Capítulo 1
Lunes.
Hoy es mi día de suerte, es hora punta y tengo veinte centímetros cuadrados de espacio para mí solo en el vagón del metro. Esto es un lujo que uno no se da todos los días. Mientras escucho a Guns n' Roses, juego absorto mi última adquisición para mi PS Vita: Mortal Kombat. Me gusta que mi oponente riegue sobre el escenario toda la hemoglobina de su cuerpo y que los desmembramientos estén a la orden del día. Aunque si me dan a elegir entre éste y el Mortal Kombat III, definitivamente elijo el III, es un clásico de los juegos de pelea, recuerdo haber gastado un dineral comprando fichas para jugar en el negocio de la esquina de mi casa cuando era un niño.
El metro en hora punta, para un hombre relativamente normal, es un suplicio, y no lo es simplemente por la falta de espacio, sino que es porque a causa de esto, siempre está el peligro de ser apuntado como un potencial degenerado, que solo quiere excitarse con el contacto de alguna mujer. Viajar en el metro es todo un arte, y tengo que evitar a toda costa algún roce accidental, y obligatoriamente debo buscar un rincón que proteja mi pene, de ser acusado de querer penetrar una vagina.
Créanme, mi intención no es andar punteando mujeres, sino llegar a mi trabajo a la hora.
Soy ingeniero en redes, trabajo como jefe de Housing en un datacenter, ubicado en el límite del centro de Santiago y la comuna de Providencia. Es una labor bien remunerada y no me puedo quejar, pero siempre hay que estar estudiando cosas nuevas, pues muchas veces ocurre que lo que funcionaba ayer, probablemente hoy no sirva. Así que hay que estar buena parte del tiempo estudiando y buscando información actualizada. Muchos, despectivamente le llaman «procrastinación», yo lo llamo «búsqueda proactiva».
Vivo solo, no me gustan los departamentos, por eso compré una casa. Me gusta tener patio, tener un pedazo de tierra, no estar rodeado de vecinos por arriba y por abajo, y solo poseer aire. La independencia me encanta, he estudiado y trabajado duro para lograrla, no cualquiera a los veintisiete años puede decir lo mismo. Me gusta tener una vida tranquila, y mi rutina es ir del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, y los fines de semana, los paso con mis amigos. Ustedes pensaran que mi vida es un bodrio y que no tiene ni un brillo, pero no es así. Hago lo que quiero, cuando quiero y nadie me dice cómo tengo que vivir. Soy un hombre completamente libre.
Tengo dos amigos en el trabajo, Juan y Carolina. Son lo mejor que me han pasado en mi vida adulta, me apañan en lo que sea, salidas a chupar, jugar hasta la hora del pito, ver maratones del Señor de los anillos, arreglar el mundo con nuestras conversaciones, y decidir quién es más poderoso Gokú o Superman. Ellos son the best, of the best, of the best. Sencillamente son grandiosos.
Nunca creí en la amistad desinteresada entre un hombre y una mujer, pero Caro es una excepción que confirma la regla, ella es como un hombre, pero con tetas. Hablamos el mismo idioma, nos gustan casi las mismas cosas y habla el doble sentido como segundo lenguaje nativo. Ella es súper inteligente y segura, y la admiro mucho. Pero no se equivoque, la Carito pololea con Juan desde hace un año, y agradezco a Kami-Sama que separen lo personal de lo profesional. Nunca les he tenido que llamar la atención por alguna situación que genere conflicto por su relación. Por lo tanto, y por todos los motivos que he mencionado, nunca la he visto como mujer. Ya lo dije, ella es un hombre con tetas.
Juanin es lo mismo que Caro, pero sin tetas y con pene. Ahhh, lo olvidaba, también lo que lo diferencia de ella, es que él es más tranquilo y menos grosero. Ambos son como el ying y el yang, se complementan a la perfección, y su relación es envidiable.
