Capítulo 8. Revelaciones
Adora miró hacia su espalda: el castillo de Bright Moon estaba destruido, una que otra columna apenas podía mantenerse en pie, tambaleante y dejando caer pedazos de roca brillante por todas partes. Glimmer se hallaba de rodillas frente a lo que hubiera sido su hogar, ahora hecho ruinas; todos los recuerdos que formó en aquel sitio habían desaparecido, ya no quedaba nada. Protegía entre sus brazos a sus dos hijos más pequeños, Diany y Gowel.
Selene se aferró al pecho de su padre, apenas conteniendo las lágrimas, su cuerpo tembloroso se encontraba aún en shock mientras Micah salía protegido por los guardias de entre los escombros, Glimmer corrió hasta él para abrazarlo completamente desconsolada, ambos habían perdido en ese palacio los recuerdos de la difunta Reina Angella.
—¿Qué demonios acaba de pasar? —cuestionó Catra corriendo hacia su familia y reincorporando a Adora a la realidad.
—Algo no está bien —respondió Micah—, se siente como si no fuera sólo Bright Moon, todo Etheria está
—Agonizando —siguió Glimmer, mientras observaba el cielo de todo el planeta tornarse rojizo, cubriéndose de nubes negras que soltaban relámpagos capaces de quemar bosques enteros.
—No lo entiendo —añadió Adora—, esto no tendría que estar pasando —guardó un silencio prolongado, iluminada por una única y terrible idea—, a menos que él
—Temo que no se trata de eso, querida —interrumpió Madame Razz quien arribaba junto al grupo de amigos.
Parecía que el estruendo la detuvo antes de marcharse poco después de la charla que había tenido con Diore, su gesto pálido y pesado denotaba sincera preocupación, Adora jamás la había visto así, por lo que volvió a sentir un increíble pesar sobre los hombros.
—El planeta está resintiendo el conflicto que ahora existe entre sus protectoras —miró a las gemelas—. Ya que ambas están conectadas y a su vez con el espíritu de Etheria, este rencor que ahora guardan sólo genera que él agonice, y a este paso
—Terminará pereciendo —dijo Micah—, y nosotros con él.
Las miradas pronto se clavaron en Luana y Diore quienes se miraron de reojo fugazmente para luego alejarse un paso más.
—¿Nos están obligando a hacer las paces? —preguntó la mayor.
—Su destino no era odiarse, Luana —añadió Razz, mirando condescendiente a ambas.
—Tampoco era vivir el infierno por el que pasé en Marakar; y, sin embargo, aquí estamos —Diore dirigió una última y gélida mirada a Catra y Adora—. Si han de morir que así sea.
Dio la media vuelta y se marchó a través del bosque. Pronto el cielo volvió a la normalidad, pero algo seguía sin estar bien, Etheria estaba enferma, agonizante y Adora mejor que nadie podía sentirlo, sabía que entre más tiempo pasara, mayor sería la desgracia que les esperaba.
Luana mantuvo la mirada fija en Razz, algo en ella le resultaba sumamente familiar, a pesar de que aquella era la primera vez que la veía. La anciana sintió su mirada y sólo la observó con sus enormes y profundos ojos oscuros, dibujando en su rostro una reconfortante sonrisa que a la joven le provocó el sentimiento incontenible por querer abrazarla, pero no podía lanzarse, así como así, a los brazos de una anciana desconocida, a pesar de que parecía que ella la conocía muy bien, al igual que a sus madres.
—¿Y ahora qué haremos? —preguntó Selene, por fin alejándose del abrazo de su padre—. No tenemos un hogar
—Tal vez podamos hacer algo —añadió Adora, volviendo a transformarse en She-Ra. Luana comenzaba a acostumbrarse a no entender absolutamente nada de lo que su madre era o hacía.
El grupo comenzó a tratar de reconstruir el palacio, pero fue mucho más difícil de lo que hubieran supuesto, incluso para She-Ra estaba comenzando a ser un trabajo agotador, no poseía magia suficiente e incluso si lo hiciera, era casi como si el planeta no deseara volver a la normalidad. Después de un rato, Adora terminó derrotada y cediendo ante las peticiones de su preocupada esposa, después de todo, hacía años que no utilizaba a She-Ra de esa manera.
—Jamás funcionará —sentenció Catra, tirándose en el suelo, justo cuando éste volvió a temblar.
