Uno

—Es una mierda encontrar información decente... —maldigo cerrando mi laptop con algo de violencia, nuevamente estoy frustrado. No logro lidiar con esa sensación, me molesta. Me revuelvo el pelo harto de todo. Mejor me voy a la cama.

¿Seré yo el raro? Tal vez merezco esto.

No tengo la más puta idea de qué hacer. Quiero encontrar a alguien, pero no me interesa pagarle a un sitio de citas especializado, donde probablemente el ejercicio de prueba y error sería desastroso... Como siempre sucede cuando te metes en lo desconocido.

Internet me ha dejado una idea vaga, sesgada y, a la vez, abrumadora, pues ese mundo —ese que estoy estudiando—, está lleno de reglas, decálogos, foros, experiencias, videos, cursos en línea, manuales de pseudo gurúes del tema y, a veces, toda esa misma información se contradice hasta el punto de no saber qué creer y qué no. Qué es fantasía y qué es realidad...

Y ahora... ahora me siento más perdido aún... Porque de la única forma en que puedo desarrollar esto de la manera que quiero —o sea, haciéndolo bien. Como corresponde—, es con gente que sabe y practica de verdad, y la solución sería irme del país y visitar ciudades como Nueva York o Barcelona, y eso, en este preciso momento de mi vida, es imposible. Tengo toda mi existencia anclada aquí, en Santiago de Chile, y siendo honesto, con suerte puedo costear un viaje a Cartagena... No Cartagena de Indias, Cartagena, el balneario de la región de Valparaíso donde vamos a parar los que no podemos pagar unas vacaciones en Reñaca.

Lo único que he sacado en limpio es que no importa cuántos manuales en línea haya, o cuantos libros lea, o cuanta información de calidad encuentres, si no lo vives en carne propia... es complicado aprender.

Tengo mucha, mucha teoría y casi nula práctica. He hecho todo lo que he podido hacer en solitario. Hacer todo solo apesta cuando uno ya maneja ciertas técnicas.

Y no es fácil sobrellevar esta situación, porque uno no llega y, de buenas a primeras, le dices a una mujer que te gusta y que a ti te va la dominación sexual y que necesitas una compañera —no sé si decir sumisa, el término me parece anacrónico, a pesar de ser el adecuado— para poder practicar, porque básicamente, en este rincón del mundo no hay locales especializados para encontrar gente con la que puedas aprender y practicar. Y eso nos trae de vuelta al tema de concertar citas virtuales, pero, el gran pero... es que odio las sorpresas y las mentiras.

Me bastó intentarlo unas cuantas veces para descartar ese tipo de experiencias. Me encontré con mujeres que decían ser sumisas y que estaban dispuestas a practicar con un novato, pero cuando las veía en el primer encuentro en vivo y en directo para poder conversar y conocernos, bueno... Había algo en ellas que no me convencía, aparte de que las imágenes de perfil que usaban parecían ser de ellas mismas, pero con diez años menos, y lo que más me perturbaba era que deseaban ir a la práctica al instante, sin conocerme, sin saber cómo soy, o sea, perfectamente podría ser un sicópata descuartizador y ellas se hubieran ido felices conmigo siendo totalmente inconscientes. No es que sea demasiado exigente, lo único que pido es la verdad, honestidad, y si me mienten mostrando algo que no son, o si están demasiado desesperadas como para aceptar cualquier cosa, pues no me da confianza. Simple.

A veces recuerdo qué fue lo que gatilló todo esto y maldigo la hora en que ella me pidió que le diera unas nalgadas, justo en el fragor de un muy placentero encuentro sexual. Aquello me sorprendió, pero bueno, supuse que no era nada del otro mundo dar unas palmaditas. Pero lo que me sorprendió aún más fue que me gustara sentir cómo picaba el contacto en mi mano y el calor que desprendía la suave piel de ella... castigar y acariciar... una y otra vez, embistiéndola, una y otra vez... hasta que ella dijo «basta».

Y me detuve. No quería hacerle daño... pero la sensación de que era algo más... que había algo más... que yo era algo más, quedó ahí. Escondida.

