05. Solos
Eran las 7:59 cuando Emilia llegó al Liberte. Pasó entre las mesas y el bullicio del restaurante y se dirigió sin escalas hacia la zona del balcón, el espacio al aire libre donde había requisado que se llevara a cabo la cena. Una estrellada noche se cernía sobre Liverpool invitando a Emilia, que había pasado todo el día esperando por ese momento, a relajarse después de una larga jornada de arduo trabajo, incluso si debía compartir su cena con su reciente aparecido cuñado. Lo decepcionante fue, y pronto lo maldijo, que este último era el único ser humano que se hallaba en el balcón, sentado en una de las mesas. La chica bufó, y ante el panorama de incomodidad que le esperaba junto a Call, sintió como el estrés aumentaba el dolor de sus hombros en vez de aligerarlo.
Callum pronto se dio cuenta de la presencia de la mayor de las Lowell, y sin darle tiempo a esta para cuestionarse el paradero de su hermana, agitó una de sus manos invitándola a que se uniera.
—¡Hola! —saludó animadamente, mientras Emilia tomaba asiento y creaba la falsa ilusión de que su gemela se encontraba en el servicio sanitario, aunque sabía que no era así—. Por un momento creí que eras Elizabeth, ¡Wow! Ustedes chicas son prácticamente idénticas.
—¿No reconoces a tu propia novia? —, respondió Emilia con sarcasmo.
—No es eso, debió ser porque no traes tus lentes. Es casi lo único que las diferencia.
—Beth tiene el cabello más largo.
Callum se quedó callado, sintiéndose tan estúpido como había planeado hacerle ver Emilia, y se le antojó más insoportable que nunca la ausencia de su novia. Pronto la incomodidad se hizo tangible en la atmósfera y cuando parecía que el sentimiento había llegado para llenar el vacío de Beth, uno de los meseros se acercó para ofrecer el menú. La joven Lowell ordenó un Shirley temple y Butler un simple vaso de agua. Al poco tiempo el empleado volvió con las bebidas y la pareja de desconocidos encontró algo en que entretenerse para evitar las palabras. O eso había pensado Emilia.
—Eso no tiene alcohol, ¿O sí? —cuestionó inocente Call intrigado por el llamativo aspecto de la bebida de la joven.
—¿Crees que soy estúpida?
—¡No! Para nada, lo siento, es solo que yo no sé...
—Entonces no hagas preguntas que sugieran lo contrario y dedícate a hacer silencio a menos que tengas algo inteligente que decir, ¿Puedes? —lo interrumpió diciendo la joven y con una expresión de desagrado que no se esforzaba por ocultar, sacó el celular de su bolso y concentró su atención en este.
Call se limitó a bajar la mirada mientras sus manos jugaban con nerviosismo debajo de la mesa. Se sintió como un tonto inculto, y es que siempre era así cuando se trataba de Emilia. A un mes y medio de haberles anunciado su paternidad, solo en dos escasas ocasiones habían vuelto a convivir antes de aquel día, y aun así el sentimiento había perseguido al chico desde el primer momento. No comprendía la razón por la que su cuñada lo había odiado desde entonces, pero si sentía el rechazo cada vez que se encontraba frente a su presencia. Quería llevarse bien con Emilia y no por otra razón que no fuera Beth, por lo que nada lo iba a detener en su cometido incluso si quedaba como el mayor idiota de la historia en el intento.
—Y... —se aclaró la garganta— ¿Cómo te va con el embarazo? ¿Has tenido alguna molestia?
Un sonido sordo le sobresaltó al instante, y cuando se dió cuenta de que había sido provocado por un golpe del puño de Emilia contra la mesa, ya era muy tarde para arrepentirse de su gran bocaza.
—Silencio. Eso es todo lo que pido. ¿Es tan malditamente difícil para tí mantener la boca cerrada de vez en cuando, Callum Butler?—, preguntó la joven con un matiz de rabia en su voz y a Call le pareció que la aseveración con que había pronunciado su nombre nunca la había escuchado ni siquiera en la peor rabieta de su madre.
Por primera vez se sintió genuinamente amedrentado ante la Fiera Lowell y hubiera pasado un mal momento de no haber sido por la aparición de un ángel que llegaba para salvarlo. La vió entrando a la terraza y sus ojos se llenaron de felicidad.
—¡Beth está aquí!
La gemela de la susodicha se giró para corroborar lo que el hiperactivo muchacho decía, cuando la menor se acercaba a su mesa con una sonrisa que no le cabía en el rostro.
—Bonne nuit à mes trois amours! —abrazó a Call por la espalda y le plantó un beso en la mejilla. Se deshizo de su abrigo y sintiendo la mirada afilada de su hermana fulminarla tomó asiento a un lado de su novio—. Mili, gracias por estar aquí está noche. ¿Ordenamos?
Al igual que en todas las ocasiones anteriores, el trío ordenó y comió acompañado por la habitual charla de la pareja y el silencio fúnebre de Emilia, aunque en aquella oportunidad el humor tan animado de Beth acaparaba la atención de la noche y su enorme sonrisa relucía brillante bajo las luces del restaurante. Sus dos acompañantes pensaban que había una razón que explicaba tanto entusiasmo y felicidad, pero fue Emilia quien finalmente se animó a cuestionarla.
—Hoy estás irritablemente feliz, ¿Tiene algo que ver con el motivo por el que estamos aquí?
