Un gran cambio

-¡¿Que has hecho qué?!- preguntó Valeria sin poder creer lo que le acababa de confesarle su mejor amigo.

-Lo que oyes, te acabo de apuntar a Masterchef- le confesó David con una inocente sonrisa.

Sin duda, Valeria pensaba que su amigo se había vuelto loco, ella no podía ir al mejor concurso culinario del país, si que era cierto que ella tenía un gran talento para la cocina pero nunca se paró a pensar que ese talento le fuera a cambiar la vida y meno de esa manera.

-A ver Valeria, sé que estás enfadada, pero...-.

-Por supuesto que estoy enfadada, en realidad estoy cabreada, no comprendo porque has hecho eso y más a mis espaldas-.

-Porque ya va siendo hora de que seas feliz-.

Aquello dejó sin habla a la chica, bien era cierto que no tuvo una infancia ni tampoco una adolescencia felices pero ahora que era una mujer hecha y derecha, que trabajaba como nutricionista en un centro dietético de Madrid y veía el programa de Masterchef todas las semanas junto con David, lo cierto es que no podía quejarse pero debía reconocer que su amigo tenía razón, ella nunca había experimentado la verdadera felicidad. No, mentira. Sí que la había experimentado en pequeñas dosis y eso se daba en los momentos en los que la chica cocinaba.

En lo que respecta a Valeria, la cocina fue, es y será, su mayor pasión, pues desde que ella nació siempre ha sentido un gran respeto por la cocina y desde que murieron sus padres decidió aferrarse a esa aficción, incluso hubo momentos en los que deseó convertirse en una gran chef, pero hubo dos personas que se encargaron de que dicho sueño nunca se cumpliera. Aquellas personas no eran otras que la tía y la prima de Valeria: Claudia y Clara.

Las dos eran sin duda dos malas pecoras pues ambas odiaban profundamente a Valeria. Claudia la odiaba por haberse convertido en una carga para ella y Clara no podía soportar que su prima fuera tan perseverante y trabajadora así que lo primero que hizo cuando Valeria se fue a vivir con ellas fue quitarle a sus amigos y a minarle la autoestima, hasta tal punto que todos sus compañeros de clases empezaran a burlarse de ella y a hacerle el vacío, pero lo más horrible que le pasó a la joven fue cuando esta tenía 15 años y se enamoró de un chico llamado Miguel, era perfecto pero acabó convirtiéndose en un amor no correspondido ya que Clara usó sus artimañas para convertirle en su novio y más tarde su marido.

-Pero... si soy feliz-.

Aquello hizo reír a David, siempre supo que Valeria no sabía mentir y según él se debía a que no tenía maldad alguna.

-Que mal mientes amiga, si fueras feliz tendrías muchos amigos y un novio-.

-Ya sabes que mi trabajo me impide tener vida social-.

-No, las que te han impedido ser feliz han sido tu tía y tu prima, piénsalo, por su culpa no pudiste estudiar cocina, ni tampoco estar con Miguel. Aunque pensándolo detenidamente, es mejor así-.

-¿Y eso por qué?-.

-Porque no creo que a Jordi Cruz le guste que tengas novio-.

Y tenía razón, una de las cosas que amaba hacer Valeria después de la cocina, era ver Masterchef y desde que se estrenó el primer programa del reality se había enamorado del miembro más joven de jurado.

-Eso es una tontería, Jordi Cruz es un chef muy respetado en su profesión, sólo ama su trabajo y por eso no creo que yo le interese-.

-Oye Val, no quiero que vuelvas a hablar así de tí, tú eres una tía cojonuda, eres guapa, generosa, amable, simpática, lista y lo más importante... una gran cocinera-.

Por eso David era una persona tan especial para Valeria, no sólo era su mejor amigo y compañero de piso, también era el hermano que siempre quiso tener.

-Con lo bueno que eres conmigo no sé como es que todavía no te has echado un novio-.

-Porque por el momento me contento con darte un empujoncito para animarte a que hagas algo diferente.

-Pues te informo desde ya que esta noche voy a hacer algo diferente-.

-¿A sí?, ¿qué vas a hacer?-.

-Me he visto obligada a ir a cenar con Claudia-.

-¿Y para qué quiere hablar contigo esa bruja?-.

-No me lo ha dicho-.

Y para Valeria era muy extraño que su "querida" tía Claudia no le hubiese dicho nada, con lo que le gustaba fardar de todo.





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