Ella fue mi novia un corto tiempo más, no continuamos esa relación porque de algún modo, ya no me llenaba. Para ella, lo que fue un breve juego, que tal vez no le gustó, porque a mí se me fue de las manos, para mí fue un asunto más trascendental. Esa sola sensación removió algo en mí y todo se me volvió cuesta arriba, porque primero, ni siquiera había fantaseado de algún modo con alguna vez vivir algo de ese tipo, y segundo, empiezas a cuestionártelo todo y llegas a pensar que eres algún tipo de degenerado o enfermo mental, y luego, cuando pasa el miedo y lo enfrentas, encuentras información y te das cuenta de que hay otras personas con las que compartes algunas de tus preferencias. Y sientes alivio de que no eres el único al que le pasan estas cosas, y que no eres un degenerado por querer dominar con maestría esa delgada línea entre el placer y el dolor, dar y quitar, atar, liberar, bajar barreras, que alguien te entregue ciegamente su cuerpo, su confianza... Que dependa de mí entregarle el placer a ella. Jugar... sobre todo jugar.

Mierda, ya se me puso dura de tan solo pensar en ello... ¡Esto es frustrante! ¡Mierda, mierda, mierda!

Pero practicar sadomasoquismo —o BDSM, llámenlo como quieran— no es tan sencillo, por lo menos en esta parte del mundo. Para empeorar las cosas, como ya dije, mis recursos económicos no son holgados, trabajo como cualquier otro, y gano lo suficiente para vivir tranquilo. Pero últimamente ya no vivo tranquilo tampoco.

Me estoy volviendo loco. A veces pienso que es peor decir que soy un... dominante sexual —bien, lo dije no es tan terrible— que decir «soy gay». Hay un prejuicio sucio, oscuro y sórdido que condena esta forma de vida, y que no existe solo una manera. Hay una infinidad de formas para vivirla, tantas, como personas copulando en este momento. Se puede ser suave, se puede ser brusco, se puede ser cruel, se puede ser tierno y así y todo es sadomasoquismo.

Y aquí estoy... Solo, completamente solo, porque de veras que lo he intentado. He estado con algunas señoritas tratando de volver a ser lo que era antes, pero después de un corto tiempo me di cuenta de que ellas son... simples, convencionales... o como suelen decir en la jerga, son solo «vainilla». Ok, no tengo nada en contra de eso, me encanta lo tradicional, pero me encanta mucho más lo otro, o sea, si la vainilla me la dan en forma de helado, y ese helado ponerlo en partes estratégicas de mi compañera para poder lamer a mi antojo, entonces sí me va de las mil maravillas la vainilla.

Todo esto ha sido lamentable, cada uno de mis intentos por establecer una conexión más allá han sido en vano. He buscado minuciosamente a mujeres que, en apariencia, son más propensas a experimentar, más liberales. Pero me he llevado solo decepciones. Con tan solo conversar, he podido darme cuenta de que, para ellas, no es más que una fantasía pasajera para sacarse la espina, pero no un estilo de vida.

Tal vez soy yo el que está equivocado.

Tal vez debo estudiar más... Solo he dado con un libro que ha sido mi salvación. Pero creo que internet está definitivamente descartado para hallar a una compañera o información confiable.

Tal vez no soy lo que ellas quieren o esperan.

Tal vez solo debería dejarlo estar.

Tal vez... no sé. Estoy tremendamente confundido, querer ser algo, y no poder.

No sirve de mucho descubrir que eres una persona que disfruta de la dominación sexual y no tener a alguien a quien dominar... Bueno, en mi caso, aprender a dominar. Es decepcionante... ¿Y quién en su sano juicio querría ser conejillo de indias? Todas buscan al puto y lunático Christian Grey para salvarlo de su perversión. Yo no quiero ser salvado, quiero aprender y ser mejor que un personaje de ficción que tiene un tremendo trauma —sí, me leí el libro para formarme mi propio criterio y opinar—, y definitivamente, no tengo ningún problema siquiátrico, ni espero que me llamen «Maestro» o «Amo» —lo encuentro una soberana pelotudez—, tengo un nombre, y a decir verdad, me gusta mucho. Y vaya que en este camino me he encontrado con dizque «mentores» y son un real fraude. Idiotas que se la pasan todo el día en un chat intentando ser «Amos-machos-recios-alfa-dominantes». Digo yo, si fueran tan súper mega maestros, estarían ejerciendo su auto denominado título y no chateando 24/7.

