Maxon
Reviso los últimos informes sobre las pruebas que se presentaran en el caso; finalmente, después de tanto tiempo y tanto terror el hijo de puta de Collins terminaría en la cárcel. Por fin Amanda podría tener una vida normal sin tener que vigilar sus espaldas cada dos segundos, sin miedo a tener que salir porque una bala se estampe contra su cuerpo y la vuelva a llevar al hospital o peor…
Parpadeo y paso la mano por mis cansados ojos para apartar estos pensamientos de mi cabeza; siento como mi corazón late de alivio. Es como ver el final de una historia de terror.
No podremos encarcelar a Richard Collins por el asesinato de su ex socio, sin embargo, Monroe ante de morir fue un hombre inteligente, entre las pocas cosas que los asistentes de Collins dejaron en su apartamento quedaron pequeños papeles de cuentas, papeles que al revisarse por informáticos y técnicos profesionales se demostró que pertenecían a cuentas fantasmas en el extranjero, otros eran incluso de transacciones que probaban lavado de dinero y desvío de bienes. El mafioso será encarcelado como la rata que es y, quizás, con un poco de suerte, también pegaría por la muerte del antiguo fiscal.
Lo importante es que la justicia, aunque vino a pasos lentos, llegó a nosotros.
Una mano e mi hombro me hace girar la vista atrás para notar a un sonriente Ben a mi lado. El hombre está más que feliz por los mismos motivos que yo.
—Deberías ir a casa Maxon, estoy seguro de que Amanda estará ansiosa por saber las buenas noticias.
Solo logro sonreír por las palabras de mi amigo.
«A casa». Aun no puedo creer lo bien que suenan las palabras en mi propia mente. Hasta hace tan solo pocos días pensé que el simple hecho de desear esa sensación para mí sería un completo error, una sensación egoísta y carente de sentido. Pensé que no lo merecía, que no debía de ser feliz debido a mis errores del pasado; aún observo a Adam y siento culpa en mi interior, remordimiento al pensar que por mi culpa el pequeño no estará más nunca con su madre, sin embargo, Amanda me ha brindado una nueva posibilidad. Ella ha sido esa esa luz al final de un túnel de penumbras, me brindo eso que creí perdido para mí: esperanzas.
—La lleve a conocer a Adam. —Le informo a mi amigo, hasta el momento era el único que conocía mi verdadera historia.
La expresión de felicidad de Ben tan solo se agranda.
—¿Quiere decir eso que van serio?
—¿A qué te refieres?
—Nunca has llevado a nadie a conocer a Adam, siempre fue como un vínculo solo tuyo.
Tiene razón, no obstante, no llevé a cualquier persona conmigo, llevé a Amanda y ella es especial para mi.
—Quiero estar con ella, aun cuando todo esto termine.
—Ya era hora Maxon. —Nuevas palmaditas en mi espalda me demuestran su apoyo—. No demores más y ve ya con ella, estabas que echabas humo hoy y sé que te sentirás mejor en cuanto la veas.
Resoplo por esto último. No me gustó ni un poco que mi jefe nos impidiese a Ben y a mi cuidar a Amanda hoy; no me importa ni un poco que ya tengamos a Collins en una cuerda floja, la protección de Amanda es algo que no está en juego para mí. Tuve que estar en un escritorio demasiadas horas y no fue exactamente una discusión agradable con mi supervisor. Al menos logré que me liberasen del trabajo antes de tiempo para poder comprobar la seguridad de Amanda; lo único que me consuela es que pasaría el día en el trabajo e iría a un almuerzo con Janis en un café en la misma cuadra del centro.
Tomo mi chaqueta de una de las sillas y mientras comienzo a caminar hacia la salida intento llamar a Amanda en reiteradas ocasiones, un escalofrío recorre mi espalda cuando el teléfono salta al buzón de voz en más de una ocasión, Amanda siempre responde, no importa lo que pase siempre contesta.