Junto a ellas un enorme portal se abrió, pero a pesar de que cada adulto se colocó en guardia para proteger a su familia, su sorpresa fue grande cuando del otro lado aparecieron Scorpia y Perfuma con una enorme sonrisa.
—Realmente nos alegra que hayan aceptado venir con nosotras —soltó Perfuma con una voz cantarina y alegre, lanzando coronas de flores a cada uno de sus invitados—. Cuando supimos lo que sucedió en Bright Moon
—No podíamos quedarnos de brazos cruzados —añadió Scorpia, envolviendo entre sus pinzas a Catra—, hace un tiempo que no nos reuníamos así.
—Nos hubiera gustado que fuera en circunstancias diferentes —mencionó Glimmer con una sonrisa nostálgica.
—Si lo que dicen es cierto, entonces —balbuceó Perfuma—, en cualquier momento Fright Zone también caerá
—Bueno y eso de que tienen otra hija —interrumpió Scorpia, desviando por completo la atención del antiguo tema—, que sí es malvada —enfatizó—, fue una verdadera sorpresa.
Catra clavó una mirada asesina en la peliplateada, mientras Adora y Luana se encogían de hombros.
—Estoy segura de que todo se resolverá tarde o temprano —dijo Perfuma, tratando de cortar el tenso ambiente que su esposa había formado—, les mostraremos nuestro reino.
Tomó de la mano a Glimmer y llevó a todos a lo que ahora era un nuevo Fright Zone, completamente distinto al que todos recordaban, Catra y Adora cruzaron miradas cómplices y nostálgicas, no todo lo vivido en aquel lugar había sido tan malo, después de todo ahí habían crecido, ahí se habían enamorado, y ahora volvían derrotadas de una batalla que no sabían cómo librar, y acompañadas por una de sus hijas, jamás lo habrían imaginado cuando eran sólo dos niñas luchando por sus propios intereses.
Se adentraron al palacio, una versión renovada y mucho más vívida que lo que antes era el recinto de Hordak; no obstante, algo llamó su atención: una puerta en el corredor donde debía estar el antiguo escondite de Shadow Weaver, estaba pintada del mismo color que la pared, para disimular que estaba ahí, pero a leguas se notaban los candados y las cadenas.
—Fue imposible cambiarlo —añadió Scorpia con tono sombrío—, cada que lo intentábamos, algo salía mal, optamos por dejarlo tal y como estaba.
Catra sintió un escalofrío recorrerle desde la punta de la cola hasta el último de sus cabellos, era increíble que incluso después de muerta esa mujer siguiera causando pesadillas a los residentes, y ahora ella seguro no podría dormir en paz sabiendo que la habitación donde Shadow Weaver solía torturarla de niña se mantenía intacta.
Siguieron su camino, tratando de ignorar todos los terribles recuerdos que venían hacia ellas como bombas nucleares a punto de estallar, Luana, quien venía justo detrás, miró con curiosidad el lugar y lo fácil que sería romper aquellas cadenas.
El grupo llegó hasta el comedor, un enorme salón repleto de ventanales con enredaderas y plantas colgando por todo el techo, el brillante piso color malaquita resaltaba las paredes blanquecinas.
—Ahora, nos gustaría-
Perfuma intentó hablar, pero fue interrumpida por el ajetreo que se formaba fuera del salón. Los adultos salieron corriendo, encontrándose con los guardias reteniendo a Luana y ésta con un gesto de derrota en el rostro.
—Lo lamento, su majestad —dijo uno de ellos, se trataba de una joven que llevaba una armadura que cubría únicamente su torso y un casco que dejaba al descubierto su cara—, la chica estaba intentando entrar a la habitación de Shadow Weaver.
—¿Shadow Weaver? —cuestionó Luana después de que la guardia la hubiese lanzado bruscamente lejos de la puerta.
—Te lo agradezco, Lonnie —dijo Perfuma, captando inmediatamente la atención de Catra y Adora, que avergonzadas habían permanecido a unos pasos del escándalo.
—¿Lonnie? —soltaron al unísono, clavando su mirada en la mujer.
Ésta se quitó el casco, dejando ver mejor su rostro completamente sorprendido, con todo el movimiento no había notado la presencia de sus amigas. Dirigió nuevamente su atención a la joven junto a ella, quien la miraba con todo el rencor que cabía en su delgado cuerpo y luego volvió la mirada hasta Catra y Adora.
