Capítulo 3

3. Reconstrucción de los hechos.

Ashley

— Tendrás que hacer rehabilitación por tu pierna, y te dejaremos aquí por un par de semanas para ver cómo evoluciona la inflamación, el golpe en tu cabeza es lo que más me preocupa. No es normal que luego de una lesión cerebral traumática y más cuando estuviste más de tres días inconsciente estés tan lúcida, así que veremos que no tengas ningún problema derivado y que las funciones cognitivas estén estables.

La rapidez de sus palabras me confunde un poco, intento prestar atención, pero mi cabeza está concentrada en el sueño, como si fuera imprescindible.

— ¿Has entendido? — cuestiona con calma.

— Creo que sí — respondo todavía un poco desorientada.

— Bien, mañana seguro vendrán para comenzar las terapias y esperemos a que todo siga estando bien — asiento hacía su dirección.

Una ráfaga de aire entra por la ventana y puedo sentir el viento pasando por mi cabeza. Un dolor agudo se asienta en la zona de la nuca. Mi cara se contrae y enseguida llevo mi mano a ese lugar como acto reflejo. Mis dedos rozan una tela fina y cuando paso por los bordes noto que en ese costado falta bastante cabello.

— Tuvimos que rapar un poco de ese lado porque teníamos que cerrar las heridas, siento no haberte avisado antes — la seriedad no deja su voz ni su cara, y me hace preguntarme cuántas veces tuvo que lidiar con esto que parece una pequeñez a comparación de las heridas graves.

— Está bien, ya crecerá — intento no sonar afectada, aunque mi pelo siempre fue importante para mí.

Él asiente y se retira de la habitación.

Ahora sola, comienzo a necesitar un espejo, algún reflejo que me muestre cómo me encuentro, puedo sentir cierto dolor en algunas zonas de mi rostro y también sé que tengo una especie de banda adhesiva pequeña en la frente. Aunque intento mirarme lo menos posible.

El ruido insistente de la puerta me hace volver a la realidad y vocifero para que puedan pasar.

— ¿Qué es esa cara? — pregunta mi padre acomodándose a mi lado.

— Pude notar que me falta cabello.

Se levanta con cara de preocupación y observa la parte que le señalo.

— No es nada Ash, solo es un pedacito — me avisa pasando su mano por mi espalda como forma de reconfortarme.

— Lo sé, solo estoy un poco sensible, no se que me pasa — sonrío aún con la molestia en mi pecho.

— Apenas salgas de aquí te llevaré a taparte esos colores del cabello.

— Odias que sea feliz ¿no? —digo en medio broma, medio en verdad.

El color de mi pelo siempre fue un problema para él, y una discusión para ambos.

— Oye, ya estás un poco grande para todo eso — señala mi cabeza.

— Son solo algunas mechas azules, no molestes.

Rueda los ojos haciendo que le tire una de las pulseras de tela que tengo en la muñeca.

Su celular comienza a sonar y se levanta para contestar. Necesito urgente uno, necesito saber qué está pasando afuera, las repercusiones de las fotos o si ya se sabe sobre mi accidente.

Cuando vuelve a entrar está un poco más serio.

— Así que has hablado con Jack... — no conozco bien sus intenciones, pero lo puedo suponer.

— ¿Qué está mal con eso? — inquiero sabiendo que esto puede ser el detonante de una discusión.

— Ese chico no es bueno — me advierte con algo de cautela.

— ¿De qué hablas? — hago lo posible para rebuscar información sin ser muy evidente.

Necesito saber más de Jack, no puedo depender de un sueño. Quiero saber cuál es la verdad en realidad, quién es.

— Hace unos años era abogado de la familia, tenía que tapar todo lo que él hacía y hasta llegué a tener que hacer un cambio de identidad para que vaya a otro lugar para mantenerlo al margen, y ahora esto.

— Fue un accidente.

