Capítulo 7
No soy muy consciente de todo lo que sucede a mi alrededor, solo sé que el brazo me duele horrores y siento mi cabeza palpitando; el aturdimiento se apodera de cada uno de mis sentidos y en cuanto la ambulancia llega no sé dónde está Maxon. A este punto la preocupación se apodera de mí, recuerdo escucharle quejarse cuando me arrojo al suelo en un vano intento de que las balas no me diesen, luego de ello recuerdo que me sostuvo entre sus manos el tiempo suficiente para llamar una ambulancia, pero poco a poco comencé a caer inconsciente y ahora mismo no sé dónde se halla el hombre.
Cuando llego al hospital las voces y la confusión tan solo aumentan a mi alrededor, tan solo logro escuchar pequeños fragmentos de palabras o frases: herida de bala, sangre, traumatismo craneal leve, herida en el hombro, cortes y rasguños, sangres…y así muchas más.
Apenas me doy cuenta de cuando los médicos desgarran mi camisa y la arrojan a un lado e irónicamente, aunque deseo llorar, no es exactamente por las heridas, sino más bien porque la blusa pertenece a la marca Givenchy; no quiero parecer superficial o una niña mimada, pero para una periodista como yo comprar algo de edición original de dicha marca cuesta un ojo de la cara o más bien medio año de salario.
¡Joder! Incluso me quejo entre murmullos, no obstante, supongo que los médicos solo me dan por loca y continúan cortando la ropa causándome un paro cardiaco del estrés.
«Miremos el lado positivo, si estoy preocupándome por mi costosa marca de ropa es porque las heridas en mi cuerpo no son tan grabes, ¿no?». Solo rezo para que mi bolso de Prada continúe en una pieza, este último fue un querido regalo de mi madre por la graduación de la Universidad.
Noto de reojo como los médicos colocan una aguja de suero en mi vena y el sueño poco a poco se apodera de mi cuerpo, sin embargo, antes de caer dormida siento la punzada de un bisturí cortar sobre mi hombro. Luego de eso termino desmayada.
No sé cuánto tiempo pasa, cuando abro los ojos estoy en una cama de hospital de una habitación privada; las sábanas cubriéndome hasta el pecho y un gotero conectado a mi brazo. Poco a poco todo deja de verse borroso y me percato que no estoy sola en la habitación. Junto a mí en una silla se encuentra Maxon sentado, noto que tiene una venda alrededor de su brazo y la preocupación se apodera de mi cuerpo provocando que me siente del tirón en la cama, el brusco movimiento arranca un doloroso quejido de mis labios.
—Eh bonita, no te apures, nadie irá a ningún lado. —Se inclina hacia delante y por los movimientos de sus manos noto que se prepara por si necesito su ayuda en cualquier instante.
—Te dieron. —No es necesario ni preguntar, logro ver su brazo herido.
—Solo fue una rozadura cuando te lancé para evitar que te lastimaran. —Su rostro se contrae haciendo una mueca—. Pero creo que llegué tarde, una bala te dio en el hombro y te disté un golpe en la cabeza al caer, los médicos ya te la quitaron y examinaron que no hubiese contusiones grabes en tu cráneo, lo siento, no hice bien mi trabajo.
Su rostro lleno de dolor hace que algo se apriete en mi pecho, en verdad este hombre lamente que yo saliera tan herida, a pesar de ello hay que ser realistas; él no tiene la culpa de nada.
—De no ser por ti estaría muerta Maxon, te debo la vida ahora mismo.
El chico me dedica una sonrisa y dedico unos instantes a examinar mi propio cuerpo; tengo un dolor de cabeza horrible, pero nada de lo que deba preocuparme, mi hombro está vendado, sin embargo, puedo sentir mis manos moviéndose bien; el resto del cuerpo son solo arañazos y esas cosas sin importancias.
—¿Cómo vino la ambulancia? —pregunto intentando recordar los sucesos.
—Envié a Janis a llamarla, también llamamos a Ed, deben estar ambos buscando un poco de café ahora, nadie ha avisado a tu familia para no preocuparlos demasiado, esperábamos a que tu despertaras para ello.
—¡No! No quiero que les digan nada de esto. —¡Dios! Aposaría lo que sea a que mi madre tomaría el primer avión de Alaska a Chicago y tendría que tenerla más de dos meses cuidándome, no es que me molesten los mimos de mi familia, pero sí sería complicado hacer mi trabajo si no me dejan ni salir de la cama.