—¿E-Ella es su? —preguntó, el gesto de ambas le dio la respuesta.
Lonnie se alejó inmediatamente de la chica, avergonzada por el trato que le había dado y de alguna forma preocupada de que Catra no se lanzara contra ella o Adora la lanzara por los aires. Su gesto de angustia causó carcajadas burlonas en sus antiguas compañeras quienes le aseguraron que su incontrolable hija lo merecía.
Después del final de la guerra, muchos antiguos reclutas de la Horda decidieron permanecer en el reino que Perfuma y Scorpia formaron, incluyendo a sus antiguos compañeros: Lonnie, Kyle y Rogelio quienes vivían no muy lejos del palacio, los tres habían formado su pequeña familia y por fin habían encontrado la paz que anhelaban tener cuando aún pertenecían a las filas de Hordak.
Las pláticas de adultos comenzaban a tornarse aburridas para Selene y Luana quienes habían terminado como niñeras de Diany y Gowel, ambos niños correteaban por los pasillos del palacio al cuidado de las mayores. De una u otra forma, los cuatro regresaron nuevamente a la puerta encadenada, Luana moría de curiosidad por saber qué era lo que se escondía dentro.
—¿No puedes abrirla con tu magia de princesa? —cuestionó más como un reto que como una pregunta.
—Sabes que mi magia no funciona así —respondió Selene, anticipando perfectamente el movimiento de la morena—, además, si está cerrado es por una buena razón, tal vez de verdad es muy peligroso.
—Deja de ser tan llorona, Selene —dijo—, estoy segura de que es algo realmente interesante.
—En realidad no lo es —mencionó Adora, apareciendo justo detrás de las jóvenes.
Un escalofrío las hizo erguirse, pero sólo Selene se atrevió a mirar a la rubia a los ojos, la mayor le pidió que se alejara y la joven no tuvo más remedio que tomar a sus hermanos y volver donde su madre.
—No hay nada interesante dentro de ese lugar, te lo aseguro —refutó, aun sin capturar la mirada de su hija.
—Después de todo lo que ha pasado, ahora es difícil saber cuándo me estás diciendo la verdad, madre.
La mayor sintió el corazón estrujándosele, dirigió la mirada nuevamente hacia la puerta y con un movimiento de la espada que había aparecido en sus manos hizo añicos los candados, dejando que la misma se abriera de par en par. Se adentró al sitio, seguida por la curiosa y confundida mirada de Luana.
Dentro no había más que oscuridad y frio, las paredes a medio caer, el piso repleto de moho y humedad, y la terrible sensación de que no debían estar ahí, era justo como Adora lo recordaba. Cosas terribles habían pasado la última vez que estuvo ahí, lo que ella le había hecho a Catra desde niñas, todo estaba volviendo a su cabeza.
—¿Quién era ella? —preguntó Luana, por fin mirando el angustiado gesto de su madre—. ¿Quién era Shadow Weaver?
Adora guardó silencio unos segundos, pero Luana aún mantenía su fija mirada en ella, sabía que entrando a ese lugar no tendría más escapatoria de las preguntas de su hija.
—Mi madre —Luana tragó en seco—, o bueno, algo así —suspiró, tratando de acumular todas las fuerzas que necesitaba para decir parte de su verdad—. Catra y yo crecimos en este lugar hace mucho tiempo, ninguna de las dos tenía un hogar al cual volver o una familia, como la mayoría de los niños que terminaban aquí, Shadow Weaver era una poderosa, pero cruel hechicera que se encargaba de nosotros, sobre todo de Catra y de mí.
Se detuvo, no podía seguir más, incluso si la verdad estaba incompleta, comenzaba a creer que decirle absolutamente todo a su hija en ese momento sería un gran peso para ambas.
—Murió años antes de que tú nacieras —dijo, omitiendo lo demás de la historia—. Sólo te diré que a pesar de que fue lo más cercano que Catra y yo tuvimos a una madre ella era una terrible persona, cruel, despiadada y egoísta que sólo veía por sus propios intereses, dañando a los demás y usándolos a su conveniencia —volvió la mirada a su hija—. Aunque al final intentó redimirse, el infierno que nos hizo pasar a tu madre y a mí aún permanece grabado en este lugar.
Luana quedó atónita, jamás había tenido una conversación tan profunda con su madre, toda la vida había crecido con dudas de su origen, pero ahora comenzaba a entender las razones de todo.