— Si quieres creerlo... — suelta el aire con frustración —. No digo que sea un mal muchacho, solo que tu no eres cualquier cosa, esto es importante. Mantente alejada por favor.

— Lo haré — contesto con algo de cansancio.

— ¿Cuándo me vas a hacer caso Ashley? — me reprocha señalando acusadoramente como cuando era pequeña.

— No hice nada. — Levanto los hombros.

— Pero lo vas a hacer, parece que esto no te sirvió de nada.

— Solo fue un accidente — mi voz sale más alta de lo normal y me arrepiento enseguida. Su cara me da algo de miedo y angustia, se que solo se preocupa por mi.

— Tú te fuiste al maldito baile al que te pedí que no fueras, y cuando estoy durmiendo me llega un llamado de que estabas a doscientos kilómetros de aquí inconsciente y sin saber si ibas a vivir. Ya perdí suficiente para que tu vuelvas a lo mismo.

El silencio incómodo se hace presente. Quiero contestarle tantas cosas, pero no tengo ganas de discutir, hoy ya estoy lo suficientemente cansada y no quiero escuchar otro sermón sobre como debo comportarme.

— Bien — respondo con cansancio —. Me gustaría dormir si es posible.

Asiente sin decir más nada y se va.

Odio estas situaciones, y más me molesta que, aunque no quiera admitirlo, la culpa es toda mía

...

Dormir es casi imposible, teniendo en cuenta el reloj de las noticias que está en el televisor, ya es pasada medianoche, pero aún así no puedo conciliar el sueño. Mi cabeza es un nido de pensamientos, con detalles de aquella alucinación a la que no le puedo encontrar una explicación.

¿Cómo puedo saber si con Jack soñamos lo mismo? ¿Cómo es posible que eso pueda ser real?

Miles de preguntas así rondan por mi cabeza todo el tiempo, y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo, ya que cuando puedo cerrar los ojos unos segundos, las imágenes sobre el accidente y Castle Combe llegan a mi cabeza golpeando todo el tiempo.

Me despiertan temprano en la mañana para chequeos en mi pierna, que según uno de los especialistas, tuvo que pasar por dos operaciones para reconstruirla y que quede normal, aunque todavía necesita un tiempo de inmovilización.

Ahora, luego de almorzar, me están llevando a uno de los pisos de abajo, donde tendré que ir a rehabilitación cognitiva.

Mientras alguno de los enfermeros me lleva con la silla de ruedas por los pasillos blancos con detalles azules, comienzo a sentir una corriente extraña por mi espalda. El sonido chirriante de otra silla de ruedas se acerca a la mía, y cuando noto quien es, la sensación se acrecienta haciéndome poner en alerta enseguida.

— Parece que ninguno está muy bien de la cabeza — comenta como saludo mientras nos acercamos a las puertas dobles donde supongo será la terapia.

— Eso creo — intento sonar lo más normal, pero tengo unos nervios extraños.

Anoche, cuando pude finalmente dormir un poco, soñé con nosotros besándonos y se sintió tan real, que tengo cierta vergüenza de solo pensarlo.

Apenas entramos a la sala, podemos ver que hay unas cuatro personas más en nuestro mismo estado. Una de las chicas debe tener mi edad, no veo ningún yeso, pero tiene una venda cubriendo su cabeza que me explica porqué está aquí; es la primera que me llama la atención ya que tiene ropa de colores neón y su pelo rubio largo hasta por debajo de la cintura, que desentona totalmente con el ámbito en el que estamos.

Otro hombre, que me recuerda a mi padre, tiene una gasa como la mía en su frente y una cicatriz enorme en su brazo que me da curiosidad sobre qué pasó para tener una herida tan extensa y marcada.

Las otras dos personas están de espaldas, sentadas delante de una mesa blanca llena de papeles sobre ella.