No quiero ser paranoico, sin embargo, no puedo evitar la quietud. Retorno sobre mis pasos hasta volver junto a Ben que alza una ceja curioso cuando me ve de regreso.
—Amanda no contesta. —Solo esas palabras necesito para que mi amigo comparta mi preocupación y se ponga de pie a mi lado—. Tranquilo, debe de estar en el trabajo, vayamos a buscarla, quizás no ha sentido el móvil.
En el camino hacia las oficinas del periódico es Ben quien conduce, no creo que el temblor que recorre mis manos en estos instantes sea lo más seguro para ninguno de nosotros. A pesar de que estoy seguro que sobrepasamos el límite de seguridad siento como si todo el mundo se detuviese a mi alrededor y el tiempo simplemente no avanzara. Las náuseas se asientan en mi estómago y un dolor de cabeza se apodera de la zona de mi mente. Siento que vuelvo a cometer un error importante y, por segunda vez, no estoy protegiendo correctamente a la persona que debería.
Los fantasmas que pensé que comenzaban a desaparecer retornan, esta vez con más fuerza.
Cuando el auto se detiene no soy capaz de caminar lo suficientemente rápido hacia las plantas superiores del edificio. Al llegar me detengo, mi piel comienza a palidecer y siento la rabia surgir en mi interior con la imagen que observan mis ojos. Janis llora desconsolada, temblores recorriendo su cuerpo mientras Ed trata de relajarla para que la mujer sea capaz de hablar.
Ambos, al notar mi presencia, me lanzan miradas de dolor y disculpas; la mujer tan solo solloza con más fuerza y noto como intenta pronunciar palabras coherentes.
—Llama refuerzos —le rujo a Ben con furia, no hacia él, sino a mí mismo.
Ni siquiera necesito que me cuenten, lo sé.
Amanda no está.
***
Varias horas han pasado desde que llegué a las oficinas del periódico y Janis me contó los sucesos de ese día. Por lo visto cuando fueron al café Amanda salió durante unos segundos para contestar la llamada de su madre, sin embargo, cuando pasaron más de quince minutos y no regresó Janis comenzó a preocuparse y salió a buscarla. El horror llegó a ella al ver que Amanda no se encontraba por ningún rincón y fuera de la cafetería pequeñas gotas de sangre se hallaban en el suelo.
Estamos aquí desde la tarde y casi ha oscurecido, puedo ver los tonos del cielo cambiar a través de una ventana a medida que el día le da paso a la noche; no obstante, a pesar de todos los policías presentes, a pesar de que intentamos localizar el móvil de Amanda e interrogar a personas que hubiese en la cafetería en ese horario no hay ni una pizca de rastro de ella.
La desesperación solo aumenta y siento la frustración juntarse con la culpa en mi cuerpo. Tengo ganas de arrojar algo, de golpear a alguien hasta que la rabia desaparezca, pero sé que eso no me traerá a Amanda de vuelta.
Tengo miedo, demasiado miedo; por primera vez en muchos años tengo miedo de perder a alguien que en verdad me importa, jamás me lo perdonaré si ella termina lastimada o peor…
Aparto estos pensamientos de mi cabeza, no puedo rendirme.
Cuando menos lo espero mi móvil comienza a sonar. Contesto apresurado con la esperanza de que sea ella poniéndose en contacto, no obstante, la confusión se apodera de mi cuerpo al escuchar la voz al otro lado de la línea.
—¿Qué…? —El enojo solo aumenta cuando escucho las palabras que me pronuncia la gruesa voz—. ¡Maldito hijo de puta! —Definitivamente siento un instinto asesino despertar en mí antes, a pesar de ello, solo tengo un motivo para no colgar el teléfono en estos instantes. Realizo una señal a Ben hacia la salida, mi amigo parece entender mis intenciones e indica a varios oficiales que nos sigan—. Más vale que no me estés engañando o te juro que no vivirás lo suficiente para verlo.
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