Ambas salieron en silencio de la habitación, cerrando la puerta a sus espaldas. Volvieron al salón, siendo captadas inmediatamente por la mirada de Catra, que con un gesto de su esposa supo que todo había quedado resuelto, la felina sonrió ligeramente.
—Bueno, ya que todos estamos aquí —dijo por fin Perfuma—, Scorpia y yo queremos presentarles de nuevo a nuestra pequeña hija.
La emoción se hizo notar en las orgullosas madres quienes le indicaron a uno de los guardias traer a la joven hasta el comedor. Minutos después, las puertas del salón se abrieron, dejando entrar a una hermosa joven de piel acaramelada y larga melena platinada que caía ondulada hasta debajo de su cintura. La corona de rosas rojas que llevaba sobre la cabeza resaltaba sus brillantes ojos verdes.
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La chica les dedicó una tímida sonrisa, esa era la primera vez que conocía al grupo de amigos del que tanto les habían contado sus madres, claro que no era la primera vez que ellos la veían a ella, después de todo, Cerise tenía la misma edad que Luana y había florecido durante la guerra contra Lilith.
—Mucho gusto —soltó con una dulce y cálida voz—, es un placer conocerlos a todos al fin.
El grupo quedó atónito ante la gentileza de la joven, parecían estar realmente acostumbrados a lidiar con adolescentes problemáticos en casa.
Luana quedó clavada en la sonrisa de Cerise y juraba que jamás en su vida había visto a una joven tan adorable. Selene inmediatamente sintió la forma en que la morena miraba a la nueva integrante de la familia y no disimuló su evidente molestia.
Después de unos segundos sumados al golpe que la menor le propinó en las costillas, Luana salió del trance y no pudo evitar pensar que todos parecían olvidarse de lo que era realmente importante, como si sólo se hallaran en una aburrida reunión de amigos.
—¿Podríamos comenzar a centrarnos nuevamente en la situación que nos trajo hasta aquí? —dijo, parándose frente a sus madres—. ¿Qué pasará con Diore?
Catra y Adora guardaron sus gestos conmovidos por la aparición de Cerise y se miraron con preocupación, pero antes de siquiera poder articular palabra alguna, Selene habló más rápido.
—¿Qué importa? —dijo abruptamente—. Por ella estamos aquí, por ella no tenemos un hogar, de no ser por ella nada de esto habría-
—¡Selene! —Glimmer se puso de pie, golpeando el piso con el tacón, haciendo que su joven hija se irguiera de golpe—. Nada de esto es culpa de nadie —cambió su gesto a uno mucho más agobiado—, y si lo fuera sería nuestra —dijo mirando a los mayores—. Nosotros debimos ser más honestos desde un inicio, pero ahora nada de eso importa, lo único que debería preocuparnos, tal como lo dijo Luana, es encontrar a Diore y traerla de vuelta a casa.
Adora y Catra miraron el honesto gesto con el que la monarca había hablado, ella en serio estaba cargando en sus hombros parte de la responsabilidad de todo lo que estaba sucediendo y de alguna forma el peso en ambas madres se aligeró. Un cálido sentimiento abrazó sus confundidos corazones y asintieron con una sonrisa dibujada en el rostro.
Conmovidas, Perfuma y Scorpia dieron un paso al frente.
—Tal vez nosotras podamos ayudar —dijo Scorpia, tomando por los hombros a su delicada hija—, Cerise también posee algo de magia, supongo que es algo que une a los niños como ella —miró a Luana, quien no entendió en lo absoluto el gesto, pero prefirió ignorarlo de momento—. Puede conectar con otras personas, saber lo que sienten, lo que piensan, lo que ven. Podría intentar formar una conexión con su hija para que logren encontrarla.
—¿De verdad es posible? —preguntó Bow—. ¿Cuánto tiempo durará la conexión?
—Generalmente dura unos pocos minutos —informó Perfuma—, el problema es que para que la conexión funcione realmente bien, la otra parte debe concederle ese permiso.
—¿Y no hay forma de forzar la conexión? —preguntó Catra, completamente segura de que Diore no lo permitiría—. Claro, sin dañar a Cerise.
—Realmente no creo que eso sea posi-
—No es posible —interrumpió la joven—, no puedo forzar a alguien a tener una conexión conmigo, son los limites de mi magia —se acercó hasta Catra, mirándola con una sonrisa—, pero alguien conectada a ella puede otorgarme ese permiso.
