CAPITULO 1 Confesión
—Nunca te amé en estos cinco años... pensé que con el tiempo podría hacerlo, pero no pude.
A las tres de la mañana y con estas palabras me dieron el peor golpe de mi vida. Me quedé en blanco y no escuché toda la palabrería inútil que me estaba dando mi esposo para suavizar el golpe...
«Nunca te amé...».
¿Qué mierda está pasando? Se suponía que hasta hace una hora, tenía un buen matrimonio. Al fin y después de dos años de intentos, éramos padres de una bebita que ya tenía dos semanas de vida. Y así, sin más, me suelta esto. Simplemente no lo puedo creer.
«Esto no puede estar pasando. Es una pesadilla. ¡Quiero despertar!».
¿Qué hago ahora? No puedo obligar a este hombre para estar junto a mí. Bueno, se me cruzó la manipulación, pero era algo que no me salía y francamente estoy demasiado aturdida para pensar en cosas maquiavélicas. El asesinato está descartado, no quiero dejar a mi hija sola, por dejarme llevar por las emociones. Definitivamente no, no lo voy a matar, solo castrarlo. No, ni siquiera puedo hacer eso, sería una pérdida de tiempo, además que tendría que limpiar la alfombra y no me gusta andar haciendo el aseo como empleada doméstica internacional.
Todo esto pensé en una fracción de segundo, y luego salió de mi boca...
—¿Hay otra persona, cierto? —pregunté intuyendo su respuesta.
—Sí...
—Es Marité, ¿verdad? —susurré.
—Sí, es ella.
«¡Es que yo lo mato, lo matoooooo! de las millones de mujeres que hay en el mundo se le ocurre meterse con ella».
En este momento tengo a mi hija en brazos, Isabel duerme plácida y totalmente ajena al desastre de proporciones apocalípticas que se ha desatado en mi interior. La dejo suavemente en la cama, me levanto, y procedo montar a mi esposo por la espalda y golpearlo donde pueda. Estoy enceguecida en ira y decepción.
—Eres un hijo de puta —susurré, con rabia a su oído— ¡Te odio conchetumadre!
Debo aclarar que la famosa Marité, es nuestra vecina, soltera, pero que vive con su pareja Alex. Éramos todos amigos, lógicamente ahora ya no es así. Todavía no puedo creer que esto me esté pasando.
Durante mi embarazo Alex y Marité fueron muy amables conmigo, compartíamos asados, onces, películas y un sinfín de actividades que pueden tener un par de parejas de buenos amigos. No contaba que entre esas actividades estaba el «intercambio de parejas involuntario». ¡Dios, que tonta me siento!
Omar, mi marido, y Marité, mi ahora ex amiga, son miembros del comité de administración del condominio donde vivo. A raíz de eso se conocieron. Todas las piezas encajaron perfectamente en este momento, el tiempo que pasaban juntos en las reuniones, cobro de gastos comunes, los interminables reclamos de los vecinos, chismorreos entre ellos, y un largo etcétera. Entre todas estas actividades, nació la amistad, y luego todo se convirtió en un puto romance.
«¡Ay que tierno!, vomito arcoíris de amor por todos mis orificios»
Después de golpearlo e insultarlo, volví a mi estado de absoluta compostura e hice la pregunta que me mortificaba desde que empezó con su confesión.
—¿Te acostaste con ella?
—Sí. —Casi se nota orgullo su tono de voz. Infeliz.
¡¡¡¡Hijo de puuuuuuutaaaaaaaa!!!! Si me hubiera puesto el gorro con Charlize Theron, o por último, con la Kenita Larraín o cualquiera otra modelo de dudosa reputación, se la hubiera perdonado, y hasta le hubiera aplaudido de pie... Y es que Marité no digamos que es una mujer esbelta, mide un metro sesenta y algo, y probablemente setenta y tantos kilos tirando para ochenta. Yo no soy Miss Chile, pero antes de quedar embarazada, estaba muy lejos de esas características anatómicas, e incluso ahora, a dos semanas después de haber dado a luz, todavía estoy muy lejos de las proporciones de mi vecinita: noventa, sesenta, revienta. Siempre dicen que no hay que hacer esa maldita pregunta... Pero el saber más me la ganó, es mejor eso que quedar con la duda y las conjeturas.