El lugar está repleto de imágenes coloridas con formas extrañas y dibujos que parecen de niños sobre ellas. Hay varias mesas chicas que contienen diferentes objetos sobre ellas. Pero lo más imponente, es el ventanal enorme que se encuentra en un costado haciendo que la luz natural ilumine la habitación haciéndola más confortable.

— Hola a todos — canturrea a mis espaldas una voz armoniosa.

La mujer entra a la sala y se para delante de nosotros. Tiene el pelo oscuro atado en una trenza cuidadosamente arreglada, unos anteojos con marco negro gigante adornan su rostro haciendo ver sus oscuros ojos un poco más grandes y se coloca rápidamente la bata blanca sobre su ambo verde un poco arrugado.

— Disculpen la tardanza — dice pasando sus manos por las arruguitas de su ropa para plancharlo —. ¡Oh, ya llegaron los nuevos!

Parece que se percata de nosotros después de un momento y se acerca.

— Soy la doctora Smith, pero pueden llamarme Bella — se presenta tomando unas libretas de uno de los cajones que está contra la pared del fondo —. Bien, tendrán terapias grupales, en pareja e individuales. Como ustedes son los nuevos les tocará juntos — deja una de las libretas sobre la mesa que está a mi lado y es la única que está vacía —. Este será su lugar de trabajo. Estas semanas vamos a buscar estimular la memoria, atención, lenguaje, razonamiento, percepción y comprensión con diferentes ejercicios.

Se acerca a nosotros y deja nuestras sillas delante de la mesa y quedo al lado de Jack.

— Jack y Ashley — mira una de las hojas de su escritorio y vuelve hacia nosotros — ustedes comienzan con memoria.

Nos da un mazo de cartas y nos explica cual es el procedimiento de ejercicios que tendremos hoy.

— ¿Esto no te recuerda a algo? — Jack corta el silencio mientras va dando vuelta las cartas que cree pares.

— ¿De qué hablas?

— En el sueño, también teníamos que hacer un trabajo juntos, sobre Grecia.

Los recuerdos de las maquetas y láminas pasan por mi cabeza. Asiento con una sonrisa mientras doy vuelta las cartas, encontrando el par rápidamente.

— Es verdad, es muy raro, nunca conocí Grecia.

— Mi trabajo final de arquitectura era sobre Atenas.

— Eso no me aclara nada —. Es mi tercer intento y vuelvo a girar las cartas con frustración al no poder encontrarlas — ¿Cómo podemos haber soñado con lo mismo? Hay lugares, personas, cosas que nunca conocí en mi vida, sin embargo, tengo todo eso detallado en mi cabeza.

— También le de mil vueltas, hasta creo que me estoy volviendo loco.

— Deberíamos hacer algo.

— Si le preguntamos a alguien nos creerá locos, ya busqué en internet, hay sueños que coinciden, pero siempre con personas que se conocen en lugares normales, nunca algo así.

— Estoy perdida.

Por fin logro encontrar dos cartas iguales, son dos corazones con el número cinco dentro.

— Yo también, pero ya encontraremos alguna forma de entenderlo.

La doctora Smith se acerca a nuestra mesa y sonríe cuando ve que casi terminamos.

— Perfecto — escribe algo en su libreta —. ¿Se conocían de antes?

— No — respondo.

— Si — dice al mismo tiempo.

Nos miramos un poco sobresaltados, y hasta parece que entiendo lo que quiere decir.

— Nos conocimos ayer — explico.

— Bien, es bueno que puedan comunicarse — se acerca un poco más y habla por lo bajo —. Creo que Joe y Dana no lo logran todavía.

Señala a la pareja que vi en un principio, y es verdad, el es mucho más mayor y parecen tener personalidades bastante diferentes.

...

Casi me estoy quedando dormida cuando el sonido de la puerta rechinando me hace ponerme alerta. Se que es todavía es temprano ya que la luz aún entra por la ventana dándome directamente sobre el rostro, aunque el sofá vacío me da cierta sensación de inseguridad.