—¿Luana? —preguntó Adora.
—Al ser hermanas gemelas es verdad que tienen una fuerte conexión, sin embargo, el rencor que ambas albergan por la otra, por más mínimo que sea —se centró en Luana quien inmediatamente desvió la mirada—, no me permitirá formar ningún lazo. Sin embargo, tú —Catra la miró confundida—, tú formaste un fuerte lazo con ella, no hace mucho, y ya que ninguna de las dos es consciente de él, podemos utilizarlo como una ventana —miró a sus madres—, funcionará, pero será breve, deben ser rápidos.
Confundida, Catra se acercó hasta Perfuma y Scorpia, mientras Cerise y los demás establecían un lugar para poder realizar el encantamiento.
—Scorpia, tu hija es adorable, pero no entendí nada de lo que dijo ¿conexión?
La pareja se miró y soltaron a reír, dejando a la felina peor que como estaba en un principio.
—¿Recuerdas la conexión que Adora formó con Luana cuando la encontraron? —mencionó Perfuma con una sonrisa de oreja a oreja—. Sucedió por su deseo de protección hacia ella y todo lo que vino después fue gracias a la misma, algo similar debió sucederte con Diore, tal vez no puedas distinguirla porque aún es débil debido a que tú no posees magia, pero está ahí.
Catra enarcó una ceja y sintió el ligero tirón de su ropa, Cerise se hallaba junto a ella, dispuesta a guiarla hasta la menor de sus hijas.
Ambas se sentaron al centro del salón, una frente a la otra, rodeadas por un circulo de flores y hojas secas. Cerise tomó las manos de Catra y las sostuvo mientras invocaba su magia interna, la felina comenzó a sentir el calor subiendo desde sus palmas hasta la punta de las orejas, una ligera corriente de aire comenzó a rodearlas, elevando unos centímetros del suelo las flores a su alrededor.
—Necesito que lo digas —pidió Cerise, con los ojos cerrados y apretando más su agarre.
—¿Te concedo el permiso de encontrar a Diore? —dijo Catra sin saber en realidad qué era lo que estaba intentando hacer.
Pero tan pronto terminó su frase, la ventisca cesó, así como el calor de su cuerpo.
—No funcionará de esa manera —sentenció Cerise.
Catra miró de reojo a Perfuma y Scorpia, para después dirigir la atención a su esposa y a Luana, quienes la miraban esperanzadas, después de todo, de aquello dependía el futuro del planeta. Asintió con el gesto fruncido y Cerise inició nuevamente, pero esta vez Catra cambió la frase por una que venía desde el fondo de su corazón.
—Te concedo el permiso para que la encuentres —musitó—. Para que encuentres a mi hija.
Entre más se adentraba al bosque, más molesta se sentía, no estaba segura qué era lo que esperaba encontrar o a donde pensaba llegar, pero tenía claro que no volvería, prefería morir en aquel lugar antes que volver junto a ellas.
—Esperaba mucho más de ti, cariño —escuchó.
De entre la penumbra del bosque un extraño ser con apariencia de reptil salió a su encuentro, la miraba con una sonrisa burlona y ojos perspicaces. Su melena rubia tintineaba con el viento, pero en cuanto Diore se incorporó para ponerse en guardia, su gesto astuto cambió a uno de decepción.
—Oh, no eres ella —dijo y señaló sus propias orejas puntiagudas—, no tienes las orejas.
—¿Ella? —cuestionó Diore.
—Luana —respondió Double Trouble—, la amada hija de Adora y Catra.
Diore dio un paso hacia atrás y guardó su arma.
—Sé bien de quien hablas —bramó.
Double Trouble se acercó descuidadamente y le analizó de pies a cabeza.
—Eres idéntica a ella.
—Sí, así se supone que es cuando tienes una hermana gemela —cruzó los brazos y desvió la mirada.
—Eso explica por qué me resultas tan irritante —sonrió—. Según recuerdo, tu hermana era toda una cajita de sorpresas, pero ¿qué tienes tú de especial?
Diore le miró unos segundos.
—Nada —dijo sin más.
Double Trouble enarcó una ceja, conocía bien ese gesto de decepción, el gesto de no encontrar motivación alguna o de siquiera saber cómo seguir.
—Honestamente si yo tuviera la familia que tú tienes —dijo—, también huiría —definitivamente no era la respuesta que Diore esperaba—, pero si ellas te están buscando debe ser por una buena razón.