«Ahora le gustan las rellenitas, debe estar enfermo de caliente ser amor».
Ahora que lo pienso mejor, soy muy afortunada por no participar en algún intercambio de fluidos involuntario, ya que mi querido marido no me toca desde el quinto mes de embarazo, y antes de eso me daba «la mensual». Según él, le daba miedo hacerle daño al bebé. ¡Patrañas!, si el mismo ginecólogo le dijo que no había problema, ¡qué no me venga con ese tipo de sensiblerías!
Él no aparentaba ser del tipo escrupuloso por los temas del sexo combinados con el estado de ingravidez... pero parece que me equivoqué... en fin, antes de quedar embarazada, estábamos en la famosa «campaña» para que yo pudiera concebir...Bueno, el concepto de campaña de Omar era una vez a la semana ¡uy sí, como todo un semental!, no sé ni cómo mierda quedé embarazada, fue pura suerte.
«Algo debe tener Marité, a lo mejor tiene una vagina de oro, o tal vez es como una actriz porno exótica».
¡Mierda! Hay que reconocer que yo no soy una santurrona, teng un pensamiento bastante liberal respecto al sexo, mi lema siempre fue «una dama en la mesa, y una zorra en la cama». Siempre me gustó la cochiná y según mi marido yo era insaciable... Ahora creo que no lo decía a modo de halago. No sé en qué he fallado, nunca le negué nada. Prácticamente le rogaba por mi polvo semanal... Y puede sonar a que yo estoy picada, bueno... Sí lo estoy, pero los últimos tres años la performance con mi marido se estaba volviendo mediocre y ya pensaba que eso era mejor que nada, y dado que me han cambiado por Marité, tal vez entre tanta carne, ella tiene una tigresa escondida, o a lo mejor, es alguien que goza como loca del sexo mediocre, como si fuera la última gran chupada del mate... ¡já!
—Estoy enamorado de ella —confiesa para dar el tiro de gracia.
«Sí, eso fue la guinda de la torta».
—¿Ella te ama? —pregunto, soy una masoquista.
—Sí...
«Mierda... ¿y Alex se habrá enterado de todo esto? No quiero ni saber. ¡¡¡Qué rabia!!!!».
—¿Así que estuvo súper bueno el revolcón, no? ¡Ay de veras! Ustedes hicieron el amor porque están taaaan enamorados, y los enamorados no se revuelcan en la cama, ¿verdad? ¡Ay qué lindo! —ironizo con toda la mala leche que puedo.
En realidad, soy pésima con los conflictos, siempre los evito, así que para mí, este es un comentario que está fuera de mi naturaleza, pero por primera vez, al fin atino a decir algo... Detesto ese defecto mío de no decir las cosas que quisiera decir en el momento preciso. Siempre se me ocurren mucho después y ya es demasiado tarde para ello, me aturden las peleas, me bloqueo. Definitivamente soy un fiasco para las discusiones.
Él me fulmina con la mirada, nunca vi tanto ¿odio, rabia, dolor? No lo sé. No digamos que Omar es un hombre muy histriónico a la hora de demostrar sus sentimientos. Ahora sé que es un muy buen actor. Fingió amor y un buen matrimonio por cinco años, es para darle un Oscar, o tal vez unos cuantos: Mejor Actor —por su performance de «Marido, amigo y amante»—, Mejor Montaje —por «El matrimonio»— y Mejores Efectos Visuales —por «Cómo diablos no me di cuenta»—.
No entiendo por qué se casó conmigo en primer lugar. No puedo entenderlo... no puedo. No me cabe en la cabeza que alguien haga semejante acto de crueldad.
Pero él sí lo hizo...
Después, cuando todo terminó, se me desconectó el cerebro, y fui una autómata hasta que amaneció. No he dormido nada. Llamo a mis padres por teléfono a las seis de la mañana, para contarles todo lo que ha pasado, necesito hablar con alguien que me quiera. Ellos no pueden creer lo que les he relatado, es como sacado de una película de terror.
Cuando el reloj marcó las ocho de la mañana salgo con mi hija y mi hermana y me voy a la casa de mis padres, mi único refugio.
Apenas me reciben el umbral de la puerta, no soy capazde hacer nada más, me derrumbo...
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