La persona menos esperada entra a la habitación de espaldas, como si se estuviera escondiendo, y cuando cierra la puerta me dirige una mirada cómplice con una sonrisa tan familiar, que hasta me hace dudar de si esto es real o no.

— Siento haber interrumpido así, pero no me dejan salir de la habitación solo y necesitaba hablar contigo.

Puedo notar una laptop en su brazo móvil, hace equilibrio para que no se le caiga mientras se sienta sobre el sofá y se estira como si le hubiera costado una vida llegar hasta aquí.

— ¿Está todo bien? — pregunto atenta a sus movimientos.

Abre la computadora plateada que tiene el logo tan característico de la manzana, y la pone sobre sus piernas atento a lo que escribe.

— Estuve buscando sobre las terapias cognitivas en pareja, y ya que no pude leer mucho sobre los sueños, se me ocurrió hacer algo con esto.

— ¿Qué hacemos entonces?

— Podemos escribir lo que soñamos, todo, desde lo más obvio hasta los detalles que recordemos, tal vez así encontramos algo que nos ayude.

— No sé a qué vamos a llegar con esto — comento con duda.

No quiero sonar rehacía a su idea, pero la idea de seguir dándole vueltas a todo eso me da una sensación de vértigo en el estómago que no puedo controlar.

— No se tú, pero yo no puedo dejar de pensar en eso, y necesito una razón, o por lo menos hablarlo con alguien.

Me lo dice casi en una súplica, pero no puedo dejar de mirar sus hipnotizantes ojos que se clavan en los míos rogándome que lo haga.

— Estaremos aquí por un largo tiempo... ¿Por qué no?

Siento que tal vez me arrepienta por profundizar sobre esto, pero tal vez, una parte de mí, quiere seguir metiéndose más adentro del pozo y no se si podré salir.

— Bien — vuelve a su postura seria bruscamente, haciendo que junte las cejas ante su repentino cambio —. ¿Quieres escribir tu? Se me hace casi imposible con esto.

— Si me ayudas a moverme de aquí lo haré con gusto.

— Creo que ambos estamos un poco lastimados, haré lo que pueda.

Se levanta sobre mí haciéndose gigante de repente, y aunque tiene el pijama más aburrido que vi en mi vida, sigue desbordando esa energía de superioridad que de algún modo me atrapa.

Se acerca con cuidado, como si estuviera planeando el siguiente paso y realiza un gesto tan simple como rascar su nuca, que hace que se le marquen los músculos de su brazo haciéndome sentir una completa boba por la mirada que le estoy lanzando, aunque parece no notarlo.

— Parece un poco difícil, pero lo lograremos, solo debes sentarte en la camilla, apoyar la pierna firme y dar saltitos hasta ahí, hasta suena fácil — explica como si fuera muy elaborado.

— En realidad es simple, solo ayúdame a mantener el equilibrio.

Asiente y se posiciona a mi lado mientras yo me saco las mantas de encima sintiendo el aire en la pierna libre. Me acomodo en el borde de la camilla y como si fuera coreografiado toma mi cintura ayudándome a levantarme de ahí con un saltito. Su solo toque me sobresalta y tomo aire intentando que el no note la sensación que me recorre.

Doy un pequeño salto para llegar al sofá y siento parte de mi pierna arder. Suelto un pequeño gemido de dolor haciendo que el me sujete más fuerte.

— Si mi brazo no estaría así te levantaría, lo siento.

Un carcajeo ahogado sale de mi estómago y el me mira con una ceja levantada.

— Si tu no tuvieras el brazo así, yo tampoco estaría con la pierna de esta manera, y todo sería más simple — me burlo.

Niega con una sonrisa burlona y ahora me da un pequeño empujón para que caiga sobre el sofá.

— Oh, eso ha sido una maratón — suspiro estirando mi pierna sobre el apoya brazos y sintiendo la comodidad del mismo.