—No me están buscando.
—¿Estás segura de eso? —sonrió. Conocía demasiado bien al grupo en cuestión como para creer que la abandonarían tan fácilmente.
Odiaba aceptar que estaba ahí justo porque el sismo de hacía unas horas lo había terminado expulsando de su hogar y buscaba ayuda en aquel peculiar grupo de amigos que detestaba tanto, parecía que ahora sus planes se habían visto forzados a cambiar.
Se alejó de ella en un salto, dio una pequeña reverencia y siguió su camino por el bosque. Sin duda Etheria tenía habitantes extraños a los que Diore aún no podía acostumbrarse, no obstante, lo que dijo le dejó una marca en la cabeza y en el corazón, ¿era acaso que en el fondo de éste ella realmente anhelaba que estuvieran buscándola?
—Vaya, vaya, vaya, veo que decidiste alejarte de tu querida familia —escuchó justo detrás de ella, pero al girarse no halló a nadie.
—Víctor
—Sabes bien que te vigilo todo el tiempo y aun así decidiste actuar por tu cuenta —bramó molesto, y luego un terrible dolor inundó el pecho de la joven—, jamás te ordené que te alejaras de ellas.
Diore se retorció de dolor, cayendo de rodillas al suelo y maldiciendo su suerte. Víctor estaba en Marakar y aun así podía controlarla gracias a su magia, podía escucharlo claramente en su cabeza, en sus pensamientos, no tenía escapatoria.
—¡No pienso perdonar lo que me hicieron!
—¡Eso no lo decides tú, niña tonta! —gritó y el dolor fue todavía más insoportable—. Tenemos frente a nosotros la oportunidad de oro para destruir todo lo que esas princesas tienen y tú la desperdicias.
Detuvo su tortura de golpe, dejando a la pobre joven tendida en el suelo, apenas pudiendo respirar.
—Vuelve con ellas y destrúyelas poco a poco —ordenó con mayor serenidad—, quítale a She-Ra todo lo que ama, y luego deja que el planeta perezca.
La conexión se cortó, Diore sintió una efímera tranquilidad, como si una terrible jaqueca hubiera cesado de repente.
—¡Ahí está! —se escuchó a lo lejos un grito tan agudo y alegre que la sobresaltó de inmediato.
Luana se acercaba corriendo, seguida por Adora, Catra y los demás. Diore permaneció en el suelo, intentando acomodar cada uno de los sucesos por los que había pasado, pensando que tal vez incluso aquello no era más que una alucinación.
Adora y Catra se acercaron inmediatamente hasta ella, lucían angustiadas, al parecer la magia de Cerise había funcionado demasiado bien, la conexión momentánea que tuvo Catra con la joven se incrementó en cuanto Víctor comenzó a torturarla, claro que Catra no tenía idea de por qué Diore estaba pasando aquel terrible dolor, pero pudo sentirlo, fue aquello lo que las motivó todavía más para encontrarla lo antes posible.
—¿Estás bien? —preguntó la morena, captando la atención de la menor quien aún permanecía en shock—. De verdad estábamos preocupadas por ti.
Una opresión en el pecho la hizo dejarse caer de lleno al suelo, pero antes de si quiera lastimarse Adora logró tomarla tan delicadamente como pudo.
—Creo que este no es el mejor momento para hablar, pero tal vez podamos hacerlo en el futuro, si aceptas venir con nosotras a casa —sonrió.
La joven las miró confundida, sabía que tenía que decirles que sí o Víctor acabaría con su vida, pero algo dentro de ella quería aceptar, no por aquel cobarde hechicero, sino por sí misma, así que terminó accediendo.
—Si necesitas algo, puedes pedirlo —sonrió la rubia, saliendo de la habitación donde Diore, Luana y Selene estaban instaladas, no sin antes sacudir la melena de la mayor de sus hijas, intentó lo mismo con la otra, pero su gesto fue una negación demasiado clara.
Pronto caería la noche, pero dormir era imposible para las tres, Selene seguro temía por su vida mientras dormía, Luana aún estaba afligida por lo de aquella mañana y Diore realmente la estaba pasando mal, pero no podía dar marcha atrás, ya no tenía alternativa y tentarse el corazón no era una opción.
―¿Siempre son así de afectuosas? ―preguntó, captando principalmente la atención de su hermana mayor.