En fin, nuevamente me estoy quemando el coco, odio estar tan inseguro, no suelo ser así. Siempre he sido el de la iniciativa, el que propone, el que busca y encuentra, que obtengo lo que quiero y de la manera que quiero. Desde que tengo memoria siempre ha sido así, un poco arrogante —debo reconocerlo—, y seguro de lo que hago. Y si hay algo que no sé, asumo que no tengo conocimientos y lo aprendo.

Y ahora tengo mucho que aprender.

¿Y si me contacto con alguna señorita con tarifa? Solo para practicar... No, mala idea, no quiero pagar por una actuación, deseo algo real. Lo quiero perfecto.

¿Es un pecado querer algo real?

¡Todo esto es un puto desastre!

¿Cómo mierda salgo de esta? ¿Quiero salir de esta?

¡Maldito circulo vicioso de pensamientos! Son las tres de la mañana y no concilio el puto sueño. Han pasado dos años desde que descubrí esto en mí, pero los últimos meses... han sido como estar en una constante agonía.

Mañana es lunes, debo trabajar, y como siempre, me toca un día duro en la oficina. Debería pegarme con una piedra en los dientes por estar de vacaciones en la universidad y no enfrentarme a un día eterno, que parte a las siete de la mañana y termina a las doce de la noche. Llevo tres años con ese ritmo, y agradezco cuando estamos a mediados de diciembre y terminan las clases. Quiero ser profesor de educación básica, es mi sueño... Soy un tipo normal...

O eso es lo que quiero pensar...

*****

—Damián, ¿puedes venir por favor? —solicita mi jefe con amabilidad desde el intercomunicador. Tengo unas ojeras dignas de un oso panda. Maldito insomnio.

—Voy en un segundo —respondo con un tono de voz neutral, haciéndome el ánimo para enfrentar este día.

Me levanto lentamente, el cuerpo lo siento embotado y cansado, pero hay que trabajar igual, y los lunes son de locos. Entro a la oficina de mi jefe y él me recibe con una sonrisa. Siempre está de buen humor. Por lo general, es un hombre paciente y solo se enoja cuando le tocan las pelotas. Ahí sí que es de temer. Siempre tiene el mismo libro en su escritorio, bueno, no el mismo libro, siempre es la misma cubierta. Me he dado cuenta de que son libros diferentes por el grosor, a veces son largos, otras veces cortos, y me intriga el porqué oculta los títulos.

Me insta a sentarme frente a él, voy con mi block de notas y mi lápiz negro.

Sí, soy un secretario... no pregunten, es una larga historia.

—¿Todo bien, Damián? —me pregunta escrutando mi rostro.

—Sí, solo es un poco de insomnio —respondo con una verdad a medias, ¿para qué quebrarse la cabeza?

—A veces pasa, cuando estás con mucho stress y de repente tienes un relajo, se te va al carajo el esquema y no hallas qué hacer. Intenta tomarte las cosas con calma —me aconseja con un tono de voz paternal—, me espantas a la gente con la cara de zombie. —Y no puede evitar terminar su discurso con alguna broma.

—Debe ser como tú dices... estoy acostumbrado a andar duro. —«En más de un sentido», pienso con sarcasmo—. Voy a tratar de relajarme.

—¿Y, sigues invicto en la U?

—Completamente.

—¡Excelente, profesor! ¡Felicitaciones!

—Gracias, Leonardo. Pero no puedo cantar victoria, me falta el último año y la titulación todavía.