— Solo fueron un par de pasos.

— Pásame eso y comencemos a escribir, en cualquier momento lo olvidaré — estiro mis manos.

— Anoche soñé con eso, así que no se que tanto pueda olvidarlo.

— ¿Soñaste con el sueño?

— Raro, lo sé.

— Yo también.

Abro la aplicación para comenzar a escribir, pero la hoja en blanco me inhibe en cierto modo y no se por donde empezar a narrar.

— ¿Cuál es el principio? — pregunto desorientada.

Se queda un momento mirando la pared, buscando el recuerdo supongo.

— Estaba en el salón, y entraste tú de la nada — sonríe como si no pudiera reprimirlo —. Usabas un estúpido sweater.

— Algo que no usaría por nada del mundo.

— En el sueño usabas cosas así todo el tiempo, inconscientemente lo quieres usar.

— ¿Leíste dos hojas de Freud y ya te crees psicólogo? — bromeo mientras intento concentrarme en los detalles. Levanta los hombros como un niño, en forma de respuesta. — Pues, no es un sueño normal, no se suelen hacer reconstrucciones tan claras como las que estamos haciendo, y en internet no encontré casos de gente que soñaba exactamente lo mismo sin haberse conocido nunca, así que no se si todo eso aplica.

— Lo aplicaré — me avisa en un canturreo.

— Puedes hacerlo pequeño Freud — contesto escribiendo sobre lo que recordaba del ambiente del lugar.

— No te burles sonrisas.

Solo nombrar ese estúpido apodo hace que me sienta nerviosa otra vez, y quiero golpearme por eso. ¿Qué está pasando conmigo? Lo acabo de conocer.

— Lo recuerdas — dejo de escribir y lo miro intentando reprimir una sonrisa.

— Era un buen apodo — dice sacando seriedad al asunto.

De repente siento el aire más pesado. Juro que si en algún momento me ruborizo por un sueño estúpido me golpearé.

— Para un chico de diecisiete — aprovecho para soltar la pequeña risa que tenía guardada.

— Tienes dieciocho, ya iras a la universidad y verás que, aunque pasan los años no te vuelves un anciano.

— Todavía me falta un año — suspiro.

Odio pensar que en un par de meses tendré que comenzar con el infierno otra vez, y ahora, con todo lo del baile en mi espalda..

El tiempo se pasa rápidamente, y sin notarlo ya tenemos escritas diez páginas solo sobre mi primer día en el sueño.

— Ally no es así — me explica mientras leo en voz alta lo que acabo de escribir.

— ¿Cómo sabes?

— Es mi novia.

Quedo levemente en shock cuando lo dice, no había dejado de escribir en estas dos horas, pero esa sensación horrible se vuelve a plantar en mi pecho y debo dejar un segundo el relato.

— ¿Es broma? — intento sonar casual.

— Claro que no, la conocí en la universidad, no se porque en el sueño es así.

— ¿Inconsciente? — bromeo.

— ¿No era que no aplicaba?

Un teléfono comienza a resonar haciendo que nos sobresaltamos, y puedo notar la tensión extraña que se formó entre nosotros cuando es cortada por ese sonido.

— ¿Ally? — atiende con preocupación.

Ruedo los ojos con disimulo casi sin poder evitarlo. Mi cabeza aún no puede separar bien el sueño con la realidad, y el hecho de que ahora ella esté incluida no me lo hace fácil.

— Ahora iré, vine a dar una vuelta — responde con un deje de nerviosismo —. ¡No! Yo voy, tranquila linda.

— Debo irme Ash, luego seguiremos — me avisa cerrando la tapa de la computadora y levantándose con cuidado.

— Bien, luego hablamos.

Se acerca a la puerta y cuando se asegura de que no hay nadie vuelve la cabeza hacia adentro.

— Hasta luego sonrisas. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top