Luana asintió sin más con una sonrisa, era la primera vez que ésta le hablaba sin la intención de asesinarla. Los dos pequeños hermanos de Selene habían entrado a la habitación para dormir con ella, era un lugar completamente nuevo y aterrador para ambos, por lo que sólo así podían sentirse seguros.
―Tranquila, te acostumbrarás ―dijo Luana―, sorprendentemente siempre estarán ahí cuando las necesites.
Se notaba la convicción en sus palabras. Diore guardó silencio, su semblante gélido ensombreció ligeramente.
―No estoy tan segura de ello ―masculló.
Luana la miró confundida, llevaban tan poco tiempo juntas, la chica parecía demasiado distante de todo lo que les rodeaba. Incluso si Diore había aceptado quedarse, era evidente que no se sentía cómoda con ello.
―Si no me equivoco ―volvió a hablar la menor―, no las conoces del todo bien, ¿no es cierto?
―¿De qué hablas? ―preguntó Luana―. Son mis madres, las conozco mejor que nadie.
Diore soltó una sonrisa irónica.
―¿Qué es tan gracioso? ―insistió la otra. Ofendida por el gesto de su hermana.
―No te lo dijeron ―musitó Diore―, ¿verdad?
Su mirada se fijó en Luana, ocultaba una sonrisa satisfactoria, sabía que la vida perfecta de la que gozaba su hermana estaba basada en mentiras y qué mejor forma de iniciar el plan de Víctor que desmoronando su vida desde los cimientos.
―¿Decirme qué?
―Ellas nunca te quisieron ―escupió sin más.
Luana sintió una punzada en el pecho que detuvo el palpitar de su corazón. Selene saltó de la cama para interponerse entre ambas jóvenes, dando la espalda a Luana y mirando fulminante a la menor de las castañas.
―No la escuches, Lu ―exclamó.
Diore dibujó una sonrisa torcida.
―Sólo estoy tratando de abrirle los ojos ―insistió.
―Mientes ―bramó Luana, soportando con dificultad lo entrecortado de su voz.
―Te lo mostraré.
Diore se abrió paso en medio de las dos chicas y tiró de la cadena que colgaba de su cuello. Se trataba de dos placas de plata, unió ambas como si se tratase de las piezas de un rompecabezas y una imagen holográfica salió disparada hacia el techo.
La joven se volvió hasta sus compañeras. Selene ocultaba detrás de sí a sus dos hermanos pequeños, pero Luana parecía mucho más interesada en lo que observaba: una nítida imagen de lo que había sido Etheria hacía poco más de veinte años.
―¿Esa es la tía Catra? ―preguntó Diany, saliendo de la espalda de su hermana.
―Y la tía Adora ―añadió Gowel.
―¿Qué es esto? ―siguió Selene―. ¿Por qué lucen tan jóvenes? ¿Qué lugar es ese?
―Aquí, es Fright Zone, años atrás ―explicó Diore.
Luana permaneció en silencio, observaba la forma en que sus madres sonreían al hacerse bromas, en dicho holograma tenían casi la misma edad que ella tenía ahora.
―Adora y Catra pertenecían a un ejército al que denominaban La Horda ―siguió Diore.
Ni una sola palabra se escuchó, ni un respiro, nadie tenía idea de lo que estaba hablando a excepción de Selene, que comenzaba a unir las piezas que tanto Diore como Víctor le habían estado mostrando durante todo ese tiempo. Diore dibujó un medio círculo sobre la superficie de las placas que proyectaban el holograma, logrando que el tiempo se adelantara en las imágenes, mostrando la batalla por Bright Moon, la primer batalla entre She-Ra y Catra.
―Esto está mal ―balbuceó Selene―, no pueden ser la tía Catra y la tía Adora es imposible.
Diore miró de reojo a Luana, la joven permanecía inmóvil, atónita ante cada una de las acciones que observaba. Siguió avanzando el tiempo, mostrando todos y cada uno de los momentos en que Adora y Catra se mantuvieron en guerra, mostrando cada error que ambas cometieron y las atrocidades que llegaron a causar.
―No ―balbuceó Diany, atónita. Las lágrimas salían disparadas de sus ojos, la decepción se cernía en su interior―. Esa no puede no puede ser la tía Catra.
La niña estaba devastada, durante toda su vida había admirado a la felina por su actitud despreocupada y valiente, deseaba tanto el ser como ella pero ahora lo único que sentía era aflicción hacia el pasado de Catra.