—Siempre tan perspicaz hermanita —. Una risita cómplice resonó en la garganta de Beth y dejando sus cubiertos a un lado tomó un trago de vino para refrescarse—. Tienes razón, de hecho muero por contárselos. Como ambos saben, mí jefe, el señor Ernst Hoffmann, ha decidido retirarse de la presidencia de HFM, por lo que hasta esta mañana creía que mi empleo se iría con su jubilación. Pero no es así... ¡La nueva CEO me ha ofrecido ser su traductora durante un viaje que hará por Europa y Asia!
—¡Wow, Beth! ¡Eso es fantástico! Felicidades cariño, es la oportunidad que siempre has buscado —Call tomó las manos de su novia y las besó con emoción.
—¡Lo sé! Es increíble. Fue tan inesperada la oferta, yo habría jurado que iban a despedirme, pero entonces ¡boom! La mejor oportunidad de mi vida.
—¿Pero? —interrumpió Emilia con certeza de que aquella oferta demandaba un alto precio dentro de los planes de la pareja. Y así lo confirmo Beth cuando de pronto su emoción y la sonrisa que minutos antes parecía que no se borraría jamás, desapareció tras el cuestionamiento.
Tras dar un largo suspiro, la joven traductora continuó con voz apagada—: Es un viaje que tomará 3 meses.
—¿Acaso visitarán cada pueblo de Europa?, esto es ridículo, Beth. Obviamente no puedes acceder a la oferta. Tienes que olvidarte de la idea —sentenció Emilia.
Beth pareció volverse más pequeña que la silla donde reposaba y sin más el brillo que la había acompañado durante la velada se esfumó con sus ilusiones. Call miró a ambas chicas, tratando de decidir a qué bando debía apoyar. La respuesta no tardó en llegar, así que apretando con fuerza una de las manos de su novia se dispuso a debatir contra su cuñada.
—Espera, creo que debemos discutir un poco más el asunto. Beth no puede simplemente botar está gran oportunidad.
—¿Perdón? —Emilia rió con incredulidad mientras su semblante se tornaba rígido—. No creo que exista absolutamente nada de lo que debamos discutir. Elizabeth tiene una responsabilidad conmigo. No puede salir del país mientras yo tenga su engendro formandose en mi interior.
—Lo entiendo, pero yo estaré aquí para apoyarte en todo. No habrá nada de que preocuparse. Además, es un tiempo relativamente corto.
De pronto, la mirada de Beth se volvió hacia Call, con ternura dió una sonrisa lánguida ante el intento de este por hacer cambiar de opinión a Emilia, aunque sabía que cualquier posibilidad de lograrlo estaba fuera de su alcance.
—Relativamente corto para una persona que jamás entenderá lo que es tener que formar un ser humano en su interior. ¡Ya basta! No estoy dispuesta a continuar con está discusión sin sentido. Ustedes eligieron esto, ahora deben hacerse responsables. Debieron de haber pensado en todo antes de decidir formar una familia. Es muy tarde para cambiarlo.
—Tiene razón, Call. No lo haré. Ahora debería preocuparme por encontrar un nuevo empleo —. Habló finalmente Beth con un hilo de voz. Bajó la mirada y tomó un gran trago de vino, como si quisiera ahogar su pena con ello. Emilia simplemente asintió de acuerdo.
—Bien, me alegra que aún albergues algo de sensatez. Ahora, les pido una disculpa, tengo que retirarme. Hablaremos luego.
Tomó su bolso y se encaminó a la salida del restaurante. Callum se limitó a ver cómo se alejaba aguantando sus replicas, pero cuando volvió la mirada hacia Beth, rota por la desilusión y acongojada, el valor lo embargó y salió tras su cuñada.
La alcanzó a escasos pasos del restaurante, la tomó del brazo y entre jadeos dió voz a sus pensamientos ante una confundida Emilia.
—Emilia, sé que tienes razón, jamás entenderé tu situación, también sé que por alguna razón me odias y que no soy ni seré jamás digno de tu respeto ni confianza. Tambien entiendo que te parezca irresponsable que Beth se vaya en estos momentos, pero si no hace este viaje nunca más podrá hacerlo y creo que es la forma ideal de que termine está etapa para entrar definitivamente a la maternidad. Además de que hoy más que nunca necesita su empleo. Yo te prometo que me haré absolutamente cargo de todo lo que necesites durante ese tiempo, y trataré de que sea lo más cómodo posible para tí. Por favor, no seas egoísta y permite que Elizabeth cumpla uno de sus más grandes sueños. Juro que no estarás sola, solo dame una oportunidad.
Por primera vez en su vida, Emilia se quedó sin palabras. Una balancha de pensamientos invadió su mente, pero ninguno parecía lo suficientemente claro como para formular una réplica. Call se quedó quieto, expectante, sientiendo como el brío que lo había abordado tan solo unos segundos antes desaparecía con la adrenalina.
Pero entonces se dio cuenta de que Emilia tenía la mirada fija hacia un punto detrás de él. Se giró sobre su eje y observó a Beth a un metro de distancia. La imagen lo conmovió. Beth miraba a su hermana con sus ojos abiertos de par en par y con un aspecto vidrioso de las lágrimas que intentaba contener. Y justo antes de que se acercara para rodearla con sus brazos un fuerte suspiro hizo que regresara la atención hacia su cuñada.
—De acuerdo —respondió Emilia apenas audible.
Y sin más, deshaciendo el agarre qué aún sostenía Call, se dio vuelta y continuó su camino por las iluminadas calles de Liverpool.
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