—No importa, me alegro mucho por ti, hombre, de verdad. No es fácil no echarse los ramos en la universidad... Bueno, vamos a comenzar. Anota. —Y es en este momento en el que empieza a disparar un montón de pendientes, como cada lunes—. Hazme un listado de las solicitudes de cotización de servicios especiales y las normales las respondes tú. Agenda una reunión por Skype con la gente de Internexa para que nos cuenten si hay una última propuesta de ellos, para presentarle los candidatos a Héctor, y finalmente, hay que poner un anuncio en las bolsas de trabajo para buscar un reemplazante para Juan...

—¿Se va? —interrumpo sorprendido.

—Sí, a fin de mes, le ofrecieron un trabajo, y es una oportunidad que no puede desperdiciar. Va a ser difícil encontrar su reemplazo —afirma Leonardo ya resignado a dejarlo partir. Juan no es solo un compañero, es uno de sus mejores amigos también.

—Tienes razón... —concuerdo, lo vamos a extrañar en muchos sentidos—. ¿Cuáles son las características del puesto? —pregunto para poder redactar el anuncio que me pidió.

—Hombres y mujeres... y lo que está entremedio también. —Reímos por el comentario, mi jefe no se hace drama con esas cosas, y yo tampoco—... Ingeniero en redes, ya sea de universidad o instituto profesional... proactivo, que sepa trabajar bajo presión, ofrecemos buen ambiente laboral y que indiquen sus pretensiones de sueldo. No pondremos nada más, quiero que estés conmigo en las entrevistas. Tú tienes buen ojo con las personas. —«No últimamente, se me descalibró el ojo, sobre todo con las mujeres», pienso pesimista—. Y eso po'h. Es todo, cuando empiecen a llegar los currículos los imprimes y los vamos revisando.

—¿Por qué no le dejas esa pega a los de Recursos Humanos? —pregunto directamente, no sé si es un defecto o una virtud, casi nunca me guardo lo que pienso... siempre y cuando me dan la confianza eso sí.

—¿Para qué sometan a la gente a estúpidos tests sicológicos cuyas respuestas están en internet? Es una tontera, quiero ser yo quien esté involucrado durante todo el proceso. Que ellos se preocupen de hacer el contrato nomás.

Me queda vagando en la cabeza la palabra «contrato»... Me pregunto si es necesario hacer uno con alguna compañera de juegos... lo encuentro estúpido, es mejor conversar y establecer las reglas de manera verbal. ¿Para qué tanto show?, digo yo. Tal vez es parte del encanto... la anticipación, la expectativa de que se pueden realizar todas esas cosas que se especifican por escrito...

Unos dedos chasquean frente a mis ojos, parpadeo asustado. Mierda.

—¡Despierta, hombre! —me reprende Leonardo—. ¿Dónde estabas?

—Perdón, me quedé pegado.

—Anda a darte una vuelta a la manzana para que respires y después vuelves. Es una orden —decreta serio.

—Pero... yo... —balbuceo intentando rebatir lo que me ha dicho.

—Es una orden —insiste levantando las cejas. Es inútil, tiene razón. Es increíble que sea tres años mayor que yo y me habla como si fuera mi papá. No sé, debe ser porque él ya tiene su vida hecha, está casado y su esposa está esperando un bebé... o un pequeño alien como dice él.

—Ok, ok... —claudico, me levanto y me dirijo a la puerta...

—Damián... —me llama de pronto Leonardo y me doy media vuelta—. Lo que sea que esté pasando, ya se va a solucionar en el momento en que menos lo esperes. No te desanimes.

Me dejan un poco descolocado sus palabras, ¿tanto se me nota esto? Tal vez le estoy dando demasiada importancia a este asunto. A lo mejor Leonardo tiene razón y debo dejar fluir las cosas y no forzarlas. Esto se está convirtiendo en una maldita obsesión.

—Gracias —digo de corazón. Salgo de la oficina, dejo mis cosas en el escritorio y me voy a dar la vuelta manzana ordenada por mi jefe.

Tal vez es lo mejor...


BDSM: término creado para abarcar un grupo de prácticas y fantasías eróticas. Se trata de una sigla que combina las iniciales de Bondage y Disciplina; Dominación y Sumisión; Sadismo y Masoquismo

Po'h: muletilla que significa pues y es usada en Chile para dar énfasis a cualquier cosa que se dice

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top