Diore dio un último giro después de la invasión de Horde Prime, saltándose por completo todo lo suscitado después, sabía que eso ya se lo imaginaban: reconciliación y su deseado: y vivieron felices por siempre.
Llegó hasta aquella ventosa noche en que Adora y Catra hallaron a Luana. Sintió una opresión en el pecho, mirando lo que pudo haber sido parte de su pasado de haber tenido una mejor suerte. Siguió avanzando, con cada giro que daba Luana se volvía más y más rígida.
―¡No se trata de amor! ―exclamó Adora a través del holograma―. Nosotras no la amamos porque nunca la deseamos.
Aquellas crueles y punzantes palabras del pasado penetraron hasta lo más profundo en el pecho de Luana. En ese entonces Adora había tenido sus razones para decirlas, tal vez no eran las mejores, pero sin dicho contexto Luana sólo podía sentirse traicionada por su propia madre. Las imágenes seguían moviéndose, y lo único que la joven podía encontrar en ellas era la gelidez con la que Adora y Catra le miraban. El aire dejó de atravesar sus pulmones, su corazón se había detenido, inundado en dolor.
Adora entró a la habitación, guiada por un terrible presentimiento, sin esperar la tormenta que iba a soltarse sobre ella. Divisó al aturdido grupo y la imagen holográfica que Diore les mostraba, sin poder distinguir exactamente lo que estaba sucediendo.
La joven terminó la transmisión de golpe.
―¿Qué está pasando? ―preguntó la rubia, pero no obtuvo respuesta, se acercó hasta la mayor de sus hijas, tomando su hombro―. Luana, ¿qué sucede?
La castaña giró su mirada llorosa hasta Adora, quitó su agarre con brusquedad y se alejó de ella.
―¿La Horda? ―exclamó eufórica―. ¿La Rebelión? ¿Cuántas cosas más me han ocultado?
―Lu-
―¡No! ¿Qué hay de ese estilo perverso en el pasado de mamá? ―siguió―. ¿Tampoco planeaban decírmelo? ―agachó la mirada, su cuerpo temblaba―. ¿Y sobre?
Guardó silencio, tratando de ocultar sus propios sentimientos y salió disparada hasta la puerta. Adora giró su atención hacia Diore, mirándola no sólo con desaprobación, también decepcionada.
―¿Qué has hecho? ―musitó.
Salió detrás de Luana, dejando un gesto despectivo en la castaña.
—Luana, tienes que escucharme —ordenó Adora—, sé que el pasado de tu madre no es algo de lo que se pueda enorgullecer, pero-
—¡Tú eres quien menos puede hablarme sobre eso! —exclamó la otra, sin mirarla—. Diore no sólo me mostró el pasado de ambas antes de que yo llegara también me mostró mi pasado.
El corazón de Adora dio un vuelco gigante. Se quedó sin habla por varios segundos, lo que había temido por años por fin estaba sucediendo. Luana se detuvo en seco y giró su atención hasta ella.
—Nunca me quisiste, ¿no es cierto? —sus enormes ojos azules comenzaban a desbordarse, su voz entrecortada apenas podía escapar por su garganta—. Todo este tiempo, creí que me amaban de verdad
—¡Lo hacemos!
—¡Mientes! —interrumpió—. Siempre me has mentido, tú y Catra.
—No la llames así, somos tus madres —la rubia comenzaba a perder la esperanza.
—¿Lo son, Adora? —la fría expresión de Luana penetró hasta lo más recóndito del corazón de su madre—. Porque recuerdo muy bien que le dijiste a Micah que ustedes —tomó fuerza para enunciarlo—, no sentían nada por mí que no me habían deseado.
—Luana, si me dejaras explicarte
Adora tomó a su hija por los hombros, intentando capturar su mirada.
—¡No! —golpeó sus manos bruscamente, alejándose de ella—. ¿Ustedes? ¿Fueron ustedes quienes me entregaron a esa tal Lilith?
Adora guardó silencio, su subconsciente no le permitió protestar. Si bien ella intentó que Lilith no se llevara a Luana, tampoco había hecho un gran trabajo protegiéndola. Tragó en seco.
—¿Sabes algo, mamá? —la joven interrumpió sus pensamientos—. Vi algunas cosas sobre esa tal Shadow Weaver
—Luana
—Tal vez eres más similar a ella de lo que crees.
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