Mi atención vuelve a Maxon cuando siento que este toma mi mano entre las suyas y en su rostro vuelve a reinar la preocupación.
—Te tengo una mala noticia bonita.
—¿Qué…qué ocurre? —Siento el terror en cada célula de mi cuerpo.
—Tu blusa, tenía mucha sangre, ha muerto.
—¡No! ¡Joder mi blusa no! ¡Es Givenchy!
Parece broma, pero de verdad duele perder algo a lo que le tenía tanto cariño y me costó casi seis meses a pan y agua, pero lo malo no termina ahí…
—Amy, tu bolso…
—¡No! —Sabía que debía sentirme horrorizada—. ¡Joder que era un regalo y…!
Termino mi sufrimiento cuando noto a Maxon riendo a carcajadas y me percato que todo no es más que una maldita broma.
—¡Serás capullo!
—Lo siento princesa, pero tenía que hacerlo, los médicos decían que no parabas de murmurar por el dichoso bolso.
—¿Y la blusa?
—Esa sí murió, descanse en paz. —A estas alturas ya Maxon no puede controlar las olas de carcajadas y acabo riéndome yo también hasta que veo a un hombre de la altura de Maxon, cabellos rubios largos y brazos llenos de tatuajes entrar en la habitación.
—¡Maxon! —exclama este y el aludido se levanta veloz para envolver al desconocido en un abrazo—. ¡Dios hombre! ¡vas a matarme del susto!, pensé que estabas en Florida.
—Sabes que no puedo vivir sin estar cerca de los problemas. —Ambos se ríen y luego Maxon se gira en mi dirección sin apartarse del desconocido—. Amanda este hombre es Benedict Kellen, aunque todos le decimos Ben, es mi compañero del FBI.
Asiento sin dejar de mirarle asombrada, ¿qué diablos les dan a estos hombres de alimento en los cuarteles?, ahora me van a decir que todos los agentes del FBI están macizos y miden metro noventa.
—Así que esta es Amanda. —Ben me observa de arriba abajo y luego me sonríe—. Con que tu eres la periodista del caso Collins, he escuchado mucho de ti. —Se acerca y me extiende una mano para saludarme la cual acepto, por lo visto este no es tan Neandertal como Maxon.
—Espero que hayas escuchado cosas buenas.
—Unas cuantas la verdad, soy el encargado del caso Monroe. —Abro los ojos asombrada, cierto, Maxon dijo que su amigo estaba a cargo del caso—. Tú nombre se repite mucho por ahí, aunque debo decirte que ahora mismo no te traigo bunas noticias.
Mi rostro se contrae y noto como ambos hombres intercalan miradas preocupadas, luego de ello se sientan en sillas al costado de mi cama.
—Voy a ser directo Amanda—dice Ben sin rodeos—. Esta noche nos enteramos que no solo intentaron matarte, sino también que entraron a tu apartamento, nos llamó el custodio del edificio luego de que le golpearan, hay muchos papeles regados y necesitaremos de ti para que nos cuentes si se han llevado algo, encontramos una huella y coincide con otra que había en el casquillo que te sacaron del brazo; van a por ti ahora princesa.
El horror me invade, pero la sorpresa se apodera de mi cuando veo que Maxon le da un manotazo en la parte trasera de la cabeza a Ben.
—No me robes los apodos, idiota.
Ben ríe, pero a pesar del humor del momento ambos vuelven a mirarme.
—Hay algo más Amanda. —Esta vez es el Neandertal quien me habla.
—¿Qué ocurre? —pregunto, aunque no estoy segura de querer escuchar la respuesta.
—Debido al ¨suicidio¨ de Monroe han retrasado el juicio de Richard Collins, aún no sabemos para cuándo, por lo visto el hombre tiene muy buenas influencias y le han retenido en su casa. Supuestamente no debe salir de ahí, pero siendo un hombre tan poderoso nada es seguro.
Siento el horror invadirme y mis ojos llenarse de lágrimas, esto es malo, muy malo, ya sus ataques van más directos y el miedo me recorre por segundos. Sé que debo hacer algo y no quedarme de brazos cruzados, sin embargo, tampoco entiendo por dónde comenzar.
—¿Qué se supone que haga ahora?
—Para comenzar, —Me observa Maxon y la sonrisa se apodera por completo de su rostro—. Voy a reforzar personalmente tu seguridad.
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