Podríamos decir que lo tengo todo, trabajo, independencia, amigos, dinero —ojo, no soy millonario pero me alcanza para mis pequeños lujos—, y hay una mujer que me vuelve loco, por ella de buena gana me volvería un degenerado en el metro, si tan solo con eso consiguiera tocarla.
Lo único malo, es que ella me tiene en la friendzone. La maldita friendzone.
Casi todo el mundo conoce el término, pero si usted no entiende lo que es, le explico. La friendzone es el peor lugar del mundo para un humano con sangre en las venas. Es la zona fantasma del corazón. Es estar pegado en el mismo nivel emocional durante toda la eternidad. Es lo peor, de lo peor, de lo peor.
Es estar enamorado de tu amiga... la cual te considera su mejor amigo.
Y esto te lo tienes que comer solito, si mis amigos supieran que ando baboso por ella, sería el blanco de sus bromas durante todo lo que me resta de vida, perdería ante ellos mi carnet de hombría y eso no puede suceder, bajo ningún punto de vista.
Un macho que se respeta, no puede andar así de estupidizado por una mujer. Es casi antinatural, pero —el gran pero—, es que si lo estoy, ella me tiene total y completamente postrado ante sus pies —aunque ella no tenga ni idea de ello—.
Si ella supiera lo loco que me vuelve, las cosas serían diferentes, pero —otro gran pero—, ella no me pesca ni en bajada, a ella le gustan más del tipo macho-man de gimnasio, algo absolutamente opuesto a mí, que vivo sentado y no tengo un six packal cuadrado por abdominales. Tampoco soy un gordo granudo, soy más bien normal, ni tan-tan, ni muy-muy. Soy un tipo común y silvestre. Y ese es el motivo por el cual soy invisible como hombre para ella. Yo solo soy un amigo.
El objeto de mi afecto es Eva —se llama Evangelina, pero detesta su nombre—, la conozco de mis días de universidad. Estudiamos lo mismo, en el curso éramos veinte hombres y tres mujeres. Lo primero que me llamó la atención cuando la conocí, era que ella a diferencia de las otras dos muchachas, era preciosa e inteligente —las otras dos solo eran inteligentes—. Nos hicimos amigos rápidamente —porque ya en ese momento me tenía comiendo de la palma de su mano— y terminamos la carrera invictos. Estudiábamos juntos, parrandeábamos juntos, puteábamos a los profesores juntos, pasábamos todo el rato juntos, éramos uña y mugre, y desde entonces hemos sido inseparables.
He visto pasar un desfile interminable de novios, pololos, andantes y amigos con ventaja frente a mis ojos. Los elije siempre pensando en que éste si será «el hombre», pero como todos son iguales, obtiene los mismos resultados siempre. Un hombre que va a un gimnasio por más de una hora es por naturaleza egocéntrico, o narcisista, o vanidoso, o todas las anteriores.
Entonces al final, siempre acaban por gorrearla con alguna otra mina del gimnasio, o terminan la relación con ella al cabo de seis meses máximo, porque no pueden preocuparse tanto tiempo de otra persona aparte de ellos mismos.
¿Y quién la consuela? Yo.
¿Quién la aconseja? Yo.
¿Quién la apoya hasta el final? Yo.
¿Quién va a buscar sus pertenencias a los departamentos de sus ex? Yo.
Yo, yo, yo, yo... ¡Puta que soy hueón!, el amor me pone híper hueón.
Y yo no sé cómo llamar su atención, sin decirle todo directamente. Ella es mi amiga, ha estado conmigo siempre y no me gustaría perderla. Sé que es complicado, pero ahora que lo pienso mejor —de hecho no me había detenido a pensarlo mucho—, esta situación no debe continuar para siempre, ha pasado demasiado tiempo. Como dicen por ahí, «no hay mal que dure cien años... —Ni hueón que lo aguante—». Así que a la primera oportunidad que tenga, voy a tomar todo el valor que encuentre, y se lo diré.
Lo he decidido, se lo diré, no importan las consecuencias.
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